Introducción a la Espiritualidad PDF
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Este documento analiza el concepto de espiritualidad y su relación con la inteligencia. Ofrece una perspectiva sobre la espiritualidad desde una perspectiva amplia e interdisciplinar. El texto examina diferentes puntos de vista sobre este tema, incluyendo las ideas de distintos autores.
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INTRODUCCIÓN A LA ESPIRITUALIDAD 1. El concepto del espíritu como base de la espiritualidad Es necesario entender el concepto de espiritualidad antes de entrar a fondo en el tema de la espiritualidad y en concreto en la espiritualidad cristiana. De entrada, cabe dec...
INTRODUCCIÓN A LA ESPIRITUALIDAD 1. El concepto del espíritu como base de la espiritualidad Es necesario entender el concepto de espiritualidad antes de entrar a fondo en el tema de la espiritualidad y en concreto en la espiritualidad cristiana. De entrada, cabe decir, que el concepto de espiritualidad es un concepto relativamente reciente, no aparece en la tradición, ni en la Biblia. La RAE la define como: “Naturaleza y condición de espiritual” y “Conjunto de ideas referentes a la vida espiritual”, entre otras. En general, el término parece difuso y amplio. De hecho, muchas instituciones, no necesariamente religiosas, lo han adoptado. La OMS en su Carta de Bangkok habla de “la salud como factor determinante de la calidad de vida, que abarca el bienestar mental y espiritual”. Ante lo dicho, es necesario desentrañar el sentido de la palabra espíritu para entender el sentido con el que usamos dicho concepto. Y desde ahí, y desde el concepto judeocristiano del espíritu, avanzar hacia la comprensión concreta de la espiritualidad cristiana. A parte de “alma racional” como sentido básico, en el diccionario encontramos los siguientes significados de espíritu: “vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar”, “Ánimo, valor aliento, brío, esfuerzo”. A su vez, ánimo lo define el diccionario como “Alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana. Luego entonces, hablando en términos generales, se puede entender la espiritualidad como una actitud básica de apertura a lo trascendente, consecuencia y expresión de la visión religiosa o ética de la existencia que orienta el sentido y la dirección de la vida. Con lo mencionado anteriormente, podemos decir que el ser humano se define desde ahí, desde el espíritu y por el espíritu y no por la materia, ni por el cuerpo. El “ruah” bíblico, el soplo o aliento de Dios que da vida en el origen de la creación humana convierte a Adán en “ser viviente” (Gen 2, 7) es para los cristianos el símbolo inicial del espíritu. Pero no en contraposición a la materia, sino como síntesis vital en lo creado. En este sentido el espíritu es la capacidad de búsqueda y coherencia con la verdad de la existencia. Y la espiritualidad, por consiguiente, sería la voluntad elemental de orientar todo dinamismo humano hacia la coherencia con esa búsqueda y encuentro existencial. El espíritu que da sentido desde múltiples figuras, como camino, amor, solidaridad, acción, no es una simple definición. Es un querer ser, un deseo radical de realización en la historia que pretende dejar huella en ella. Al final coinciden filósofos y poetas en que el espíritu nos da el ser cuando dejamos acontecer dentro de nosotros mismos a su verdad. 1 2. Nuevo Modelo de inteligencia 2 Al entender el concepto de espiritualidad en su sentido amplio, caemos en la cuenta que la espiritualidad es una realidad o, mejor dicho, es una capacidad intrínseca a la realidad humana. 1 Tojeira, José María, Teología Espiritual, Uca editores, 2022. 2 Tomado de la obra de Gómez Villalba, Isabel, Educar la inteligencia espiritual, recursos para la clase de religión, grupo editorial Luis VIves, 2014. Con esto queremos decir lo siguiente: que la espiritualidad es una dimensión constitutiva del hombre y la mujer y podemos desarrollarla como cualquier otra dimensión humana y que la espiritualidad está libre de connotación religiosa, no se contrapone a lo material y responde al fundamento último de la existencia humana. En este sentido, ha existido un debate abierto en los inicios del siglo XXI que se ha centrado en identificar otra forma de inteligencia, la espiritual, existencial o trascendente. Howard Gardner publicó en 1999 Intelligence Reframed, en esta obra el autor no habla de inteligencia espiritual, pero abre la posibilidad de que exista una novena inteligencia sobre el sentido, sobre las grandes preguntas, que denomina existencial. Ian Marshall, psiquiatra de la Universidad de Londres, y Dahar Zohar, profesora de la Universidad de Oxford, acuñan el término “Inteligencia espiritual”. Según los investigadores, la inteligencia espiritual permite acceder a los significados profundos, plantearse los fines de la existencia y las más altas motivaciones de esta. Kathlee Noble identifica la inteligencia espiritual como un potencial humano innato que exige cultivo para desarrollarse y que a la vez le capacita para realizar una transformación de la persona en un doble movimiento: un proceso de interiorización y, simultáneamente, un camino de superación del ego que se abre a los otros. David B. King considera que la inteligencia espiritual nos hace hábiles para cuatro actividades: reflexión existencia, construcción de un sentido personal, reconocimiento de un yo trascendente y el dominio de estados de conciencia como la contemplación profunda, la meditación, la oración y la conciencia cósmica. Es hasta el 2010 que el estudio de la inteligencia espiritual como un nuevo modelo de inteligencia se desarrolla en lengua hispana, cuando el Doctor en Filosofía Francesc Torralba publicó su libro Inteligencia Espiritual. En su obra el filósofo catalán presenta los poderes de este tipo de inteligencia, da las claves de cómo cultivarla y profundiza en los beneficios que produce para el desarrollo de la vida humana. También explora las consecuencias individuales y colectivas de su atrofia. Torralba menciona que el ser humano goza de un sentido espiritual que solo puede desarrollarse cultivando su inteligencia espiritual. Pero a pesar de los avances que, en los últimos años, se han ido desarrollando en torno al estudio de la inteligencia humana, todavía existen reticencias y dificultades para reconocer la inteligencia espiritual. Se percibe que gran parte de la comunidad educativa, sobre todo en los centros públicos, se entiende lo espiritual como una dimensión extraña y ajena a las demás dimensiones de la persona, peor aún, desarrollada solamente en el ámbito religioso. A demás se concibe a la espiritualidad como una realidad apartada de la vida cotidiana, entendiéndola como un cultivo del yo íntimo o como relación individual con lo divino. Cuando afirmamos que el ser humano puede vivir espiritualmente por su inteligencia espiritual, podemos experimentar inquietudes, movimientos, preguntas y gestiones que solo se dan en él y que, lejos de apartarle de la realidad del mundo, de la corporeidad y de la naturaleza, le permite vivirla con más intensidad. La espiritualidad afecta a todos los planos del ser humano. La espiritualidad abarca todo lo humano y es el verdadero cause para comprender tanto la vida interior de la persona (pensamientos, creencias y deseos), como su vida exterior (acciones, obras, estilo de vida). Una verdadera educación integral debería tratar la espiritualidad, no como un apéndice de la experiencia humana, como un añadido más, sino de forma transversal e interdisciplinar. La inteligencia espiritual no debe confundirse ni identificarse con la consciencia religiosa. De acuerdo con Torralba, la inteligencia espiritual se distingue de la consciencia religiosa. La primera es la condición de posibilidad de la segunda. Solo porque el ser humano tiene esta forma de inteligencia puede vivir la experiencia religiosa. La creencia religiosa es una manifestación, un desarrollo de la inteligencia espiritual. 3 2 1 3. Espiritualidad: circulo exterior de carácter más universal, el de la espiritualidad. Todos tenemos la potencia de desarrollarla. 2. Religiosidad: el segundo circulo, el de la religiosidad, el de la relación entre el yo y la realidad fundamental. Presupone un acto de fe. 1. Confesionalidad: el primer círculo, el de la confesionalidad, indica la adhesión a una determinada comunidad religiosa. Estamos viendo que la espiritualidad y la religión no son lo mismo, y es importante que sepamos captar la relación existente entre ambas. Se suele utilizar la siguiente imagen para expresar dicha relación: la espiritualidad es el agua y la religión es el recipiente que la contiene y le da forma. Es decir, ambas dimensiones contribuyen a la formación de las personas. 3. Los peligros de la espiritualidad Nos acercamos cada vez más al desarrollo y profundización de la espiritualidad cristiana, contenido que nos interesa. Para ello, nos apoyaremos en el libro de José María Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. En la introducción de dicha obra, el autor español expresa la necesidad de conocer y entender, como primer momento, los conceptos de espíritu y espiritualidad. Conceptos, dicho sea de paso, bastante mal entendidos y tratados a la ligera. Como segundo momento, introduce el desarrollo de la espiritualidad cristiana como una espiritualidad específica dentro de otras posibles, tomando como fundamento tres ideas: en primer lugar, sostiene que el centro de la espiritualidad cristiana no está en la renuncia a todo lo bueno y gozoso que Dios ha puesto en este mundo, sino en la vida, en la plenitud de vida, en la dignidad de vida y también en el goce y el disfrute de la vida; en segundo lugar, la espiritualidad cristiana comporta exigencias éticas que surgen del mensaje de Jesús sobre el reino de Dios; por último, la espiritualidad cristiana no se puede vivir sino desde una verdadera pasión por la utopía. De manera que ésta tiene que ser el motor de toda persona que pretenda tomar en serio la espiritualidad que deriva del Evangelio. Se ha mencionado anteriormente que durante mucho tiempo los conceptos de espíritu y espiritualidad se han malentendido, generando ciertos peligros y consecuencias nefastas en la práctica. Para muchas personas, el espíritu es lo que se contrapone a lo material, al cuerpo, a lo que inmediatamente se nos mete por los ojos y palpamos, lo más cercano, incluso se podría decir que a lo más nuestro. Parece como si el que se dedicara a la espiritualidad tuviera que renunciar a ser plenamente feliz porque, según esta manera de pensar, tendría que renegar de una parte esencial de sí mismo. El autor español menciona que está dificultad tiene su explicación en la historia misma de la palabra “espiritualidad”. Solo hay que recordar lo que han dicho los siguientes autores acerca del tema: hacia 1060, Berengario de Tours se sirve de este término (espiritualidad) en su interpretación de la presencia eucarística; y lo significativo es que, para este autor, “espiritualidad” se contrapone a “sensualidad”. En el s. XII, Gilberto de Nogent, monje, habla de la espiritualidad como lo contrapuesto a las imaginaciones que comporta la poesía Y en el mismo tiempo, hacia 1120, Rimbaldo de Lieja afirma de manera terminante; “Si queremos ver las cosas de Dios, es necesario que depongamos la animalidad y asumamos la espiritualidad”. Con lo dicho hasta aquí podemos observar que la espiritualidad se ha concebido como lo opuesto a la corporalidad, incluso a la sensualidad, o como lo llaman algunos, la brutalidad. Así la espiritualidad nació entendida como ligada al desprecio de lo sensible y corporal, incluso, es la negación del uso de la sexualidad. 3.1. Una espiritualidad inaceptable José María Castillo comenta en su obra que una espiritualidad que entra en conflicto con las más profundas aspiraciones y anhelos del ser humano es una espiritualidad abocada al fracaso. EL propósito del autor español en su libro es ofrecer plantear una espiritualidad auténtica y coherente con lo que tiene que ser. Coherente, por tanto, con el Evangelio, fuente y origen de cualquier espiritualidad cristiana. Ahora bien, el Evangelio no es un proyecto que entra en conflicto con lo auténticamente humano, sino que precisamente lo que busca es la plenitud de lo humano y el camino para que cada uno sea él mismo y se realice plenamente. Nuestra existencia, desde una perspectiva teológica, consiste en lo siguiente: tal como Dios ha querido que, en concreto, exista el ser humano, este ha sido agraciado con un destino divino. Y, por tanto, todo el dinamismo humano, ya desde esta vida, está radicalmente invadido, penetrado, transido por lo sobrenatural y lo divino. Esto quiere decir que una persona que actúa rectamente, aunque su actuación, aparentemente no tenga que ver nada con la religión, se relaciona con Dios y se une a Dios. Por lo tanto, el trabajo, el descanso, el gozo y el disfrute de la vida, las acciones en apariencia más sencillas e intrascendentes, en realidad son cosas que nos llevan a Dios. 3.2. ¿Qué es la espiritualidad? Es necesario enfatizar una vez más en qué consiste una espiritualidad bien entendida para derribar, en definitiva, sus concepciones tergiversadas. La espiritualidad abarca la vida entera de la persona. No solo su espíritu, sino también su cuerpo; no solo su individualidad, sino además sus relaciones sociales y públicas. La espiritualidad, bien entendida y mejor practicada nos lleva directamente al logro de nuestra humanidad, a cumplir nuestras aspiraciones profundas. Si hablamos de espiritualidad cristiana, entendemos una vida que se deja guiar por el Espíritu. El Espíritu de Jesús. Por lo tanto, se trata del Espíritu que inspira el Evangelio. 3.3. La espiritualidad y la vida Cuando José María Castillo habla de vida, se refiere a esa vida tan valiosa que tenemos, que es divina, al mismo tiempo que humana. Porque eso es la espiritualidad de los cristianos: es la vida tomada en serio. Es decir, una forma de vivir la vida que es coherente con el Evangelio, entendiendo éste como la Buena noticia de amor y de misericordia donde el único sufrimiento que Dios quiere es el que brota como consecuencia inevitable de la lucha contra el sufrimiento. Esta iluminadora idea derriba la creencia errónea sobre la renuncia sacrificada de la persona espiritual a todo lo humano de la vida y se refiere a la actitud de asumir las consecuencias de luchar por disminuir y aliviar el sufrimiento de tantas víctimas del egoísmo, de la injusticia, de la opresión, de la insolidaridad y de la deshumanización, cosas que por todas partes brotan en este mundo. Tal fue la espiritualidad de Maximiliano Kolbe, de monseñor Romero, de Martin Luther King, de monseñor Angelelli, por citar algunos nombres que han pagado con sus vidas el atrevimiento de haber tomado en serio la lucha contra el sufrimiento de las víctimas de este mucho y contra el dolor, la desgracia y la humillación de los más pobres. 3.4. Estructura de la espiritualidad cristiana Para fijar con claridad, comenta el teólogo español, en torno a qué criterios se debe plantear la estructura fundamental de la espiritualidad de los cristianos, es necesario ser conscientes que en el evangelio queda claro que el punto de partida de toda espiritualidad cristiana se encuentra donde empieza el seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús es seguir a una persona. Y seguirla de forma que ese seguimiento no admite condición alguna. Así, el punto de partida de la espiritualidad cristiana está allí donde se toma en serio, y con todas sus consecuencias, la tarea de la libertad en la proclamación del Reino. En otras palabras, la lucha por una sociedad digna de los seres humanos, una sociedad que respete y garantice la igualdad en derechos de todas las personas. Y, además, una sociedad fraternal, solidaria, liberada de opresiones e injusticias. Dios, menciona José María, exige todo eso, no porque se reduzca a un proyecto de justicia social, sino porque es la realización, ya desde este mundo, de la gran familia de Dios, es decir, la forma de convivencia humana en la que Dios es real y efectivamente el Padre de todos por igual, porque son igualmente tratados en este mundo. 3.5. EL peligro del subjetivismo intimista Como hemos dicho, la entrega al trabajo por el reino de Dios es el principio estructurante de la espiritualidad cristiana. De esta manera la espiritualidad se libera del intimismo subjetivista y del peligro del egocentrismo peligro latente de toda persona “espiritual”. Por eso es necesario recalcar que el proyecto del reino de Dios, antes que un proyecto de actividad pastoral es un proyecto de humanización de las personas, un proyecto de vida y de felicidad para todos los que sufren. Y, así, es el proyecto básico de la espiritualidad de los cristianos. Se trata, en cualquier cosa, de ser realmente libres y estar dispuestos para aliviar y si es posible suprimir el dolor y la humillación de las víctimas de este mundo. 3.6. Las prácticas espirituales En necesario decir algo sobre la oración y la celebración de la fe como parte de la estructura fundamental de la espiritualidad cristiana. Toda relación interpersonal, si es auténtica, lleva consigo necesariamente la existencia del diálogo, de presencia, de intimidad, de co-efusión. Eso en el caso del encuentro con Jesús mediante la fe, es la oración y la celebración cristiana de la fe. En este sentido los sacramentos son esenciales en la vida de la Iglesia y en la experiencia, por tanto, de la comunidad cristiana de carácter celebrativo. Así, la espiritualidad cristiana tiene una estructura sacramental y, por tanto, celebrativa que es determinante para la vida cristiana. Damos por supuesto que, al hablar de celebraciones, hablamos de una comunidad que celebra, ya que no es posible hablar de celebración sin comunidad.