Diferenciación Sexual Prenatal

Study Notes

Los genitales externos en humanos son similares en ambos sexos al inicio del desarrollo.
En varones, la testosterona se sintetiza hacia la octava semana, formando el falo (pene) y escroto.
En mujeres, el tubérculo genital se convierte en clítoris; las prominencias genitales forman labios mayores y menores.
Para la semana catorce, las estructuras internas del feto son identificables, y hacia la semana 20, el proceso de diferenciación sexual casi está completo.

El sexo del embrión se determina en la fecundación por el cromosoma del espermatozoide (X o Y).
Durante varias semanas, no hay diferencias detectables entre fetos masculinos y femeninos al microscopio.
La diferenciación sexual involucra una serie de eventos moleculares y hormonales desde la formación del cigoto.
La expresión del gen SRY en fetos XY inicia la masculinización, generando testículos que producen hormonas como la testosterona y AMH.
Sin hormonas testiculares, los genitales se desarrollan en sentido femenino, independientemente de la presencia de ovarios.

Al nacer, se asigna la categoría social de "niño" o "niña" basada en genitales externos.
La identidad sexual comienza a formarse en la etapa prenatal; la diferenciación genital influye en interacciones sociales y configuraciones mentales.
Antes de los siete años, los niños exploran sus cuerpos y pueden participar en juegos sexuales exploratorios.
La identificación de la orientación sexual se puede dar alrededor de los siete años, pudiendo ser homosexual, heterosexual o bisexual.

La adolescencia abarca de los 10 a 19 años, con dos fases: adolescencia temprana (10-14 años) y tardía (15-19 años).
La pubertad es un fenómeno biológico asociado con el desarrollo sexual, a diferencia de la adolescencia que es un proceso psicosocial.
Cambios hormonales se inician con la primera menstruación en mujeres (9-15 años) y la primera eyaculación en hombres (11-17 años).
La madurez de los genitales externos, el aumento de peso, cambios en la voz y el vello corporal son efectos visibles de la pubertad.

El desarrollo hacia la adultez es gradual, estableciendo capacidad de pensamiento abstracto y autonomía emocional y económica.
Se forman relaciones de intimidad y valores personales.

La identidad de género se manifiesta en aspectos como apariencia y comportamiento.
Las disfunciones sexuales pueden existir y a menudo son más psicológicas que fisiológicas.
La actividad sexual se asocia con la satisfacción en el envejecimiento, aunque muchos mayores enfrentan dificultades que limitan su sexualidad.
En la senectud, la respuesta sexual puede ser más lenta e intensa, pero el interés sexual tiende a persistir; se prioriza la intimidad sobre la frecuencia sexual.

Tanto hombres como mujeres experimentan cambios fisiológicos en la respuesta sexual, como reducción de erecciones en hombres y disminución de la elasticidad vaginal en mujeres.
La cercanía y el afecto se vuelve esencial en la vida sexual durante la vejez, mientras que la frecuencia de relaciones sexuales tiende a disminuir.

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