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Summary

This book, "Ética profesional" by Domènec Melé, is a general treatise on professional ethics, applicable to various specialized fields. It explores the fundamental dimension of professional work, focusing on its relation to personal development, responsibility, and decision-making in different types of professional contexts. The book features numerous practical examples to illustrate the concepts discussed, making the reading easy to follow.

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Ética profesional DOMÈNEC MELÉ Ediciones Universidad Católica de Chile Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile [email protected] www.ediciones.uc.cl Ética profesional Domènec Melé © Inscripción Nº 2...

Ética profesional DOMÈNEC MELÉ Ediciones Universidad Católica de Chile Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile [email protected] www.ediciones.uc.cl Ética profesional Domènec Melé © Inscripción Nº 2022-a-508 Derechos reservados Enero 2022 ISBN N° 978-956-14-2926-0 ISBN digital N° 978-956-14-2927-7 Diseño Corporativo de la Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural Diagramación digital: ebooks Patagonia www.ebookspatagonia.com [email protected] CIP-Pontificia Universidad Católica De Chile Melé, Domènec, autor. Ética Profesional / Domènec Melé. Incluye notas bibliográficas. 1. Ética Profesional. 2. Ética de los negocios. i. t. 2022 174 + ddc23 rda Ética profesional DOMÈNEC MELÉ CONTENIDOS Prólogo Introducción I. FUNDAMENTOS DE ÉTICA PARA LA PROFESIÓN Capítulo 1. Dimensión ética de la actividad profesional Caso introductorio: Paulina, supervisora de enfermeras Profesiones y profesionalidad Competencias profesionales y generación de confianza Experiencia moral y ética profesional Virtudes y deberes en ética profesional Códigos de conducta profesional Ejercicios Capítulo 2. El trabajo profesional en el desarrollo personal Caso introductorio: La decisión de Vicente Dignidad del trabajo Vocación profesional y significados del trabajo Dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo profesional Realización personal en el ejercicio profesional Motivaciones para obrar bien en el trabajo El desarrollo humano integral Ejercicios Capítulo 3. Bienes, virtudes y principios Caso introductorio: Ernesto, ingeniero de sonido Concepto de bien y razón práctica Bienes reales y bienes aparentes Sentimientos y deseos Las virtudes como excelencia y como fuerza interior para obrar bien La sabiduría práctica como “conductora de virtudes” Justicia, fortaleza y templanza El primer principio de la razón práctica Principio y normas éticas Dignidad y derechos innatos de la persona Importancia de una ética completa Ejercicios Capítulo 4. Responsabilidad ético-profesional Caso introductorio: Presiones a un joven ingeniero Responsabilidad y atribución de responsabilidad Conocimiento y consentimiento en la responsabilidad Voluntariedad directa e indirecta Responsabilidad personal por acción y por omisión Responsabilidad por inducción a acciones ajenas Responsabilidad por cooperación a acciones ajenas Cómo actuar bien cuando hay presiones para actuar mal Ejercicios Capítulo 5. Juicios de conciencia en la toma de decisiones Caso introductorio: Gestionando información sanitaria Elementos de un buen comportamiento Etapas en la toma de decisiones y tipos de juicios Relevancia de la sabiduría práctica para juzgar rectamente Conciencia moral y formación de la conciencia Formulación de juicios morales Valoración de acciones con doble efecto Resolución de dilemas Ejercicios II. EXCELENCIA EN EL DESEMPEÑO PROFESIONAL Capítulo 6. Cómo trabajar bien y mejorar continuamente Caso introductorio: Las largas jornadas de Claudia ¿En qué consiste trabajar bien? Trabajar a conciencia Trabajo mal hecho y negligencia profesional Aprender a trabajar bien Disposiciones para un buen trabajo profesional Diligencia y laboriosidad Consecuencias de la falta de diligencia y laboriosidad Ejercicios Capítulo 7. Seguridad y salud en el ámbito profesional Caso introductorio: El estrés de Alejandro Derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal Seguridad y salud laboral: una responsabilidad compartida Prevención de la seguridad y la salud laboral Prevención de estrés, acosos y acciones contrarias a la integridad moral Ecología humana en el entorno ocupacional El respeto a la vida en profesiones sanitarias Ejercicios Capítulo 8. Calidad humana en el trato con personas Caso introductorio: Pensando en un cambio de empresa Relaciones profesionales y calidad humana en el trato Comportamiento vejatorio Comportamiento injustamente discriminatorio Comportamiento de indiferencia Comportamiento respetuoso Comportamiento de cuidado Comportamiento amistoso Ejercicios Capítulo 9. Forjar una buena convivencia profesional Caso introductorio: La promoción de María Convivencia profesional y cooperación Formación de culturas organizacionales Reacciones emocionales descontroladas que pueden perturbar la convivencia Fomento de una sana convivencia Autodominio personal en la convivencia Ejercicios Capítulo 10. Liderazgo, innovación y emprendimiento Caso introductorio: Una joven emprendedora en tiempos difíciles El liderazgo en la vida profesional y empresarial El carácter del líder La creatividad humana en la actividad profesional Creatividad e innovación Emprendimiento Virtudes para el emprendimiento Ejercicios III. HONRADEZ PROFESIONAL Y VOLUNTAD DE SERVICIO Capítulo 11. Veracidad, transparencia y rendición de cuentas Caso introductorio: Trabajando en una agencia publicitaria Veracidad y sinceridad Unidad de vida, sin doblez ni hipocresía Transparencia Evitar toda mentira Faltas de veracidad que entrañan delito Evitar dar una falsa imagen Rendición de cuentas Obrar con objetividad, independencia e imparcialidad Ejercicios Capítulo 12. Privacidad, confidencialidad y secreto profesional Caso introductorio: Julia, secretaria de alta dirección Intimidad personal y derecho a la privacidad El derecho a la buena reputación Respetar el sentido del pudor Protección de datos personales Confidencialidad e información confidencial Secretos profesionales Confidencialidad al cambiar de empresa Ejercicios Capítulo 13. Cumplimiento de leyes, contratos y pactos Caso introductorio: Un software para gestión hotelera Justicia y cumplimiento de las leyes Epiqueya: obrar con justicia más allá de la estricta legalidad Leyes y derechos laborales Leyes fiscales y evasión de impuestos Justicia conmutativa en las relaciones profesionales Contratos profesionales y sus tipos Obligación de cumplir los legítimos contratos y de obrar con buena fe Cumplimiento leal de pactos y promesas Ejercicios Capítulo 14. Prevenir y luchar contra la corrupción Caso introductorio: Una petición inesperada del mejor cliente El fraude en la vida profesional Apropiación indebida y mal uso de recursos en las organizaciones Prevención de apropiaciones indebidas en la empresa El soborno en la actividad profesional Extorsiones y obligación de resistirlas La lucha contra la corrupción Conflictos de interés Ejercicios Capítulo 15. Responsabilidad familiar, social y ecológica Caso introductorio. Un ambiente enrarecido Relación entre trabajo y familia Armonizar trabajo y familia Participación del profesional en la vida social Responsabilidad ecológica y sostenibilidad Aspectos de responsabilidad ecológica de la actividad profesional Ejercicios PRÓLOGO En la educación técnica superior, la formación humanística y ética tiene una creciente importancia. Sin embargo, tanto a nivel nacional como internacional, llama la atención los escasos manuales especializados en ética aplicada al mundo técnico-profesional. El libro de Domènec Melé, profesor emérito del Departamento de Ética Empresarial y titular de la Cátedra de Ética Empresarial de la prestigiosa escuela de negocio IESE (Barcelona, España), trata de contribuir a llenar este vacío. Además de ser un prestigioso y reconocido académico, que ha ayudado a renovar y enriquecer el estudio de la ética, posee experiencia en el mundo técnico profesional en su país de origen, España, pues por más de diez años fue profesor de un instituto profesional. En materia de investigación y publicaciones, cuenta con más de una docena y media de libros en inglés y castellano, junto a numerosos artículos en revistas científicas. Su destacada trayectoria académica da cuenta de la universalidad y fuerza de las ideas que propone. El texto que presentamos tiene las características de un manual sobre ética profesional con carácter general aplicable a diversas especialidades. Incluye casos de estudio que incluyen distintos campos dejando abierta la posibilidad de desarrollar otros casos para carreras específicas. Es un libro que invita a la reflexión y a buscar soluciones con imaginación ética más allá de la comprensión de determinados conceptos. El esfuerzo desarrollado por el autor por acercar el lenguaje ético a los profesionales técnicos, invita a adentrarse a la ética y a que forme parte de la vida cotidiana y del trabajo, integrándola en el quehacer profesional con naturalidad y sentido. La piedra angular del texto es la manera clara y convincente de presentar la ética aplicada a la profesión, fundamentada en bienes, virtudes y principios, con especial énfasis en la dignidad de la persona humana y sus derechos innatos, así como el crecimiento personal a través del trabajo llevado a cabo con voluntad de servicio. La forma de entender y destacar la ética profesional, las virtudes humanas, los deberes inherentes a un trabajo bien hecho, la honradez y el sentido de servicio hacen del libro del profesor Melé un trabajo innovador, que aúna criterios perennes de honradez profesional con la problemática actualmente presente en el mundo laboral. Lo hace de tal manera que permite al estudiante, al académico, al trabajador o simplemente a todo aquel interesado en estos temas adentrase en los diversos contenidos con el máximo rigor, pero con llana claridad. Como bien plantea el profesor Melé a lo largo del libro, la ética bien entendida nos desafía y nos entusiasma, toda vez que no se limita a unos mínimos que es necesario cumplir, ni a unas normas externas de carácter prohibitivo; busca, sobre todo, la promoción de la excelencia humana de las personas y de la sociedad. Como podremos apreciar en la forma de presentar los temas y en las aplicaciones prácticas que propone, la ética persigue que cada uno mejore como persona, al tiempo que ayude a otros a alcanzar un mayor nivel de excelencia humana, al tiempo que realiza una positiva contribución al bien común. El libro que prologamos viene a reafirmar el compromiso de Duoc UC de fortalecer la formación humana integral de los estudiantes, sabiendo que la excelencia profesional es parte de la excelencia humana. Más allá de este compromiso, confiamos en que la publicación de este libro favorezca no solo la formación de los estudiantes de Duoc UC y su desempeño profesional, sino que también sea un aporte a la Educación Superior Técnica Profesional, tanto en Chile como en otros países. No queda más que agradecer al profesor Domènec Melé el haber aceptado el desafío de trabajar para fortalecer la formación de nuestros alumnos, e invitar a la comunidad a leer con provecho un texto que ayudará a cumplir de mejor manera nuestro compromiso de hacer una aportación significativa al mundo laboral y al desarrollo de la sociedad. CARLOS DÍAZ VERGARA Rector Duoc UC INTRODUCCIÓN Este libro tiene su origen en un conjunto de reuniones de trabajo de directivos y docentes de la institución Duoc de la Universidad Católica de Chile con quienes se analizaron temas relevantes de ética profesional, de modo que pudiera servir de base docente para una variedad de especialidades profesionales impartidas en esta institución, al tiempo que se consideraban las necesidades de los alumnos. Nuestro objetivo ha sido desarrollar un breve tratado de ética profesional desde una perspectiva general, a diferencia de otros textos de ética enfocados a campos concretos de especialización profesional. Sin embargo, las diversas profesiones y sus aspectos éticos más relevantes están latentes a lo largo de toda la obra. Se ha procurado compaginar el rigor conceptual y los fundamentos básicos con un lenguaje accesible a personas no introducidas en la ética teórica. La presentación pretende ser clara, sintética y esquemática, y se apoya con frecuentes ejemplos ilustrativos. Algunas materias incluidas en este libro han sido desarrollas previamente por el autor con mayor extensión en otras obras¹. El presente texto debe situarse en la perspectiva de la ética de la virtud, al tiempo que enfatiza la dignidad de la persona y sus derechos innatos, así como la importancia del crecimiento personal a través de la profesión. Los principios y normas éticas están integrados con las virtudes y valores éticos, entendidos como bienes de la persona. El resultado es un enfoque que aúna bienes, virtudes y principios éticos. La línea argumental considera argumentos racionales y la experiencia práctica en ética profesional acumulada a lo largo de los años. Se incluyen también breves incisos sobre la visión cristiana en los diversos temas tratados, que amplía la aproximación racional hacia horizontes trascendentes. El libro se ha concebido y redactado para que pueda servir como libro de texto para un curso de ética profesional y está dividido en tres partes: la primera proporciona una concisa fundamentación de la ética; la segunda parte se ocupa de la excelencia en el trabajo profesional; y la tercera, de aspectos relativos a la honradez profesional y a la voluntad de servicio en el ejercicio profesional. Cada capítulo se inicia con una visión de conjunto de las cuestiones a tratar, seguido de un caso de estudio destinado a suscitar temas que se analizarán en el capítulo y que, de algún modo, pueden motivar a profundizar en estas y otras cuestiones. Al final de cada capítulo se proponen ejercicios para reflexionar sobre los contenidos y se invita a su aplicación en la práctica de la especialidad seguida por el lector. Para terminar, el autor desea tributar agradecimiento a varias personas. En primer lugar, al rector de Duoc de la Universidad Católica de Chile, Carlos Díaz, y su equipo directivo liderado por Sergio Salas y Lorena Navo, de quienes partió la iniciativa de revitalizar la ética profesional en Duoc UC y su amable invitación a que colaborara en este proyecto, que incluye la publicación de esta obra. Mis más sinceras gracias a los profesores de Duoc UC que prepararon los borradores de algunos casos incluidos en esta obra y autorizaron su publicación: Javier Eduardo Capo, Claudio Salas, William M. Torres, Mayerling del Carmen Carrizo, Malva Pérez, Luis Enrique Larraguibel, Bernardo Santelices, Rosita Irastorza, María Daniela Pérez Menéndez, Kênio Angelo, Dantas Freitas y Juan Prieto. Mi reconocimiento a los docentes de Duoc que aportaron comentarios muy constructivos sobre un primer borrador utilizado para un seminario de docentes de ética profesional de Duoc UC y, en particular, a Valentina Recabarren y Alejandro Sepúlveda, también docentes de la misma institución, que revisaron el penúltimo manuscrito e hicieron significativas sugerencias terminológicas para mejorar la comprensión. Muchas gracias también a Ediciones UC por su buena acogida para la publicación de este libro y a la revisión lingüística de María Celaya. DOMÈNEC MELÉ Mayo de 2021 1D. Melé, Business Ethics in Action. Managing Human Excellence in Organizations. 2nd Edition, Revised and Extended. London: Red Globe Press, 2019; Ética en dirección de empresas. Calidad humana para una buena dirección. Madrid: Pearson, 2015; Valor humano y cristiano del trabajo. Enseñanzas de S. Juan Pablo II. Pamplona: Eunsa, 2020; y D. Melé, y C. González Cantón, Fundamentos antropológicos de la dirección de empresas. Pamplona: Eunsa, 2015. I. FUNDAMENTOS DE ÉTICA PARA LA PROFESIÓN CAPÍTULO 1 DIMENSIÓN ÉTICA DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL En este primer capítulo se introduce la ética profesional y su presencia en la actividad profesional. Se analiza el concepto de ética, en la que ocupan un lugar central las disposiciones estables del carácter conocidas como virtudes, las cuales denotan excelencia personal y favorecen un buen comportamiento. La ética incluye también principios y normas de conducta que orientan las acciones para el bien de las personas y de la sociedad. CASO INTRODUCTORIO: PAULINA, SUPERVISORA DE ENFERMERAS Paulina, a sus treinta y cinco años, era supervisora de enfermeras de traumatología de un hospital privado regentado por una congregación de religiosas. Ocupaba este cargo desde hacía medio año. Paulina amaba su profesión, en la que había progresado mucho. Había realizado varios seminarios de especialización y había pasado por diversos servicios hospitalarios, en los que había aprendido mucho, pero se daba cuenta de que, para ser una supervisora, necesitaba algo más que conocimientos técnicos. Esto se hacía evidente con un problema que tenía que solucionar referente a Faustina, una enfermera de 45 años que apenas llevaba un mes en el servicio de traumatología. La incorporación de Faustina Faustina tenía diez años de antigüedad en el hospital y había sido trasferida desde otro servicio, al parecer por dificultades en el trato con sus compañeras, con quienes tenía frecuentes riñas. Paulina no tenía nada que decir del trabajo de Faustina. Cumplía todos los protocolos establecidos con puntualidad y eficacia. Sin embargo, le preocupaban sus antecedentes de mal carácter. Pronto llegaron noticias a Paulina de la brusquedad de sus modales tanto con enfermos como con compañeras. Al parecer no consentía que nadie se equivocara, ni que le llevaran la contraria. Respondía con gritos y, alguna vez, incluso con insultos. Paulina lo justificaba diciendo que era una buena profesional y que, en un hospital grande como el suyo, siempre habría enfermeras con mejor o peor carácter. Sin embargo, el día anterior ocurrió algo que le invitaba a recapacitar sobre este planteamiento. La petición de Joaquina Joaquina, una enfermera joven a la que Paulina tenía en gran aprecio, acudió a su despacho, casi llorando, pidiendo que le pusiera en turnos en los que no coincidiera con Faustina, pues se le hacía muy duro trabajar con ella. Reconocía la experiencia profesional de Faustina, pero le disgustaba que la reprendiera frecuentemente con malas maneras. - “No es que yo no falle nunca, aunque no me faltan deseos de mejorar en mi trabajo, pero hay muchas formas de decirlo”, le comentó Joaquina. Y añadió: - “No ha sido una vez, sino muchas, en un solo mes que está con nosotras. Y lo peor de todo es que ayer me humilló delante de todos recriminando lo mal que estaba haciendo mi trabajo. No ha llegado a insultarme, pero poco le ha faltado. He aguantado hasta ahora, pero ya no puedo más”. Paulina quedó en pensar el asunto que le había planteado. Al llegar a casa daba vueltas sobre las posibles opciones que podía tomar, tratando de valorarlas². Cuestiones: ¿Con que problemas se enfrenta Paulina? ¿Qué opciones podrías sugerirle? ¿Qué recomendarías a Paulina? PROFESIONES Y PROFESIONALIDAD Las profesiones modernas tienen sus antecedentes en los oficios o trabajos especializados artesanales de la Edad Media en Europa, con sus gremios o agrupaciones de oficios, que después se transfirieron a América. El oficio era tan importante que solía dar entidad a quien lo realizaba e incluso proporcionaba nombre a la propia casa donde solía estar ubicado el taller. Hay colecciones de azulejos que representan un gran número de oficios. La mayoría de ellos ya no existen o son muy raros, como canteros, alfareros, mimbreros (cestería) y boteros (fabricantes de botas de vino). Otros oficios, como el de panadero, zapatero y herrero, han sido sustituidos, en gran medida, por modernos procesos industriales, aunque muchos de ellos perduran con características propias empleando nuevas tecnologías y, a veces, en combinación con procesos industriales de fabricación. Los procesos industriales modernos no han eliminado, sin embargo, el trabajo personal especializado. Además, han surgido nuevas especializaciones, con frecuencia unidas a tecnologías innovadoras, que resultan indispensables en nuestros días. Pensemos, por ejemplo, en técnicos especializados en automoción, electrónica, informática y telecomunicaciones. Han surgido también nuevas necesidades en la sociedad derivadas del desarrollo del sector servicios, del cuidado de enfermos y ancianos, o del mantenimiento y desarrollo de nuevas tecnologías, todas las cuales demandan trabajo especializado. Diversos autores han señalado distintos aspectos que configuran lo que llamamos profesión. Según Todolí, el sentido actual de la profesión lleva implícitas las ideas de permanencia durante largo tiempo, de retribución para ganarse la vida y de que se trate de un trabajo duradero, pero lo que parece más genuino es el carácter personal y social de la profesión. El carácter personal está implícito en la profesión por cuanto supone ejercitar la personalidad y, en último término, la libertad. El carácter social radica en que la profesión se desarrolla en una sociedad organizada, con múltiples especializaciones, y en beneficio de la sociedad. Subraya también la importancia de ejercer la profesión uniéndola con conceptos como vocación, idoneidad, trabajo en favor del bien común y espíritu de servicio³. Peinador, de modo más filosófico, define la profesión como “la aplicación ordenada y racional de la parte de la actividad del hombre al conseguimiento de cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales de la vida humana”⁴. Otros autores tienen una visión más estrecha de la profesión, que solo incluye algunas de estas características, al reducir las profesiones a ocupaciones con ciertos rasgos como poseer un código de conducta, servir a un ideal, requerir una educación especializada, pericia en su especialidad y cierto control sobre quienes forman parte de la profesión⁵. Recogiendo y ampliando estas aportaciones, cabría señalar tres características generales de toda profesión: Ejercicio permanente de una actividad laboral duradera, reconocida públicamente y con cierta utilidad social. El término ‘profesional’ procede de ‘profesar’, que significa justamente “dado a conocer a la sociedad”. El trabajo profesional se distingue de la actividad ejercida por afición y también del trabajo amateur, de quien cultiva un arte y oficio –también un deporte– sin ser un profesional, es decir, sin tener un reconocimiento público o no estar obligado por las regulaciones que suelen ir asociadas a las profesiones. Expectativa social sobre idoneidad para el trabajo a realizar y que será ejecutado con responsabilidad y sentido de compromiso. La sociedad tiene gran necesidad de profesionales competentes y con voluntad de servicio en muchísimas áreas; los reconoce, les exige la debida preparación e idoneidad, y también que lleven a cabo su tarea con responsabilidad y compromiso. La idoneidad profesional exige formación y ser experto en algún ámbito de actividad. Por ello, la idea de profesión suele ir unidad a cierta especialización. Recepción de una remuneración razonable por el trabajo efectuado. De ordinario, el trabajo es el modo concreto del profesional de ganarse la vida y sacar adelante la propia familia. La remuneración por el trabajo, ya sea realizado por cuenta propia o ajena, lo distingue también de la actividad de aficionado o amateur. A tenor de estas características, podría definirse en pocas palabras al profesional como una persona reconocida públicamente como alguien que trabaja con sentido de responsabilidad en alguna actividad útil para la cual está preparado y por la cual merece una remuneración. La capacidad para una profesión y su ejercicio responsable se expresa con el concepto de profesionalidad. La profesionalidad lleva a trabajar bien y con sentido de responsabilidad, lo cual exige preparación y voluntad de actualización, perfeccionando la capacidad profesional a lo largo de toda la vida. Trabajar bien consiste en lograr un resultado final satisfactorio tanto por la calidad como por las expectativas del cliente o persona receptora del trabajo. Trabajar con sentido de responsabilidad es ser consciente del valor de lo que se realiza y asumir las consecuencias de la actividad profesional. Incluye ser consciente de que con tal actividad se presta un servicio directo a personas que reciben los beneficios de la actividad profesional. Además, en no pocas ocasiones el profesional facilita el trabajo de otros profesionales y estos, a su vez, sirven a otras personas. De este modo, el trabajo realizado con profesionalidad contribuye al bien de toda la sociedad. COMPETENCIAS PROFESIONALES Y GENERACIÓN DE CONFIANZA Las capacidades para trabajar con profesionalidad suelen denominarse “competencias profesionales”. Estas competencias permiten al profesional llevar a cabo correctamente las tareas encomendadas. Las competencias profesionales incluyen conocimientos teóricos, habilidades prácticas, buen carácter y capacidad para manejar situaciones problemáticas. En definitiva, son capacidades para trabajar bien, de un modo eficiente y con calidad humana y sentido de responsabilidad. Las diversas competencias pueden agruparse en tres grandes tipos o grupos (Tabla 1.1.): Competencias técnicas. Están relacionadas con conocimientos y experiencia adquirida en la formación y la práctica de la profesión que proporcionan habilidades de tipo técnico. Se logran de diversos modos: en escuelas profesionales, en cursos de capacitación o seminarios de especialización, aprendiendo de profesionales experimentados, trabajando con otros, y con el propio trabajo, reflexionando sobre él y aprendiendo de los errores. Competencias emprendedoras. Son competencias no estrictamente técnicas relacionadas con la capacidad de afrontar nuevas situaciones problemáticas o retos profesionales valiosos con imaginación, creatividad, determinación y espíritu emprendedor. Incluyen buscar y elegir un lugar para trabajar, tomar decisiones creativas, innovando, y, sobre todo, involucrándose en algún emprendimiento, iniciando un negocio o una empresa. Competencias de carácter. Este tercer tipo de competencias están vinculadas a la personalidad y, más concretamente, con las buenas disposiciones permanentes o hábitos del carácter, llamadas virtudes, que facilitan un buen comportamiento. Las virtudes del carácter ayudan al profesional a tratar a las personas con las que se relaciona como corresponde a su dignidad. Así, la justicia lleva a dar a cada uno lo que le corresponde, la veracidad empuja a ser veraz en las palabras y los hechos, la lealtad a cumplir los legítimos compromisos, etc. Como veremos en el Capítulo 3, también hay virtudes, como el coraje o la moderación, que proporcionan autodominio para actuar debidamente. TABLA 1.1. TIPOS DE COMPETENCIAS EN LA ACTIVIDAD PROFESIONAL TIPOS DE COMPETENCIAS DESCRIPCIÓN Competencias técnicas Conocimientos técnicos y habilidades que capacitan pa Competencias emprendedoras Capacidad para afrontar problemas no técnicos con ima Competencias de carácter Buenas disposiciones permanentes que facilitan un bue La relevancia de las competencias del carácter, como veremos, se relacionan con la ética y se ponen continuamente de manifiesto en el ejercicio de la profesión. Pongamos un ejemplo. Cuando alguien acude a un profesional de reparación de automóviles, espera en primer lugar que sepa hacer bien su trabajo porque tiene competencias técnicas para hacerlo, pero también confía en su honradez. Si el profesional recomienda cambiar algún elemento como la batería, o le sugiere hacer un determinado mantenimiento, se espera de él que diga la verdad: si tal recomendación es realmente necesaria y no un pretexto para cobrarle más. El cliente también tiene la expectativa de que el profesional cumpla lo acordado, en términos de precio y plazo de entrega del automóvil reparado. Si, además de todo ello, el profesional trata al cliente con cortesía y espíritu de servicio, este seguramente saldrá muy satisfecho. Como anotación final, digamos que el carácter moral actúa sobre las tendencias innatas de comportamiento incluidas en lo que denominamos temperamento⁷. El carácter, que se va forjando a lo largo de la vida, modera –puliéndolas o amplificándolas– las tendencias espontáneas del temperamento. Temperamento y carácter dan lugar a la personalidad propia de cada persona. El comportamiento ético se relaciona con la confianza y la confianza es esencial para la continuidad de la actividad profesional. Deriva de percibir que el profesional trabaja bien y con sentido de responsabilidad, lo cual es favorecido por sus capacidades técnicas y por sus virtudes del carácter, como las recién citadas: veracidad, justicia, cortesía y espíritu de servicio. Cuando el cliente percibe que el profesional ha realizado bien su trabajo, con calidad técnica y honradez, y lo ha tratado bien, muy probablemente deseará volver cuando lo necesite o recomendará aquel profesional a amigos y conocidos. En realidad, la confianza no solo es importante para mantener clientes; es también importante para mantener relaciones de cooperación entre compañeros de trabajo, proveedores y otras personas que facilitan el trabajo profesional, y para dirigir empresas⁸. EXPERIENCIA MORAL Y ÉTICA PROFESIONAL La ética tiene sus raíces en la capacidad humana de discernimiento moral, expresado en la experiencia interior de distinguir entre el bien y el mal, al menos en aspectos muy básicos. Nadie en sus cabales diría, por ejemplo, que calumniar a alguien por odio o para obtener algún beneficio está bien, o que no sea reprobable complacerse torturando a un niño. Pero esta capacidad de discernimiento moral se puede desarrollar y educar y, de hecho, algunas personas la tienen más desarrollada que otras. La ética se ocupa precisamente de orientar el desarrollo del discernimiento moral para dilucidar la moralidad de situaciones menos evidentes. La ética contribuye, sobre todo, a actuar bien para desarrollar virtudes. La misma palabra ‘ética’ alude a ello: viene del griego ethicos, que significa “perteneciente al carácter y con especial referencia al carácter moral”. Así pues, al hablar de virtudes del carácter, en realidad estamos hablando de ética o, por lo menos, de un aspecto fundamental de la ética. La capacidad de discernimiento moral es una capacidad típicamente humana. El lenguaje pone de relieve la experiencia interior del sentido moral humano a través de muchas expresiones. Así, por ejemplo, se oye decir: “esto es injusto” o “no hay derecho a que me hagan eso”, “ha actuado mal”, “es su deber”, “me arrepiento de haber actuado así”, “es una persona muy egoísta”, “es alguien muy responsable”, “cuánta maldad hay en su comportamiento”. Podríamos continuar, pero lo dicho parece suficiente para poner de relieve la existencia de un sentido moral como expresión de bien y mal, de lo moralmente correcto o incorrecto, y también como valoración de cualidades personales como virtuosas, o todo lo contrario. Un aspecto de la experiencia moral tiene lugar al tratar con personas, pues ahí se descubre que son seres semejantes a uno mismo, de donde surge una exigencia interior que empuja a tratarlas como a uno le gustaría ser tratado, si estuviera en su lugar. Esta constatación se ha plasmado en la llamada “regla de oro”, una de cuyas formulaciones es precisamente esta: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti si estuvieras en su lugar”. La regla de oro, de uno u otro modo, aparece en todas las tradiciones religiosas y sapienciales del mundo. Esto demuestra cierto sentido ético común ampliamente compartido. La ética tiene como punto de partida la experiencia moral y se propone sistematizar la moralidad, ayudando a descubrir aquello que nos lleva a florecer o a desarrollarnos como seres humanos. Así pues, la ética orienta nuestros actos para que llevemos una vida humanamente lograda y, con ello, favorece la excelencia o florecimiento humano. La ética se ocupa de los bienes que integran la vida lograda, analiza las virtudes que lo hacen posible y propone principios universales, normas concretas y criterios para orientar un buen comportamiento (volveremos sobre ello en el Capítulo 3). Es importante destacar que la ética es inherente a toda la vida humana consciente y libre, una de cuyas manifestaciones es la actividad profesional. Puede, pues, afirmarse que en toda actividad profesional hay una dimensión ética, que se puede ignorar pero no eliminar. Más aún, la ética está en el núcleo de toda actividad profesional, ya que tal actividad la realizan personas y va dirigida a personas que pueden ser tratadas bien o mal. Así, la ética profesional no es una ética distinta de la que se ocupa de la vida humana en su conjunto, pero en sus proposiciones considera las características propias de la profesión, reflexiona sobre qué es una acción buena, orienta el modo de vivir las virtudes en el campo profesional y desarrolla normas y criterios a partir de principios éticos generales. El objetivo de la ética profesional es sistematizar la experiencia moral que tenemos como humanos, ayudando a descubrir verdaderos bienes, analizando virtudes y proponiendo principios, normas y criterios para orientar un buen comportamiento en el ámbito profesional. VIRTUDES Y DEBERES EN ÉTICA PROFESIONAL Los filósofos griegos Sócrates, Platón y Aristóteles, cinco siglos antes de nuestra era, iniciaron la reflexión sobre la vida moral y descubrieron la posibilidad de desarrollar capacidades, que llamaron virtudes, que facilitan obrar bien y conducen a una vida lograda y feliz. Su planteamiento distaba de ver la ética como un conjunto de reglas a aplicar para decir si algo está bien o está mal, como ocurre con ciertos planteamientos actuales. Puede afirmarse que su ética era una ética de virtudes. Más antigua que esta reflexión es la ética proporcionada por las religiones y tradiciones sapienciales. Todas ellas incluyen normas éticas para la conducta y señalan virtudes a practicar. Recodemos, por ejemplo, los Diez Mandamientos y las virtudes predicadas por los profetas en Israel, como la justicia, la veracidad, la fidelidad y la misericordia. La ética cristiana asume mandamientos y virtudes del Antiguo Testamento y las amplía¹ , aunque en realidad más que presentar preceptos y virtudes, propone a Jesucristo como modelo de conducta a imitar, particularmente en el amor a Dios y al prójimo. La Iglesia da continuidad a las enseñanzas de Cristo al tiempo que presta atención a las necesidades de los tiempos, incluyendo cuestiones ético-sociales, desde el Papa León XIII en 1891¹¹, así como aspectos de ética profesional. La sabiduría oriental, como la incluida en el hinduismo, el confucionismo y el budismo, incluye también valores, normas éticas y virtudes a practicar que abarcan toda la vida y, por ello, también actividades relativas al trabajo y al comercio. En la Edad Media, Tomás de Aquino desarrolló una ética que aunaba la tradición judeo-cristiana y la ética de Aristóteles, dando lugar a una ética de virtudes y preceptos con gran influencia en los siglos posteriores. Vino después una época en la que los filósofos redujeron la función de la ética a proporcionar un conjunto de normas, en forma de deberes, ignorando casi por completo las virtudes. Este planteamiento llegó a ser dominante en el siglo XIX. La ética era, ante todo, deontología, un término con la raíz deon, que en griego significa “deber”. Este enfoque tuvo gran influencia en la ética de las profesiones emergentes; tanto es así que durante mucho tiempo se habló de deontología profesional y no de ética profesional. La deontología profesional se ocupa de proporcionar un listado de deberes inherentes a la profesión prohibiendo determinadas acciones (engaños, fraudes, sobornos, etc.) o prescribiendo otras (guardar el secreto profesional, denunciar comportamientos impropios, por ejemplo). Desde esta perspectiva, la ética está enfocada a evaluar la aceptabilidad o no de acciones profesionales de acuerdo con los códigos de conducta y a resolver dilemas frecuentes en la vida profesional. Todavía hoy perdura cierta concepción de la ética profesional limitada a señalar deberes. Más aún, hay gremios profesionales que establecen códigos de conducta o reglamentos que determinan deberes específicos para cada profesión. Suelen ser códigos razonables que tienen cierta utilidad pero, como veremos en la sección siguiente, tienen serias limitaciones. Desde el último tercio de siglo XX se ha recuperado la importancia de las virtudes en la vida profesional más allá de una ética solo de normas¹². Es un enfoque que enfatiza las virtudes y actuar bien en el conjunto de la vida profesional, pero no olvida los deberes éticos profesionales, que hay acciones prohibidas y la necesidad de resolver dilemas cuando se presentan. La ética profesional no se reduce, pues, a un listado de deberes. Tienen un sentido más amplio y se ocupa de todo lo relativo a actuar bien y de las virtudes que contribuyen a ello. CÓDIGOS DE CONDUCTA PROFESIONAL Los códigos de conducta profesional antes citados contienen un conjunto de principios y reglas que especifican lo que se espera que el profesional considere al tomar decisiones. Los códigos de conducta profesional son útiles, al menos por dos motivos: Proporcionan una guía sobre lo correcto o incorrecto que orienta las acciones en profesionales con poca formación ética o en situaciones en las que pueden dudar de cómo actuar bien. Introducen cierta presión para actuar bien ante compañeros de profesión o, en su caso, de la dirección de la asociación profesional que los haya establecido. A pesar de estos beneficios, los códigos de conducta distan de ser un “compendio” de ética profesional y pueden ser criticados por varias razones: Introducen una concepción “mecanicista” de la ética. Más que preguntarse si una acción está bien o mal, la cuestión es saber si está o no permitida por el código de conducta. Aunque algunos valores o principios éticos pueden reconocerse fácilmente en la mayoría de los códigos de conducta, en la práctica, las reglas a menudo se aplican sin presentar atención a su fundamento ético. Los códigos se limitan a reglas para casos frecuentes. Sin embargo, existen situaciones particulares en la práctica en las que las normas rígidas se quedan cortas y surge la duda de si el mejor comportamiento ético es siempre seguir las reglas establecidas. Por otra parte, la vida profesional es muy rica en circunstancias específicas que pueden quedar excluidas del código. Los códigos llevan a una visión legalista de la ética. Con frecuencia repiten o amplían preceptos legales, lo cual puede llevar a confundir la ética con un conjunto de reglas, o regulaciones, mientras que la ética es mucho más que normas externas. La conciencia personal apela a descubrir si algo está bien o mal y no solo preguntarse si es legal o está permitido por un determinado código. Los códigos ignoran el papel de las virtudes en la vida humana. Reducir la formación ética a conocer y saber aplicar códigos es ignorar la fuerza interior de cada persona para actuar bien: las virtudes, que proporcionan disposiciones estables para un buen comportamiento. La efectividad de los códigos es también cuestionable. En este punto entra en juego la motivación para actuar bien. La presión de los compañeros o de alguna asociación profesional puede resultar insuficiente. Las deficiencias de una ética reducida a códigos de conducta sugiere la necesidad de recuperar la idea primitiva de ética como algo relativo al carácter moral y el papel central de las virtudes. Aun reconociendo la importancia de los códigos profesionales, que tipifican situaciones frecuentes en cada profesión, conviene insistir en que toda actividad profesional tiene una dimensión ética porque, de una u otra forma, siempre afecta a personas, a quienes se sirve o se perjudica. EJERCICIOS 1. Explica con tus propias palabras qué significa ser profesional y tener profesionalidad. 2. Considerando una actividad concreta en tu campo de especialización profesional, indica aspectos técnicos y éticos inherentes a ella. 3. ¿Por qué son importantes las virtudes del carácter en un buen profesional? 4. Pon ejemplos de los diversos tipos de competencias en tu profesión. 5. Indica alguna situación en tu ámbito profesional en la que se podría aplicar “la regla de oro”. 6. ¿Qué diferencia hay entre experiencia moral y ética? 7. ¿Cómo definirías el concepto de “ética” y el de “ética profesional”? ¿Cómo se relacionan? 8. ¿Por qué todo trabajo profesional tiene una dimensión ética? 9. ¿Qué diferencia hay entre “ética profesional” y “deontología profesional”? 10. ¿Por qué cabe afirmar que la ética es algo más que un conjunto de normas? 11. ¿Cuáles son las ventajas y las limitaciones de los códigos de conducta profesional? 12. Un aforismo medieval afirma: “Quien quiere llegar alto, que aprenda a servir”. ¿Tiene sentido aplicado a la vida profesional? 2En este caso, y en todos los demás que se proponen en esta obra, todos los nombres son ficticios, salvo que se diga lo contario. 3J. Todolí, Principios generales de moral profesional, en J. Todolí et al., Moral profesional. Madrid: Instituto “Luis Vives” de Filosofía, C.S.I.C., 1954, pp. 5-8. 4A. Peinador, Tratado de moral profesional. Madrid: BAC, 1962. 5T. Airaksinen, Professional ethics, en R. Chadwick (Ed.), Encyclopedia of Applied Ethics. San Diego: Academic Press, 1998, pp. 671-682. 6En otro lugar me he referido a estas competencias llamándolas “competencias morales”, un conjunto de virtudes que dan lugar a estas competencias entre directivos empresariales: D. Melé, Ética en dirección de empresas. Calidad humana para una buena dirección. Madrid: Pearson, 2015, pp. 165ss. 7A. Havard, Del temperamento al carácter - Cómo convertirse en un líder virtuoso. Pamplona: Eunsa, 2019. 8Véase D. Melé, Ética en dirección de empresas. Calidad humana para una buena dirección. Madrid: Pearson, 2015, pp. 17-25. 9También en la tradición cristiana. Jesús habla de ella, dándole una gran importancia, al afirmar: “Todo lo que queréis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” ( Mt 7, 12). 10 Así lo afirma Jesús: “No piensen que vine para abolir la ley o los profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” ( Mt 5, 17). 11 Con la Carta encíclica ‘ Rerum novarum ’, León XIII afrontó un conjunto de problemas ético-sociales generados con la Primera Revolución Industrial. También Pío XII, a mediados del siglo XX, se refirió a un buen número de cuestiones de ética profesional (véase F. del Valle, Diccionario de moral profesional según los documentos pontificios. Madrid: Compañía Bibliográfica Española, 1962). Los papas siguientes han continuado desarrollando estas enseñanzas. 12 Ha contribuido enormemente a ello A. MacIntyre con su obra Tras la virtud (Barcelona: Crítica, 1987). El original After Vitue es de 1981, con modificaciones en la 2ª edición de 1984. CAPÍTULO 2 EL TRABAJO PROFESIONAL EN EL DESARROLLO PERSONAL El trabajo reviste dignidad y encierra diversos significados sobre los que conviene reflexionar. Por otra parte, el trabajo se inserta en la vida personal y se relaciona con la vocación humana a crecer y desarrollarse como persona. Mediante el trabajo se adquieren y perfeccionan capacidades técnicas. Pero no solo eso. Con el trabajo se puede servir a los demás y, de este modo, contribuir al desarrollo humano personal. Esto exige trabajar buscando el bien de los demás y no solo el éxito por lo realizado al trabajar. CASO INTRODUCTORIO: LA DECISIÓN DE VICENTE Aquella noche de noviembre, Vicente Sastre había llegado a su casa con una gran noticia. Por fin sería promovido, aunque tendría que cambiar de ciudad. Para sorpresa de Vicente, la reacción de Maribel, su esposa, no fue la que esperaba. Antecedentes Vicente Sastre había nacido en un pequeño pueblo próximo a Valencia, España, donde realizó los estudios primarios y secundarios. Después cursó formación profesional en Química y Farmacia. Una vez graduado, pasó a formar parte de una importante empresa farmacéutica multinacional como vendedor-técnico, donde amplió su formación en ventas. Tras dos años de trabajo en Valencia, Vicente fue trasladado a Murcia, una ciudad del sureste de España. Antes de trasladarse a Murcia, contrajo matrimonio con Maribel, su novia de toda la vida. Maribel había cursado Magisterio y su ilusión era dedicarse a la docencia infantil. Tras dos años de actividad en Murcia, fue traslado a petición propia a Alicante, donde había un mercado más amplio. Seguirían en la costa de Levante español, que tanto les gustaba, al tiempo que mejorarían sus ingresos familiares. De nuevo, un año después y por idénticas razones, Vicente, con toda su familia, se trasladó a Cataluña. Ahora su trabajo consistía en asesorar a distribuidores y apoyar las ventas de los productos en la zona que tenía asignada, que cubría la totalidad del área catalana. A Maribel no le gustaban tantos cambios de residencia, pero quería a su marido y trataba de adaptarse a los cambios. Una vez trasladados a Cataluña, se afincaron en una urbanización situada en una pequeña y agradable población, a unos quince kilómetros de Tarragona. Con el tiempo, la familia creció y tuvieron tres hijos que ahora tenían respectivamente 12, 9 y 5 años de edad. Las mayores eran dos niñas, Amparo y Josefina, que cursaban con aprovechamiento la enseñanza primaria en un prestigioso colegio situado en las afueras de Tarragona. Vicente y Maribel compartían el ideario de este centro educativo, que incluía valores cristianos, educación personalizada y diferenciada, tutorías y gran calidad docente. El hijo pequeño se llamaba Carlos y acudía a un parvulario próximo a la casa de la familia Sastre. Hacía un año que Maribel había conseguido ser contratada como maestra en el colegio donde acudían sus hijas. Maribel estaba muy a gusto en aquel lugar, aunque no daba abasto en cuidar de su familia y atender sus obligaciones docentes. Aunque Vicente tenía que viajar mucho, y con frecuencia no dormía en casa o llegaba muy tarde, al menos había consolidado su situación profesional y tenía un lugar de residencia estable. Se encontraba a gusto con su trabajo y se ganaba bien la vida. Al propio tiempo, Maribel estaba encantada con su trabajo en el colegio, que era compatible con una adecuada dedicación a su familia. Además, había hecho varias amigas que también tenían a sus hijas en aquel colegio. A lo largo de los años, Vicente demostró ser un magnifico profesional de ventas. Su esfuerzo continuado le hizo acreedor del premio al mejor técnico comercial de la compañía durante varias campañas. Este premio consistía en un bono que, como él decía, “es más de lo que gano al mes; es una paga superextra”. La familia Sastre estaba unida, pero Vicente se daba cuenta de que sus ausencias del hogar y las largas jornadas de trabajo originaban ciertas tensiones con Maribel. La buena reputación de Vicente como vendedor y los premios conseguidos no hacían del todo feliz a su esposa. Alguna vez Maribel le había comentado: “Preferiría menos premios y que te dedicaras más a tu familia y a tus hijos”. Expresiones como estas disgustaban a Vicente, quien reconocía que su trabajo era absorbente, pero “el trabajo es para que toda la familia pueda tener más calidad de vida. Además, los fines de semana ya estoy con vosotros”. Una oportunidad de promoción Desde hacía seis años, la empresa de Vicente crecía de forma importante siguiendo el desarrollo del sector farmacéutico. Lo hizo incluso a un ritmo superior. Este crecimiento motivó diversas reestructuraciones en la oficina central en Madrid, incluyendo la creación de nuevos puestos de trabajo en el departamento de marketing. Vicente vio en estos cambios una posibilidad de promoción. Tenía 39 años y llevaba 15 en la misma empresa, siempre de agente comercial. De seguir en Cataluña, tenía expectativas de llegar a ser jefe regional. Sin embargo, esta posibilidad era muy lejana, ya que su jefe tenía solo 43 años y parecía muy consolidado en su puesto. La única opción era acceder a uno de los nuevos puestos creados en la oficina central en Madrid. En un encuentro informal entre Vicente y Ramón Serra, su actual jefe regional, salió el tema de esos nuevos puestos. Vicente le comentó que le haría mucha ilusión ocupar alguno de ellos. Ramón se quedó sorprendido. Era poco habitual que un veterano y eficiente vendedor de provincias, que entre salario fijo y comisiones obtenía unos elevados ingresos, mostrase deseos de pasar a Madrid, donde probablemente no ganaría más y tendría un tipo de trabajo relativamente distinto, menos dinámico. Vicente argumentó que era capaz de superarse a sí mismo y ahora tenía su gran oportunidad; lo de ganar más era cuestión de tiempo. Finalmente, el jefe regional prometió a Vicente que haría lo que pudiera para que lograse sus deseos. Al poco tiempo, Vicente era llamado a Madrid para entrevistarse con el director comercial para España de la multinacional donde trabajaba. En la reunión le ofrecieron ser jefe de producto para España de una línea que se pretendía reforzar y desarrollar a la vista de la nueva situación del mercado. Vicente, sin pensárselo dos veces, respondió afirmativamente a la propuesta. Cuando Vicente llegó a casa los niños ya se habían acostado. Volvía tan contento que nada más entrar no pudo contenerse y contó todo a Maribel: - “Me han ofrecido un puesto fantástico. Por fin llegó la oportunidad de promocionar. Aquí nunca llegaría muy lejos. Ocuparé un cargo importante y con enorme proyección futura en la compañía. Veo que consideran mi valía. No solo me tienen por un buen técnico comercial, sino que confían en mí para una actividad de mucha envergadura. Ahora, voy a ser jefe de producto y después… quién sabe hasta dónde llegaré. Además, se han comprometido a proporcionarme una ayuda económica para el cambio de vivienda y, si hace falta, me concederán crédito a bajo interés con el mismo fin. Venderemos la casa que tenemos aquí y compraremos otra en Madrid. De momento no podrá ser un barrio muy elegante, pues la vivienda está muy cara en la capital, pero todo llegará. También van a pagarme clases de inglés, pues a partir de ahora lo voy a necesitar para comunicarme con la división para Europa, que tiene su sede en Londres”. Vicente siguió hablando con gran entusiasmo durante largo tiempo sin que Maribel abriera la boca. - “Quieren que empiece el primero de año –concluyó Vicente–, pero vosotros de momento no tendréis que trasladaros. Así los niños acabarán el curso en su colegio. Entre tanto, yo buscaré un pequeño apartamento y vendré todos los fines de semana; con el puente aéreo Madrid-Barcelona será fácil. La empresa también se hará cargo de estos viajes. En verano venderemos la casa y nos trasladaremos todos a Madrid”. En el rostro de Maribel se adivinaba que no compartía en absoluto el entusiasmo de su esposo. Solo después de mucho hablar, Vicente pareció darse cuenta del desagrado de Maribel: - “¿No te alegras de esta noticia?”, le preguntó. Maribel escuetamente respondió: - “¿Y qué se nos ha perdido en Madrid?”. Cuestiones: Analiza el comportamiento profesional y familiar de Vicente. ¿Por qué Vicente valora tanto su profesión? Y ¿por qué a su esposa Maribel no le hace ninguna gracia? ¿Qué reflexiones podrían hacerse a Vicente? ¿Qué le recomendarías? DIGNIDAD DEL TRABAJO El trabajo profesional, realizado por cuenta propia, en colaboración con otros profesionales o trabajando para alguna empresa o firma de servicio, es el medio ordinario para ganarse la vida. Exige esfuerzo y con frecuencia encierra penalidades. Pero supondría una visión muy pobre ver el trabajo únicamente como una penalidad irremediable o como un simple medio para ganarse la vida, sin descubrir otros significados profundos que encierra¹³. El trabajo permite ejercitar los propios talentos y plasmarlos en algo valioso que, a menudo, lleva la huella de quien lo ha realizado. El trabajo potencia nuestras capacidades y permite que crezcamos como profesionales y como personas. El trabajo permite sacar adelante la familia, contribuye al progreso personal y al del propio país. Con el trabajo no solo se produce algo, con el trabajo se presta un servicio a personas concretas y de algún modo repercute en toda la sociedad: el trabajo contribuye al bien común, es decir, al bien de toda la comunidad. Mediante el trabajo los profesionales conocen y se relacionan con otras personas, empezando por sus compañeros de profesión y siguiendo con clientes y proveedores. A través del trabajo se suelen crear vínculos que expresan compañerismo, y hasta afecto y amistad, con quienes se colabora o se participa de una misma actividad laboral. El trabajo hace posible, además, desarrollar nuevos conocimientos o crear nuevas técnicas. Ciertamente, el trabajo con frecuencia es fuente de inquietudes y cansancio, pero también es verdad que el trabajo puede ser fuente de satisfacción por la tarea realizada, el servicio prestado o simplemente por brindar la oportunidad de hacer algo que gusta hacerlo. Todo ello nos hace intuir que el trabajo encierra dignidad. Sin embargo, en la consideración social del trabajo tal dignidad no siempre es suficientemente resaltada. Es frecuente ver el trabajo exclusivamente en su valor utilitario: como fuente de remuneración, beneficio económico, prestigio o poder. Algunas ideologías enfatizan tanto el valor económico del trabajo que llegan a identificarlo con una mercancía que se vende por un salario. Otras ven el trabajo como una fuente anónima de producción, esto es, como un factor económico para crear riqueza, sin más. En este sentido se habla de la “fuerza laboral” o de “mano de obra”. Estas visiones no aciertan a descubrir que el trabajo, por ser prolongación de la persona, participa de su dignidad y por ello puede afirmarse que el trabajo tiene dignidad. Es claro que el trabajo merece un salario y que es una fuerza productiva, pero si el trabajo tiene dignidad, es incorrecto considerarlo como mera mercancía o como simple fuerza laboral para fines productivos. El trabajo es ante todo una prestación personal, actividad de una persona, consciente y libre, que merece todo respeto y consideración. La fuente de la dignidad del trabajo hay que buscarla, pues, en la persona que trabaja y no en el valor económico de lo producido ni en la admiración social de la tarea realizada. La dignidad del trabajo deriva de quien lo realiza: una persona, es decir, alguien dotado de dignidad. Y si la dignidad del trabajo depende de la persona del trabajador, es necesario afirmar que todos los trabajos honrados están revestidos de idéntica dignidad y, de algún modo, sirven al bien común. No tiene pues sentido minusvalorar ningún trabajo honrado. Por otra parte, el trabajo es actividad de toda la persona, no solo de las manos, ni solo del intelecto. Si bien es cierto que en algunas profesiones el aspecto corporal es más evidente, y así se habla de trabajos manuales, en realidad mente y cuerpo concurren en el trabajo. También los trabajos aparentemente más intelectuales tienen algo de manual, como la escritura, el uso del ordenador u otros medios tecnológicos para expresar ideas y comunicarse. Los trabajos manuales exigen también cierta reflexión. Todo trabajo es, pues, manual e intelectual a la vez. En rigor, tampoco hay trabajos puramente directivos y otros estrictamente operativos. Los trabajos profesionales que conllevan dirección o liderazgo de personas tienen algo de operativo, y los trabajos llamados operativos no suelen reducirse a mera ejecución mecánica de órdenes recibidas. En ellos hay que poner la cabeza e incluso el corazón, entendido como símbolo de sentimientos afectivos. VOCACIÓN PROFESIONAL Y SIGNIFICADOS DEL TRABAJO La vocación es un término que deriva del verbo latino vocare, que significa “llamar”. Denota un llamado a seguir un determinado camino y tiene sentido aplicarlo a la profesión. En la base de la vocación profesional está descubrir en qué se siente uno inclinado a trabajar de modo estable y dedicar a ello largos años de su vida. Entraña sentir atracción para una profesión, pero no solo eso: es necesario tener condiciones personales para desarrollarla. Unas condiciones que se potenciarán con una adecuada formación y con el propio ejercicio profesional. Se trata, en definitiva, de tener una actitud favorable hacia una profesión y aptitud para ejercerla. En ocasiones la vocación profesional aparece con claridad en edades tempranas, mientras que otras veces se va descubriendo y consolidando con el paso del tiempo, con frecuencia estando en contacto con profesionales que de algún modo se toman como referencia. La vocación profesional puede requerir cierto tiempo de prueba en el estudio o práctica de una profesión o incluso cambiar si se descubre que no se ha acertado. Un buen consejo puede ayudar a descubrir la vocación profesional. Pueden ayudar también pruebas psicotécnicas que revelen aptitudes. La vocación profesional da un sentido de misión o tarea a desempeñar en la vida, al tiempo que da sentido al trabajo que se realiza. La vocación y misión profesional no es lo único que proporciona significado al trabajo, pero es de gran relevancia. Trabajar con significado facilita el trabajo profesional. Los significados que pueden descubrirse en el trabajo van más allá de la producción realizada. Es conocida una anécdota de la época de las catedrales. Alguien preguntó a tres picapedreros distintos qué hacían. El primero respondió: “Ya puede verlo, aquí todo el día picando piedra”. El segundo, que en realidad realizaba la misma tarea, contestó. “Estoy haciendo un pilar de una columna, que es de gran importancia”. Un tercero, con una visión todavía más amplia, dio como respuesta: “Mire usted, puede parecerle que lo que hago es insignificante, pero, junto con otros, estoy construyendo una catedral”. Un profesional con amplitud de miras contempla su trabajo como algo magnánimo porque está contribuyendo a algo grande. Se dará también cuenta del valor ejemplarizante del trabajo cuando se trabaja con profesionalidad. El trabajo bien hecho es estimulante para los compañeros y, en su caso, también para sus hijos. La espiritualidad cristiana abre nuevos horizontes al trabajo. Primero, presentándolo como cooperación a la obra de la Creación: Dios da la tierra a los hombres para que la cuiden y la cultiven, con su trabajo. Segundo, con el trabajo se imita a Cristo, que trabajó, y se une a su obra Redentora. Finalmente, movido por la gracia del Espíritu Santo, trabajando bien y ofreciéndolo a Dios, el trabajo santifica a quien lo realiza¹⁴. Más abajo profundizaremos en el trabajo como medio de realización humana y de crecimiento personal, pero antes introduciremos una relevante distinción propuesta por Juan Pablo II¹⁵ entre las dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo. DIMENSIONES OBJETIVA Y SUBJETIVA DEL TRABAJO PROFESIONAL Al trabajar se utilizan medios tecnológicos y se obtienen productos con cierto impacto en personas y medio ambiente. La dimensión objetiva del trabajo profesional se refiere a todo lo externo a la persona que trabaja; en concreto, los equipos, técnicas e instrumentos utilizados al trabajar y aquello que es producido como resultado del trabajar, incluyendo también el impacto del trabajo en el medio ambiente. Dentro de la dimensión objetiva del trabajo cabe valorar: Los medios tecnológicos. Incluyen la tecnología, la maquinaria y los equipos utilizados que influyen en el modo trabajar y en su eficacia para conseguir los resultados requeridos y en la eficiencia o efectividad lograda. Los productos obtenidos. Pueden ser bienes tangibles o servicios prestados con un determinado valor económico. Impacto en personas y entorno social. Según el tipo de trabajo de que se trate, su impacto humano y social puede ser muy grande o ser casi imperceptible. Impacto ecológico. El trabajo realizado seguramente tendrá algún impacto sobre el entorno natural. La consideración del impacto ecológico exige considerar los recursos consumidos, los residuos generados, la posible contaminación y otros efectos sobre el medioambiente. La dimensión subjetiva se refiere al sujeto del trabajo, es decir, la persona del trabajador. Pone de relieve que el trabajo no solo es producción, sino también actividad personal. Esto lleva a considerar los efectos del trabajo en el trabajador y la dignidad de la persona, de quien procede el trabajo. Entre los efectos del trabajo sobre el trabajador podemos distinguir tres grupos: efectos psicosomáticos, aprendizajes técnicos y hábitos carácter (Tabla 2.1.). TABLA 2.1. EFECTOS DEL TRABAJO EN EL TRABAJADOR EFECTOS EN EL TRABAJADOR DESCRIPCIÓN Efectos psicosomáticos Incluyen efectos físicos y psicológicos como fat Aprendizajes técnicos Son las habilidades, destrezas y modo de hacer Hábitos de carácter Son las disposiciones estables del carácter que, En ética nos fijamos especialmente en los hábitos del carácter, y concretamente en las virtudes, que se adquieren por el trabajo y otras actividades. Ya nos hemos referido a ellas en el capítulo anterior. Así, a medida que uno trabaja con sentido de justicia, buscando dar a cada uno lo que es debido (respetando sus derechos), el sujeto mejora la virtud de la justicia; al actuar diciendo la verdad, se aumenta la virtud de la veracidad; y así sucesivamente en todo lo que podamos descubrir como virtud. Los hábitos de carácter negativos se denominan vicios y se adquieren cuando se trabaja de modo contario a lo exigido por las virtudes; tal es el caso, por ejemplo, de vender mintiendo. Al mentir uno deteriora el hábito bueno de la veracidad y se va haciendo una persona mentirosa. Los hábitos adquiridos repercuten en el trabajo, de tal modo que el carácter moral es verdadera competencia profesional (Capítulo 1). REALIZACIÓN PERSONAL EN EL EJERCICIO PROFESIONAL El trabajo profesional no es algo ajeno a la vida, sino un aspecto de ella. Y la vida no es estática, sino dinámica, como también lo es la vida profesional. Como los demás seres vivos, el ser humano experimenta un crecimiento biológico y, con el tiempo, también una decadencia en sus capacidades biológicas por la vejez o quizá antes por la enfermedad. Sin embargo, el crecimiento o desarrollo humano no solo es biológico, sino que incluye ámbitos que van más allá de lo puramente corporal. El desarrollo afecta a todas las capacidades específicamente humanas. En este sentido hay un desarrollo de capacidades lógicas, éticas y estéticas, así como de habilidades prácticas. Con la actividad profesional se adquieren conocimientos, experiencia y habilidades. Además, con frecuencia se piensa y se reflexiona sobre cómo mejorar las capacidades técnicas que se aplicarán en el futuro. Hay también un desarrollo humano que tiene lugar dentro y fuera del ejercicio profesional. Se refiere a la mejora en el uso de las facultades que son específicamente humanas, en particular la capacidad de descubrir la verdad y de amar aquello que es verdaderamente valioso y expresarlo con voluntad de servicio. El trabajo, debidamente realizado, lleva pues al crecimiento personal tanto en su aspecto técnico como humano. La vida como un todo es una vocación, esto es un llamado interior a crecer en humanidad y florecer como seres humanos. A veces se desoye este llamado y no se mejora; al contrario. Pero esto no significa que el llamado a mejorar esté reservado a unos pocos. Viene con la condición misma de persona. Ser una persona fuertemente egoísta, alcohólica o drogadicta no es una fatalidad sino consecuencia de un conjunto repetido de actos en los cuales se ha desoído el llamado a buscar y a hacer aquello que más conviene para crecer en humanidad. El trabajo para estar plenamente integrado en la vida en su conjunto ha de contribuir a la común vocación humana al desarrollo. El propio trabajo es también una vocación, como hemos visto, que se concreta en una profesión determinada. La vocación profesional ha de integrase en la vocación humana a florecer como personas. Ciertamente, el trabajo no es lo único que nos desarrolla. También contribuye a este desarrollo la amistad sincera, que busca el bien del otro, la vida de familia en la que se construye un proyecto común, y la participación en la vida social con voluntad de servicio. Sin embargo, al trabajo –y en gran medida al trabajo profesional– dedicamos una parte importante de nuestra vida y sería lastimoso despreciarlo. En este contexto se sitúa la idea de realización personal. Realizarse es hacer realidad alguna cosa; es pasar de la posibilidad a la efectividad. Así, por ejemplo, la posibilidad de ser pintor se realiza cuando se pinta y la posibilidad de establecer lazos de amistad se convierte en realidad cuando realmente hay amistad. El ser humano tiene muchas capacidades y, si se dan las condiciones requeridas y sobre todo dependiendo de su voluntad, puede hacerlas realidad. Hablar de realización personal a veces se interpreta como hacer realidad algún deseo profundo que se toma como fin primordial de toda la vida: lo que a uno le gustaría llegar a ser. Sin embargo, eso no siempre coincide con lo que lo realiza plenamente como persona. Así, por ejemplo, alguien puede buscar su realización en tener éxito en la profesión o ganar mucho dinero, pero la vida humana parecer tener fines superiores a estos. La realización personal se logra creciendo como persona, floreciendo en humanidad, es decir, en aquello que es más genuino en el ser humano, lo cual está relacionado con la capacidad humana de conocer y amar. Un buen ejercicio de la libertad personal es clave para el crecimiento humano personal. La libertad no solo consiste en la capacidad de elegir, sino también, y sobre todo, en la capacidad para decidir actuar bien o mal. Con esta autodeterminación a actuar de un modo u otro, la persona puede mejorar o puede degradarse en humanidad. Dicho de otro modo, una persona puede buscar sinceramente el sentido de la vida y orientarla coherentemente o, por el contrario, puede desenvolverse siguiendo sus cambiantes deseos y gustos sin ninguna brújula que oriente su vida. Una libertad madura requiere deliberar sobre aquello que es más conveniente para la propia vida más allá de lo que se apetece en cada momento. De tal deliberación depende que una persona crezca o no en virtudes y florezca en su humanidad. Si una persona hace lo que apetece en cada momento, aunque tal cosa manifiesta libertad, esa no es una libertad madura, sino un modo de obrar regido por gustos y sentimientos, que prescinde de una deliberación acerca de si seguir tales gustos o sentimientos me conviene para mejorar como persona. En otras palabras, una libertad madura es una libertad responsable que tiene en cuenta las consecuencias de cada decisión. MOTIVACIONES PARA OBRAR BIEN EN EL TRABAJO Una última cuestión, pero no por última menos importante, es qué puede motivar a obrar bien. Dicho de otro modo, ¿qué puede moverme a obrar bien, esto es, con ética? Es una cuestión particularmente importante cuando actuar bien puede acarrear algún perjuicio en algo que nos interese: quedar mal con el jefe, perder un cliente o incluso perder el empleo. Son situaciones límites, pero que pueden ocurrir. A veces, con un poco de imaginación podrán encontrarse salidas airosas para actuar bien y eliminar o minimizar los perjuicios. Sin necesidad de llegar a situaciones extremas, conviene considerar qué motivaciones puede tener el profesional para actuar bien. Cabe señalar las siguientes, de menor a mayor calidad motivacional: Evitar riesgos de penalización , ya que muchas veces contravenir la ética es también ilegal. Sin embargo, la legalidad solo incluye evitar comportamientos delictivos. La ética es mucho más amplia que la legalidad. Responder positivamente a presiones del entorno profesional (gremio, asociación profesional, etc.) que pueden incluir desprestigio y, en algunos casos, sanciones. También esta motivación suele estar limitada a mínimos éticos. Ganar reputación de honradez y que el entorno tenga confianza en el comportamiento profesional. Esto abarca un ámbito de actuación no limitado a mínimos éticos, pero está fundamentado en factores externos basados en la imagen, que puede no responder a la realidad. Mantener la integridad personal. Se valora la degradación de la persona que acarrea obrar mal, impidiendo un pleno desarrollo humano, y al revés. En este sentido, Sócrates ya advertía que era peor cometer una injusticia que sufrirla, porque mientras actuar injustamente degrada en humanidad a quien así actúa, sufrirla, aunque produzca sufrimiento, no destruye la integridad personal. Querer agradar a Dios. En personas religiosas, querer actuar para agradar a Dios es una motivación importante, ya que actuar mal ofende a Dios, autor de la ley moral. En teología, la ofensa a Dios por una mala conducta se denomina ‘pecado’, que significa “rechazo de la voluntad de Dios”. De modo parecido a Sócrates, pero desde una perspectiva más profunda, el Evangelio invita a preguntarse: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” ( Mc 8, 36). Estas dos últimas motivaciones responden a motivos interiores, y no tanto a los efectos externos, del comportamiento. Por ello, pueden ser especialmente relevantes cuando actuar bien causa un perjuicio económico o exige tener que actuar en dirección contraria a la habitual en un ambiente más o menos corrupto y los efectos externos no se perciben como demasiado relevantes. EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL Aunque el desarrollo personal es responsabilidad de cada uno, el entorno humano y social en que se vive puede favorecer o dificultar el desarrollo. Conseguir este buen entorno es bueno para todos –es “bien común”– y todos están llamados a conseguirlo, cada uno desde su lugar en la vida y con su trabajo. En relación con estos dos aspectos del desarrollo surge el concepto de “desarrollo humano integral”¹ , que incluye el desarrollo personal y la contribución al desarrollo de los demás. En realidad, ambos desarrollos están relacionados: el hombre, como ser social que es, no puede crecer en humanidad despreciando a los demás o dejando de favorecer su desarrollo. En este sentido cabe hablar de vocación al desarrollo humano integral en el cual, como hemos visto en este capítulo, el trabajo profesional tiene un papel destacado. Con el trabajo se sirve a quienes utilizan sus resultados, se facilita el trabajo de otros, se sostiene a la propia familia, se desarrollan conocimientos y técnicas, se da buen ejemplo y se consiguen recursos que pueden ayudar a personas necesitadas. En este servicio a los demás, quien trabaja crece en su humanidad. Las instituciones sociales pueden contribuir al desarrollo humano integral, pero, como señaló el papa Benedicto XVI, “las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos. Este desarrollo exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a Dios”¹⁷. Concluyamos remarcando que la vocación de toda persona al desarrollo humano integral incluye el propio crecimiento o florecimiento humano, que no se logra sin servir a los demás y favorecer que también ellos se puedan desarrollar como personas. EJERCICIOS 1. ¿Por qué el trabajo tiene dignidad? 2. Explica, con ejemplos, qué tipos de motivos pueden dar significado al trabajo más allá de su valor económico. 3. Argumenta por qué el trabajo profesional no debe ser considerado como una mercancía o una anónima fuerza de producción. 4. Indica significados del trabajo profesional, más allá de su valor económico. 5. ¿En qué consiste la distinción entre la dimensión subjetiva y la dimensión objetiva del trabajo? 6. ¿Cómo se descubre la propia vocación profesional? 7. ¿Qué elementos cabe considerar en la dimensión objetiva y en la dimensión subjetiva del trabajo? 8. ¿Qué aspectos comprende el desarrollo profesional? 9. ¿Qué significa crecer y madurar como persona? 10. ¿Qué dificultades existen para actuar bien en tu profesión y cómo se podrían superar? 11. ¿En qué consiste la vocación al desarrollo humano integral y cómo contribuye a él el trabajo profesional? 12. Comenta el siguiente texto: “Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; estas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad” ¹⁸. 13 Estos significados, que se exponen a continuación, están en gran medida inspirados en D. Melé, Valor humano y cristiano del trabajo. Enseñanzas de S. Juan Pablo II. Pamplona: Eunsa, 2020, pp. 107-124 y 149-166. 14 Ídem, pp. 299-364. 15 Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Laborem exercens’. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 1981, nos. 5-6. Existen versiones en diversos idiomas y está accesible en la web vatican.va. Véase también: Valor humano y cristiano del trabajo, cit., pp. 127-147. 16 Este concepto fue introducido por el papa Pablo VI ( Carta encíclica ‘Populorum progressio’. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1967, n. 14) y desarrollado por Benedicto XVI ( Carta encíclica ‘Caritas in veritatem’, Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2009). Existen versiones de estos documentos en diversos idiomas y están accesibles en la web vatican.va. 17 Caritas in veritatem , cit., n. 11. 18 Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Laborem exercens’ , cit. n. 6. CAPÍTULO 3 BIENES, VIRTUDES Y PRINCIPIOS La razón práctica indica la capacidad humana de descubrir lo más conveniente para la acción en su sentido más profundo, esto es, lo que permite mejorar como persona. Obrar de acuerdo con lo más conveniente para mejorar como persona es “obrar bien”, y eso es expresión de buena conducta. Las virtudes morales facilitan obrar bien con prontitud, naturalidad y agrado. La ética se ocupa del bien de la persona, así como de los bienes comprendidos en este bien genérico, y sobre todo de las virtudes que facilitan su consecución. La ética también incluye principios que se relacionan con el bien y las virtudes, empezando por el llamado “primer principio de la razón práctica” y también “primer principio de la ética”, que establece la obligación de buscar y hacer el bien y evitar el mal. De este principio se derivan otros, así como normas concretas para la acción. CASO INTRODUCTORIO: ERNESTO, INGENIERO DE SONIDO Ernesto, en los 14 meses de trabajo en la compañía Supersonic Ltda., había tenido una experiencia poco halagadora y pensaba que todo era por culpa de su jefe, que no había cumplido lo que le prometió, pero comprendía también que este estuviera quejoso de su comportamiento. Se preguntaba si debería reconocer sus fallos o envalentonarse en su actitud rebelde. Antecedentes Desde muy pequeño soñaba con ser un músico reconocido en el país, pero al decidir su carrera profesional le entraron dudas respecto a su futuro. Finalmente, se decidió a seguir la carrera de ingeniería en sonido, que reunía componentes vocacionales y técnicos aplicados a la música. Tras titularse como ingeniero de sonido y después de varios meses sin encontrar trabajo en el área, por fin logró un empleo que le parecía un sueño. Fue en la productora musical Supersonic Ltda., bien conocida por su prestigio, que trabajaba para grandes músicos tanto chilenos como extranjeros. En la entrevista le habían mencionado toda la proyección profesional que podía tener, los proyectos en los que podía involucrarse y las posibilidades de cursos de perfeccionamiento fuera del país. Los primeros meses comenzó su labor siendo ayudante, recogiendo cables, acomodando los equipos, limpiando y ordenando después de cada grabación y concierto, al igual que todos los novatos que ingresaban. Pero pasaban los meses y él seguía realizando las mismas funciones. Se sentía minusvalorado y desaprovechado profesionalmente. Pensó que quizás era porque venía del campo y tenía modismos y una forma de expresarse distinta a los demás. Al cabo de un tiempo, al ver que la situación no cambiaba, empezó a sentir frustración. Aumento de la frustración Entre tanto, Francisca, que fue compañera suya de estudios, le ofreció la posibilidad de comprar un Home Studio y comenzar a trabajar proyectos independientes juntos, en paralelo a sus respectivos trabajos. Ernesto accedió y empezó a tener los primeros clientes, que básicamente eran bandas emergentes de música que se iniciaban en la industria musical y disponían de pocos recursos económicos. El colmo de su frustración llegó un día en que le informaron que iban a enviar a un ingeniero de la empresa a EE. UU. a perfeccionarse y eligieron a Renato, su compañero de trabajo, que era un poco más reciente que él en Supersonic. Afirmaron que lo sentían, pero no tenía presupuesto para enviar a los dos. Ernesto no lo podía creer, quedó anonadado y le pareció una acción injusta y arbitraria, profundamente discriminatoria. Aquello le produjo mucha rabia, considerando todo lo que él había entregado a la empresa trabajando con ilusión. La reacción de Ernesto Ernesto reaccionó no haciendo una revisión exhaustiva antes de entregar los trabajos correspondientes y ocultando detalles claves a su jefe Ronald. Además, aprovechó la oportunidad de enviar a los clientes un presupuesto más barato de trabajo a nombre de Francisca, y de esta manera se adjudicó los proyectos de los clientes de Supersonic Ltda., sin que Francisca supiera el origen de esos nuevos clientes. Dentro de esos clientes se encontraban Los Peripatéticos, un grupo de rock chileno que estaban experimentando una creciente popularidad. Habían hecho una grabación con Supersonic, pero para un segundo tema renunciaron a seguir trabajando con Supersonic Ltda. para irse con la productora de Ernesto y Francisca. Ronald, extrañado por el cambio de comportamiento de Ernesto, ahora más descuidado y desinteresado con los clientes y proyectos de la empresa, conversó con él, ya que pensaba que en algún momento había demostrado ser un aporte en la empresa y no quería despedirlo. Ernesto le respondió que estaba con muchos problemas personales, omitiendo que no se encontraba conforme con las responsabilidades asignadas y que se sentía desilusionado porque no se habían cumplido las promesas y expectativas. Para colmo de males, la edición del sonido de la banda Los Peripatéticos no resultó de mucha calidad, así que este grupo volvió a la productora de Ronald contando su mala experiencia. Cuando Ronald se enteró de lo sucedido, llamó de inmediato a Ernesto a su oficina. Ernesto intuía que le pediría explicaciones y quizá lo despidiera¹. Cuestiones: 1. ¿Cómo valora el comportamiento de Ernesto y las decisiones que ha tomado a lo largo de los últimos 14 meses? 2. ¿Qué factores emocionales y de carácter han influido en la situación actual de Ernesto? 3. ¿Qué le recomendaría a Ernesto? CONCEPTO DE BIEN Y RAZÓN PRÁCTICA En ética, el concepto de “bien” es lo que caracteriza una acción con calidad moral. En este sentido se habla de “obrar bien” o, lo que es lo mismo, “hacer el bien”. En un sentido parecido utilizamos el calificativo “bueno” para indicar conformidad con el bien. Así ocurre cuando calificamos de buena una acción o un comportamiento habitual; es lo que significamos al afirmar de alguien que es “una buena persona”, indicando que habitualmente se comporta bien. Los términos “bien” y “bueno” pueden tener otros significados, diversos de bien, en sentido moral. Así, hablamos de un “buen trabajo” significando una tarea correctamente realizada, o de un “buen automóvil” indicando que tiene calidad técnica. Nos referimos también a “bienes económicos”, a una “buena comida” y a una “buena medicina”. No obstante esas diferencias, el calificativo “bueno” siempre denota ajuste a la finalidad que le es propia. Así, decimos “esto es un buen bolígrafo” o “esto es un buen cuchillo” porque cumplen su finalidad con cierta perfección. El bien se relaciona con el fin propio de algo y con la finalidad que persigue una acción². En las personas, obrar bien se relaciona con el fin de crecer y perfeccionarse en humanidad. En otras palabras, bien en sentido moral se refiere a aquello que lleva a una vida plenamente humana: una vida lograda. El bien humano me hace bueno precisamente en cuanto ser humano, es decir, como persona²¹. En términos más antropológicos, puede afirmarse que el bien, entendido en un sentido amplio, es el objeto de la voluntad, la facultad humana, relacionada con la libertad, por la cual decidimos obrar con vistas a algún fin. La idea de bien se relaciona, pues, con algo valioso que se toma como motivo para la acción. Así, hablamos de bienes materiales y también de bienes en sentido moral. Para dirigir la voluntad el ser humano cuenta con la razón, una de cuyas formas es la llamada “razón práctica”, que lleva a buscar lo más conveniente para mejorar como seres humanos. La razón práctica se distingue de la “razón técnica” o instrumental. Esta última lleva a buscar los medios más eficaces y eficientes para lograr un determinado fin. En un profesional, ambas racionalidades son necesarias. Necesita aplicar la razón técnica o instrumental para buscar soluciones eficaces a los problemas o tareas planteadas, y la razón práctica para hacer lo más conveniente en sentido ético en cada caso particular. Mediante la razón técnica, el profesional hace cálculos e indaga sobre materiales, métodos de trabajo o modos de proceder eficaces para lograr un buen resultado (técnico). Mediante la razón práctica, se plantea obrar bien, más allá de los resultados. El bien moral es lo que da sentido a la ética, la cual puede definirse como una guía para la vida lograda y la felicidad íntima que comporta o, como afirman algunos, el florecimiento humano. Conocer los bienes humanos es importante, pero más aún es vivirlos y transformarlos en hábitos del carácter, en virtudes: “Yo puedo saber que la honradez, la sobriedad, la generosidad o la valentía son buenos para mí. Pero solo lo serán efectivamente cuando incorpore estos hábitos a mi vida y los integre en ellos”²². Digamos, finalmente, que bien en sentido moral entraña un cierto absoluto al referirse a la vida lograda (bueno para ser mejor), mientras que en otros casos, bien puede tener una significación parcial (bueno para tener algo). Esto lleva a afirmar que ser es superior a tener, queriendo significar que ser mejor es superior a tener más o, si se prefiere, que tener adquiere pleno sentido cuando contribuye a ser mejor. En cambio, tener más no se justifica si se consigue a costa de hacerse peor persona. BIENES REALES Y BIENES APARENTES La idea de bien es central en la reflexión ética de Aristóteles, que asumimos en esta obra, como también lo es el concepto de virtud, que es fuerza interior para alcanzar el bien. Aristóteles distingue entre los exteriores (como riqueza y poder), bienes corporales (salud, bienestar) y bienes interiores, que llama “del alma” (conocimiento, virtudes)²³. Otra clasificación de bienes relacionada e inspirada también en Aristóteles es la que agrupa los bienes en estas tres categorías: Bien útil : es algo que se considera valioso como medio para alcanzar otros bienes. El dinero es el bien útil por excelencia, pero también son bienes útiles productos o técnicas que sirven para fines posteriores. Bien deleitable : es algo valioso por provocar un placer sensible o espiritual Una comida o una bebida, practicar un deporte o una afición que guste son ejemplos de bienes deleitables. Hacer algo que guste es también un bien deleitable. Bien honesto o moral : es aquello que incide en la persona haciéndola mejorar en tanto que persona. Esos tres tipos de bienes pueden concurrir en una misma acción. Así, un trabajo puede ser útil (producir algo con utilidad), agradable (gusto por hacer este trabajo) y moral (un trabajo realizado con justicia). Sin embargo, a veces estos bienes pueden estar en conflicto. Es el caso de un trabajo poco agradable pero útil y hecho con justicia y sirviendo a los otras personas. El problema ético surge cuando está en juego un bien moral situado en conflicto con un bien útil o con un bien deleitable. Tal es el caso de una venta fraudulenta (con engaño). Con tal venta se consigue un bien útil (dinero), pero se actúa contra un bien moral (se comete una injusticia). Otro ejemplo podría ser beber hasta emborracharse, que puede ser agradable (bien deleitable) pero denota falta de control y atenta contra la propia salud (bien moral). A partir de aquí puede establecerse una distinción entre bienes reales y bienes aparentes: Bienes reales son aquellos bienes conformes con el bien moral, es decir, que contribuyen al bien de la persona haciéndola mejor. Bienes aparentes son aquellos que no son conformes con el bien moral. Son aparentes porque se presentan como algo valioso –bueno en cierto sentido (útil o agradable)–, pero en realidad no nos convienen en su sentido más profundo, ya que no contribuyen a nuestra mejora personal; en pocas palabras, no son bienes reales, por útiles o agradables que sean. Como hemos visto, los bienes definen lo que es bueno perseguir desde el punto de vista moral en vistas al florecimiento humano. A veces se utiliza el término “valor” como sinónimo de “bien”. En este sentido puede hablarse de valores económicos (bienes útiles), valores hedonistas (bienes deleitables) y valores éticos (bienes morales). Respecto a estos últimos, a veces decimos simplemente “valores”, como al afirmar que la justicia, la amistad o la solidaridad son valores. Con todo, conviene tener cuidado con el significado del concepto “valor” en cada contexto. Pueden denotar bienes humanos y entonces son verdaderos “valores éticos”, pero otras veces no tienen ese significado, sino que simplemente indican preferencias personales o sociales. Hay “valores subjetivos” –propios del sujeto– que pueden ser éticos o pueden no serlo. Uno puede valorar ganar dinero u obtener placer por encima de todo, aunque sea pisoteando o “cosificando” a los demás. Es evidente que tal valoración no responde a bienes morales (valores éticos, si se prefiere); son simplemente valores del sujeto. Cuando alguien habla de “mis valores” está hablando de sus preferencias; de algo que uno toma por valioso, pero un valor subjetivo puede corresponder a un bien aparente, es decir, algo no conveniente para el desarrollo personal. Por ejemplo, el que se mueve por puro egoísmo, toma por valor la supremacía absoluta del “yo” por encima de cualquier otra cosa. Otras veces se habla de “valores culturales” o “valores sociales” en relación a un determinado entorno cultural o social. Surgen como consenso, al menos tácito, de que algo es valioso o, por el contrario, que es reprobable. Así, se habla de valores democráticos y se citan, entre otros, la elección de gobernantes por votación universal, la tolerancia de opiniones diversas y el ejercicio de libertades sin más límites que los determinados por la ley. Los valores culturales o sociales pueden ser éticos, pueden no serlo o pueden ser incluso éticamente indiferentes. El respeto a la dignidad y a los derechos de la persona son valores sociales éticamente plausibles, pero no puede decirse lo mismo de una sociedad racista o tolerante con la corrupción. SENTIMIENTOS Y DESEOS La presencia de bienes puede despertar sentimientos y deseos. Surge entonces la pregunta acerca del papel de los sentimientos en la conducta moral. Cuando hablamos de tener “buenos sentimientos”, “buen corazón” o de “sentir compasión” estamos calificando moralmente determinados sentimientos. También encierra una connotación moral afirmar que alguien tiene sentimientos de odio o de venganza. Por otra parte, es humano sentir impulsos de agresividad y deseos de hacer aquello que nos apetece. Hay también sentimientos que facilitan o dificultan actuar bien. Tal es el caso de sentir una actividad como un reto, querer hacer algo por sentimientos favorables hacia una persona o también sentir miedo para hacer algo que es bueno, pensando que algunos no lo entenderán y hasta lo criticarán. En el origen de nuestros sentimientos existe la presencia de algún tipo de bien, de entre los señalados más arriba. En efecto, en los sentimientos percibimos y nos sentimos atraídos por algo que consideramos útil o agradable, o que nos atrae por considerar que es bueno. Los sentimientos nos proporcionan información de bienes que nos atraen y que pueden transformarse en deseo de poseerlos. A partir de esos deseos se puede tomar la decisión de conseguirlos. Pero en los deseos, y sobre todo en la decisión, interviene la voluntad del sujeto. Puedo sentirme atraído por un automóvil de alta gama con un precio desorbitado. Puedo desear tenerlo, pero tal vez no fomente este deseo para no quedar frustrado si el precio es tan elevado que me resulta imposible de afrontar, o sencillamente porque prefiero dedicar este dinero a otras cosas que considero más importantes. No fomentar este deseo y, lo que es más relevante, tomar la decisión de no comprarlo es un acto en el que interviene la razón y la voluntad. La información que proporcionan los sentimientos no es desechable, ya que nos llaman la atención sobre bienes, incluso sobre bienes morales, cuando por ejemplo sentimos compasión por la necesidad ajena o cuando nos escuece interiormente presenciar una injusticia. Sin embargo, los sentimientos han de ser valorados por la razón práctica acerca de su conveniencia moral. Es, por tanto, necesario distinguir si aquello que nos atrae, o que incluso provoca el deseo de conseguirlo, es un bien real –un bien de la persona– o es solo un bien aparente. La valoración requiere voluntariedad: no emana del sentir (sentimientos espontáneos) sino del consentir (aceptación de la voluntad). Existe el riesgo de obrar sin más guía que los sentimientos y en contra de lo que dicta la recta razón, buscando el bien real. En este sentido, el sujeto se enfrenta con una doble motivación para la acción: la motivación espontánea (derivada de sentimientos y tendencias espontáneas) y la motivación racional (derivada del reconocimiento racional del bien real). Cuando hay “conflicto motivacional” entre ambas motivaciones, la ética exige la primacía de la motivación racional sobre la motivación espontánea. La propensión a obrar por impulsos afectivos (motivación espontánea) es lo que denominamos sentimentalismo. Frente al sentimentalismo, la razón valora la calidad de los sentimientos y deseos e impulsa a actuar racionalmente (motivación racional). En ocasiones, pueden aparecer con fuerza sentimientos éticamente torcidos, incluso con pasión. Para actuar bien no basta darse cuenta de que la actuación que guía tales sentimientos es mala. Se requiere también virtudes, las cuales ayudan a moderar las tendencias espontáneas y los consiguientes deseos. Las virtudes, los sentimientos y los deseos pueden educarse y potenciarse hasta lograr que los sentimientos proporcionen lo que les es propio: fuerza emocional para hacer el bien. Los sentimientos encauzados por la virtudes –en las que profundizaremos a continuación– ayudan a hacer el bien con entusiasmo e incluso con pasión. LAS VIRTUDES COMO EXCELENCIA Y COMO FUERZA INTERIOR PARA OBRAR BIEN Como ya se ha dicho en capítulos anteriores, las virtudes configuran el carácter. Pero ¿qué es virtud? ¿qué caracteriza a las virtudes? En griego, virtud se denomina aretè, que significa excelencia. Y, efectivamente, virtud denota excelencia humana. Ello está relacionado con el dominio que las virtudes proporcionan para no dejarse llevar por la atracción que ofrecen bienes aparentes. Por esta razón, cuando hablamos de virtudes nos referimos a virtudes humanas, esto es, virtudes del hombre (varón y mujer) en cuanto hombre, aunque también se denominan virtudes morales o simplemente virtudes. Las virtudes son centrales en la vida moral, ya que una persona buena es la que posee virtudes y las acciones son buenas en la medida que son virtuosas, esto es, conformes con las virtudes²⁴. El nombre actual de virtud viene del latín vis, que significa fuerza. Ambos significados –excelencia y fuerza– concurren en la noción de virtud, que puede ser entendida como fuerza interior para buscar y hacer el bien, esto es, para obrar bien. Esta fuerza interior no solo ayuda a obrar bien, sino también a hacerlo con naturalidad, prontitud y agrado. A cada virtud se le contrapone un vicio, que en realidad no es otra cosa que ausencia de virtud. Así, por ejemplo, la diligencia es una virtud, mientras que la pereza es el vicio contrario. Con palabras más precisas, virtud puede definirse como hábito electivo bueno²⁵. Analicemos los tres elementos incluidos en esta definición: Hábito. Es una costumbre o práctica adquirida por el ejercicio repetido de actos iguales o semejantes. No todo hábito es una virtud, a veces es una simple rutina. Así ocurre con el hábito de tomar café en el desayuno o de ducharse cada día por la mañana. Las virtudes son, en efecto, costumbres adquiridas a modo de disposiciones estables y duraderas para la acción, pero son algo más que un hábito. Electivo. Hay hábitos, como los recién citados de tomar café en el desayuno o ducharse cada día por la mañana, que se originan como consecuencia de una elección, mientras que otros son instintivos, como el hábito de beber al terminar un deporte. Las virtudes son hábitos electivos, se originan por repetición de actos que hemos elegido realizar: actos de justicia, de generosidad, etc. Bueno. Para que haya virtud, la elección tiene que referirse a algo bueno, si no sería una simple rutina y, si se refiere a algo malo, sería un vicio en lugar de una virtud. Dicho de otro modo, los bienes de la persona son los fines a los que están orientados las virtudes. En otras palabras, las virtudes se adquieren por repetición de actos relativos a cada virtud, de modo parecido a como se adquieren habilidades por repetición de prácticas de tipo técnico, como la velocidad de tecleado de un computador o la facilidad con la que se maneja un programa o una aplicación informática. Pero adquirir virtudes, además de la repetición, exige una elección de algo bueno. Adquirir virtudes requiere un continuo esfuerzo. Así como la excelencia en el deporte precisa entrenamiento y repetir ejercicios, la virtud exige también repetidos actos virtuosos. A medida que una persona va adquiriendo virtud, desaparece el vicio opuesto. Así, al realizar actos de vencimiento personal para hacer lo que se debe con prontitud y esmero, se va adquiriendo la virtud de la diligencia, al tiempo que va desapareciendo la pereza. LA SABIDURÍA PRÁCTICA COMO “CONDUCTORA DE VIRTUDES” Tradicionalmente, en la civilización occidental todas las virtudes humanas se han agrupado en cuatro virtudes que se denominan cardinales² , un nombre derivado de la palabra latina cardo, que significa ‘principal o fundamental’. Son estas: sabiduría práctica (prudencia), justicia, fortaleza y templanza²⁷. Empecemos por considerar la sabiduría práctica. La sabiduría práctica refuerza la razón práctica para determinar qué es bueno en cada situación. Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, le llama la “recta razón en el obrar”²⁸. La sabiduría práctica facilita el reconocimiento de bienes de la persona y en particular el bien de respetar a las personas y contribuir a su bien. Esta virtud ayuda también a determinar cómo se concreta cada virtud en cada situación. Aristóteles se dio cuenta de que cada virtud distaba de dos vicios opuestos, uno por defecto y el otro por exceso² ; es lo que se denomina “teoría del justo medio”. Así, la virtud de la diligencia (hacer lo que se debe con prontitud y esmero) dista de un vicio por defecto, que es la pereza (descuido o tardanza en lo que se debe hacer), y de un vicio por exceso, el atolondramiento (proceder con tal rapidez que impida deliberar acerca de cómo hacerlo bien). Otros ejemplos serían la virtud de la valentía, que dista de la cobardía (vicio por defecto) y de la temeridad (vicio por exceso), o la generosidad (en los donativos), que está entre la tacañería (vicio por defecto) y la prodigalidad, que es dar dinero indiscriminadamente (vicio por exceso). De la consideración del justo medio en la virtud procede el adagio “en el medio está la virtud”. Conviene hacer notar que la virtud, estando en el justo medio entre dos vicios, no lleva a la mediocridad de actuar sin excederse (ni mucho, ni poco). La virtud no es mediocridad, sino intensidad en

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