Tema 1 (Teoría) - IGM (1) PDF
Document Details
Uploaded by Deleted User
Tags
Summary
This document details the causes, development, and consequences of World War I, focusing on the historical context and political factors that led to the conflict. It also discusses the immediate trigger of the assassination of Archduke Franz Ferdinand and the escalating alliances system that expanded the conflict.
Full Transcript
HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 UD A - LA DERIVA IMPERIALISTA DEL LIBERALISMO EUROPEO. LA I GUERRA MUNDIAL (1914-18) Tema 1 – La I Guerra Mundial (1914-18) En el presente Tema estudiaremos las ca...
HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 UD A - LA DERIVA IMPERIALISTA DEL LIBERALISMO EUROPEO. LA I GUERRA MUNDIAL (1914-18) Tema 1 – La I Guerra Mundial (1914-18) En el presente Tema estudiaremos las causas, desarrollo y consecuencias de la I Guerra Mundial (1914-18) y su influencia en las relaciones internacionales, inicio del llamado “corto siglo XX”, expresión del historiador marxista británico Eric J. Hobsbawm que hace referencia al período de tiempo que dista entre el estallido de la I Guerra Mundial (1914) y el colapso de la Unión Soviética (1989), en contraposición del “largo siglo XIX”, es decir, el período de tiempo que media entre el acontecimiento fundador de la Época Contemporánea, la Revolución francesa (1789) y, precisamente, la Gran Guerra (1914). Ese “corto siglo XX” europeo inició su andadura dominado por vastos imperios territoriales: el imperio británico, el imperio francés, el II Reich alemán, el Imperio ruso zarista, el Imperio turco otomano y el Imperio austro-húngaro, los tres últimos plurinacionales. Estos imperios estaban gobernados por monarquías hereditarias, a excepción de Francia, donde había surgido una República (1871) de su derrota contra Prusia en la Guerra franco-prusiana. Salvo el imperio británico y francés, el resto no sobrevivió a Gran Guerra, la primera guerra total de la historia, cuya influencia fue decisiva para la crisis del orden liberal europeo, y el ascenso de nuevas soluciones políticas, como el primer régimen comunista (URSS, 1917) y el primer régimen fascista (Italia, 1922) de la historia. Comienzo con las causas y fases de la I Guerra Mundial (1914-18). La causa inmediata fue el asesinato en Sarajevo el 28 de junio de 1914 del archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio austrohúngaro, a manos de Gavrilo Princip, un nacionalista serbio de origen bosnio que pretendía la liberación del dominio austríaco. El 23 de julio de 1914, Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia, y en los días siguientes se activaron todos los sistemas de alianzas, convirtiendo un conflicto local en una guerra global. Este asesinato se convirtió en la causa inmediata de la I Guerra Mundial, pero la contienda no puede interpretarse como una simple respuesta a aquel hecho individualizado, sino como resultado de un largo proceso que arranca muy atrás. El 23 de julio de 1914, Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia, y en los días siguientes se activaron todos los sistemas de alianzas, convirtiendo un conflicto local en una guerra global, que se extendería también por las colonias africanas y asiáticas. Ante la negativa de Serbia, Austria- Hungría, que contaba con el apoyo de Alemania, le declaró la guerra (28 de julio), acto que fue contestado por Rusia con la movilización total de su población en apoyo de Serbia (30 de julio). Alemania declaró la guerra a Rusia (1 de agosto) y Francia (3 de agosto) e invadió Bélgica, lo que provocó la declaración de guerra de Reino Unido a Alemania (4 de agosto). A partir de este momento, los gobiernos civiles cedieron a la aceptación de los planes militares. Lo relevante es comprender cómo un incidente aislado y puntual se transformó en una conflagración mundial, y es que la guerra no fue inevitable, ni estaba escrita en el destino de Europa, sino que fue el resultado de una combinación de múltiples factores. Las causas profundas remitieron 1 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 a la formación de dos grandes bloques de alianzas: los Imperios centrales de Alemania, el Imperio austro-húngaro, el Imperio otomano, Bulgaria e Italia (que cambió de bando en 1915), y la Triple Entente formada por Reino Unido, Francia y el Imperio zarista, ampliada con Serbia, Bélgica, Japón, Portugal, Montenegro, Grecia, Rumanía, y EEUU desde 1917. Este sistema de alianzas era la plasmación diplomática, en primer lugar, de un conjunto de rivalidades europeas, segunda causa profunda del conflicto, destacando la rivalidad franco-alemana derivada de la Guerra franco-prusiana (1870) por la que Francia se vio obligada a entregar a Alemania los territorios de Alsacia y Lorena, que ahora reclamaba. Asimismo, existía una gran tensión entre el Imperio austro-húngaro y el ruso en la zona del Danubio y de los Balcanes motivada por la debilitación del poder otomano en la región, y una fuerte rivalidad económica entre Reino Unido y Alemania, principales potenciales industriales y financieras de Europa, ya que Alemania había desplazado a Reino Unido como primera potencia económica de Europa y cuya potentísima industria naval condujo a Reino Unido a abandonar su tradicional política exterior basada en el “espléndido aislamiento” y a abrirse a alianzas internacionales con otras potencias continentales para frenar el expansionismo alemán. Este sistema de alianzas era también resultado de las políticas nacionalistas, imperialistas y colonialistas de las potencias europeas en Asia y África, con el objetivo de expandir sus respectivas áreas de influencia, mercados y recursos, política competencial que motivó la rivalidad, el recelo y las tensiones entre potencias europeas y que condujo a las dos crisis marroquíes (1905 y 1911), la crisis bosnia (1908) y las guerras balcánicas (1912-13). Este imperialismo colonialista estuvo legitimado a través del ultranacionalismo, las teorías raciales del darwinismo social y la noción de “espacio vital” (lebensraum) elaborada por Friedrich Raztel. Esta política generó, además, numerosos conflictos de corte nacionalista, que enfrentaron a las distintas nacionalidades que conformaban los imperios plurinacionales, especialmente el Imperio austro-húngaro y el Imperio otomano. Por último, cabría citarse el militarismo y la carrera armamentística de los Estados, documentada en el aumento del presupuesto bélico y de efectivos y el desarrollo de grandes corporaciones bélicas (Krupp, Heinkel). En cuanto al desarrollo de la guerra hay que entender que la I Guerra Mundial fue la primera “guerra total”, expresión acuñada por el militar alemán Erich Ludendorff en su obra Der totale Krieg (1935) en base a la movilización de todos los recursos y medios, militares, diplomáticos, económicos y morales, tanto en el frente de combate como en la retaguardia civil, para subordinar toda política a las necesidades bélicas. El conflicto también fue conocido como la Gran Guerra debido a su dimensión geográfica mundial (en ella participaron 28 países de todos los continentes), su potencia destructiva y sus profundas influencias geopolíticas, socioeconómicas y culturales. Se trata de la primera guerra auténticamente de masas y moderna, una contienda tecnificada que aplicaba los principios de producción fordista propios de la industrialización al ámbito militar, empleando por vez primera adelantos tecnológicos apenas imaginados décadas antes (submarinos, aviones de combate, armas tóxicas, tanques) pero dentro de una estrategia bélica anticuada, procedente de las guerras decimonónicas del siglo XIX, que provocó una inmensa carnicería. La masiva conversión de la población civil en combatientes se acompañó de la gran innovación de esta guerra: la transformación de las estructuras productivas de los países beligerantes en una sociedad y economía de guerra. Para los países contendientes, los objetivos bélicos no implicaba únicamente al frente de combate sino al frente interior, que afectaba por igual a 2 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 los combatientes como a la población civil en retaguardia, porque la guerra subordinó toda la actividad económica a las exigencias bélicas. La guerra se inició con gran entusiasmo popular, reclutamientos masivos de soldados voluntarios y exaltación nacionalista generalizada y suprapartidista, incluso entre los partidos de la Internacional Socialista, que había aprobado numerosas resoluciones condenando la guerra. El desarrollo del conflicto presenta cuatro etapas diferenciadas. La primera fue una guerra de movimientos (1914) motivada por la convicción de que la contienda podría resolverse antes de Navidad. Alemania puso en marcha el Plan Schlieffen, que consistía en una rápida ofensiva sobre Francia atravesando Bélgica y Luxemburgo para después concentrar sus esfuerzos en el frente oriental contra Rusia. Sin embargo, esta “guerra relámpago” fracasó por la capacidad de resistencia francesa, puesta de manifiesto en la batalla del Marne (septiembre de 1914) dirigida por el mariscal Joseph Joffre, evitando la caída de París. Aunque en el frente oriental Alemania cosechó éxitos en las batallas de Tannenberg y los Lagos Mauritanos (agosto-septiembre 1914), ganadas por Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff, el país se encontró en la situación que había intentado evitar a toda costa: combatir simultáneamente en dos frentes distintos. La segunda fase se caracterizó por la estabilización de los frentes en una guerra de posiciones (1915-1916) y desgaste cuyo objetivo era el agotamiento de los recursos bélicos y económicos del enemigo y caracterizada por la utilización de un sistema de trincheras, que convirtieron las cargas en una carnicería, otorgando una clara ventaja clara a los defensores: las tropas turcas resistieron a los franco-británicos en Gallípoli (abril 1815), los franceses liderados por el mariscal Philippe Pétain a los alemanes en Verdún (febrero-diciembre 1916) y los alemanes a los británicos en la ofensiva del Somme (agosto 1916). En estas dos últimas batallas, las más cruentas de la guerra, murieron más de un millón de soldados, un número nunca alcanzado en cualquier otra batalla de la historia militar que se debió a la aparición de nuevas armas: tanques, aviones de reconocimiento y de bombardeo, artillería pesada y móvil, gases venenosos (cloro, fosgeno, gas mostaza) y submarinos, principalmente utilizados por los alemanes (U-boot) para romper el férreo bloqueo marítimo aplicado por Gran Bretaña en el Mar del Norte (batalla naval de Jutlandia, mayo- junio 1916). En 1915, Bulgaria y el Imperio otomano se unieron a los imperios centrales mientras que Italia, rechazando sus compromisos con la Triple Alianza, se decantó por el bando aliado tras la firma del Tratado de Londres (1815) por el que se le prometió la cesión de los territorios austriacos que integraban la conocida como Italia irredenta (Trieste, Trentino, Istria y Costa Dálmata) en caso de victoria. Sin embargo, los cambios más importantes ocurrieron en el decisivo año de 1917, inicio de la tercera fase del conflicto, decisivo por dos motivos: la retirada de Rusia después del triunfo de la Revolución bolchevique liderada por Lenin y la incorporación al conflicto de Estados Unidos en ayuda de la coalición aliada. En su intento por asentarse en el poder, el primer gobierno comunista de la historia inició de inmediato negociones con los Imperios centrales para firmar una paz por separado, rubricada mediante el Tratado Brest-Litovsk (marzo 1818) firmado con Alemania, a la que 3 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 entregó la Polonia rusa, las provincias bálticas y grandes extensiones de Ucrania, aunque tras la derrota alemana recuperaría estos territorios. Si la retirada de Rusia parecía favorecer a los imperios centrales, la incorporación de los Estados Unidos (6 abril 1917) dio el impulso definitivo para que los aliados se impusieran en la guerra en base a la fuerza militar de su Ejército y a la capacidad de producir masivamente material bélico en un territorio que no fue escenario bélico. Su incorporación estuvo motivada por el célebre Telegrama Zimmermann, emitido por el gobierno alemán al gobierno mexicano donde sugería una alianza entre ambos Estados contra EEUU, y por el hundimiento del buque RMS Lusitania. La entrada de EEUU hizo que las tropas franco-británicas recuperar la iniciativa en el frente occidental durante la ofensiva de Passchendaele (julio-noviembre de 1917), en las cercanías de la ciudad belga de Ypres, operación militar que permitió intentaba superar el descalabrado aliado en Caporetto, donde más de 275.000 italianos habían caído en manos de los alemanes. Con 1918 entramos en el último año de la guerra. La clara superioridad bélica aliada comenzó a hacer mella en la moral de la tropa y la retaguardia alemanas, produciéndose las primeras rendiciones de los Imperios centrales -Bulgaria (29 de Septiembre), Imperio otomano (30 de octubre), y el Imperio austrohúngaro (3 de noviembre)-. El Alto Mando alemán, liderado por Paul Hindenburg y Ludendorff, también aconsejó al káiser (28 de septiembre) que iniciaría gestiones para la rendición. Con los aliados avanzando hacia el corazón de Alemania y con las tropas sublevándose en diversas insurrecciones, el káiser Guillermo II abdicó el 9 de noviembre y huyó a Holanda, al tiempo que en Berlín se proclamaba la República de Weimar (1918-1933) con el acuerdo interpartidista de la llamada Coalición Weimar: socialdemócratas y conservadores cristianos. Inmediatamente después, el Gobierno Provisional de Alemania, presidida por el socialdemócrata Friedrich Ebbert, solicitó formalmente el armisticio, que entró en vigor el 11 de noviembre de 1918, poniéndose fin a la guerra más mortífera que había conocido hasta entonces la humanidad. A partir de dicho momento, los propios altos cargos militares alemanes comenzaron a difundir la teoría de la conspiración conocida como “la puñalada por la espalda”, es decir, la teoría según la cual Alemana todavía podía haber vencido en la guerra pero los políticos alemanas (a los que acusaban de socialistas y judíos) habían traicionado al Ejército alemán. No debe olvidarse dos cosas: (1) que Ludendorff apoyó a Hitler en su golpe de estado fracasado (1923) y (2) que sería Hindenburg como Presidente de la República de Weimar quien entregó el poder al propio Hitler (1933). En estos dos datos vemos la conexión entre el estamento militar alemán (ultraconservador, antidemocrático, antisemita y golpista) con el nazismo. Conocido el desarrollo de la contienda, conviene estudiar ahora las consecuencias de la I Guerra Mundial y la firma de los Tratados de Paz. Las consecuencias de la I Guerra Mundial alcanzaron magnitudes nunca vistas. Respecto a las consecuencias demográficas hay que señalarse que de los 65 millones de hombres movilizados, nueve murieron y otros tantos fueron heridos, retornando mutilados a sus ciudades, pobladas por miles de viudas y huérfanos, y luego asoladas por la gripe española. 4 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 En cuanto a las consecuencias sociales destacan cambios en la estructura social, modificándose la relación entre géneros y entre generaciones (padres/hijos) padres combatientes e hijos crecidos en su ausencia. En el plano laboral se produjo la promoción general de empleos cualificados y la reconsideración de los sindicatos obreros como órganos respetables de gestión laboral con la implantación, por vez primera, de las negociaciones colectivas entre trabajadores y empresarios con el objetivo de evitar conflictos que paralizaran la producción, lo que supuso la extensión del trabajo en cadena de tipo fordista. Mención especial merece la incorporación de la mujer al mercado laboral en distintos sectores productivos claves (del 24% de la mano de obra en julio de 1914 al 37% en julio de 1918), abandonando su tradicional y subordinada posición social, que la limitaba al hogar y el cuidado de los hijos, situación a la que fueron obligadas a retroceder con el regreso de los millones de combatientes masculinos, obteniendo en contrapartida (1) una cierta relajación de las rígidas normas morales (formas de vestir, de comportarse en público, etc.) y (2) el derecho al voto en ciertos estados (Dinamarca e Islandia en 1915, URSS comunista en 1917, Austria, Alemania, Polonia, Lituania, Reino Unido e Irlanda en 1918). Sin embargo, el sufragio femenino se implementó en ocasiones con duras restricciones, motivo por el cual apareció un potente movimiento sufragista (la germano-polaca Rosa Luxemburgo, la alemana Clara Zetkin, la rusa Aleksandra Kollontai o las españolas Clara Campoamor y Victoria Kent), que se remontaba a Emmeline Pankhurst y su Women's Social and Political Union (WSPU, 1903), cuyas principales reivindicaciones eran el derecho al voto (concedido en algunos países tras 1918, aunque con restricciones) y el acceso libre de las mujeres a la educación y al mercado laboral. En el plano económico, la guerra produjo una destrucción de recursos e infraestructuras sin precedentes y obligó a revisar las tesis clásicas del liberalismo económico, toda vez que durante la contienda el estado incrementó su control sobre la economía y la sociedad; se produjo el desplazamiento definitivo del centro de poder internacional desde una Europa endeudada hasta los EEUU, convertida en la primera potencia militar y financiera del mundo, con el dólar convertida en la principal moneda de referencia internacional y con la Bolsa de Nueva York como centro financiero principal de todo el mundo. Con el final de la contienda, los países implicados tuvieron que desarticular la economía de guerra y reajustar los objetivos de producción a las nuevas necesidades para los tiempos de paz, algo complicado por el fuerte endeudamiento de Europa con EEUU, el pago de las reparaciones de guerra que tenían que afrontar algunos estados y el contexto de inestabilidad financiera (hiperinflación) y política. Las consecuencias psicológicas y culturales se manifestaron en la brutalización de la conciencia moral y la extensión de la violencia del frente a la vida civil y política en medio de un clima general de angustia y pesimismo que, en el terreno cultural condujo a nuevas formas de expresión del absurdo y el horror vivido con las vanguardias (dadaísmo, surrealismo, expresionismo); surgieron posturas pacifistas y antimilitaristas pero también se fomentó el resentimiento y el deseo de revancha entre los vencidos y entre aquellas potencias vencedoras que esperaban obtener mejores recompensas (Italia y su “victoria mutilada”). El periodo destaca, también, por el desarrollo de 5 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 modernos medios de comunicación (prensa, radio, cine), que permitió el crecimiento de la industria y cultura del ocio y del entretenimiento, orientada al consumo popular y de masas En el plano geopolítico e institucional, la principal secuela fue el reajuste de las fronteras europeas ocasionado por la desintegración de los imperios alemán, austro-húngaro, ruso y otomano y la formación de nuevos estados. Como ya sabemos, la Europa de 1914 estaba dominada por vastos Imperios territoriales: el imperio francés, el imperio británico, el Imperio alemán del II Reich, el Imperio ruso zarista, el Imperio turco-otomano y el Imperio austro-húngaro (los tres últimos plurinacionales), todos ellos gobernados, a excepción de la III República francesa surgida de la derrota contra Prusia en la Guerra franco-prusiana, por monarquías. Cuatro años después, acabada la Gran Guerra (1918), sólo se mantenían en pie el imperio francés y el británico; los demás habían desaparecido, se habían fragmentado. De esta fragmentación surgieron nuevos estados y se produjeron importantes reajustes fronterizos: (1) el Imperio austro-húngaro quedó dividido en Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia, y se vio obligado a ceder Istria y Trento a Italia; (2) la Rusia bolchevique de Lenin perdió momentáneamente Finlandia, Estonia, Lituania y Letonia tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk (1918); (3) Turquía perdió sus posesiones en los Balcanes, que pasaron a Grecia y Rumanía, y sus territorios en Mesopotamia, Palestina y Siria pasaron a Gran Bretaña y Francia tras la firma del Tratado de Lausana (1923); (4) Polonia resurgió como estado independiente unificando territorios que habían pertenecido a Prusia y al Imperio zarista; y, finalmente, (5) se realizaron un conjunto de reajustes fronterizos, entre los que destaca la cesión alemana de Alsacia y Lorena a Francia, territorios que se habían disputado desde la Guerra franco-prusiana (1870-71). En muchos de estos nuevos estados se consolidaron regímenes republicanos democráticos y se generalizó el sufragio universal masculino (Países Bajos en 1917, Reino Unido en 1918, Bélgica e Italia en 1919), es decir, tras la I Guerra Mundial, la democracia se consolida en la Europa occidental y nórdica y se extiende (por vez primera) por los nuevos países de la Europa central y de este. Parecía que había llegado la hora de la democracia republicana y la paz para Europa pero, como veremos en otros Temas, estas democracias tuvieron grandes dificultades tanto para hacer frente a los nuevos retos impuestos por la modernización económica y la participación de las masas en la política (debida a la ampliación del sufragio), como para resolver los problemas políticos, económicos y sociales que 6 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 aparecerán en la Europa de Entreguerras. No obstante, uno de los principales responsables de esta crisis de la democracia la tuvieron los sectores liberales más conservadores, que renegaron de la democracia y el parlamentarismo y vieron con buenos ojos una salida autoritaria, dictatorial y fascista en su intento por contener a cualquier precio una supuesta victoria del socialismo y del comunismo en Europa. El nuevo orden internacional surgido tras la I Guerra Mundial estuvo dominado por la creación en Ginebra (Suiza) de la Sociedad de Naciones, primera organización supranacional destinada a velar por el mantenimiento de la paz mundial y la integridad territorial mediante la promoción de la seguridad colectiva, el desarme multilateral y la cooperación entre países. Fue poco operativa porque los EEUU, su principal impulsor durante la presidencia de Woodrow Wilson (1913-21), retornaron al aislacionismo de los años veinte negándose a participar en ella, que tampoco contó con la participación de Alemania (hasta 1926) y de la Unión Soviética (hasta 1934). Este reajuste del mapa europeo fue obra de cinco tratados internacionales de paz, cada uno de los cinco países vencidos (Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía), resultado de la línea política adoptada en la Conferencia de Paz de París (enero de 1919), liderada por los representantes de las cuatro grandes potencias vencedoras: el primer ministro británico David Lloyd George, el primer ministro italiano Vittorio Emanuele Orlando, el Jefe del Gobierno francés Georges Clemenceau y el presidente estadounidense Woodrow Wilson. 7 HISTORIA (4º ESO) TEMA 1 El acuerdo más importante fue el Tratado de Versalles con Alemania (28 junio 1919), momento de la humillación alemana y del revanchismo francés, manifestado en cuatro ámbitos. En primer término, Alemania se vio obligada a ceder 76.000 km 2 de su territorio (13% del total) y 6,5 millones de habitantes (10% de su población), destacando la devolución a Francia de Alsacia y Lorena y la cesión de la Posnania a Polonia, rompiéndose la continuidad territorial con Prusia por el corredor polaco de Dánzig. En segundo lugar, según el Art. 231 del Tratado, Alemania reconocía “que es responsable, por haberlos causado, de todos los daños sufridos (…) como consecuencia de la guerra que les fue impuesta por su agresión”, motivo por el cual fue obligada a asumir el pago de cuantiosas reparaciones económicas (25.000 millones de francos-oro). En tercer lugar, se desmilitarizó Renania y se efectuó el desarme de Alemania, cuyo ejército quedó limitado a 100.000 hombres, privados de Estado Mayor, armas pesadas o flota. Por último, fue obligada a entregar todos sus colonias, apropiadas por Francia y Gran Bretaña como mandatos en nombre de la Sociedad de Naciones. Los Tratados de Saint-Germain-en-Laye (19 septiembre 1919) y Trianon (2 junio 1920), regularon la desintegración del Imperio austro-húngaro, fragmentado entre Austria, a la que se prohibió su incorporación a Alemania, y Hungría, privada de salida al mar. La desaparición del Imperio otomano fue obra del Tratado de Sèvres (10 agosto 1920), entregando a Reino Unido como mandatos Irak, Palestina y Transjordania, a Francia los mandatos de Siria y Líbano y convirtiéndose Arabia en un reino autónomo. Por último, el Tratado de Neuilly (27 noviembre 1919) obligó a Bulgaria a ceder Macedonia a Yugoslavia, Dobrudja a Rumanía y Tracia Occidental a Grecia, perdiendo su salida al Mediterráneo. Los Tratados de Paz supusieron un rotundo fracaso principalmente por dos razones: (1) porque no generó una estructura internacional y económica común y (2) porque el principio de la culpabilidad alemana y los recelos nacionalistas dificultó la reconstrucción económica de Alemania imposibilitando, por ende, la estabilidad europea. Además, los nuevos trazados fronterizos produjeron una auténtica “balcanización de Centroeuropa” sin que, además, las nuevas construcciones nacionales se hicieran en función de los derechos de las diferentes nacionalidades. De hechos, los dos grandes ámbitos de las políticas revisionistas de Entreguerras fueron la cuestión de las fronteras y la de las indemnizaciones. Fue el economista británico John Maynard Keynes quien advirtió en su obra Las consecuencias económicas de la paz (1919) de los efectos nocivos que tendría para Europa la debilitación de la economía alemana. Por eso, en la posguerra de 1945 no sólo no se castigó a Alemania tal y como se había hecho en 1918, sino que se favoreció su recuperación económica a través del Plan Marshall estadounidense, aprendiendo la lección: la recuperación alemana favorecía la paz europea. La remodelación política de Europa efectuada en los tratados de paz fue la más importante de toda la historia contemporánea. El carácter auroral del nuevo periodo histórico iniciado en 1918 se puede observar en la apertura de nuevas perspectivas del mundo colonial, con la toma de conciencia nacional de las diferentes colonias, el nacimiento del sistema de mandatos, el reparto de las colonias alemanes entre las potencias vencedoras y la reorganización política de Oriente Próximo, fundamentada en el Acuerdo Sykes-Picot (1916) entre Gran Bretaña, Francia e Italia y la Declaración Balfour (1917), por la cual el ministro de Asuntos Exteriores inglés, Arthur Balfour, respaldó oficialmente la reivindicación sionista de la creación de un “hogar nacional judío” en Palestina, germen de la futura creación del estado de Israel (1948). 8