Unión Hueso-Implante en Odontología

Conexión firme, íntima y duradera entre la superficie del implante y el hueso que lo sostiene.

Unión hueso-implante con tejido conjuntivo similar al ligamento periodontal. No se logra en la actualidad.

Interfase de tejido conectivo que encapsula el implante, reconociéndolo como cuerpo extraño. Provoca el fracaso del implante.

Unión ósea entre el implante y el hueso. Se produce cuando el implante se integra adecuadamente.

Unión química entre el hueso y un material bioactivo, como la hidroxiapatita.

Condiciones que pueden comprometer la integración de un implante.

El estado general del paciente, como la presencia de diabetes, puede afectar la cicatrización y la integración del implante.

Estudios a largo plazo muestran tasas de éxito de alrededor del 98% a 5 años y del 95% a 10 años.

La parte del implante que interactúa con el tejido óseo, y por lo tanto, determina su integración en el hueso.

Cambios realizados en la superficie del implante para mejorar su biocompatibilidad e integración en el hueso.

Métodos usados para modificar la superficie del implante utilizando reacciones químicas, como el recubrimiento con hidroxiapatita.

Un material cerámico similar al tejido óseo, que se usa para recubrir implantes y mejorar su integración.

Métodos para cambiar la forma de la superficie del implante, como hacerla más rugosa o lisa.

Superficie con mayor aspereza, que permite una mejor unión con el hueso.

Metal usado por excelencia para implantes dentales debido a su biocompatibilidad y resistencia.

Un material cerámico que se usa como alternativa al titanio para implantes, especialmente en la zona delantera de la boca.

Es la estabilidad mecánica que un implante obtiene al ser colocado en el hueso. Es crucial para la osteointegración, ya que evita micromovimientos.

La densidad ósea, la técnica de colocación, el diseño del implante y sus características micro y macroscópicas.

Es la estabilidad biológica que se desarrolla gradualmente después de la osteointegración, cuando el hueso se remodela alrededor del implante.

Existen métodos invasivos (como el Periotest) y no invasivos (como el RFA) para evaluar la estabilidad inicial del implante.

Un método no invasivo que mide la movilidad del implante. Un valor cero indica máxima estabilidad.

Mide la fuerza necesaria para colocar el implante. Solo es útil para evaluar la estabilidad inicial.

Un método no invasivo que utiliza un aparato piezoeléctrico para evaluar la estabilidad del complejo hueso-implante, dando un valor ISQ entre 0 y 100.

Ausencia de movimiento del implante, ausencia de radiolucidez alrededor del implante y pérdida ósea mínima tras el primer año.

Factores externos como la experiencia del cirujano y la técnica quirúrgica; factores locales como la calidad del hueso; factores sistémicos como las enfermedades o medicamentos; y factores protésicos.

La superficie del implante debe ser resistente a la corrosión y, idealmente, bioactiva para promover la osteointegración.

Muchos implantes tienen tratamientos en superficie que mejoran la estabilidad primaria, reducen el tiempo de osteointegración y promueven la cicatrización ósea.

Debe ser compatible con el hueso, resistente a la corrosión y bioactivo, promoviendo la cicatrización ósea.

Estos factores pueden afectar la tasa de éxito del tratamiento. Incluyen la salud general del paciente, hábitos como el tabaquismo y la higiene oral. Se deben abordar estos factores antes de iniciar el tratamiento.

La higiene oral inadecuada reduce la probabilidad de éxito del tratamiento de implantes. Es esencial corregir la higiene bucal antes de proceder con el tratamiento.

La cantidad de hueso presente y su calidad (densidad) son cruciales para el éxito del implante. La reabsorción ósea tras una extracción dental afecta la cantidad y calidad del hueso disponible.

El hueso de tipo I y II (más denso) es generalmente ideal para implantes en la mandíbula, mientras que el hueso de tipo III y IV (menos denso) se encuentra más comúnmente en el maxilar.

Aunque no es crucial para la osteointegración inmediata, la presencia de encía queratinizada alrededor del implante es esencial para el mantenimiento a largo plazo del implante dental.

El titanio es el material más común para implantes debido a su alta biocompatibilidad, lo que significa que puede coexistir con los tejidos corporales sin causar reacciones negativas.

El diseño del implante debe ser apropiado para la zona de implantación. Existen diferentes diseños, desde micro hasta macro, que se adaptan a las necesidades individuales del paciente y la zona específica de implantación.

Es crucial preparar el lecho donde se colocará el implante. Esto implica un procedimiento quirúrgico atraumático y aséptico para minimizar el daño al hueso y evitar infecciones.

Los implantes necesitan tiempo para integrarse en el hueso mediante un proceso llamado osteointegración. Durante este tiempo, el implante debe mantenerse libre de carga para evitar el fracaso.

El hueso más duro se integra más rápido que el hueso más blando. La calidad del hueso influye en la velocidad del proceso de osteointegración.

Tras la extracción de un diente, se produce una fase inflamatoria que involucra vasoconstricción y luego vasodilatación, con el objetivo de controlar el sangrado y permitir la llegada de células para la reparación.

Esta fase involucra la formación de fibroblastos, células que ayudan a reconstruir el tejido conectivo en el alveolo.

Esta fase marca el final de la cicatrización. Se caracteriza por una reducción de la vascularización y el enrojecimiento, y los bordes de la herida se cierran.

Este tipo de cicatrización ocurre cuando los bordes de la herida no están unidos. Es más lenta y tiene un mayor riesgo de infección.

Tras la colocación del implante, se forma un coágulo que luego se transforma en tejido de granulación, lo que genera una respuesta inflamatoria.