SOCIALISMO UTOPICO: SAINT-SIMON, FOURIER Y OWEN PDF
Document Details
Uploaded by Josselyn
Fundación Academia Diplomática del Perú
Tags
Summary
This presentation details the socialistic theories of Saint-Simon, Fourier, and Owen, and their critiques of early 19th-century capitalism. It also discusses their proposed utopian societies and the context of their work.
Full Transcript
F U N D A C I O N A D P. E D U. P E SOCIALISMO UTOPICO: SAINT-SIMON, FOURIER Y OWEN Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magda...
F U N D A C I O N A D P. E D U. P E SOCIALISMO UTOPICO: SAINT-SIMON, FOURIER Y OWEN Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar EL SOCIALISMO UTÓPICO El desarrollo del capitalismo a principios del siglo XIX provocó la agudización de todas las contradicciones sociales y el aumento de la miseria de los obreros y de los pequeños productores, quienes, cada vez en mayor medida, sufrían las consecuencias de la anarquía de la producción, de las crisis, de la desocupación en masa y otros flagelos del régimen capitalista. La libertad, la igualdad y la fraternidad que la burguesía había prometido al pueblo durante el período de lucha por la destrucción del régimen feudal, resultó, en la realidad, la libertad de la explotación capitalista. En la nueva sociedad capitalista “racional” y “justa”, los obreros asalariados, libres de la dependencia personal, pero privados de los medios de producción, obtuvieron la “libertad” de vender su fuerza de trabajo al capitalista y de soportar el yugo de la explotación. Al amparo de la ley burguesa, “igual para todos”, se desarrollaba la más implacable e ilimitada explotación de los obreros por los capitalistas. Entre los obreros y los semiproletarios se acrecentaba cada vez más poderosamente la protesta espontánea contra la nueva esclavitud asalariada, capitalista. Las teorías políticas de los grandes socialistas utópicos, Saint-Simon, Fourier y Owen, fueron precisamente la expresión de la indignación espontánea de las masas obreras y semiproletarias contra el nuevo régimen capitalista, contra la opresión y la miseria. Lenin decía que “el socialismo primitivo fue un socialismo utópico. Criticaba la sociedad capitalista, la condenaba y la maldecía y soñaba con su destrucción, fantaseaba un régimen mejor y convencía a los ricos de la inmoralidad de la explotación. Pero el socialismo utópico no pudo señalar una salida efectiva. No supo dilucidar la esencia de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni hallar la fuerza social capaz de convertirse en la creadora de la nueva sociedad.” Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Los utopistas consideraban que el capitalismo y las contradicciones y defectos que le son propios, no son sino consecuencia de la falta de perfeccionamiento de la razón humana, resultado del extravío de los hombres. En consonancia con ello veían su tarea principal en la explicación a los representantes de todas las clases de la sociedad de la falta de racionalidad y de justicia del capitalismo, y en la elaboración de proyectos ideales y planes armónicos y universales de un nuevo régimen social verdaderamente justo y perfecto. El fracaso de los utopistas se explica, según los marxistas, entre otras razones, porque no reconocían la primordial importancia de las condiciones materiales de la vida de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta, sino que, cayendo en el idealismo, erigían toda la actuación práctica, no sobre las exigencias del desarrollo de las condiciones materiales de la vida de la sociedad sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre “planes ideales” y “proyectos universales”, desligados de la vida real de la sociedad. Saint-Simon Claudio Enrique Saint-Simon (1760-1825) es un destacado representante del socialismo utópico francés de principios del siglo XIX. Sus padres pertenecían a una de las más antiguas familias aristocráticas de Francia. Fue educado y formado por destacados profesores, contándose entre estos últimos el conocido enciclopedista francés D'Alambert. Durante los primeros años de la Revolución Francesa, Saint-Simon hace propaganda en favor de la libertad y de la igualdad de derechos políticos de los ciudadanos, exhorta a la Asamblea Nacional a abolir los privilegios fundamentales de la nobleza y el clero; abandona él mismo su condición de noble y renuncia al título de conde. Sin embargo, más adelante sufre una amarga decepción por los resultados de la Revolución Francesa, que no ha resuelto las contradicciones fundamentales del régimen social de Francia, ni ha aliviado la situación de los trabajadores. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar A través de todas sus obras cruza la idea de la solución justa del destino “de la clase más numerosa y más indigente”. En sus razonamientos respecto del carácter y causas de desarrollo de la sociedad humana, sigue, en lo fundamental, las concepciones idealistas de los materialistas franceses del siglo XVIII. Igual que en éstos, también es característica en él la idea de que el progreso de los conceptos filosóficos, de la razón, de la ilustración, de la ciencia y de la moral es el factor decisivo que determina la evolución de la sociedad humana así como las transformaciones en el régimen económico y político de la misma. Al analizar la historia de la evolución de la humanidad desde los tiempos antiguos, Saint-Simon afirma que cada gran cambio en la vida económica y política de la sociedad no fue sino consecuencia de igual cambio en las concepciones filosóficas de la sociedad. A diferencia de Rousseau, quien estimaba el régimen del comunismo primitivo el ideal de un régimen social justo, Saint-Simon afirma que “La Edad de Oro que la ciega tradición ha dado hasta ahora como una cosa del pasado, está todavía por delante de nosotros.” Trata de explicar los más importantes sucesos ocurridos en la historia política de Francia, desde el comienzo del siglo XV hasta la Revolución Francesa de fines del XVIII, por el proceso del desplazamiento de la propiedad de las manos de los terratenientes nobles a las de los nuevos grupos sociales: la burguesía urbana y los terratenientes campesinos. Señala que precisamente el desplazamiento de la propiedad, consecuencia de un lento pero ineludible proceso de evolución económica, trajo también consigo el cambio en el desarrollo político. En su obra Acerca del sistema industrial, en relación con este problema, destaca que el desplazamiento de la propiedad de manos de los feudales a las de los nuevos grupos sociales, paralelamente a los éxitos de la ciencia y el progreso general de la civilización, fueron la causa fundamental que dio vida a la mencionada Revolución Francesa. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar En una obra anterior, Concepto sobre la propiedad y la legislación, Saint-Simon emite ya el profundo pensamiento acerca de que “la institución de la propiedad es lo esencial; es ella precisamente la que sirve de fundamento para el edificio social”, y que “la ley que había restaurado el poder y la forma de gobierno, no tiene tanta importancia, ni tanta influencia sobre el bienestar de las naciones, como la que había establecido la propiedad y que regla el usufructo de ésta”. En esta misma obra, al ofrecer el primer esbozo de su proyecto de un futuro régimen social justo, este utopista subraya que “el problema más importante, sujeto a ser resuelto, es el que se refiere a cómo ha de organizarse la propiedad para la mayor felicidad de toda la sociedad, en el aspecto de la libertad y en el de la riqueza.” En su primer trabajo “Carta de un habitante ginebrino dirigida a los coetáneos”, Saint-Simon emite la profunda idea sobre el hecho de que la Revolución Francesa había sido engendrada por la aguda lucha de clases, no solamente entre los feudales y la burguesía, sino también entre los pudientes y los indigentes. Considera el dominio de los jacobinos como imperio de las masas indigentes. En Cartas ginebrinas, Saint-Simon señala la división de la sociedad, a su juicio, en tres clases: 1) la de los científicos, artistas y todas las personas de ideas liberales; 2) la de los propietarios (exceptuando de ésta a las personas que formen parte de la anterior); 3) la tercera clase (los indigentes). En esta clase, “unida por las ideas de igualdad, está el resto de la humanidad.” En sus trabajos posteriores, Saint-Simon sostiene la división de la sociedad en clases en forma un tanto distinta, subrayando que lo fundamental en esta división es la delimitación en dos clases: 1) la de los parásitos, y 2) la de los “industriales”. La primera, según él, la forman los nobles y los militares, los rentistas, los funcionarios públicos y los “legistas” (los juristas al servicio de la clase parasitaria). Frente a esta minoría parasitaria se halla la clase de los “industriales”, que constituye la inmensa mayoría de la nación, las 24/25 partes de su número general. Saint-Simon incorpora, en la única —según él— clase de los “industriales”, no solamente a los trabajadores, los proletarios y los trabajadores intelectuales, sino también a los fabricantes, negociantes y banqueros. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar En sus obras Saint-Simon somete incesantemente a crítica la injusticia del régimen existente, bajo el cual la mayoría trabajadora de la sociedad se encuentra sometida a la minoría parasitaria. Califica con ira este régimen como inmoral e injusto. Pero, a la par, se manifiesta contrario a que los propios trabajadores y masas desposeídas tomen directamente en sus manos la iniciativa de la reconstrucción de la sociedad sobre una base justa y nueva. Supone que la experiencia de la revolución ha puesto de relieve la incapacidad de las incultas masas desposeídas para dirigir la sociedad. De ahí que depositara sus esperanzas —para la realización acertada de las necesarias transformaciones sociales— solamente en la parte más activa y más ilustrada, a su juicio, de la clase de los “industriales”; esto es, la representada por los fabricantes, comerciantes y banqueros. Suponía que en interés de las masas indigentes —merecedoras de mejor suerte pero incapaces de resolver en forma independiente su propio destino—, la dirección de la sociedad debe pasar, por vía pacífica, de las manos de las castas “ociosas” a las de los “industriales” cultos. Según él, pues, son precisamente los fabricantes, negociantes y banqueros, los auténticos representantes de la clase “industrial”, que “habían de transformarse en una especie de funcionarios públicos, hombres de confianza de toda la sociedad, pero siempre conservarían frente a los obreros una posición autoritaria y económicamente privilegiada”. Decisiva importancia atribuía a la actividad de los banqueros, considerando que estos últimos están llamados, con ayuda del crédito, a regular toda la producción social. Saint-Simon demuestra que la tarea fundamental radica en pasar de la sociedad del régimen feudal —que tiende a establecer entre los hombres la mayor desigualdad posible al dividirlos en dos clases, gobernantes y gobernados— a un régimen industrial, basado en el principio de la igualdad completa, que impugne todos los derechos basados en cualesquiera privilegios. La transición de uno a otro régimen involucra, la supresión de la contradicción fundamental existente en el estado político de la sociedad francesa, y que consiste en que “una nación, en el fondo industrial, tiene un gobierno feudal por su esencia. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Esta transición requiere la organización de un nuevo poder espiritual y secular. El espiritual debe pasar de manos del clero a las de los científicos, que representan las fuerzas intelectuales de la sociedad; el secular, de las manos de la nobleza a las de los “industriales”, representantes éstos de las fuerzas materiales de la sociedad. Estimaba que la instauración del dominio político más completo y universal de la clase de los “industriales” constituye la condición decisiva para el triunfo definitivo del nuevo sistema “industrial” sobre el viejo, feudal. Creía que el establecimiento del imperio político de los “industriales” conduciría a la abolición definitiva de la división fundamental de la sociedad en gobernantes y gobernados; que el poder político, que hasta entonces era un poder sobre los hombres, se convertiría en una autoridad que ejerce funciones netamente administrativas, o sea, la disposición y la dirección de la producción con el fin de satisfacer todas las necesidades sociales. En el problema referente al destino y el papel del poder político dentro de la nueva sociedad, Saint-Simon afirmó que “la transformación del gobierno político sobre los hombres en una gestión administrativa sobre las cosas y en el mando directivo sobre las procesos de la producción”. Respondiendo a la pregunta de cuáles son las vías y los medios por los que debe llevarse a cabo el paso del viejo régimen feudal al nuevo régimen “industrial”, Saint-Simon rechaza resueltamente en todas sus obras, las vías de la violencia revolucionaria y de la lucha de clases. Entendía que el medio principal para transformar la sociedad radicaba en la prédica de una nueva moral, de un “nuevo cristianismo”, enderezados a emancipar a los trabajadores de la explotación y a elevar su bienestar material y cultural. A su juicio, esta prédica tenía que ser dirigida ante todo a la parte más culta de la sociedad, esto es, a las clases pudientes, ya que la “clase desposeída”, inculta y atrasada en el aspecto intelectual, es incapaz de lograr su liberación. En relación con este problema promueve la tesis de que “no son los más interesados en el nuevo régimen, los que con mayor ardor trabajan por su instauración”. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar El carácter utópico del plan de transformaciones sociales propuesto por Saint- Simon se manifiesta con especial claridad en el hecho de considerar que el poder del monarca constituye un instrumento político fundamental para la realización de estas transformaciones. Aspira a “incitar a los reyes a valerse de la autoridad que el pueblo les ha concedido para llevar a la práctica los cambios políticos que se han hecho necesarios”. Considera el poder real como una institución que está por encima de las clases, que tiene “un carácter universal que lo distingue”, y cuya existencia “no está vinculada con ningún sistema político en general”. De aquí saca la conclusión de que esta institución “abordará de igual manera todos los sistemas de organización social, cuya instauración puede requerir el progreso de la civilización”. Por eso precisamente el poder real, a su juicio, puede y debe, en íntimo lazo con los “industriales”, colocarse al frente del movimiento en favor de la formación de un nuevo y más justo sistema político social. En sus proyectos de organización política del futuro régimen “industrial”, Saint-Simon parte íntegramente del principio de la conservación del poder real hereditario como institución que dará cima a la nueva organización de la sociedad, cuya fuerza dirigente será la unión de los “industriales” y los científicos. En sus proyectos siguen existiendo el Consejo de Ministros y el sistema parlamentario bicameral. Pero entre la autoridad del rey y la de las cámaras deben crearse, según él, dos nuevas instancias intermedias: 1) un Consejo de Científicos que dirija toda la vida intelectual del país, integrado por representantes de la Academia de Ciencias y Artes, y que constituye un Consejo de iniciativas anexo al rey; este Consejo elaborará los planes de las necesarias reformas sociales; 2) un Consejo de Industriales, integrado por los representantes más destacados de la industria, del comercio y del capital bancario. La tarea más importante de este Consejo es, aparte del examen de los proyectos de reformas sociales, adoptados por el Consejo de Científicos, la redacción del proyecto de presupuesto y la verificación de su ejecución. El proyecto de presupuesto pasa después al Consejo de Ministros y al examen de ambas cámaras. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar La decisión del poder real que llama a la dirección del país “a los industriales cultos” y a los científicos, en lugar de llamar a los nobles y el clero, es, según este autor, el modo más sencillo, razonable e incruento de llevar a la práctica la transición del sistema feudal irracional al nuevo y justiciero sistema “industrial”, la transición del sistema “de gobierno” al “administrativo”, que deberá dirigir la producción social y no a los hombres. Cifrando todas sus esperanzas en la fuerza milagrosa de las reformas realizadas desde arriba, por el poder real, en interés de toda la sociedad, Saint-Simon dirige sus proyectos de reformas sociales, no solamente al rey francés, sino también a los monarcas de los países que habían concertado la “Santa Alianza”. Este utopista creía que los “monarcas ilustrados” de Europa, al tomar conocimiento de sus proyectos, se enardecerían en el deseo de llevarlos a la práctica inmediatamente y de colaborar, en nombre de la auténtica moral cristiana que impone la obligación de preocuparse por la “clase indigente” desposeída y sojuzgada, en el paso pacífico del sistema feudal al “industrial”. Saint-Simon trataba así de dar una fundamentación moral religiosa a su prédica de la instauración pacífica del nuevo régimen social, dirigida a las clases pudientes y a los jefes coronados de los gobiernos de Europa. Es la teoría de un socialista utópico que aspira sinceramente a encontrar, la ruta de emancipación de las masas trabajadoras, que sueña con la instauración de un régimen social justo, en el que no habrá explotación del hombre por el hombre, en el que todos trabajarán por el bien de la sociedad y recibirán la completa satisfacción de todas sus necesidades materiales y culturales. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Fourier Francisco María Carlos Fourier (1772-1837) nació en la ciudad de Besancon (Francia), en la familia de un comerciante acaudalado. Sus años de infancia y de juventud están íntimamente vinculados con los sucesos de la Revolución Francesa, que ejercieron una inmensa influencia sobre la formación de su concepción del mundo. Estudiando atentamente los primeros resultados de la victoria del régimen capitalista producto de la Revolución Francesa, Fourier llegó a la conclusión de que esta revolución no condujo en modo alguno al triunfo del régimen de la “razón y de la libertad”, tan proclamado por los filósofos ilustrados del siglo XVIII, y de que el capitalismo trae consigo las más grandes calamidades y privaciones para la mayoría del pueblo, los trabajadores. La concepción del mundo de Fourier, está revestida de tonos idealistas, místico- religiosos. Fourier se proclama profeta; afirma que Dios le ha revelado las verdaderas leyes que rigen el desarrollo social y encomendado la misión de señalar a la humanidad la vía de la supresión del injusto régimen social existente, así como la instauración de un nuevo régimen de “armonía universal” y de prosperidad general. Postula que Dios dirige la naturaleza de la sociedad a su propio antojo, pero en concordancia con las leyes de las matemáticas. Dios establece las leyes del desarrollo, tanto de la naturaleza —del universo en su conjunto— como también de la sociedad humana. Los tormentos y las calamidades de la humanidad, atrapada en la malla de la inicua “civilización capitalista”, se explican, según Fourier, por el hecho de que hasta entonces la sociedad no ha sabido conocer el “código social” verdaderamente justo previsto por Dios. Este código social divino —el honor de cuyo descubrimiento le ha tocado casualmente en suerte— parte del reconocimiento de las peculiaridades naturales innatas del individuo, como factor principal o decisivo del progreso social, y de las pasiones humanas como el instrumento de realización de la voluntad divina, enderezada al bien de toda la humanidad. Toda la historia de la humanidad sólo representa, a juicio de Fourier, etapas determinadas en la ruta del conocimiento del código social divino. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Es la ruta que va del “desorden”, de la “incoherencia” y “desarmonía” sociales a la armonía social, al régimen social justo. El hombre, señala, tiene, conforme a la obediencia divina, pasiones y vocaciones naturales, inherentes, cuya plena satisfacción podrá asegurarse solamente con la entrada de la sociedad en la época de la “armonía”, en que por fin se guiará plenamente por el conocimiento del código social divino. Fourier divide toda la precedente historia de la humanidad en los siguientes períodos: salvajismo, barbarie, patriarcado y civilización. Es en alto grado digna de mencionarse su afirmación de que uno de los factores principales que condicionan la transición de un período a otro es el nivel de desarrollo de la industria, si bien es cierto que al lado de este factor coloca otro, cual es el cambio de la posición jurídica de la mujer dentro de la sociedad. De modo particular, este autor revela comprensión del valor progresivo del desarrollo de la gran industria, así como también de la ciencia y de la técnica durante el período de la “civilización”. Fourier señala los insoportables sufrimientos y privaciones que experimentan los millones de productores, por causa de la anarquía de la producción que reina bajo la “civilización”, por causa de la manía de “producir desordenadamente, sin ningún método en cuanto a la recompensa proporcional, sin ninguna garantía de acceso del productor o del obrero a la riqueza acrecentada”. No obstante el suelo fértil y la abundancia de productos, “ocho millones de franceses no comen pan en absoluto, y sólo se alimentan de castañas u otros sustitutos; 25 millones de franceses no toman vino, mientras a consecuencia de la superproducción, cosechas enteras de uva son arrojadas al pozo de la basura”. Pese a estos contrastes, “...anualmente aparecen por docenas las nuevas filosofías que hablan de la riqueza nacional. ¡Cuánta riqueza en los libros y cuánta miseria en las chozas”. En su crítica de los defectos y úlceras de la “civilización” capitalista, Fourier se eleva hasta la comprensión de la profunda falacia e hipocresía de los abstractos “derechos y libertades” del hombre, de la “soberanía del pueblo”, proclamados por las constituciones burguesas y convertidos en escudo por los filósofos, sociólogos y moralistas burgueses. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar El derecho no es nada, declara, si el hombre carece de garantías materiales para su ejercicio. “En realidad el derecho es ilusorio cuando no lo puedes ejercer. Testimonio de ello es el derecho constitucional a la soberanía que tiene el pueblo. Contrariamente a esta brillante prerrogativa de suntuosidad, el plebeyo carece hasta de la posibilidad de comer si no tiene un sol en el bolsillo, y hay una distancia bastante grande de la pretensión a la soberanía a la de poder almorzar. Así, muchos derechos existen sobre el papel pero no en la realidad y su concesión se convierte en un insulto para el que no puede alcanzar derechos cien veces menores.” En la crítica que hace a los apologistas de la “civilización”, Fourier enuncia el pensamiento formidablemente profundo sobre el valor decisivo del derecho al trabajo dentro del sistema de los derechos individuales en la sociedad. Señala que estos apologistas, al hablar de los derechos individuales, olvidan “promover” como principio el derecho al trabajo, que en verdad es irrealizable bajo la civilización, y sin el cual nada valen los demás derechos. Es característico que estime que el grupo social fundamentalmente parasitario, despojador, que ocupa la situación dominante dentro de la sociedad, no es el de los capitalistas ni los propietarios de las empresas industriales, sino, principalmente, los comerciantes especuladores Y los bolsistas usureros. Fourier arremete contra el espíritu mercantilista y venal de la civilización burguesa, contra la profunda descomposición introducida por el mercantilismo, no solamente en la vida económica y política de la sociedad, sino también en las relaciones matrimoniales y familiares, en la moral social y en el arte. Formidables, por su agudeza, son las ideas de este autor acerca de la reducción del matrimonio, en las condiciones del régimen de la “civilización” burguesa, a una simple transacción comercial, que conduce a la esclavización y humillación y a la descomposición de la familia, y de las relaciones familiares. Fourier formuló el pensamiento de que, en cada sociedad, el grado de emancipación de la mujer es la medida natural de toda liberación. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Fourier comprendía la profundidad de las contradicciones sociales que desgarran el régimen de la “civilización” burguesa. Tuvo conciencia de que este régimen impulsa objetivamente a las masas trabajadoras, llevadas a la desesperación y arruinadas por el capitalismo, por la vía de la sublevación contra el injusto orden social existente. Destacó que la agudeza de los conflictos sociales convierte el régimen social existente en un volcán en erupción, capaz de llevar a la revolución. Sin embargo, igual que Saint-Simon, también este autor siente temor ante la vía revolucionaria como salida de la crisis social engendrada por la “civilización”. El temor a la revolución de las masas indigentes, a la violencia revolucionaria, lleva a Fourier a buscar rutas pacíficas para instaurar un nuevo régimen social “...que asegurase al más común de los productores, un bienestar suficiente”. Fourier, igual que Saint-Simon, incorpora a los empresarios, fabricantes e industriales a la clase de los productores, sin separarlos aún de los obreros y sin oponer la clase obrera a la capitalista. Su ideal es la colaboración pacífica de todas las clases, la transformación pacífica del régimen injusto e irracional de la “civilización” existente en un régimen justo, en el que reine la “armonía social” basada en una alianza amistosa de todos los grupos sociales dentro de los marcos de asociaciones productivas, o, según la terminología de Fourier, las falanges. Cada falange, según el proyecto de Fourier, debe representar una asociación industrial-agraria, con 1600 a 1700 personas, aproximadamente. La división del trabajo en las falanges debe ser adaptada íntegramente a las inclinaciones y actitudes individuales de cada miembro de las mismas. Las personas que posean más o menos unas y las mismas vocaciones y aptitudes, se asocian, dentro de la falange, en la correspondiente “serie” o grupo de producción. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Toda la vida productiva, cotidiana y cultural de los miembros de la falange debe reglarse, según Fourier, por el mecanismo de las pasiones humanas. Estas pasiones que bajo el régimen de la “civilización”, son reprimidas por todos los medios y se hallan en desacuerdo unas con las otras, formarán por primera vez un sistema armónico, bien ordenado y concordante en el régimen de las “asociaciones”. El mecanismo comprende doce pasiones: cinco sensoriales (gusto, tacto, vista, oído y olfato), cuatro espirituales (amistad, ambición, amor y paternidad) y tres “distributivas” o directrices (pasión por las intrigas, pasión por la diversión y pasión por la animación, que se traduce en el entusiasmo). Dentro de la actividad del mecanismo de las pasiones, Fourier atribuye el valor decisivo a las tres últimas, o sea, a las pasiones “distributivas”. Solamente en las condiciones del régimen de las “asociaciones”, basadas en la consideración de las peculiaridades y vocaciones innatas de cada uno de sus miembros, “...todas las doce pasiones serán desarrolladas y satisfechas en cada hombre por separado y, por consiguiente, cada uno logrará la felicidad que radica en el desarrollo completamente libre de las pasiones”. Proclama su doctrina como la única que corresponde a “los preceptos de la naturaleza” y adivinada “por prescripción de Dios”. Fourier suponía que, puesto que en la asociación estará asegurado el libre paso de sus miembros de un grupo productivo a otro, se desarrollará al máximo la emulación creadora entre sus integrantes, sin distinción de sexo, cualquiera sea la clase de trabajo, físico o intelectual. Como resultado de ello, el trabajo, que bajo el régimen de la “civilización” es, como norma, coercitivo e infunde en el hombre aversión, se convertirá para los miembros de la falange en un deleite, en una necesidad natural de la vida. Todo ello conducirá a un extraordinario incremento de la productividad del trabajo, asegurará la posibilidad de la satisfacción, en todo sentido, de las necesidades y de los deseos materiales y culturales de los miembros de la falange. Fourier destaca constantemente que en estas condiciones, el miembro más pobre de la falange será más rico y más feliz que el hombre más rico del régimen de la “civilización”. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Cabe hacer notar que en todo el proyecto de organización del nuevo régimen de asociaciones o de falanges, Fourier parte de los principios de la reconciliación y armonía de intereses de todas las clases de la sociedad, tanto de los pobres como de los ricos, tanto de los pudientes como de los indigentes. Es significativo que bajo el régimen de las asociaciones sigan subsistiendo las clases, la propiedad privada y la desigualdad económica. La distribución de las rentas y de las riquezas en la falange debe llevarse a efecto, en consonancia, tanto con la suma de capitales invertidos por sus miembros, como también con la cantidad y calidad del trabajo por ellos gastado, y también con los talentos y facultades especiales revelados por las diversas personas. Para la completa armonía de intereses de todos los miembros de la falange, es menester, a juicio de Fourier, que todo lo producido por ella sea distribuido del siguiente modo: al capital, 4/12; al trabajo, 5/12; al talento, 3/12. Fourier estimaba que esta clase de distribución era la única justa y que aseguraba la colaboración armónica de las clases y la íntima alianza “del capital, el trabajo y el talento”. Se manifiesta abiertamente contrario a la comunidad de bienes en la falange, y no tiende, en absoluto a liquidar la propiedad privada. Fourier cree que el régimen de la vida en la falange —distribución de los ingresos según el capital, el trabajo y el talento; participación, tanto de los ricos como de los pobres, en las “series” basadas en las vocaciones y pasiones comunes; libertad de matrimonio por amor; educación conjunta de los hijos, etc.— conducirá a la plena armonía de los intereses sociales y a la completa liquidación de todos los conflictos y colisiones de clase. Dirige sus proyectos de creación de la falange a Napoleón I; después del hundimiento del imperio napoleónico, dirige estos mismos proyectos al gobierno de los Borbones. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Pese al carácter utópico y fantástico de los proyectos de instauración de un nuevo régimen social, las obras de Fourier, en forma incipiente, contienen una formidable serie de pensamientos y afirmaciones, que marcan un notable eslabón en la historia del desarrollo de las ideas socialistas. Hay que mencionar también sus geniales conjeturas acerca de que en la futura sociedad “armónica”, que ha de reemplazar al capitalismo, el trabajo del hombre llegará por primera vez a ser libre y alegre y se convertirá en una necesidad vital, en un deleite; que el estímulo fundamental del progreso social será allí la emulación creadora de los trabajadores de cada rama y de cada clase de trabajo físico e intelectual; que en el futuro y justo régimen social imperará la armonía entre los intereses sociales y los personales y que cada miembro de la sociedad obtendrá condiciones extraordinariamente favorables para el desarrollo de sus facultades y para la satisfacción de sus necesidades. Owen Roberto Owen (1771-1858), procedente de una familia artesana no acaudalada, tuvo la posibilidad de observar directamente, desde su infancia, el cuadro deplorable de la grave necesidad y del paro forzoso en masa de los trabajadores ingleses, a los que el capitalismo en desarrollo —no obstante el inmenso progreso de la técnica y el incremento de la productividad del trabajo— traía cada vez nuevas y más grandes privaciones. Owen dedicó toda su vida a buscar las vías de salida de las contradicciones inherentes al capitalismo, e hizo ensayos prácticos de reformas sociales, capaces de aliviar al máximo, a su juicio, las penurias de los obreros y pequeños productores. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Entre 1800 y 1829, siendo uno de los socios-gerentes de una gran fábrica de hilados de algodón en New Lanarck (Escocia), Owen lleva a la práctica toda una serie de medidas filantrópicas encaminadas a mejorar las condiciones materiales de vida de los obreros de la fábrica. Hace reducir allí la jornada de trabajo a 10 horas y media en lugar de las 13 o 14 horas que en ese período eran habituales en Inglaterra. Durante la crisis en la industria algodonera y el cierre provisorio de la fábrica, los obreros siguieron cobrando íntegramente sus jornales. Fue Owen quien, por primera vez en el mundo, organizó un jardín de niños y guardería infantil para los hijos de los obreros. Sin embargo llegó a convencerse bien pronto de que con las medidas filantrópicas no era suficiente para que los trabajadores pudieran gozar de los frutos de su trabajo, que éste constituye la fuente de la riqueza social y que el imperio de la propiedad privada es uno de los principales obstáculos que existen. En relación con ello, elabora planes utópicos de reformas sociales que preveían la creación, dentro de los marcos del régimen existente, de poblados comunistas, o “colonias”. Creía que en estas nuevas uniones productivas habría de imperar la comunidad de bienes y de trabajo, lo que crearía las máximas condiciones favorables para la existencia y para el perfeccionamiento moral de cada hombre. En su concepción del mundo se efectúa un viraje. Pasa de las ideas de la filantropía social a las del comunismo utópico. En 1824, Owen toma la iniciativa de realizar, en la práctica, la idea de crear una “colonia comunista”, y organiza en el Estado de Indiana (EE.UU.) una comuna de trabajo, con el nombre de “Nueva Armonía”. Después de fracasar este experimento, vuelve a Inglaterra, donde prosigue propagando infatigablemente sus planes utópicos. En la misma década participa activamente en la creación de las primeras uniones obreras profesionales y cooperativas de masas, aun cuando mantiene, al mismo tiempo, una actitud opuesta al cartismo, como movimiento obrero de carácter netamente político. En sus últimos años se apartó del movimiento obrero. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar La base de sus concepciones político-sociales está formada por la tesis idealista, internamente contradictoria, de los ilustrados materialistas franceses del siglo XVIII en la cual, si bien se afirma que el hombre es producto del medio ambiente social que le circunda, se afirma también que el factor decisivo del cambio y de la transformación de este medio ambiente es el progreso de la razón, de la ilustración, y el perfeccionamiento de los hábitos de la sociedad. Owen veía en la ignorancia de la sociedad y en los extravíos de la razón humana las causas fundamentales que engendraban las contradicciones sociales del capitalismo. Extraía de ello la conclusión de que sería suficiente, mediante una propaganda pacífica, iluminar a la sociedad y dar a conocer a todas sus clases el plan de un régimen social racional concordante con las leyes de la naturaleza, para llevar a los hombres a alejarse de sus “extravíos” y de la “ignorancia”, y poner término al régimen capitalista “irracional”. Comprendía muy bien que este régimen es ostensiblemente injusto y que crea penurias inauditas para los trabajadores. Owen se manifiesta adversario decidido de la propiedad privada y de la desigualdad económica. “La propiedad privada fue y sigue siendo la causa del sinfín de crímenes y penurias que sufre el hombre”. “La propiedad privada separa una de otra a las mentes humanas, sirve de causa constante para el surgimiento de la enemistad dentro de la sociedad, es fuente inagotable de engaño y de fraude entre los hombres, y provoca la prostitución entre las mujeres. Ha sido la causa de las guerras en todas las épocas anteriores de la historia de la humanidad que conocemos y ha incitado a un número incalculable de asesinatos”. Owen prevé el advenimiento de la era feliz “en que todo con excepción solamente de los objetos de uso netamente personal, se convertirá en patrimonio social, y este existirá siempre en abundancia para todos” y entonces “se comprenderá debidamente la incomparable superioridad del sistema de propiedad colectiva sobre el de la propiedad privada y el mal que ésta provoca”. En relación con ello, sus proyectos utópicos de organización de “colonias comunistas” —como núcleos fundamentales de producción y de vida de la nueva sociedad “racional”— parten del principio de la comunidad de bienes y del trabajo en estas colonias, de la justa distribución de la producción colectiva sobre bases iguales para todos sus miembros. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar El sistema actual —afirma—, desde el propio comienzo está cimentado sobre la ignorancia y sobre ella se ha sostenido hasta hoy día; por eso, cuando esta ignorancia sea reemplazada por un auténtico conocimiento, todo el sistema existente y la organización de la sociedad aparecerán tan monstruosos, contradictorios y absurdos, que después de un corto tiempo, todos los hombres tendrán vergüenza de defender la existencia de este conjunto heterogéneo de pecado y de necesidad, de grosera irracionalidad y de obstáculos para la felicidad humana”. Owen brega por la educación de la humanidad en el espíritu de la nueva conciencia racional, basada en los progresos de las ciencias experimentales, y se manifiesta contrario a los extravíos y prejuicios implantados por la religión oficial, que santifica la existencia de la propiedad privada. Owen estima su tarea fundamental la de propagar pacíficamente la necesidad del establecimiento del nuevo régimen “racional” y “justo”, y se dirige a todas las clases de la sociedad y, en primer lugar, a los propietarios. Apela a la razón y al sentimiento de las clases pudientes. Igual que Saint-Simon y Fourier, Owen teme la lucha de clases, mantiene una actitud negativa frente a la lucha política y revela una falta total de compresión de la auténtica naturaleza de clase del Estado. Ve en los gobiernos existentes una fuerza activa capaz de contribuir a la realización pacífica de sus proyectos de organización del nuevo régimen social. “En el fondo, los actuales gobiernos de Europa y de América —con algunas pocas excepciones no sustanciales— no son enemigos del mejoramiento real de las condiciones sociales. Ellos desean su perfeccionamiento, y cuando comprendan plenamente cómo se puede alcanzar esto, no negarán su colaboración activa”. Igual que Saint-Simon y Fourier, Owen rechaza la vía revolucionaria para liquidar el injusto régimen social existente y pasar al socialismo. Considera que “es menester evitar la destrucción violenta de la vida social, que puede producirse por la necesidad cotidiana acrecentada y por la extrema desmoralización”. Exhorta a las clases pudientes a prevenir la revolución de los trabajadores en su condición de masas desposeídas mediante la realización de reformas sociales resueltas, enderezadas al mejoramiento serio de la situación material de dichas masas. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar Está totalmente en favor de la colaboración, por cuanto a su juicio todas las clases de la sociedad están interesadas por igual en el triunfo de la razón y del “sentido común”, el cual —para Owen— les sugiere la necesidad de transformar pacíficamente el régimen social existente, basado en la ignorancia y en los extravíos del intelecto humano. Sus planes utópicos con relación a los métodos y modos prácticos del paso gradual a un nuevo orden social —en particular mediante la implantación y el desarrollo de la cooperación obrera; creación de “bancos de cambio”, y de “almacenes de cambio”— no presuponen ni mucho menos el quebrantamiento del capitalismo. Como aspectos valiosos de la concepción oweniana del mundo deben reconocerse: la profunda crítica al capitalismo, en tanto que régimen que lleva a la miseria, la ruina y el hambre a los trabajadores; su actitud, intransigentemente negativa, ante la propiedad privada; la fundamentación de la necesidad de la propiedad colectiva en el nuevo régimen racional; el desenmascaramiento resuelto del oscurantismo y de los prejuicios religiosos. Es extraordinaria en este autor la constante aspiración de subordinar todo el contenido de los planes de reformas sociales que había elaborado a la causa del mejoramiento radical de la situación material de la clase obrera y de los demás sectores trabajadores, así como también a la elevación de su nivel cultural. Fundacionadp.edu.pe [email protected] Av. Pershing N°335 (Ex-Faustino Sánchez) – e Magdalena del Mar