Tema 6: La Primera Guerra Mundial PDF

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Este documento proporciona una breve descripción general de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), abordando sus causas, como las tensiones entre las potencias europeas y las rivalidades entre imperios, y las consecuencias de este conflicto global.

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Tema 6: La Primera Guerra Mundial La «Gran Guerra» (1914-1918) o Primera Guerra Mundial se desencadenó en Europa, pero pronto implicó a países de todos los continentes y adquirió una dimensión planetaria. Sus causas fueron complejas. Se conjugaron las tensiones coloniales entre las potencias europe...

Tema 6: La Primera Guerra Mundial La «Gran Guerra» (1914-1918) o Primera Guerra Mundial se desencadenó en Europa, pero pronto implicó a países de todos los continentes y adquirió una dimensión planetaria. Sus causas fueron complejas. Se conjugaron las tensiones coloniales entre las potencias europeas -Francia, Reino Unido y Alemania- y las rivalidades políticas de dos viejos imperios - austrohúngaro y ruso- en los Balcanes. Esta situación dio origen a la división de Europa en dos bloques antagónicos. El detonante de la guerra fue el asesinato del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo (Bosnia), el 28 de junio de 1914. Al principio se pensó que la guerra sería corta, pero el conflicto se prolongó cuatro años y se extendió fuera de Europa. Fue, además, una «guerra total». Los Estados enfrentados movilizaron a cerca de 70 millones de combatientes y utilizaron todos sus recursos. Sus terribles consecuencias humanas y económicas marcaron el declive de Europa y el ascenso de Estados Unidos al liderazgo mundial. Las fronteras europeas se alteraron al desaparecerlos viejos imperios autoritarios y crearse nuevos Estados. La Europa surgida de la Primera Guerra Mundial no logró una paz justa y duradera. Los vencedores impusieron muy duras condiciones a los vencidos, especialmente a Alemania. Por ello, a pesar de la creación de la Sociedad de Naciones, las relaciones internacionales no se normalizaron. 1. Las causas de la guerra A principios del siglo XX, Europa se vio sometida a una serie de tensiones y crisis. Francia y Reino Unido recelaban del creciente poder alemán y de] giro expansionista que el káiser Guillermo li dio a su política exterior. Todas estas tensiones dieron lugar a un rearme masivo por parte de los diferentes países y a un clima de enfrentamiento que en cualquier momento podía estallar. A esta situación se sumaban otros factores de inestabilidad internacional. Continuaron las tensiones coloniales y territoriales que tuvieron Marruecos y la zona de los Balcanes corno principales escenarios. Además, las aspiraciones nacionales de diversos pueblos de esa zona y de Centroeuropa agravaban la situación. 1.1. Las rivalidades entre las grandes potencias europeas Las relaciones entre Francia y Alemania en el último tercio del siglo XIX fueron muy tensas por las reivindicaciones territoriales francesas sobre los territorios de Alsacia y Lorena que había perdido en 1870, a raíz de la guerra franco- prusiana. Esta enemistad se reavivó a comienzos del siglo XX a causa de las rivalidades coloniales. A la tensión franco-alemana se agregó la disputa entre los Imperios austrohúngaro y ruso por el control político y económico de la zona de los Balcanes. También las rivalidades económicas generaron un clima de enfrenta- miento. El notable impulso de las relaciones comerciales y financieras, especialmente de Reino Unido y Alemania, los dos Estados con mayor desarrollo industrial y con más actividad comercial, provocó en ocasiones rivalidades en la «batalla económica» por conseguir nuevos mercados. Alemania consideraba que para mantener y aumentar su rápido desarrollo industrial necesitaba extenderse por nuevos mercados y conseguir un imperio colonial en el que situar sus manufacturas. Por su parte, Reino Unido veía en el expansionismo alemán una amenaza a su imperio colonial y a su hegemonía comercial. Un punto importante en la desconfianza de Reino Unido radicaba en la política naval germana, que perseguía crear una poderosa marina de guerra equiparable a la británica. Por todas estas razones, Reino Unido abandonó su tradicional aislamiento y buscó la alianza con Francia. 1.2. La formación de los bloques y la carrera de armamento A partir de 1907 las principales potencias europeas estaban divididas en dos bloques opuestos: la Triple Alianza y la Triple Entente. La Triple Alianza estaba formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia. Había sido creada por el canciller alemán Bismarck en 1882 y tenía un carácter defensivo. Sus objetivos fueron lograr un equilibrio en Europa favorable a Alemania; aislar diplomáticamente a Francia y evitar así cualquier intento francés de revancha tras la humillante derrota de 1871; asegurar a los austriacos la protección de su frontera sur en el caso de conflicto con Rusia en los Balcanes, mientras Italia recibía garantías frente a un ataque francés. Pero tras la dimisión de Bismarck, en 1890, el emperador Guillermo II y su gobierno dieron un giro a la política exterior alemana con la llamada Weltpolitík*. Esta política se caracterizó por un nacionalismo expansionista, por el militarismo y el desarrollo de una poderosa flota de guerra. Hacia 1913, la flota alemana era la segunda del mundo. El otro bloque, la Triple Entente, formado por Francia, Rusia y Reino Unido, se constituyó en 1907 a través de una serie de acuerdos.  En 1893 Francia y Rusia firmaban un pacto militar por el que se comprometían a movilizar sus tropas en caso de ser atacadas por uno de los miembros de la Triple Alianza. Así, Francia lograba romper su aislamiento diplomático.  Otro paso lo constituyó la firma entre Reino Unido y Francia de la Entente Cordiale, en 1904, por la que Francia renunciaba a sus ambiciones sobre Egipto a cambio del apoyo británico a la aspiración francesa de establecer un protectorado sobre Marruecos. De esta forma Francia y Reino Unido zanjaban sus rivalidades coloniales.  Finalmente, en 1907 se adhirió a esta alianza el Imperio ruso, y se formó la Triple Entente. Este sistema de alianzas en sí mismo no implicaba un paso hacia una guerra. Pero, lejos de ser un elemento «disuasorio», se convirtió en un instrumento cada vez más incontrolable a medida que se desestabilizaba la situación internacional. La carrera de armamentos constituyó otro paso decisivo hacia la crisis. Entre 1890 y 1914 los ejércitos de todas las potencias europeas, salvo Reino Unido, doblaron sus efectivos de tierra y mar. Se estableció el servicio militar obligatorio, que permitía una rápida movilización masiva de tropas. Además, se mejoró mucho la tecnología armamentística gracias a la aplicación militar de los grandes avances de la segunda revolución industrial. El punto culminante de esta etapa, que ha sido denominada «paz armada», tuvo lugar en los años que precedieron a la guerra. Entre 1912 y 1914, las posturas diplomáticas y militares de las potencias europeas se endurecieron. Alemania fue quien tomó la iniciativa, que se concretó en la votación de nuevas leyes militares que incrementaron los efectivos de su ejército en 820.000 soldados, prolongaron el servicio militar y aumentaron los gastos de guerra. Francia actuó inmediatamente aprobando una nueva ley militar en 1913 que incrementó el ejército en 750.000 hombres y estableció el servicio militar de tres años. La reacción rusa fue más lenta, pero, a pesar de eso, a finales de 1913 su plan de reorganización del ejército le permitió aumentar a 1.200.000 el número de soldados. Esta carrera de armamentos causó inquietud en la opinión pública. Los gobiernos y sus Estados Mayores se vieron forzados a insistir en el peligro inminente de guerra para justificar sus políticas ante la población. En Alemania y Francia, las ligas nacionalistas desataron una campaña de propaganda de exaltación bélica, pero solo arrastraron a una minoría de partidarios del enfrentamiento bélico. En el resto de las potencias europeas tampoco existió una amplia corriente de opinión favorable a la guerra. 1.3. Los enfrentamientos coloniales A comienzos del siglo XX, también resurgieron los enfrentamientos imperialistas. El escenario fue el norte de África, concretamente Marruecos, y el país protagonista, Alemania, que había quedado insatisfecha del reparto de África realizado en la Conferencia de Berlín de 1884-1885. En 1905 se desató la primera crisis marroquí. Alemania se negó a aceptar el acuerdo entre Francia y Reino Unido de repartir ese territorio entre España y Francia, por considerar que perjudicaba a sus intereses coloniales en el norte de África. La postura del gobierno alemán de mantener la independencia de Marruecos frente a las pretensiones francesas y el desembarco del emperador Guillermo II en Tánger, como muestra del apoyo al sultán marroquí, crearon una grave crisis internacional. La Conferencia de Algeciras de 1906 se realizó para evitar una guerra en Europa. Se acordó reconocer la independencia de Marruecos, aunque en realidad esta fue más teórica que real, y de hecho se establecía un protectorado franco-español. El resultado de la crisis fue favorable a Francia, que salió fortalecida de su alianza con Reino Unido (Entente Cordiale de 1904). En 1911, de nuevo se reprodujo el enfrentamiento por el tema de Marruecos, dando lugar a la conocida como la crisis de Agadir. Tropas francesas intervinieron en ayuda del sultán, que se encontraba asediado por los rebeldes de Fez. La ocupación de Fez por las tropas francesas fue considerada por Alemania como una violación del Tratado de Algeciras, lo que motivó su reacción de enviar el acorazado Panther al puerto de Agadir con la excusa de proteger a los residentes alemanes. La intención de Alemania era abrir una nueva negociación para forzar a Francia a cederle Congo a cambio de la plena libertad de acción en Marruecos. La determinación británica de apoyar a Francia frenó las desorbitadas demandas de Alemania. En 1911, tras duras negociaciones, se firmó un acuerdo por el que Francia entregaba a Alemania una parte importante de su colonia del Congo, una vez que Alemania reconoció el protectorado francés y español sobre Marruecos. La solución alcanzada en esta segunda crisis marroquí decepcionó a Alemania, pues, lejos de debilitar la Entente Cordiale, esta mostró su solidez. 1.4. La crisis de los Balcanes Desde mediados del siglo XIX, otro de los puntos de fricción de la política internacional había sido la llamada “cuestión de Oriente”. Su escenario era la zona de los Balcanes, ocupada por el Imperio turco, cada vez más débil. Distintos pueblos (Serbia, Grecia, Rumania, Bulgaria) se levantaron contra los turcos y lograron la independencia. La debilidad turca también alentó las ambiciones de los Imperios austrohúngaro y ruso en esa zona. Austria- Hungría pretendía intervenir contra el nacionalismo eslavo, que amenazaba su territorio. Por su parte, el Imperio ruso quería afianzar su influencia sobre los pueblos eslavos, especialmente sobre su aliada Serbia. Entre 1908 y 1913 se sucedieron tres crisis en los Balcanes que pusieron a prueba los complejos sistemas de alianzas entre los Estados europeos. En 1908 el Imperio austrohúngaro se anexionó Bosnia-Herzegovina, lo que provocó la protesta de Serbia, que aspiraba a unir a todos los pueblos eslavos del sur. Pero la actitud de Reino Unido de mantenerse al margen, el escaso interés de Francia por intervenir en el conflicto y la debilidad rusa obligaron a los serbios a ceder. En 1912 los Estados balcánicos (Serbia, Montenegro, Bulgaria y Grecia) apoyados por Rusia, formaron una Liga Balcánica con el objeto de repartirse la franja de territorios balcánicos que poseía el Imperio turco entre los mares Adriático y Egeo. La Liga derrotó a Turquía, forzándola a reconocer la independencia de Albania y ceder el resto de los territorios. El reparto entre los miembros de la Liga de estos restos del Imperio turco originó, en 1913, una nueva guerra entre Bulgaria y Serbia, esta última apoyada por el resto de los Estados balcánicos. La derrota de Bulgaria pro- dujo una nueva reordenación de estos territorios. Serbia amplió sus fronteras y Rusia acrecentó su influencia en los Balcanes, mientras Austria y Alemania vieron reducido su poder en la zona. Esta situación fue el precedente de una nueva y definitiva crisis. 1.5. La marcha hacia la guerra: la crisis de julio de 1914 En este clima, una nueva crisis sería fatal. Y así sucedió a raíz del asesina- to del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa, en Sarajevo (Bosnia), el 28 de junio de 1914. El autor fue un estudiante nacionalista bosnio, Gavrilo Prinzip, perteneciente a una sociedad secreta conocida como la «Mano Negra», que aspiraba a unir a todos los pueblos eslavos del sur. El atentado de Sarajevo fue el pretexto deseado por Austria para aplastar al nacionalismo serbio. El 23 de julio el gobierno austrohúngaro envió un ultimátum a Serbia, con el consentimiento alemán, exigiendo a Serbia una investigación a fondo sobre los autores del atentado. A pesar de sus duras exigencias, Serbia las aceptó todas, salvo una. Aun así, Austria consideró insatisfactoria la respuesta de Serbia. El intento de Reino Unido de mediar fue rechazado. El 28 de julio Austria declaró la guerra a Serbia. Rusia, que no podía aceptar una hegemonía austriaca en los Balcanes, movilizó sus tropas el 30 de julio. A partir de esa fecha se puso en marcha el sistema de alianzas. Alemania y Francia decidieron apoyar a sus respectivos aliados. El 4 de agosto, por último, Reino Unido decidió intervenir ante la penetración de tropas alemanas en Bélgica, violando su neutralidad. Por el contrario, Italia, aliada de Austria-Hungría y de Alemania, se mantuvo neutral. 2. La Gran Guerra (1914-1918) Los países que iniciaron la Primera Guerra Mundial pensaron que el conflicto sería corto y localizado. Pero la guerra que comenzó en agosto de 1914 se caracterizó por su larga duración, cuatro años, porque su ámbito geográfico implicó a todo el continente e, incluso, a zonas no europeas y por la aparición de nuevas tácticas y técnicas bélicas. 2.1. Fuerzas enfrentadas y escenarios del conflicto Así, en agosto de 1914 estallaba la Gran Guerra, que enfrentó, de un lado, a los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría) y, de otro, a la Triple Entente (Francia, Rusia y Reino Unido). En el momento del estallido, la situación de los dos bloques, por lo que se refiere a las fuerzas militares, mostraba una clara superioridad numérica de la Entente. Pero esta diferencia numérica era más ficticia que real. La posición estratégica de Alemania y Austria-Hungría en el centro de Europa favoreció el movimiento de sus tropas, mientras que la Entente y sus aliados estuvieron fragmentados en dos frentes sin comunicación terrestre posible. El ejército alemán era claramente superior al francés en artillería pesada de campaña y en vehículos automóviles; sin embargo, existía un relativo equilibrio armamentístico entre los dos bloques. Por lo que se refiere a las fuerzas navales, los países de la Entente, y sobre todo Reino Unido, fueron dominantes. Ello condujo a los alemanes a la guerra submarina, como única forma de contrarrestar la superioridad naval inglesa y francesa, esta última en el Mediterráneo. Los dos bloques buscaron a lo largo de la guerra nuevos aliados, lo que significó la mundialización del conflicto. En la guerra participaron catorce países europeos con sus respectivas colonias, que se extendían por los cinco continentes, más Japón y Estados Unidos. Fue la primera vez que una guerra afectó a un territorio tan amplio y ello influyó decisivamente en la prolongación del conflicto. 2.2. Características de la guerra La contienda de 1914-1918 fue un nuevo tipo de conflicto. Fue la primera «guerra total» de la historia contemporánea, en la que se utilizaron todos los recursos humanos, económicos y técnicos de los países contendientes. Se movilizaron casi setenta millones de soldados. Los avances técnicos e industriales del último tercio del siglo XIX se pusieron al servicio de la fabricación de un armamento moderno y mortífero (artillería, ametralla- doras, navíos acorazados, submarinos, gases tóxicos, carros de combate e, incluso, la aviación). En todos los países beligerantes se impuso una economía de guerra dirigida por los Estados. Se creó una «industria de guerra» para proveer de armas y municiones al ejército; mientras que la población civil sufrió el racionamiento* y la penuria. Por otra parte, la elevada movilización de soldados para la guerra obligó a recurrir a las mujeres para el trabajo en las industrias y otros sectores tradicionalmente masculinos. Ningún Estado pensó que el conflicto pudiese durar tanto, ni que fuera una guerra total y de desgaste. Para obtener recursos con los que sufragar los elevados gastos militares, los gobiernos recurrieron a la emisión de deuda pública y a los préstamos del exterior, que, en el caso de los aliados, provinieron sobre todo de Estados Unidos. Otro rasgo característico fue el uso que se hizo de la propaganda en el interior de los países para inflamar el patriotismo y el espíritu de resistencia de la población civil y de los soldados, y, en el exterior, para minar la moral del enemigo y debilitar su capacidad de resistencia. 2.3. Las fases de la guerra La guerra de movimientos: el fracaso del plan alemán (agosto-diciembre de 1914) El plan alemán (Plan Schlieffen, de 1905) pretendía un triunfo rápido en el frente occidental, derrotando al ejército francés en las primeras semanas de la guerra, y luego centrar todo su esfuerzo en el frente ruso. Los alemanes, dirigidos por Moltke, penetraron en territorio francés en los primeros momentos, pero los aliados lograron detener el avance alemán mediante una contraofensiva dirigida por Joffre (batalla del Marne, septiembre de 1914). Esta batalla fue un triunfo limitado del ejército francés y supuso el fracaso del plan alemán de un avance rápido y una guerra corta. Se produjo de esta forma la estabilización del frente occidental y la prolongación de la guerra. A finales de agosto de 1914, en el frente oriental, las tropas rusas invadieron la Prusia Oriental y sorprendieron a los ejércitos alemanes, obligándoles a retirar cuatro divisiones. La contraofensiva alemana logró una importante victoria sobre los rusos en Tannenberg, y frenaron su avance. Pero, a pesar de los éxitos parciales austroalemanes, también este frente se estabilizó. De la guerra de posiciones a la guerra de desgaste (1915-1916) A partir de 1915 la guerra de movimientos dejó paso a la guerra de posiciones o de trincheras. Los frentes se estabilizaron y los ejércitos contendientes fijaron sus posiciones. Desde este momento se evidenció que la guerra iba a ser larga y de desgaste. Los ejércitos levantaron una barrera de alambradas, para impedir el avance del enemigo, y se protegían en zanjas excavadas, las trincheras, en las que los soldados vivían apiñados entre las ratas, el frío intenso, la humedad y el fango. En esta etapa entraron en la guerra el Imperio turco (fines 1914) y Bulgaria (1915) a favor de los imperios centrales, e Italia (1915), Rumania (1916) y Grecia (1917) del lado de los aliados. Con ello se abrieron nuevos frentes secundarios: la frontera austro-italiana y el Próximo Oriente. La estabilización de los frentes y la renuncia a la guerra de movimientos crearon la necesidad de recurrir a dos nuevas tácticas: intentar abrir brechas o debilitar la fuerza del adversario. Sin embargo, no obtuvieron resultados positivos. Las oleadas de soldados que intentaban asaltar las líneas de alambre espinoso eran barridas por un intenso fuego de artillería y de ametralladoras del enemigo, y para atacar a los soldados en las trincheras se lanzaban granadas de mano y se utilizaban armas prohibidas, como los gases tóxicos y los lanzallamas. Los tanques servían para pasar sobre las alambradas. Pero los intentos de abrir brechas no tuvieron éxito. A lo largo de 1915, en el frente occidental, esos intentos de romper el equilibrio entre los contendientes costaron al ejército francés casi 1.500.000 bajas. En el frente oriental, sin embargo, los alemanes hicieron retroceder a los soldados rusos más de 100 km, y ocuparon Polonia y Galitzia causando un elevado número de bajas (830.000 muertos o heridos y 900.000 prisioneros). La guerra de desgaste caracterizó el año 1916 y tuvo su principal escenario en el frente occidental. La batalla de Verdún, planeada por el Estado Mayor alemán, reflejó la nueva táctica, que trataba de debilitar al máximo al enemigo para obligarle a firmar la paz. Verdún fue uno de los hechos bélicos más notables de la guerra. Supuso un fracaso para el ejército alemán (igual número de pérdidas por ambas partes, más de 500.000 muertos) y un ejemplo de violencia y de crueldad sin precedentes. Después los aliados lanzaron un ataque similar en el Somme, que terminó con un número de bajas aún mayor y sin que nadie lograra la victoria. En el frente oriental se aceleró la descomposición del ejército ruso y del régimen zarista. En el mar, las flotas británica y alemana lucharon en la batalla de Jutlandia, que se saldó con la victoria británica. Por eso, Alemania intensificó la guerra submarina: sus sumergibles hundían los barcos aliados o de quienes comerciaban con ellos De la crisis de 1917 al final de la guerra En 1917, dos hechos contribuyeron a cambiar el rumbo de la guerra: la intervención de Estados Unidos y la revolución en Rusia, que supuso la toma del poder por los bolcheviques*. La guerra submarina indiscriminada de Alemania comenzó a perjudicar a los exportadores estadounidenses y al propio prestigio nacional. El 2 de abril de 1917 el presidente de Estados Unidos, Wilson, anunció al Congreso su resolución de intervenir. Esta intervención supuso una gran ventaja para los aliados, precisamente en el momento en que comenzaba la descomposición del ejército ruso. En Rusia, los bolcheviques, partidarios de una paz por separado, tomaron el poder en octubre de 1917 y en diciembre firmaron un armisticio* con Alemania como preludio del tratado de paz de Brest-Litovsk (marzo de 1918). Con este acuerdo se puso fin a la guerra en el frente oriental. Tras la firma de la paz con Rusia, en 1918, las mejores divisiones alemanas se trasladaron del este al oeste y, aprovechando la superioridad numérica inicial, desencadenaron varias ofensivas. Pero la llegada masiva de tropas y pertrechos estadounidenses permitió a los aliados realizar un contraataque marcado por el uso de numerosos carros de combate que protegían a la infantería en su avance. Los aliados recuperaron todo el terreno perdido mientras las tropas alemanas se replegaban. En los otros frentes los aliados derrotaron a los búlgaros, turcos y austro-húngaros. Entre el 26 de septiembre y el 3 de noviembre, firmaron el armisticio Bulgaria, Turquía y Austria-Hungría. Por su parte, el ejército alemán se desmoronó, no solo por las derrotas en el frente, sino también por la grave situación económica y los problemas sociales en la retaguardia, donde tenían lugar continuos actos de protesta y de rebelión entre la población civil, especialmente entre los obreros industriales. El alto mando militar alemán aconsejó al emperador Guillermo ll firmar un armisticio, pero el káiser abdicó el 9 de noviembre al tiempo que se proclamaba la República. El nuevo gobierno, dirigido por el partido social- demócrata, firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918. La Primera Guerra Mundial había terminado. 3. Los tratados de paz y el nuevo mapa de Europa 3.1. La Conferencia de Paz de París En enero de 1918, casi un año antes del final de la guerra, el presidente estadounidense Wilson expuso en el Congreso de Estados Unidos los «catorce puntos» por los que según él habría de regirse una paz justa y duradera. Sus objetivos eran: La supresión de la diplomacia secreta, a la que se atribuyó el desencadenamiento de la guerra. La libertad de navegación y de comercio internacional. La reducción de armamentos. La desmembración de los viejos imperios y el reconocimiento del derecho a la independencia a las minorías étnicas y lingüísticas de los pueblos que formaban estos imperios. La creación de una Sociedad de Naciones, basada en la igualdad entre los Estados al margen de su potencia, que arbitrase las relaciones inter- nacionales y garantizase la seguridad de las naciones y su integridad territorial, así como la imposibilidad de nuevas guerras. Pero estos principios no fueron respetados, ya que los aliados europeos estaban más preocupados por defender sus propios intereses que por lograr una paz justa. Francia, la más perjudicada por la destrucción causada por el conflicto, exigía que Alemania debía pagar las reparaciones de guerra e incluso ser desmembrada. A esta pretensión francesa se oponían las posiciones más conciliadoras de los británicos y estadounidenses. En la Conferencia de Paz de París (1919-1920) se elaboraron los cinco tratados que estipulaban las condiciones de la paz y las nuevas fronteras entre los vencedores y los vencidos. Los países vencidos no fueron escuchados y solo fueron llamados para firmar los tratados impuestos por el Consejo de los Cuatro, formado por los dirigentes de las grandes potencias vencedoras: Clemenceau (Francia), Lloyd George (Reino Unido), Wilson (Estados Unidos) y Orlando (Italia). 3.2. Una paz impuesta por los vencedores De todos los tratados firmados en París, el Tratado de Versalles, que reguló la paz con Alemania, fue el más importante. Por su dureza fue considerado por el Estado y el pueblo alemán como un diktat*. En primer lugar, Alemania sufrió fuertes recortes territoriales: tuvo que ceder a Francia Alsacia y Lorena; la región de Posnania a Polonia, y asimismo se creaba un pasillo o «corredor polaco», con la «ciudad libre» de Danzig, que separaba la Prusia Oriental del resto de Alemania. Por último, las colonias alemanas pasaron a convertirse en mandatos* de la Sociedad de Naciones. Además, Alemania fue considerada responsable del desencadenamiento de la guerra, y como consecuencia tuvo que pagar fuertes reparaciones de guerra para compensar las destrucciones causadas a los países vencedores. Debió entregar de inmediato su flota mercante, sus locomotoras y ceder a Francia la explotación de las minas de carbón del Sarre durante quince años. Finalmente, Alemania tuvo que suprimir el servicio militar obligatorio y limitar su ejército a 100.000 hombres. Para prevenir cualquier intento de revancha, los aliados ocuparon la orilla izquierda del Rin durante quince años, transcurridos los cuales dicha zona quedaría desmilitarizada. Asimismo, se prohibió la unión de Alemania con Austria. Los tratados de Saint Germain, Trianon, Neuilly y Sèvres establecieron una nueva organización de las fronteras y de los Estados de la Europa centro-oriental y balcánica. Los Imperios austrohúngaro y turco se desmembraron en diferentes Estados, y se formó un «cordón sanitario» en torno a Rusia para impedir el contagio de la revolución bolchevique. Este cordón sanitario se construyó con la creación de varios países en los territorios que Rusia había perdido en el Tratado de Brest-Litovsk: así, Polonia, Finlandia y los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) se convirtieron en Estados independientes. 3.3. Las repercusiones políticas de los tratados Con el final de la guerra desaparecieron los grandes imperios que existían en Europa antes de 1914. La revolución de octubre de 1917 acabó definitivamente con el Imperio ruso de los zares. En el antiguo Imperio alemán, o Segundo Reich, y en el Imperio austrohúngaro se proclamaron repúblicas y las constituciones democráticas se extendieron a muchos de aquellos territorios que habían estado dominados por imperios autoritarios. También desapareció el Imperio turco, cuyos territorios dieron lugar a nuevos países o pasaron a estar bajo el dominio de otras potencias. De este modo, de acuerdo con el principio wilsoniano del respeto a las nacionalidades, se constituyeron nuevos Estados: Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría. Hacia 1920 Europa estaba formada por un total de veintiocho Estados. Todos ellos, salvo dos, eran democracias parlamentarias y en la mayoría se implantó el sufragio universal. 4. Las consecuencias de la guerra Una guerra como la iniciada en 1914 tenía forzosamente que afectar a muchos aspectos de la vida y de las relaciones mundiales. A las pérdidas humanas y materiales se añadían los efectos más duraderos de orden social, económico, cultural, en la vida cotidiana y en las costumbres y los valores. 4.1. Consecuencias demográficas Las pérdidas en vidas humanas se estiman en unos 9 millones de muertos y otros tantos heridos y mutilados, a los que había que añadir las bajas civiles causadas de forma indirecta por el conflicto. Además, las privaciones alimenticias y las carencias sanitarias facilitaron la propagación de la terrible gripe de 1918, que provocó la muerte de 6 millones de europeos y de 22 millones de personas a escala mundial. Estas pérdidas demográficas conllevaron además un descenso de la natalidad en las generaciones posteriores, y, con ello, una disminución de la población activa y del número de potenciales consumidores. 4.2. Consecuencias económicas La guerra tuvo intensas consecuencias en el terreno económico, especialmente en los países europeos que participaron en el conflicto. Sus efectos se notaron en todo el sistema productivo. Provocaron destrucciones en los medios de producción (industrias, zonas cultivadas) y en los transportes (ferrocarril, carreteras). Esta situación fue especialmente grave en los frentes situados en las regiones agrícolas e industriales del norte de Francia y de Italia, y las regiones occidentales de Rusia. Los costes financieros de la guerra resultaron más intensos y generaliza- dos. Se calcula que ascendieron, al finalizar el conflicto, a una cifra entre 260.000 y 380.000 millones de dólares de la época. Para financiar la guerra los gobiernos incrementaron, de forma espectacular, su deuda pública* interna y pidieron préstamos bancarios en el exterior, principalmente a Estados Unidos, al que los países aliados adeudaron unos 12.000 millones de dólares. Como consecuencia, el endeudamiento general de los países europeos fue altísimo (unos 225.000 millones de dólares). Por todas estas razones, la Primera Guerra Mundial significó la definitiva pérdida de la hegemonía europea en la economía mundial en beneficio de Estados Unidos y de Japón. En efecto, Estados Unidos se convirtió en la primera potencia económica del planeta. Su producción industrial y su producto nacional bruto casi se duplicaron. Además, el dólar sustituyó a la libra esterlina como principal moneda internacional. Por otro lado, Japón, aliado de la Entente, experimentó una notable expansión industrial y comercial. El desarrollo de su flota le permitió incrementar sus exportaciones y ampliar sus mercados, especialmente en el Pacífico, en el sudeste asiático y en China, compitiendo con sus rivales comerciales en la zona (Francia y Reino Unido). Además, Japón ocupó los territorios alemanes en el Pacífico. 4.3. Las repercusiones sociales La guerra repercutió de modo desigual en los distintos grupos sociales. Se ha señalado que la posguerra estuvo marcada por la oposición entre los «nuevos ricos» y los «nuevos pobres». Estos «nuevos ricos» (banqueros, comerciantes, grandes propietarios) amasaron grandes fortunas gracias a la demanda de la guerra, mientras el resto de la población se había empobrecido. Clases medias, campesinos y asalariados sufrieron los efectos negativos del aumento de los precios, del descenso de la capacidad adquisitiva y del paro. Este deterioro del nivel de vida acrecentó el descontento y las tensiones sociales entre los obreros y las clases medias. Durante la guerra, las mujeres ocuparon los puestos de trabajo hasta entonces reservados a los hombres. Al final de la guerra el 35 % de la mano de obra industrial en Reino Unido y Alemania era femenina. La masiva presencia de la mujer en el mundo del trabajo constituyó un importante acicate para que, una vez acabado el conflicto, se reanudase la lucha organizada por lograr la emancipación femenina. La discriminación de la mujer se extendía a todas las esferas de la vida. En la época posterior a la guerra el logro más importante para las mujeres fue el reconocimiento al derecho de voto. 5. La Sociedad de Naciones y los problemas de la posguerra Con la creación de la Sociedad de Naciones se buscó normalizar las relaciones internacionales. Pero el camino hacia una paz duradera se vio desde el principio sometido a fuertes tensiones. Tan solo entre 1924 y 1929 hubo una breve etapa de relativa distensión. La Sociedad de Naciones fue una organización internacional, fundada al final de la Primera Guerra Mundial, a iniciativa del presidente estadounidense Wilson. Su objetivo era asegurar el mantenimiento de la paz, la seguridad colectiva, el desarme y la cooperación económica y cultural entre los diversos Estados del mundo. Su sede se estableció en Ginebra. Sus órganos rectores fueron cuatro: La Asamblea General, integrada por todos los Estados miembros. El Consejo, formado por las cinco potencias vencedoras (Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Italia y Japón). La Secretaría, un órgano meramente administrativo. El Tribunal Permanente de Justicio Internacional, cuya sede se fijó en La Haya. Sus miembros se comprometían a agotar todos los procedimientos para solucionar de forma pacífica sus conflictos y evitar la guerra. Se impusieron sanciones para aquellos Estados que infringieran el pacto incluso se establecía que el Estado que cometiera infracciones graves podía ser excluido de la Sociedad de Naciones. Pero fue una organización frágil que no pudo llevar a la práctica sus objetivos, ya que no disponía ni de ejército ni de capacidad ejecutiva para forzar el cumplimiento de sus resoluciones. Además, no se permitió la adhesión de los vencidos ni de la Rusia soviética, lo que significó que una serie de países que tenían gran peso internacional quedasen fuera de la organización. Por último, influyó mucho la no participación de Estados Unidos, que inició una política internacional aislacionista después de que su Senado no ratificase el Tratado de Versalles. Como aspectos positivos de la Sociedad de Naciones se pueden señalar el establecimiento de una diplomacia multilateral, la prohibición de los trata- dos secretos y la constitución de organismos de carácter humanitario y de cooperación internacional (Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial de la Salud, etc.) que siguen vigentes. 5.2. Los problemas de la posguerra en Europa El período entre 1919 y 1924 fue especialmente inestable para Europa, que estuvo sometida a grandes tensiones internacionales. La cuestión de las nacionalidades en los ámbitos de los antiguos Imperios alemán y austrohúngaro no quedó totalmente resuelta. Estos imperios se dividieron en ocho nuevos Estados, pero algunos de ellos no eran étnicamente homogéneos. Además, los resultados de los tratados de paz no satisficieron a todos y pronto dieron lugar a problemas políticos y fronterizos. Otra cuestión espinosa fue la de las cláusulas del Tratado de Versalles, que enfrentó a Alemania y Francia. El eje del problema se hallaba en las reparaciones de guerra. En la Conferencia de Londres de 1921 se fijó el montante de las reparaciones alemanas en 132.000 millones de marcos-oro. En 1922, ante la grave situación económica, el gobierno alemán se vio forzado a pedir una moratoria de pago. El gobierno francés se obstinó en que «debía pagar» y ordenó la ocupación de la cuenca industrial del Ruhr en 1923. Como consecuencia, la economía alemana se hundió. A partir de 1924 se produjo una cierta distensión del ambiente internacional, basado sobre todo en el intento de resolver el problema alemán. En 1924, el Plan Dawes dio una solución al problema de las reparaciones, y Francia cedió y abandonó el Ruhr. En 1925, en la Conferencia de Locarno, se estableció un sistema de garantías mutuas entre Alemania, Francia, Bélgica, Reino Unido e Italia, por el que se comprometieron a respetar las fronteras occidentales de Alemania, así como a la desmilitarización de la Renania. Con este pacto se inauguró un nuevo estilo en las relaciones internacionales basado en el diálogo. En 1926 se admitió a Alemania en la Sociedad de Naciones, lo que pareció congraciar a los antiguos enemigos. Sin embargo, el revisionismo alemán quedó latente, pues Alemania no reconoció las fronteras que los tratados de paz habían establecido en su zona oriental. Un paso más en favor de la paz fue el Pacto Briand-Kellog de 1928, que condenaba la guerra como forma de resolución de los conflictos. No obstante, este pacto quedó en una mera declaración de renuncia a la guerra y de compromiso a resolver los conflictos entre los Estados recurriendo al arbitraje de la Sociedad de Naciones, pero no imponía ninguna obligación efectiva a los países firmantes. 5.3. Los problemas de la posguerra en las colonias La guerra y la afirmación del principio wilsoniano del derecho de los pueblos a decidir su propio destino impulsaron en las colonias el despertar de una conciencia nacional. Pero los grandes imperios coloniales, Reino Unido y Francia, no aplicaron ese principio ni a sus colonias ni a las colonias alemanas en África, que se repartieron y convirtieron en mandatos gestionados por estas potencias. Especialmente destacó el problema del Próximo Oriente. Por una parte, británicos y franceses prometieron a los árabes, a cambio de su lucha contra los turcos, la formación de un gran reino árabe. Pero solo se constituyó un reino en la península Arábiga. Reino Unido, sobre todo, logró consolidar sus intereses económicos y estratégicos en la zona, en la que se situaban los más importantes recursos petrolíferos. Por otra parte, también se ofreció a los judíos, en 1917, la creación de un «hogar nacional judío» (Declaración Balfour). De esta forma, intentaban lograr el apoyo financiero de Estados Unidos, donde la minoría judía constituía un importante grupo de presión (movimiento sionista). El descontento de los árabes al constatar que británicos y franceses habían decidido en secreto repartirse los territorios turcos del Próximo Oriente, bajo la forma de mandatos, y la corriente de emigración de judíos procedentes sobre todo de Europa central y oriental hacia Palestina con el propósito de crear un Estado, dejó planteado un grave problema para el futuro de esta zona.

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