HORNEY - Psicoanalisis interpersonal PDF

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Karen Horney

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Psicoanalisis interpersonal Karen Horney Psicología femenina Biografía

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This document provides a biography of Karen Horney and her interpersonal psychoanalysis theory. It details her life experiences, cultural influences on personality, and how her ideas challenged certain aspects of traditional Freudian theory. The document covers topics such as basic anxiety, interpersonal orientations, and the interplay of culture and individual development.

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C A P Í T U L O 6 HORNEY Psicoanálisis interpersonal Sinopsis del capítulo PSICOANÁLISIS INTERPERSONAL Técnica...

C A P Í T U L O 6 HORNEY Psicoanálisis interpersonal Sinopsis del capítulo PSICOANÁLISIS INTERPERSONAL Técnicas secundarias de ajuste Puntos ciegos Avance: Sinopsis de la teoría de Horney Compartimentalización Ansiedad básica y hostilidad básica Racionalización Autocontrol excesivo Tres orientaciones interpersonales Rectitud arbitraria Ir hacia la gente: La solución de autoanularse Elusividad Ir contra la gente: La solución expansiva Cinismo Alejarse de la gente: La solución de la renuncia Uso sano contra uso neurótico de las Conducta parental y desarrollo orientaciones interpersonales de la personalidad Medición de las orientaciones interpersonales Apego infantil Narcisismo Apego posterior a la infancia Ajustes principales a la ansiedad Determinantes culturales del desarrollo básica Roles de género Desaparición del conflicto: Ir hacia o contra Diferencias transculturales los otros Terapia Desapego: Alejarse de los otros Autoanálisis El sí mismo idealizado: Alejarse del sí mismo real Externalización: Proyección del conflicto interno Resumen 162 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal Biografía de Karen Horney Karen Danielson nació cerca de Hamburgo, Alemania, el 15 KAREN HORNEY de septiembre de 1885. Fue la segunda hija en un matrimo- nio desdichado de un capitán noruego a menudo ausente y su bella esposa de clase alta. Danielson y su hermano ma- yor, Berndt (quien más tarde se convirtió en abogado) fue- ron estrictamente disciplinados por su tiránico padre luterano cuando volvía a casa de sus largos viajes marinos alrededor del Cabo de Hornos, a la costa del Pacífico de Centro y Sudamérica. Karen conservó un carácter muy in- dependiente considerando las claras actitudes religiosas de su padre como hipócritas y cuestionando las enseñanzas fundamentalistas de su iglesia. La educación secundaria tradicional de la que disponían las niñas alemanas excluía una educación universitaria. Sin embargo, ése era un tiempo de cambio social en Alemania. La joven Danielson convenció a su padre de que le permi- tiera asistir a una escuela no tradicional recién inaugurada que ofrecía a las jóvenes el curso de trabajo necesario para prepararlas para los exámenes de ingreso a la universidad. Su padre estuvo de acuerdo y ella ingresó a la Universidad de Freiburg en 1906, en un grupo de 58 mujeres y 2 292 hombres. Ahí estudió medicina. Era popular y fue incluida en las fiestas y sesiones de estudio de sus compañeros. En 1909 se casó con un asiduo compañero, Oskar Horney. Se mudaron a Berlín donde Karen continuó sus estudios de medici- na y Oskar inició una carrera de negocios. Karen Horney fue una paciente psicoanalítica del famoso analista freudiano Karl Abra- ham. En esa época esto era un interés vanguardista. Era característico de ella explorar nue- vas ideas, pero también buscaba alivio a sus problemas personales. Horney experimentaba depresión, fatiga e insatisfacción en su matrimonio, lo cual expresaba teniendo aventuras con un amigo de su esposo. Su padre murió casi en esa misma época y experimentaba sen- timientos ambivalentes hacia él, con los que tenía que lidiar: enojo por la infelicidad del ma- trimonio de sus padres, que culminó en separación unos cuantos años antes, pero también más cariño por su padre del que admitía. También tenía que hacer frente a las exigencias de combinar una educación en medicina con la vida familiar, sin mucho apoyo de su esposo. Además de las sesiones de análisis, en ese tiempo llevaba un diario personal, como lo había hecho en años pasados. Aunque el psicoanálisis era tenido en baja estima por el círculo médico y psiquiátrico, Hor- ney decidió hacerlo su especialidad profesional. Mientras era estudiante, guardó discretamente silencio acerca de sus intereses. Después de recibir su grado psiquiátrico tradicional en 1915, se atrevió a dar una conferencia sobre la controvertida teoría freudiana y a defenderla de sus críticos, entre quienes se encontraban, de manera interesante, Adler y Jung (S. Quinn, 1988, p. 151). Sus propios cuestionamientos a la teoría todavía se estaban preparando. Sin embargo, a diferencia de muchos psicoanalistas de esta época, no visitó a Freud en Viena y no lo conoció personalmente (S. Quinn, 1988). No obstante, Freud presidió una sesión en 1922 en la que Hor- ney presentó un trabajo sobre “La génesis del complejo de castración en las mujeres” (A. N. O’Connell, 1980). Karen y Oskar Horney tuvieron tres hijas (una de ellas, Marianne Horney Eckardt se convir- tió en analista horneyana). Pero la pareja continuó teniendo problemas matrimoniales y final- mente se separó. Horney se dedicó cada vez más a su carrera. En 1920 se convirtió en uno de Biografía de Karen Horney 163 los miembros fundadores del Instituto Psicoanalítico de Berlín y publicó varios trabajos sobre el desarrollo masculino y femenino, las relaciones y el matrimonio. Sus 14 trabajos publicados en- tre 1922 y 1935 bosquejan una teoría de la psicología femenina que era claramente crítica de la teoría freudiana. Las primeras sugerencias de Horney fueron presentadas en un espíritu de de- bate intelectual dentro de la teoría freudiana clásica, el tipo de cuestionamiento que alienta el desarrollo de cualquier ciencia. Sin embargo, la comunidad psicoanalítica desechó sus argu- mentos y atacó sus motivaciones. Se informa que Freud dijo de ella, “Es capaz, pero maliciosa-mez- quina” (S. Quinn, 1988, p. 237). La acusaba de hacer un análisis inadecuado y dijo que no aceptaba su propia envidia del pene (Symonds, 1991). Dada la hostilidad del ambiente profesional en Alemania, no sorprende que Horney acep- tara una invitación para convertirse en directora asociada de un nuevo Instituto para el Psico- análisis en Chicago, con Franz Alexander, en 1932. La invitación llegó con la aprobación de Freud (Berger, 1991; Clemmens, 1984). Horney se sintió insatisfecha con su posición en el ins- tituto y en 1934 se mudó a Nueva York. Irónicamente, el mismo tipo de debates profesionales sobre la ortodoxia teórica que la impulsaron a dejar Alemania dividieron al Instituto Psicoana- lítico de Nueva York. Comenzó a escribir libros en los cuales se refería explícitamente a sus ideas como una nueva teoría, diferente a la de Freud. Al final, los freudianos ortodoxos no pu- dieron tolerar más las opiniones disidentes de Horney. En 1941 la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York votó por destituirla de su cargo como maestra y supervisora clínica, degradándo- la a instructora. Horney y sus seguidores rápidamente formaron una nueva organización, la Asociación para el Avance del Psicoanálisis, y fundaron el American Journal of Psychoanalysis. El anuncio del nuevo instituto de formación contenía una declaración de compromiso con una enseñanza no autoritaria: “Se reconoce que los estudiantes son adultos inteligentes y responsables... El Insti- tuto tiene la esperanza de que continuará evitando la rigidez conceptual y respondiendo a las ideas, de cualquier fuente, en un espíritu de democracia científica y académica” (citado en S. Quinn, 1988, p. 353). No sólo los freudianos ortodoxos se mostraban suspicaces de ella. El Federal Bureau of In- vestigation (FBI) le abrió un expediente por sus supuestas simpatías comunistas y por este mo- tivo se le negó por un tiempo un pasaporte para viajar a Japón (S. Quinn, 1988). La base de esta acusación parece haber sido su afiliación con la Nueva Escuela para la Investigación Social, de carácter liberal, en la ciudad de Nueva York. Al final se le concedió el pasaporte y en Japón estuvo en varios monasterios Zen (A. N. O’Connell, 1980). En diciembre de 1952, a unos me- ses de su regreso de Japón, murió de cáncer abdominal que no había sido previamente diag- nosticado. Como persona, Karen Horney parece haber tenido la capacidad de disfrutar la vida, a pesar de la seriedad de su carrera y de las decepciones de su matrimonio. Le gustaba comer en los mejores restaurantes y asistir a conciertos y fiestas. Durante la Prohibición al menos una vez es- cribió su propia receta para alcohol “medicinal” (S. Quinn, 1988). Disfrutaba las relaciones con los hombres y tuvo varias aventuras. Entre sus amantes estuvieron el famoso psicoanalista Erich Fromm y, se rumoraba, un candidato en el Instituto para el Psicoanálisis de Chicago que tam- bién fue su paciente (S. Quinn, 1988). Horney cuestionó la afirmación de Freud de que había descubierto conflictos universales del desarrollo. Afirmaba que la personalidad y su desarrollo reciben más bien una influencia considerable de la cultura y por ende varían de una sociedad a otra. Esta mujer enérgica y no tradicional propuso nuevos entendimientos sobre las mujeres y los hombres, los cuales tienen hoy mayor aceptación que la teoría freudiana clásica a la que cuestionó. Es elogiada como un importante modelo de rol para las mujeres en la psicología (O’Connell y Russo, 1980). No só- lo se le considera neofreudiana y teórica psicoanalítica social, sino también “una humanista por su visión holística y su énfasis en la autorrealización; y una feminista por su desarrollo de una psicología femenina” (A. N. O’Connell, 1980, p. 81). A pesar de su interés temprano en la 164 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal psicología femenina, Karen Horney se volvió más tarde al desarrollo de una teoría sistemática general de la neurosis en la cual las diferencias sexuales no eran inevitables sino más bien de- sarrollos que sólo ocurren en contextos culturales particulares (Eckardt, 1991; Symonds, 1991). Biografías ilustrativas Varios análisis psicobiográficos se han basado en la teoría de Horney, incluidos los análisis de los Kennedy (Clinch, 1973), Jimmy Carter (Glad, 1980), Lyndon Johnson (Huffman, 1989), Ro- bespierre (Shulim, 1977) y Stalin (Tucker, 1973, 1985). Paris (1989, p. 182) predijo que “el in- menso potencial biográfico [de la teoría de Horney] apenas ha empezado a ser explorado”. La sociedad presenta diferentes demandas y estereotipos a los hombres y las mujeres. La teoría de Horney trata esos mensajes como presiones sociales y no únicamente como las dife- rencias sexuales biológicamente heredadas que Freud reconocía. Quienes viven los estereoti- pos culturales de “masculino” y “femenino” sirven como símbolos de esos mensajes para todos nosotros. Michael Tyson, el boxeador de peso completo, y Marilyn Monroe, la estrella de cine, seguramente personificaron esos roles sexuales en la cultura estadounidense. Ma r i l y n Monroe Aunque murió en 1962, Marilyn Monroe es la personi- ficación eterna de la femineidad. Representa la belle- za sexual; su fotografía en un calendario nudista fue admirada por muchos hombres y envidiada por mu- chas mujeres. También tuvo un lado trágico que des- pertó la simpatía para la víctima indefensa. Marilyn Monroe tuvo muchos amantes y tres, posi- blemente cuatro, maridos. A pesar de lo mucho que buscó el amor, su matrimonio más largo duró apenas cuatro años y medio. Amaba a los niños, pero nunca tuvo uno. Concibió muchos, se dice que tuvo más de una docena de abortos. (Decía que tuvo un hijo ilegíti- mo cuando era adolescente, pero no queda claro si es- to fue real o imaginado.) Cuando la maternidad era aceptable, como esposa de Arthur Miller, perdió al be- bé. Durante su vida adulta, Monroe tomaba dosis muy altas de barbitúricos e intentó suicidarse en varias oca- siones. Es probable que su muerte fuera un suicidio o una sobredosis accidental. Las teorías del asesinato son favorecidas por algunos que afirman que el FBI, los Kennedy y la mafia tenían razones para participar Michael Tyson 165 en su muerte. Cualesquiera que hayan sido las circuns- rilyn Monroe, en pinceladas vigorosas, temas que tipi- tancias, su muerte ocurrió en el quinto aniversario del fican la personalidad femenina de su tiempo y su cultu- aborto que más sintió. ra como sugería Gloria Steinem (1986)? La teoría de ¿Es una simple coincidencia que la diosa sexual de Horney, que ofrece contribuciones particulares para la su era fuera también una adicta a las drogas y que no comprensión de las mujeres y la cultura, promete apor- tuviera éxito en el amor, o existe alguna conexión cau- taciones para entender a esta misteriosa mujer. sal entre la imagen social y el lado trágico? ¿Pinta Ma- Mi c h a e l Ty s o n Michael Tyson se convirtió, a la edad de 20 años, en el más joven campeón mundial de boxeo de peso completo en la historia, ganó millones de dólares de- fendiendo su título y luego lo perdió. En el cuadriláte- ro, venció a muchos oponentes al noquearlos, pero cuando no pudo ganar respetando las reglas, arrancó de un mordisco la oreja de un oponente. Fuera del cuadrilátero capturó la atención de los medios por su publicitado matrimonio con la actriz Robin Givens, pe- ro su historia terminó de una manera desafortunada con acusaciones de abuso y un amargo divorcio. En 1992 fue sentenciado a prisión por la violación de una participante en un concurso de belleza. Cuando niño, Tyson se crió en el barrio de Bedford- Stuyvesant de la ciudad de Nueva York, un vecindario pobre y de alta criminalidad. Gracias a su éxito en el boxeo, que lo llevó al campeonato mundial de los pe- sos completos, Tyson se volvió rico y famoso. Hasta su inesperada derrota con James “Buster” Douglas en 1990, que le costó el título mundial, Tyson había gana- do 37 de 37 peleas como boxeador profesional —to- das ellas, salvo cuatro, por noqueo. Sin embargo, su Fue acusado de violación y pasó tiempo en la cárcel. historia no es simplemente de éxitos y triunfos. Tam- Sus relaciones con sus manejadores también fueron bién es una tragedia que la fama y la gloria ocultaran turbulentas cuando regresó al boxeo. Durante varios conflictos profundos. Se casó pero se divorció pronto años, acosada por lesiones y encarcelamiento, la ca- con acusaciones de ataques físicos contra su esposa. rrera de Tyson se tambaleaba. Recuperó el campeonato 166 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal en 1996, pero no pudo mantener el rol de héroe. Al La teoría de Karen Horney, la cual es sensible a la caer en la conducta indisciplinada de las peleas calle- dinámica interpersonal y pretende tener conciencia del jeras, mordió la oreja de un oponente, Evander Holy- impacto de la cultura y la sociedad, resulta prometedo- field, en el cuadrilátero y fue expulsado del boxeo. ra para entender a Mike Tyson. Fuera del cuadrilátero, volvió a enfrentar problemas le- gales por atacar a las mujeres. Ps i c o a n á l i s i s interpersonal Igual que los psicoanalistas freudianos tradicionales, Karen Horney creía firmemente que el in- consciente es un poderoso determinante de la personalidad. (En este sentido era mucho más ortodoxa que Alfred Adler.) Sin embargo, cuestionaba la premisa freudiana de que el incons- ciente consiste en conflictos en relación con la expresión de la libido. De acuerdo con Horney, no es el conflicto sexual lo que impulsa la personalidad. De hecho, informaba que algunos de sus pacientes neuróticos experimentaban una vida sexual orgásmica y plenamente satisfactoria, un fenómeno que es imposible de acuerdo con la teoría freudiana clásica. Para Horney, los conflictos más importantes no se basan en fijaciones libidinales sino en problemas interper- sonales no resueltos. Horney coincidía con Freud en que los conflictos fundamentales que perju- dican la personalidad se originan temprano en la niñez y en que esos conflictos se centran en las interacciones entre los padres y el niño. Afirmaba que las fuerzas culturales afectan fuerte- mente esos desarrollos y que las diferencias de personalidad entre los hombres y las mujeres reciben mayor influencia de las fuerzas sociales que de la anatomía. AVANCE: SINOPSIS DE LA TEORÍA DE HORNEY La teoría de Horney tiene implicaciones para cuestiones teóricas importantes, como se presen- ta en la tabla 6.1. ANSIEDAD BÁSICA Y HOSTILIDAD BÁSICA Los lactantes y los niños pequeños son muy dependientes de sus padres, no sólo para la super- vivencia física sino también en un sentido de seguridad psicológica. En el caso ideal, el lactan- te siente que es amado y protegido por los padres y que por consiguiente está a salvo. En circunstancias menos ideales, el niño se siente intensamente vulnerable. Este desamparo en la niñez, en la ausencia de una crianza adecuada, produce un sentimiento de ansiedad básica, al que Horney (1945, p. 41) describió como “el sentimiento que tiene un niño de estar aislado e indefenso en un mundo potencialmente hostil”. El descuido y el rechazo de los padres enojan al niño, una condición que Horney denominó hostilidad básica. Sin embargo, el niño pequeño no puede expresar la hostilidad porque esto acarrearía castigo o pérdida de amor. Esta hostilidad reprimida aumenta la ansiedad. El neuró- tico desarrolla entonces un conflicto básico entre las “actitudes fundamentalmente contradicto- rias que ha adquirido hacia otras personas” (Horney, 1945, pp. 40-41). Por un lado, el niño necesita a los padres y desea acercarse a ellos pero, por otro lado, los odia y desea castigarlos. Tres orientaciones interpersonales 167 Tabla 6.1 Sinopsis de la teoría de Horney Diferencias individuales Los individuos difieren en el equilibrio entre tres orientaciones interpersonales: ir hacia, ir contra y alejarse (de la gente). Tam- bién tienen diferentes sí mismos idealizados y usan formas dis- tintas de ajustarse a la ansiedad básica. Adaptación y ajuste La salud implica modos interpersonales equilibrados, ir hacia, ir contra y alejarse de la gente. Horney proporciona descripcio- nes completas de las tendencias neuróticas. El psicoanálisis es la terapia preferida, pero el autoanálisis puede ser un comple- mento importante. Procesos cognitivos Los puntos ciegos y otros mecanismos de defensa limitan la in- trospección, pero un valiente autoexamen puede conducir al crecimiento. Sociedad La cultura es muy importante en el moldeamiento de la perso- nalidad, especialmente a través de los roles sexuales. Influencias biológicas La biología es mucho menos importante de lo que afirma el psicoanálisis ortodoxo. Desarrollo infantil La ansiedad y la hostilidad básicas son las emociones funda- mentales de la niñez, ocasionadas por un amor parental inade- cuado. Desarrollo adulto Después de la niñez ocurren pocos cambios importantes en la personalidad. Éste es el conflicto básico, la fuerza impulsora detrás de la neurosis. Es un conflicto interperso- nal, que contrasta con el conflicto libidinal freudiano entre el deseo sexual y las fuerzas restric- tivas de la sociedad (véase la figura 6.1). TRES ORIENTACIONES INTERPERSONALES ¿Qué debe hacer entonces el niño? Dispone de tres opciones: dependencia acentuada e ir hacia los padres, hostilidad acentuada e ir contra ellos o rendirse en la relación y alejarse de ellos. El niño pequeño resuelve el conflicto con los padres usando cualquiera de esas estrategias que parezca ajustarse mejor a su ambiente familiar particular. Esta elección se convierte en la orien- tación interpersonal característica de la persona. De manera ideal, una persona sana debería ser capaz de ir hacia la gente, contra la gente o alejarse de ella, eligiendo de manera flexible la estrategia que se ajuste mejor a las circunstan- cias particulares. En contraste, los neuróticos están desequilibrados en su conducta interpersonal. Algunas opciones de actividad interpersonal se han llenado tanto de ansiedad que simplemen- te no son opciones. Por ejemplo, es poco probable que el niño pequeño al que nunca se ha permitido expresar una crítica a los padres pueda competir con entusiasmo contra otros en la adultez. El niño rechazado continuará teniendo dificultades para acercarse a la gente. En su mayor parte, los neuróticos ponen énfasis en una tendencia interpersonal. Horney ofreció una categorización de tres tipos de neuróticos, distinguiendo entre ellos por su énfasis en ir hacia la gente, ir contra la gente o alejarse de la gente. Bernard Paris (1989) observó que esas tres orientaciones corresponden a “los mecanismos básicos de defensa en el reino ani- mal —pelea, huida y sumisión” (p. 186). 168 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal Figura 6.1 Modelo de Horney del conflicto neurótico Experimentan rechazo del niño Experimenta ansiedad básica Hostilidad (pero lo castig arán) Desesperación Dependencia án) (¿debo escapar?) (pero lo rechazar PADRES NIÑO El niño, al necesitar ser amado, desea ir hacia los padres, pero teme al rechazo. El niño siente hostilidad también y quiere vengarse yendo en contra de los padres, pero teme al castigo. El pequeño puede darse por vencido y alejarse de los padres. Horney decía que los neuróticos que ponen énfasis en el ir hacia la gente adoptan la solu- ción de autoanularse frente al conflicto neurótico, buscan amor y minimizan cualquier nece- sidad aparentemente egoísta que pudiera interferir con ser amado. Decía que los neuróticos que ponen énfasis en el ir contra la gente adoptan la solución expansiva ante el conflicto neurótico, buscan el dominio incluso si éste dificulta las relaciones cercanas con los demás. Por último, los neuróticos que ponen énfasis en el alejarse de la gente adoptan la solución de la renuncia, buscando la libertad incluso a expensas de las relaciones y el logro. Cada una de esas tendencias básicas puede expresarse de diversas maneras (véase la tabla 6.2). Ir hacia la gente: La solución de autoanularse Algunas personas buscan en otros el amor y la protección de que carecieron en su vida tempra- na. Debido a esta dependencia, deben ser cuidadosos de no hacer nada que aleje a los otros. Horney (1945) se refería a éstos como tipos complacientes. Algunos de ellos son dominados por la necesidad de afecto, viviendo como si su lema fuera “Si me amas, no vas a lastimarme” (1937, p. 96). Otros se caracterizan por su actitud sumisa, como si sintieran “Si cedo, no seré lastimado” (p. 97). Para ser digna de amor, una persona hará cosas para granjearse el cariño de otras personas: volverse sensible a sus necesidades; buscar su aprobación; y actuar de manera no egoísta y gene- rosa hacia una falta. La necesidad de amor puede expresarse en una necesidad exagerada de estar “enamorado” o de participar en relaciones sexuales en las que el compañero tome el control. Las mujeres, en especial, están sujetas a presiones culturales hacia esta necesidad de amor. El tipo complaciente de persona hace pocas demandas a los demás y actúa de manera su- bordinada a los otros, desempeñando un rol de “pobre de mí” que acentúa el sentimiento de desamparo. Esto se refleja en una baja autoestima. Un individuo así “da por sentado que todos son superiores a él, que son más atractivos, más inteligentes, mejor educados, más valiosos que él” (Horney, 1945, pp. 53-54). La represión de la hostilidad puede dar por resultado síntomas fí- sicos como dolores de cabeza y problemas gástricos (p. 58). Tres orientaciones interpersonales 169 Tabla 6.2 Las tres soluciones neuróticas de Horney 1. Solución de autoanularse: El atractivo del amor (“La personalidad complaciente”) “Ir hacia” la gente Dependencia malsana: la necesidad de un compañero (amigo, amante o cónyuge) “Pobrecito de mí”: sentimiento de ser débil e indefenso Autosubordinación: suposición de que los otros son superiores Martirio: sacrificio y sufrimiento por los otros Necesidad de amor: deseo de encontrar la autovalía en una relación 2. Solución expansiva: El atractivo del dominio (“La personalidad agresiva”) “Ir contra” la gente Narcisista: enamorado de una autoimagen idealizada Perfeccionista: estándares elevados Arrogante-revanchista: orgullo y fuerza Necesidad de tener razón: ganar una pelea o una competencia Necesidad de reconocimiento: ser admirado 3. Renuncia: El atractivo de la libertad (“La personalidad desapegada”) “Alejarse de” la gente Renuncia persistente y falta de esfuerzo: aversión al esfuerzo y el cambio Rebeldía contra las limitaciones o influencias: deseo de libertad Vida superficial: espectador de sí mismo y de la vida, desapegado de las experiencias y los deseos emocionales Autosuficiente e independiente: no se involucra con la gente Necesidad de privacidad: mantiene a los demás fuera del círculo mágico del sí mismo (Adaptado de Horney, 1945, 1950.) Ir contra la gente: La solución expansiva Una segunda estrategia para resolver el conflicto relacionado con las necesidades tempranas insatisfechas es acentuar el dominio de las tareas y el poder sobre los demás. Horney (1945) se refiere a quienes adoptan esta estrategia como tipos agresivos, quienes parecen vivir con el le- ma “Si tengo poder, nadie podrá lastimarme” (1937, p. 98). El poder y el dominio parecen ofre- cer protección contra la vulnerabilidad de estar indefenso. Este tipo de persona puede ejercer un evidente poder interpersonal dominando a los otros. O puede buscar el poder a través del dominio competitivo. El prestigio los protege contra la humillación; otros son humillados mien- tras que el individuo agresivo busca reconocimiento y admiración. En política, la solución expansiva puede dar lugar a campañas vigorosas. Puede hacer más atractiva la acción militar, contribuyendo, por ejemplo, a la acción militar del presidente de Estados Unidos, George Bush, en el Golfo Pérsico (Swansbrough, 1994). Si la agresión no se convierte en hostilidad abierta, el tipo agresivo tiene algunas ventajas en nuestro mundo com- petitivo. La competitividad de muchas carreras manifiesta esta tendencia. Horney advirtió que los hombres tienen mayor probabilidad que las mujeres de adoptar esta estrategia, lo cual es 170 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal congruente con la dificultad experimentada por muchas mujeres para escalar el escalafón de las empresas. El perfeccionismo, que hace que la gente se esfuerce por obtener altos estándares, puede producir el tipo de alto desempeño que muchos trabajos recompensan. Pero el perfec- cionismo cobra su cuota al individuo: cuando la gente piensa sobre metas inalcanzables, se vuelve ansiosa, deprimida e insatisfecha con la vida (Flett, Hewitt, Blankstein y Gray, 1998; He- witt, Flett y Ediger, 1996; Martin y otros, 1996; Minarik y Ahrens, 1996). Los estudios también demuestran que el perfeccionismo contribuye al riesgo suicida (Blatt, 1995; Chang, 1998; Dean, Range y Goggin, 1996; Hewitt, Newton, Flett y Callander, 1997; Orbach, 1997). La poetisa Sylvia Plath, quien se suicidó trágicamente, ha sido descrita como perfeccionista y esto contribuyó a su desesperación (Schulman, 1998; Van Pelt, 1997). No todos los perfeccionistas son suicidas, por supuesto. Algunos tienen una alta autoestima, son capaces de esforzarse con éxito por el lo- gro y no están en riesgo (Adkins y Parker, 1996; Rice, Ashby y Slaney, 1998). El perfeccionismo puede volverse autodestructivo cuando es acompañado por otros indicadores de disfunción co- mo trastornos del estado de ánimo, ansiedad y abuso o dependencia de sustancias (Dean y Ran- ge, 1996; Gould y otros, 1998). El punto de transición del perfeccionismo sano al insano puede ser difícil de identificar. Por ejemplo, el ejercicio es sano, pero no lo son los patrones de ejercicio extremo de algunos pacientes obsesivo-compulsivos con trastornos alimentarios y de algunos físico-culturistas (Blouin y Goldfield, 1995; Davis, Kaptein, Kaplan, Olmsted y Woodside, 1998). Incluso si tienen éxito, los perfeccionistas pueden sentirse como “impostores” (Henning, Ey y Shaw, 1998). La competitividad y agresividad endémica en muchos campos profesionales tam- bién pueden representar desventajas para la sociedad. Pensamos primero en la crueldad del mundo de las empresas, pero existe también en todos lados. Suzuki (1988), por ejemplo, criti- caba la actitud machista que prevalece en la investigación científica, afirmando que esta actitud competitiva no da lugar al uso óptimo del talento científico. Los tipos agresivos no necesitan comportarse de formas que les granjeen el cariño de los de- más. ¿Acaso Atila el Huno trató de agradar? ¿O Hitler? ¿O Jack el Destripador? El poder hace que el amor parezca una debilidad innecesaria. Desde la experiencia clínica, Horney notaba que los pacientes de este tipo parecen tener dificultades particulares cuando, en el curso de la terapia, comienzan a acercarse a sus amistades o a otras personas amadas. Alejarse de la gente: La solución de la renuncia Una tercera estrategia para resolver los conflictos de la niñez es representada por el zorro de la fábula de Esopo, que no podía alcanzar las uvas que colgaban sobre su cabeza. Después de que fracasaron todos los intentos por alcanzarlas, el zorro al final se rindió evitando la desilusión di- ciéndose que de cualquier manera las uvas probablemente estarían verdes. En la teoría de Hor- ney, algunas personas tratan de seguir sin otros individuos, habiendo renunciado a solucionar el problema de la ansiedad básica por medio del amor o del poder. Horney (1945) se refiere a ellos como tipos de personalidad desapegada. Parecen vivir con el lema “Si me alejo, nada po- drá lastimarme” (1937, p. 99). Los tipos desapegados intentan ser autosuficientes. Pueden desarrollar recursos e indepen- dencia considerables; Horney cita el ejemplo de Robinson Crusoe. O pueden restringir sus ne- cesidades. Protegen su privacidad y prefieren estar solos. Los individuos creativos a menudo son tipos desapegados. Pueden expresar sus sentimientos con un desapego seguro, pero crea- tivo, facilitado por el aislamiento que reduce las distracciones. Uso sano contra uso neurótico de las orientaciones interpersonales De manera transcultural, las relaciones interpersonales armoniosas son una fuente importante de satisfacción con la vida, aunque en mayor medida en algunas culturas que en otras (Kwan, Bond y Singelis, 1997). ¿Cómo logramos esto? Una persona neurótica favorece una orientación Tres orientaciones interpersonales 171 interpersonal sobre otras. En contraste, la persona sana adopta, cuando es apropiado, las tres orientaciones hacia la gente, ya que cada una es adaptativa en ciertas situaciones. Conside- re la agresión. Aunque es patológico ser agresivo hacia todo el mundo, la persona sana debe ser capaz de una “agresividad adecuada”, “tomando la iniciativa; haciendo esfuerzos; termi- nando cosas; obteniendo éxito; insistiendo en sus derechos; defendiéndose cuando es ataca- da; formando y expresando opiniones autónomas; reconociendo sus metas y siendo capaz de planear su vida de acuerdo a ellas” (Horney, 1935/1967e, p. 228). El término actual sería aser- tividad en lugar de agresividad, pero la lista de conductas es sorprendentemente moderna. La gente que carece de una agresividad adecuada tiene problemas de logro (Bernay, 1982). De igual modo, aunque la dependencia excesiva (ir hacia) es neurótica, la incapacidad para pedir ayuda (una deficiencia en la orientación de ir hacia) también es inadaptada (véase Bornstein, 1992). Las orientaciones interpersonales influyen también en la salud física. Los investigadores han encontrado que la dependencia excesiva pone a la gente en mayor riesgo de muchas enferme- dades físicas, incluidas úlceras, asma, epilepsia y cardiopatías (Bornstein, 1998). Si esas relacio- nes sólo se encontraran después de que la gente se enferma, podríamos descartarlas como indicadores de que la gente enferma se vuelve dependiente. El hecho de que las relaciones también se encuentren en estudios prospectivos (es decir, que la dependencia previa predice la enfermedad posterior) indica que la relación dependencia-enfermedad no es simplemente un artefacto del papel de enfermo. Los niveles elevados de hostilidad (la orientación “ir contra”) también son patológicos. Muchos estudios han encontrado que la gente hostil corre un mayor riesgo de cardiopatía coronaria (Miller y otros, 1996). Medición de las orientaciones interpersonales Esta tipología de los estilos interpersonales puede medirse con un instrumento de autorreporte, la Escala CAD de Cohen, la cual otorga puntuaciones por la conformidad (ir hacia), la agresión (ir contra) y el desapego (alejarse) (J. B. Cohen, 1967). El instrumento pide a los sujetos que ca- lifiquen la deseabilidad de 35 reactivos en una escala de seis puntos que va de “extremadamen- te indeseable” a “extremadamente deseable”, por ejemplo: 1. Tener algo bueno que decir acerca de todos me parece... (conformidad calificada). 2. Para mí, tener suficiente dinero o poder para impresionar a los supuestos “peces gordos” sería... (agresión calificada). 3. Estar libre de obligaciones sociales es... (desapego calificado) (Munson y Spivey, 1982, pp. 894-895). Se ha informado de diferencias en la escala para varios grupos ocupacionales (J. B. Cohen, 1967; Rendon, 1987). Rendon informó que una muestra de enfermeras registradas que estu- diaban para terminar su licenciatura calificaron más alto en la escala de conformidad (ir hacia) y en la escala de desapego (alejarse) que tres grupos normativos (estudiantes en bienestar so- cial, administración de negocios y programas de geología). En otro estudio, el rol de estudiante (entre un grupo de enfermeras registradas que regresaban a la escuela) fue más satisfactorio para quienes calificaron alto en la escala de conformidad (Rendon, 1987), lo cual invita a es- pecular que la pasividad del estudiante puede ser una reacción a la estructura del rol de estu- diante. Robert Raskin y sus colegas (Raskin, Novacek y Hogan, 1991b) describieron dos estilos in- terpersonales, guerreros y preocupados, que parecen corresponder a las orientaciones de Hor- ney de ir contra e ir hacia (aunque los investigadores no citan la teoría de Horney). El guerrero tiene rasgos de hostilidad, afectación, predominio, narcisismo y autoestima. Este retrato recuerda la conceptualización de Horney de un sí mismo ideal grandioso, alimentado por la hostilidad, que da lugar a una orientación interpersonal de ir contra los demás. De acuerdo con Abraham 172 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal Zaleznik (1975), esa afectación es un riesgo particular para los hombres que se hacen a sí mis- mos, como el antiguo presidente Richard Nixon, y puede prepararlos para una caída. Además de la orientación guerrera, Raskin y sus colegas describen a los preocupados, quienes reafir- man su autoestima buscando aprobación más que admiración. Esas dos formas de reafirmar la autoestima corresponden a retratos clínicos, pero también se reflejan en medidas de personali- dad en varias pruebas de autorreporte, incluyendo las medidas de autoestima, autoconcepto, narcisismo y afectación (Raskin, Novacek y Hogan, 1991a). Roemer (1986, 1987) y Hamon (1987) han sugerido que la literatura sobre la personalidad y el riesgo coronario tiene sentido dentro del modelo de Horney. Las personas de tipo A, los ti- pos de personalidad presionados, competitivos y hostiles que sufren un elevado riesgo de car- diopatía (Friedman y Rosenman, 1974; Jenkins, Rosenman y Zyzanski, 1974), corresponden al tipo de personalidad expansiva de Horney. El tipo B de bajo riesgo corresponde al patrón de autoanulación de Horney (Roemer, 1987). Narcisismo Las relaciones enfermizas con otros surgen de un sentido patológico de sí mismo. Si una perso- na está insegura de su valía personal, puede intentar parecer valiosa a través de las diversas orientaciones interpersonales poco sanas que Horney describió. Al parecer más poderosa que los demás, o más amada, o más independiente, una persona puede ocultar una incertidumbre central acerca del valor personal. El foco en uno mismo y la autoadmiración patológicos cons- tituyen el narcisismo. En menos de una de cien personas, el narcisismo es grave y afecta tanto a la persona que puede diagnosticarse como un trastorno mental, el trastorno narcisista de la personalidad (American Psychiatric Association, 1994). Las personas que sufren este trastorno se centran en sí mismas en un grado extremo; no tienen mucha empatía por la experiencia de otra gente. Su sentido de ser únicas, de que merecen atención y admiración especial, las lleva a usar a los demás como admiradores y seguidores y no como individuos distintos. Los estudian- tes narcisistas tienden a sobreestimar las calificaciones que recibirán (Farwell y Wohlwend- Lloyd, 1998). El descubrimiento de que un sentido trastornado del sí mismo está cercanamente relaciona- do con una relación perturbada con los demás nos ayuda a entender hallazgos desconcertantes reportados por los investigadores. Una autoestima elevada, es decir, pensar que uno es una persona valiosa, por lo general es una característica sana. La gente con alta autoestima mues- tra muchas otras conductas deseables. No obstante, la autoestima elevada tiene sus inconve- nientes. En primer lugar, las personas con alta autoestima en ocasiones aceptan tareas que son demasiado difíciles, al parecer en un intento de demostrar cuánto pueden hacer (Baumeister, Heatherton y Tice, 1993). También pueden persistir demasiado tiempo en tareas que no pue- den ser terminadas y son proclives a otras conductas contraproducentes (Baumeister, 1997a). De manera sorprendente, también se ha encontrado que la gente con alta autoestima puede ser más agresiva que otras personas (Baumeister, Smart y Boden, 1996). ¿Por qué? Un factor a con- siderar es que la “autoestima” se define operacionalmente como la puntuación de una persona en una prueba de autorreporte. Algunos individuos que califican alto en esas pruebas en reali- dad aceptan lo que son, pero otros tienen una autoimagen grandiosa y frágil que oculta pro- fundas dudas en sí mismos; para ellos, las afirmaciones defensivas se reflejan en sus altas puntuaciones en autoestima. Cuando son cuestionados se sienten vulnerables y por eso pue- den comportarse de manera agresiva en un esfuerzo por dominar su forma de ser vistos como valiosos. Esta interpretación sugiere que el narcisismo, no la verdadera autoestima, da lugar a la agresión cuando una persona es insultada o provocada. Esta interpretación es apoyada por evidencia experimental: los sujetos que calificaron alto en una prueba de narcisismo se com- portaron agresivamente hacia alguien que los insultó al criticar un ensayo que habían escri- to. Cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo en un escenario de laboratorio, los narcisistas atacaron a la otra persona con un ruido fuerte en un juego de computadora (Bushman y Bau- Ajustes principales a la ansiedad básica 173 meister, 1998). Las personas con una autoestima segura y estable no son tan explosivas cuando son insultadas, pero los narcisistas se enojan con facilidad (Rhodewalt y Morf, 1998). Su autoes- tima es insegura, sujeta a los apoyos y ataques de los acontecimientos transitorios de la vida (Rhodewalt, Madrian y Cheney, 1998), y por ende deben defender su autovalía, incluso con agresión. AJUSTES PRINCIPALES A LA ANSIEDAD BÁSICA El individuo adopta mecanismos de defensa para resolver los conflictos sobre la ansiedad bási- ca. Horney reconoció muchos de los mecanismos de defensa que los analistas anteriores ha- bían descrito, como la represión. Además, amplió considerablemente la lista de maniobras defensivas. Todos los neuróticos usan alguna mezcla de cuatro estrategias principales para resolver el conflicto básico entre el desamparo y la hostilidad. Esas estrategias no resuelven el conflicto o llevan al crecimiento, pero pueden permitir que la persona se adapte lo suficiente para afrontar la vida diaria. Desaparición del conflicto: Ir hacia o contra los otros Primero, el neurótico puede “hacer desaparecer parte del conflicto y hacer que predomine su opuesto” (Horney, 1945, p. 16). Como el conflicto es entre el desamparo y la hostilidad, una persona que termina con la hostilidad pondrá énfasis en el desamparo y se volverá dependien- te de los otros. Por otro lado, una persona que vence al desamparo acentuará la hostilidad y se enojará con otra gente. Éstas son dos de las orientaciones interpersonales básicas: ir hacia e ir contra la gente. Desapego: Alejarse de los otros Segundo, los individuos neuróticos pueden desapegarse de los otros. Como los conflictos son inherentemente interpersonales, el solo hecho de alejarse de la gente reduce la experiencia de conflicto. Si esta tendencia es mucho más fuerte que la desaparición, lleva a la tercera orienta- ción interpersonal de Horney, alejarse de la gente. El sí mismo idealizado: Alejarse del sí mismo real La tercera estrategia principal de ajuste de los neuróticos es alejarse del sí mismo real hacia un sí mismo idealizado aparentemente mejor (menos indefenso, menos enojado). El sí mismo real es “el centro personal de nosotros mismos, vivo y único” (Horney, 1950, p. 155). Está invo- lucrado en el crecimiento psicológico sano (al que muchos humanistas llaman autorrealiza- ción). El sí mismo real es abandonado en la neurosis. En aras de la claridad, Horney ofreció un término diferente para describir todo lo que realmente somos en un momento dado, neuróticos y sanos —el sí mismo verdadero (p. 158). El neurótico se aleja de su crecimiento potencial (el sí mismo real), no de la realidad (el sí mismo verdadero). DISTANCIAMIENTO DEL SÍ MISMO REAL Como resultado de la ansiedad básica, una persona llega a creer, a menudo de manera incons- ciente, que es inadecuada. Mientras que un adulto sano al que se descuida o se rechaza puede buscar otras relaciones, confiado en su autovalía, el niño pequeño no tiene los recursos para hacerlo. En consecuencia, el sentido de sí mismo, que se encuentra justo en proceso de desa- 174 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal rrollarse, surge ya herido. El niño llega a tener baja autoestima, el sentimiento de que su sí mis- mo real no es valioso. Este distanciamiento produce neurosis. El neurótico se vuelve hacia un sí mismo idealizado imaginado, el cual no será despreciado. El sí mismo idealizado se ajusta a la orientación interpersonal del individuo. “Si soy muy bueno y amable, quizá seré amado”, piensa un niño. “O”, imagina otro, “si impresiono a la gente con mis logros y poder, no serán capaces de lastimarme y pueden incluso admirarme”. “O”, refle- xiona un tercero, “tal vez no necesito a la gente después de todo; puedo valerme por mí mismo”. El sí mismo real es reprimido y la persona intenta convertirse en el sí mismo idealizado. Éste puede volverse la base de un esfuerzo intenso; por ejemplo, el sí mismo idealizado de Lyndon Johnson canalizó su carrera política, llevándolo finalmente a la presidencia (Huffman, 1989). Algunas víctimas de incesto forman un sí mismo idealizado que niega su indefensión poniendo énfasis en su poder especial sobre el padre abusador (Price, 1994). En ocasiones esta represión del sí mismo real parece funcionar y la autoimagen consciente de la persona es como el sí mis- mo idealizado, al menos mientras las condiciones ambientales son favorables. Siempre es una batalla mantener la pretensión de que uno es como el sí mismo idealizado en lugar de ser co- mo el sí mismo real que se rechaza. Cuando el esfuerzo falla, la persona debe enfrentar el con- flicto subyacente. El resultado puede ser ansiedad o incluso pánico. Las consecuencias profundamente perturbadoras de pasar del sí mismo real al sí mismo idealizado son sugeridas por la comparación que hace Horney (1950). El proceso correspon- de a “el pacto con el diablo..., a la venta del alma” (p. 155). El neurótico es como Fausto, quien vendió su alma al diablo por un poco de placer y poder fugaz. La elección más sana es alejarse del falso orgullo y aceptar más bien lo “ordinario” del sí mismo real (A. J. Horner, 1994). LA TIRANÍA DE LOS “DEBERÍA” Cada persona desarrolla formas de fortalecer el sí mismo idealizado y evitar confrontacio- nes dolorosas con el sí mismo real reprimido. “Debería ser amable con todos” o “Debería poder hacer el trabajo mejor que cualquier otro” o “No debería depender de otra persona”. Ésos son el tipo de demandas, a menudo no del todo conscientes, que la gente se hace a sí misma. Horney llamó a esas demandas la tiranía de los “debería”. Nos impulsan aún más cerca del sí mismo idealizado, pero a expensas de un mayor distanciamiento del sí mismo real. De esta forma entran en el camino de la salud óptima. Horney (1945) se refería incluso a la imagen idealizada como “un poco de psicosis entretejida en la textura de la neurosis” (p. 97). (De esta forma mostraba un claro desacuerdo con la opinión de Alfred Adler, cuyos finalismos ficticios similares conducen al crecimiento más que al estancamiento.) Más recientemente, los psicote- rapeutas cognoscitivos describen “al crítico interno” como una fuente de mensajes negativos que pueden conducir a la depresión (J. E. Elliott, 1992). Externalización: Proyección del conflicto interno En la cuarta estrategia principal de ajuste, el neurótico proyecta los conflictos internos en el mundo exterior, un proceso que Horney llamó externalización. Esto no cura el conflicto ori- ginal entre el individuo y el mundo exterior, sino que lo incrementa. Aunque no produce creci- miento, reduce la ansiedad, al menos por un tiempo. La externalización se refiere a “la tendencia a experimentar los procesos internos como si ocurrieran fuera de uno mismo y, como regla, hacer a esos factores externos responsables de las dificultades” (Horney, 1945, p. 115). Incluye el mecanismo de defensa de la proyección, co- mo lo entiende el psicoanálisis tradicional, en el cual nuestras propias tendencias inaceptables Técnicas secundarias de ajuste 175 (como el enojo o en ocasiones la ambición) se perciben como características de otras personas pero no de nosotros. La externalización también puede incluir, además de los impulsos, nues- tros sentimientos no reconocidos. Horney citaba el ejemplo de un hombre no consciente de su propio sentimiento de opresión que, a través de la externalización, se mostraba “profundamen- te perturbado por la opresión de los países pequeños” (p. 116). Horney describió algunos de los sentimientos que los neuróticos externalizan con frecuen- cia, por ejemplo, el desprecio por uno mismo, sea pensando que otros los desprecian (proyec- ción del impulso) o despreciando a los otros (desplazamiento del objeto del desprecio). Los tipos complacientes (los que van hacia los demás) probablemente externalicen de la primera manera, mientras que los tipos agresivos (los que van contra los otros) lo hacen de la segunda forma. En cualquier caso, el neurótico está protegido de volverse consciente de un profundo desprecio por sí mismo. La ira también es externalizada de varias maneras: por irritación contra otra gente, temor de que los otros se irritarán con uno y convirtiendo la ira en trastornos corpo- rales. Horney sugirió que el terapeuta no debe cuestionar esas tendencias neuróticas prematu- ramente por la desesperanza que puede producirse. (La introspección prematura no es terapéutica.) Esos cuatro intentos de solución ocurren en todas las neurosis, aunque no con igual fuerza. Por ejemplo, algunas personas se alejan mucho de los demás, de modo que eso se convierte en una característica importante de su personalidad. Otras personas se relacionan con otras en muchas actividades interdependientes, pero guardan ciertos aspectos de sus sí mismos priva- dos. Esos intentos neuróticos sólo “crean una armonía artificial” (Horney, 1945, p. 16) en lugar de resolver realmente el problema. TÉCNICAS SECUNDARIAS DE AJUSTE Además de las estrategias defensivas principales (desaparición, desapego, el sí mismo idealiza- do y externalización), existen muchas estrategias auxiliares para reducir la ansiedad. Horney creía que esas técnicas secundarias de ajuste, al igual que las técnicas principales, no resuelven realmente el problema neurótico de forma duradera, lo cual resulta evidente en el título con el que introdujo los conceptos: “Aproximaciones auxiliares a la armonía artificial” (1945, p. 131). Examinemos cómo reducen esas estrategias la experiencia de conflicto. Puntos ciegos La gente a menudo no está consciente de algunos aspectos de su conducta que son ostensi- blemente incompatibles con su autoimagen idealizada. Horney (1945) mencionaba el ejem- plo de un paciente que “tenía todas las características del tipo complaciente y que pensaba de sí mismo como una especie de Cristo” pero que ciegamente no reconocía la agresión ex- presada por los asesinatos simbólicos de sus colaboradores. “En las reuniones de personal a menudo le pegaba un tiro a un colega tras otro con un pequeño movimiento del pulgar” (p. 132). Esos puntos ciegos impiden tener conciencia del conflicto entre la conducta y nuestra autoimagen. Compartimentalización Otra forma de impedir el reconocimiento del conflicto es la compartimentalización, que per- mite que las conductas incompatibles sean conscientemente reconocidas, pero no al mismo tiempo. Cada una puede ser experimentada en un “compartimento” separado de la vida: fami- lia o extraños, amigos o enemigos, trabajo o vida personal, etc. Por ejemplo, una persona pue- 176 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal de ser cariñosa dentro de la familia mientras que al exterior es un implacable competidor de negocios. Racionalización Horney (1945, p. 135) llamó racionalización al “autoengaño por razonamiento”. Al usar la ra- cionalización explicamos nuestras conductas de forma que parezcan congruentes con lo que es socialmente aceptable y con las cualidades deseables que hemos aceptado como parte de nuestra personalidad. Horney proporcionó los siguientes ejemplos: un tipo complaciente que es amable racionalizará que esta acción se debe a sentimientos de simpatía (ignorando una tendencia a dominar, que también puede estar presente); un tipo agresivo explicará su amabi- lidad como una conducta conveniente. En ambos casos, la racionalización reafirma la autoima- gen idealizada. Autocontrol excesivo El autocontrol excesivo impide que la gente se vea abrumada por una variedad de emocio- nes, incluidos “el entusiasmo, la excitación sexual, la autocompasión o la ira” (Horney, 1945, p. 136). La ira es particularmente peligrosa y más activamente controlada. La gente que usa este mecanismo de defensa por lo general evita el alcohol porque puede ser desinhibidor. En la psicoterapia tiene dificultades particulares con la asociación libre. Cuando las emociones amenazan con presentarse, estas personas pueden temer que se están volviendo locas. Rectitud arbitraria La rectitud arbitraria “constituye un intento por resolver los conflictos de una vez y para siempre declarando arbitraria y dogmáticamente que se tiene invariablemente razón” (Horney, 1945, p. 138). Las dudas internas son negadas y los cuestionamientos externos se desacreditan. La rigidez de esos individuos los hace evitar el psicoanálisis, que cuestiona las creencias defensi- vas centrales de la persona. Elusividad La elusividad es el opuesto de la rectitud arbitraria. Estas personas no se comprometen con ninguna opinión o acción porque “no han establecido una imagen idealizada definida” (Hor- ney, 1945, p. 139) para evitar la experiencia del conflicto. Aunque el conflicto se experimenta, la persona que es elusiva no lo mantiene el tiempo suficiente como para trabajar realmente en una solución. “Nunca puedes hacer que precisen una afirmación; niegan haberlo dicho o ase- guran que no querían decir eso. Tienen una capacidad increíble para tergiversar las cosas” (p. 138). Hacen recordar el chiste acerca del vecino que, cuando se le pidió que regresara una cubeta que tomó prestada, dice que no la tomó prestada, que además tenía agujeros cuando la tomó prestada, y que además ya la regresó. Cinismo El cinismo evita el conflicto “negando y ridiculizando... los valores morales” (Horney, 1945, p. 139). Una persona de tipo maquiavélico es conscientemente cínica y busca alcanzar sus me- tas sin escrúpulos morales. Otros usan el cinismo de manera inconsciente; conscientemente aceptan los valores de la sociedad, pero no viven de acuerdo con ellos. Conducta parental y desarrollo de la personalidad 177 CONDUCTA PARENTAL Y DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD Dentro de la familia el “mal básico es invariablemente la falta de calidez y afecto genuinos” (Horney, 1937, p. 80). Si el ambiente es cariñoso pueden tolerarse los tipos de trauma identifi- cados por Freud, como el destete prematuro, el entrenamiento de control de esfínteres o la ob- servación del acto sexual entre los padres. La conducta de los padres que socava el sentimiento de seguridad conducirá a un desarrollo neurótico. Esto incluye el descuido de los padres, la in- diferencia e inclusive el rechazo activo del niño. El ambiente familiar ideal proporciona calidez, buena voluntad y “una fricción sana con los deseos e inclinaciones de los otros” (Horney, 1950, p. 18). Dicho ambiente permite que el ni- ño desarrolle un sentimiento seguro de pertenencia en lugar de ansiedad básica. La crianza sa- na requiere que los padres sean capaces de amar genuinamente al niño y eso no es posible si ellos mismos tienen problemas emocionales. Muchos padres no consiguen este ideal. Una de las metas que Horney describió para el psicoanálisis era aconsejar a los padres cómo criar jóve- nes sanos, rompiendo así el ciclo de neurosis a través de cada generación. Como Horney desarrolló su teoría trabajando con pacientes adultos, sus ideas acerca de la conducta parental eran especulativas. La investigación posterior dio apoyo a sus ideas. Robert McCrae y Paul Costa (1988) encontraron que los adultos que reportaban que sus padres los ha- bían rechazado calificaban más alto en neuroticismo, lo que es congruente con la observación de Horney. La investigación longitudinal muestra que la aceptación de los padres y el castigo no autoritario en la niñez predicen un mayor desarrollo del yo a los 30 años, en particular para las mujeres (Dubow, Huesmann y Eron, 1987). Los estudios de los estilos de crianza se han ba- sado en las descripciones de Baumrind (1967, 1971) de varios tipos de crianza. Como Horney esperaba, los padres negligentes tienen hijos con mayores dificultades. Los padres autoritati- vos, que proporcionan dirección y aceptación, crían hijos que están mejor ajustados (Lamborn, Mounts, Steinberg y Dornbusch, 1991). Apego infantil Los psicólogos del desarrollo han estudiado un importante desarrollo en la infancia que nos ayuda a entender los orígenes de las relaciones interpersonales perturbadas. Los niños desarro- llan lazos de afecto con su madre denominados apego (Ainsworth y otros, 1978; Bowlby, 1988a). Este apego funciona, en un sentido evolutivo, para asegurar la supervivencia de los niños al mantenerlos cerca de sus padres, de quienes dependen para sobrevivir. John Bowlby, un pionero de los trabajos sobre el apego, compara la función de los padres con la de un comandante en el ejército que envía una fuerza expedicionaria. Si todo marcha bien, la expedi- ción realiza la tarea, pero, si hay problemas, la base proporciona un lugar seguro al cual retirar- se. En opinión de Bowlby, los padres deben proporcionar “una base segura desde la cual un niño o un adolescente pueden hacer salidas al mundo exterior y a la cual puede regresar con la seguridad de que serán bien recibidos, consolados si están angustiados, tranquilizados si están asustados. En esencia, esta función consiste en estar disponible, listo para responder cuando sea llamado a alentar y tal vez a ayudar, pero sólo intervenir activamente cuando sea estricta- mente necesario” (1988b, p. 11). Esta seguridad empieza con el apego del infante a los padres. Mary Ainsworth (1972; Ains- worth, Blehar, Waters y Wall, 1978) estudió el apego del pequeño a la madre (como cuidadora principal) observando las respuestas de los niños pequeños a los extraños. El desarrollo de un apego seguro entre el niño pequeño y los padres debe proporcionar una base para la salud emocional y el afrontamiento en la vida posterior. El apego seguro que se amplía durante la ni- ñez facilita el desarrollo cognoscitivo, supuestamente porque esta seguridad da al niño la auto- confianza para investigar el mundo (Jacobsen, Edelstein y Hofmann, 1994). 178 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal En los estudios de apego infantil, los investigadores observaban cómo se comportaban los niños pequeños cuando estaban en presencia de un extraño. Algunos se asustaban; otros pare- cían consolados por la presencia de sus madres. Puede interpretarse que los diversos patrones de apego confirman los patrones de Horney de ir hacia o lejos de la gente (Feiring, 1984). Algu- nos niños pequeños se resisten a ser consolados (el tipo A de Ainsworth), lo que es análogo a los tipos de alejamiento de Horney. Otros muestran enojo hacia el desconocido (tipo C de Ainsworth), lo que tal vez es evidencia temprana del modo de relación de ir contra propuesto por Horney. Se considera que los niños pequeños del tipo B tienen un apego seguro y es pro- bable que más adelante en la vida muestren índices positivos de relaciones interpersonales y de desarrollo. Sin embargo, este grupo puede subdividirse; puede interpretarse (de acuerdo con Feiring, 1984) que quienes muestran mayor probabilidad de aferrarse a la madre (tipo B4 de Ainsworth) presentan el patrón de Horney de ir hacia, mientras que los que exploran un nuevo ambiente en lugar de aferrarse a la madre (tipo B1) tienen el modo interpersonal equili- brado que Horney consideraba como el más sano (véase la tabla 6.3). Las conductas parentales que en la investigación del desarrollo se encuentra que están aso- ciadas con esos tipos, parecen confirmar las afirmaciones de Horney (Feiring, 1984). Sin embar- go, esas relaciones siguen siendo algo especulativas. La situación experimental de Ainsworth es demasiado inusual para el niño y, por tanto, puede dar por resultado observaciones engañosas (Chess, 1986). Además, debemos ser cautos acerca de responsabilizar a los padres por completo de las perturbaciones del apego. El temperamento infantil, producido por la genética, es res- ponsable en parte de la mayor seguridad de un niño comparado con otro. En el mundo ideal, los padres mostrarían destrezas de crianza tan sensatas que podrían proporcionar los cuidados suficientes para que todos desarrollaran un apego seguro. Pero en el mundo real, la misma conducta parental que es adecuada para el niño promedio puede dejar a un niño temperamen- talmente vulnerable ansioso acerca del apego. Apego posterior a la infancia Horney, por supuesto, basó su teoría en pacientes adultos en terapia más que en observaciones de niños pequeños. ¿Continúan los estilos de apego después de la infancia? Muchos piensan que sí (Hazan y Shaver, 1994). Se ha sugerido que el apego en la adultez ayuda a regular la emoción y a reducir el estrés (Feeney y Kirkpatrick, 1996; Silverman, 1998). Los apegos infanti- Tabla 6.3 Descripción de Ainsworth de los tipos de temperamento infantil compa- rados con el modelo de orientaciones interpersonales de Horney Tipo de Conducta del Orientación interpersonal niño pequeño niño pequeño de Horney Tipo A Se resiste a ser consolado Alejarse Tipo B Con apego seguro Consolado por la madre Tipo B1 Explora el nuevo ambiente Equilibrio de las tres orientaciones interpersonales Tipo B4 Permanece cerca de la madre para obtener consuelo Ir hacia Tipo C Ambivalente hacia la madre Ir contra Muestra enojo hacia los desconocidos (Adaptado de Feiring, 1984.) Conducta parental y desarrollo de la personalidad 179 les no sólo son importantes en sí mismos para la supervivencia y el bienestar del niño, sino que, además, proporcionan un modelo formativo de lo que son las relaciones. En el lenguaje de otro teórico, Erik Erikson, las relaciones infantiles proporcionan a una persona un sentido duradero de confianza o desconfianza en la gente que sigue siendo significativa a lo largo de la vida. Los investigadores han encontrado, en realidad, que los adultos con apego seguro sienten más confianza en sus compañeros que quienes carecen de esa forma de apego (Mikulincer, 1998b). También describen a sus padres de manera más positiva (Levy, Blatt y Shaver, 1998). No es sorprendente que las descripciones de varios tipos de apego adulto recuerden las des- cripciones de los niños pequeños. Una persona que se enamora, se casa y permanece en una relación estable a lo largo de la adultez ejemplifica un apego seguro. Otra, que duda acerca del amor, se casa, pero se divorcia al poco tiempo y luego evita las relaciones a largo plazo, ilustra un estilo de apego evasivo (Klohnen y Bera, 1998). También el apego inseguro ocurre en la adultez así como en la infancia. Michael Sperling describe un “amor desesperado” en algunos estudiantes universitarios, un estilo de amor con alta ansiedad y el deseo de estar extremada- mente cerca del ser amado. Esto corresponde al apego inseguro en la infancia (Sperling y Ber- man, 1991). Sperling y sus colegas han sugerido un modelo para cuatro tipos de apego adulto que pone énfasis en la dependencia y el enojo. Su modelo corresponde bien a los tres estilos interperso- nales de Horney, con una categoría adicional que refleja la ambivalencia entre ir hacia e ir con- tra (Sperling, Berman y Fagen, 1992). (Véase la tabla 6.4.) No obstante, más frecuentemente los investigadores han adoptado un modelo de tres cate- gorías del apego adulto que corresponde a la investigación infantil. (Véase la tabla 6.5.) No sólo es más simple, sino más optimista, ya que incluye una categoría “segura”. En este modelo, los adultos con apego seguro informan que se sienten cómodos con los otros, que pueden acercar- se a los demás con relativa facilidad y que no les preocupa ser abandonados o colmados en una relación. Los adultos con apego evasivo reportan dificultades para confiar en los otros y evitan volverse dependientes o demasiado cercanos a los demás. A los adultos ansiosos-ambivalentes les preocupa no ser amados lo suficiente por los demás y desean estar cerca de otros, pero és- tos parecen renuentes a estar cerca de ellos (Hazan y Shaver, 1987). Las pruebas de personali- dad muestran que los adultos con apego seguro califican más alto en extroversión y más bajo en neuroticismo que los adultos ansiosos y evasivos (Shaver y Brennan, 1992). Los adultos con apego seguro también son menos proclives a la ira y la manejan de manera más constructiva (Mikulincer, 1998a). Los adultos sin un apego seguro tienen dificultades para expresar su enojo hacia sus parejas románticas; en contraste, quienes están seguramente apegados pueden ex- presar el enojo de manera apropiada y mantener la relación (Sharpsteen y Kirkpatrick, 1997). Tabla 6.4 Un modelo de estilos de apego adulto Enojo alto Enojo bajo Alta dependencia estilo de apego resistente- estilo de apego dependiente ambivalente (se compara (se compara con con la descripción de la orientación Horney del conflicto entre “ir hacia” de Horney) el logro y el amor, es decir, “ir contra” e “ir hacia”) Baja dependencia estilo de apego hostil estilo de apego evasivo (se compara con la orientación (se compara con la orientación “ir contra” de Horney) “alejarse” de Horney) (Adaptado en parte de Sperling, Berman y Fagen, 1992. Las comparaciones con la teoría de Horney son agregadas.) 180 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal Tabla 6.5 Tres estilos de apego Una forma de clasificar el estilo de apego de los adultos es dejarlos elegir simplemente qué descrip- ción se parece más a ellos. ¿Cuál de los siguientes párrafos es más parecido a Usted? 1. Me resulta relativamente fácil acercarme a los otros y me siento cómodo dependiendo de ellos y haciendo que dependan de mí. No me preocupo a menudo por ser abandonado o porque al- guien se acerque demasiado a mí. 2. Me siento algo incómodo al estar cerca de los otros; me resulta difícil confiar en ellos por com- pleto, me es difícil permitirme depender de ellos. Me siento nervioso cuando alguien se acerca demasiado; y a menudo busco parejas que desean que muestre más intimidad de lo que me re- sulta cómodo. 3. Encuentro que los otros se muestran renuentes a acercarse tanto como me gustaría. A menudo me preocupa que mi pareja no me ame o no quiera estar conmigo. Quiero fundirme por com- pleto con otra persona y este deseo en ocasiones ahuyenta a la gente. El primer párrafo describe un estilo de apego seguro, el segundo un estilo de apego evasivo y el ter- cero un estilo de apego ansioso/ambivalente. No sería sorprendente que ninguno de esos párrafos lo describiera a usted por completo o que su respuesta pueda cambiar de una relación a otra. (Basado en Hazan y Shaver, 1987.) Los estudiantes universitarios con apego seguro, que aún no están casados, planean tener más hijos y tienen más confianza en su habilidad para ser buenos padres en comparación con los estudiantes con apego inseguro (Rholes y otros, 1997). En un estudio, varones no graduados con apego ansioso escribieron historias del TAT que contenían imágenes violen- tas casi dos veces más frecuentemente que los hombres con apego seguro. Las historias que describían violencia de los hombres hacia víctimas femeninas ocurrían siete veces más que en el grupo seguro (y también eran raras en el grupo evasivo), reflejando tal vez las frustracio- nes de los hombres apegados ansiosamente acerca de la intimidad (Woike, Osier y Candela, 1996). Algunos estudios del apego examinan las opiniones que la gente tiene de sí misma y de la otra persona, así como la conexión entre ellas (Bartholomew, 1990). ¿Piensa la persona que va- le la pena? ¿Espera que los otros le den apoyo? La respuesta ideal a ambas preguntas es “sí”, dando una opinión positiva de uno mismo y de los otros y resultando en un estilo de apego se- guro. Por desgracia, el sí mismo o los otros, o ambos, también pueden verse negativamente, dando lugar a un apego dañado. Una persona puede tener una visión positiva de sí misma y una visión negativa de los demás, lo que da lugar a un estilo de apego de rechazo o contrade- pendiente, que recuerda la orientación “ir contra” de Horney. Estas personas tienen problemas en las relaciones porque carecen de calidez. O un individuo puede pensar positivamente de los otros y negativamente de sí mismo, mostrándose preocupado por las relaciones, lo que nos re- cuerda la orientación a “ir hacia” los otros de Horney. Estas personas valoran las relaciones, pe- ro tienen problemas para relacionarse por depender demasiado de los demás para su autoestima, esforzarse demasiado para ser notados e involucrarse con lo otros. Tal vez de ma- nera sorprendente, esos individuos preocupados describen el conflicto en las relaciones perso- nales más positivamente que los otros tipos; el conflicto, aunque sea doloroso, ayuda a forjar la intimidad y lleva a la pareja a responder (Pietromonaco y Barrett, 1997). Si las visiones del sí mismo y de los otros son ambas negativas, la persona es temerosa de la intimidad y socialmen- te evasiva, como la orientación a “alejarse” de Horney. Estas personas tienen problemas inter- personales por ser abiertamente pasivas en las relaciones y dan la impresión de ser Determinantes culturales del desarrollo 181 introvertidas e inexpresivas (Bartholomew y Horowitz, 1991). En las medidas psicológicas de autoconfianza, bienestar y defensas psicológicas, las personas con el estilo de apego seguro dan la impresión de ser las más maduras (Diehl y otros, 1998). Una muestra representativa de adultos estadounidenses proporciona apoyo considerable a la afirmación de que los padres tienen impacto en el apego de sus hijos. Tener progenitores amorosos y padres protectores es un buen presagio para el apego adulto. Los adultos tenían menor probabilidad de tener apego seguro si, en la niñez, sus padres habían sufrido alguna for- ma de psicopatología (incluyendo depresión, ansiedad y abuso de sustancias), si se habían sui- cidado, si habían muerto o si estuvieron ausentes por periodos prolongados. Otros traumas y privaciones también se relacionaron con el apego inseguro: abuso físico y sexual, descuido, ac- cidentes, desastres naturales, problemas financieros y otros acontecimientos angustiantes. Este mismo estudio también encontró que los adultos con apego seguro gozan de mayor salud men- tal. Tienen menor probabilidad que los individuos con apego evasivo o ansioso de sufrir depre- sión, fobias, abuso de alcohol o drogas y otros problemas psicológicos (Mickelson, Kessler y Shaver, 1997). Los adultos con apego seguro se casan con otros adultos con apego seguro; los que tienen un apego inseguro también tienden a casarse con personas que tienen problemas si- milares de apego, lo cual es mala señal para su capacidad de proporcionar una relación segura a sus hijos (Van Ijzendoorn y Bakermans-Kranenburg, 1996). Los estudios longitudinales del apego documentan que las relaciones de apego perturbadas de la vida temprana se llevan a la adultez. En un estudio se clasificó a mujeres de 52 años de edad según su estilo de apego, basado en su selección del párrafo que mejor las describía (usando el método de Hazan y Shaver, 1987). Los investigadores también tuvieron acceso a los datos que habían sido obtenidos hasta 31 años antes, cuando se les reclutó en la universidad para un estudio longitudinal. Quienes fueron clasificadas con “apego evasivo” (es decir, inse- guras en sus apegos) ya habían expresado más ambivalencia acerca del matrimonio y la familia cuando estaban en la universidad. En realidad, conforme pasaban los años, tenían menos pro- babilidad de casarse que el grupo con apego seguro y, si se habían casado, era más probable que estuvieran divorciadas. Sus archivos sugerían a los investigadores que, en comparación con quienes tenían un apego seguro, las que tenían un apego evasivo desde que estaban en la universidad eran menos íntimas interpersonalmente, más defensivas y represivas y menos tole- rantes al estrés (Klohnen y Bera, 1998). En este estudio, venir de una familia grande y de una ciudad pequeña llevaba a más apego seguro; la pérdida de un padre en la niñez, debido a la muerte, traía dificultades de apego. En otro estudio, que recolectó datos sobre sujetos durante los 70 años de su vida, aquellos cuyos padres se habían divorciado (un trastorno importante de las relaciones de apego para un niño), fueron afectados adversamente. Tenían más probabilidad de haberse divorciado, tal co- mo podría esperarse de la teoría del apego. Además, era más probable que murieran antes, al menos en parte debido a que el matrimonio estable tiende a incrementar la longevidad (Tucker y otros, 1997). Stella Chess (1986) notó que “no existe una correlación simple y directa entre las expe- riencias tempranas de la vida y el desarrollo posterior” (p. 142); los humanos son notable- mente adaptables y en ocasiones superan graves deficiencias ambientales. Conocer la forma en que las dificultades tempranas de apego predisponen a la gente a problemas posteriores en la vida nos brinda información para desarrollar estrategias de intervención, de forma que to- dos puedan desarrollar el equilibrio sano de orientaciones interpersonales recomendado por Horney. DETERMINANTES CULTURALES DEL DESARROLLO Horney enfatizaba los determinantes sociales y culturales de la personalidad, además de las fuerzas biológicas ortodoxas de Freud. Pero en otros sentidos su pensamiento era congruente 182 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal con la tradición psicoanalítica. Aceptaba más determinismo biológico de lo que algunos críticos feministas habrían deseado y permaneció centrada en cambiar a los individuos en lugar de convertirse en activista del cambio social (Garrison, 1981; Lerman, 1986b). Horney creía que era necesario saber algo acerca de la cultura y el ambiente familiar espe- cíficos en que se había criado una persona para entender el desarrollo de la neurosis. Afirmaba que “no hay cosa tal como una psicología normal que se aplica a toda la humanidad” (1937, p. 19). Las experiencias familiares específicas, como tener madres dominantes o sacrifica- das, sólo ocurren en condiciones culturales particulares (p. viii). Esta visión contrasta con la descripción que hizo Freud de la psicodinámica familiar universal. Para Horney, incluso el complejo de Edipo ocurre debido a la rivalidad dentro de la familia que sólo es característica de ciertas condiciones culturales, no universal. Con mayor consciencia de los temas transcultu- rales en la psicología, los psicoanalistas han notado que los vínculos familiares son mucho más estrechos y más centrales para el sentido de sí mismo de los pacientes de los países asiá- ticos, influidos por los valores de Confucio, entre los que se incluyen China, Japón, Corea y Vietnam (Slote, 1992). Los factores culturales están implicados incluso en la calificación de ciertos patrones de con- ducta como anormales. A diferencia de los trastornos médicos, como los huesos rotos, Horney afirmaba que conductas como ver visiones o avergonzarse de la sexualidad son neuróticas en algunas culturas, pero muy normales en otras. Las expectativas culturales acerca de los roles de las mujeres y los hombres también varían; Horney (1939, p. 181) mencionaba que en su época se consideraba “normal” que una mujer sacrificara su carrera por la del marido, incluso si ella era más talentosa. Las culturas pueden cambiar. El énfasis de Horney en la cultura ha atraído por tanto a los feministas y a otros que buscan el cambio. Horney (1937, p. 62) argüía que el conflicto sexual se estaba volviendo menos importante como fuente de ansiedad en el tiempo en que ella escribió que en la época de Freud, un poco anterior. En lugar de ello, consideraba que el conflicto entre la competitividad y el amor era más importante. “En nuestra cultura”, escribió (hace más de medio siglo), “el conflicto neuróti- co más importante es entre el deseo compulsivo y desconsiderado de ser el primero en todas las circunstancias y la necesidad simultánea de ser amado por todos” (1937/1967d, p. 258). Es- te conflicto es exacerbado por el rol femenino. Roles de género Aunque la biología determina el sexo (masculino o femenino), es la cultura la que define los rasgos y conductas aceptadas para hombres y mujeres. ¿Quién debe ocuparse de los niños? ¿Quién debe realizar los trabajos peligrosos? Las respuestas son dadas por la sociedad, no por los cromosomas. Para reconocer que estamos discutiendo fenómenos culturales más que bioló- gicos, se acostumbra utilizar los términos masculino y femenino en lugar de hombre y mujer y el término género en lugar de sexo. De acuerdo con la teoría de los roles sociales, las culturas definen qué es masculino y qué es femenino (Eagly, 1987; Eagly y Wood, 1991), y esas defini- ciones de género son componentes centrales del sentido de sí mismo (H. M. Buss, 1990; Mena- ker, 1990). El conflicto ocurre en las mujeres, o en los hombres (Good y otros, 1995), cuando los roles de género y otros roles plantean exigencias discrepantes, por ejemplo, cuando produ- cen diferentes expectativas acerca del trabajo y la familia. Se espera que los hombres y las mu- jeres se comporten de manera congruente con sus roles de género culturalmente definidos. Por ejemplo, las mujeres que trabajan en el desarrollo organizacional por lo general expresan más valores humanistas que sus colegas varones (Waclawski, Church y Burke, 1995). Cuando no lo hacen, por ejemplo cuando las mujeres deben comportarse de una forma “masculina” para te- ner éxito en su carrera, mostrándose más directivas y orientadas a las tareas en lugar de demo- cráticas e interpersonalmente orientadas, esta incongruencia ocasiona que sean evaluadas de manera más negativa que si su conducta fuera más congruente con su rol de género (Eagly, Ka- rau y Makhijani, 1995). Este sesgo de evaluación contra las mujeres desaparece entre evaluadores Determinantes culturales del desarrollo 183 que tienen actitudes más liberales hacia los roles femeninos (Forsyth, Heiney y Wright, 1997). Cuando los hombres y las mujeres ocupan roles sociales similares, sus personalidades se vuelven parecidas; por ejemplo, los hombres y las mujeres ingresan a las carreras de nego- cios con diferentes patrones de toma de decisiones éticas, pero, entre más tiempo permanez- can en esta carrera, más similar se vuelve su toma de decisiones ética (Franke, Crown y Spake, 1997). Sin embargo, si las presiones culturales mantienen a los hombres y a las muje- res en roles diferentes, la teoría de los roles sociales predice que sus personalidades serán di- ferentes porque la personalidad es moldeada por los roles. El énfasis de Horney en la importancia de la cultura en la definición de la psicodinamia de hombres y mujeres es repe- tido por otros (Chodorow, 1978; Dinnerstein, 1976; Lerman, 1986b). Por ejemplo, la impor- tancia del machismo para la identidad masculina de los hombres chicanos es resultado de influencias culturales (Segura y Pierce, 1993). En contraste, los altos niveles de dependencia entre los hombres chinos muestra que la cultura puede producir roles de género diferentes (Dien, 1992). No obstante, la relativa importancia de la cultura y la biología como determi- nantes de las diferencias sexuales en la conducta social sigue siendo materia de debate entre los psicólogos (Archer, 1996). LOGRO Horney describió roles sexuales concernientes al logro en formas que anticiparon la investiga- ción psicológica posterior. Las mujeres, afirmaba, tienen una especial probabilidad de conver- tirse en tipos complacientes que no se arriesgan al logro. Sugería que “nuestra situación cultural... imprime el éxito en la esfera del hombre” (1937, p. 204). Debido a esto, se anima a los hombres a volverse competitivos, mientras que las mujeres son desalentadas e incluso pue- den desarrollar un “temor al éxito” (pp. 210-214). La investigación confirma que es más proba- ble que los hombres perciban las situaciones como competitivas que las mujeres y que para éstas, pero no para los varones, la competencia reduce el afecto por los demás (Deberry, 1989). Mucha gente no se da cuenta de que el término temor al éxito fue usado originalmente por Karen Horney, quien sugirió que puede venir de un conflicto entre la competencia y la necesidad de afecto. Por ejemplo, una mujer motivada por el temor al éxito puede sentir que si triunfa, perderá a sus amigos. El temor al éxito fue medido primero por un test proyectivo (M. S. Hor- ner, 1972). Matina Horner conceptualizó el temor al éxito como motivo para evitar el logro, pero su trabajo ha sido criticado sobre bases metodológicas y conceptuales (Paludi, 1984; Tresemer, 1974, 1977; Zuckerman y Wheeler, 1975). Quienes están interesados en el temor al éxito (así como en otras áreas como el desarrollo moral, véase Greeno y Maccoby, 1986), a menudo han estado claramente dispuestos a aceptar evidencia a favor de las diferencias sexuales (Mednick, 1989). Estudiado como rasgo, el temor al éxito parece explicar la causa del menor logro de las mujeres dentro de su personalidad más que en factores culturales (Lott, 1985; Wallston, 1987). Una interpretación alternativa ofrecida por Bernard Weiner (1990) describe los pensamientos que tiene la gente cuando fracasa, los cuales varían de acuerdo a si consideran que el fracaso era evitable. Compara el enojo que siente la gente cuando se considera que otros son la causa del fracaso con la orientación de “ir contra” de Horney, y la vergüenza que sienten cuando se culpan a sí mismos del fracaso con su orientación de “alejarse” (pp. 480-481). DOMINIO SOCIAL Tradicionalmente, los roles de género prescriben el dominio o poder para los hombres y la sumisión o crianza para las mujeres. Esto es cierto hasta tal grado que en la forma breve del Inventario del Sexo-Rol de Bem, la escala “masculino” es prácticamente idéntica a una escala derivada por análisis factorial llamada Potencia Interpersonal, y la escala “femenino” de Bem es prácticamente idéntica a una escala de Sensibilidad Interpersonal (Brems y Johnson, 1990). 184 Capítulo 6 HORNEY: Psicoanálisis interpersonal Los roles de género influyen de manera profunda en el desarrollo del poder social o domi- nio, y esto afecta a otros aspectos de la personalidad, incluido el masoquismo (disfrutar el dolor y el sufrimiento). Freud había atribuido el masoquismo femenino a la biología. Horney estaba en desacuerdo. Como ella decía, “en nuestra cultura, es difícil ver cómo puede escapar una mu- jer de convertirse en masoquista hasta cierto grado” (Horney, 1935/1967e, p. 231). Sugería que “los fenómenos masoquistas representan el intento de obtener seguridad y satisfacción en la vi- da mediante el hecho de pasar desapercibido y la dependencia” (1939, p. 113). Un estudio empírico de parejas proporciona evidencia de que el poder social determina la conducta interpersonal. Se encontró que las estrategias que la gente usa para influir en sus com- pañeros íntimos varían de acuerdo con la fuerza o debilidad estructural de la persona en la re- lación, indicada por el ingreso, la educación y la edad. El miembro más poderoso de la pareja (por lo general, el hombre en una relación heterosexual) tenía más probabilidad de usar tácti- cas intimidatorias y autocráticas para influir en el compañero, mientras que era más probable que el compañero más débil usara súplicas y manipulación. Esta asociación sirve para parejas heterosexuales y homosexuales. En las primeras, el compañero más poderoso era usualmente el hombre, pero era el poder, más que el sexo o rol de género, lo que predecía mejor la con- ducta (Howard, Blumstein y Schwartz, 1986). VALORACIÓN DEL ROL FEMENINO Horney afirmaba que la cultura, más que la anatomía, era la fuerza importante detrás de la “envidia del pene” que Freud había postulado. Las mujeres envidian el poder y privilegio que tienen los humanos con penes, más que el órgano en sí mismo. Para Horney, la envidia del pene representaba una evitación del rol femenino (Horney, 1926/1967a, 1923/1967b; Siegel, 1982). Con una frase capciosa, Horney cuestionó la suposición de que los hombres tengan la posición envidiable. Afirmaba que los hombres experimentan una envidia de la matriz igualmente importante, en la cual se sienten inferiores a la capacidad reproductiva de las mujeres. Más allá de esta imagen biológica, ¿qué pueden tener las mujeres que pudiera competir con el dominio y logro de los roles sociales de los hombres? Un primer candidato es la mayor cone- xión interpersonal de las mujeres (Lang-Takac y Osterweil, 1992). Quienes escriben sobre la psicología de las mujeres han propuesto que los valores femeninos, en especial los valores orientados a la relación como la crianza y la empatía, deberían ser más altamente apreciados (Gilligan, 1982; Green, 1990; J. B. Miller, 1976; Symonds, 1991; Torrey, 1987). Aunque este argumento es atractivo, no ha dejado de ser cuestionado. Marcia Westkott afirma que el mayor valor que las mujeres le dan a las relaciones a menudo toma la forma de un sí mismo idealizado, uno que se preocupa por los demás sin egoísmo. En la teoría de Horney, el sí mismo idealizado es neurótico. La teoría y la terapia feministas, al afirmar los valores de la relación, confirman in- voluntariamente un sí mismo idealizado neurótico y perpetúan una expectativa cultural de que las mujeres deben cuidar de los hombres. Esto hace más difícil para las mujeres convertirse en el ideal bien equilibrado que Horney imaginaba para la gente sana (Westkott, 1986a, 1986b, 1989). Por ejemplo, cuando se acentúan los valores femeninos del cuidado de los demás, los familiares de los alcohólicos, sin darse cuenta, pueden hacer que éstos continúen bebiendo al ocuparse de los problemas que crea la adicción. Este rol habilitante, o codependiente, es poco sano para el alcohólico y para la familia codependiente (Haaken, 1993). SALUD MENTAL Y ROLES DE GÉNERO La opinión prevaleciente entre los psicólogos solía ser que las mujeres que trabajaban y tenían profesiones sufrían trastornos de personalidad (llamados envidia del pene o de otra manera), y que las mujeres tradicionalmente femeninas eran psicológicamente más sanas que las mujeres menos tradicionales. La investigación no apoya esta opinión (Helson y Picano, 1990; Yogev, 1983). Una revisión de la investigación que relaciona los roles sexuales con la salud mental in- Determinantes culturales del desarrollo 185 dicó que la masculinidad psicológica (medida por instrumentos de tipificación sexual como el Inventario de Sexo-Rol de Bem) estaba asociada con una mejor salud mental, en hombres y mujeres; la femineidad no se relacionaba consistentemente con la salud mental (Bassoff y Glass, 1982). No es la presencia de características “femeninas”, como la empatía y el interés por los demás, sino más bien la ausencia de cualidades “masculinas”, como la asertividad, lo que interfiere con la sana adaptación de las mujeres e, igualmente, de los hombres. Este resultado cuestiona la idea popular de que la androginia (que ocurre cuando se presentan cualidades masculinas y femeninas en la misma persona) conduce a la salud mental (por ejemplo, S. L. Bem, 1974, 1976; Spence, Helmreich y Stapp, 1975; Worell, 1978). Sólo el componente de mascu- linidad de la medida de androginia se asoció con salud mental en los estudios revisados. Se han reportado resultados similares en otras revisiones de la literatura (Taylor y Hall, 1982; Whitley, 1984). Parece garantizada una investigación posterior que tal vez se centre en los aspectos específicamente interpersonales de los roles sexuales y en el componente de “agencia” o activi- dad (Schwarz y Robins, 1987). Pero en el presente, parece que la femineidad no contribuye mucho a la salud mental, al menos no para el individuo femenino en Estados Unidos y culturas similares. Los roles de género tienen un precio que contribuye a la alta incidencia de depresión entre las mujeres, en comparac

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