La Liebre y la Tortuga (PDF)
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Esopo
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Summary
La liebre, orgullosa y presumida, se burlaba de la tortuga, asegurando ser más rápida. En una apuesta, desestima la tortuga, y decide tomarse un descanso, lo que le cuesta la victoria al final, pues la tortuga, con constancia, llega a la meta.
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Cuento ilustrado por: Fabian Chifu de los Rios Para conocer su trabajo: caracoles-producciones.com Esta edición fue posible gracias a la colaboración de Ilustradores Argentinos, sitio web que nuclea a ilustradores de todo el paÃs. En el mundo de los animales vivÃa una liebre muy orgullosa,...
Cuento ilustrado por: Fabian Chifu de los Rios Para conocer su trabajo: caracoles-producciones.com Esta edición fue posible gracias a la colaboración de Ilustradores Argentinos, sitio web que nuclea a ilustradores de todo el paÃs. En el mundo de los animales vivÃa una liebre muy orgullosa, porque ante todos decÃa que era la más veloz. Por eso, constantemente se reÃa de la lenta tortuga. -¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decÃa la liebre riéndose de la tortuga. Un dÃa, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre. -Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo. -¿A mÃ? -preguntó, asombrada, la liebre. -Pues sÃ, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera. La liebre, muy divertida, aceptó. Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos. —4— Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura! Luego, empezó a correr, corrÃa veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sÃ, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchÃsimo. Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar. Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha. Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahà se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga habÃa ganado la carrera. Aquel dÃa fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidarÃa jamás: No hay que burlarse jamás de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos. —6— www.leer.org.ar