Summary

This document discusses attitudes, focusing on the theory of planned behavior. It details the components of attitudes and how they are shaped. It emphasizes the importance of perceived behavioral control in predicting intentions and behaviors.

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ACTITUDES Teoría de la acción planificada. un componente de percepción de control sobre la con­ ducta (véase Figura 4.6). Por lo tanto, la intención es ahora igual a la actitud más la norma subjetiva más el control percibido. Si antes la acción se describía como razonada, ahora puede considerarse...

ACTITUDES Teoría de la acción planificada. un componente de percepción de control sobre la con­ ducta (véase Figura 4.6). Por lo tanto, la intención es ahora igual a la actitud más la norma subjetiva más el control percibido. Si antes la acción se describía como razonada, ahora puede considerarse planificada. De esta forma, la TAP incluye la percepción de control de la conducta a realizar como elemento central en la predicción de la intención y la conducta. A continua­ ción, se describe brevemente los componentes de esta teoría. 6.3.2.1. Actitudes hacia la conducta Las actitudes se desarrollan a partir del repertorio de creencias salientes relativas al objeto de actitud, que suelen ser entre cinco y nueve, si bien únicamente las dos o tres primeras, las de mayor fuerza, proporcionan una información útil y no redundante. Imaginemos, por ejemplo, el caso de una persona que se encuen­ tra ante el dilema de emprender su propio negocio o trabajar como asalariado. Supongamos que para esta persona las consecuencias de emprender un nuevo negocio son las siguientes: 1) tener libertad o autono­ mía para realizar su trabajo, 2) poder enfrentarse a ma­ yores desafíos, 3) lograr mayores ingresos, 4) trabajar duro y durante muchas horas y 5) asumir riesgos. Los juicios acerca de que la probabilidad subjetiva de em­ prender conduzca a cada una de estas consecuencias pueden estimarse en una escala tipo Likert de 1 (nada probable) a 5 (totalmente probable). De esta forma, las creencias con puntuaciones más altas constituyen las creencias salientes. Ahora bien, las actitudes no solo dependen de las creencias, sino también de la eva­ luación que la persona realiza de cada una de dichas creencias conductuales. Así, dos personas pueden creer con la misma fuerza que si emprenden un nuevo negocio van a poder enfrentarse a mayores desafíos, pero una de ellas puede valorar eso muy positivamen­ te, mientras que para la otra tal consecuencia puede resultar totalmente desagradable. Las evaluaciones de cada una de las consecuencias conductuales pueden estimarse en una escala tipo Likert de 1 (nada desea­ ble) a 5 (totalmente deseable). Esta forma de analizar el problema tiene la ventaja sobre la medición directa de la actitud de poder explicar por qué personas que sostienen diferentes creencias pueden mostrar las mis­ mas actitudes y a la inversa (Morales et al., 1994). Por lo tanto, la actitud hacia la conducta se puede calcular según la siguiente fórmula: siendo Ac = actitud de la persona hacia la conducta; C; = creencia acerca de la consecuencia de la con­ ducta; e; = evaluación de la consecuencia de realizar la conducta; = subíndice que indica cada creencia y su eva­ luación, numeradas desde 1 hasta N. PSICOLOGÍA SOCIAL (Volumen 1) 6.3.2.2. La norma subjetiva La norma subjetiva hace referencia a la presión so­ cial percibida para realizar o no realizar el comporta­ miento (Aj zen, 1991). Por lo que constituye el com­ ponente normativo del modelo y refleja la influencia que el entorno inmediato a la persona ejerce sobre la conducta. Este componente se puede definir, especí­ ficamente, como un juicio probabilístico acerca de lo que la mayoría de las personas importantes para la persona, es decir, sus otros significativos, piensan de la realización de una conducta determinada. Por lo general, la estimación de la norma subjetiva puede realizarse indirectamente a partir de dos componentes principales: 1) las creencias acerca de cómo otros gru­ pos de personas o instituciones (a los que se denomina referentes) piensan que la persona debería comportar­ se, y 2) la motivación de la persona para acomodarse a las directrices de los referentes. Estos componentes se integran en la siguiente fórmula: siendo NS = norma subjetiva; en; = creencias normativas relativas a otros signifi­ cativos o referentes; ma; = motivación para acomodarse a los otros sig­ nificativos o referentes; subíndice que indica cada creencia norma­ tiva y la motivación para acomodarse a los otros significativos, numeradas desde 1 has­ ta N. 6.3.2.3. Control conductual percibido (CCP) En general, el control conductual percibido (CCP) hace referencia a la facilidad o dificultad que percibe la persona para realizar la conducta. Según la TAP, al igual que las actitudes se forman a partir de creencias conductuales y la norma subjetiva a partir de creencias normativas, el CCP está compuesto por un conjunto de creencias de control, en función de las cuales la perso­ na establece si posee o no las capacidades o recursos necesarios para llevar a cabo la conducta y si existen las oportunidades adecuadas. Estas creencias de con­ trol pueden tener su origen en la experiencia pasada del individuo con la conducta y estar influenciadas por información de segunda mano sobre la conducta, por la experiencia de conocidos y amigos, y por otros fac­ tores que incrementan o reducen la dificultad percibi­ da de realizar la conducta en cuestión. Por lo tanto, el control percibido sobre la conducta es mayor cuantos más recursos y oportunidades las personas creen que poseen, y menos obstáculos e impedimentos anticipan (Ajzen, 1991). Específicamente, el control percibido se puede definir a través de la siguiente fórmula: siendo CCP = control conductual percibido; C; p¡ = creencias de control sobre la conducta; = poder percibido; = subíndice que indica cada creencia y poder percibido, numeradas desde 1 hasta N. El CCP es muy similar a la autoeficacia propuesta por Bandura (1977), porque ambos constructos hacen referencia a la capacidad percibida para realizar una conducta. De hecho, el propio Ajzen (2002) manifies­ ta que el control conductual percibido tiene una gran deuda con el trabajo de Bandura sobre la autoeficacia. Así, la TAP sitúa la autoeficacia dentro de un marco más genera I sobre las relaciones entre creencias, acti­ tudes, intenciones y conducta. Respecto al papel que juega este componente en la predicción de la conduc­ ta, la TAP propone que, si se mantienen el resto de las variables del modelo constantes, un alto nivel de CCP debería fortalecer la intención de la persona de realizar la conducta e incrementar el esfuerzo y la perseveran­ cia. De esta forma, el CCP puede afectar a la conducta indirectamente a través de su impacto sobre la inten­ ción, incluso cuando el CCP no es particularmente rea­ lista (Ajzen, 1991). Asimismo, el CCP tendería a pre­ decir directamente la conducta cuando puede tomarse como una medida del control actual que la persona es capaz de ejercer en la situación. En otras palabras, una vez que la intención conductual está formada, la realización de esa conducta llega a ser dependiente del control actual y, en la medida que el CCP refleja con veracidad el control actual, entonces influirá en la conducta directamente. Por lo tanto, como se puede apreciar en la Figura 4.6, el control conductual perci­ bido tiene un vínculo directo con la conducta. 6.3.2.4. Intención conductual El antecedente inmediato de la conducta en la TAP es la intención de realizar la conducta en cuestión. Por lo que, cuanto más fuerte sea la intención, más probable será que la conducta se realice. La intención conductual puede definirse como la localización de una persona en una dimensión de probabilidad subje- ACTITUDES tiva que incluye una relación entre la persona misma y alguna acción (Fishbein y Ajzen, 1980). La intención se forma a partir de las actitudes, la norma subjetiva y el CCP. La fórmula que relaciona las cuatro variables viene dada por la siguiente ecuación, donde los úni­ cos elementos desconocidos son los pesos o pondera­ ciones (p) que indican la importancia relativa de cada componente: I = (p 1 ) (Ac) + (p2) (NS) + (p3 ) (CCPc). En la práctica común, los pesos de los componentes del modelo se determinan empíricamente por el proce­ dimiento estadístico de regresión múltiple, donde las actitudes, la norma subjetiva y el CCP actúan como predictores, y la intención conductual como criterio. El objetivo último de la TAR y su posterior revisión, la TAP, no es la predicción de la intención, sino la pre­ dicción y comprensión de la conducta. Los resultados de diferentes estudios metaanalíticos (Armitage y Con­ ner, 2001; Cooke et al., 2016) muestran que la inten­ ción explica alrededor del 38% de la varianza de la conducta, y que las actitudes son el mejor predictor de la intención, ya que permiten explicar hasta el 50% de la varianza de la intención. Asimismo, la inclusión del CCP en la TAP supone una gran mejora, ya que esta variable por sí misma puede llegar a explicar hasta el 20% de la conducta. 7. LA INFLUENCIA DE LA CONDUCTA EN LAS ACTIT UDES Hasta ahora hemos tratado hasta qué punto la con­ ducta de las personas es coherente con sus actitudes, es decir, cuándo las actitudes predicen la conducta y cómo ocurre esto. Ahora bien, sabemos que nuestras actitudes no siempre predicen nuestra conducta, y esto, por supuesto, tiene consecuencias. Este fenóme­ no se denomina disonancia cognitiva (Festinger, 1957) y se define como el estado psicológico desagradable que se produce cuando las personas se dan cuenta de que sus actitudes y conducta (o sus diversas actitudes) son incoherentes entre sí. Por ejemplo, la disonancia cognitiva se produce cuando los fumadores, que in­ tentan dejar de fumar, echan mano de otro cigarrillo, o cuando las personas que hacen dieta sucumben a la tentación y piden el postre que saben que no debe- La decisión de llsa (Magallares, 2022) La película Casablanca cuenta la historia de Rick Blaine (Humphrey Bogart), quien tuvo un apasionado romance en Francia con la noruega lisa Lund (lngrid Bergman). Un día, sin previo aviso, llsa abandonó a Rick. Más tarde, Rick ave­ riguará que, en la época en la que estuvieron juntos, lisa creía que su marido, el I íder checo de la resistencia Víctor Laszlo (Paul Henreid), estaba muerto, pero en cuanto des­ cubrió que estaba vivo, decidió marcharse para reunirse de nuevo con él. Tiempo después, los personajes interpretados por Bogart y Bergman se reencuentran en Casablanca. lisa, acompañada de su marido, está buscando salir de Marrue­ cos para escapar a un país seguro y reorganizar la resisten­ cia contra los nazis. En la mítica escena del aeropuerto, Rick en vez de coger el avión junto a lisa, ayuda a liberar a Víctor para que huya junto a su mujer. En ese momento, Rick dice a lisa que, si no se va con su esposo, se acabará arrepintiendo «Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero pronto y para el resto de tus días». Con ese gesto para la posteridad, los antiguos amantes se despiden para siempre. ¿ Realmente se hubiera acabado arrepintiendo lisa de coger el vuelo con Rick? Es probable que no. En la película ve­ mos que I Isa siente disonancia cognitiva por primera vez cuando descubre que su marido no ha fallecido. En ese momento, a pesar de tener un hermoso idilio en París con Rick, se siente culpable por pensar que ha abandonado a su esposo. Para eliminar esos sentimientos negativos, lisa decide volver con Víctor y dejar a Rick. Así, lisa da más importancia a la fidelidad que a la pasión y de esta mane­ ra logra justificar su decisión de continuar con su marido. A la llegada a Casablanca, lisa volverá a sentir disonancia cognitiva al encontrarse de nuevo a Rick. En este caso, lisa justifica su decisión de marcharse con su marido por la lealtad a unos ideales (los valores de la resistencia con­ tra los nazis). Estas dos escenas de Casablanca ilustran a la perfección la gran capacidad de autojustificación que tenemos las personas. Por eso, si lisa hubiera tomado la decisión de intentar una nueva relación con Rick, enton­ ces en vez de focalizarse en la fidelidad o la lealtad (que seguramente la harían sentirse mal) podría pensar en lo im­ portante que es priorizar su propia felicidad o en que segu­ ramente Víctor podría rehacer su vida y que estaría incluso mejor sin ella. Así que es probable que lisa no se hubiera acabado arrepintiendo ni hoy, ni mañana, ni tampoco el resto de sus días. PSICOLOGÍA SOCIAL (Volumen 1) rían tomar. Ocurre cuando los consumidores gastan más dinero del que realmente quieren gastar. Y ocurre cuando los estudiantes deciden salir de fiesta en lugar de quedarse en casa y estudiar para el examen del día siguiente. En todas estas situaciones, hay una brecha entre las actitudes y las conductas, y esas brechas tien­ den a incomodarnos. Según Festinger (1957), la per­ cepción de la disonancia cognitiva induce un estado negativo de tensión, que es similar a lo que sienten las personas cuando tienen hambre o sed. De hecho, las investigaciones han revelado que el malestar emocio­ nal asociado a la disonancia se refleja en una elevada activación cortical frontal izquierda en nuestro cerebro (Harmon-Jones et al., 2008). Al igual que el hambre o la sed, la disonancia cognitiva motiva a las personas a reducir su malestar, pero en el caso de la disonan­ cia cognitiva, las personas se motivan para restaurar la consistencia psicológica. Los procesos psicológicos por los que restablecemos la coherencia pueden con­ ducir a cambios duraderos y significativos en la forma en que vemos nuestro mundo social. Así, el estudio de la disonancia cognitiva ha revelado uno de los mensa­ jes más profundos, sorprendentes e importantes de la Psicología Social: aunque nuestras actitudes influyen en nuestra conducta, nuestra conducta también influ­ ye en nuestras actitudes (Sutton y Douglas, 2019). Cuando dos cogniciones son inconsistentes, la can­ tidad de malestar psicológico que las personas experi­ mentan depende de la importancia de las cogniciones. Si las cogniciones son importantes, la disonancia cog­ nitiva será mucho mayor que cuando las cogniciones no son importantes. Por ejemplo, digamos que deci­ dimos salir de fiesta y no estudiar para el examen del día siguiente. La disonancia cognitiva será inducida porque hacer bien el examen es inconsistente con no estudiar la noche anterior al examen. Sin embargo, la magnitud del malestar despertado dependerá de lo im­ portante que sea para nosotros hacer un buen examen. Si el rendimiento en el examen no es importante, ya sea porque no es una asignatura que nos interese o porque el examen representa solo un pequeño porcen­ taje de nuestra cualificación final, entonces el malestar puede no motivar la necesidad de restaurar la cohe­ rencia. Sin embargo, si el rendimiento en el examen es importante porque la asignatura resulta clave para nuestra especialidad o el examen vale un porcentaje muy significativo de nuestra calificación, entonces la disonancia despertada por la incoherencia sería más fuerte. Por lo tanto, cuando hay incoherencias, la mag­ nitud de la disonancia experimentada depende de la importancia de las cogniciones relevantes. Cooper y Fazio (1984) argumentaron que se deben cumplir cuatro condiciones para que se produzca di­ sonancia cognitiva: 1. La persona tiene que darse cuenta de que la disonancia tiene consecuencias negativas. Si la disonancia no tiene consecuencias negativas, es poco probable que la persona sienta ten­ sión entre la actitud y el comportamiento. Por ejemplo, si las personas reflexionan sobre las evidencias de que fumar causa mala salud y se desestiman las pruebas, no se producirá ningu­ na tensión. 2. La persona tiene que responsabilizarse de la acción. Concretamente, para que se produzca la disonancia, la persona tiene que sentirse res­ ponsable de la conducta incongruente con la actitud. En el caso del tabaquismo, las personas necesitan pensar que son libres de elegir fumar o no hacerlo. Si las personas sienten que se les ha dicho lo que tienen que hacer o se les ha obligado a realizar la conducta, esta no será necesariamente incongruente con sus actitudes, por lo que es poco probable que se produzca la disonancia cognitiva. 3. La persona tiene que experimentar una excita­ ción fisiológica, es decir, la disonancia se expe­ riencia como un estado emocional incómodo. En el caso de los fumadores, es probable que se sientan infelices o ansiosos porque su hábito de fumar podría causarles problemas graves de salud. 4. La persona tiene que atribuir la sensación de excitación fisiológica a la propia conducta. La persona tiene que ser capaz de establecer un vínculo entre la sensación (p. ej., sentirse infeliz o ansioso) y la conducta (p. ej., fumar). Cuando experimentamos este incómodo estado de excitación inducido por la disonancia cognitiva, ¿cómo lo reducimos? Festinger (1957) sugirió que exis­ ten varias alternativas. La primera y más obvia forma de reducir el malestar es cambiar la conducta proble­ mática. Si la persona fumadora decide dejar de fumar, entonces resolverá la incoherencia entre la conducta y el conocimiento del riesgo de cáncer que provoca la conducta. Ahora bien, cambiar la conducta no siem­ pre es una estrategia viable para restablecer la cohe­ rencia. A la mayoría de los fumadores les resulta difícil abandonar el hábito. De hecho, muchos lo intentan y fracasan, repetidamente. Cuando las personas no pueden deshacer un comportamiento discrepante, o enmendarlo, para recuperar la coherencia pueden te­ ner que cambiar sus actitudes y creencias sobre lo que hicieron. Siguiendo con el ejemplo, los fumadores po­ drían minimizar las evidencias que relacionan el con­ sumo de cigarrillos con el cáncer, intentando conven­ cerse de que la ciencia no es concluyente. Puede que

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