Historia de la Política en Colombia PDF
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Summary
El documento analiza la imagen del 'Hombre de las Leyes' y el desarrollo de la prensa en Colombia. Examina la figura de Santander y su relación con Bolívar, además de profundizar en el contexto político y social de la época. Destaca la condición liberal y analiza las instituciones y el legado histórico.
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Here is the transcription of the document to a structured markdown format. # I. La imagen problemática del Hombre de las Leyes Así como se ha dicho que la vida muchas veces imita el arte, hay quienes aseveran que los investigadores llegan a parecerse cada vez más a los objetos de su estudio. No cr...
Here is the transcription of the document to a structured markdown format. # I. La imagen problemática del Hombre de las Leyes Así como se ha dicho que la vida muchas veces imita el arte, hay quienes aseveran que los investigadores llegan a parecerse cada vez más a los objetos de su estudio. No creo, a este respecto, que el caso mío y de Santander constituya un claro ejemplo del fenómeno. En lo personal, yo me casé temprano y no tardé como él, y tampoco he au- mentado de peso de la misma manera que él a medida que han pasa- do los años. No presumo de tener el legendario "don de mando" de Santander ni he compartido su deleite en los quehaceres administra- tivos: aguanté sólo dos años en la jefatura de mi departamento de historia, que dejé con gran alivio para nunca más volver. En lo que sí nos parecemos, sin embargo, y que fue una de las razones por las cua- les en un principio su figura histórica me llamó la atención es en nues- tra común condición de liberales. Al sentar este paralelo no me refiero por supuesto a ese liberalismo político sectario de que Santander desafortunadamente hizo gala en diferentes etapas de su carrera sino a su afán de reformar las institu- ciones de América independiente demoliendo trabas-políticas, eco- nómicas, eclesiásticas- a la libertad personal, y por otro lado su fe en la eficacia creativa de la misma libertad. No soñó con la total desapa- rición del Estado ni era privatizador a ultranza, como ciertos Gólgotas de mediados del siglo XIX y neoliberales hoy día. Era un liberal mode- rado, pero liberal en fin, como también he sido yo y ya era en los lejanos tiempos cuando por primera vez me enteré de que existía una nación llamada Colombia. Se trata de los años 30 y principios de los 40 del siglo pasado, que en mi país era la época del segundo Roosevelt y de su Nuevo Trato, versión gringa de la Revolución en Marcha de Alfonso López. Experi- menté la pubertad política bajo los auspicios del roosveltismo, que en el plano hemisférico sentía una afinidad particular con los partidos de centro democrático, tipo liberal colombiano. En el caso mío, entonces, no fue nada difícil asimilar la noción de que Colombia en plena Repúbli- ca Liberal era un modelo de democracia latinoamericana, y hasta la potencia moral que opinaban publicistas liberales. Ni resultó difícil tragar entera la historia oficial del liberalismo de aquella época según la cual todo esto se remontaba a una tradición civilista fundada por Francisco de Paula Santander. Fundada y mantenida a despecho de Golgota: División de liberales 11 las intrigas de los godos, que a su turno se remontaban (se decía) a Simón Bolívar. Aun cuando me interesaba Colombia y ya sabía quién era Santan- der, no me dediqué de lleno a estudiar la vida y obras del "Hombre de las Leyes" sino después de matricularme en el programa de doctorado en historia de la Universidad de Harvard. En un seminario sobre histo- ria latinoamericana el profesor había confeccionado una lista de tópicos para que cada estudiante miembro del seminario escogiera uno y sobre él redactara su trabajo. Yo simplemente escogí el primero de la lista, que resultó ser el conflicto entre Bolívar y Santander en época de la Gran Colombia. No lo sabía al tomar la decisión, pero gran parte de mi posterior vida profesional estaba involucrada en ella, porque el tema me llamó suficientemente la atención para convertirse en semilla de mi tesis doctoral. Es verdad que en un momento dado se me entró en la cabeza la noción de preparar la tesis sobre historia no de Colom- bia sino de Costa Rica, otro país de trayectoria democrática liberal para despertar mi entusiasmo juvenil. Frente a esta decisión, sin em- bargo, mi profesor abandonó su normal postura tolerante: me informó que Costa Rica no era una opción viable, porque siendo un país tan pequeño e insignificante (salvo en el campo de las virtudes democrá- ticas) no habría quién aceptara publicar el resultado de mi investiga- ción, y sin publicaciones no era posible obtener un puesto decoroso en el mundo universitario. Así las cosas, volví rápidamente las miras so- bre Colombia, país que al parecer sí valía la pena, por más que había ya caído la República Liberal y empezaban los primeros brotes de La Violencia. La solución práctica era ampliar ese trabajo de seminario y sacar de él un proyecto de tesis doctoral, para cuyo efecto saqué tam- bién una modesta beca de investigación, hice maletas y llegué a Bo- gotá con sufrida esposa y un hijo pequeño en junio de 1948. Mi plan de trabajo se centraba sobre los aspectos legales e institu- cionales de la Gran Colombia más bien que sobre la estructura socioeconómica y el sustrato cultural, que hoy en día llaman más la atención de los estudiosos. Pero por alguna parte hay que empezar y el temario mío casi no había sido tocado por la historiografía tradicional, así que era novedoso para aquella época; yo por lo menos dejaba de lado la historia militar y diplomática, pues no me interesaba ni la im- portancia relativa de los aportes de Bolívar y Santander a la victoria de Boyacá ni el proceso de reconocimiento de la independencia ni menos lo que Bolívar hubiese dicho a su contraparte argentino, José de San Martín, en la famosa entrevista de Guayaquil. Por otra lado, 12 como novel investigador en los repositorios bogotanos pronto tropecé con algunas desilusiones -pero también con hallazgos inesperados-. La principal decepción fue el encuentro con el Archivo Histórico Na- cional, que en aquellos tiempos tenía de todo menos un índice que mereciera tal nombre en lo que se refiere al período independiente. Por consiguiente, para mí la "utilidad marginal" de cada hora de es- fuerzo dedicado a escudriñar los papeles del Archivo Nacional era bastante baja. Mas llegó un día en que uno de los empleados casual- mente mencionó que en el mismo Capitolio tenía su sede otro archi- vo, el del Congreso, que quizás me sirviera de algo. Allí fui y después de algún papeleo -tuve que hacer solicitud en papel sellado al minis- tro de gobierno, quien a la sazón era el Maestro Darío Echandía- se me franqueó la entrada. Casi no volví al Archivo Nacional. El Archivo del Congreso, aunque sus fondos distaban mucho de ser tan abundantes, reunía una documentación más selecta que tenía sea en la gente de aprobar las innovaciones que constituirían el meollo de mi disertación. Es más, pude darme cuenta de hasta qué punto Santander había sido realmente "Hombre de las Leyes". No sólo se supeditaba a la letra leguleya como es fama, sino que se interesó de la manera más directa en el proceso de expedición de las leyes, sin vulnerar los fueros de los legisladores a quienes manejaba con una habilidad que han igualado pocos presidentes recientes. El otro gran hallazgo fue la prensa periódica y la folletería. Su consulta siempre había figurado en mis planes pero me sorprendió su riqueza en los diversos fondos de la Biblio- teca Nacional. En este campo no era difícil detectar alguna manipula- ción de los medios por parte de Santander, como por parte de casi cualquier gobernante de cualquier país, pero también se notaba una gama bien amplia de la libre expresión de ideas. En fin, la vitalidad de la prensa grancolombiana resultó ser para mí otra faceta positiva de Santander y otro motivo para honrarlo en calidad de Hombre de las Leyes. Cabe añadir, sin embargo, que a fuerza de leerla acabé conci- biendo también una gran estima por el historiador y polemista conser- vador José Manuel Groot, a pesar de que él haya dejado un cuadro poco halagador Santander. Es que a medida que yo iba penetrando en esa proliferación de panfletos y revistas efímeras de la década grancolombiana reconocía exactamente de donde Groot había saca- do tal o cual detalle. Obviamente él había utilizado toda la folletería al elaborar su historia y tuve la sensación de haber sido de los muy 13 DAVID BUSHNELL El fruto de mi investigación, claro está, fue la tesis doctoral publi- cada después en inglés y en castellano como El régimen de Santander en la Gran Colombia¹. Gente que no lo ha leído suele llamarlo una biografía de Santander, lo que no es: biografía de Santander es la de Pilar Moreno de Angel². Más bien la obra mía es el estudio de un temprano proyecto de transformación y adaptación institucional a partir de la Independencia. Santander alentaba el proyecto y lo presidía pero no fue invención suya y puede considerarse la expresión colom- biana de tendencias continentales de la América Latina de la época. Es decir que la obra de Santander guarda una relación estrecha con la de Rivadavia en la Argentina, de O'Higgins en Chile, de los cons- tituyentes mexicanos de 1824 y así por el estilo. En el libro se interpre- ta el proyecto de una manera generalmente favorable, como un pro- ceso de cambio de signo progresista, en el sentido del progreso unilineal de la humanidad en que creemos tanto marxistas ortodoxos como li- berales comunes y corrientes. (No hay que olvidarse de que el mismísimo Carlos Marx era santanderista³.) Traté de destacar por lo demás las resistencias tradicionalistas que despertó y que contribuye ron -al igual que la rivalidad personal entre Santander y Bolívar- al desplazamiento final de Santander del gobierno. En mucha parte, in- dudablemente, este primer intento de transformación fracasó, para reanudarse en la revolución del medio siglo. Aparte de no ser biografía, la obra mía no examinó a fondo las fuentes ideológicas del proyecto santanderista ni trató de ahondar en las bases sociales de los bandos políticos. Esta última falla es la más notoria. El problema en sí, o sea la identificación de los intereses socioeconómicos en juego por detrás de las acciones políticas, no es- tuvo ausente del libro pero no se exploró sistemáticamente. Ni es fácil 1. En inglés: The Santander Regime in Gran Colombia, 1ª ed., Newark: University of Delaware Press, 1954; 2ª ed., Greenwood Press, Westport, Connecticut, 1970. En castellano, trad. Jorge Orlando Melo: 1ª ed., (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1966); 2ª ed., (Bogotá: El Áncora Editores, 1985). 2. Santander: biografía (Bogotá: Planeta, 1989). 3. En el ensayo biográfico de Marx sobre Bolívar (reimpreso, vgr., en Carlos Uribe Celis, Bolívar y Marx, Bogotá: Tercer Mundo, 1986, pp., 17-31) se menciona sólo de paso a Santander. Por sus críticas a la Constitución Boliviana y a la dictadu- ra del Libertador, sin embargo, él se pone muy claramente del lado de los santanderistas, además de que el proyecto gubernamental de Santander, de ten- dencia liberal burguesa, se ajustaba a las ideas de Marx con respecto a la trayecto- ria que su ENSAYOS DE HISTORIA POLÍTICA DE COLOMBIA. SIGLOS XIX Y XX de explorar, ya que los datos medianamente disponibles sobre ocupa- ciones, propiedades y relaciones familiares de los actores políticos son bien escasos salvo en lo que se refiere a los próceres más notables. Más difícil todavía resulta escudriñar la suerte de lazos que existieran en- tre los principales actores políticos y su clientela de los sectores me- dios y bajos. La tarea no es imposible -esto lo demuestra, por ejemplo, la obra de Víctor Uribe-Uran sobre la hueste neogranadina de aboga- dos- pero yo la había relegado a un segundo plano. Hay que reconocer que quien por primera vez me llamó la aten- ción de manera apremiante sobre la problemática referida, de los in- tereses y fuerzas subyacentes, fue Indalecio Liévano Aguirre en su biografía de Bolívar y algunos otros textos. Discrepo de muchas de sus conclusiones pero no puedo negar que él me forzó a repensar mu- chas cosas. Me chocó la interpretación de Liévano porque simple- mente invirtió la que había sido la verdad aceptada entre liberales e izquierdistas sobre Bolívar y Santander. Esa verdad aceptada era la que yo había avalado en mi libro, de que Bolívar era el mayor artífice de la independencia -incluso el más grande latinoamericano de to- dos- pero que en la política interna de la Gran Colombia lamentable- mente se puso de lado de los militares, alto clero, y otras fuerzas retardatarias en contra de la visión civil y progresista Santander y los suyos. En esto habían estado de acuerdo tanto liberales doctrinarios del tipo Joaquín Tamayo como el temprano comunista Ignacio Torres Giraldo', quien no habría nunca alcanzado a comprender eso de "Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar" ni el discurso bolivaria- nista de Hugo Chávez. Mas ahora, si fuéramos a aceptar las asevera- ciones de Liévano, resulta que el retardatario fue Santander (secun- dado por su círculo de oligarcas) y el progresista Bolívar. 4. Uribe-Uran. Honorable Lives: Lawyers, Family, and Politics in Colombia, 1780-1850 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2000), en especial los apén- dices, pp. 163-199. 5. De su Bolívar la primera edición es la de México: E.D.I.A.P.S.A., 1956, pero han salido después otras muchas. La crítica a Santander es bastante extensa en su Razones socioeconómicas de la conspiración de septiembre contra el Libertador (Caracas: Academia Venezolana de Historia, 1968), y se centra en el mal manejo por el vicepresidente del empréstito de 1824. 6. Joaquín Tamayo, Nuestro siglo xix, 1: La Gran Colombia (Bogotá: Edito- rial Cromos, 1941). 7. Véase, por ejemplo, su Síntesis de historia política de Colombia (Bogotá: Editorial Margen Izquierdo, 1972), 17-22. DAVID BUSHNELL El positivista venezolano Laureano Vallenilla Lanz, escribiendo a principios del siglo veinte, ya se había adelantado en cierto sentido, en su obra Cesarismo democrático, a la tesis de Liévano de un Bolívar defensor de las masas en contra de oligarcas intrigantes. La necesidad de un hombre fuerte para cuidar los intereses de los sectores popula- res constituía la que Vallenilla denominaba "ley boliviana" y que en su concepto ejemplificaba netamente la dictadura de Bolívar³. Claro está que habiendo sido Vallenilla también un notorio apologista de la cruenta dictadura de Juan Vicente Gómez, lo más probable es que Liévano Aguirre habría rechazado airadamente la noción de paren- tesco entre los enfoques de uno y otro escritor; no hay por lo demás evidencia ninguna de una influencia directa. Con mayor razón Liévano habría negado cualquier relación ideo- lógica con la escuela católica tradicionalista y de godos furibundos que hasta mediados del siglo pasado, más o menos, detentaban casi un monopolio de la detracción antisantanderista en Colombia. La es- cuela referida tuvo su portavoz más eminente en el Laureano Gómez de antes del Frente Nacional, autor de la colección de diatribas titu- lada El mito de Santander. Laureano Gómez sacó nuevamente a flote todas las críticas hechas en vida a Santander, desde el supuesto enri- quecimiento ilícito hasta el sectarismo partidista, pero fue su apoyo a una corriente -más bien moderada en realidad– de anticlericalismo liberal lo que en especial provocó la ira del jefe conservador. Seme- jante antisantanderismo de derecha católica ha sufrido un obvio re- troceso aun cuando no ha desaparecido necesariamente por comple- to: incluso en pleno siglo veintiuno leemos que un magistrado bajó el retrato del Hombre de las Leyes de la pared del Consejo de Estado para remplazarlo con un crucifijo, en medio de una "ceremonia pia- dosa"10. Así y todo, mientras que los católicos a ultranza y conservado- res en su conjunto han ido templando sus visiones negativas de San- tander en una especie de Frente Nacional historiográfico, éste ha perdido más y más la imagen favorable de que había gozado entre liberales y gente de izquierda. 8. Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático: estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, 4ª ed. (Caracas: Tip. Garrido, 1961), en especial el capítulo 4, "Los principios constitucionales del Libertador: la ley boliviana." 9. Loureano Gómez. El mito de Santander, 2ª ed., 2 vols. (Bogotá, 1966), ENSAYOS DE HISTORIA POLÍTICA DE COLOMBIA. SIGLOS XIX Y XX Unos pocos años después de la primera edición del Bolívar de Liévano Aguirre apareció otro libro de autor liberal que presagiaba la misma inversión de las interpretaciones tradicionales de los dos prohombres. Se trata de Bolívar, padre de las izquierdas liberales¹¹, obra de Milton Puentes, un liberal de los que luego se volvieron anapistas. Y en el decenio de 1970 a más tardar todo esto recibió un despliegue en forma de tiras cómicas o historieta, específicamente el panfleto La historia de los partidos políticos, publicación anónima que introduce a Santander como jefe de una "pandilla de 'próceres,' 'héroes naciona- les' y demás ladrones", quien se ganó el título de Hombre de las Leyes "porque cuando iba a hacer algún negocio sucio, se inventaba una ley para justificarlo 12. Los cargos concretos que se le hacen en esta "histo- ria" tienen que ver generalmente con algún acto de opresión de los pobres por parte de los ricos, destacándose Bolívar por supuesto como defensor de aquéllos. La desilusión para con Santander se difundió más lentamente y no ha barrido nunca entre el gremio de historiadores profesionales, los cuales todavía no eran numerosos en la Colombia de los años 60 y 70 del siglo pasado. No era uno de ellos por supuesto Liévano Aguirre, cuya investigación resultaba seria pero inverificable, por la ausencia de un aparato "científico" de notas. En los últimos años, sin embargo, ha sido posible detectar un acercamiento algo similar al tema por par- te de algunos investigadores universitarios, siendo un caso notable el de Hermes Tovar Pinzón, historiador doctorado en Oxford y por largo tiempo catedrático de la Universidad Nacional. Aunque la mayoría de los trabajos de Tovar han tenido que ver con la historia colonial o con historia más reciente, en algunos artículos y ensayos él ha tocado aspectos de la Independencia y la Gran Colombia y no ha vacilado en contrastar "la política intrigante e inmoral" de Santander con las ba- ses verdaderamente "populares" la dictadura final del Libertador¹³. Otro ejemplo de la misma tendencia la constituyen los escritos del profesor Gustavo Vargas Martínez, colombiano radicado en México, 11. Bogotá: Tipografía Hispana, 1961 (?). 12. Editorial Machete, Bogotá, 1972 (?). No hay fecha de publicación, pero el prefacio de los autores "anónimos" lleva fecha de abril 1972. 13. "Problemas de la transición del Estado colonial al Estado nacional (1810- 1850)", en J. P. Deler y Y. Saint-Geours, comps., Estados y naciones en los Andes, 2 DAVID BUSHNELL en especial su Bolívar y el poder: orígenes de la Revolución en las Repúbli- cas entecas de América¹4. ENSAYOS DE HISTORIA POLÍTICA DE COLOMBIA. SIGLOS XIX Y XX El antisantanderismo de una mayoría de la izquierda contemporá- nea en Colombia resulta en especial curioso si se tiene en cuenta que Santander en su conflicto final con Bolívar gozaba del apoyo de quie- nes podríamos llamar (quizás un poco anacrónicamente) los "izquier- La inversión de interpretaciones que marcó la obra de Liévano Aguirre se deja ver muy claramente además en El general en su laberin- to, la novela histórica (o historia novelada) de Gabriel García Már-distas" de su propia época. Un caso de los más obvios es el del almi- quez, aun cuando el Nobel no lo menciona en las "Gratitudes" al finalrante José Padilla y sus seguidores entre los pardos de la población del libro, donde sí menciona a Vargas Martínez¹5. Pero efectivamente ha reconocido su deuda con Liévano, por ejemplo en la extensa en- trevista aparecida en Semana con ocasión de la publicación de la no- vela. En ella describe a Santander como "un hombre admirable" que [...] representaba exactamente el pensamiento conservador de España. Fue el creador de unas instituciones perfectas en el papel, pero con una visión muy limitada. Bolívar, en cambio, era un liberal desatado [...]16. Al rechazar de manera tan tajante la antigua asociación histo- riográfica de Santander con el liberalismo y Bolívar con el conser- vatismo, García Márquez parecía fundamentarse en la convicción de que las instituciones que Santander tan esmeradamente construía no servían sino para encerrar al pueblo colombiano en una camisa de fuerza poco adecuada para la época y el lugar, mientras que la mente de Bolívar estaba abierta a emprender cualquier cosa sin excepción que necesitaba hacerse en favor del pueblo. No todos los detractores contemporáneos de Santander expresa- rían su opinión en los mismos términos exactamente que García Már- quez, pero hasta dónde se ha deteriorado su imagen lo sugiere otra entrevista, aparecida en la misma revista con el presidente de la Aca- demia Colombiana de Historia, Santiago Díaz Piedrahíta. Una de las preguntas que se le hicieron fue: "A propósito de historia, ¿Bolívar sí era el bueno y Santander el malo?". El entrevistador en este caso adop- taba un estilo deliberadamente provocador, pero aparentaba presumir que una mayoría de las personas hoy día aceptarían como una verdad evidente el aserto contenido implícitamente en la pregunta. Afortu- nadamente el académico pudo ponerse a salvo con una respuesta bien equilibrada¹". 14. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1991. 15. 1ª ed., (Bogotá: Oveja Negra, 1989), pp. 269-272. costeña. De igual o mayor importancia es el de José María Obando, quien alistó a mucha parte de las masas populares del suroeste en su propia querella con la aristocracia de Popayán (con la cual él mismo estaba emparentado por extramatrimonial) y se puso firme- mente del lado de Santander. Hasta qué punto estas figuras promo- vían una verdadera agenda radical no es nada claro, pero ellos cons- tituían en sí mismos una agenda social en cuanto desafiaban el dominio tradicional de las elites regionales. En un pasado más reciente, iz- quierdistas en todo sentido Torres Giraldo se alinearon con Santander en su conflicto con Bolívar, exactamente como Padilla, Obando y sus respectivas clientelas 18. También lo hizo el radical colombiano por excelencia José María Vargas Vila¹9. Entonces, ¿cómo explicar un giro tan brusco? Una ventaja de Bolívar frente a Santander fue y sigue siendo na- sobrino Bonaparte que Napoleón quiso implantar sobre el trono turalmente su carisma personal. El visitante europeo Bonaparte, español, dio testimonio del gran "don de mando" de Santander 20; pero se dice que el mismo Santander en la Convención de Ocaña les rogó a los demás diputados que no invitaran a Bolívar a venir a dirigirse en persona a la reunión porque el Libertador era tan persuasivo en los encuentros cara a cara que podría inducirle a casi cualquiera a abandonar sus más fuertes convicciones 21. El mismo carisma bolivaria- no resuena todavía en la memoria histórica, escrita y oral, de las na- ciones que él libertó, gracias no sólo a los relatos perdurables de sus 18. Ignacio Torres Giraldo, Los inconformes, II, 8-21. 19. La opinión de Vargas Vila se encuentra en la compilación Escritos sobre Santander, 2 vols. (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988), 1, 165-168. 20. Una frase citada, entre otros lugares, en Moreno de Ángel, Santander, 569. 21. José Joaquín Guerra, La Convención de Ocaña, 2ª ed., 2 vols. (Bogotá: 16. Semana, 14 de marzo de 1989, p. 33. Su homenaje a Liévano Aguirre Biblioteca Banco Popular, 1978), II, 313. La fuente para este detalle es una carta del diputado bolivariano Joaquín José Gori, que no puede considerarse una prueba aparece en la p. 28 de la misma entrevista. DAVID BUSHNELL logros políticos y militares y gestos personales sino a la gracia y el ingenio tan evidentes sus escritos. Semejantes calidades brillan tristemente por su ausencia la producción literaria algo aburrida de Santander -cartas, diario y mensajes oficiales- en que intentos ocasionales simplemente no convencen. La inferioridad Santander es, causa principal imagen deteriorada entre que aplaudían. A sumo, si hubiera poseído estilo literario, que mucho escribió defensa propia, tono monótonamente auto justificatorio le hace que Pero problema es que todo más que en vida propia cual recibía re en de todo ahora Ya familiar la Santander, en monumentos manuales diferentes) independen- las leyes trata Santander invocando la ley. por bien de básica Santander, Deas no pudo evitar un respecto Hace al hombre de Las lamente lectores fama Una Horacio Gómez su dos sobre Santander serie Pensamient Latinoamericano Santander de re mientras demasiados colombianos en la noción viven Estado. Otra de La 20 3. Bogotá: de 4. Bogotá: ENSAYOS DE HISTORIA POLÍTICA DE COLOMBIA. 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