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This document is a section of a letter written by the character Dejanira to the character Heracles. The letter contains a narrative-style descriptions of past events.

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IX DEYANIRA A HÉRCULES [Carta confidente de un corazón, soy enviada por la esposa al Alcida, sí es que Deyanira es tu esposa.] Me alegro de que Ecalia! se añada a nuestros títulos; de que el vencedor haya sucumbido a la vencida? me quejo. Ha...

IX DEYANIRA A HÉRCULES [Carta confidente de un corazón, soy enviada por la esposa al Alcida, sí es que Deyanira es tu esposa.] Me alegro de que Ecalia! se añada a nuestros títulos; de que el vencedor haya sucumbido a la vencida? me quejo. Ha llegado de pronto a las ciudades pelasgas3 una noticia des- 5 honrosa y que deben desmentir tus hechos: que / a quien jamás Juno ni la serie inmensa de trabajos habían doblegado, a éste Yole ha impuesto el yugo. Quiera esto Euristeo, quiera esto la hermana del Tonante* y esté contenta la madrastra por esta mancha de tu vida, pero mo lo quiera aquel para quien una sola noche? (si esto 10 se cree) / no fue suficiente para que tú, tan grande, fueses conce- bido. Más daño que Juno te ha hecho Venus. Aquélla humillán- dote te ensalzó, ésta bajo su humilde pie tiene tu cuello. Contempla el orbe pacificado por tu fuerza protectora, por doquiera el cerúleo Nereoó abraza la dilatada tierra. / ! Ciudad de la isla de Eubea (Calcis, y según otros Eretria). Hay variantes que la sitúan en Tesalia o Mesenia. 2 Yole, hija de Éurito, rey de Ecalia. Hércules llevó la guerra contra Ecalia por- que, pretendiendo antes la mano de Yole y habiendo superado la prueba impuesta por Éurito, éste se negó a entregársela. 3 Aunque por extensión podría significar «griegas», aquí es «tesalias». 4 Juno. 2 Mientras Júpiter estuvo con Alcmena, el tiempo se detuvo, durando aquella noche como dos o tres. 6 El mar. DEYANIRA A HÉRCULES 15 A tí se debe la paz del mundo, a ti te están obligados los ma- res todos!; colmaste de tus merecimientos una y otra morada del Sol?; el cielo que te ha de sostener? lo sostuviste tú antes; Atlas apuntaló los astros, colocado debajo Hércules. ¿Qué has conseguido sino que tu fama sea cuestionada por 20 esta lamentable vergúenza, /f/ si coronas tus hazañas primeras con la ignominia* de un estupro? ¿No dicen que tú ahogaste dos serpientes apretándolas con fuerza cuando, niño de cuna, eras ya digno de Júpiter? Empezaste mejor que acabas; lo últi- mo difiere de lo primero. Son distintos este hombre y aquel ni- 25 ño. / A quien ni mil fieras, ni el hijo de Esténelo*, tu enemi- go, ni Juno pudieron vencer, vence Amor, Sin embargo, se me considera muy bien casada porque soy llamada esposa de Hércules y porque sea mi suegro el que true- na en lo alto sobre sus veloces caballos*. “Tan mal se adap- 30 tan al arado dos novillos desiguales / cuanto es oprimida una esposa humilde por un ilustre esposo. No es un honor, sino una vana apariencia que ha de herir a quien soporta la carga; si quieres casarte bien, cásate con tu 1gual. Mi marido está siempre lejos de mí, más conocido como hués- ped que como esposo, y persigue monstruos y terribles fieras”; / 35 yo, en mi casa vacía, ocupada en piadosos votos, me atormento temiendo que mi cónyuge pueda morir a manos de un odioso 1 Se sobreentiende la seguridad de los mares, pero no es imprescindible la conje- tura futa, Los hemisferios occidental y oriental. Alusión a la divinización, nota (v. 20) es sinónimo de ¿grominia, dedecus. Euristeo. CMA Júpiter Tonante. EA 7 Manipulación de la leyenda. La ausencia de Hércules está en SÓFOCLES, Tran- quintas 27-42, pero los trabajos aquí aludidos en «jabalíes, leones», etc., ya los había concluido antes de casarse con Deyanira. DEYANIRA A HÉRCULES enemigo. Entre serpientes, jabalíes y ávidos leones me agito y entre perros dispuestos a morder con sus tres bocas. Las entra- 40 ñas de las víctimas, los vanos fantasmas del sueño / y los presa- gios solicitados de la misteriosa noche me turban. Espío, infe- liz, los murmullos de la incierta fama y mi temor desemboca en una insegura esperanza, y la esperanza en temor. Tu madre! está ausente y se queja de haber agradado al po- deroso dios. Y mo está aquí tu padre Anfitrión, ni el niño 45 Hilo?. / Reconozco a Euristeo, árbitro de la ira de la inicua Ju- no, y la ira perenne de la diosa; soportar esto sería para mí po- co. Tú le añades amores con extranjeras y por ti cualquiera puede ser madre. No voy a hablar de Auge, a la que violaste en los valles Par- 50 tenios, / ni de tu parto, ninfa de Órmeno3; no serán para ti un oprobio las hermanas, turba Teutrancia%, ninguna de cuya multitud desdeñaste. Una sola adúltera, oprobio reciente, voy a nombrar; por ella yo me he convertido en madrastra de Lamo el lidio?, El Meandro6, que vaga tantas veces en las mismas tierras, / 3) que a menudo repliega sobre sí sus aguas fatigadas, ha visto en el cuello de Hércules collares colgados, en el cuello para el que Alcmena estaría en Tirinto. Hijo de Hércules y Deyanira, al que ésta había enviado en busca de su padre. A Astidamía. Teutrante, rey de Teutrania, fue el padre de Tespio, que tuvo cincuenta hijas. Durante el tiempo que duró la cacería del león de Citerón, Hércules se unió cada noche con una de las Tespíades.. 2 Lamo nació de los amores de Hércules y Ónfale, reina de Lidia. 6 Este Meandro es con toda seguridad el Caístro o Pequeño Menderes. DEYANIRA A HÉRCULES el cielo fue una carga liviana. ¿No te avergonzaste de cubrir de 60 oro tus valientes brazos / mi de poner piedras preciosas sobre tus fuertes músculos? 1. ¡Bajo estos brazos ciertamente murió el monstruo de Nemea, cuya piel viste tu hombro izquierdo! Tuviste la osadía de coronar tus hirsutos cabellos con la mitra?. Más apropiado a la cabellera de Hércules es el álamo blanco3. ¿No te avergiienza el que te haya deshonrado introdu- 65 cirte en un ceñidor meonio%, / a la manera de una lasciva mu- chacha?5. ¿No acudió a tu mente la imagen del feroz Diome- des, que alimentó salvaje a las yeguas con carne humana? 70 Si te hubiera visto Busiris en ese atavío, / sin duda el ven- cido se habría avergonzado de su vencedor. Arranque Ánteo de tu rudo cuello esos adornos, para no sentir pesar de haber su- cumbido a un hombre afeminado. Se dice que has tenido el canastilloó en medio de las muchachas jonias y que has temido las amenazas de tu dueña. / 75 ¿No rehúsas, Alcida, poner tu mano, vencedora en mil trabajos, en los pulidos canastillos, y estiras con robusto pulgar los gruesos hilos, y devuelves a tu hermosa señora los ovillos justos?7. ¡Ah! ¡Cuántas veces, mientras retuerces las hebras con dedos rudos, / 80 tus manos demasiado fuertes han roto los husos! l Por haber dado muerte a Ífito, hijo de Éurito, Hércules pasó a ser esclavo de este rey, que lo vendió a Onfale, reina de Lidia. Durante tres años la sirvió vestido y adornado como una mujer. 2 Adorno propio de las mujeres asiáticas. 3 Volvió así coronado de los Infiernos (cf. SERVIO ad! Ecl. VII 61 y ad Aen. V 135). 4 Lidio. 2 Anacronismo. En tiempos de Ovidio las meretrices se destacaban por su arreglo y vestido asiáticos. 6 En canastillos de mimbre llevaban las esclavas la lana que debían trabajar. 7 pensa (vw. 78) es el peso de lana que recibía la esclava para hilar; una vez hilada la lana, el peso de los hilos es igual a ella. DEYANIRA A HÉRCULES Se cree que tú, desgraciado, temblando ante el azote de tu amante, has temido, a los pies de tu dueña, sus amenazas. Narrabas hechos prodigiosos de singular magnificencia, cau- 85 sa de tu gloria, y hazañas que debías ocultar, f/f como que aquellas descomunales serpientes, al ser estranguladas sus gar- gantas, enlazaron con su cola tu mano de niño; de qué modo el jabalí de Tegea en el Erimanto, abundante en cipreses, cae y 90 lastima la tierra con su desmesurado peso. / No son silenciadas por ti las cabezas colgadas junto a los Penates! tracios, ni las yeguas engordadas con carne humana, ni el triple prodigio dueño del rebaño de Iberia, los Geriones, aunque en los tres había uno solo, ni Cérbero, que se divide en el mismo número de perros desde un tronco único, enredada su cabellera de ser- 95 pientes amenazadoras, / ni la fértil hidra que renacía de cada fecundo golpe, enriquecida ella misma de sus pérdidas. Ni l Aquí Penates equivale a puertas. Diomedes colgaba en su puerta la cabeza de los huéspedes a los que había dado muerte. DEYANIRA A HÉRCULES aquel que, apretada su garganta entre tu costado izquierdo y tu 100 brazo izquierdo, quedó colgado cual pesado fardo!, f/ ni la turba ecuestre?, expulsada de las cimas de Tesalia, mal confia- da a sus pies y a su forma bimembre. ¿Puedes tú relatar esto engalanado con un manto sidonio? ¿No calla tu lengua trabada por tal atavío? También la ninfa Dardánide? se adornó con tus armas y 105 quitó a su cautivo esposo los nobles trofeost. / Ve ahora, exal- ta tu valor y da cuenta de tus valientes hazañas. Al no serlo tú, ella fue, con todo derecho, el hombre. Eres inferior a ella en tanto en cuanto era proeza mayor vencerte a t1, lo más grande del mundo, que vencer a los que tú venciste. A ella beneficia 110 la medida de tus acciones. // Renuncia a las alabanzas; tu ami- ga es la heredera de tu gloria. ¡Oh pudor! La ruda piel arranca- da de las costillas del hirsuto león ha cubierto su delicado costa- do. Estás engañado, no sabes nada; no son ésos los despojos del león, sino los tuyos; tú eres el vencedor de la fiera, pero ella? 115 lo es de ti. / Una mujer, apenas capaz de sostener el huso re- pleto de lana, sostuvo las flechas ennegrecidasó por los venenos lerneos y equipó su mano con la clava vencedora de monstruos, y contempló, al mirarse en el espejo, las armas de su esposo. 1 Anteo. 2 Los Centauros. 3 Se refiere a Onfale. La conjetura lardans se explica porque «hija de Yárdano» la llama APOLODORO. II 6, 3. Pero bien es cierto que solamente Apolodoro nos trans- mite su nombre y no es inverosímil que pudiera llamarse Dárdano en vez de Yárdano, o que se le diesen ambos nombres, por lo que prefiero Dardanis, Sin embargo, la ex- plicación puede ser otra: Dardánide (troyana) es Onfale, la lidia, en sentido lato. 4 La clava y el arco, y la piel del león de Nemea con la que Hércules siempre iba cubierto. > Onfale. % ater (y. 115) es frecuentemente sinónimo de roxtes. DEYANIRA A HÉRCULES Había oído todo eso. Pude no dar crédito a esos rumores. / 120 Además, el dolor llega débilmente de los oídos al ánimo. Pero ante mi vista! se presenta esta concubina extranjera? y no me es posible disimular lo que sufro. No permites que se la rechace. La cautiva a la que no quieren contemplar mis ojos, que la detes- 125 tan, pasea por medio de la ciudad. / Y no camina a la manera de las cautivas con sus cabellos descuidados, confesando su suerte cubriendo el rostro. Avanza majestuosamente, magnífica con sus ricos adornos de oro, engalanada de la misma manera que tú lo estabas en Frigia?. Mira al pueblo orgullosa, como si Hércules 130 hubiera sido vencido; // pensarías que, vivo aún su padre, Ecalia permanece en ple. Quizá, repudiada la etólide Deyanira, depuesto el nombre de concubina, ella será tu esposa y un infamante himeneo unirá los cuerpos impúdicos de Yole, la de Eurito, y del demente Alcida1. / 135 Con esta admonición mi espíritu se desvanece y un escalofrío reco- rre todos mis miembros y mi mano sin fuerzas yace en mi regazo. A mí también igual que a otras muchas amaste, pero a mí sin oprobio; no te avergúences, dos veces fui para ti motivo de lucha. El Aqueloo, llorando, recogió su cuerno? en la húmeda 1 Lo que se oye (amores Hércules-Ónfale) daña menos al alma que lo que se ve; ahora ha visto con sus propios ojos a otra amante de su marido y su dolor es mucho más profundo, 2 Yole; Hércules, igual que en las Traquirias de Sófocles, la había enviado a Tra- quis delante de él. 3 Cuando estaba con Onfale, concretamente en Lidia. Obsérvese la equivalencia frigio-lidio. 4 Quizá piense Deyanira, para justificar a Hércules, que de nuevo está loco si es capaz de obrar así, o aluda a los estados de locura que el héroe sufrió en dos ocasiones anteriores. 2 El río Aqueloo, el más caudaloso de Grecia, estaba enamorado de Deyanira y con él tuvo que luchar Hércules, venciéndole al fin a pesar de que el río tomó toda cla- se de formas. Cuando adoptó la apariencia de toro, le rompió uno de sus cuernos. DEYANIRA A HÉRCULES 140 ribera / y sumergió sus sienes mutiladas en el agua pantanosa. Neso, mitad hombre, sucumbió en el letífero Eveno! y la sangre equina infectó sus aguas. Pero, ¿por qué cuento yo esto? Mientras escribo me ha lle- gado un rumor que anuncia que mi esposo muere por el vene- 145 no de mi túnica. / ¡Ay de mí! ¿Qué he hecho? ¿Adónde me ha conducido, al amar, la locura? Impía Deyanira, ¿por qué dudas en morir? ¿Es que va a perecer hecho pedazos tu esposo en la cumbre del Eta? y vas a seguir viva tú, causa de tan monstruoso crimen? ¿Por ventura he hecho yo hasta ahora algo para que se me crea 150 esposa de Hércules? / ¡Mi muerte será la prenda de mi matri- monio! Tú también, Meleagro?, reconocerás en mí a la herma- na. Impía Deyanira, ¿por qué dudas en morir? ¡Ay casa maldita! Agrio% se sienta en encumbrado solito. 155 Oprime al abandonado Eneo una desvalida vejez. / Mi herma- no Tideo* está exiliado en desconocidos parajes. El otro se man- tuvo vivo en el tizón fatal. Mi madre” se clavó un puñal en sus entrañas. Impía Deyanira, ¿por qué dudas en morir? Una sola cosa pido por las leyes sacrosantas del matrimonio, 160 / que no parezca que yo he tendido una trampa a tu vida. Río caudaloso de Etolia que desemboca en el golfo de Corinto. A Entre Tesalia y la Fócide. E Hermano de Deyanira. Agrio, hermano de Eneo, padre de Deyanira, el cual, expulsado de Etolia Eneo, ocupó el reino, según la versión que aquí ofrece Ovidio. 2 Tideo, acusado de haber matado a un tío suyo, a sus primos o a su hermano Olenias, sale desterrado de Calidón. ó Nueva alusión a Meleagro. 7 Altea. DEYANIRA A HÉRCULES Neso, cuando fue traspasado en su ardiente! corazón por la flecha, dijo: «Esta sangre contiene la fuerza del amor». Y yo te he enviado la túnica impregnada con el veneno de Neso. Impía Deyanira, ¿por qué dudas en morir? 165 / Y ya adiós, anciano padre, y Gorge, hermana mía, y tú, patria, y hermano privado de tu patria, y tú, luz hodierna, la última para mis ojos, y esposo (¡oh, quisiera que tú pudie- ses...!), y tú, pequeño Hilo, adiós. l Porque ardía en deseos de Deyanira.

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