Tema 3 - Dios al encuentro del hombre. La revelación de Dios. PDF

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This document explores the concept of God's revelation, tracing its development through history. Divided into sections discussing various aspects of God's communication to humanity and the history of Israel. Includes detailed analysis, and explanation of elements involved in the Revelation of God.

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DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 1 LA REVELACIÓN DE DIOS Tema 3 DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE. LA REVELACIÓN DE DIOS. «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el...

DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 1 LA REVELACIÓN DE DIOS Tema 3 DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE. LA REVELACIÓN DE DIOS. «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (DV 2)1. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía»2 Dios por propia iniciativa quiso darnos a conocer en profundidad su ser, su intimidad, [quién es Dios: Trinidad y comunidad de amor] y manifestar el misterio de su voluntad: salvar al hombre, hacer que el hombre a través de Él tenga acceso al Padre por el Espíritu. La revelación cristiana se presenta como historia de la salvación en la cual Dios, en cuanto persona, actúa y habla libremente, y el hombre se encuentra ante Él como aquel que está disponible para acoger su manifestación. 1. Dios revela su designio amoroso Las palabras “revelar” y “revelación” se derivan del latín revelare y revelatio. Su significado etimológico es el de “quitar el velo”, “descubrir”, “destapar”, dar a conocer lo que está escondido. La revelación cristiana es el darse a conocer de Dios a los hombres. Podemos decir que “revelación” significa la autocomunicación libre y gratuita de Dios al hombre realizada en una confidencia de amor. Porque Dios ha roto el silencio, ha salido de su misterio, se ha dirigido al hombre y le ha revelado los secretos de su vida personal y su designio de invitar al hombre a participar de su vida. El concepto de la revelación en sentido religioso comprende los siguientes elementos esenciales: a) La revelación sigue necesariamente un camino descendente. Dios se manifiesta a los hombres, sólo cuando quiere y en la medida en que desea hacerlo. Sólo Dios puede tomar la iniciativa de la revelación. Dios, es, por tanto, el sujeto activo de la revelación. b) Un diálogo entre Dios y los hombres. La revelación establece y fundamenta una relación dialogal entre Dios y los hombres. En la revelación, Dios tiene a los hombres por interlocutores. Y quiere que ellos le escuchen y reciban sus palabras con gratitud y confianza. La revelación encierra además una proposición divina ineludible, a la cual el hombre debe responder, afirmativa o negativamente, con su propia vida. 1 CEC n. 51 2 YOUCAT, cap. 2, nº 8 DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 2 LA REVELACIÓN DE DIOS c) La revelación supone también la manifestación o descubrimiento de algo. Dios por propia iniciativa quiso darnos a conocer en profundidad su ser, su intimidad, y también su designio de salvación del género humano. Dios quiere comunicarse a sí mismo, dándonos su misma vida y haciéndonos hijos adoptivos suyos. Éste es el objetivo general de la revelación tal como lo conocemos por el Nuevo Testamento. Con este designio de salvación hace al hombre capaz de amar más allá de lo que podría amar por sus fuerzas naturales. Esta revelación alcanza su culmen, su cima, en Jesucristo. 2. Las etapas de la revelación La revelación de Dios se desarrolló progresivamente. Dos son las etapas fundamentales: A) El Antiguo Testamento como preparación. B) El Nuevo Testamento como culminación: tiene lugar con Jesucristo. 2.1. El Antiguo Testamento 2.1.1. Desde el origen, Dios se da a conocer. Dios creó al hombre por puro amor y estableció con él una relación íntima de amor. Como consecuencia, el hombre vivía santamente y gozaba de la armonía de todo su ser. De las manos de Dios no salió nada malo. Espontáneamente el hombre estaba, vivía, bajo la autoridad de Dios. Pero el hombre se rebeló contra Dios, quiso ser como él y contra él. Como consecuencia, cayó en una situación desgraciada, que llamamos del "hombre caído" o de "privación del estado y santidad original". Ante esta situación Dios no abandonó al hombre, sino que le prometió redimirlo. Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, "después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3). 2.1.2. La alianza de Dios con Noé Esta alianza es indicadora de una nueva situación de la humanidad. Los hombres se dividen en naciones según sus lenguas, clanes (familias en sentido muy amplio), costumbres y también el lugar o región que ocupan. Por eso tal situación ha sido denominada "el régimen de las naciones". El mensaje de esta alianza es que no se debe idolatrar la nación y menos hacer de ella algo que vaya contra Dios, pero sí se debe estimar y contribuir al bien de todos sus miembros. La situación de las naciones presentada por esta alianza es más bien la de naciones que no se entienden. Esa falta de entendimiento fue DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 3 LA REVELACIÓN DE DIOS consecuencia de la soberbia de una humanidad caída, una humanidad que quiso construir su futuro prescindiendo de Dios. 2.1.3. Elección de Abrahán Para unir de verdad a la humanidad dividida, sin entendimiento de unos con otros, debido a su intento de suplantar a Dios y a la pretensión de conseguir la unión de todos los hombres con el solo empeño humano para, así, construir el futuro del mundo exclusivamente con las fuerzas humanas (es la enseñanza del episodio de la "Torre de Babel"), Dios elige a Abrahán. Le manda salir de Mesopotamia [actual Iraq], le promete hacer de él un gran pueblo teniendo una descendencia numerosa, darle una tierra donde pueda vivir en paz (la llamada "tierra prometida", la tierra de Canaán (actual Palestina e Israel]), y bendecir por medio de él a todas las naciones. Esa descendencia numerosa constituirá un día el pueblo de Israel. Abrahán obedeció a Dios e hizo de tal modo lo que le pidió que fue llamado el "padre de la fe" y "amigo de Dios". El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección, llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia; ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes. 2.1.4. Dios forma a su pueblo Israel Después de haber vivido un tiempo en Palestina, debido a la pobreza sobrevenida en esas tierras, los descendientes de Abrahán emigraron a Egipto. Con el tiempo, esos descendientes, los hebreos, fueron explotados por Egipto. Entonces Dios suscitó entre ellos un personaje llamado Moisés, elegido por Dios para liberar a los israelitas de la opresión egipcia. Dios se aparece a Moisés en el Sinaí, a donde había huido para escapar del castigo de muerte que iba a infligirle el Faraón, y establece con él una alianza (la alianza es un compromiso que obliga a ambas partes). En ella Dios da a Moisés unos mandatos, un código, cuyo elemento central son los "Diez Mandamientos". Israel tiene que cumplir esos mandatos, que le indican la forma de vivir santamente tanto en su relación con Dios como en la vida social. Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. 2.1.5. Los profetas y la promesa de una Nueva Alianza En el transcurso de la historia de Israel Dios suscitó algunos personajes importantes llamados los "profetas", a los que iluminó de manera especial y les comunicó sus designios sobre Israel para que ellos a su vez se los comunicaran al pueblo entero. Por eso se presentaron ante los demás como la "boca de Dios". Corregían las faltas de Israel y, recordando siempre la alianza del Sinaí, proponían un ideal de vida que comportaba una santidad cada vez mayor. También anunciaron que Dios enviaría un personaje que realizaría todas las esperanzas de Israel. A ese personaje lo llamaron el Mesías, palabra que significa Ungido: era el Ungido por Dios para llevar a cumplimiento esas esperanzas porque Dios estaría con él. DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 4 LA REVELACIÓN DE DIOS 2.2. El Nuevo Testamento La revelación alcanza su culmen en Jesucristo. El es la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, encarnada, hecha hombre. Como tal, es la plenitud de la revelación y el mediador supremo ante el Padre. Al hacerse hombre, el Hijo piensa con inteligencia de hombre, ama con corazón de hombre y trabaja con manos de hombre (GS 22). Él se ha hecho hombre para mostrarnos cómo ha de ser el hombre según los planes divinos y el destino a que somos llamados: la gloria eterna. El es la Palabra definitiva que el Padre ha dirigido al hombre, y lo es con su enseñanza, con su vida terrena y con su existencia gloriosa en el cielo después de resucitar. El es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y el instaurador de la Nueva Alianza anunciada por los profetas. En él se encuentra la respuesta definitiva al problema sobre el sentido de la vida que se plantea el hombre. Como consecuencia de lo anterior, ya no habrá más revelación pública. Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos. A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. La fe cristiana no puede aceptar "revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas Religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes "revelaciones". 3. La Transmisión de la revelación Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4), es decir, al conocimiento de Cristo Jesús (cf. Jn 14,6). Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todos los hombres y que así la Revelación llegue hasta los confines del mundo: «Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las generaciones» (DV 7)” (Catecismo, n. 74) 3.1-La Tradición apostólica "Cristo nuestro Señor, en quien alcanza su plenitud toda la Revelación de Dios, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con su voz" (DV 7). (Catecismo, n. 75) 3.1.1. La predicación apostólica DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 5 LA REVELACIÓN DE DIOS Los apóstoles transmitieron el evangelio de dos maneras: a) Oralmente: Se trata de una transmisión no sólo de palabra, sino de una transmisión que implica toda la persona y vida de los Apóstoles: por la predicación, el testimonio de vida, las instituciones que fundan, el culto. A este modo de transmisión se le llama simplemente la Tradición o también la Tradición Viva. b) Por escrito: por medio de la Sagrada Escritura (la Biblia). El valor del escrito es que no se puede alterar el contenido, cosa que es fácil ocurra con la tradición oral, a veces sin querer. Ante el peligro del olvido o de la alteración, los primeros cristianos, bajo la guía de los Apóstoles, pusieron por escrito su comprensión y vivencia de la revelación. Fue el Espíritu Santo quien, con su iluminación e inspiración, garantizó la fidelidad de la transmisión de la revelación de Jesucristo hecha por los Apóstoles, tanto en el modo oral como en el modo escrito. La Revelación divina está contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, que constituyen un único depósito donde se custodia la palabra de Dios. Éstas son interdependientes entre sí: la Tradición transmite e interpreta la Escritura, y ésta, a su vez, verifica y convalida cuanto se vive en la Tradición. (cfr. Catecismo, 80-82). La Tradición, fundada sobre la predicación apostólica, testimonia y transmite de modo vivo y dinámico cuanto la Escritura ha recogido a través de un texto fijado. «Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad»( Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Dei Verbum,8). 3.1.2. La tradición apostólica continuada por la sucesión apostólica Para la posterior transmisión auténtica de la revelación los Apóstoles instituyeron sucesores suyos: los obispos. Éstos, presididos por el Papa, sucesor de San Pedro, que era la cabeza de los Apóstoles, constituyen la Sucesión Apostólica. El papa preside el Colegio Episcopal (= Cuerpo o conjunto de los obispos). El Papa y los obispos junto con el Papa tienen la misión de dar la interpretación autorizada de la revelación o, lo que es lo mismo, tienen la última palabra en la interpretación de la revelación: es lo que llamamos el Magisterio Eclesiástico. «El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado exclusivamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejercita en nombre de Jesucristo» (Catecismo, n 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. Este oficio del Magisterio de la Iglesia es un servicio a la palabra divina y tiene como fin la salvación de las almas. Por tanto «este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 6 LA REVELACIÓN DE DIOS exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer». Dicho Magisterio tiene dos grados: el ordinario y el extraordinario. Éste último tiene más autoridad y alcanza su culmen cuando, poniendo en juego toda su autoridad, propone de modo infalible que una verdad pertenece a la revelación: es lo que llamamos magisterio definitivo, que alcanza su forma más solemne en la definición dogmática. Puede hacer esto porque goza de una asistencia especial del Espíritu Santo. La Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia constituyen, por tanto, una cierta unidad, de modo que ninguna de estas realidades puede subsistir sin las otras. El fundamento de esta unidad es el Espíritu Santo, Autor de la Escritura, protagonista de la Tradición viva de la Iglesia, guía del Magisterio, al que asiste con sus carismas. 3.2. La relación entre la tradición y la sagrada Escritura La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin" (DV 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Así pues ambas tienen una misma fuente común, pero se trata de dos modos distintos de trasmisión de la única fuente. "La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo". "La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación". De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así las dos se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción" (DV 9). 3.2.1. Tradición apostólica y tradiciones eclesiales La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva. DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 7 LA REVELACIÓN DE DIOS Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia. 3.3. La interpretación del depósito de la fe 3.3.1. El depósito de la fe confiado a la totalidad de la Iglesia "El depósito" de la fe (depositum fidei), contenido en la sagrada Tradición y en la sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. "Fiel a dicho depósito, todo el pueblo santo, unido a sus pastores, persevera constantemente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones, de modo que se cree una particular concordia entre pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida" (DV 10). 3.3.2. El Magisterio de la Iglesia "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10). Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas. 3.3.3. Los dogmas de la fe El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario. DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 8 LA REVELACIÓN DE DIOS Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf.Jn 8,31-32). Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf. Concilio Vaticano I: DS 3016: "mysteriorum nexus "; LG25). «Conviene recordar que existe un orden o "jerarquía" de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11). 3.3.4. El sentido sobrenatural de la fe Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (cf. 1 Jn 2, 20-27) y los conduce a la verdad completa (cf. Jn 16, 13). «La totalidad de los fieles [...] no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos" muestran su consentimiento en cuestiones de fe y de moral» (LG12). «El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del Magisterio [...], se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida» (LG 12). 3.3.5. El crecimiento en la inteligencia de la fe Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia: — «Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón» (DV 8); es en particular la «investigación teológica [...] la que debe profundizar en el conocimiento de la verdad revelada» (GS 62,7; cfr. Ibíd., 44,2; DV 23; Ibíd., 24; UR 4). — Cuando los fieles «comprenden internamente los misterios que viven» (DV 8); Divina eloquia cum legente crescunt («la comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura», San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, 1,7,8: PL 76, 843). — «Cuando las proclaman los obispos, que con la sucesión apostólica reciben un carisma de la verdad» (DV 8). «La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 9 LA REVELACIÓN DE DIOS los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV 10,3). 4. La historia como Historia de la Salvación 4.1. Geografía del pueblo de Israel y situación Israel, como todas las naciones, tiene una vinculación muy fuerte a una tierra concreta. Aunque en un principio fue un pueblo nómada, que utilizaba en sus movimientos los itinerarios de la época entre Mesopotamia y Egipto, cuando se asentó en una tierra lo hizo en Palestina o Canaán. A lo largo de la historia esta tierra ha recibido diversos nombres:  Canaán, por ser la tierra de los cananeos, que la habitaban antes de la llegada de los israelitas.  Palestina, por ser el país de los filisteos, enemigos constantes de los israelitas, los cuales ocuparon aquellas tierras hasta que fueron derrotados por los ejércitos de David.  Israel, nombre que dio Dios a Jacob (Gn32, 29) y que es el nombre actual del estado judío, aunque en la época del Antiguo Testamento designaba sólo la parte norte del territorio de Palestina. Los cristianos le dieron el nombre de Tierra Santa, porque Jesús, el Hijo de Dios nacido de María, la santificó con su presencia y con su palabra. Este territorio se encuentra situado en Oriente Medio, formando parte del límite oriental del Mar Mediterráneo, y lindando al norte con Siria y el Líbano y al sur con Egipto. En la antigüedad, este territorio estaba rodeado por grandes imperios: Asiria, Babilonia, Persia... al norte, y Egipto al sur. Esta situación geográfica marcaría de manera definitiva la historia del pueblo de Dios, que se iba a ver constantemente amenazado en su independencia política. 4.2. La historia de los Israelitas. La Biblia emplea varios nombres para designar a los miembros del antiguo pueblo de Dios:  Hebreos: la raíz de este nombre significa pasar; los hebreos, en tiempo de los patriarcas fueron hombres de paso, verdaderos nómadas.  Israelitas o hijos de Israel: Israel fue el segundo nombre de Jacob. Se le dio este nombre por haber luchado con Dios y por estar junto a él.  Judíos: este nombre quiere decir hijos de Judá, palabra que significa alabar o celebrar. En la actualidad se llama así a los miembros de este pueblo. Palestina, situada entre Egipto y Mesopotamia, fue un lugar de paso de caravanas y de ejércitos que originaron intercambios culturales y mezcla de razas y DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 10 LA REVELACIÓN DE DIOS pueblos, entre los que se encuentran los semitas, descendientes de Sem, hijo de Noé. Un grupo de ellos constituirá el pueblo de Israel o pueblo judío, en cuyo seno nacerá Jesús de Nazaret. 4.2.1. Orígenes del pueblo. Época patriarcal. Los relatos que en la Biblia nos hablan de los patriarcas (Gen 12-37) deben ser situados entre los siglos XX y XII a.C. Este período está caracterizado por:  Las oleadas de poblaciones semitas e indoeuropeas que se producen en la zona en que Palestina está enclavada;  La sucesión de diversos “imperios” que nacen, llegan a su máximo esplendor y luego desaparecen fragmentados, siendo asimilados por otro pueblo o imperio que toma el relevo. Los hicsos llegaron pacíficamente a Egipto en el siglo XVIII A. C. Aprovechando la debilidad de los naturales del país, se fueron haciendo los dueños (1720 a 1580 a.C.). Las buenas relaciones con los habitantes de Canaán permiten que los extranjeros procedentes de Palestina (en la Biblia se habla de hebreos, hijos de Heber) se establezcan y prosperen en Egipto. Pero un día, los naturales de Egipto se rebelan y derrotan a los hicsos y con ello cambia la suerte de los israelitas. El faraón los oprime, dedicándolos a trabajos forzados. En esta situación, los grupos seminómadas se infiltran en el país de la Biblia y lo recorren con sus ganados, asentándose paulatina y lentamente, y conservando durante mucho tiempo sus estructuras tribales y familiares, hasta adaptarse a la vida sedentaria. Los patriarcas bíblicos (Abraham, Isaac, Jacob, José) deben ser asimilados a estos grupos semitas, que tienen estructuras sociales de tipo familiar con el padre a la cabeza; él es el encargado de realizar el culto, que consista en banquetes y sacrificios en honor del “dios del padre”, que se había relacionado con uno de sus antepasados, prometiéndole descendencia y tierra donde asentarse. Estos grupos conservan las tradiciones de su tribu en forma de “historias de familia” que se transmiten, simplificándolas y refiriéndolas a sus antepasados. Cuando dos clanes se encuentran y asumen un mismo proyecto en el futuro funden sus tradiciones hasta proceder de un común. Este tipo de narraciones va a estar en el origen de los capítulos 12 a 37 de libro del Génesis, que comenzaron a escribirse en el reinado de Salomón, s.X a.C. 4.2.2. Nacimiento del pueblo: El Éxodo En Canaán, en la época de los patriarcas, se producían grandes sequías. Se sabe por las investigaciones históricas que los grupos semitas que merodeaban por Canaán DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 11 LA REVELACIÓN DE DIOS frecuentemente llegaban hasta Egipto, buscando en el delta del Nilo solución a la sequía que se padecía en Palestina y mejores pastos para el ganado. La familia de Jacob y las tribus israelitas llegaron a Egipto hacia el 1700 a.C. al principio, los egipcios los trataron bien, porque eran parientes de José, gran visir del faraón, y porque el reducido número de israelitas no significaba ningún peligro para ellos. Pero, a lo largo del tiempo, las cosas cambiaron: “Entró a gobernar en Egipto un nuevo rey, que no sabía nada de José, y dijo a su pueblo: Mirad, los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se una a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país. Les pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros trabajos. Edificaron así para Faraón las ciudades de almacenamiento: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de tal modo que la gente ya no soportaba a los israelitas. Los egipcios trataron con brutalidad a los Israelitas y los redujeron a esclavitud. Les amargaron la vida con duros trabajos de arcilla y ladrillos, con toda clase de labores campesinas y toda clase de servidumbres que les imponían por la fuerza”(Ex 1,8-14). En este momento interviene Dios. «He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he oído sus quejas cuando lo maltrataban sus mayordomos. Me he fijado en sus sufrimientos, y he bajado, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos” (Ex3,7-8). Israel descubre a Dios en su actuar en la historia, a través de su liberación y del cumplimiento de las promesas. Dios llama a Moisés para liberar a su pueblo. En la montaña sagrada de Horeb, Dios se manifestó a Moisés en forma de zarza ardiente, le reveló su nombre, “Yo soy el que soy”, (Ex3, 14), y le ordenó que liberara a sus hermanos de la esclavitud de Egipto. La liberación comienza con la celebración de la pascua. El paso de Dios, matando a los primogénitos egipcios y pasando de largo ante las casas marcadas con la sangre del cordero pascual, (Ex11, 4-5; 12,12-13), marca el momento de la salida de Egipto. El desierto es el camino elegido por Dios para llevar al pueblo a la tierra prometida, (Ex 13, 17s). Durante el éxodo, o recorrido desde Egipto a la tierra prometida, los israelitas tienen que enfrentarse a numerosas dificultades: sed, hambre, cansancio…El pueblo murmura contra Moisés y se pregunta, ¿está Dios con nosotros? A los tres meses de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí. Allí se produce un hecho decisivo para toda la historia de Israel, la alianza entre Dios y el pueblo, (Ex 19,5). DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 12 LA REVELACIÓN DE DIOS Dios entrega a Moisés el Decálogo (Éxodo 20, 1-21), o diez mandamientos que si el pueblo cumple, Dios los bendecirá para siempre. 4.2.3. La conquista de Canaán Moisés murió antes de entrar a la tierra prometida y fue Josué, su sucesor, el que inició la conquista de Canaán con la toma de Jericó. Durante su estancia en Egipto, los israelitas habían conservado su organización en tribus. Cada tribu llevaba el nombre de uno de los hijos de Jacob y de dos de sus nietos, Manasés y Efraín, que eran hijos de José. Una vez conquistada Canaán, el territorio se dividió en doce tribus. Cada tribu se gobernaba por sus propias costumbres y por sus propios jefes. En los períodos de crisis se unían las tribus y elegían a un juez que dirigía la guerra y gobernaba sobre todas ellas. El último juez fue Samuel. Esta época histórica se relata en la Biblia a través de los libros de Josué, Jueces y 1 Samuel. 4.2.4. La llegada de la monarquía. Nacimiento del Reino. Ante la amenaza de los filisteos de ocupar los territorios israelitas, el pueblo pide a Samuel un rey. Samuel se niega porque piensa que en Israel sólo Dios es rey, pero ante la petición masiva elige a Saúl. Saúl se convirtió en el primer rey de Israel, que gobernará sobre las tribus del norte y centro de Palestina. No consiguió suprimir el peligro de los filisteos y muerto Saúl en una batalla, David fue ungido rey. David, el gran rey de Israel y Judá; bajo su reinado se logra la unidad política entre las tribus del Norte y del Sur, se establece la capital en Jerusalén, se organiza una administración central, y será recordado siempre como el rey ideal. Después fue elegido Salomón, hijo de David, que, sin tener la talla de su padre, va a engrandecer la corte y orientará la sociedad hacia un estado tecnócrata. Durante su mandato se construirá el Templo y diversas obras de tipo suntuario y de defensa. Los impuestos crecerán de forma terrible con Salomón, a fin de mantener a los funcionarios reales, sacerdotes y militares, al tiempo que se va resquebrajando la unidad política del pueblo judío, anticipando la secesión, que tendrá lugar en el año 932 a.C., a la muerte de Salomón. 4.2.5. La división del reino. DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 13 LA REVELACIÓN DE DIOS En esta época de la historia, la situación internacional aparece dominada por Asiria, que alcanza su esplendor en el siglo VII a. C. y por el imperio neobabilónico, que dominará la situación a partir de finales del siglo VII. Serán estos dos gigantes los ejecutores del Reino del Norte, el primero, y de Judá el segundo. Los reinos divididos quedan en muy diferente situación tras la separación: 4.2.5.1. ISRAEL, el Reino del Norte (932-722 a.C.) Engloba las tribus del Norte y del centro, es más extenso y rico, al tiempo que está más abierto a las influencias extranjeras y al comercio. Su primer rey, Jeroboan I, mandará construir dos santuarios en Dan y Betel para aislarse de la influencia que pudiera ejercer el Templo de Jerusalén. A lo largo de dos siglos se van a dar unas profundas luchas por el poder, así como una prosperidad que va a beneficiar a una minoría de la población, originando una situación de gran injusticia que denunciarán los profetas Amós y Oseas. En el 722 a.C., el imperio Asirio devastará el Reino de Israel, deportando a sus habitantes y repoblando el territorio con extranjeros. Grupos de levitas del reino del norte van a buscar refugio a Judá, llevando consigo las tradiciones que con el tiempo estarán en la base del Deuteronomio. En adelante ese territorio será conocido con el nombre de Samaría, provincia autónoma de los imperios asirios, Babilónico, persa y Helenistas. 4.2.5.2. JUDA, el Reino del Sur (932-587 a.C.) El reino del sur estaba más resguardo y oculto en las montañas que Israel. Esto va a beneficiarle, pudiéndose salvar el imperio Asirio, que se quedó a sus puertas en el reinado de Ezequías (722-698), mientras que el hermano del norte sucumbía ante el ejército invasor. Al contrario que en Israel, Judá conservó la dinastía de David. Esta continuidad de la familia de David, sin embargo, no impide que rompa la Alianza, cayendo Judá en la opresión social y la idolatría. Josías (640-609) trató de reformar la vida del pueblo durante su reinado, debido al hallazgo del Libro de la Ley (2 Re 22-23), que era el núcleo del Deuteronomio. Esta reforma, sin embargo, no quedó sino en lo superficial. Nabucodonosor, que sometió a toda Siria y Palestina, entró en Jerusalén en el 587 a.C. arrancándola, que se había negado a pagar su tributo a Babilonia. El territorio de Judá quedó asolado y los judíos pertenecientes a las clases más activas y cultas fueron deportados a Babilonia. 4.2.6. El destierro y la reconstrucción. El poderoso rey babilonio Nabucodonosor emprendió sucesivas campañas para conquistar Judá hasta que, en el año 597, tomó la ciudad de Jerusalén. El templo fue saqueado primero y arrasado poco después. Nabucodonosor deportó a babilonia en el año 587 a.C., a los principales judíos. En Judea quedaron después de la deportación sólo las clases más pobres. DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 14 LA REVELACIÓN DE DIOS En los textos bíblicos que narran aquella época se puede percibir la tristeza y desolación de los desterrados, que se sienten:  Sin reino, ni monarquía;  Sin templo, en medio de un país extraño,  Con gran confusión sobre la actuación de Dios. Durante el exilio se avivó la fe en el futuro Mesías, un salvador descendiente de David que liberaría a Israel de todos sus males. Los profetas animaron esta esperanza. Esta situación se modificará notablemente cuando Ciro, emperador de Persia, tome en el 539 Babilonia. El nuevo soberano dará la libertad a los judíos para volver a su patria y edificar en Jerusalén el Templo. Sin embargo, el proceso de reconstrucción es lento y está continuamente asediado por el acoso samaritano. Esta situación va a necesitar el ánimo que Ageo, Zacarías y el Tercer Isaías van a infundir en la población. Al tiempo, sin reyes y con escasos profetas, el pueblo pasa a ser gobernado por sacerdotes, organizándose un estado teocrático, regido por una ley civil y religiosa redactada por Esdras. Israel ya no volverá a ser independiente. Cuando Alejandro Magno destruya el imperio persa, el pueblo elegido entrará dentro del ámbito de acción de la cultura helenista, que Antíoco IV Epífanes va a tratar de imponer en el siglo II. Una parte del pueblo, dirigida por los Macabeos, va a sublevarse contra esta medida, y, apoyado por Roma, Simón Macabeo se convierte en el sumo sacerdote y jefe de la comunidad judía, que obtiene de roma una independencia vigilada. Sin embargo, los continuos enfrentamientos entre los diversos grupos judíos y el ambiente de inestabilidad en la zona hacen que Pompeyo entre en Jerusalén en el 63 a.C., destruyéndola e incendiando el Templo, quedando Judea incorporada a la provincia romana de Siria. Herodes el Grande fue nombrado rey de Judea en el año 40 por el senado romano. A pesar de su intento de congraciarse con el pueblo a través de la reconstrucción del Templo, su fomento de la cultura helenística va a molestar a gran parte de los judíos. Durante su reinado, el pueblo vivió con una relativa tranquilidad. A su muerte, el año 4 a. C. el reino se dividió entre sus hijos, de los que conocemos sobre todo a Herodes Antipas por los datos que de él tenemos por el Nuevo Testamento. 4.3. Significado Religioso de la Historia de Israel. Como hemos dicho anteriormente, Dios se ha querido revelar en la historia haciendo de la historia humana lugar donde acaece la salvación. De ahí que nos interese la historia de Israel no tanto corno historia de un pueblo, sino como lugar donde se hace presente el Dios que nos salva. Que Dios escogiese al pequeño pueblo semita, nacido del pastor errante que era Abrahán, en un tiempo oscuro y remoto, es algo que nunca entenderemos. Pero es aún más incomprensible que hiciese de él una historia abierta a lo universal y al futuro. Sólo leyendo esta historia con los ojos de la fe podremos descubrir la experiencia profunda DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 15 LA REVELACIÓN DE DIOS que este pueblo vive y que expresa por medio de la Sagrada Escritura. A continuación vamos a penetrar en cuatro momentos o etapas de esta experiencia de salvación, relacionándolas con la historia de Israel que acabamos de estudiar, y poniéndolas en contacto con Jesucristo como plenitud de la revelación por parte de Dios. 4.3.1. La Promesa. Podríamos definir este momento como la «llamada» que anuncia y abre un futuro nuevo de plenitud que proviene de Dios. Esta promesa se experimenta como realidad en la vida de Abrahán, a quien se anuncia la posesión de una tierra y el nacimiento de un verdadero pueblo, que será su descendencia. La Promesa se experimenta a partir de Jesús como la Resurrección y la victoria sobre la muerte en la Nueva Jerusalén celestial, consumación del Reino de Dios. Una promesa que es, sin embargo, motor en el camino hacia la Tierra prometida, que se concreta en el Espíritu Santo derramado sobre los creyentes en Jesús. 4.3.2. La liberación. Es el momento de la definitiva liberación del hombre y de la tierra de todo lo que obstaculiza, ata y destruye el porvenir de la historia y de los hombres. Esta etapa es prefigurada en la vivencia de la Pascua, signo clave de salvación, cuando el pueblo judío es liberado de la esclavitud de Egipto, y cada vez que vuelve de un cautiverio, como en el momento del regreso tras la deportación a Babilonia. Los cristianos vivimos esta experiencia en la Pascua de Jesús que, por su paso de la muerte a la Vida, ha destruido el mal que oprime al hombre. La plenitud total de esta salvación resta experimentarla hasta el momento en que se hagan presentes el cielo nuevo y la tierra nueva. 4.3.3..La Alianza. Esta etapa se vive como el signo del compromiso de Dios con su pueblo. Israel vive la Alianza como el compromiso que Dios adquiere al revelarse en el monte Sinaí. A esta fidelidad de Dios, que permanece en todo momento y lugar con su pueblo, va a responder Israel con su cerrazón y el deseo de seguir a otros dioses y confiar en otras fuerzas diferentes a las que Dios le da. Esta situación la denunciarán los profetas, que anunciarán, asimismo, el porvenir feliz de la presencia de Dios en su pueblo. Este futuro toma realidad en la Alianza definitiva sellada en la sangre de Jesús y realizada en su Resurrección. A partir de entonces no es que Dios esté con su pueblo, sino que somos constituidos familia de Dios porque participamos de su mismo aliento divino, de su Espíritu. 4.3.4. El Reino DIOS AL ENCUENTRO DE L HOMBRE. 16 LA REVELACIÓN DE DIOS Es la presencia de Dios reinando en su pueblo, que se concreta en el rey David, cuyo reino se intuye como imagen y figura del porvenir. En Jesús, el reino se hace presente, se inaugura, comenzando la nueva creación que surge de la transformación interior de todo lo existente. 4.3.5. Jesucristo, centro de la Historia Por todo lo hasta ahora expuesto, podemos descubrir cómo Jesús se presenta como la revelación plena de Dios y la salvación definitiva del hombre. Jesús es desvelamiento pleno de ese Dios que, fiel a sí mismo y a su criatura, promete al hombre colmar sus ansias y sus búsquedas; revelación del Dios que Israel descubre como salvador al salir de la esclavitud de Egipto y de toda tierra de opresión; presencia perenne de una Alianza que es entrega absoluta de Dios en fidelidad a un pueblo y signo increíble de ese Reino que, en plenitud, es destino de su peregrinar. Jesucristo se constituye de esta forma en interpretación de todo el pasado y punto de referencia para el futuro, quedándonos como tarea su seguimiento en fidelidad.

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