Muerte de un funcionario PDF
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Universidad Popular de Gijón/Xixón
2024
Anton P. Chejov
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This is a short story by Anton Chekhov titled "Muerte de un funcionario." This particular edition is from 2024 from the Laboratorio de Lenguaje Accesible (LLAC). It is a well-known story from Russian literature about an official who has a disappointing experience.
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Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Antón Pávlovich Chéjov Muerte de un funcionario Muerte de un funcionario Antón P. Chéjov, «Muerte de un funcionario», 1883. Edición del Laboratorio de Lenguaje Accesible (LLAC), Caldelas de Tui (Pontevedra), 2024. Adaptación colaborativa. Lectores:...
Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Antón Pávlovich Chéjov Muerte de un funcionario Muerte de un funcionario Antón P. Chéjov, «Muerte de un funcionario», 1883. Edición del Laboratorio de Lenguaje Accesible (LLAC), Caldelas de Tui (Pontevedra), 2024. Adaptación colaborativa. Lectores: Lucía Casado, Rosa González, Xandra Gómez, Ana Belén Luis, Carlos Mosquera y Alexander Rodríguez. Mediadora: Lucía Casado. Coordinadora: Cristina Sola. Imágenes de la portada: Consejero de Estado ruso de Correos y Telégrafos (1910). Río Moika en San Petersburgo. Puedes usar esta adaptación sin fines comerciales y citando al autor. Antón P. Chéjov Muerte de un funcionario Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Caldelas de Tui, 2024 U na hermosa noche de verano en San Petersburgo el perfecto funcionario Iván Dmítrich Gusánov estaba en un teatro viendo una comedia musical. Gusánov miraba el espectáculo con unos pequeños prismáticos. Miraba y se sentía feliz, pero, de pronto… (En los relatos aparece muchas veces la expresión «pero, de pronto…». Los escritores tienen razón: ¡la vida está llena de sorpresas!). 5 Pero, de pronto, Gusánov apartó los prismáticos, hizo una mueca, puso los ojos en blanco, se le cortó la respiración y… —¡Atchís! No hay ningún sitio donde se prohíba estornudar. Estornudan los campesinos, los policías, y a veces hasta los ministros. Todo el mundo estornuda. Gusánov se limpió tranquilamente con el pañuelo. Luego, educado, miró alrededor por si había molestado a alguien con su estornudo. 6 Entonces se puso nervioso: el viejo que se sentaba delante de él, en la primera fila de butacas, se limpiaba la calva y el cuello con un guante, refunfuñando. Era el consejero Stornudiovski, del Ministerio de Transportes. Gusánov pensó: «¡He salpicado al consejero Stornudiovski! No es mi jefe, pero es una situación incómoda… Tengo que disculparme». 7 Gusánov tosió, se inclinó hacia delante y le dijo al oído al consejero: —Disculpe, Excelencia, le he salpicado… No era mi intención… —Está bien, está bien…. —dijo el consejero. —Por el amor de Dios, discúlpeme… Ha sido sin querer… ¡Yo no quería!... —¡Siéntese, hombre! ¡Déjeme escuchar! Gusánov sonrió con cara de bobo y miró el espectáculo. 8 Miraba, pero ya no sentía felicidad. Ahora estaba preocupado. En el intermedio, se aceró al consejero Stornudiovski y le dijo con timidez: —Le he salpicado, Excelencia… Discúlpeme… —¡Déjelo ya! —dijo el consejero, impaciente—. Está olvidado, no insista… Gusánov miró al consejero con desconfianza y pensó: 9 «Dice que está olvidado, pero me mira con desprecio. No quiere hablar conmigo. Tengo que explicarle que yo no quería salpicarle… Que ha sido cosa de la naturaleza». Al llegar a casa, Gusánov le contó a su mujer lo que había ocurrido. Al principio, la mujer se preocupó, pero cuando el marido le explicó que Stornudiovski no era su jefe, se tranquilizó. 10 —Pídele disculpas —dijo la mujer—. Demuéstrale que tienes buenos modales. —¡Claro! Ya me he disculpado, pero él estaba raro… No tuvimos tiempo de hablar. Al día siguiente, Gusánov se puso su uniforme nuevo, se afeitó y fue a ver al consejero para darle explicaciones. En la sala de espera del consejero Stornudiovski había mucha gente que iba a hacerle peticiones. 11 Gusánov se puso a la cola y, cuando le tocó el turno, le dijo al consejero: —Excelencia, ayer, en el teatro… ¿Se acuerda su Excelencia? Yo estornudé y, sin querer, le salpiqué… Le ruego que… —¡Por Dios, qué tontería! —exclamó el consejero. Y, sin hacer caso de Gusánov, miró al que estaba a su lado y le preguntó: —¿Qué desea usted? 12 Gusánov se puso pálido y pensó: «No quiere hablar conmigo. Eso es porque está enfadado. Pero no quiero que piense que lo he hecho a propósito. Tengo que explicárselo». Gusánov esperó hasta que el consejero acabó de atender a la gente. Cuando ya se habían ido todos, Gusánov dio un paso hacia el consejero Stornudiovski y dijo con timidez: 13 —¡Excelencia! Me atrevo a molestar a su Excelencia porque estoy arrepentido, digámoslo así… Pero le aseguro que no fue mi intención… El consejero puso cara de echarse a llorar y movió la mano diciendo: —Usted se burla de mí, señor. Y se fue. Gusánov no entendía nada. De vuelta a casa iba pensando: 14 «Pero si yo no me burlo… ¿El señor consejero no puede entenderlo? ¡Si me burlara, no le pediría disculpas! ¡Que se vaya al diablo! ¡Le escribiré una carta, pero no volveré por aquí! No escribió la carta. Lo intentó, pero no le salían las palabras. Así que volvió al día siguiente para darle explicaciones en persona. Se acercó al consejero y le dijo: 15 —Ayer vine a molestar a su Excelencia, pero no para burlarme de usted, como usted creyó. Le pedía disculpas porque, al estornudar, le salpiqué… Pero nunca pensé en burlarme de usted. ¿Cómo iba a burlarme de usted? Si nos burláramos, no habría respeto por las personas… —¡Fuera! —rugió de pronto el consejero, pálido y tembloroso. —¿Qué? —susurró Gusánov, horrorizado. —¡Fuera! —repitió el consejero, dando una patada en el suelo. 16 Algo se rompió en ese momento dentro de Gusánov… Sin ver ni oír nada, fue hasta la puerta, salió a la calle y se alejó, caminando como pudo. Llegó a su casa y, sin quitarse el uniforme, se echó en el sofá y… murió. 17 18