Apellido de caballo PDF by Antón P. Chéjov (2024)
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Universidad Popular de Gijón/Xixón
2024
Antón P. Chéjov
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This is a 2024 adaptation of the short story "Apellido de caballo" by Anton Chekhov. It is part of a collection of accessible classic stories.
Full Transcript
Antón P. Chéjov Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Apellido de caballo Antón P. Chéjov, «Apellido de caballo. (Escenita)», 1885. Adaptación y edición del Laboratorio de Lenguaje Accesible (LLAC), Caldelas de Tui (Pontevedra), 2024,. Adaptación colaborativa Lectores: Lucía Casado, Rosa Go...
Antón P. Chéjov Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Apellido de caballo Antón P. Chéjov, «Apellido de caballo. (Escenita)», 1885. Adaptación y edición del Laboratorio de Lenguaje Accesible (LLAC), Caldelas de Tui (Pontevedra), 2024,. Adaptación colaborativa Lectores: Lucía Casado, Rosa González, Xandra Gómez, Ana Belén Luis y Alexander Rodríguez. Mediadora: Lucía Casado. Coordinadora: Cristina Sola. Imagen de la portada: Antón Pávlovich Chéjov junto a un caballo en su finca de Mélijovo. Puedes usar esta adaptación sin fines comerciales y citando al autor. Antón P. Chéjov Apellido de caballo Biblioteca de Cuentos Clásicos Accesibles Caldelas de Tui, 2024 Al general le dolía una muela. Se enjuagó la boca con vodka y con coñac. Se puso en la muela ceniza de tabaco. Se puso aceite, se puso yodo, se puso un algodón en la oreja empapado en alcohol… Pero nada lograba calmarle el dolor. Vino el médico. Escarbó en la muela y le recetó un calmante, pero tampoco le calmó el dolor. Entonces el médico le propuso arrancar la muela, pero el general dijo: No. La mujer del general, sus hijos, la cocinera, los criados, todos los habitantes de la casa le decían que tomara esto, que hiciera aquello. 5 Y el administrador, Iván Evséich, le contó que había un conjuro, una fórmula mágica para acabar con el dolor de muelas. Le dijo al general: —Hace unos diez años conocí a Yákov Vasílich, el encargado de cobrar los impuestos. Tenía un poder especial. Miraba por la ventana y murmuraba algo, luego escupía y el dolor de muelas desaparecía. —¿Y dónde está ese hombre? —preguntó el general. 6 —Lo despidieron y se marchó a la ciudad, a casa de su suegra, y ahora vive ahí con una mujer que no es su esposa y se gana la vida con las muelas. Recibe a la gente en casa y a los que viven lejos los trata por carta, o por telegrama, si es muy urgente. »Excelencia, envíele un telegrama para pedir la cura y luego le manda el dinero por correo. —¡Qué tontería! ¡Eso es un cuento! —Haga la prueba, excelencia. Yákov Vasílich es un borracho, un sinvergüenza, un mujeriego, pero puede hacer milagros. 7 La mujer del general dijo: —Tú no crees en estas cosas, pero yo lo he probado. Mándale el telegrama… No pierdes nada… —Bueno, de acuerdo —aceptó el general—. Para acabar con este sufrimiento estoy dispuesto a enviarle un telegrama al cobrador de impuestos y al diablo en persona… ¡Ay! ¡No puedo más! Bueno, dime el nombre y la dirección. El general se sentó a la mesa para apuntar el nombre y las señas del cobrador de impuestos. 8 —En la ciudad todos lo conocen, hasta los perros —dijo el administrador—. Se llama Yákov Vasílich… Eeeh… Yákov Vasílich… —Yákov Vasílich, sí… —Apuntó el general—. ¿Qué más? —Yákov Vasílich… El apellido es… Eeeh… ¡Pues se me ha olvidado! Vasílich ¿qué?… Diablos… ¿Cómo era el apellido? Hace un momento me acordaba. Espere, déjeme pensar… Iván Evséich miró al techo intentando recordar. El general y su mujer esperaban con impaciencia. 9 —Venga… ¡Piensa más deprisa! —Un momento… Yákov Vasílich… Yákov Vasílich… ¡Se me ha olvidado! Es un apellido fácil… Tiene que ver con los caballos… ¿Cabállov? No, no es Cabállov… Espere… ¿ Potrov? No, tampoco es Potrov. Estoy seguro de que es un apellido de caballo, pero ahora se me ha ido de la cabeza… —¿Caballósov? —dijo el general. —No. Espere… Caballóvich… Caballórov… Caballovski… —¿Cómo voy a enviarle un telegrama si no recuerdas el apellido? ¡Piensa! 10 —Un momento… Yeguóvich… Corcélov… Pollínov… —¿Pollínov? A lo mejor es un apellido de ave y no de caballo. ¿Cuervóvich? ¿Gallinóvich? ¿Patóvich? —No, no, tampoco… Caballinski… Potrovski… ¡No, no, no es ninguno de esos! —¿Caballonovski? —preguntó la mujer. —No… ¡No me acuerdo! El general se enfadó: —¿Para qué diablos me dices que le escriba si no te acuerdas del nombre? ¡Vete de aquí! 11 Iván Evséich se fue caminado despacio, pensado, mientras el general iba de un lado a otro a grandes pasos y con la mano en la mejilla. —¡Ay, santos del cielo! —se lamentaba—. ¡No puedo más! El administrador salió al jardín y levantó los ojos al cielo murmurando apellidos: —Yeguodóvich… Yegüinski… ¡No! No es, no es… Al cabo de un rato, el general lo mandó llamar. —¿Te has acordado ya? —preguntó el general. 12 —No, excelencia… —¿Corcelovski? —No… En la casa se pusieron todos a inventar apellidos de caballo. Iban de un lado para otro rascándose la frente, buscando el apellido… Y a cada momento llamaban al administrador: —¿Potronin? —le preguntaban—, ¿Potronóvich? —No —respondía Iván Evséich y, levantando los ojos al cielo, seguía pensando en voz alta: 13 —Caballenko… Potrenko… Corcelenko… —¡Papá! —gritaban los niños del general—. ¡Potríllov! ¡Poniski! En la casa había una gran agitación. El general, impaciente y consumido por el dolor, prometió cinco rublos a quien encontrara el apellido. Toda la gente del lugar empezó a ir detrás del administrador, como un enjambre, gritando apellidos de caballo: —¡Caballiev! ¡Caballúnov!... Pero vino la noche y seguían sin dar con el apellido. 14 Así que el general se fue a dormir sin haber enviado el telegrama. Pero no podía dormir, caminaba por la habitación y gemía… A las dos de la madrugada salió de la casa y llamó a la ventana del administrador. —¿No será Potrinski? —preguntó, con voz llorosa. —No, no es Potrinski, excelencia —respondió el administrador, suspirando con aire culpable. —Tal vez no sea un apellido de caballo, sino de otro animal… 15 —Le aseguro, excelencia, que es un apellido de caballo… Lo recuerdo perfectamente. —Vaya memoria que tienes, hijo… En estos momentos, ese apellido es más valioso para mí que cualquier otra cosa en el mundo. ¡No puedo más! Por la mañana, el general, desesperado, volvió a llamar al médico. —¡Arránqueme la muela! —dijo—. Ya no lo soporto más… Y el médico le arrancó la muela enferma. El dolor desapareció y el general recobró la calma. 16 El general pagó al médico y este subió a su carruaje y se marchó. Por el camino, se encontró con el administrador, que caminaba mirando fijamente sus pies, muy concentrado, con aire intenso, casi con angustia. Iba murmurando apellidos: —Burrionin… Asnokóvich… Mulánov… Cebrinski… —¡Iván Evséich! —le dijo el médico—. ¿Me vendería usted avena para el caballo, amigo? La que venden en la aldea no es muy buena… Iván Evséich se quedó mirando al médico, sonrió y, sin contestarle, batió palmas y echó a correr. 17 Corrió tan rápido como si lo persiguiera una jauría de perros rabiosos. Entró en la casa del general como un torbellino: —¡Lo he encontrado, excelencia! —gritó con alegría—. ¡Lo he encontrado! ¡Que Dios bendiga al médico! ¡Es Avenóvich! ¡El apellido del cobrador es Avenóvich! ¡Mande el telegrama a Avenóvich! Pero el general lo miró, se acercó a él y le hizo una peineta ante sus narices diciendo: —¡Ya no necesito tu apellido de caballo! ¡Toma! 18 19