Consecuencias de la Violencia sobre la Mujer

La violencia contra la mujer afecta negativamente la salud física, incluyendo dolores de cabeza, dolores crónicos, alteraciones funcionales, fibromialgia, problemas gastrointestinales y más.

La violencia contra la mujer puede ocasionar problemas sexuales como dispareunia (dolor al tener relaciones sexuales), falta de deseo sexual, vaginismo (contracciones involuntarias de los músculos vaginales) y anorgasmia (incapacidad de alcanzar el orgasmo).

La violencia contra la mujer puede causar lesiones físicas como contusiones, fracturas y otros tipos de lesiones que van desde leves hasta graves.

La violencia contra la mujer puede tener impactos negativos en la salud reproductiva, incluyendo embarazos no deseados, abortos, complicaciones durante el embarazo, parto prematuro y más.

Mujeres que han experimentado violencia por parte de su pareja tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades de transmisión sexual, como el VIH y el VPH.

La violencia contra la mujer puede conducir a problemas de salud mental como depresión, trastornos alimenticios, alteraciones del sueño y ansiedad, entre otros.

El trastorno por estrés postraumático (TEPT) es un trastorno psicológico que puede surgir después de un evento traumático, como violencia sexual, física o la amenaza de muerte.

El estrés crónico asociado a la violencia puede llevar a la mujer a desarrollar conductas dañinas para la salud, como el abuso del alcohol y de otras sustancias.

Es la fase donde el agresor, tras la violencia, muestra arrepentimiento, pide perdón y promete cambiar. Utiliza la culpa para manipular a la víctima y asegurar su regreso.

El ciclo de la violencia de género se caracteriza por cuatro fases: tensión, agresión, arrepentimiento (Luna de Miel) y calmada. La violencia física está presente en la fase de agresión y se repite cíclicamente.

En esta fase, el agresor busca reconquistar a la víctima con regalos, palabras bonitas o un comportamiento cariñoso. Es una fase engañosa, ya que la violencia se volverá a repetir.

La intensidad de la violencia va aumentando progresivamente, y la fase de arrepentimiento o Luna de Miel se acorta cada vez más. En casos graves, esta fase desaparece completamente.

La violencia psicológica no es un acto aislado, sino que forma parte de un proceso sistemático de sometimiento y control por parte del agresor. Se da a lo largo de todo el proceso, no solo en una fase puntual.

Un trastorno mental que se desarrolla después de experimentar un evento traumático, como violencia, guerra o desastre natural. Incluye síntomas como flashbacks, pesadillas, evitación de estímulos relacionados con el trauma y respuestas de hiperactivación.

Un estado psicológico que se produce cuando una persona experimenta eventos incontrolables. La persona aprende que sus acciones no tienen ningún efecto en el resultado, lo que lleva a un estado de desesperanza y apatía.

Un síndrome psicológico definido por un paradójico vínculo afectivo entre la víctima y el agresor en casos de violencia de género. Se caracteriza por la victimización, el aislamiento social, la negación y la complacencia del agresor.

Una de las 4 fases del síndrome de adaptación paradójica, caracterizada por la primera agresión física y sus consecuencias en la víctima; la pérdida de seguridad en la relación, la ansiedad, el miedo a que se repita la agresión y la depresión por la incapacidad de cambiar la situación.

Una de las 4 fases del síndrome de adaptación paradójica, en la que la víctima se siente desorientada y con incertidumbre debido a la amenaza proveniente de la persona con la que compartía su vida. Esta fase impacta en la autoestima, la identidad, y genera estrés, culpa y vergüenza.

Una de las 4 fases del síndrome de adaptación paradójica, donde la víctima lucha por afrontar la situación, pero la inconsistencia de las agresiones impide el desarrollo de estrategias de control. Esto genera estrés crónico, depresión, sentimientos de culpa y vergüenza, y un estado de pasividad.

Una de las 4 fases del síndrome de adaptación paradójica, en la que la víctima se adapta de forma paradójica a la violencia, aprendiendo que sus acciones no cambian la situación. Se desarrolla un vínculo con el agresor, identificando solo sus aspectos positivos y culpándose a sí misma.

Un modelo que describe el ciclo de violencia en relaciones de pareja, desarrollado por Leonore Walker. El ciclo se compone de tres fases: tensión, explosión de violencia y luna de miel.

La primera etapa del ciclo de la violencia, caracterizada por la acumulación de tensión en el agresor. Se manifiesta con cambios de humor, pequeñas agresiones, hostilidades y ansiedad.

La segunda fase del ciclo de la violencia, donde se liberan las tensiones acumuladas. Se produce una descarga incontrolada de violencia, que muchas veces se justifica por la víctima.

La tercera fase del ciclo de la violencia, después de la explosión. Se caracteriza por arrepentimientos, disculpas, promesas de cambio y atenciones especiales por parte del agresor.

La reexperimentación del evento traumático a través de flashbacks, pesadillas y recuerdos intrusivos, junto con sentimientos de malestar y miedo.

La evasión consciente o inconsciente de estímulos que puedan recordar el evento traumático, como lugares o personas.

Cambios fisiológicos y psicológicos como dificultad para dormir, irritabilidad, sobresaltos y concentración reducida, que se presentan como respuesta al trauma.

TEPT que dura menos de tres meses.

TEPT que dura más de tres meses.