Revolución derrotada 1-5 PDF
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This document discusses the Inca Empire and its social and economic systems, especially regarding the interactions with the Spanish conquistadors.
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## Capítulo I El Tahuantinsuyu Un horrendo régimen de esclavitud en beneficio, gloria y esplendor de una minúscula casta dominante. 1- La más importante organización social que encontraron los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, una de las que había logrado mayor grado de desarrollo y la ú...
## Capítulo I El Tahuantinsuyu Un horrendo régimen de esclavitud en beneficio, gloria y esplendor de una minúscula casta dominante. 1- La más importante organización social que encontraron los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, una de las que había logrado mayor grado de desarrollo y la única centralizada en forma de imperio, fue la de los Incas, del Perú, conocida también con el nombre autóctono de Tahuantinsuyu -región de los Cuatro Antis- la cual tenía su capital en el Cuzco el ombligo o centro- extendiendo su jurisdicción a lo largo de la gran cordillera de los Andes, desde el Ecuador, hasta el noroeste de la Argentina y la región central de Chile. La majestuosidad del escenario sobre el que se asentaba -gigantes-ca creación de Viracocha- entre algunas de las cumbres más altas del planeta, en medio del mayor macizo montañoso del continente; la impresionante grandeza de sus construcciones, erguidas sobre alturas abruptas o dilatadas a través de extensiones inverosímiles, a más de la mala información sobre el carácter de sus instituciones, han contribuido a crear en torno al Tahuantinsuyu una verdadera leyenda de grandiosidad sin ejemplo en todos los órdenes, que poco o nada tiene que ver con la desnuda realidad de los hechos. Esta leyenda se ha empeñado en presentar al Imperio incaico como un modelo de organización social que habria logrado llenar las más altas aspiraciones humanas, y fue, luego, bárbaramente destruido por los invasores hispanos, brutales, analfabetos y ávidos de riquezas, quienes completaron su obra sometiendo, a las infelices poblaciones indigenas que lo componian, a la más bárbara esclavitud de que haya memoria. Para tales comentaristas, el Tahuantinsuyu era una sociedad socialista y aún comunista, en la que sus miembros tenian aseguradas la satisfacción de todas sus necesidades y aspiraciones y, por ende, habían alcanzado la máxima felicidad. Y, como tales planteamientos tienen una importancia capital, dado que, en muchos aspectos, la organización social y económica del Imperio de los Incas se ha prolongado maravillosamente a través de los tiempos en algunas de sus caracteristicas y nos presenta rasgos de profundo significado contemporáneo, es necesario, ante todo, di-lucidar este aspecto con el fin de poder encarar la sociedad boliviana, así como su convulsión revolucionaria de 1952, cuyo estudio nos proponemos. En tal sentido y con tal fin, podemos decir desde ya, claramente y sin ambages, que, hablar en los días que vivimos del Imperio de los Incas en los términos en que generalmente se hace, presentándolo ya sea como "socialista" o como "comunista", tanto de parte de distinguidos profesores, como de prestigiosos sociólogos o dirigentes políticos que aparecen como de izquierda, sólo puede deberse a ignorancia, aunque esa ignorancia se nos presente disimulada detrás de brillantes títulos universitarios o de sesudos análisis, pretendidamente marxistas. Y, colocados en la alternativa de si el Imperio de los Incas debe ser considerado, según el planteamiento de un estudioso, "como la organización ideal cuya ruina deba causarnos lágrimas o como el régimen tiránico más atroz que el mundo haya conocido jamás", debemos inclinarnos, sin ninguna vacilación, por esto último. De manera que cuando hoy contemplemos los asombrosos muros de piedra del Cuzco, asentados alli, aparentemente, para la eternidad, o las impresionantes ruinas de Macchu Picchu, entre las más rispidas cumbres del mundo, o marchemos a lo largo de los caminos incaicos, colocados por Humboldt "entre las obras más gigantescas que jamás hayan ejecutado los hombres", no es posible dejar de recordar que tales realizaciones pudieron lograrse únicamente por medio del tiránico sometimiento de un pueblo y sólo con el fin de acrecentar el beneficio, la gloria y el esplendor de una minúscula casta gobernante. Ya William Prescott, en su famosa Historia de la Conquista del Perú, lo habia dicho rotundamente: "En vano buscaremos en Oriente algo que se parezca a la completa intervención que los Incas tenían en todos los asuntos de sus vasallos. Como estaban investidos de los sumos poderes religioso, politico y militar, jamás hubo sistema de gobierno apoyado en autoridad más absoluta y terrible, porque no solamente se mezclaba en las acciones públicas, sino en la conducta privada, en las palabras y hasta en los pensamientos de sus súbditos"." Es bien sabido que el Tahuantinsuyu que, según la clasificación de Federico Engels, hallábase en el estado medio de la barbarie-² se asentaba sobre una economia esencialmente agraria, cuya unidad constitutiva era el ayllu, conjunto de descendientes de un antepasado común, transformado luego en unidad territorial. El ayllu -que tuvo existencia anterior a los Incas- subsistió bajo la dominación de éstos y, con diversas alteraciones, se ha prolongado a través de la conquista española, la colonia y la República, hasta nuestros dias. Supone la propiedad en común de una determinada extensión de tierra, con una distribución periódica del suelo en lotes (tupus) entre cada miembro de la comunidad con cargas de familia, quien lo explota individualmente. Las tierras del ayllu, bajo el Imperio de los Incas, estaban divididas en tres partes: una cuyo producto se destinaba al Sol, es decir, al culto; otra al Inca, y la tercera se dejaba para usufructo de la misma comunidad. Los miembros del ayllu, o "hatunruna", tenian la obligación de cultivar la totalidad de esas tierras. Así era como la masa de la población sostenía con su trabajo a la casta dominante, ² W. Prescott: Historia de la Conquista del Perú, México, 1952, p. 56. F. Engels: Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, Buenos Aires, 1924, p. 25. Bautista Saavedra - El ayllu, Paris, 1913, p. 37. + "Cuando los Incas describieron a los españoles, ansiosos de conocer su pasado, el estado caótico de las sociedades que sus antepasados habían sabido organizar en un solo Estado, pensaban, sin duda, en las pequeñas comunidades rurales de los valles andinos, los ayllus, que en su época gozaban todavia de cierta autonomía y constituian, en los hechos, las verdaderas células del Imperio. Las familias integrantes del ayllu alega-ban un antepasado común y se consideraban, por consiguiente, de la misma sangre. Uno de los más antiguos diccionarios de la lengua de los Incas traducía la palabra ayllu como "tribu, genealogia, casa, familia". A pesar de sus lazos de parentesco, reales o ficticios, los miembros de una comunidad agraria se desposaban, preferentemente, entre ellos, sin que estuviera excluida la posibilidad de tomar mujer afuera. Así, el ayllu era menos un clan, en el sentido estricto del término, que un gran linaje patrimonial al cual la posesión de una extensión de tierra, la marca, daba un alto grado de cohesión que reforzaba aún más las obligaciones mutuas, las creencias y las tradiciones comunes, así como el culto rendido a las divinidades protectoras". (Alfred Métraux: Los Incas, Paris, 1961, p. 55). personificada por el Inca, la cual, aunque desempeñaba labores de administración, se hallaba exenta de todo trabajo productivo y estaba constituida por los "orejones" (llamados así por los españoles por la deliberada deformación que practicaban en sus orejas, lo cual era un signo distintivo como clase); los curacas o caciques, y los sacerdotes. La masa estaba obligada, además, a trabajar gratuitamente, durante determinados periodos, en las grandes obras públicas (caminos, andenes, fortalezas, minas, etc.) lo que se conocía con el nombre de "mita" (turno), y a integrar los ejércitos del Inca para la conquista de nuevos territorios. "Era un principio absoluto -escribe Luis Baudin, cuyo libro El Imperio socialista de los Incas tomaremos como base para nuestro estudio- que todo tributo consistía en trabajos personales". "El trabajo era obligatorio (...) el principio era aplicarlo de manera tan extensa, que los niños, desde la edad de cinco años, debian cumplir alguna tarea en relación con sus fuerzas".5 Los "hatunruna" ("la gente común y baja") o miembros del pueblo, no sólo estaban obligados a trabajar en beneficio del Estado, personificado por el Inca, sino que llevaban vestidos diferentes y de baja calidad, para distinguirse de las clases superiores; eran mantenidos en la mayor ignorancia, vivian apenas con lo indispensable y en la máxima miseria compatible con la existencia. "Las necesidades del pueblo habían permanecido elementales y poco numerosas gracias, es verdad, a la habilidad política del soberano"." "Pachacutec dictó leyes suntuarias prohibiendo a los 'hatunruna' los platos raros, los vestidos de lana finos, los ornamentos y las joyas"." "Los indios no sólo se contentaban con poco, sino que además su cocina era de las más primitivas y les estaba prohibido modificarla". Y cita al cronista Polo de Ondegardo cuando dice: "Es increíble que esas gentes lleguen a alimentarse con tan poca cosa"." "Las habitaciones de los indios eran antes lo que son hoy simples casuchas de piedra, de ladrillos o de barro, con techos de paja, sin ventanas". 10 Además, estaban en una situación de completo aislamiento de la clase dirigente: "Un abismo separa a la élite de la masa". 11 5 $ L. Baudin: El imperio Socialista de los Incas, Santiago de Chile, 1953, p. 278. L. Baudin: op. cit., p. 191. 7 L. Baudin: op. cit., p. 190. L. Baudin: op. cit., p. 217. L. Baudin: op. cit., p. 219. 10 L. Baudin: op. cit., p. 221. "L. Baudin: op. cit., p. 133. Compendiando, podríamos decir con W. H. Prescott: "Los impuestos pesaban sobre el pueblo (...) A él le tocaba la carga de mantenerse a si mismo y a todas las demás clases del Estado, pues los nobles, los empleados públicos y los sacerdotes estaban exentos de tributo. La obligación de cubrir todos los gastos del gobierno recaía enteramente sobre el pueblo. Mas lo peor entre los peruanos es que no tenian modo de mejorar de condición, porque trabajaban para otros más que para sí mismos, y habian de morir tales cuales nacieron. 12 En cuanto a las mujeres, "son miradas en muchos respectos -dice Baudin- como mercancías. La mayor parte, afectadas a las necesidades del pueblo, constituye un mínimo necesario para asegurar la supervivencia de la raza; el resto es guardado en reserva y distribuido por el Inca como los vestidos y las armas, según las necesidades de la politica imperial (...) La mujer figura, en suma, como un objeto de consumo de orden superior, a disposición del Estado".13 En fin, "hombres y mujeres, todos los indios llevaban una existencia severamente reglamentada". Los detalles de esta reglamentación serian interminables y llegaban hasta los más intimos aspectos de la vida privada. "En ningún pueblo del Nuevo Mundo encontramos, como entre los Incas, una absorción lenta y gradual de individuo por el Estado (...) hasta determinar la pérdida de la personalidad". 14 "El indio no tenía más que obedecer". 15 "La administración pensaba y obraba por su cuenta y si ella suspendia su acción, la vida social se detenia". 16 La cultura era atributo exclusivo de la clase dominante, la cual hasta llegaba a hablar su propio idioma, mientras el pueblo vivia sumido, por designio de esa clase, en la más cruda ignorancia. "En el Perú la instrucción estaba reservada exclusivamente a la élite", expresa Baudin. Y Garcilaso de la Vega, tan favorable a los Incas, de los que descendia, en sus Comentarios reales, escribió: "Convenía que los hijos de la gente común no aprendiesen las ciencias, las cuales pertenecian solamente a los nobles, porque no se ensoberbiesen y amenguacen la república"." 12 W. Prescott: op. cit., p. 31. 15 L. Baudin: op. cit., p. 341. "L. Baudín: op. cit., p. 346. 15 L. Baudín: op. cit., p. 347. 16 L. Baudin: op. cit., p. 348. "Garcilaso de la Vega: Comentarios reales de los Incas, Libro IV, cap. XIX, Buenos Aires, 1943. Esa situación de tremenda desigualdad y esclavitud no era posible mantenerla sin un sistema casi perfecto de espionaje y opresión, con penalidades severisimas y terribles. "Los castigos eran muy rigurosos -prosigue Baudin- el más frecuente era la pena de muerte". 18 Y cita a Buschan cuando asegura que los Incas, "para castigar a sus súbditos, les cortaban las manos, la nariz, las orejas y les sacaban los ojos". 19 Asimismo, cita al cronista Murúa cuando escribe: "El miedo hacía caminar a todo el mundo por camino derecho y no había ladrón ni vagabundo", aludiendo a una prisión que habia en el Cuzco "cuyo solo nombre hacía temblar de espanto".21 El Inca, personificación del Estado, pretendía ser hijo del Sol y se hacia adorar como tal. Jamás hubo monarca más absoluto. "Iba Topa Inga Yupanqui con tanta majestad y pompa escribió Sarmiento de Gamboa que por donde pasaba, nadie le osaba mirar la cara: en tanta veneración se hacia tener. Y la gente se apartaba de los caminos por donde había de pasar, y subiéndose a los cerros, desde alli le mochaban y le adoraban. Y se arrancaban las pestañas y las cejas, y, soplándolas, se las ofrecian al Inca"." Bien dice un escritor contemporáneo: "El emperador de los incas era el gobernante supremo del Estado, y con mayor razón que Luis XIV podría haber repetido o, mejor dicho, anticipado, la afirmación de que él era el Estado", 23 En una palabra, "la extraordinaria disciplina que reinaba en el imperio, tanto entre civiles y militares, habia destruido a tal punto el espiritu de iniciativa individual, que los hombres no se atrevian y ni siquiera sabian cómo obrar cuando no estaban mandados".24 Es más, "Santa Cruz Pachacuti cuenta que el Inca Loque Yupanqui ordenó apretar las cabezas de los recién nacidos de modo que se volviesen obedientes".25 "¡Qué tiene de extraño agrega Baudin- que este gran imperio geométrico sea tan monótono y tan triste!". 26 Y llega a esta conclusión lamentable: "Podemos fácilmente representarnos la vida miserable del hombre del pueblo que el curso del tiempo apenas ha modificado" 27 18 L. Baudin: op. cit., p. 285. 19 L. Baudin: op. cit., p. 285. 20 L. Baudin: op. cit., p. 287. "L. Baudin: op. cit., p. 285. 22 Pedro Sarmiento de Gamboa: Historia de los Incas, Buenos Aires, 1943, p. 118. 23 J. Alden Mason: Las antiguas culturas del Perú, México, 1961, p. 174. 24 L. Baudin: op. cit., p. 322. 15 L. Baudin: op. cit., p. 330. 16 L. Baudin: op. cit., p. 351. Así se logró la liquidación de la personalidad del hombre del Tahuantinsuyu, quien, según el profesor Baudin, presentaba "los rasgos distintivos de una raza sojuzgada y embrutecida" 28 A pesar de lo cual, sostiene que los súbditos de los Incas eran felices en su embrutecimiento, aduciendo peregrinamente que "el indio no tenía más que obedecer, y cualquiera que se haya habituado a una obediencia pasiva, termina por no saber obrar ya por sí mismo y se acostumbra a amar el yugo que sufre". 29 Y titula su capitulo retrospectivo del sistema incaico: "Una cáfila de hombres felices", agregando: "creemos, pues, que los indigenas se sentian felices (...) era una felicidad negativa". 30 Todo lo cual le da base para proseguir diciendo: "El carácter del indio ha persistido hasta nuestros dias (...) sumisión, servilismo, resistencia a la fatiga y cierto espíritu utilitario". Terminando con estas frases concluyentes: "Si (...) es el desarrollo de la personalidad humana lo que se mira como el objetivo de la existencia, entonces el sistema peruano ha sido la más desastrosa de las experiencias sociales. El Inca sumergió a sus súbditos en un sueño vecino a la muerte; les arrebató toda dignidad humana (...) En América no se obtuvo una supuesta felicidad más que a costa del aniquilamiento de la personalidad humana". 31 27 L. Baudin: Les Incas du Perou, Paris, 1947, p. 90. 26 L. Baudin: El Imperio Socialista de los Incas, p. 353. 29 L. Baudin: op. cit., p. 347. 30 L. Baudin: op. cit., p. 356 " L. Baudin: op. cit., p. 357. Y, en un último libro sobre el mismo tema, este profesor que pretende presentar al Tahuantinsuyu como socialista, arriba a la siguiente conclusión, después de mostrarnos otra vez el cuadro lamentable del hombre del pueblo en el Imperio precolombino de los Andes: "Se pudiera al menos creer que el indio era feliz, y muchos lo han pensado. Nosotros lo habíamos creido hasta el presente (...) pero, hoy, no creemos que, aún al precio de su libertad, el indio haya podido conquistar la felicidad"32 2- Y asi llegamos a este imperioso interrogante: ¿cómo es posible que este horrendo régimen de esclavitud haya podido sugerir, según se afirma, libros como La ciudad del sol, de Campanella? ¿Cómo es que sobre él se escribieron obras como Los Incas, de Marmontel, que lo presentaba como expresión de una sociedad ideal, al punto de que el Congreso de Tucumán, que el año 1816 declaró la independencia argentina, cayó bajo su hechizo, pretendiendo restablecer la dinastia de los Incas, que tan alto grado de perfección, se decía, habia logrado en el desarrollo de la sociedad humana? ¿Cómo es que, aún en nuestros dias, hombres que se tienen por serios y consideran que se expresan con responsabilidad, pueden escribir elogios desmedidos del Imperio incaico, como aquellos indigenistas que parecen creer necesario, para reivindicar al indio, hacer la apologia del Incario? "Junto a la leyenda que se basa en las ingentes cantidades de oro extraídas por los españoles, brilla otra no menos deslumbradora: la del Perú de los Incas -expresa la retórica de uno de ellos. Este es el mito de la Sociedad Perfecta que inspiró las utopias de Moro", Campanella y Bacon. Esta es la socorrida fuente para las ideologias socialistas, en la que se nutren cuantos han pensado y siguen pensando en el mundo que el origen de todos los males está en la propiedad individual del suelo. Perú es colectivismo" (...) (este) (...) "otro Perú hacia soñar a hombre tan en sus cabales como Montagne, o ponerse serio repentinamente a Voltaire, el burlón. Pero de los Incas, patria de la justicia que anhela el hombre por conseguirla, donde es real y no mero sueño la felicidad de todos los seres humanos, meta inalcanzada en el largo calvario de siglos" (...) "Corresponde a la vida feliz bajo los Incas, en que la organización social, politica y económica habia conquistado para el hombre, cualquiera que fuera su lugar en el estado, un mínimo de seguridades que lo libertaban de toda contingencia".4 ¿Cómo es que un autor del renombre del boliviano Franz Tamayo, a quien sus admiradores presentaban como "el gran señor de la inteligencia", ha podido hablar de "la organización politica, social y religiosa del imperio incaico, el cual en punto a ética trascendente y de una final endemonia humana deja a las repúblicas de Platón y de Roosevelt tan atrás y tan lejos, que la una se queda como un sueño genial del niño y la otra como un violento y sufrido esfuerzo del hombre"? ¿Cómo es que el famoso arqueólogo peruano Julio C. Tello se sitúa, junto con otros indigenistas, entre "la clase de hombres que añoran sinceramente que vuelva algún día para el Perú la Edad de Oro de los Incas, la de la sociedad organizada en un sentido más racional, inspirada en la experiencia adquirida en siglos de vivir y remozada con la aplicación de los principios de moral cristiana, sin prejuicios raciales o sociales, sin clases ni privilegiados"?36 32 L. Baudin: La vida cotidiana en el tiempo de los últimos Incas, Buenos Aires, 1955, p. 300. 33 Esto es totalmente falso, por cuanto Tomás Moro escribió su Utopía años antes de que Pizarro y sus compañeros llegaran al Perú. 4 Luis E. Valcárcel: Ruta cultural del Perú, México, 1945, p. 15. Todavía en 1964 se ha publicado en Buenos Aires, por la Editorial Universitaria, un opúsculo sobre "Machu Picchu", del mismo autor, donde sostiene idénticos infantilismos. 35 Franz Tamayo: Creación de la pedagogia nacional, La Paz, 1944, p. 124. Esto sólo lo explicaría una defectuosa interpretación o una casi deliberada tergiversación, basada en el hecho de que, en el Tahuan-tinsuyu, el Estado, personificado por el Inca, se ocupara diligentemente del mantenimiento y asistencia de sus súbditos, de proveer sus necesidades, combatir sus vicios y defectos y prevenir su incapacidad. Pero nosotros podemos decir que, si tal acontecia, era simplemente porque la masa de la población del Tahuantinsuyu, en su conjunto, era esclava del Inca y de su minúscula casta gobernante y, no atender a esa masa era ir contra los propios intereses de los esclavizadores. ¿A qué dueño de esclavos le conviene descuidarlos y dejarlos morir de hambre? ¿No los han atendido siempre, aun los más déspotas, cuando se enfermaban o incapacitaban? ¿No constituian ellos, después de todo, su fortuna? Baudin cita al Padre Acosta cuando escribió en sus crónicas sobre los Incas: "Esos reyes bárbaros habían hecho esclavos de sus súbditos y gozaban de los frutos del trabajo de estos; ésta era su mayor riqueza". Y, luego de calificar de "socialista" al Imperio, comenta: "Que el bienestar no haya sido considerado por el Inca como un fin, sino como un medio de obtener un mayor rendimiento de trabajo, una mayor gloria y mayores provechos para si, es muy probable". Por eso es que "el trabajo era considerado como un fin, no como un medio". El fin era lograr un mayor usufructo para el Inca, y no liberar a la masa que trabajaba, de sus necesidades. Por eso, también, la principal preocupación de los Incas era no tener a sus súbditos ociosos, así como su lema "no seas perezoso", quería significar "no dejes de trabajar ni un instante para el Estado", es decir, para el Inca y su casta, que lo personificaban, y no para la sociedad, como pretenden los apologistas del Incario, en cuyas realizaciones y goces, el "hatunruna" no participaba, ni en su cultura, que le era negada, y si en la bárbara carga de trabajo, pesado y continuo, por la que recibía el mendrugo apenas suficiente para no perecer de hambre, reproducirse y seguir produciendo. Bien escribió L. E. Valcárcel, sin apreciar verdaderamente, el alcance horroroso de lo que expresaba: "El Inca extendió su dominio de justicia y bienestar para todas las gentes, llevando a todas partes la palabra mágica que define su actitud ante el cosmos: trabajo". 39 36 Julio C: Tello: Prólogo a Del ayllu al cooperativismo socialista, de H. Castro Pozo, Lima, 1936. L. Baudin: op. cit., p. 226. 35 L. Baudin: op. cit., p. 226. 39 L. E. Valcárcel: op. cit., p. 123. Por eso debemos buscar la verdad en otros conceptos. "Si bien los Incas, por término medio, eran grandes estadistas, no puede decirse lo mismo de sus cualidades puramente humanas -escribe una autoridad de la categoría de J. J. von Tschudi, quien, en diversas oportunidades, proclama la superioridad de los aztecas. Eran autócratas tan absolutos como no los presenta semejantes la Historia; tiranos en el verdadero sentido de la palabra" (...) "En tales circunstancias fácil es comprender que los Incas eran más temidos que queridos" (...) "No es probable que los Incas hayan quedado a oscuras respecto a los verdaderos sentimientos de la mayoria de sus súbditos, y de alli que trataran por todos los medios a su alcance de tener completamente dominados a los pueblos (...) recurriendo para ello no sólo a las medidas más desesperadas de violencia y crueldad inaudita contra el menor asomo de resistencia, sino a los reglamentos más severos (...) y sobre todo por medio de una increíble vigilancia sobre sus súbditos, que llegaba al extremo de que para cada diez indios (en algunas regiones sólo cada cinco) habia un inspector; esto es, por cada mil hombres, ciento diez policías. Sus atribuciones eran conocer la vida pública y privada de los individuos sometidos a su vigilancia y poner inmediatamente en conocimiento de las autoridades cualquier tendencia de libertad o contravención de los deberes que les eran prescriptos con severidad. Estos agentes eran, a su vez, observados por otros, y todos ellos por los inspectores públicos que 'todo lo ven', los Tukurikuk" (...) "De estas tristes condiciones del pueblo y de su retroceso al salvajeismo eran responsables, única y exclusivamente, los Incas con su sistema de gobierno tan tiránico que, como va dicho, suprimía por la violencia todo vuelo del espíritu donde quiera que se mostrara. Los monarcas estaban constantemente asediados por el temor de que su dinastía tuviera, al fin, que ceder a la voluntad popular y de alli que recurrieran a medidas que nos parecen incomprensibles. Por eso los Incas elevaron grandes palacios y edificios, sin que hubiera necesidad de ellos, empleando millares de hombres en arrastrar, desde las canteras hasta los edificios, enormes piedras de construcción, o bien hacían transportar piedras labradas desde Cuzco hasta Quito, recorriendo una distancia de 2.000 kilómetros, sin más objeto que tener al pueblo ocupado y alejarlo de la ociosidad..." "Esta descripción corta y veridica de los principes y de los súbditos y de sus respectivas relaciones -termina van Tschudi- difiere mucho de las informaciones de los visionarios antiguos y modernos, acerca de los mandatarios y pueblos incaicos (...) los buenos elementos dormitan en el carácter del indio, jamás han sido despertados, manifestándose tan sólo en uno u otro caso aislado; en cambio los malos se desarrollaron muy rápidamente por efecto de la ocasión que se les ofrecia". 40 40 J. J. von Tschudi: Contribuciones a la Historia, Civilización y Lengüística del Perú Antiguo, Lima, 1928, t 1, p. 29 a 37. 3-Y aqui ha llegado, también, el caso de preguntarse con asombro: ¿Cómo es posible que semejante sistema de esclavitud haya podido ser presentado como "socialista" y, aún, como "comunista" por parte de autores y sociólogos aparentemente responsables? "Socialista" lo ha denominado en su citado libro el profesor Baudin, y muchos otros autores también lo han hecho en diversas publicaciones. "Comunista" lo han llamado otros escritores, incluso uno considerado autoridad en marxismo, como el peruano José Carlos Mariátegui. Empezaremos por estos últimos. V. R. Haya de la Torre, por ejemplo, muestra frente al Tahuantinsuyu extraordinario entusiasmo y lo califica de comunista." Mariátegui, por su parte en su famoso libro Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, hace el mayor elogio del Imperio incaico: "Hasta la conquista se desenvolvió en el Perú -escribe- una economia que brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos" (...) "Todos los testimonios históricos coinciden en la aserción de que el pueblo incaico laborioso, disciplinado, panteista y sencillo vivía con bienestar material. Las subsistencias abundaban; la población crecía" (...) "La organización colectiva, regida por los Incas, habia enervado en los indios el impulso individual (...) Los Incas sacaban toda la utilidad social posible de esta virtud de su pueblo, valorizaban el vasto territorio del Imperio construyendo caminos, canales, etc., lo extendian sometiendo a su autoridad tribus vecinas. El trabajo colectivo, el esfuerzo común, se empleaba fructuosamente en fines sociales". Y agregaba: "El comunismo incaico -que no puede ser negado ni disminuido por haberse desenvuelto bajo el régimen autocrático de los Incas se le designa por esto como comunismo agrario".42 41 V. R. Haya de la Torre: Ideario de acción aprista, Buenos Aires, 1930, p. 118. 42 J. C. Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, 2 edición, Lima, 1943, p. 7. Y, más adelante, discutiendo polémicamente con un escritor peruano que negaba ese comunismo, después de referirse en forma dubitativa al "despotismo" de los Incas, dice: "Quiero afirmar aqui la defensa que hice del comunismo incaico, objetando la tesis de su más reciente impugnador, Augusto Aguirre Morales (...) Aguirre conside-ra y examina el Imperio con apriorismos liberales e individualistas. Y piensa que el pueblo incaico fue un pueblo esclavo e infeliz porque carecia de libertad". Y, frente a esa afirmación, Mariátegui sostiene que "el hombre del Tahuantinsuyu no sentia absolutamente ninguna necesidad de libertad individual". Y, después de presentar ese argumento tan endeble como increible en un pensador que se pretende marxista, por el que da a entender que el indio del Tahuantinsuyu era feliz en su esclavitud, termina: "La tesis de Aguirre, negando el carácter comunista de la sociedad incaica, descansa en un concepto erróneo". Asimismo, en el prólogo al libro de Luis E. Valcárcel, Tempestad sobre los Andes, Mariátegui que escribía los nombres quechuas utilizando la Ky la W germánicas, como todos los indigenistas- sostiene: "El pueblo incaico construyó el más desarrollado y armónico sistema comunista". 43 Posiblemente, frente a estas afirmaciones, fue que reaccionó con toda su autoridad Ricardo E. Latcham, cuando escribió: "El supuesto comunismo de los Incas estuvo muy lejos de lo que se ha figurado y que se describió tantas veces"." Y el mismo profesor Baudin las encaró, expresando: "El modo peruano de apropiación del suelo es calificado de 'comunista' por varios autores, pero no merece tan epíteto". 45 Concepto que repite en otro de sus libros sobre el Incario: "El sistema aplicado a la masa no es comunista, ya que importa, en el fondo, un elemento de interés personal: el 'tupu', del que cada familia extrae el producto a título exclusivo. Aparece aqui una fuente de desigualdad, ya que la habilidad, el gusto al trabajo y aún el azar pueden hacer variar el rendimiento"." Pero, a su vez, asegura a continuación que tal régimen es "socialista". Y entra en largas disquisiciones sobre el "sistema socialista" para demostrarlo. Pero, en tales disquisiciones, Baudin, a pesar de su cátedra de Derecho, confunde el término "socialista" con totalitario. Y a su vez -como puede apreciarse a través de todos sus libros- este profesor -en el fondo profundamente reaccionario- aspira a desacreditar el ideal socialista, y trata de lograrlo presentando al bárbaro régimen de los Incas como tal. "Transpuesto a América escribe el socialismo de Estado toma una forma mucho más acusada que en nuestros países de propiedad individual, ya que reposa sobre un fundamento de propiedad colectiva; por otra parte esta ha podido facilitar en cierta medida el establecimiento de un socialismo de Estado, porque el anonadamiento del individuo en el interior del grupo restringido lo ha preparado para dejarse absorber por el Estado"." 43 L. E. Valcárcel: Tempestad sobre los Andes, con prólogo de J. C. Mariátegui, Biblioteca Amauta, Lima, 1927, p. 10. * R. E. Latcham: Los Incas (sus orígenes y sus ayllus), Santiago de Chile, 1928, p.5. 45 L. Baudin: El Imperio social de los Incas, p. 141. 46 L. Baudin: Les Incas du Perou, p. 85. Y, refiriéndose a todas las taras del régimen incaico, comenta: "Los defectos que hemos anotado son aún poca cosa al lado del vicio capital que comporta todo régimen socialista". Y agrega: "Se dirá, quizás, es verdad, que si no existía esclavitud en el Perú, es porque la población entera era esclava. Pero hay que confesar -prosigue con toda mala intención- que en un sistema socialista la diferencia entre el hombre libre y el esclavo es, a veces, dificil de establecer"48 Algunos escritores, como Sergio Bagú, pretenden salir al encuentro de tales afirmaciones, y escriben: "La economía incaica ha sido objeto de estudios muy valiosos. Se la ha llamado socialista por el alto grado de previsión y planificación que la caracterizó, adjetivo este más que equivoco si se le aplica en nuestro tiempo, porque el socialismo es incompatible con la presencia de un sistema de castas como el que habia en el Incario".4" Pero, en seguida, como tantos liberales y pseudo izquierdistas de la América Latina, cae en el elogio del Incario: "Podemos afirmar dice que la esclavitud como institución económico social, no existió". Para agregar: "Sin destruir el ayllu y sobre bases económicas bien exiguas, los incas levantaron un armonioso edificio en el cual pusieron de manifiesto la más sorprendente sabiduría económica". 5º E, idealizando al régimen del Tahuantinsuyu, en otro de sus libros, asegura: "Aquellas castas aristocráticas no aparecen, sin embargo, en la historia precolombina como minorias parasitarias, cuyos ocios se alimenten del dolor de millares y cuya belicosidad resulte un beneficio en si misma".51 Y pretende que "las circunstancias históricas explican que las castas aristocráticas permanecieran en la América indigena más en contacto con la masa del pueblo y tuvieran una tendencia mucho menos marcada a la injusticia, que las aristocracias europeas de la época".52 Todo lo que hemos visto que es totalmente falso. También hacen esta idealización del Incario, Rigoberto Paredes, el ex lider socialista boliviano Tristán Marof, el catedrático de Derecho de Potosi, Abelardo Villalpando Retamozo, Jesús Lara, etc..." A. Villalpando Retamozo, por ejemplo, dice: "La tierra, los frutos, los pastos, los fertilizantes y las aguas, asi como la lana de los animales y minerales, pertenecia originariamente al Inca, quién los distribuía equitativamente entre sus súbditos. Es verdad que estos vivian dentro de una absoluta sumisión al soberano, pero (...) el indio del Imperio era, ante todo, parte integrante de la colectividad, pues aún en asuntos de su exclusivo fuero personal, como el matrimonio, por ejemplo, tenía que subordinarse a los designos de la colectividad". 56 Todo lo que nos está demostrando que este catedrático, como tantos otros, confunde la colectividad con el Estado, personificado en este caso, como hemos dicho, por el Inca. 47 L. Baudin: El Imperio Socialista de los Incas, p. 183. 48 L. Baudin: op. cit., p. 130. 49 S. Bagú: Economía de la sociedad colonial