Resumen "La Intervención Social como Objeto de Estudio" PDF

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intervención social estudios de la gubernamentalidad neoliberalismo servicios sociales

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Este documento analiza la intervención social como objeto de estudio, con especial atención a las tendencias actuales en los discursos y prácticas académicos. Se explora la perspectiva de los estudios de la gubernamentalidad para comprender cómo la intervención social se gestiona y da forma a las poblaciones, y también aborda las influencias del neoliberalismo en el campo de los servicios sociales.

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Resumen “La intervención social como objeto de estudio” Investigar los discursos académicos sobre la intervención social La intervención social no es solo una práctica profesional, sino que también implica una serie de principios éticos y mecanismos de control social que a menudo pasan desapercibi...

Resumen “La intervención social como objeto de estudio” Investigar los discursos académicos sobre la intervención social La intervención social no es solo una práctica profesional, sino que también implica una serie de principios éticos y mecanismos de control social que a menudo pasan desapercibidos o no se cuestionan. Su propósito es promover el cambio en las relaciones sociales, mejorar la calidad de vida, mitigar el sufrimiento y atender condiciones de vulnerabilidad. Sin embargo, esta intervención no opera de manera aislada, sino que está inmersa en un entramado de condiciones políticas, históricas, económicas y éticas que influyen en su ejecución. Este artículo se enfoca en explorar las tendencias actuales en los discursos y prácticas académicas sobre la intervención social. Se busca entender cómo se abordan estos temas en el ámbito académico y cuál es el horizonte de los estudios en este campo. Para ello, se adopta la perspectiva de los estudios de la gubernamentalidad, que concibe la intervención social como un dispositivo compuesto por una variedad de elementos, tales como discursos, instituciones, leyes y medidas administrativas, que sirven para orientar, controlar y regular comportamientos y relaciones. Se realiza una revisión de literatura académica publicada entre 2007 y 2016, enfocándose en artículos que tratan la intervención social como objeto de reflexión. Se busca identificar categorías emergentes y temas relevantes en este campo. La revisión revela dos grandes grupos de hallazgos: uno sobre las discusiones conceptuales acerca de la intervención social y otro sobre las perspectivas académicas relacionadas con la investigación y evaluación de la intervención. En resumen, estudiar la intervención social desde la perspectiva de los estudios de la gubernamentalidad permite comprender mejor cómo se gestiona la vida de las poblaciones y las formas de subjetivación derivadas de este marco. La revisión de la literatura destaca cómo la intervención social se inscribe dentro de un conjunto complejo de prácticas y discursos que modelan su desarrollo y aplicación. Discusiones conceptuales sobre la intervención social El campo de la intervención social se encuentra en constante reflexión académica, que busca situar las prácticas de intervención en el contexto de nuestra época. Estas reflexiones tienen como objetivo comprender y discutir los principios subyacentes en las propuestas de intervención social desde diversas perspectivas. En este análisis, se destacan dos enfoques principales: uno que examina el contexto contemporáneo y su impacto en la intervención social, especialmente en relación con el neoliberalismo y los cambios en los servicios sociales, y otro que analiza las perspectivas y conceptos utilizados en la intervención social. Neoliberalismo y Servicios Sociales El neoliberalismo ha transformado significativamente el campo de los servicios sociales. Entre sus efectos se encuentran el aumento de la desigualdad, la degradación del medio ambiente, la precarización laboral, la disminución del capital social y la depreciación de los programas sociales. Estas transformaciones están asociadas a la reducción del papel del Estado en la regulación social y al fortalecimiento de la lógica del mercado. En este contexto, una de las principales transformaciones es el cambio en el estatus de los destinatarios de los servicios sociales, quienes pasan de ser considerados ciudadanos a clientes. Este cambio refleja una lógica de mercado que trata a todos los individuos como consumidores. Desde mediados del siglo XX, las políticas neoliberales han promovido el libre mercado como el mejor medio para el desarrollo de las sociedades, en contraste con la protección de los derechos individuales del liberalismo clásico y el énfasis en garantizar derechos del liberalismo social. Una característica clave del neoliberalismo es la apertura de nuevos campos de mercado, incluidos los servicios sociales, que anteriormente estaban gestionados por el Estado. Esta apertura ha llevado a una creciente privatización y tercerización de los servicios sociales en América Latina, donde el mercado de intervenciones sociales se ha consolidado. El libre mercado intensifica la competencia y promueve el individualismo, afectando las relaciones sociales y los sistemas de gobierno. Este enfoque ha reducido la atención a problemas estructurales como la desigualdad y la vulneración de derechos, enfocándose en la detección y tratamiento de puntos de inestabilidad que podrían afectar el funcionamiento competitivo de la población. Esto ha llevado a que los problemas sociales se traten principalmente desde una perspectiva de seguridad y orden público, influenciada por la lógica policial. Así, la intervención social ha actuado como un mecanismo de control y regulación, respaldado por disciplinas sociales y humanas que participan en la configuración de dispositivos de intervención y gubernamentalidad. Configuración de Conceptos en Intervención Social En el ámbito académico, el concepto de intervención social es objeto de intenso debate y discusión. La falta de consenso sobre su definición y el uso indiscriminado del término han llevado a algunos investigadores a considerar la intervención social como una "metáfora fósil", solidificada en el lenguaje académico y cotidiano. Un ejemplo de esto es el uso del término "atención psicosocial", que a menudo se refiere a las prácticas de los profesionales de la salud mental y ciencias sociales sin una base conceptual uniforme. La revisión de la literatura muestra que los conceptos en intervención social están vacíos y su apropiación por parte de los profesionales no siempre se corresponde con su implementación práctica. Los estudios indican que los profesionales utilizan sus repertorios de actuación de manera heurística, lo que no siempre se alinea con los conceptos prescritos para la intervención. Esta situación ha llevado a investigar las narrativas y actuaciones de los profesionales, así como los procesos de toma de decisiones en las relaciones de intervención. En conclusión, la intervención social se encuentra inmersa en un contexto complejo influenciado por políticas neoliberales y una conceptualización en evolución. La revisión de la literatura académica revela tensiones y paradojas en la práctica y el discurso de la intervención social, subrayando la necesidad de reflexionar sobre el papel y la eficacia de los conceptos y prácticas actuales en este campo. En el ámbito de la intervención social, existe una amplia gama de enfoques y perspectivas que reflejan la diversidad de interpretaciones sobre cómo se deben abordar los problemas sociales. Algunas investigaciones han puesto énfasis en el análisis de las narrativas y acciones de los profesionales en los servicios sociales, así como en la construcción de saberes de acción y en los procesos de toma de decisiones durante las intervenciones. Estos estudios revelan que la conceptualización de la intervención social a menudo está marcada por una falta de consenso y una aplicación diversa de conceptos, lo cual puede dificultar la claridad y eficacia en la práctica. Para enfrentar esta disparidad, algunos trabajos proponen clasificar las formas de intervención social en función de diferentes criterios paradigmáticos. Se identifican cuatro principales enfoques: 1. Intervención Social como Acción Práctica: Este enfoque se centra en la ejecución de planes y proyectos específicos. La intervención se entiende como una acción concreta dirigida a resolver problemas definidos, utilizando conocimientos y técnicas especializadas. 2. Intervención Social como Interpretación de la Complejidad Social: Aquí, la intervención se ve como una forma de interpretar y comprender los contextos sociales, narraciones y testimonios. Este enfoque busca entender los sentidos y significados de las situaciones desde una perspectiva contextualizada. 3. Intervención Social como Distinción de Sistemas Funcionales: Este enfoque se basa en teorías sistémicas que promueven la reflexión y autorregulación en sistemas sociales y psíquicos. La intervención se orienta a mejorar el funcionamiento de estos sistemas. 4. Intervención Social como Dispositivo Discursivo: En este caso, la intervención se considera un espacio de ejercicio de poder, donde los mecanismos están orientados a mantener el orden y la cohesión social. De estas clasificaciones, el enfoque que más interesa es el que considera la intervención social como un dispositivo. Este enfoque entiende la intervención como un conjunto de saberes que se agrupan en función de sus proximidades y diferencias, y que se manifiestan en los procesos discursivos. La intervención social se aborda como un campo de conocimiento que se forma a partir de las prácticas cotidianas, en el cual emergen enunciados, categorías y teorías. En esta línea, se proponen tres posiciones desde las cuales se pueden entender las acciones de intervención: 1. Intervenciones Dirigidas: Estas intervenciones se concentran en problemas definidos desde una perspectiva externa. Los objetivos son normalizar lo que se considera problemático, usando técnicas y conocimientos especializados. Las críticas a este enfoque señalan que puede ser invasivo y que tiende a imponer soluciones desde una perspectiva externa, sin considerar suficientemente las realidades y procesos de los sujetos involucrados. 2. Perspectivas Participativas: Este enfoque se opone a la visión invasiva de la intervención. En lugar de imponer soluciones, busca involucrar a los destinatarios de la intervención como actores activos en la transformación social. Aquí, se valora el conocimiento y la capacidad de los grupos humanos para construir soluciones, y se enfatiza la adaptación de los expertos al espacio relacional de los ciudadanos. 3. Perspectiva Situada: Esta propuesta crítica cuestiona el conocimiento experto predefinido y considera los problemas sociales como asuntos políticos configurados por relaciones sociales específicas. Promueve la autonomía creativa y el conocimiento emergente a partir de prácticas sociales, en lugar de seguir protocolos fijos. Se busca una acción más flexible y adaptativa, similar a la "artesanía de la transformación social" en lugar de una "ingeniería del cambio". Desde la perspectiva situada, se reconoce que las acciones de intervención están guiadas por intereses conscientes e inconscientes de los actores involucrados. Estos intereses influyen en las acciones y tienen el potencial de generar efectos transformadores en la realidad social. La intervención se ve entonces como un proceso relacional en el que todas las partes pueden ser transformadas, en lugar de un modelo de causación fija. Perspectivas académicas sobre investigación y evaluación de la intervención En el campo de la intervención social, se presentan dos enfoques principales en la investigación y evaluación: la práctica basada en evidencia (EBP) y las perspectivas críticas a esta práctica. La EBP se enfoca en la evaluación rigurosa de los resultados de las intervenciones para asegurar su eficacia y efectividad. Este enfoque se basa en la necesidad de contar con información confiable para formular y aplicar programas de intervención. Utiliza métodos científicos como ensayos aleatorios controlados (RCT) y meta-análisis para obtener evidencia sobre la efectividad de las intervenciones, con el objetivo de asegurar que las prácticas aplicadas sean las más efectivas posibles. La EBP se caracteriza por su énfasis en la eficacia y la efectividad: la eficacia se mide en condiciones controladas diseñadas por investigadores para evaluar el impacto de las intervenciones, mientras que la efectividad se examina en escenarios sociales reales con menos control sobre las variables. La mayoría de los estudios en esta corriente son cuasi-experimentales y se centran en la obtención de resultados generalizables a través de técnicas como los RCT y meta-análisis, que son valorados por su capacidad para ofrecer evidencia confiable y replicable. Sin embargo, la EBP ha recibido críticas por su enfoque funcionalista y positivista, que puede llevar a una visión rígida y estandarizada de la intervención social. Estas críticas destacan que la EBP a menudo ignora las características únicas de los contextos sociales y puede ser demasiado dependiente de métodos cuantitativos, lo que puede limitar la comprensión de la intervención en contextos diversos. Las críticas también señalan que la evidencia obtenida puede volverse obsoleta antes de ser aplicada, y que los estudios pueden no considerar las dificultades prácticas en la implementación y supervisión. En respuesta, han surgido perspectivas críticas que abogan por métodos interpretativos y cualitativos. Estas perspectivas enfatizan la importancia de comprender las relaciones y dinámicas en el contexto de las intervenciones, y valoran las experiencias y perspectivas de los actores involucrados en los procesos de intervención. Prefieren enfoques inductivos y participativos, como la etnografía, la observación participante y las entrevistas cualitativas, que permiten una comprensión más rica y contextualizada de las intervenciones. Las perspectivas críticas, a menudo alineadas con la investigación basada en la práctica (PBR), proponen una visión de la intervención social más cercana al arte que a la ciencia, sugiriendo que el conocimiento práctico y contextualizado es fundamental para la efectividad de las intervenciones. Estas corrientes abogan por una práctica informada por la evidencia, pero no exclusivamente basada en ella, destacando la importancia de adaptarse a las realidades específicas y a las necesidades de los participantes. Conclusiones En la revisión de la intervención social desde la perspectiva de los estudios de la gubernamentalidad, se destacan varias conclusiones clave sobre la naturaleza y evolución de estas prácticas. Inspirados por Michel Foucault, quien analiza la razón de Estado y la intervención estatal en diversos ámbitos (población, necesidades básicas, salud, trabajo y control de circulación), se observa que la intervención social ha evolucionado hacia un enfoque que busca gestionar la vida y las condiciones de vida de la población. Foucault argumenta que estas intervenciones tienen como objetivo la producción de una vida cualificada que fortalezca al Estado, contribuyendo al desarrollo del Estado de bienestar. En la práctica contemporánea, la intervención social se ha alineado con la lógica del mercado, convirtiendo a los destinatarios en clientes o consumidores. Este cambio refleja una combinación entre la racionalidad científica moderna y el discurso del mercado, lo que influye en la manera en que se diseñan y evalúan las intervenciones sociales. La eficacia y la efectividad, pilares de este paradigma, se han vuelto centrales, promoviendo una visión del campo académico como un espacio donde se observa la intersección entre la lógica del mercado y la ciencia moderna, con sus implicaciones para las relaciones entre individuos e instituciones, así como para los procesos de subjetivación. Desde una perspectiva crítica, se entiende que los dispositivos de intervención social no solo regulan la vida de las personas, sino que también moldean su subjetividad. Giorgio Agamben distingue entre los seres vivos y los dispositivos, con los sujetos emergiendo como una tercera categoría que resulta de la interacción entre ambos. Así, los dispositivos de intervención social son vistos como máquinas que producen subjetivaciones y, por lo tanto, como mecanismos de gobierno. Este enfoque resalta la importancia de estudiar estos dispositivos para comprender las formas contemporáneas de subjetivación y cómo las intervenciones sociales pueden actuar tanto en términos de dominación como de autonomía. Las prácticas de intervención social operan en un espectro que va desde la dominación hasta la autonomía. En el polo de la dominación, la intervención busca gestionar las diferencias y administrar las desigualdades, a menudo en beneficio de algunos sectores y en detrimento de otros. Las intervenciones en este contexto se inscriben en relaciones de poder que buscan modelar los aspectos más íntimos de los sujetos, como sus valores y expectativas. En contraste, las intervenciones orientadas hacia la autonomía buscan desafiar estas prácticas de dominación y promover alternativas que favorezcan la autonomía de los sujetos y comunidades. En el análisis de las intervenciones, se observa una dicotomía entre la intrusión de un saber experto, que busca controlar variables y garantizar resultados objetivos, y la emergencia de alternativas situadas que priorizan el conocimiento práctico de los destinatarios de las intervenciones. La colaboración entre la lógica del mercado y el discurso científico puede llevar a un enfoque excesivamente objetivista en la construcción del conocimiento sobre la intervención social. Por lo tanto, es crucial cuestionar el estatus de la evidencia como la única o más pertinente para la toma de decisiones y considerar otras formas de conocimiento que emergen en la práctica cotidiana de la intervención. La intervención social se configura como un dispositivo que se inscribe en discursos diversos y se implementa a través de instituciones reguladas por leyes y decisiones administrativas. Analizar estas dimensiones permite comprender mejor la lógica de las intervenciones y sus posibilidades para transformar la realidad. Sin embargo, es esencial ir más allá de las dimensiones evidenciadas y explorar las dimensiones no calculadas que influyen en las acciones y relaciones involucradas en la intervención. Finalmente, se sugiere avanzar en la reflexión sobre la intervención social, no solo como un conjunto de prácticas prescriptivas, sino también como una forma de actuar que construye relaciones sociales y subjetividades. Este enfoque debería considerar las relaciones que se tejen bajo las constricciones de los dispositivos y cómo surgen alternativas de subjetivación que desafían la lógica gubernamental. Este análisis también debe abordar la contingencia y la indeterminación que caracteriza a las prácticas de intervención, reconociendo que cualquier intento de explicación causal será necesariamente incompleto y que las intervenciones tienen un potencial político al aspirar a transformar la realidad social.

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