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Clausewitz: concepto, historia y realidad Ministerio de Defensa - Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas Dirección : Avenida Escuela Militar s/n, Bajada de Agua Dulce, Chorrillos - Lima. 1ra. Edición, Diciembre 2014 Marina de Guerra del Perú – Escuela Superior de Guerra Naval 2da. Edición, Oct...

Clausewitz: concepto, historia y realidad Ministerio de Defensa - Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas Dirección : Avenida Escuela Militar s/n, Bajada de Agua Dulce, Chorrillos - Lima. 1ra. Edición, Diciembre 2014 Marina de Guerra del Perú – Escuela Superior de Guerra Naval 2da. Edición, Octubre 2015 Clausewitz, oleo de Karl Wilhelm Wach, pintado hacia 1830. ISBN: 978 - 612 - 47072 - 0 - 9 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2015 - 14471 Impreso en los talleres gráficos: PRINLEY S.R.L. Dirección : Av. Militar N° 2473 - Lince Teléfono : 467-4033 Octubre 2015 Tiraje: 1000 Ejemplares. Todos los Derechos Reservados Se prohíbe la reproducción total y/o parcial de este libro por cualquier medio, sin la debida autorización por escrito del autor bajo la sanciones establecidas por la Ley. A la memoria de mi compañero y amigo, el teniente primero Sergio Gonzáles Quevedo, caído en el cumplimiento del deber (Garcilaso de la Vega, Ucayali, 27 de julio de 1993). Índice Presentación...................................................................................................................................9 Prólogo............................................................................................................................................11 Introducción..................................................................................................................................17 Agradecimientos.........................................................................................................................21 Algunas precisiones conceptuales....................................................................................23 I. Entender a Clausewitz.......................................................................................................27 1. ¿Por qué leer a Clausewitz?........................................................................................29 2. El contexto histórico de Clausewitz........................................................................32 3. ¿Qué buscaba Clausewitz?.........................................................................................41 4. La importancia de la teoría........................................................................................46 5. Etapas en el desarrollo de De la Guerra..................................................................49 II. El Método.................................................................................................................................57 6. El método de Clausewitz............................................................................................59 7. Ruptura en la evolución del pensamiento de Clausewitz...............................72 8. La importancia de la política.....................................................................................76 9. La naturaleza de la guerra..........................................................................................80 10. ¿Por qué se malinterpretó a Clausewitz?..............................................................83 III. Análisis de De la Guerra.....................................................................................................93 11. Análisis de la naturaleza de la guerra (capítulos 1 y 2 del libro I y el libro VIII)..................................................................95 12. Análisis de la teoría de la teoría (libro II)............................................................. 106 13. Análisis de la pareja conceptual moral- físico (capítulos 3 al 8 del libro I y el libro III)................................................................ 111 7 14. Análisis de la pareja conceptual medio-fin (libros IV y V)............................ 121 15. Análisis de la pareja conceptual defensa-ataque (libros VI y VII)............... 129 IV. Principales conceptos..................................................................................................... 143 16. La guerra........................................................................................................................ 145 17. El genio militar............................................................................................................. 158 18. Táctica y estrategia..................................................................................................... 170 19. El punto culminante.................................................................................................. 180 20. La economía de fuerzas............................................................................................ 185 21. Concentración y dispersión.................................................................................... 188 22. El centro de gravedad............................................................................................... 193 23. La niebla de la guerra................................................................................................ 197 24. La fricción...................................................................................................................... 204 25. La probabilidad en la acción................................................................................... 210 Epílogo.......................................................................................................................................... 215 Bibliografía................................................................................................................................. 220 8 Presentación La guerra es una forma violenta de relación social que ha estado presente en la historia de la humanidad desde sus momentos más tempranos, incluso antes de la aparición de las organizaciones estatales más elementales. Su estudio fue emprendido por diversos autores a lo largo del tiempo, desde Sun Tzu y Tucídides hasta los teóricos contemporáneos, produciendo una literatura abundante y, muchas veces, contradictoria. Pero el proceso de transformación del arte militar, desatado por la Revolución Francesa y llevado a su máxima expresión por Napoleón Bonaparte, despertó una oleada de estudios entre los cuales el más notable fue el del general prusiano Carl von Clausewitz publicado, en forma póstuma, por su viuda bajo el título de De la guerra. Aquella obra, compleja e inacabada, fue el punto de partida para el estudio de la guerra en su forma más amplia. Obviamente, son abundantes los trabajos que han buscado interpretar lo que Clausewitz dijo en De la guerra, algunos con más éxito que otros. Pero comprendiendo la importancia de dicho libro, la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas ha considerado conveniente editar Clausewitz: concepto, historia y realidad, del capitán de navío Yuri Tolmos Mantilla. Esta obra se suma a la del contralmirante Aníbal Cueva López, Sendero Luminoso en el VRAEM: ¿Antigua Organización Terrorista o Nuevo Cartel del Narcotráfico? publicada este mismo año. Con estos dos títulos, a los que se suma la revista Pensamiento Conjunto, nuestra escuela hace un aporte significativo al conocimiento y a la divulgación de temas vinculados al complejo fenómeno sociopolítico de la guerra y a la situación particular de nuestra lucha interna contra el terrorismo. El autor del libro que ahora presentamos es un destacado investigador de asuntos militares, y en este trabajo desarrolla un riguroso análisis de la obra más 9 Yuri Tolmos Mantilla influyente en el estudio de la guerra. Capítulo por capítulo, y tema por tema, el capitán de navío Tolmos va construyendo una perspectiva novedosa de De la guerra, proponiendo innovadoras conclusiones. Pese a que reconocidos autores, como el historiador británico John Keegan, cuestionan algunos de los fundamentos centrales de Clausewitz, la teoría que este último desarrollara continúa siendo un referente para las ciencias militares y, no cabe duda, que para entender la naturaleza de la guerra en toda su complejidad sigue siendo indispensable recurrir a De la guerra. Estamos seguros que Clausewitz: concepto, historia y realidad será una fuente constante de consulta tanto para la comunidad académica de la Escuela Conjunta –formada por los oficiales participantes de nuestros diferentes programas, docentes e investigadores–, así como para aquellos otros interesados en los temas de Estado, Seguridad y Defensa Nacional. Difundir el esfuerzo de miembros de las Fuerzas Armadas mediante la publicación de sus trabajos académicos, es consecuente con una de las estrategias más importantes que la Escuela Conjunta ha definido en su proceso de afianzamiento como centro de estudios superiores destinado a capacitar a oficiales de Marina, Ejército y Fuerza Aérea en materias y disciplinas que tienen incidencia directa o están relacionadas con el accionar conjunto y que promueven una visión conjunta en nuestras Fuerzas Armadas. Felicitamos al capitán de navío Tolmos por su importante contribución académica, la misma que, de manera acertada, fórmula conceptos que facilitan la comprensión del profundo significado filosófico de De la guerra, agradeciéndole el habernos confiado su obra, la misma que con mucha satisfacción y expectativa presentamos a nuestros lectores. Chorrillos, 7 octubre 2015 Capitán de Navío Juan Carlos Llosa Pazos Director de la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas 10 Prólogo Hace una década, cuando un colega historiador escribió el prólogo a la que había sido mi tesis doctoral, señaló que siempre resultaba difícil un texto de ese tipo, pues se hace luego que el libro ha quedado en su versión final, se le coloca al principio y usualmente nadie lo lee. Suscribo sus palabras, aunque confieso que, en compensación, me produce una grata satisfacción escribir estas líneas para el libro de uno de mis antiguos alumnos, el capitán de navío Yuri Tolmos Mantilla, Clausewitz: concepto, historia y realidad, que con notable acierto edita la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas. En el 2011, cuando tuve a Tolmos como alumno en el Curso de Alto Mando, en la Escuela Superior de Guerra Naval, no solo destacó como un proactivo miembro de la clase, sino que su trabajo de investigación, sobre los planteamientos que sobre la defensa hace Clausewitz en el libro VI de De la Guerra, me causó muy buena impresión. Desconocía entonces su intención de escribir este texto, pero hoy, luego de leerlo con detenimiento, no puedo menos que ratificar el buen juicio que entonces me formé de su interés por los temas estratégicos y de su capacidad intelectual. Durante casi un cuarto de siglo he venido dictando diversas asignaturas en la Escuela Superior de Guerra Naval, en el ámbito de la política, la guerra y la estrategia. En ese lapso he procurado insistir en el estudio de diversos pensadores militares y en la necesidad de contar con una robusta escuela de pensamiento estratégico, que tome como base las ideas de esos pensadores, las contraste con nuestra larga y densa experiencia militar –prehispánica, colonial y republicana– de modo de definir la forma peruana de hacer la guerra y, en base a ello, revise, debata o proponga nuevos planteamientos doctrinarios. La guerra es un tema sumamente complejo, que implica el uso de la fuerza por parte de los estados u organizaciones políticas reconocidas por la comunidad 11 Yuri Tolmos Mantilla internacional para resolver un conflicto, imponiendo la voluntad de una parte sobre otra. La mejor forma de acercarnos a la comprensión de su naturaleza es estudiando determinados casos históricos, a la luz de la ciencia política, las relaciones internacionales y los factores propiamente militares, como la doctrina, los cambios tecnológicos y la logística. Comprendida la naturaleza de la guerra, cuando un estado opta por ella para hacer prevalecer sus intereses vitales, debe definir el objeto u objetivo político de la misma, a la luz de numerosas variables, entre las cuales el poder militar propio y contrario son factores sustanciales. Para lograr dicho objeto, la dirección política de la guerra deberá concebir una estrategia, implicando el poder militar, la política exterior, la inteligencia y cuantos instrumentos sean necesarios para imponer su voluntad sobre la parte contraria. El poder militar, a su vez, deberá replicar ese proceso, definiendo el o los objetivos que permitan contribuir al logro del objeto de la guerra, y concebir la estrategia militar correspondiente. Esto implicará uno o más esfuerzos militares sustantivos, que se materializarán en operaciones y teatros de operaciones, cada uno con su propio objetivo contribuyente al logro del objetivo militar. Para alcanzarlo, se concebirá la estrategia operacional respectiva y se conducirán las operaciones correspondientes, permitiendo llegar al enfrentamiento con las fuerzas contrarias en las mejores condiciones de poder relativo. Como puede verse, la estrategia es la quintaesencia de la profesión militar, y aun cuando el término es hoy aplicado a muchas otras actividades, es conveniente retomar la idea primigenia que le dio origen, aquella con la que el Diccionario de Lengua Española de la Real Académica la define en su primera acepción: “arte de dirigir las operaciones militares”. Obviamente, quienes profesan la carrera de las armas también deben aplicar la segunda acepción del término; vale decir, “arte, traza para dirigir un asunto”. Sin embargo, hay que tener presente que esta acepción no es privativa de la profesión militar, como sí lo es la primera. En consecuencia, la materia que le compete estudiar en profundidad al profesional militar es la referida a la guerra, lo que obviamente no implica dejar de lado el “arte, traza para dirigir un asunto”, tales como el desarrollo y la gestión institucional. Como todo en la vida es cuestión de balance, este compromiso entre ambos conceptos de estrategia también debe ser balanceado adecuadamente. Sin embargo, esto no siempre ha sido así, y hubo épocas, en ocasiones prolongadas, en que los temas de gestión se impusieron sobre los temas que constituyen la esencia misma de la profesión de las armas: la guerra. El curso y el resultado de cada guerra son determinados por la interacción de una gran cantidad de factores que no pueden ser identificados, definidos o cuantificados con precisión, tales como la moral nacional, el resultado de una 12 Clausewitz: concepto, historia y realidad batalla específica, el ingreso de nuevos contendientes, o la conducta de los líderes políticos y militares. Más que ninguna otra actividad humana, la guerra está dominada por la incertidumbre, la fricción y el azar. Es por ello que el estudio de la estrategia es fundamental para quienes tienen la responsabilidad de dirigir la guerra, tanto en el plano político como en el militar. El alineamiento de ambos esfuerzos es esencial, y esto demanda entender la compleja relación entre la política y el empleo de la fuerza, tema al que Clausewitz dedica una parte sustantiva de su obra, y que Tolmos ha enfatizado adecuadamente en este libro. Pero, como ambos señalan, la estrategia no es una fórmula, sino un conjunto de principios orientadores que deben permitir tomar las decisiones más adecuadas, a la luz de la experiencia profesional, del adecuado conocimiento de la situación y de la creatividad. La clave en toda concepción estratégica es la imaginación, pero no una imaginación cualquiera, sino una que haya sido cultivada sobre la base de experiencias propias y ajenas de modo de tener un mayor número de opciones para emplear los medios disponibles. Esto llevó a numerosos líderes militares a recurrir a la historia. Uno de ellos, quizá el más brillante de todos los tiempos, Napoleón Bonaparte, no solo leyó La Guerra de las Galias de Julio César, sino que anotó con profusión esa obra, extrayendo de ella algunas lecciones para sus campañas. Era consciente de la importancia de tener un profundo conocimiento de la historia militar propia y ajena; y esto fue precisamente lo que hicieron aquellos a quienes conocemos como pensadores estratégicos. Tal fue el caso de Tsu Sun, al analizar su campaña como general del naciente estado Wu en sus luchas contra Ch’u y Yüeh; de Carl von Clausewitz y Antoine-Henri Jomini, al hacer lo propio desde distintas perspectivas de las campañas napoleónicas y de Federico el Grande; de Sir Julian Corbett, en igual caso respecto a las campañas navales británicas, esencialmente del siglo XVII; y de Alfred T. Mahan, al estudiar la Segunda Guerra Púnica y las campañas navales británicas del XVII y XVIII. Lo mismo puede decirse de Basil Liddell-Hart, Herbert Richmond, Raoul Castex, André Beaufre y otros pensadores estratégicos. Todos ellos tienen algunos aspectos en común, el primero y más obvio es que cada uno construyó un aparato teórico para analizar la guerra sobre la base de experiencias históricas. Otro, menos obvio, es que empezaron a estudiar estos temas en una edad relativamente temprana, y pudieron dedicarse largos años a analizar las experiencias militares pasadas y sacar conclusiones de ellas, revisándolas, contrastándolas y reformulándolas cuando era necesario hacerlo. También resulta claro que los aparatos teóricos que crearon tomaron en cuenta los intereses o, al menos, el entorno de su respectivo país; y que no todos ellos 13 Yuri Tolmos Mantilla fueron necesariamente brillantes en la aplicación práctica de sus propias teorías, e incluso hubo el que jamás vistió uniforme. En tal sentido, podríamos concluir que el desarrollo del pensamiento estratégico no requiere indispensablemente su ejercicio por parte de quienes lo producen. Naturalmente, hubo y hay líderes militares que son brillantes estrategas, pero ello no significa que teoricen sobre sus propias acciones en el campo de batalla. El mejor ejemplo de un líder de ese tipo fue el propio Napoleón Bonaparte, quien pese a ser un ávido lector de historia militar, no produjo ninguna obra sobre estrategia militar. Son escasos los trabajos originales sobre teoría de la guerra que han tomado como base las experiencias nacionales, siendo quizá los más notables, desde mi punto de vista, los apuntes que sobre política y estrategia hizo el general Carlos Dellepiane en su Historia Militar del Perú (1931); y el poco difundido trabajo del entonces teniente primero Fernando Romero Pintado, Las fuerzas de la marina en el nor-oriente y la guerra fluvial (1933). No obstante, en tiempos recientes han aparecido algunas publicaciones que hacen prever que el pensamiento estratégico va cobrando nuevo impulso, y al menos en dos de ellos ha estado involucrado el autor del libro que prologamos. Me refiero a Apuntes de Estrategia Operacional (2009) y a Apuntes de Estrategia Naval (2012), obras en las que comparte autoría con el contralmirante Carlos de Izcue Arnillas y el capitán de navío Andrés Arriarán Schäffer. El tema que aborda Tolmos en este libro es incitador, a la vez que complejo, pues ambos calificativos son adecuados cuando tratamos sobre Clausewitz y su obra. Con acierto, plantea primero las razones por las cuales debemos leer al general prusiano, explicando luego el contexto histórico que le tocó vivir y en el cual desarrolló su trabajo. Insiste, una y otra vez, en que a pesar que Clausewitz no llegó a contar con una versión final, las partes que revisó explican la esencia de su pensamiento; vale decir, una aproximación filosófica al fenómeno de la guerra. La preponderancia de la política sobre lo militar no resultó del todo grato a sus colegas prusianos, que prefirieron al prolífico Antoine-Henri Jomini, que planteaba lo inverso una vez iniciada la guerra. Pese a ello, y como suele suceder con el buen vino, el tiempo fue decantando la valía del aporte de Clausewitz, identificándolo como uno de los pensadores más profundos sobre el fenómeno de la guerra y sobre la gran estrategia, mientras que Jomini se fue asentando como un pensador más centrado en algunos aspectos del campo operacional. El que Tolmos publique este trabajo constituye un nuevo y significativo aporte a la construcción de una escuela de pensamiento estratégico peruano, tarea que debe seguir alimentándose con nuevas contribuciones de oficiales y académicos. También merece ser destacado que este libro sea publicado por la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas, pues ello constituye una clara muestra de una 14 Clausewitz: concepto, historia y realidad de las principales funciones de un centro académico de ese tipo: promover y difundir la investigación sobre temas profesionales. Y que tema más profesional para esta escuela que la guerra. Es por todo ello que felicito tanto al autor como a la Escuela Conjunta, por poner a disposición de los lectores un trabajo que facilitará la comprensión de quien fuera uno de los pensadores militares más notables en la historia. Capitán de fragata (r) Jorge Ortiz Sotelo (Ph.D.) 15 Introducción Los antecedentes de este libro se remontan al año 1998, cuando en un primer intento por estudiar y comprender a Clausewitz sólo pude obtener, sin saberlo en aquel entonces, un ejemplar fragmentado de De la Guerra, que al terminar de leerlo me dejó más dudas que las que pude absolver. Después de algunas averiguaciones, me di con la sorpresa que las diversas versiones que se habían publicado en español no eran sólo incompletas, sino que, en su gran mayoría, habían sido traducidas del alemán al inglés, y luego del inglés al español, con lo cual mucho de lo expresado por Clausewitz se había tergiversado. Pero, ¿hasta qué punto se pudo haber alterado el pensamiento de Clausewitz de una traducción a otra? Resulta que el obtener una versión confiable de De la Guerra no sólo era difícil para los lectores en español, sino que también lo era para los de habla inglesa y hasta para los propios alemanes. Al respecto, las dos versiones más importantes que existían en inglés eran la traducción del coronel J. J. Graham, publicada en Londres en 1874, y la del profesor O. J. Matthijs Joles, publicada en Nueva York en 1943. Ambas ediciones, bastante imprecisas por cierto, se habían basado en versiones alemanas que contenían modificaciones importantes en relación con la primera edición, aparecida en 1832. Ya con estos inconvenientes, una edición mutilada de la traducción de Graham fue publicada en 1968 por Peguin Books, con una confusa introducción del profesor Anatole Rapoport, y que, de acuerdo a lo declarado por el editor, sólo contenía aquellas partes de De la Guerra que estaban directamente relacionadas con los acontecimientos contemporáneos. Esto trajo como consecuencia que se produjeran graves omisiones que contribuyeron a distorsionar aún más el pensamiento de Clausewitz. No fue hasta el año 1976 que se pudo tener una versión confiable, en inglés, de De la Guerra, cuando la Universidad de Princeton publicó la traducción hecha por Michael Howard y Peter Paret, titulada On War, con excelentes ensayos 17 Yuri Tolmos Mantilla introductorios de estos autores y de Bernard Brodie. Esta tiene el mérito de ser la primera edición en inglés basada en la edición alemana de 1832. Después de tener claro estos antecedentes de la obra, y ante la dificultad que tuve para obtener una edición completa y confiable, además de otros compromisos profesionales, mis deseos por profundizar en el pensamiento de Clausewitz quedaron pendientes. El año 2005, cuando me encontraba siguiendo el Curso de Estado Mayor para Oficiales Superiores en la Escuela de Guerra Naval del Brasil, dentro del selecto grupo de instructores había uno que destacaba, debido principalmente a su carisma y a la forma tan peculiar de analizar y enseñar la estrategia. Me refiero al vicealmirante Armando Amorim Ferreira Vidigal, lamentablemente fallecido el 14 de diciembre de 2009, quién a través del curso de estrategia nos mostró cómo interpretar y comprender a autores como el capitán británico Basil Henry Liddell Hart, el general francés André Beaufre y, sobre todo, al destacado filósofo, sociólogo y periodista francés Raymond Aron. Fue precisamente la lectura del excelente libro de Raymond Aron, Pensar la Guerra, Clausewitz (en sus dos tomos: la era europea y la era planetaria, el único gran estudio de conjunto de Clausewitz en francés y una de las obras más importantes sobre su pensamiento en cualquier lengua), la que hizo renacer mi interés por este tema. A partir de ello, y ya con un ejemplar completo de De la Guerra, en español y en portugués, empecé a profundizar mis conocimientos sobre su autor. El orden que me propuse fue el siguiente: primero, investigar cuál fue el entorno que rodeó e influyó a Clausewitz en su forma de pensar; segundo, aclarar la forma como estaba escrita De la Guerra y en qué periodo se escribió cada parte; tercero, entender su sistema conceptual. En dicha búsqueda comprendí que Clausewitz fue producto de su época, el siglo de las luces (siglo XVIII) y del romanticismo alemán, la importancia de la influencia de Scharnhorst y del grupo de reformadores del ejército prusiano, y sobre todo, el apoyo emocional de su esposa Marie, factores que fueron decisivos en el desarrollo de su pensamiento. Encontré que, a pesar de su amplitud, enfoque sistémico y estilo preciso, De la Guerra no es una obra acabada y, por lo tanto, está imperfectamente organizada en conjunto, a menudo es repetitiva y laberíntica, pero que al mismo tiempo, no posee un lenguaje oscuro y difícil de entender, si es que se toma conocimiento de la forma como fue escrita, y qué era lo que buscaba Clausewitz en su revisión final. Lo primero que debemos conocer es que la obra está organizada en libros, y estos en capítulos, sistema que no era inusual en la época en que fue escrita pero que hoy puede llevar a confusión. 18 Clausewitz: concepto, historia y realidad Verifiqué que la comprensión de su sistema conceptual toma una importancia fundamental para poder situar los análisis parciales en el conjunto, tomando como referencia el capítulo 1 del libro I, al cual considera Clausewitz, en las notas de advertencia que nos dejó, como la síntesis de su pensamiento. Si no se tiene en consideración esto, como ha ocurrido con muchos críticos que no llegaron a entender su sistema conceptual, se corre el riesgo, al interpretar citas de De la Guerra separadas del contexto, de darles un sentido exactamente opuesto al que les daba el propio Clausewitz. Al leer De la Guerra encontraremos que el carácter científico de la obra reside en el intento de indagar en la esencia de los fenómenos de la guerra y de poner de manifiesto los vínculos entre estos fenómenos y la naturaleza de sus partes integrantes. Si bien la revisión que Clausewitz pensaba efectuar nunca fue completada, los seis primeros libros son considerados por él, como el fruto de años de reflexión sobre la guerra, en los cuales un lector que estudie sobre la misma sabrá valorar. De la Guerra, a pesar de su falta de uniformidad, tiene la virtud de ofrecer una teoría esencialmente coherente del conflicto, reflejo del poder creador del método y las ideas de Clausewitz. Y es que el esfuerzo científico por elaborar los conceptos principales de esta actividad, o sea para pensar clara y distintamente sobre ella, y el perfeccionamiento del juicio y la actuación individual, era lo que constituía la función pedagógica de la teoría para Clausewitz, y no la elaboración de reglas para ser aprendidas de memoria. Con estos aspectos en mente, consideré conveniente titular a este libro Clausewitz: concepto, historia y realidad, buscando resaltar la metodología que aplicó en la elaboración de su sistema conceptual: primero, el estudio analítico del objeto en su organización natural, el cual lo conducía a un conocimiento elaborado, es decir, a establecer sus conceptos; segundo, el estudio histórico del fenómeno que le permitía reconocer los extremos; y tercero, aplicar la experiencia o realidad para contrastarla con el concepto y el análisis histórico, creando así una verdadera familiaridad con el objeto estudiado. Asimismo, y con la finalidad que el lector pueda mantener el orden adecuado para la comprensión del tema, he dividido el libro en cuatro partes: a) entender a Clausewitz; b) el método; c) análisis de De la Guerra; y d) principales conceptos. La primera parte busca entender a Clausewitz estudiando el contexto histórico en que vivió y la forma en que éste influyó en la formación de su pensamiento; analizando lo que buscaba con su obra y lo que para él representaba la elaboración de una teoría. Para ello revisaré las diversas etapas en las que se escribió De la Guerra, y la forma como debe leerse para tener una mejor comprensión del conjunto. La segunda parte comprende cuatro aspectos. El primero está referido al detalle del método empleado; en el segundo se resalta el momento en que 19 Yuri Tolmos Mantilla reconoce que la política también hace la guerra y que generó la revisión completa de la obra; el tercero se enfoca en la importancia de reconocer la naturaleza de la guerra que se va a emprender; y el cuarto en los motivos por los cuales fue malinterpretado y las consecuencias que esto trajo. La tercera parte contiene el análisis de la obra de acuerdo a lo siguiente: la naturaleza de la guerra (capítulos 1 y 2 del libro I y el libro VIII); la teoría de la teoría (libro II); pareja conceptual moral-físico (capítulos 3 al 8 del libro I y el libro III); pareja conceptual medio-fin (libros IV y V); pareja conceptual defensa-ataque (libros VI y VII). Cada capítulo contiene un análisis de las parejas conceptuales, así como de cada uno de los capítulos de De La Guerra, lo que no pretende ser una guía, sino una ayuda para mejorar la comprensión a los que por primera vez se interesan por Clausewitz, pudiendo servir como medio de consulta rápida para los más familiarizados con su obra. La cuarta parte expone los principales conceptos analizados por Clausewitz y comentados por otros autores, buscando la mejor comprensión de cada uno de ellos, toda vez que pueden ser estudiados independientemente, pero con la precaución de tener siempre en consideración su relación con el conjunto. Normalmente, los autores que citan a Clausewitz detallan sus referencias con el número de página de la versión de De la Guerra que están utilizando, sin mencionar el número del libro ni del capítulo al que corresponden, lo cual dificulta la ubicación de dicha cita en otra versión. Con la finalidad de evitar ese inconveniente, he considerado citar de la siguiente manera. Primero, el libro al que corresponde en número romano; segundo, el capítulo en número arábigo; tercero, la página correspondiente a la edición de 1999, de Michael Howard y Peter Paret, publicada por el Ministerio de Defensa de España. Así, la referencia (I, 1, 195) corresponde al libro I, capítulo 1, página 195. Finalmente, espero que la lectura de este libro alcance el propósito de servir para una mejor comprensión del pensamiento y de la obra de Clausewitz, y contribuya a la ampliación de los conocimientos de quienes, de una u otra forma, se interesan por la estrategia. Capitán de navío Yuri Tolmos Mantilla 20 Agradecimientos Es siempre difícil agradecer a todas las personas que han contribuido con la elaboración de un libro, pues suele ocurrir que al final nos olvidamos de alguien. No obstante, aun con este riesgo, quisiera mencionar algunos nombres. El presente libro tiene como precedente las largas conversaciones que sostuviera con el contralmirante (r) Carlos De Izcue Arnillas, con quién empezamos una aventura intelectual que nos llevó a producir dos textos que sirvieran de guía para quienes se inician en el estudio de la estrategia, y de consulta para quienes tuvieran conocimientos más avanzados. Uniendo esfuerzos, y con invalorable aporte de mi compañero de colegio y de promoción en la Escuela Naval, capitán de navío Andrés Arriarán Schäffer, pudimos culminar Apuntes de Estrategia Operacional (2009) y Apuntes de Estrategia Naval (2012). Pero una cosa es escribir un libro y otra es publicarlo. Esto último solo fue posible gracias al empeño y dedicación del contralmirante (r) Santiago Llop Meseguer, quien como encargado de la Oficina de Desarrollo Bibliográfico de la Marina, inicialmente, y después como director de la Escuela Superior de Guerra Naval, impulsó decididamente dichas publicaciones. Pero fue más allá de eso, y me alentó a sacar una primera edición del presente libro, que apareció bajo el sello de la Escuela Superior de Guerra Naval en el 2014. Por todo ello deseo expresarle mi más sincero agradecimiento. También quisiera agradecer a dos personas que contribuyeron en dicha edición: el general de brigada (r) Augusto Álvarez Torres, con certeras sugerencias y un valioso prólogo; y Leonardo Yupanqui Abanto, con recomendaciones para mejorar el diseño y la diagramación de dicho libro. Esta segunda edición ha contado con el invalorable aporte del doctor y capitán de fragata (r) Jorge Ortiz Sotelo, que le ha dedicado varios meses a repasar cada detalle del libro, sus excelentes aportes e intercambio de ideas se han traducido 21 Yuri Tolmos Mantilla en numerosas contribuciones a lo largo de las páginas del trabajo definitivo. A él mi reconocimiento y aprecio, de alumno a maestro. Finalmente, quisiera dar las gracias al capitán de navío Juan Carlos Llosa Pazos, director de la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas, quien me brindó la oportunidad para que la presente edición logre concretarse, permitiéndome contribuir al conocimiento de la principal obra de este gran pensador que fue el general prusiano Carl von Clausewitz. Pero al margen de los agradecimientos formales, cálidos y sinceros como son, no puedo dejar de mencionar a mi familia, pues su aliento y comprensión me han permitido sustraerles tiempo para poder investigar y escribir. Mi querida esposa Sara, y nuestros adorados hijos Lorenzo, Carolina, Andrea, Fabiana y Catalina. El Autor 22 Algunas precisiones conceptuales A lo largo de este libro se hace referencia a algunos conceptos que ya se definieron en un trabajo anterior (De Izcue, Arriarán y Tolmos 2012), pero para facilitar su lectura haremos una breve reseña de los mismos, incluyendo algunas anotaciones aclaratorias. Los cuadros 1 y 2 contribuirán a su comprensión. Maniobra estratégica operacional Es el empleo de fuerzas en el área de responsabilidad del comandante operacional, tanto con una estratagema, apuntado en jugar con la voluntad del adversario, como con acciones para obtener el objetivo. Ello se concreta a través del desplazamiento de una organización operacional en combinación con los fuegos, y mediante una adecuada combinación de esfuerzos operacionales, con la finalidad de obtener una situación favorable y multiplicar los rendimientos en relación con el enemigo que permitan el cumplimiento de los objetivos operacionales. El comandante operacional es el encargado, de acuerdo a su experiencia y formación profesional, de concebir y diseñar la maniobra estratégica operacional, es decir, el despliegue inicial de las fuerzas para el enfrentamiento de acuerdo a un plan (Pertusio 2009: 21). La maniobra estratégica operacional tiene como partes componentes a los objetivos estratégicos operacionales, los esfuerzos estratégicos operacionales, los objetivos operativos, las operaciones, los objetivos tácticos y las acciones tácticas. Objetivos estratégicos operacionales Los objetivos estratégicos operacionales (principales o secundarios) constituyen la tarea de la misión del comandante operacional, y son expresados como resultado por lograr en su área de responsabilidad. 23 Yuri Tolmos Mantilla Es a partir de estos objetivos que los comandos operacionales determinarán los diversos esfuerzos estratégicos, principales o secundarios, así como la dimensión y organización de fuerzas, que cada uno de ellos debe llevar a cabo para la obtención de dichos objetivos. Esfuerzos estratégicos operacionales Los esfuerzos estratégicos operacionales (principales o secundarios) son las grandes partes que componen la maniobra estratégica operacional, abarcando la combinación de una serie de operaciones, conjuntas o específicas, en procura del logro de un objetivo estratégico operacional principal o secundario. A los comandantes operacionales les serán asignados fuerzas y medios de acuerdo con los objetivos que cada uno tenga que cumplir. Objetivos operativos Los objetivos operativos son aquellos que se determinan de los diversos objetivos estratégicos operacionales. Son objetivos tácticos de mayor envergadura. Es a partir de ellos que se diseñan las diversas operaciones que conforman los esfuerzos estratégicos operacionales. Operaciones Son acciones militares mediante el empleo de parte de las fuerzas y medios asignados que tienen por finalidad el cumplimiento de objetivos operativos, los que en su conjunto satisfacen el objetivo operacional. Cada operación se descompone, a su vez, en acciones tácticas destinadas al cumplimiento de objetivos tácticos. Objetivos tácticos Los objetivos tácticos son aquellos que se determinan de los diversos objetivos operativos. Son objetivos cuyos efectos deseados corresponden al éxito de la ejecución de las diversas acciones tácticas. Acciones tácticas Es la acción que llevará a cabo una unidad, grupo o elemento de tarea, empleando su doctrina específica para la obtención de un objetivo táctico (Pertusio 2005: 37-38). 24 Cuadro 1 ESTRATEGIA OPERACIONAL Concepción y orden secuencial de la asignación de Objetivos en la Maniobra Estratégica Operacional Objetivos Esfuerzos Estratégicos Estratégicos Objetivos Operativos Operaciones Objetivos Tácticos Acciones Tácticas Operacionales Operacionales Ocupación ciudad “F” Penetración en territorio enemigo a Conquistar nudo través de zona “B” Secundario: Terrestre ferroviario y vial paralizar comercio Neutralización de la guarnición militar Incursión de comandos con países limítrofes Secundario (tarea secundaria Destrucción de las instalaciones militares Bombardeo N° 1 de la misión) Apoyo a la ocupación próximas a la ciudad “F” Aérea territorio enemigo Defensa aérea Vigilancia Limpieza de obstáculos Incursión de comandos anfibios Destrucción de puntos fuertes Fuego naval de apoyo (FINALIDAD DE LA GUERRA) Establecimiento Destrucción de instalaciones de Incursión de comandos anfibios Objetivo Naval cabeza de playa comunicación estratégico Principal: 25 militar: ocupar la región Ocupación franja de costa Asalto anfibio crear al industrial y yacimientos Destrucción C3 y sistema logístico Asalto helitransportado enemigo una situación petrolíferos de la Principal Consolidar y Conquista y control de aeropuertos Asalto aerotransportado desventajosa provincia Alfa al sur profundizar I. Entender a Clausewitz (propósito de del río Delta Terreste Ocupación puentes y cruce carreteras Asalto helitransportado (tarea principal de la ocupación de la misión) territorio enemigo misión) Penetración interior del territorio enemigo Desembarco buque costa Maniobra Estratégica Operacional Destrucción puntos fuertes Bombardeo Apoyar operaciones Aérea Apoyo cercano Bombardeo anfibias y terrestres Defensa aérea Vigilancia e interceptación Destrucción fuerzas navales enemigas Cobertura Destrucción fuerzas Naval Secundario: navales en la mar Ídem Patrullaje submarino destrucción fuerza naval enemiga Secundario Destrucción de unidades navales en puerto Bombardeo (tarea secundaria Destrucción N° 2 de la misión unidades en puerto y Aérea Destrucción de depósitos de combustible Bombardeo facilidades logísticas Destrucción de arsenales navales Bombardeo Fuente: Pertusio 2005:33. Yuri Tolmos Mantilla Cuadro 2 Concepción y orden secuencial de la asignación de objetivos de la maniobra estratégica operacional Concepción Para concebir la maniobra estratégica operacional, el comandante operacional deberá deducir su misión del objetivo estratégico militar en base a las tareas asignadas en los objetivos estratégicos operacionales principales y secundarios. De los datos del cuadro, la misión del comandante operacional es la siguiente: “Ocupar la región industrial y yacimientos petrolíferos de la provincia Alfa, al sur del río Delta, paralizar el comercio en los países limítrofes y destruir la fuerza naval enemiga, con la finalidad de crear al enemigo una situación desventajosa a la iniciación de las negociaciones para el cese de las hostilidades”. Orden secuencial 1. Al recibir de la estrategia militar (Ministro de Defensa y su órgano asesor, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas), el propósito (objetivo estratégico militar) y las tareas (objetivo estratégico operacional), define, dentro de la ejecución de la maniobra estratégica operacional, los diversos esfuerzos estratégicos operacionales principales o secundarios que deben realizarse, y determina las fuerzas y medios a ser destinados a cada uno de ellos. 2 Determina los diversos objetivos operativos a alcanzar dentro de cada uno de los esfuerzos estratégicos operacionales principales o secundarios y diseña las respectivas operaciones. 3. Define los objetivos tácticos a alcanzar, dentro de cada una de las operaciones, y determina las acciones tácticas correspondientes para el logro de los mismos. 26 PRIMERA PARTE Entender a Clausewitz CAPÍTULO 1 ¿Por qué leer a Clausewitz? La guerra es una ciencia cubierta de tinieblas en cuya oscuridad no se avanza con paso seguro; su fundamento son la rutina y los prejuicios, secuela natural de la ignorancia. Todas las ciencias tienen principios y reglas; la guerra no los tiene, y tampoco nos lo proporcionan los grandes capitanes que han escrito sobre ella; hay que ser avezado, y es imposible formarse un juicio a partir de historiadores que sólo hablan de la guerra tal cual se las pinta su propia imaginación. Mauricio de Sajonia, Mes Rêveries, 1757 (Aron 1988: 1). Clausewitz no publicó nada en vida, salvo un artículo contra Heinrich von Bülow, unas cartas sobre la derrota prusiana de 1806 y un comentario de la campaña de 1813 hasta el armisticio, tres trabajos prácticamente anónimos. Asimismo, su obra maestra, De la Guerra, quedó inconclusa y nunca quiso publicarla en vida. Entonces, ¿por qué leerlo? (Aron 1988: 9). Existen muchos autores que han escrito sobre la forma de pensar de las diversas generaciones acerca del fenómeno de la guerra, pero son pocos los que nos han enseñado a pensar sobre ella. Es difícil encontrar a quienes hayan sido capaces de percibir más allá de los fenómenos efímeros de su época y considerar la guerra no como un simple oficio, sino como una importante actividad sociopolítica, diferente a todas las demás debido al empleo recíproco de la violencia para alcanzar los objetivos políticos. Clausewitz lo hizo, y cualquier persona que se tome el trabajo de recopilar textos sobre teoría militar, comparables a las numerosas antologías sobre el 29 Yuri Tolmos Mantilla pensamiento social, político o económico, comprobará que es difícil encontrar algo como De la Guerra. Si bien muchos de los temas que se encuentran desarrollados en ese libro tratan sobre detalles tácticos y logísticos que se tornaron obsoletas pocas décadas después de la muerte de Clausewitz, en 1831, el libro en su conjunto, de acuerdo al reconocido pensador estratégico norteamericano Bernard Brodie, no es solamente el mejor sino el único libro magnifico sobre la guerra. El fundamento de este reconocimiento, nos dice Brodie, es que (Howard y Paret 1999: 76): Normalmente se prescinde de los clásicos porque tenemos la tendencia a suponer, en primer lugar, que por muy importantes que hubieran sido en su tiempo, no son particularmente pertinentes para el nuestro. En segundo lugar, porque cualquier sabiduría que contenga importancia para nuestra época, sin duda ha sido asimilada y aprovechada por autores posteriores. De la Guerra no se adapta a ninguno de estos postulados, y sobresale entre los libros viejos que han ofrecido ideas profundas y originales que no han sido adecuadamente asimiladas por la literatura posterior. Existen al menos dos razones por las cuales De la Guerra sigue siendo el estudio más destacado sobre la guerra. La primera es que Clausewitz siempre intentó llegar a los fundamentos de cada tema que analizaba, comenzando por la naturaleza de la propia guerra. La segunda es que es el único que lo consiguió. Allí donde otros autores, que intentaron ser analíticos más que simplemente históricos, pudieron alcanzar logros muy respetables, al compararlos con Clausewitz comprobamos que simplemente no se le acercan (Howard y Paret 1999: 79). Resaltemos que Clausewitz fue un militar que principalmente escribió para militares; y que consideraba la continuación de la guerra como algo de naturaleza inevitable y sus enseñanzas iban destinadas a generaciones de prusianos que luchaban por su patria. Sin embargo, aunque la época en la que escribió pertenezca a un lejano pasado, su genialidad hace posible que todavía continúe proporcionando tantas ideas relevantes a una generación cuyos problemas no pudo prever de ninguna forma (Howard y Paret 1999: 67). Poco apreciado en vida, aunque admirado por algunos grandes soldados, este oficial erigió una construcción intelectual que sigue en pie al cabo de casi dos siglos. Una de las principales consideraciones que debemos tener al estudiar a Clausewitz es que medita sobre la compleja naturaleza de la guerra y rechaza, de forma expresa y vehemente, la noción de que la conducción de la guerra pueda guiarse razonablemente por medio de un reducido número de concisos axiomas (principios de la guerra), por lo cual, enfatiza que hay que evitar doctrinas que se atrevan a proporcionar un manual para la acción. Cree en la teoría, pero solamente en cuanto proviene de un amplio estudio de la historia. La teoría debe existir para separar lo que a primera vista parece unido, 30 I. Entender a Clausewitz y absorber material y experiencias nuevas sin tener que partir de cero cada vez, siendo una vía para suscitar ideas organizando la experiencia en la mente. Pero lo más importante de todo es que la teoría debe servir al futuro comandante para guiarle en su proceso autodidacta, pero no para acompañarlo durante la batalla. En síntesis, es más una cuestión de entrenar la mente que llenarla de doctrina. Por eso era importante, para Clausewitz, que la educación de los futuros comandantes fuera en base a la reflexión y el estudio. Debían engrandecer su talento natural para desarrollar la capacidad de adoptar decisiones apropiadas, mejorando sus sensibilidades intelectuales a través de la toma de conciencia de las conexiones entre los hechos alejados entre sí en el tiempo y las circunstancias. En cualquier campo, decía Clausewitz, la teoría es valiosa en la medida en que suscita esta conciencia en una forma especializada y evita que caigamos en la pedantería o el dogma (Howard y Paret 1999: 99-100). Michael Howard señala que De la Guerra rara vez es leído en forma íntegra, y que Clausewitz fue demasiado modesto al describirlo como una masa informe. Asimismo, manifiesta que ninguna síntesis de su obra puede ofrecer un resumen adecuado de su pensamiento, ya que al enfatizarse ciertos aspectos se corre el riesgo de dar una falsa imagen del todo. De igual forma, la imagen que podemos tener de Clausewitz al describirlo como un científico político sofisticado sería tan erronea como catalogarlo de apóstol de la violencia. Por esta razón se debe leer De la Guerra totalmente (Leonard 1988: 2-3). El escritor sobre temas estratégicos alemán más leído, Colmar von der Goltz, en su libro La Nación en Armas (1913: 1), señala que: Un autor militar que, después de Clausewitz, escriba sobre la guerra, corre el riesgo de ser comparado con el poeta que tras Goethe trata de escribir un Fausto o tras Shakespeare, un Hamlet. Todo lo que cabe decir de alguna importancia acerca de la naturaleza de la guerra puede encontrarse estereotipado en las obras dejadas por el más grande de los pensadores militares. Finalmente, si debemos concluir con una cita que aumente el interés por la lectura de la obra de Clausewitz, consideremos lo dicho por el mariscal Werner von Blomberg, ministro de guerra y jefe de las fuerzas armadas alemanas en 1937, en el prefacio a la décimo quinta edición de De la Guerra: “A pesar de todos los cambios en la técnica y organización militar, el libro de Clausewitz, De la Guerra, será siempre la base para cualquier avance significativo en el arte de la guerra” (Lanning 1999: 105). 31 CAPÍTULO 2 El contexto histórico de Clausewitz No puede interesarse por el relato de los acontecimientos tal como ocurrieron si no se interesa por los actores, y no puede interesarse en los actores si no se interesa por la finalidad que estos le daban a la existencia. La historia de los acontecimientos no tiene sentido más que para quien no es insensible a la acción de los hombres y al entrevero de sus rivalidades. Raymond Aron (2004: 163-164). En su libro Etapas del Pensamiento Sociológico, Raymond Aron, en relación a la reconstrucción de la historia, señala que (2002: 739-740): Se puede admitir sin dificultad que todo relato histórico es una reconstrucción selectiva de lo que aconteció en el pasado. Esta selección es predeterminada, en parte, por la selección efectuada en los documentos. Somos incapaces de reconstruir una gran parte de lo que aconteció en los siglos pasados por la simple razón de que los documentos disponibles no nos permiten conocer todo lo que ocurrió. Con todo, así cuando los documentos sean abundantes, el historiador selecciona con base a valores estéticos, morales o políticos. No intentamos reconstruir todo lo que los hombres vivieron en el pasado, intentamos antes reconstruir, a partir de documentos, su existencia histórica, realizando una selección orientada por los valores vividos por los mismos hombres, objeto de la historia, y por los valores de los historiadores, sujetos de la ciencia histórica. Al respecto, y con la finalidad de respetar los imperativos del conocimiento histórico, no debemos confundir dos tareas que son absolutamente diferentes. Por una parte, hay que tener en consideración que Clausewitz escribió para quienes 32 I. Entender a Clausewitz pertenecían a su universo, compartían su experiencia histórica y daban el mismo sentido a las palabras. Por la otra, la interpretación del sentido o los sentidos que su obra y su sistema tienen y adquieren para nosotros, en función de nuestro universo y de nuestras experiencias (Aron 1986: 24). Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz nació el 1 de junio de 1780, en Burg, cerca de Magdeburgo, 70 millas al suroeste de Berlín. Fue el menor de cuatro hijos de una familia burguesa, que repentinamente solicitó su título nobiliario apoyándose en su fuerte tradición familiar (Paret 1992: 201). Su padre, el teniente Friedrich Gabriel von Clausewitz, pertenecía a la clase media y se había retirado del ejército después de participar en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), en la cual Federico el Grande tuvo la necesidad de admitir en el cuerpo de oficiales a personas de dicha clase social, cuando históricamente había estado conformado sólo por miembros de la pequeña nobleza y propietarios de tierras (junkers). Por lo tanto, a pesar de haber pasado Clausewitz su vida dentro de ese selecto grupo, siempre tuvo, en su temperamento, el sentimiento de no pertenecer a él. Clausewitz vivió en el periodo comprendido entre las guerras revolucionarias y napoleónicas (1792-1815), habiendo recibido su bautizo de fuego a los trece años cuando el ejército prusiano formaba parte de la Primera Coalición contra los ejércitos de la Primera República Francesa. Fue a los veinte años de edad, en 1801, que realmente empezó su carrera al ser transferido a la Escuela de Guerra, en Berlín, bajo la dirección del general Gerhard von Scharnhorts. Fue precisamente Scharnhorst quien se dedicó a buscar las causas por las cuales el ejército francés se mostraba tan exitoso. Se preguntaba cómo era posible que una turba sin adiestramiento, indisciplinada, comandada por oficiales deficientes, sin un sistema de abastecimientos adecuados, pudiera derrotar a los ejércitos profesionales de las naciones europeas. Llegó a la conclusión que el éxito del ejército francés estaba íntimamente ligado a la transformación sufrida por la sociedad que estaba detrás de él, con el surgimiento de la nación francesa. Por lo tanto, era indispensable el estudio del contexto político, social e histórico en el que había aparecido ese nuevo ejército para poder estar en la capacidad de enfrentarlo y vencerlo. Rápidamente Clausewitz se apegó a Scharnhosrt y sus ideas, las cuales fueron compartidas por el grupo de reformadores militares que modelarían el futuro ejército prusiano. Al formarse Clausewitz como el primero de su clase, en 1803, fue designado ayudante del príncipe Augusto. En 1806, cuando Prusia volvió en entrar en guerra con Francia, fue hecho prisionero junto con el Príncipe después de la catastrófica batalla de Auerstadt (14 de octubre de 1806). Ambos permanecieron exiliados en Francia hasta 1808, siendo repatriados después de la paz de Tilsit. Esta humillante experiencia le generó una aversión por todo lo que fuera francés para el resto de su vida. 33 Yuri Tolmos Mantilla A su regreso a Prusia se casó con Marie von Brühl, culta joven perteneciente a la nobleza, con quién mantuvo una larga y apasionada correspondencia en la cual fue manifestando muchas de sus ideas. Ella se identificó completamente con su trabajo y, tras quedar viuda, organizó y publicó, entre 1832 y 1837, Hinterlassene Werke des Generals Carl von Clausewitz über Krieg und Kriegführunglos, lo que todavía sigue siendo la edición más completa de su obra. Junto con Scharnhorts, en el centro del grupo de reformadores militares, entre los que se encontraban Grolman, Boyen y Gneisenau, trabajó en remodelar la estructura militar prusiana. Fue en estas circunstancias que, en 1812, el rey de Prusia estableció una alianza con Francia, que Clausewitz detestó. Esto ocasionó que dejara el ejército prusiano y ofreciera sus servicios al zar Alejandro I, de Rusia, en el momento en que los franceses invadían su imperio. Fue testigo de excepción de la desastrosa campaña de Napoleón de 1812, en la cual recomendó, en las deliberaciones alrededor del zar Alejandro I, evitar las batallas (Aron 1986: 54). En la primavera de 1813 el rey de Prusia abandonó su alianza con Napoleón y Clausewitz regresó a Berlín para seguir su trabajo con Scharnhorst. Al inicio de la campaña prusiana de 1813, Clausewitz acompañó al ejército, pero le fue negada la función del comando, debido a que el rey no le había perdonado que se hubiera pasado al ejército ruso. Sirvió primero en el cuartel general de Blücher, participando en la batalla de Lützen (2 de mayo de 1813), donde Scharnhorst recibió una herida de la cual murió semanas más tarde (Aron 1988: 43). Al serle devuelto el privilegio de reincorporarse al ejército como oficial sólo tuvo una participación secundaria en la campaña que concluyó con la derrota de Napoleón en Waterloo, con lo cual sus esperanzas de obtener la gloria en el campo de batalla desaparecieron. Tras la muerte de Scharnshorts el ala renovadora del ejército prusiano pasó a ser liderada por August von Gneisenau, nombrado comandante en jefe de las fuerzas prusianas del oeste, siendo Clausewitz su jefe de Estado Mayor y su amigo más íntimo. Su cuartel general, en Mainz, adquirió en Berlín una reputación de nacionalista, la cual no era bien vista y considerada peligrosa por la independencia de pensamiento. Estas fueron las razones por las cuales tanto Gneisenau como Clausewitz fueron transferidos a Berlín, donde podrían ser vigilados más cercanamente. En estas circunstancias, el 9 de mayo de 1818, Clausewitz fue nombrado director de la Escuela de Guerra, pero no tuvo oportunidad de influenciar en el pensamiento del cuerpo de oficiales ya que sus tareas fueron puramente administrativas, permaneciendo durante doce años dedicado a escribir sobre las campañas napoleónicas y a desarrollar los esbozos de De la Guerra. Esos esbozos estaban aún incompletos cuando, el 19 de agosto de 1830, fue designado inspector de artillería en Breslau y, posteriormente, el 6 de marzo de 34 I. Entender a Clausewitz 1831, jefe de Estado Mayor de Gneisenau, el cual ejercía el comando del ejército prusiano, cuando los levantamientos en Francia y Polonia presagiaban la explosión de una nueva guerra. Cuando pasó ese peligro, uno nuevo amenazaba a Prusia, la epidemia de cólera, y Clausewitz fue designado para organizar un cordón sanitario para contener el avance hacia su patria. El 24 de agosto falleció Gneisenau, víctima de cólera y el 7 de noviembre Clausewiz regresó a Breslau, donde contrajo dicha enfermedad que le produjo la muerte en menos de veinticuatro horas, el 16 de noviembre de 1831, a la edad de 51 años (Aron 1986: 59). El ámbito geopolítico En el tiempo que Clausewitz desarrollaba sus conceptos a cerca de la guerra, Napoleón ya había vivido su primer exilio en la isla de Elba, y los triunfadores de las guerras napoleónicas (Austria, Rusia, Prusia y Gran Bretaña) se habían reunido en Viena, en setiembre de 1814, con la finalidad de planear el futuro de la posguerra. El llamado Congreso de Viena continuó en reunión durante la fuga de Napoleón de Elba y su derrota final en Waterloo. En ese momento la necesidad de establecer de un nuevo orden internacional se había tornado más urgente (Pertusio 2010: 11), por lo cual las decisiones geopolíticas que se tomaran sobre los estados alemanes eran de vital importancia. Y es que después del fracaso de los Habsburgo por alcanzar la hegemonía en Europa Central, en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), Austria desistió de dominar toda Alemania, y ya en 1806 el resquicio de lo que era el Sacro Imperio Romano había sido abolido. Sin embargo, Austria todavía era el estado alemán más poderoso y quería evitar que cualquier otro, específicamente Prusia, asumiese el histórico papel austriaco de liderazgo. Y a Austria le sobraban motivos para sentirse amenazada. Desde que Federico el Grande tomara Silesia, en 1740, al inicio de la Guerra de Sucesión Austriaca, la pretensión de Austria de liderar los estados alemanes había sido detenida por Prusia. Una diplomacia implacable, dedicación a las artes militares y un alto sentido de la disciplina, movieron a que Prusia, a lo largo de un siglo, pasara de principado de segunda, en la árida planicie del norte de Alemania, a un reino, todavía inferior a las grandes potencias, pero militarmente notable. El extraño formato de sus fronteras se extendía por el norte de Alemania desde el este parcialmente polaco hasta la Renania (que era separada del territorio original de Prusia por el reino de Hanover), dando al Estado prusiano un fuerte sentido de misión nacional. Las relaciones entre los más importantes estados alemanes (Austria y Prusia), y las de ellos con los demás estados alemanes, eran claves para la estabilidad europea. En realidad, por lo menos desde la Guerra de los Treinta Años, las disposiciones internas de Alemania ofrecían a Europa el mismo dilema: siempre 35 Yuri Tolmos Mantilla que débil y dividida, Alemania incitaba a los vecinos, mayormente a Francia, al expansionismo. Al mismo tiempo, la perspectiva de la unidad alemana aterrorizaba a los países vecinos. El recelo de Armand Jean du Plessis, cardenal-duque de Richelieu (1585-1642), nombrado secretario de Estado francés en 1616 y cuya política exterior fundamental fue contrarrestar el poder de la dinastía austro-hispánica de los Habsburgo, entonces reinante en España y en el Sacro Imperio Romano Germánico, sobre la posibilidad que una Alemania unificada pudiese dominar Europa y someter a Francia, fue visto con anterioridad por un observador inglés que escribió en 1609: “En relación a Alemania, si fuese enteramente subordinada a una monarquía, sería terrible para todo el resto” (Kissinger 1999: 83-84). Históricamente, Alemania ha sido demasiado débil o demasiado fuerte para la paz de Europa. Por estas razones, los arquitectos del Congreso de Viena concluyeron que para que Europa Central tuviera paz y estabilidad sería necesario deshacer el viejo trabajo de Richelieu de los años 1600. Richelieu había creado una Europa Central débil y fragmentada, dando a Francia la tentación de cruzar sus límites y transformándola en un campo de juego para el ejército francés. En vista de esto, decidieron solidificar, pero no unificar, a la Alemania. Austria y Prusia eran los principales estados germánicos, seguidos por varios otros de tamaño medio como Baviera, Wuttemberg y Sajonia, los mismos que fueron aumentados y reforzados. Los más de 300 estados que existían antes de Napoleón se vieron consolidados en 30, y unidos en una nueva entidad llamada Confederación Germánica. Proveyendo una defensa común contra la agresión externa, la Confederación Germánica se mostró una ingeniosa creación. Era demasiado fuerte para ser atacada por Francia, pero muy débil y descentralizada para amenazar a sus vecinos. La confederación balanceaba la fuerza militar superior de Prusia y el prestigio y legitimidad superiores de Austria. Su objetivo era evitar la unidad alemana en una base nacional, mantener los tronos de los varios príncipes y monarcas alemanes, y prevenir la agresión francesa (Kissinger 1999: 81-84). En este contexto, Clausewitz describe a la Europa de sus tiempos haciendo referencia al equilibrio de poder, en el cual los grandes y pequeños intereses de los Estados y pueblos se entrecruzaban de la forma más variable, pero en el que primaba la tendencia hacia el mantenimiento del statu quo. Ese statu quo reflejaría un estado de equilibrio que mantendría el orden existente, siempre y cuando la situación original fuese de calma. De producirse situaciones que pudieran afectar su estabilidad podría generarse un cambio, pero que afectaría a unos pocos y nunca a la mayoría de los estados, ya que estos considerarían que el interés colectivo siempre representaría y garantizaría su estabilidad. 36 I. Entender a Clausewitz Clausewitz afirma que si no hubiera existido el esfuerzo común en pro del mantenimiento del statu quo, nunca hubiera sido posible que varios estados civilizados coexistieran pacíficamente a lo largo de un periodo de tiempo. Habrían acabado fusionándose en un único Estado. El hecho que Europa, tal y como la conocía, haya existido durante más de mil años sólo podía explicarse por la acción de estos intereses generales; y si la seguridad colectiva no siempre había sido suficiente para mantener la integridad de cada Estado en particular, esto debía atribuirse a las irregularidades de la vida del sistema como un todo, que en lugar de destruirlo fueron absorbidos por él (De la Guerra: VI, 6, 550). Este era el contexto internacional en los tiempos en que Clausewitz escribía De la Guerra con la finalidad de ofrecer las mejores recomendaciones a sus compañeros de armas ante la eventualidad de que Prusia sufriera una nueva agresión externa. El ámbito intelectual Clausewitz fue producto de su época, el siglo de las luces (siglo XVIII) y del romanticismo alemán, en el que la razón estaba sustituyendo a la superstición y las costumbres como criterio del juicio humano, y si bien las guerras todavía seguían siendo consideradas como una actividad cruel e incierta, no habían sido ahorrados esfuerzos para aplicar en ella principios científicos. La situación en Prusia después de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) era de una profunda aversión a la guerra, debido a que la destrucción ocurrida dentro de su territorio fue grande, y tanto el Estado como el pueblo se empobrecieron. Asimismo, al licenciar Federico el Grande al personal de clase media que había formado parte del cuerpo de oficiales durante la misma (entre los que se encontraba el padre de Clausewitz), el pueblo pasó a considerar la probabilidad de algún conflicto como algo exclusivo del rey y que no le era de su competencia. La Paz Perpetua de Emmanuel Kant, de 1795, y obras de muchos otros escritores de su época, generaron las ideas que planteaban que si el Estado y los negocios estuban en manos de gente racional se podría disfrutar de una paz en forma permanente. Sin embargo, esta opinión no era compartida por los escritores militares de carrera. Estos se encontraban avocados en desarrollar principios racionales basados en datos cuantificables para poder ser empleados en las operaciones militares, que permitieran eliminar el azar y la incertidumbre. Mediciones topográficas y geográficas, cálculos logísticos, tablas de marcha, relación geométrica entre líneas de abastecimiento y el frente de batalla, o entre los ejércitos y sus bases, permitirían iniciar las operaciones militares con precisión y desarrollar la guerra sin disparar un único tiro, es decir, una guerra de maniobra. 37 Yuri Tolmos Mantilla Hay que precisar que en las guerras del siglo XVII y hasta la Guerra de los Siete Años (1756-1763) la característica que presentaban los ejércitos era la de ser organizaciones destinadas a concentrar la mayor cantidad de fuego posible en el campo de batalla a través de la infantería, apoyada cada vez mejor por la artillería. La caballería, aunque importante, era considerada como auxiliar. La necesidad de concentrar el fuego trajo el empleo de tácticas lineales, es decir, largas filas de soldados disparándose a quemarropa, creaba un espectáculo monstruoso que los comandantes de las costosas fuerzas regulares, trataban de evitar si les era posible. Asimismo, para poseer la capacidad de fuego adecuada, los ejércitos tenían la necesidad de tener líneas de abastecimientos que restringían su movilidad, ya que a pesar de llevar suficiente cantidad de alimentos para la tropa, forraje para los animales y, de ser necesario, requisar las cosechas locales, el abastecimiento de munición estaba supeditado a un pequeño número de caminos disponibles para el transporte de convoyes. Todas estas limitaciones, propias de la época, hacían que las campañas en el ámbito europeo tuvieran, la mayoría de las veces, una duración de seis meses, de mayo a octubre. De esta manera, no es de extrañar que los comandantes que tuvieron la responsabilidad de llevar a cabo las operaciones militares, y los teóricos militares de la época, pensaran que la campaña ideal era la de una guerra de maniobras, desarrollada de preferencia en territorio enemigo, para vivir de sus recursos y no agotar los propios. Este era el pensamiento que Clausewitz, a la luz de las conclusiones sacadas de las guerras de la revolución y napoleónicas y, sobre todo, después de la destrucción del ejército prusiano en la batalla de Jena (14 de octubre de 1806), trataba de derrumbar. Todo esto ocurría en el momento en que los filósofos empezaban a desarrollar la idea de que el hombre no absorbía pasivamente los conocimientos, sino que a través de un proceso de observación los creaba y moldeaba el mundo a través de su propia percepción. Era un ambiente especial, donde se mezclaban el pensamiento de poetas, como Goethe y Schiller, las teorías del arte de Lessing y la de los filósofos, especialmente Kant. Clausewitz no fue ajeno a todo ello. Sin embargo, todo el gusto de Clausewitz por las definiciones, la búsqueda de nociones abstractas, todo lo que el asociaba con la edificación de una ciencia, no supone el conocimiento de la filosofía de Kant en sus caracteres específicos (Aron 1988: 334). El interés de Clausewitz por la educación tuvo que haberlo puesto en contacto con esas ideas, las mismas que influyeron en su forma de pensar y reflexionar. De todo ello llegó a la conclusión que el educar no consistía en una mera cuestión de compartir conocimientos, sino de utilizarlo para desarrollar la personalidad humana y el juicio, y de ese modo obtener un desempeño perfecto. 38 I. Entender a Clausewitz En ese sentido, no podían existir leyes científicas en la guerra, porque ella era un conflicto de voluntades y de fuerzas morales. El éxito de un futuro comandante no dependería del conocimiento de reglas o principios, sino de aquel que, aprovechando su genio, las creara. El azar, las incertidumbres y el peligro, que hacían de la guerra tan imprevisible e incontrolable, no deberían ser obstáculos a ser eliminados, sino oportunidades para ser aprovechadas. Si las guerras de maniobra del siglo anterior habían reducido la guerra a algo absurdo para él, Napoleón demostró que la guerra era algo diferente, y Clausewitz se encargó de conceptualizarla. Pero había algo más importante aún, Clausewitz al igual que Scharnhorst, o tal vez motivado por él, se dio cuenta que el análisis sobre el éxito o fracaso de las operaciones no podría ser realizado exclusivamente en el ámbito militar, y para que las decisiones tuvieran algún valor práctico, tendrían que ser efectuadas en un nivel mucho más profundo, el político. El ámbito político La política tenía que cumplir su rol principal, y el planteamiento o el propósito final de cualquier campaña era un problema que debía ser solucionado por ella. Y era precisamente en la transformación política, como lo considero Scharnhorst, que se había sustentado el éxito del ejército francés, que rompió las reglas militares usuales en la guerra al poner de lado todas las restricciones políticas y económicas de la época. Sus tropas estaban formadas de voluntarios y conscriptos, en cantidades ilimitadas, cuyo servicio era casi gratuito. En campaña, saqueaban para obtener sus alimentos, y si desertaban había muchos para sustituirlos. Mal adiestrados en tácticas lineales, las reemplazaron por una combinación de escaramuzas en las cuales disparaban libremente apoyados por la artillería en proporciones cada vez mayores y, adiestraron a la caballería para efectuar persecuciones implacables. Hay que recordar que en estos enfrentamientos, mientras duraba la batalla, las bajas en uno y otro bando eran más o menos similares, el aprovechamiento de la persecución para capturar cañones y soldados, y para desorganizar al enemigo, era un logro mucho mayor que las bajas en el campo de batalla. Este ejército era un instrumento que sólo podría ser empleado por un gobierno que estuviese dispuesto a disponer de hombres y recursos sin restricciones y, apoyado por un pueblo que se identificase con sus propósitos, dispuesto al sacrificio exigido. Este fue el instrumento que utilizó Napoleón. Es así que los franceses debieron sus triunfos no a la superioridad como pueblo sino a la superioridad numérica, a un nuevo modo de combatir, al talento de sus generales y, en definitiva, al genio de Napoleón (Aron 1986: 45). 39 Yuri Tolmos Mantilla Clausewitz no ha dicho otra cosa en De la Guerra. Analizó estos aspectos, y llegó a la conclusión que ésta nueva forma de realizar la guerra difería de las que la habían precedido. Advirtió que esta nueva forma de guerra debería ser el modelo a considerar para la conformación de los nuevos ejércitos, si es que no querían ser destruidos; y si una transformación política era necesaria para participar con éxito en una futura guerra y no tener nuevamente la ingrata experiencia de 1806, era el precio que se debía pagar. 40 CAPÍTULO 3 ¿Qué buscaba Clausewitz? Nada es peor que el salto hacia lo desconocido que representa una acción militar aislada de su contexto político, en la esperanza “aventurista” de un milagro no preparado. General André Beaufre (1970: 106). Clausewitz se propuso analizar el fenómeno de la guerra y, en cierta forma, como lo hizo Montesquieu en El Espíritu de las Leyes, buscó sus rasgos universales a través del análisis de sus diversas variedades históricas (Aron 2009: 34). Estudió los acontecimientos que abarcaron 75 años de historia militar, comenzando con la guerra de sucesión austriaca (1740-1748), que fue la primera de las guerras de Federico el Grande, hasta Waterloo. Para él, la historia reciente era relevante debido a que no solamente era mejor conocida, sino que las condiciones, como el armamento y la organización de los ejércitos, también eran parecidas (Howard y Paret 1999: 104). En este estudio llegó a la conclusión fundamental en el desarrollo de su obra, que si la forma como se desarrollaron las guerras napoleónicas no podían ser comparadas con las guerras del pasado, éstas tampoco podían establecer modelos para el futuro. Los problemas que estudió no eran nuevos, y Clausewtiz tampoco estaba interesado en dar soluciones nuevas para ellos. Lo que pretendía era clarificar fenómenos bien conocidos y presentarlos de tal manera que pudieran enlazarse con la teoría, mientras los propios conceptos de esos fenómenos constituían la estructura teórica general. Por ejemplo, la invención del término “fricción”. Todo el mundo sabe que los cambios inesperados en el tiempo, las órdenes mal interpretadas y los accidentes, pueden afectar los acontecimientos. Agrupando todos estos sucesos bajo el concepto de fricción, Clausewitz los transformó de un 41 Yuri Tolmos Mantilla significado familiar de casualidad, a unos componentes firmes de una descripción analítica que pretende dar explicación de su contenido. Clausewitz buscó dos objetivos esenciales: primero, penetrar a través del análisis lógico hasta la misma esencia de la guerra absoluta, es decir la guerra ideal, según el concepto filosófico de la época; y segundo, comprender la guerra en sus múltiples formas, como fenómeno social y político, así como sus aspectos estratégicos, operacionales y tácticos. De esta manera, deseaba identificar los elementos permanentes de la guerra y comprender su funcionamiento (Paret 1992: 210). Pero, ¿para quién escribía Clausewitz? Expresó su modesta esperanza de que su libro no fuera olvidado después de dos o tres años, y que pudiese ser consultado más de una vez por aquellos interesados en el asunto. Pero su principal preocupación era ayudar a sus compatriotas. Era miembro del cuerpo de oficiales prusianos, leal a la dinastía Hohenzollern y consciente de los problemas que esta enfrentaba para llegar a una solución acorde con las corrientes políticas desencadenadas por la Revolución Francesa. Creía que la amenaza de una agresión francesa había sido contenida por las naciones europeas en 1814 y 1815, pero no eliminada, y si procuró entender la guerra en teoría, era solamente para asegurar que, en el futuro, Prusia y sus aliados fueran capaces de enfrentar más rápida y eficazmente a cualquier enemigo. Por encima de todo, Clausewitz era un soldado escribiendo para sus colegas de profesión, no un académico dando una conferencia en una facultad de ciencias políticas. Limitó deliberadamente su análisis a lo que fuese de utilidad inmediata a un comandante que estuviese planeando una campaña. Como hombre práctico, desaprobaba el empleo de abstracciones que no estuvieran directamente relacionadas con los hechos de la situación, las proposiciones que no pudiesen ser aclaradas a través de ejemplos y al material que no fuese pertinente al problema que estuviese examinando. Es decir, como pensador, buscaba penetrar en la esencia del asunto que tenía en mente. Estaba siempre preocupado en relacionar la teoría a la acción, e ignoraba deliberadamente todos los aspectos que no fuesen directamente pertinentes a la conducción del tipo de guerra con la cual estaba familiarizado. Sobre esto señala (De la Guerra: II, 2, 261-262): La conducción de la guerra nada tiene que ver con la producción de cañones y la preparación de la pólvora a partir del carbón, del azufre, del salitre, del cobre y del estaño. Sus cantidades conocidas son las armas que están listas para ser utilizadas y su eficacia. La estrategia utiliza los mapas sin preocuparse con los levantamientos trigonométricos. Ella no procura saber cómo un país debería estar organizado y como un pueblo debería estar adiestrado y gobernado para obtener los mejores resultados militares. Se aceptan estas cosas tal como se presentan en el conjunto de 42 I. Entender a Clausewitz naciones europeas y se dirige la atención sólo hacia las circunstancias poco comunes que ejercen una influencia marcada sobre la guerra. De esta manera, Clausewitz sacrificó deliberadamente la universalidad en beneficio del pragmatismo y de la simplicidad. Puede, sin embargo, haber dudas con relación a saber si era consciente de cuánto estaba dejando de lado. Es muy fácil, después de dos guerras mundiales, criticar una teoría de guerra que excluyó todas las consideraciones con relación a la base económica que torna realmente posible el sustento de la guerra, pero para hacer esto no es preciso solamente invocar la sabiduría del conocimiento adquirido a través de los hechos ocurridos. Clausewitz habría que haber tenido una visión muy estrecha de la naturaleza de la guerra para estudiar el periodo napoleónico tan intensamente como lo hizo, sin tener en consideración el papel desempeñado en la estrategia de Napoleón, y tal vez en su caída, por el Sistema Continental (tentativa de Napoleón de utilizar los instrumentos económicos, así como militares, para consolidar y ampliar sus conquistas). Por eso, la forma como ignora la dimensión marítima de la guerra es impresionante, pero no sorprendente. Los océanos estaban más allá de sus horizontes culturales. Lo más curioso es que un especialista prusiano en cuestiones militares, cuyo país se había transformado en una gran potencia militar, tanto a través de la competencia en la administración económica como en las victorias militares, ignorara una dimensión de las cuestiones militares que estuvo en primer plano en la mente del soldado, político y ciudadano prusiano desde los tiempos de Federico Guillermo I de Prusia (1688-1740). Tal vez esa visión unilateral refleje las limitaciones de la propia personalidad y de los intereses de Clausewitz. Es más probable que haya sido el impacto de las grandes campañas napoleónicas lo que modeló su carrera y dominó su pensamiento; campañas cuyo desarrollo dramático y cuyos resultados catastróficos dejaron de lado las preocupaciones rutinarias y aburridas del presupuesto y la administración militar, que tanto obsesionaban al antiguo ejército prusiano. Cuando se analiza lo que realmente es importante, se verifica que es la competente conducción de las operaciones, y los hechos ocurridos durante la vida de Clausewitz demostraron esto claramente, y no las cuestiones más profundas relativas al financiamiento, elaboración del presupuesto, adquisiciones y administración militar, a lo que se debe dar atención con máxima urgencia. La actitud de Clausewitz, al ignorar la dimensión económica de la guerra, por lo menos en parte, era deliberada. Su omisión en relación a la dimensión tecnológica fue inconsciente y más fácilmente comprensible. Como la mayoría de sus contemporáneos inteligentes, percibió muy bien que había nacido en una era revolucionaria, que probablemente iba a transformar, para mejor o peor, toda la estructura política de la sociedad europea. Pero no podía evaluar más que otro que estaba viviendo en la víspera de una transformación tecnológica de 43 Yuri Tolmos Mantilla ámbito todavía más amplio. La conducción de la guerra es determinada, encima de todo, por dos factores: la naturaleza de las armas disponibles y la manera de transportarlas. Lo primero había permanecido estable por cien años, lo segundo, por mil. En los tiempos de Clausewitz, como en los de Julio César, la logística era determinada por la velocidad y la resistencia de los hombres en marcha y de los animales de tracción. Las tácticas eran determinadas, como en la época de Marlborough (1650- 1722), por las armas de fuego, cuyo alcance eficaz era de 50 metros y por los cañones con un alcance de 300, y, mientras hubiesen ocurrido avances significativos durante el siglo anterior, avances cuya importancia Clausewitz analiza de manera extremadamente interesante a lo largo de De la Guerra, no había motivos para esperar la trasformación en el transporte como en el armamento. Esto solo comenzó a producirse en la década siguiente a su muerte, con la evolución de los ferrocarriles y con la introducción de las armas de fuego de retrocarga y tubo rayado. En consecuencia, Clausewitz buscó emplear la teoría como una herramienta para descubrir lo esencial de cualquier actividad, es decir, los elementos eternos, y distinguirlos de sus características temporales. En su análisis, descubrió que la violencia y el impacto político eran dos de las características permanentes de la guerra. Otras, eran el libre juego de la inteligencia humana, la voluntad y las emociones. Estas eran las fuerzas que dominaban el caos de la guerra y no los dispositivos esquemáticos como la base de operaciones de Bülow o la operación por líneas interiores de Jomini (Howard y Paret 1999: 32-33). Al escribir De la Guerra, Clausewitz consideró estas características permanen- tes y como influenciaban en la sociedad de los estados de su época, que al poseer ejércitos con armamentos y organizaciones similares, sólo podrían obtener venta- jas en la capacidad de los comandantes, la preparación del ejército y la voluntad del pueblo (Aron 2009: 94). Si la capacidad de los comandantes era tan importante, había que explicar cómo las características emocionales y morales eran manejadas de forma adecuada por éstos, y lo indispensable que resultaba el que poseyeran una gran originalidad, capacidad de mente y temperamento, para lo cual desarrolló el concepto de genio. Sobre el particular, resaltó el que hasta este genio tenía un límite a la posibilidad de que su brillantez de mando compensara la inferioridad numérica. La superioridad numérica, puntualizó, es de importancia fundamental, pero sólo era válida si se utilizaba la mayor fuerza posible en el lugar y momento elegido. Clausewitz resalta este punto porque para la mayoría de los historiadores militares, hasta finales del siglo XVIII, el tamaño de los ejércitos parecía no tener mayor importancia (Howard y Paret 1999: 109). 44 I. Entender a Clausewitz Asimismo, es importante al leer a Clausewitz, tomar en consideración que en la coyuntura de Europa a comienzos del siglo XIX Francia era el estado perturbador del sistema, y Prusia no se había elevado todavía al estatus de gran potencia sino sólo por sus gastos militares, fuera de proporción con respecto a sus recursos y superiores a los de las otras potencias. Por eso, en De la Guerra tenemos que rescatar las ideas abstractas, rectoras de su sistema, en las que trató de explicar los componentes políticos de la estrategia, el fin, el camino y la voluntad, y evaluarlos a la luz de nuestras propias realidades (Aron 2009: 131-132). Finalmente, hay que precisar que Clausewitz, en razón de su método, no tiene en cuenta en cada uno de sus análisis todos los elementos de un problema. Enfatiza un elemento, o bien sigue la lógica de un razonamiento que le permite comparar de manera valedera los diferentes aspectos de un problema. Es por ello que hay que tener cuidado de no abordar frases aisladas del contexto (Aron 1986: 19). 45 CAPÍTULO 4 La importancia de la teoría Te regalo mis conocimientos sobre las acciones de los grandes hombres, adquiridos a través de una amplia experiencia de las cosas modernas y una repetida lectura de las antiguas… para que tengas la posibilidad de aprender, en poquísimo tiempo, lo que a mí me ha costado tantos años y tantas dificultades y peligros llegar a conocer. Nicolás Maquiavelo a Lorenzo de Médicis (Maquiavelo 2008A: 35-36). Sobre este tema, Clausewitz señala lo siguiente (De la Guerra: II, 2, 258): La teoría no puede equipar la mente con fórmulas para resolver problemas, tampoco puede señalar la estrecha senda en la cual se supone que se encuentra la única solución… Pero le otorga a la mente una idea acerca de la gran masa de fenómenos y de sus relaciones… El especialista que ha dedicado la mitad de su vida a dominar todos los aspectos de una materia compleja tiene más probabilidades de avanzar que quien trata de dominarla en poco tiempo. La teoría existe para que uno no necesite empezar siempre desde el principio clasificando el material y sumergiéndose con él, sino que lo encontrará al alcance de la mano y bien ordenado. Tiene por fin educar a la mente del futuro Comandante, no para acompañarlo al campo de batalla. Para precisar la forma como consideraba Clausewitz a la teoría tenemos que remontarnos a la creación de la Escuela de Guerra prusiana, la cual estuvo a cargo del general Gerhard von Scharnhorst. Educador más que profesor dogmático, a través de sus estudios históricos y su experiencia militar, Scharnhorst reconoció la interdependencia entre la guerra y la política, considerando al ejército como un instrumento al servicio de la nación. 46 I. Entender a Clausewitz Scharnhorst priorizó, en su enseñanza, el carácter único de cada situación militar y recomendó a los alumnos desarrollar sus propias capacidades, en lugar de aplicar dogmas. Como la finalidad de la Escuela era formar la personalidad de los alumnos, los profesores debían limitarse a aconsejarles, sin importarles sus propios pensamientos (Clausewitz 2005: XV-XVI). Con este precedente, Clausewitz concibe que la mente puede utilizar plenamente sus talentos innatos para comprender lo que es correcto y verdadero, como si se tratase de una sola idea formada por la presión que ejercen conjuntamente, como si fuese una respuesta al desafío inmediato más que un producto del pensamiento. Para él, la finalidad última de la educación no consistía en la transmisión de saberes técnicos, sino en el desarrollo de juicios independientes, lo que se convirtió en uno de los fundamentos más importantes en el trabajo teórico de su obra (Howard y Paret 1999: 30). La conducción de la guerra no debería tolerar la elaboración de una enseñanza positiva (considerada como una ciencia con axiomas y principios) por tres razones principales: la acción reciproca de las fuerzas, la influencia e indeterminación de las magnitudes morales, y la singularidad y complejidad de cada situación en la cual toma sus decisiones cada actor. Pensaba que era un error creer que la guerra podía ser dominada mediante el cumplimiento de este o aquel conjunto de normas. La variedad y el cambio constante en la guerra jamás podían ser captados completamente por un sistema. Cualquier simplificación dogmática no hacía más que falsear la realidad (Howard y Paret 1999: 27). La teoría debería quedarse con términos simples y observaciones sencillas sobre la dirección de la guerra, evitando pretensiones espurias y exhibiciones impropias de fórmulas científicas y compendios históricos. Debía atenerse a su objeto y no apartarse nunca de quienes deben dirigir las batallas a la luz de su sabiduría innata (Howard y Paret 1999: 103). La teoría no dictaba reglas al genio, así como el genio no actúa fuera ni por encima de las reglas. La teoría aclara las reglas que el genio aplica espontáneamente (Aron 1988: 268). Considerando la teoría, de la forma como la comprendía Clausewitz, no existía una teoría de la conducción de la guerra válida en todas las épocas, sino varias teorías, tan diferentes como las prácticas cuyos principios o costumbres ellas elaboran. Cada época habría tenido sus guerras específicas, sometidas a condiciones limitativas; cada época habría tenido, pues, su propia teoría, aunque siempre se haya propendido, tarde o temprano, a elaborarla según principios filosóficos. Advertía sobre la importancia de juzgar los acontecimientos de cada época teniendo en cuenta sus características, ya que no se puede comprender ni juzgar a los jefes militares sino situándolos en su tiempo y teniendo en cuenta los medios de que disponían, las metas que se proponían y los prejuicios o maneras de pensar que limitaban su campo de lo posible (Aron 1986: 301). 47 Yuri Tolmos Mantilla Según Bernard Brodie, Clausewitz planteaba que si bien en la teoría de la guerra no había ninguna fórmula lo bastante universal como para merecer el nombre de ley, podría ser útil la aplicación de ciertos principios y reglas, más a la táctica que a la estrategia, siempre y cuando los tengamos en cuenta sólo como apoyo, y no como dogmas a ser aplicados a cada situación (Howard y Paret 1999: 101). A diferencia de otras actividades humanas, si subsistiera un

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