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This document provides an overview of the role of nutrition educators, emphasizing the importance of education in relation to health, particularly nutritional health. It explores different models of communication in health and nutrition education.

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MÓDULO 1 El rol educador del Licenciado en Nutrición Tomando las ideas de Freire y otros autores, la educación es una práctica que implica la reflexión y acción del individuo sobre el mundo para transformarlo. Uno de sus objetivos principales es formar individuos pensantes, comprometidos con su de...

MÓDULO 1 El rol educador del Licenciado en Nutrición Tomando las ideas de Freire y otros autores, la educación es una práctica que implica la reflexión y acción del individuo sobre el mundo para transformarlo. Uno de sus objetivos principales es formar individuos pensantes, comprometidos con su desarrollo, capaces de opinar, criticar, construir, proponer y crear. Este proceso requiere una lectura adecuada del mundo y una mirada crítica, que implica conocer al otro, dialogar, aprender juntos y ser con el otro. Desde esta perspectiva, se requiere un profesional de la nutrición curioso, con espíritu investigativo, con habilidades comunicativas que permitan el desarrollo de la empatía y la construcción de relaciones con los otros, con capacidades para entender las diversas realidades, complejas y cambiantes, contribuyendo así a la salud individual y social (Morin, 2002; Murueta, 2021). Educación para la salud. Así, la educación debe ser concebida como una herramienta esencial para colaborar en el mejoramiento tanto de la salud individual como colectiva, y de los modos de vida de las personas y comunidades. Es por esto, que requiere ser practicada desde un enfoque específico que vincule el derecho a la educación en y para la salud. Este derecho está reconocido a nivel internacional por parte de los derechos humanos y de los estados como garante de los mismos. Se encuentra consignado en las actas constitutivas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, particularmente, en la de su organismo especializado en la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), así como en las constituciones de muchos países y es el Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), el órgano que supervisa la ejecución del Pacto en los Estados parte (PIDESC) y al que se reconoce como organismo con la capacidad de interpretarlo (Latapí Sarre, 2009; Köster, 2016). Este derecho consta en lo establecido por el Comité de DESC en el PIDESC, cuando interpreta el derecho a la salud, definido en el apartado 1 del artículo 12, como un derecho inclusivo que no sólo abarca la atención de salud oportuna y apropiada sino también los principales factores determinantes de la salud, como el acceso al agua limpia potable y a condiciones sanitarias adecuadas, el suministro adecuado de alimentos sanos, una nutrición adecuada, una vivienda adecuada, condiciones sanas en el trabajo y el medio ambiente, y acceso a la educación e información sobre cuestiones relacionadas con la salud, incluida la salud sexual y reproductiva (CESCR, 2000). A lo largo de la historia, la educación y la salud se desarrollaron durante mucho tiempo como dos disciplinas paralelas pero aisladas, adoptando diversas formas y prácticas en función de los requerimientos del desarrollo histórico de una sociedad. 2 La educación para la salud ha experimentado cambios significativos en su enfoque ideológico y metodológico, como consecuencia de los cambios paradigmáticos en relación con el concepto de salud dominante y la manera de ejercer la práctica educativa y de salud. Es así que existen múltiples maneras de entenderla y llevarla a cabo desde perspectivas teórico ideológicas incluso antagónicas (Valadez Figueroa et al., 2004). En la 36ª Asamblea Mundial de la Salud se definió a la educación para la salud como aquella combinación de actividades de información y educación que lleve a una situación en la que las personas sepan cómo alcanzar niveles de salud óptimos y busquen ayuda cuando lo necesiten. La principal finalidad de esta disciplina es la mejora cualitativa de la salud humana, centrándose no en conductas aisladas que suponen realidades segmentadas del comportamiento y complejas para su modificación, sino en el desarrollo de actitudes y comportamientos positivos que configuran estilos de vida saludables (Perea Quesada et al., 2004). Educación alimentaria nutricional En línea con los textos anteriores, se sabe que la alimentación y la nutrición es uno de los determinantes de la salud humana, y se reconoce que el acto alimentario no sólo tiene como función biológica nutrir, sino que mediante la alimentación también se comunica, se expresa y se generan relaciones. Así, la alimentación es un potente sistema de comunicación que emite significados de la sociedad en la que se inscribe (Aparici, 2017). Entonces, la complejidad del acto alimentario, requiere diversidad de conceptualizaciones de la EAN, desde una perspectiva integral, ecológica. Actualmente disponemos de una amplia variedad de definiciones de la EAN, que integran conceptos de derecho, soberanía, empoderamiento, comunicación. En el Informe de Buenas Prácticas de Información, Comunicación y Educación en Alimentación y Nutrición de la FAO, define el término Información, Comunicación y Educación Alimentario Nutricional (ICEAN) como un conjunto de actividades dirigidas a mejorar los conocimientos, actitudes y prácticas de las personas, con el propósito de generar cambios voluntarios en las prácticas alimentarias que afectan su estado nutricional y propone que la meta final de la educación alimentario nutricional es mejorar el estado nutricional de la población (Saravia, 2014). Otra definición que incorpora el elemento “comunicación”, explica a la disciplina como el conjunto de actividades comunicacionales que pretenden modificar, de forma voluntaria, aquellas prácticas alimentarias que influyen en el estado nutricional de las personas con el objetivo de mejorarlo. Las intervenciones de EAN tienen un carácter de actividades de comunicación, implicando un proceso horizontal que incluye al diálogo y a su vez, cuando dichas intervenciones son realizadas en colectividades se la asimila dentro de la comunicación social (Andrien y Beghin, 2001). Para lograr dicho alcance, es importante reconocer a la comunicación desde sus definiciones y alcances 3 Comunicación. Conceptos. Alcances. El concepto de comunicación atraviesa diversos escenarios sociales y se impone en un mundo globalizado. El mismo ha sido objeto de explicaciones y elaboraciones teóricas desde diversas disciplinas, como psicología, sociología y publicidad, lo que refleja la multiplicidad de perspectivas desde las cuales se aborda (Frías Azcárate, 2000). Como campo, es complejo, de naturaleza heterogénea, y está presente en diversas prácticas sociales. La creciente utilización del término "comunicación" en la sociedad actual, ha llevado a una situación paradójica. Su frecuente uso en los discursos sociales ha generado una inflación en su empleo, resultando en una devaluación de su significado. Así, se torna necesario redefinirlo (Frías Azcárate, 2000). Para ello, podemos partir de la definición tradicional de la comunicación como transmisión de mensajes o información, bajo el Modelo de Shannon (1948), que describe la comunicación como un proceso lineal, simplifica el hecho comunicativo, y no tiene en cuenta todo lo que entra en juego cuando nos comunicamos. El emisor y el receptor son “inamovibles”. Se considera que el emisor es el que dice, el que tiene toda la información; mientras que el receptor es planteado como el último tramo del proceso, sin incidencia en la construcción de lo que se dice y de lo que se pone en juego. Esta es una manera unidireccional de pensar la relación entre los que se comunican. Azcárate sostiene la idea de comunicación que implica la presencia de al menos tres elementos: emisor/es, receptor/es y mensaje. El mensaje puede adoptar diversas formas, como verbal, visual, gestual u organoléptico, y opera según un código específico. La transmisión de un mensaje, de una persona o grupo a otro, se realiza a través de un soporte que sirve para emitir y recibir la comunicación. Enriquece el concepto al considerar que el proceso requiere de la existencia de una voluntad de interacción entre ambas partes, que se logra mediante el intercambio de pensamientos, sentimientos y reacciones, que se manifiestan a través del feedback establecido entre los participantes en el acto comunicativo (Frías Azcárate, 2000). Es importante aclarar que nunca somos exclusivamente emisores o receptores puros, sino que el sentido de lo que decimos, se va produciendo colectivamente a medida que se desarrolla la relación comunicativa. Nos comunicamos desde espacios concretos, que tienen una historia, una geografía específica, porque somos parte de una trama social compuesta por una red de relaciones interpersonales y mediáticas. Los mensajes que producimos están inscriptos en esa trama sociocultural que opera en el momento en que los producimos y también en el momento de la recepción. Esa trama, esa historia, esa situación sociocultural, inciden en el significado que nuestros mensajes y discursos van a adquirir. La otra concepción es la que entiende a la comunicación como diálogo, como relación que necesariamente implica la participación de al menos dos actores 4 involucrados, sean personas, grupos u organizaciones, por lo tanto se la concibe como bidireccional. Cuando hablamos de comunicación, hablamos de actores que se relacionan entre sí dinámicamente, a través de medios o no, donde existe un uno y un otro o varios otros con quienes cada actor, individual o colectivo, establece interacciones. Por lo tanto debemos trabajar desde la idea de comunicación entendida como diálogo. Esta concepción es la que nos permite trabajar en sintonía con la de Promoción de la salud que busca construir una vida saludable, a partir de generar condiciones para que individuos y grupos desarrollen la capacidad de actuar, se empoderen y tomen decisiones positivas para su salud y el bienestar colectivo y para que ello sea posible, es necesario generar vínculos. (Orbegozo and Díez, 2017) Diversos referentes sostienen la importancia de la comunicación entendida como diálogo. La perspectiva de Dewey de la educación como proceso de comunicación, otorga igual importancia al educando, al educador, y al proceso de comunicación. Y es aquí donde la participación adquiere el potencial de generar un aprendizaje que lleva a una transformación de las ideas, las emociones y el entendimiento de todos los que intervienen en una actividad (Biesta, 2021), siempre que esta participación sea consciente y tenga un propósito. A la vez, Paulo Freire en su obra “Pedagogía del oprimido”, otorga un lugar central a la comunicación al hablar del diálogo entre educadores y educandos, el diálogo como un acto de amor hacia el mundo y los seres humanos, con un enfoque que empodere, fomente la conciencia crítica y la transformación social (Lopez, 2008). Comunicación, Educación y Salud. En los procesos educativos, la comunicación ocupa un rol fundamental. Toda comunicación es educativa, es un proceso para compartir la experiencia hasta que ésta se convierte en una posesión común. Modifica la disposición de las dos partes que participan en ella. El mecanismo educativo central es la participación, es decir, la comunicación que asegura la participación en un entendimiento común. Así, la educación no es simplemente consecuencia de estar en un entorno social, sino de tener un entorno social donde las actividades propias están asociadas a las de otros (Biesta, 2017). Es en esta interacción social donde la comunicación es un proceso generativo, creador. Así, comprender la comunicación como una dimensión involucrada en toda práctica social, atraviesa por ende, a los procesos de salud. La historia relata que es hacia fines de siglo XX que se la considera como un elemento interviniente en el ámbito de la salud, donde en la 1° Conferencia Mundial sobre Promoción de la Salud, celebrada en 1986 en la ciudad de Ottawa, Canadá, la comunicación empieza a 5 hacerse un lugar en los procesos de salud (Gonzalez Gartland, 2019; Díaz y Uranga, 2011) Se entiende a la comunicación en y para la salud como un espacio tanto de producción de conocimiento y de intervención en y con la comunidad para lograr alcanzar mejores niveles de salud en las sociedades. Es importante que se implemente con un enfoque que incluya a todos los actores involucrados en el proceso de salud-enfermedad-atención, con miras desde dimensiones tanto políticas como organizativas y socioculturales. Esta disciplina es una estrategia clave para informar, sensibilizar, concientizar, construir opiniones en y con la población en torno a aspectos concernientes a la salud (Díaz y Uranga, 2011). Modelos de Comunicación en Salud La exploración del campo de la comunicación en salud ha sido objeto de diversas interpretaciones teóricas y metodológicas. En los últimos años, se ha observado un notable aumento en el desarrollo de teorías, modelos, paradigmas e investigaciones relacionadas con la comunicación en salud. Estos modelos son considerados constructos o metodologías que buscan explicar de diversas maneras la realidad inmersa en un proceso de comunicación en salud. En el estudio de esta disciplina, se han experimentado transformaciones teóricas, conceptuales y metodológicas significativas desde su origen hasta la actualidad. Estas transformaciones han sido impulsadas en gran medida por el destacado papel atribuido a la participación comunitaria en los esfuerzos de prevención de enfermedades (Ríos Hernandez, 2011). Sin embargo, en algunas de estas teorías y modelos, se parte de enfoques centrados en el individuo de manera independiente, a menudo dejando de lado el análisis de la posible influencia de los pares o grupos comunitarios a los que pertenece el sujeto en la formación de conductas. En el ámbito de la comunicación en salud, es esencial comprender los comportamientos y las teorías que explican a los diferentes modelos, y que proponen maneras de cambios. Desde una perspectiva ecológica, los comportamientos presentan dos características esenciales: son susceptibles de influencia en varios niveles (por factores individuales, interpersonales, institucionales u organizativos, comunitarios y de políticas públicas) y mantienen una relación de causalidad recíproca con su entorno (Ríos Hernandez, 2011). Para explicar la forma en que las personas se comportan frente a las situaciones de salud y enfermedad, diferentes disciplinas, como la psicología social, la sociología, la antropología, la psicología, la economía, la medicina y las ciencias de la comunicación, han intentado desarrollar modelos teóricos que intentan explicar los mecanismos a través de los cuales se pueden modificar los comportamientos de salud (Saravia, 2014). 6 La selección de estos modelos de comunicación para la EAN se justifica por su capacidad para abordar de manera integral y efectiva los comportamientos de salud desde distintas perspectivas y niveles de intervención. Cada modelo aporta un enfoque único que, en conjunto, permite una estrategia comprensiva para modificar comportamientos relacionados con la salud alimentaria y nutricional, facilitando así un impacto más profundo y sostenible en las comunidades. El Modelo de Creencias en Salud proporciona una base teórica para entender cómo las percepciones individuales afectan las decisiones de salud. Este modelo resalta la importancia de considerar las creencias personales y los factores demográficos en la planificación de intervenciones educativas, asegurando que los mensajes y estrategias sean relevantes y personalizados para el público objetivo. El Modelo de la Comunicación Participativa enfatiza el papel activo de las comunidades en la generación y diseminación de mensajes de salud. Este modelo es esencial para garantizar que las intervenciones no solo informen, sino que también empoderen a las comunidades, permitiéndoles tomar control sobre sus decisiones de salud a través de un proceso inclusivo y democrático. El Modelo de Comunicación Persuasiva se centra en influir en las actitudes y comportamientos a través de mensajes diseñados estratégicamente para inducir cambios. Este enfoque es particularmente útil en campañas de salud pública donde se busca un cambio rápido y específico en comportamientos determinados. El Modelo de la Comunicación Educativa se orienta hacia la capacitación y el empoderamiento a largo plazo de individuos y comunidades, proporcionando las herramientas necesarias para que los participantes no solo reciban información, sino que también aprendan a aplicarla en sus vidas diarias. Este modelo apoya la sostenibilidad de los cambios de comportamiento a través de la educación continua y el apoyo comunitario. El Modelo de Etapas del Cambio ofrece un marco para entender y apoyar el proceso de cambio de comportamiento en etapas, desde la conciencia inicial hasta la acción y el mantenimiento. Este modelo es crucial para diseñar intervenciones que sean adecuadas al nivel de preparación del individuo, aumentando así la efectividad de las estrategias implementadas. Finalmente, el modelo de Comunicación para el Cambio Social/Comunicación Dialógica, se centra en la importancia del acceso, la participación y apropiación de los procesos comunicativos por parte de los propios actores implicados, para el desarrollo e implementación de un esfuerzo de prevención de enfermedades. En conjunto, estos modelos permiten una aproximación multifacética a la EAN, abarcando desde la percepción individual y la persuasión hasta la participación 7 activa y educación continua, asegurando que las intervenciones sean comprensivas, culturalmente sensibles, y efectivamente diseñadas para fomentar cambios duraderos en la salud alimentaria y nutricional. Modelo creencias en salud: El Modelo expone la influencia de las percepciones individuales como ente significativo en las probabilidades de acción de la población. Esto infiere que la actitud y por consiguiente, la intención, definido como determinante de la conducta- según la Teoría de Acción Razonada- deberían estar de alguna manera influenciados por las percepciones individuales que posea el individuo, además, por los posibles factores modificantes entre los que se encuentran las variables demográficas: edad, sexo y raza, etc. (Ríos Hernandez, 2011). La idea fundamental del modelo sostiene que las cosas reales y los eventos reales no tienen efecto directo sobre las decisiones. Las percepciones de estos objetos y eventos es lo importante (Saravia, 2014). Es uno de los modelos sobre los que se ha desarrollado la mayoría de los estudios de comunicación en salud. Se diseñó para explicar la naturaleza de las acciones preventivas de salud de los individuos, y fue uno de los primeros modelos adaptado a las teorías de las ciencias del comportamiento para analizar los problemas de salud (Ríos Hernandez, 2011). El mismo propone explicar y predecir el comportamiento preventivo en salud, considerándolo como el resultado de una función interactiva de ciertas creencias que las personas tienen. Relaciona teorías psicológicas de construcción o de toma de decisiones, para intentar explicar la acción humana frente a situaciones de elección de alternativas, de opción comportamental con implicaciones en la salud. Se centra en que la probabilidad de ejecutar una acción para evitar una enfermedad, es producto de un proceso, en que la persona necesita creer que es susceptible de sufrirla, que la ocurrencia de la enfermedad puede tener una severidad moderada en su vida y que tomar una acción factible y eficaz en particular puede ser benéfico al reducir la susceptibilidad o su severidad, superando o representando mayor importancia que las barreras psicológicas acerca de costos, conveniencia, dolor, incomodidad del examen o de la acción preventiva (Cabrera G., 2001). El modelo asume también que diversas variables sociodemográficas y estructurales pueden influenciar las creencias y percepciones del individuo. Se considera, no obstante, que estas variables no ejercen una influencia directa sobre la conducta, sino que su efecto lo ejercen indirectamente, a través de las percepciones y motivaciones (Saravia, 2014). Así, se trata de un modelo subjetivo, que mira fundamentalmente a los elementos internos del individuo y que explica la modificación de las conductas en base a estrategias que inciden fundamentalmente sobre sus percepciones y preferencias. 8 El modelo examina las potenciales influencias que condicionan el procesamiento de información sobre salud, por lo que resulta crucial recuperar, a través de actividades diseñadas para tal fin, las creencias/percepciones en salud y/o alimentación de los educandos, y así poder analizar el comportamiento preventivo en salud que contienen las intervenciones de Educación Alimentaria Nutricional. El modelo original ha sido posteriormente revisado para incluir en él otras variables que diversas investigaciones han demostrado que son importantes en la toma de decisiones, entre ellas: - La motivación general sobre las cuestiones de salud. - La resusceptibilidad a la enfermedad. - La confianza general de la persona en el personal de salud y en la asistencia sanitaria. - Las características de la relación personal de salud – paciente. - La percepción de autoeficacia Este enfoque ha demostrado ser eficaz al abordar enfermedades graves y masivas que generan un temor significativo debido a su peligrosidad y efectos inmediatos, como en resolver problemas de salud que requieren soluciones simples, efectivas y económicas. Sin embargo, su efectividad disminuye en el caso de enfermedades no transmisibles relacionadas con estilos de vida poco saludables. En estos casos, donde los efectos adversos se manifiestan a largo plazo y la conexión entre los comportamientos y los problemas de salud no siempre es clara, la utilización de la amenaza como incentivo para cambiar comportamientos es limitada (Saravia, 2014) Modelo de la comunicación participativa en salud: Uno de los principales referentes del modelo es Alfonso Gumucio Dagron, escritor, cineasta, fotógrafo y especialista en comunicación para el desarrollo. El enfoque de la comunicación participativa pone el acento en las relaciones sociales, culturales y en la participación de las personas que se encuentran afectadas o perciben el problema directamente en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana (social, cultural, educativo, salud, económico y político). Es así que a la comunicación participativa en salud se la considera como un proceso de diálogo y de participación democrática en la planificación de las actividades comunicacionales por parte de la comunidad, en donde esta es parte activa investigando, diseñando y diseminando mensajes que se adapten a la misma en cuanto al contenido, el lenguaje, la cultura y los medios, a través de un proceso de concientización y de profunda comprensión de la realidad social, sus problemas y soluciones. En este marco la comunicación, que promueve conocimientos, actitudes y prácticas de salud, se enfoca en fortalecer las relaciones comunitarias y las capacidades de las personas para incidir sobre los determinantes de su propia salud (González Gartland, 2019). 9 Cuando se trata de definir el perfil de la comunicación participativa es importante problematizarla desde dos nociones: como un problema de poder, ya que los enfoques participativos contribuyen a ubicar la toma de decisiones en manos de los ciudadanos y a consolidar la capacidad de las comunidades para confrontar sus ideas con expertos, técnicos y planificadores, y también como un problema de identidad, ya que la comunicación participativa contribuye a impulsar autoestima en el tejido social a través del fortalecimiento de las organizaciones propias de la comunidad, protegiendo los valores culturales, y al mismo tiempo facilitando la integración de nuevos elementos (Gumucio Dagron, 2001). Así, el comunicador debe desarrollar la habilidad para diseñar actividades de comunicación que reconozcan el potencial comunicativo preexistente en las comunidades, contribuyendo así al desarrollo de la capacidad autónoma de expresión de la comunidad. Al adquirir esta capacidad, la comunidad se transforma en un agente activo de la comunicación, dejando de ser simplemente receptora pasiva de mensajes generales elaborados por otros y alineados con realidades ajenas a su cultura. El comunicador desempeña un papel fundamental como garante de este proceso participativo, el cual conduce a cambios sociales significativos y sostenibles (Gumucio Dagron, 2001). Modelo de la Comunicación Persuasiva: Una de las primeras aproximaciones al estudio de la persuasión fue iniciada por Carl Hovland, un psicólogo experimental del siglo XX, y sus colaboradores en los años 40, conocido por sus siglas en inglés KAP (conocimientos, actitudes y prácticas). La persuasión se la define como una estrategia o proceso de influencia social deliberada que se basa en provocar convencimiento intentando inducir un cambio en las creencias, actitudes y/o conductas de otra persona o grupo de personas a través de la transmisión de un mensaje y en un contexto en el que el receptor (o receptores) del mismo tiene la posibilidad de aceptar o rechazar la recomendación que se le propone (Cuesta Cambra, 2011). Desde una perspectiva conductista, parte del supuesto de que las actitudes condicionan los comportamientos. Según este modelo, bastaría con proporcionar a los individuos, grupos y colectividades una información veraz y comprensible con el objeto de cambiar los conocimientos, lo cual iría acompañado del cambio de actitud, al que a su vez seguiría el cambio de algún hábito y la adopción de uno nuevo. Se la utiliza como vehículo para el cambio de comportamientos, la modificación de conocimientos y actitudes mediante acciones educativas conductistas y persuasivas dirigidas exclusivamente al individuo, remarcando la responsabilidad de su propia salud (Valadez Figueroa, 2004). Otorga a los educandos un papel de expertos en el tema, que, junto con los estrategas de comunicación, establecen las estrategias y mensajes que se dirigirán a la comunidad. Un ejemplo concreto del modelo de comunicación persuasiva es la 10 campaña para dejar de fumar, donde se observa que las apelaciones al miedo son eficaces como estrategia persuasiva, no porque provoquen la emoción de miedo, sino porque estimulan la percepción de amenaza y también la percepción de que la respuesta recomendada es eficaz y la persona podrá llevarla a cabo. Por tanto, el papel que el miedo juega en el impacto persuasivo de las apelaciones al miedo es indirecto, ya que condiciona la percepción de amenaza (Cuesta Cambra., 2011). Es importante destacar que es crucial que la persona expuesta al mensaje también perciba la existencia de una solución efectiva al problema y se sienta capaz de implementarla. Y reconocer que el grado de relevancia o implicancia del sujeto con el tema también es un condicionante. Modelo de la Comunicación Educativa: La planificación de la comunicación educativa en el campo de la salud alcanzó sistematicidad a partir de principios de 1980, en países latinoamericanos. Uno de los principales referentes de este tipo de comunicación es el especialista argentino Daniel Prieto Castillo. La comunicación educativa se basa en la participación de la gente en la generación y apropiación de conocimiento, en el intercambio de experiencias, en el reconocimiento de su propia situación social, en la recuperación de su cultura y de su pasado. Esta comunicación no se concentra sólo en producir y enviar mensajes, sino por acompañar aprendizajes en el seno de las relaciones naturales y por crear dentro de las comunidades. Trata de sustituir la comunicación tradicional por una nueva, acorde con la intervención protagónica del pueblo en el desarrollo. El autor sostiene que pasar de la comunicación persuasiva a la educativa requiere de un aprendizaje de formas diferentes de comunicar y de relacionarse. Se requiere de un comunicador, que no sea quien decida lo que la gente debe pensar, sentir y hacer, ni el jefe de campañas persuasivas, sino de un “mediador pedagógico”, es decir, un intermediario de la relación entre el pueblo y los programas de desarrollo, un agente estimulador que acompaña las intervenciones participativas propias de la voluntad comunitaria, un comunicador que ha aprendido a escuchar mucho más que hablar. Esta comunicación debe llevarse a cabo a través un proceso interactivo, de interaprendizaje que es a través de la mediación (Prieto Castillo, 1998). La comunicación educativa tiene por protagonista a la gente del pueblo; refleja las necesidades y trasunta las demandas de ella; se familiariza con su cultura; la acompaña en los procesos de transformación que se impulsan para el desarrollo; facilita al pueblo vías para expresarse; y busca contribuir a la democratización de la sociedad (Beltrán Salmón, 2010). La efectividad de la comunicación educativa radica en su capacidad para adaptarse a las necesidades y contextos específicos de cada comunidad, facilitando así un ambiente de aprendizaje inclusivo y relevante. En este marco, el educador actúa 11 como facilitador, promoviendo un enfoque colaborativo en el que los participantes no solo reciben información, sino que también contribuyen activamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Este enfoque colaborativo permite a los individuos y comunidades no solo entender mejor los mensajes de salud, sino también aplicar este conocimiento de manera que refuerce sus propias prácticas culturales y cumpla con sus necesidades específicas. Además, la comunicación educativa en salud busca trascender las barreras de la comunicación unilateral para establecer un diálogo continuo donde las preguntas, las preocupaciones y los conocimientos de la comunidad enriquezcan el contenido educativo. Al hacerlo, este modelo fomenta una mayor responsabilidad y autonomía entre los miembros de la comunidad, lo que a su vez puede llevar a una mayor autoeficacia y a un compromiso más profundo con las prácticas de salud recomendadas. Asimismo, este proceso dinámico de intercambio cultural y de saberes no solo educa sino que también empodera a las comunidades para que gestionen de manera más efectiva sus propias necesidades de salud y nutrición, facilitando así un desarrollo sostenible y equitativo (Nutbeam, 2000). Modelo de etapas del cambio o modelo transteórico del cambio: El Modelo Transteórico del Cambio, también conocido como el Modelo de Etapas del Cambio, fue desarrollado inicialmente por Prochaska y DiClemente en 1979. Originalmente diseñado para abordar adicciones a drogas y alcohol, este modelo ha sido ampliamente aplicado a una variedad de comportamientos de salud, incluyendo la modificación de hábitos alimentarios. Su premisa central es que el cambio en las conductas de salud no constituye un evento aislado, sino más bien un proceso continuo que atraviesa diversas etapas, cada una requiriendo estrategias adaptadas a su nivel específico de motivación o "preparación" para el cambio. Este modelo identifica seis etapas en el cambio de comportamiento de individuos con enfermedades crónicas, las cuales son: Precontemplación: En esta etapa, el individuo no reconoce la existencia de un problema de salud o la necesidad de cambiar. Puede que no perciba los beneficios de adoptar comportamientos saludables y tiende a enfocarse en las desventajas de hacer cambios. Contemplación: Aquí, el individuo es consciente del problema y comienza a contemplar la posibilidad de cambiar en un futuro cercano, usualmente dentro de los siguientes seis meses. Preparación para la acción: La persona está decidida a tomar medidas y se prepara para implementar estas acciones en el corto plazo, generalmente dentro del próximo mes. 12 Acción: En esta fase, el individuo activamente adopta nuevas conductas que reemplazan las antiguas, llevando a cabo un plan concreto para modificar su comportamiento. Mantenimiento: El foco de esta etapa es la continuación y consolidación de los comportamientos saludables adoptados, evitando recaídas y haciendo que los cambios sean parte de la vida cotidiana. Terminación: Finalmente, el individuo ha logrado un cambio sostenible, donde la tentación de regresar a comportamientos anteriores es inexistente y la capacidad de mantener los nuevos comportamientos es completa. El Modelo Transteórico del Cambio ofrece un marco valioso para entender la naturaleza gradual del cambio de comportamiento y subraya la importancia de ajustar las intervenciones de salud a la etapa específica en la que se encuentra cada persona. En relación a las características mencionadas, se proponen acciones para cada una de las etapas: En el caso de aquellas personas que están en la etapa de precontemplación, estas no se encuentran preparadas para la acción, por lo que es fundamental educar sobre la necesidad de un cambio de conducta, ofreciendo información personalizada sobre sus riesgos y beneficios. En la etapa de contemplación, se recomienda motivar a las personas para iniciar el cambio e incrementar la confianza en sí mismos sobre sus capacidades para llevar adelante el mismo, ofreciendo información sobre los recursos existentes que pueden contribuir en el logro del mismo. Aquellas personas que se encuentran en la etapa de preparación para la acción generalmente han elaborado un plan para el cambio de conducta, a estas se las debe apoyar en la planificación de dicho cambio, en el establecimiento de metas realistas, en la solución de los problemas y en el desarrollo de conocimientos y habilidades que incrementen su autoeficacia. Las personas que se encuentran en la etapa de acción están llevando adelante el cambio, por lo que se debe acompañarlas en la acción brindando información sobre las estrategias más útiles, prácticas y satisfactorias. También es importante considerar el contexto y el apoyo social, de manera que favorezcan los cambios de conducta. En la etapa de mantenimiento, la persona viene ejecutando la nueva conducta al menos seis meses, en este caso es importante apoyarla en la resolución de los problemas que se presentan, recordando la decisión del cambio, reconociendo sus logros y esfuerzos y acompañando en el caso de recaídas. 13 Es fundamental reconocer que, durante el avance en el proceso, las recaídas son frecuentes en los cambios de comportamiento relacionados con la salud; frente a esta situación, es importante que el sujeto mantenga la intención de cambio hasta convertir la nueva conducta en un hábito. La comunicación en el presente modelo es fundamental, desde diferentes perspectivas. Las investigaciones desarrolladas en relación al modelo han demostrado que los medios de comunicación masivos son efectivos en las dos primeras etapas (precontemplación y contemplación), y, en las etapas siguientes (preparación, acción y mantenimiento) las mejores herramientas para favorecer el cambio son el apoyo social y la comunicación interpersonal (Saravia, 2014) Modelo de Comunicación para el Cambio Social/Comunicación Dialógica: La participación comunitaria es uno de los cimientos primordiales del paradigma de la Comunicación para el Cambio Social, el cual postula el apoderamiento de las comunidades durante el desarrollo e implementación de un esfuerzo de prevención de enfermedades. La Comunicación para el Cambio Social ha logrado acaparar la atención de los estudiosos del campo de la comunicación en salud, especialmente en África, Asia y América Latina. Sus postulados trastocan los planteamientos hechos por varios modelos y teorías del campo de la comunicación en salud, los cuales en su mayoría atienden el carácter individual de un sujeto como parte de las características principales de estos enunciados (Ríos Hernandez, 2011). Uno de los principales referentes de este modelo fue Paulo Freire y su pensamiento se ha utilizado de forma extensa en el área de la comunicación y educación. La influencia del pedagogo en el ámbito es ya visible desde la década de los 60. Sin embargo, su proyección internacional data de finales de los 80, cuando la disciplina comienza a sistematizarse y a asentar su estatuto epistemológico. Frente a los modelos educativos y comunicativos tradicionales, basados en una estricta separación educador y educando, formas de adoctrinamiento, donde se invisibiliza y se niega el pasado y las individualidades de las personas y los pueblos, Freire postula una educación de doble flujo, crítica y liberadora, que permita al individuo salir del silencio, pronunciar su propio mundo y, por medio del conocimiento que genera la palabra, desarrollarse plenamente como ser humano (Barranquero, 2006). Su modelo se plantea como liberador, frente al tradicional que resulta en una forma de someter a los pueblos. La clave de tal educación es una comunicación de doble vía basada en el diálogo libre, revelador y creativo, que, por sus características intrínsecas, contribuye a conciliar teoría y práctica, y suscitar pensamiento dialéctico. Es por ello que el diálogo libre es el único capaz de promover la capacidad crítica y el progreso del individuo y la sociedad hacia una existencia más digna y humana (Barranquero, 2006). Este modelo se centra en la importancia del acceso, la participación y apropiación de los procesos comunicativos por parte de los propios actores implicados. Según 14 Freire, el proceso de comunicación debe legitimarse atendiendo a las particularidades de cada contexto cultural y su saber ancestral (lengua, religión,historia común, mitos, símbolos, etc.). Pone énfasis en el peso de lo local, en donde la comunicación debe generar contenidos propios, basados en el saber popular acumulado durante generaciones y arraigado en las características culturales específicas de cada grupo concreto. Privilegia formas comunitarias de comunicación como canciones, teatro, radio de proximidad, vídeo, fotografías e imágenes de la vida local, etc., como punto de partida para reflexionar sobre los asuntos de la comunidad y promover la intervención del grupo en donde los propios miembros de la colectividad estén a cargo de los procesos de decisión y producción del proceso/medio/contenidos de la comunicación (apropiación) y que los profesionales tengan un rol facilitador. La participación comunitaria es uno de los cimientos primordiales del paradigma de la comunicación para el cambio social, el cual postula el apoderamiento de las comunidades durante el desarrollo e implementación de un esfuerzo de prevención de enfermedades (Barranquero, 2006; Díaz Hernandez, 2011). Desde esta perspectiva, Freire otorga así un valor a la educación como proceso para la creación, y al diálogo como un rol fundamental en el mismo. Aguilera Morales recupera a Freire mencionando que, un proceso pedagógico basado en el diálogo de saberes y la negociación cultural, se aproxima al enfoque de una pedagogía crítica latinoamericana, como una propuesta de democracia radical, enmarcada en la lucha por la justicia social, las relaciones igualitarias y la libertad. generando así una educación que forma una conciencia crítica capaz de actuar en el mundo para emanciparse y transformarlo en favor de la justicia. (Aguilera Morales, 2022). Conclusión En este módulo hemos explorado exhaustivamente el rol vital del Licenciado en Nutrición como educador y agente de cambio dentro de la sociedad, destacando la importancia de una educación alimentaria y nutricional que no solo se focaliza en transmitir conocimientos, sino también en fomentar un enfoque crítico y participativo en la gestión de la salud individual y colectiva. La perspectiva dialógica de Paulo Freire, entre otros teóricos, ha sido fundamental para entender la comunicación como un proceso bidireccional que no solo informa, sino que también transforma tanto a educadores como a educandos, propiciando un espacio para el desarrollo mutuo y el empoderamiento comunitario. A través de diversos modelos comunicacionales y educativos, hemos discutido cómo la interacción entre la teoría y la práctica en la educación alimentaria nutricional puede llevar a una mayor conciencia y a un cambio efectivo en los comportamientos relacionados con la salud. Estos modelos no solo abordan los aspectos cognitivos y conductuales de la salud, sino que también enfatizan la 15 importancia de las dinámicas socioculturales y comunitarias en la formación de hábitos saludables. Concluimos que la educación en nutrición debe ser adaptable y sensible al contexto cultural específico de cada comunidad, utilizando una comunicación que sea relevante y accesible para sus miembros. Esto implica reconocer y valorar los saberes tradicionales y populares, integrándolos en estrategias educativas que promuevan la salud y el bienestar. Por tanto, la tarea del Licenciado en Nutrición se extiende más allá de la simple difusión de información; requiere de un compromiso con la creación de un diálogo constructivo y crítico que permita a las personas no solo comprender mejor los factores que afectan su salud nutricional, sino también actuar sobre ellos de manera informada y empoderada. Al fin y al cabo, una sociedad más saludable se construye sobre la base de individuos bien informados, críticos y activamente involucrados en su propio proceso de salud y nutrición. Preguntas disparadoras y reflexivas 1. ¿Cómo puede el Licenciado en Nutrición utilizar los principios del diálogo freiriano para mejorar la efectividad de las intervenciones educativas en nutrición? 2. ¿De qué manera los prejuicios culturales y sociales pueden influir en la percepción de la información nutricional por parte de diferentes comunidades? ¿Cómo puede un educador en nutrición superar estos obstáculos? 3. Reflexiona sobre el impacto de las redes sociales y la tecnología digital en la educación nutricional. ¿Cuáles son los beneficios y los riesgos de utilizar estas herramientas para comunicar mensajes de salud? 4. ¿Cómo pueden las teorías de comunicación aplicadas en este módulo ser utilizadas para fomentar cambios de comportamiento a largo plazo en las comunidades con altas tasas de enfermedades relacionadas con la nutrición? 5. Considerando el modelo transteórico del cambio, ¿cuáles son los desafíos específicos que enfrenta un educador en nutrición al trabajar con individuos en la etapa de precontemplación y cómo pueden ser abordados efectivamente? 6. ¿Cómo puede la educación alimentaria nutricional ser un vehículo para la justicia social y el empoderamiento comunitario? ¿De qué manera puede este enfoque contribuir a la equidad en salud? 7. Explora la idea de que la nutrición no solo alimenta el cuerpo sino que también comunica valores culturales y sociales. ¿Cómo puede este concepto ser integrado en programas de educación nutricional para hacerlos más inclusivos y efectivos? 16 8. ¿Qué rol deberían jugar los facilitadores en nutrición en la formación de políticas públicas de salud y nutrición? ¿Cómo pueden asegurarse de que sus voces y las de sus comunidades sean escuchadas? 17

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