Inteligencias Personales - Estructuras de la Mente - PDF

Summary

Este documento explora las inteligencias personales desde una perspectiva psicológica, destacando la importancia del conocimiento intrapersonal e interpersonal. Analiza las diferentes formas en que estas inteligencias se manifiestan y desarrollan. Se discute cómo estas inteligencias varían y cómo están influenciadas por la cultura.

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Howard Gardner Estructuras de la Mente X. LAS INTELIGENCIAS PERSONALES INTRODUCCIÓN: EL SENTIDO DEL YO EN 1909, G. Stanley Hall, psicólogo y presidente...

Howard Gardner Estructuras de la Mente X. LAS INTELIGENCIAS PERSONALES INTRODUCCIÓN: EL SENTIDO DEL YO EN 1909, G. Stanley Hall, psicólogo y presidente de la Universidad de Clark, invitó a Sigmund Freud y a unos cuantos de sus colegas a los Estados Unidos a dictar algunas conferencias preliminares sobre la teoría recién formulada del psicoanálisis. Fue la primera (y, posteriormente se vería, la única) vez que Freud viajó a Estados Unidos, aunque era marcado el interés en su nueva teoría y método de tratamiento. Freud presentó un conjunto magistral de conferencias sobre los Orígenes y desarrollo del psicoanálisis,1 serie que presentó su entonces controvertida teoría de la personalidad humana y ayudó a impulsar la causa del psicoanálisis en los Estados Unidos, aunque dejó por completo sin tocar la corriente principal del establecimiento psicológico, que estaba a punto de dar un giro conductista radical. Con una excepción. De Cambridge, Massachusetts, William James, decano de los psicólogos y filósofos norteamericanos, ya anciano y enfermo, hizo el viaje de todo un día hasta Worcester para escuchar a Freud y conocer al joven erudito de Austria. Después de la conferencia, James se dirigió a Freud y dijo simplemente: "El futuro de la psicología pertenece a la obra de usted." 2 El historiador de la ciencia social, H. Stuart Hughes, ha comentado: "No existe ningún momento más dramático en la historia intelectual de nuestros tiempos." Freud y James representaban distintos movimientos históricos, diferentes tradiciones filosóficas, diversos programas para la psicología. Freud, el í pesimista intelectual europeo, prefirió concentrarse en el desarrollo de la psique individual, sus batallas dentro de la familia inmediata del individuo, la lucha por la independencia, las múltiples ansiedades y defensas que se dan en la condición humana. Para Freud, la clave de la salud era el conocimiento de sí mismo y la disposición para enfrentar los dolores y paradojas inevitables de la existencia humana. James sentía considerable simpatía por este análisis, puesto que su propia vida presentó muchos de los esfuerzos y tensiones que gráficamente había descrito Freud. Sin embargo, James también percibió una diferencia en el hincapié en sus respectivos puntos de vista del mundo. Mientras encomiaba a Freud, también señaló a un confidente: "Espero que Freud y sus alumnos fuercen sus ideas hasta el límite, de manera que podamos aprender qué son... Revela una peculiaridad del todo insospechada en la constitución de la naturaleza humana" 3 De hecho, James había escogido abrazar una forma de psicología con orientación más positiva, menos circunscrita por los imperativos biológicos de la conducta, más abierta a las posibilidades de cambio y crecimiento. Más que su colega austriaco, el pensador norteamericano recalcaba la importancia de las relaciones con otros individuos, como un medio de lograr fines, de obtener progreso, y de conocerse a sí mismo. En una famosa frase, había comentado: "Un hombre tiene tantos yoes sociales como existen individuos que lo reconocen y llevan en sus mentes una imagen de él." 4 Quizá lo más importante consistía en que James era una influencia poderosa en la generación siguiente de científicos sociales, incluyendo a James Mark Baldwin y George Herbert Mead, quienes llegaron a concentrarse en los orígenes sociales del conocimiento y la naturaleza interpersonal del sentido del yo de un individuo.5 Pero lo que unió a Freud y James, y lo que los separó de la corriente principal de la psicología 1 S. Freud, Origins and Development of Psychoanalysis (Nueva York: Regnery-Gateway, 1960). 2 El diálogo entre James y Freud está citado en H. Stuart Hughes, Consciousnessand Society (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1963), p. 113. 3 La afirmación de James a un confidente, "Espero que Freud...", proviene de H. A. Murray, Endeavors in Psychology: Selections from the Personology of Henry A. Murray (Nueva York: Harper & Row, 1981), p. 340. 4 La famosa frase de James, "Un hombre tiene tantos yoes sociales...", se puede encontrar en su Psychology, edición abreviada (Nueva York: Fawcett, 1963), p. 169. 5 Se encuentra un estudio de los orígenes sociales del conocimiento en J. M. Baldwin, Mental Development in the Child and the Race (Nueva York: Macmillan,1897). Véase también G. H. Mead, Mind, Self, and Society (Chicago: University of Chicago Press, 1934). 188 Howard Gardner Estructuras de la Mente tanto en Europa como en los Estados Unidos, fue creer en la importancia, la centralidad del yo individual; una convicción de que la psicología debe desarrollarse alrededor del concepto de la persona, su personalidad, su crecimiento, su destino. Más aún, ambos eruditos consideraban importante la capacidad de autocrecimiento, de la que dependía la posibilidad de hacer frente al ambiente personal. Mientras que ninguno de ellos hubiera empleado la frase, me parece razonable decir que ambos psicólogos formidables simpatizaban con la idea de las "inteligencias personales". Sin embargo, al propio tiempo sus orientaciones hacía esas inteligencias hubieran diferido. Freud estaba interesado en el yo que' se encuentra en el individuo, y como clínico, se preocupaba por el conocimiento de un individuo de sí mismo; dada esta inclinación, se justificaba el interés de una persona en otros individuos primordialmente como un modo más adecuado de lograr mejor entendimiento de los problemas, deseos y ansiedades propios y, en última instancia, en lograr las metas personales. Por comparación, el interés de James, e incluso más, los intereses de los psicólogos sociales norteamericanos que lo sucedieron, caían mucho más en la relación del individuo con la comunidad exterior. El conocimiento del yo del individuo no sólo provenía mayormente de una apreciación siempre creciente de la forma en que los demás percibían al individuo, sino que el propósito del conocimiento de sí mismo era menos para promover la agenda personal propia y más para asegurar el funcionamiento suave de una comunidad más amplia. En este capítulo examinaré el desarrollo de estas dos especies* de lf naturaleza humana. Por una parte, se encuentra el desarrollo de los aspectos internos de una persona. La capacidad medular que opera aquí es el acceso a la propia vida sentimental, la gama propia de afectos o emociones: la capacidad para efectuar al instante discriminaciones entre estos sentimientos y, con el tiempo, darles un nombre, desenredarlos en códigos simbólicos, de utilizarlos como un modo de comprender y guiar la conducta propia. En esta forma por demás primitiva, la inteligencia interpersonal es apenas poco más que la capacidad de distinguir un sentimiento de placer de uno de dolor y, con base en ese tipo de discriminación, de involucrarse más en una situación o de retirarse de ella. En su nivel más avanzado, el conocimiento intrapersonal permite a uno descubrir y simbolizar conjuntos complejos y altamente diferenciados de sentimientos. Uno encuentra esta forma de inteligencia desarrollada en el novelista (como Proust) que puede escribir en forma introspectiva acerca de sus sentimientos, en el paciente (o el terapeuta) que adquiere un conocimiento profundo de su propia vida sentimental, en el anciano sabio que aprovecha su propia riqueza de experiencias internas para aconsejar a los miembros de su comunidad. La otra inteligencia personal se vuelve al exterior, hacia otros individuos. Aquí, la capacidad medular es la habilidad para notar y establecer distinciones entre otros individuos y, en particular, entre sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. Examinada en su forma más elemental, la inteligencia interpersonal comprende la capacidad del infante para discriminar entre los individuos a su alrededor y para descubrir sus distintos estados de ánimo. En forma avanzada, el conocimiento interpersonal permite al adulto hábil leer las intenciones y deseos —incluso aunque se han escondido— de muchos otros individuos y, potencialmente, de actuar con base en este conocimiento, por ejemplo: influyendo en un grupo de individuos dispares para que se comporten según un lineamiento deseado. En dirigentes políticos y religiosos (como Mahatma Gandhi o Lyndon Johnson), en padres y profesores hábiles, y en individuos enrolados en las profesiones de asistencia, sean terapeutas, consejeros o chamanes, vemos formas altamente desarrolladas de la inteligencia interpersonal. Más que en otros ámbitos, uno encuentra una considerable variedad de formas de inteligencia interpersonal e intrapersonal. En efecto, justo porque cada cultura tiene sus propios sistemas simbólicos, sus propios medios para interpretar las experiencias, las "materias primas" de las inteligencias personales rápidamente son dirigidas por sistemas de significado que pueden ser bastante distintos entre sí. De acuerdo con esto, mientras que a través de las diversas culturas se identifican y comparan con facilidad las formas de inteligencia espacial o cinestesicocorporal, las variedades de la inteligencia personal son mucho más distintivas, menos comparables, quizá también inconocibles para alguien de una sociedad ajena. Incluso aunque la simbolización y aculturación de las inteligencias personales toman muchas formas, también existen muchas variedades de fallas y patologías. En efecto, la falla de las 189 Howard Gardner Estructuras de la Mente inteligencias personales por fuerza toma formas diferentes, dependiendo de la "mezcla normal" dentro de cada cultura: lo que podría ser patológico en un ambiente podría considerarse normal en otro. Por otra parte, más que simplemente declinar en agudeza, a menudo una inteligencia toma formas aberrantes y patológicas, conforme se hacen y se actúa sobre distinciones inapropiadas. En un sentido, esto es análogo a lo que sucede en el dominio del lenguaje cuando los individuos sufren de distintas afasias; sin embargo, para que la analogía sea del todo válida, las formas de la afasia tendrían que diferir notablemente en todas las culturas. En vista de tales distinciones entre la inteligencia personal y otras formas de inteligencia, se puede plantear apropiadamente una pregunta: ¿Existen formas intrapersonales o interpersonales de conocimiento comparables con las facultades de inteligencia musical, lingüística o espacial que se han estudiado en capítulos anteriores, o se ha cometido algún error de clasificación? Al responder a esta pregunta, es importante no glosar sobre diferencias entre la inteligencia personal y otros tipos de ella. Ya hemos indicado algunas. El "curso natural" de las inteligencias personales está mucho más atenuado que en otras formas, ya que los sistemas simbólicos o interpretativos particulares de cada cultura pronto llegan a imponer un matiz decisivo en estas últimas formas de procesamiento de información. También, como ya he notado, los patrones de desarrollo y de falla en las inteligencias personales son mucho más variados que en otras inteligencias, y existe una gama especialmente amplia de estados finales. También ha sugerido otra diferencia. En tanto que cada una de las demás inteligencias se han estudiado cómodamente en forma independiente de las demás, aquí he relacionado dos formas de inteligencia. Cierto es que cada forma tiene su propio atractivo, en que la inteligencia intrapersonal está involucrada principalmente en el examen y conocimiento de un individuo de sus propios sentimientos, en tanto que la inteligencia interpersonal mira hacia afuera, hacia la conducta, sentimientos y motivaciones de los demás. Más aún, como veremos, cada forma tiene su representación neurológica característica, y su patrón de falla. Entonces, la razón para tratar estas dos inteligencias juntas es sobre todo de exposición. En el curso del desarrollo estas dos formas de conocimiento están entremezcladas íntimamente en cualquier cultura, en la que el conocimiento de la propia persona de uno siempre depende de la habilidad para aplicar las lecciones aprendidas de la observación de otras personas, en tanto que el conocimiento de los demás aprovecha las discriminaciones internas que rutinariamente hace el individuo. De hecho, nuestras dos formas de inteligencia personal podrían ser descritas por separado; pero hacerlo significaría duplicación innecesaria al igual que una separación artificial. En circunstancias ordinarias, no se puede desarrollar ninguna de las dos formas de inteligencia sin la otra. Deben mencionarse otras diferencias que rodean a las inteligencias personales. Por una parte, las sanciones que corresponden a las patologías en esas áreas tienden a ser mucho más fuertes que las que corresponden a las perturbaciones de las demás inteligencias. Por otra parte, el premio por actuar sobre la inteligencia personal particular propia es todavía mucho mayor. Mientras que la decisión de emplear (OJIO emplear) la inteligencia musical o espacial propia no cuesta mucho, las presiones para emplear las inteligencias personales son agudas: es raro el individuo que no trata de desplegar su entendimiento del ámbito personal para mejorar su propio bienestar o su relación con la comunidad. Desde luego, no existe garantía de que esta forma de inteligencia personal sea adecuada para esta tarea, o de que el individuo podrá lograr lo que desea. Las formas de las inteligencias personales, igual que las formas de otras inteligencias, pueden producir resultados contraproducentes o pueden fracasar en sus propósitos, aparte de que el "saber qué" en realidad no se traduce ni pronto ni confiablemente en "saber cómo". Dadas tales diferencias, ¿por qué incorporé las inteligencias personales en mi estudio? Sobre todo porque pienso que estas formas de conocimiento son de considerable importancia en muchas sociedades del mundo, si no es que en todas: formas que, sin embargo, han tendido a ser pasadas por alto o minimizadas por casi todos los estudiosos de la cognición.* Para mi estudio no es pertinente explorar las razones de esta omisión. Pero cualesquiera que sean las razones, esta * Pero no por todos. El temible estudioso de la inteligencia David Wechsler escribió hace muchos años acerca de la inteligencia social. 190 Howard Gardner Estructuras de la Mente omisión ha dado lugar a un punto de vista del intelecto que es demasiado parcial y que dificulta comprender las metas de muchas culturas y las maneras en que estas metas se logran. Más aún, de acuerdo con nuestra lista original de criterios, las inteligencias personales aprueban el examen. Como ya he indicado, existe una médula identificable en cada una, un patrón característico de desarrollo, una cantidad de estados finales identificables, al igual que evidencia impresionante en favor de la representación neurológica y de patrones discernibles de falla. Comienza a presentarse la evidencia evolucionista, y existe buena razón para anticipar que, con el debido tiempo, llegaremos a comprender mucho acerca de los orígenes filogenéticos de estas inteligencias. La evidencia en favor de individuos excepcionales —prodigios o rarezas en los ámbitos personales— es menos persuasiva, pero de ninguna manera es escasa. Hay menos pertinencia en los ámbitos de la psicología experimental y las pruebas psicológicas de lo que sería deseable, pero esta carencia se debe más probablemente a la renuencia de los psicólogos "tercos" a investigar esta área que a dificultades insuperables para evaluar estas formas de conocimiento. Por último, si bien nadie piensa de ordinario en que las formas del conocimiento personal están cifradas en los sistemas simbólicos públicos, considero que la simbolización es la esencia en las inteligencias personales. Sin una clave simbólica proporcionada por la cultura, el individuo enfrenta sólo su discriminación más elemental y desorganizada de sentimientos; pero si posee este plan de interpretación, tiene la posibilidad de percibir un sentido de la gama total de experiencias que pueden sufrir él y otros en su comunidad. Además, parece legítimo elaborar los rituales, sistemas religiosos, sistemas míticos y totémicos como claves simbólicas que captan y transmiten los aspectos esenciales de la inteligencia personal. Como veremos, un sentido naciente del yo constituye un elemento fundamental en la esfera de las inteligencias personales, de importancia superior para los individuos en todo el mundo. Mientras de ordinario un sentido desarrollado del yo se considera la manifestación suprema de la inteligencia intrapersonal, mi propia investigación me ha llevado a una conclusión distinta. La amplia diversidad de "yoes" que se encuentran en todo el mundo indica que este "sentido" se percibe mejor como amalgama, que emerge de una combinación o fusión del conocimiento intrapersonal y el interpersonal de uno. Las diferencias abrumadoras en los sentidos del yo en todo el mundo reflejan el hecho de que la fusión puede ocurrir en formas por demás divergentes, dependiendo de los aspectos de la persona (y de las personas) que sean recalcados en distintas culturas. Por consiguiente, en lo que sigue emplearé el término sentido del yo para referirme al equilibrio que logra cada individuo —y cada cultura— entre los impulsos de los "sentimientos internos" y las presiones de "las otras personas".6 Aludir el sentido del yo sugiere una razón por la que los investigadores han dudado en construir las inteligencias personales en forma cognoscitiva. A menudo un sentido desarrollado del yo aparece como el logro más elevado de los seres humanos, una capacidad cimera que deja atrás y preside sobre otras formas más mundanas y parciales de inteligencia. También es la capacidad acerca de la cual los individuos tienen los puntos de vista más sólidos e íntimos; así se constituye en un objetivo sensible (y elusivo) por examinar. Desde luego, la dificultad para estudiar y un elevado grado de involucramiento personal no son razones válidas para evitar el escrutinio de la investigación científica. Y espero que, mediante los tipos de investigación presentados en este capítulo, uno pueda ver que el sentido del yo, aunque es maravilloso, no es inmune al estudio. En vez de ello, se pueden encontrar sus orígenes en dos formas de inteligencia que todo humano tiene la oportunidad de desarrollar y de fusionar. En último análisis, las inteligencias personales son capacidades de procesamiento de información —una dirigida hacia adentro, la otra hacia afuera— que tiene disponible todo infante humano como parte de su derecho de nacimiento de la especie. Este hecho de la vida dicta un examen de las inteligencias personales. La capacidad de conocerse a uno mismo y de conocer a otros es una parte de la condición humana tan inalienable como la capacidad de conocer los objetos o sonidos, y merece investigarse lo mismo que estas otras formas "menos cargadas". Las inteligencias personales pueden no estar relacionadas del todo con las formas de inteligencia que ya hemos encontrado, pero 6 Los puntos de vista escépticos de David Wechsler sobre la inteligencia social se encuentran en The Measurement of Adult lntelligence, M ed. (Baltimore: Williams & Wilkins, 1944), pp. 88-89. 191 Howard Gardner Estructuras de la Mente como ya señalé al principio de esta investigación, no hay razón para esperar que cualquier par de inteligencias sea del todo comparable. Lo que importa es que deben ser parte del repertorio intelectual humano, y que sus orígenes deben tomar una forma aproximadamente comparable en todo el mundo. EL DESARROLLO DE LAS INTELIGENCIAS PERSONALES Del lazo entre el infante y quien lo cuida —en casi todos los casos, el infante y su madre— surgen claramente diversas formas de inteligencia personal, en primera instancia. La historia evolucionista y la cultural se han combinado para hacer de esta relación de fijación un componente indispensable del crecimiento normal. Durante el primer año de vida, el infante llega a establecer un lazo poderoso con la madre, ayudado por la atracción igualmente intensa que la madre siente hacia su retoño. Y en estos fuertes lazos —y sentimientos que los acompañan— se pueden encontrar los orígenes de la inteligencia personal. Durante más o menos un año, el lazo tiene la máxima intensidad, de manera que el infante se perturba cuando se separa de repente de su madre, o cuando percibe que un adulto extraño es una amenaza para el vínculo. El infante trata de mantener el sentimiento positivo de bienestar y de evitar situaciones de dolor o de ansiedad. Entonces, gradualmente se vuelve más relajado y flexible el vínculo, conforme el infante se aleja de la base doméstica, ahora confía en que puede regresar y encontrar allí a la madre (y por tanto volver a ganar sentimientos de pertenencia). Si por alguna razón no se permite que el vínculo se forme de manera apropiada, o si se rompe en forma abrupta y no se repara pronto, el infante recibe señales de profundas dificultades. Tanto de la obra de Harry Harlow 7 de simios sin madre, como de los estudios de John Bowlby sobre infantes internados en instituciones, 8 sabemos que la carencia de un vínculo de unión puede producir efectos devastadores en el desarrollo normal en la generación presente y las posteriores. Para nuestros propósitos tiene especial importancia que la ausencia de este vínculo signifique dificultades para la habilidad posterior de un individuo para conocer a otras personas, educar hijos, y aprovechar este conocimiento conforme se conoce a sí mismo. Así, el vínculo inicial entre el infante y quien lo cuida puede considerarse como el esfuerzo de la naturaleza para asegurar que las inteligencias personales tengan el comienzo debido. Se puede dividir el aumento del conocimiento personal en una serie de pasos o etapas. En cada paso es posible identificar determinadas características que son importantes para el desarrollo de la inteligencia intrapersonal, lo mismo que otros factores que son esenciales para que crezca la inteligencia interpersonal. La descripción que debe darse aquí por fuerza se centra en el desarrollo de las inteligencias personales dentro del contexto de nuestra propia sociedad, pues ésta es la trayectoria que se ha estudiado principalmente hasta ahora. Sólo después podré referirme a algunas de las características que pueden atribuirse a las inteligencias personales en otras culturas. El infante Aunque no hay manera de colocarse uno mismo en el lugar del infante, parece probable que, desde los días más tempranos de la vida, todos los infantes normales experimentan toda una gama de sentimientos, y de afectos. La observación de los infantes dentro y a través de culturas y la comparación de sus expresiones faciales con las de otros primates confirman que existe un conjunto de expresiones faciales que despliegan todos los niños normales en todo el mundo.9 La inferencia 7 La obra de Harry Harlow acerca de monos sin madre se puede encontrar ep H.Harlow, "Love in Infant Monkeys", Scientific American 200 (junio de 1959): 68-74; H. Harlow, Learning to Love (Nueva York: Ballantine Books, 1971); H. Harlow y M. K. Harlow, "Social Deprivation in Monkeys", Scientific American 207 (1962):136-144, y H. Harlow y M. K. Harlow, "Effects of Various Mother-Infant Relationships on Rhesus Monkey Behaviors", en B. M. Foss, comp., Determinants of Infant Behavior, vol. 4 (Nueva York: Barnes & Noble, 1969). 8 Sobre el lazo entre el infante y su cuidador, y sobre los efectos del internado de infantes en instituciones, véase i. Bowlby, Attachment (Nueva York: Basic Books, 1969), y Separation: Anxiety and Anger (Nueva York: Basic Books, 1973), vols. I y II.respectivamente, de su Attachment and Loss. 192 Howard Gardner Estructuras de la Mente más razonable es que hay estados corporales (y cerebrales) asociados con estas expresiones, en los que los infantes experimentan fenomenalmente una gama de estados de estímulo y placer o dolor.10 En efecto, al principio estos estados no son interpretados: el infante no tiene manera de decir por sí mismo cómo se siente o por qué se siente así. Pero la gama de estados corporales que experimenta —el hecho de que siente, de que puede sentir de manera distinta en diferentes ocasiones, y que puede llegar a correlacionar los sentimientos con experiencias específicas— sirve para introducirlo al ámbito del conocimiento intrapersonal. Más aún, estas discriminaciones también constituyen el punto de partida necesario para el descubrimiento posterior de que es una entidad distinta con sus propias experiencias e identidad singular. Incluso cuando el infante está llegando a conocer sus propias reacciones corporales y a diferenciarlas entre sí, también está llegando a formar distinciones preliminares entre otros individuos y también entre los estados de ánimo desplegados por otros "conocidos". Cuando tiene dos meses de edad, y quizá incluso en el nacimiento el infante ya puede discriminar entre otros individuos, e imitar las expresiones faciales de ellos.11 Esta capacidad indica un grado de "preafinación" hacia los sentimientos y conducta de los demás individuos que es extraordinario. Pronto, el infante distingue entre la madre y el padre, los padres de los extraños, las expresiones felices de las tristes o las airadas.12 (En efecto, a los diez meses de edad, la habilidad infantil para discriminar entre las diferentes expresiones afectivas ya produce patrones distintivos de las ondas cerebrales.) Además, el infante llega a asociar diversos sentimientos con individuos, experiencias y circunstancias particulares. Ya se presentan las primeras señales de empatia.13 El infante pequeño responde simpáticamente cuando escucha el llanto de otro infante o ve a alguien que tiene dolor; incluso aunque todavía el infante no aprecia cómo se siente el otro, parece tener un sentido de que algo no está bien en el mundo de la otra persona. Ya se ha comenzado a formar un vínculo entre la familiaridad, tener interés y el altruismo.14 Gracias a una hábil técnica experimental que elaboró Gordon Gallup 15 para los estudios con primates, tenemos una manera de averiguar cuándo el infante humano se ve por primera vez como una entidad separada, una persona incipiente. Sin que lo sepa el infante, es posible poner un marcador muy pequeño —por ejemplo: un borrón de colorete rojo— en su nariz y luego estudiar sus reacciones mientras se mira reflejado en un espejo. Durante el primer año de su vida, al infante le divierte la marca de colorete, pero parece que sólo la considera como un adorno interesante en algún otro organismo que por casualidad examina en el espejo. Pero durante el segundo año de su vida el niño comienza a reaccionar de manera distinta cuando mira la coloración extraña. Los niños se tocan sus propias narices y actúan en forma graciosa o cohibida cuando encuentran este enrojecimiento inesperado en lo que perciben que es su propia anatomía. Desde luego, la conciencia de la separación e identidad física no son los únicos componentes del principio del conocimiento de sí * comienzan a aparecer en el segundo año de vida. 9 Evidencias de un conjunto universal de expresiones faciales se encuentran en I. Eibl-Eibesfeldt, Ethology: The Biology of Behavior (Nueva York: Holt, Rinehart, & Winston, 1970); C. E. Izard, The Face of Emotion (Nueva York: Appleton- Century-Crofts, 1971); y C. Darwin, The Expression of the Emotions in Man and Animáis (Chicago y Londres: University of Chicago Press, 1965). 10 Material sobre la inferencia de que existen estados corporales y cerebrales asociados con expresiones faciales de la emoción, se encuentra en M. Clynes, Sentics: The Touch of Emotions (Nueva York: Anchor Press/Doubleday, 1978). 11 Sobre la tarea de discriminar los estados de ánimo de otros familiares, véaseJ. M. Baldwin, Mental Development in the Child and the Race (Nueva York: Mac-millan, 1897). 12 Sobre la habilidad de los infantes para imitar expresiones faciales, véase A. N.Meltzoff y M. K. Moore, "Imitation of Facial and Manual Gestures by HumanNeonates", Science 198 (1977): 75-78. 13 Respecto de las habilidades empáticas de los niños pequeños, véase M. L. Simner,"Newborn's Response to the Cry of Another Infant", Developmental Psychology 5(1971): 136-150, y H. Borke, "Interpersonal Perception of Young Children: Egocentrism or Empathy?" Developmental Psychology 5 (1971): 263-269. 14 Acerca de los patrones de ondas cerebrales distintivos que se producen cuandoun infante distingue entre distintas expresiones afectivas, véase R. Davidson, "Asymmetrical Brain Activity Discriminates Between Positive versus Negative AffectiveStimuli in Ten-Month-Old Human Infants", Science 218 (1982): 235-237. 15 Los estudios de Gordon Gallup están descritos en "Chimpanzees: Self-Recognition", Science 167 (1970): 86-87. 193 Howard Gardner Estructuras de la Mente mismo. El niño también comienza a reaccionar cuando oye su propio nombre, a referirse a sí mismo por el nombre, a tener programas y planes definitivos que piensa cumplir, a sentirse poderoso cuando tiene éxito, a experimentar incomodidad cuando viola determinadas normas que le han establecido otros, o que ha establecido para sí mismo.16 Todos estos componentes del sentido inicial de persona El niño de dos a cinco años de edad Durante el periodo comprendido entre los dos y los cinco años, el niño sufre una importante revolución intelectual, a medida que se vuelve capaz de emplear diversos símbolos para referirse a sí mismo ("a mí", "mi"), a otros individuos ("tú", "usted", "él", "mami"), "tú miedo", "tú triste"), y a sus propias experiencias ("mi cumpleaños", "mi idea"). Las palabras, imágenes, gestos y números se encuentran entre los variados vehículos que se arreglan para llegar a conocer el mundo simbólicamente, al igual que mediante acciones físicas directas sobre él y discriminaciones sensoriales de él. Los mismos tipos de discriminación simbólica se hacen con facilidad incluso en culturas en las que no existen pronombres personales. Cuando termina este periodo, el infante es de hecho una criatura simbolizante, capaz de crear y extraer significados con base sólo en el nivel del uso del símbolo. El advenimiento del uso del símbolo tiene considerables implicaciones para el desarrollo de las inteligencias personales. El niño hace una transición irrevocable desde las clases de simple discriminación de sus propios estados de ánimo, a los de otros que han sido posibles sobre una base no mediatizada, hasta un conjunto mucho más rico y elaborado de discriminaciones guiadas por la terminología y el sistema interpretativo de toda su sociedad. El niño ya no necesita basarse en discriminaciones preprogramadas y en sus inferencias idiosincrásicas (si las tiene); en vez de ello, la cultura pone a su disposición todo un sistema de interpretación que puede utilizar conforme trata de comprender el sentido de las experiencias por las que pasa al igual que comprenden a otros. Una manera en que esta naciente habilidad de simbolización se vuelve hacia el desarrollo personal es la exploración de distintos papeles visibles (y viables) en la comunidad. Mediante el habla, juego de simulación, gestos, dibujos y cosas parecidas, el niño pequeño pone a prueba las facetas de los papeles de madre e hijo, doctor y paciente, policía y ladrón, profesor y alumno, astronauta y marciano. Al experimentar con estos fragmentos de papeles, el niño llega a conocer no sólo qué conducta está asociada con estos individuos, sino también algo acerca de cómo se siente ocupar los nichos de sus ocupaciones. Al mismo tiempo, los niños llegan a correlacionar la conducta y los estados de otras personas con sus propias experiencias personales, al identificar lo que es positivo o negativo, lo que provoca ansiedad o relaja, lo que es poderoso o impotente, los niños logran un paso importante en la definición de lo que son y qué no son, y qué quieren ser y qué preferirían no ser. La identidad sexual propia es una forma de especial importancia de autodiscriminación que se confirma durante este tiempo.17 Al examinar explicaciones teóricas importantes de este periodo de la vida, podemos discernir los distintos caminos y patrones asociados con las dos líneas de la inteligencia personal. Siguiendo a las autoridades que se centran principalmente en el individuo aislado, vemos al niño como una criatura aparte, en proceso de delinear sus propios papeles y sintiéndose distinto de los demás. En la explicación freudiana por ejemplo, el niño pequeño se involucra en batallas con otros —sus padres, hermanos, otros compañeros, e incluso los protagonistas de cuentos de hadas— todo en un esfuerzo por establecer su propia presencia y poderes singulares.18 En el lenguaje sugerente de Erik Erikson, 16 Sobre la angustia del niño cuando viola las normas, véanse J. Kegan, The Second Year (Cambridge, Mass., y Londres: Harvard University Press, 1981), y M. Lewis y L. Rosenblum, comps., The Origins of Fear (Nueva York: John Wiley, 1975). * Utilizo la expresión sentido de persona para evitar la confusión con el sentido del yo como está definido en la p. 273. 17 Sobre la identidad sexual como una forma de autodiscriminación, véase L.Kohlberg, "A Cognitive- Developmental Analysis of Children's Sex-Role Concepts andAttitudes", en E. Maccoby, comp., The Development of Sex Differences (Stanford: University Press, 1966). 18 Para una introducción a la explicación freudiana del desarrollo del niño pequeño,véase S. Freud, New Introductory Lectures on Psychoanalysis (Nueva York: W. W.Norton, 1965). 194 Howard Gardner Estructuras de la Mente éste es un tiempo marcado por la lucha entre los sentimientos de autonomía y vergüenza y entre los impulsos de iniciativa y culpa.19 En el lenguaje de Piaget menos cargado de afecto, ésta es una fase de egocentrismo cuando todavía el niño está encerrado en su propia concepción personal del mundo: todavía no es del todo capaz de ponerse en el sitio de otros, está restringido a sus propios puntos de vista egocéntricos.20 Puede tener conocimiento de sí mismo, pero todavía es rígido y paralizado: puede expresar su nombre y quizá describir sus atributos físicos, pero todavía no es sensible a las dimensiones psicológicas, a los deseos o necesidades, a la posibilidad de cambiar papeles o expectaciones: se mantiene como criatura singularmente unidimensional. Con problemas o sin ellos, el niño de esta edad es descrito como individuo aparte, que lucha por establecer su autonomía de los demás, relativamente insensible al mundo de los individuos. En la escuela norteamericana "simbolicointeraccionista" de George Herbert Mead y Charles Cooley, 21 al igual que en las explicaciones "mediacionistas" rusas de Lev Vygotsky y Alexander Luria 22 se puede encontrar una inclinación instructivamente distinta. Desde la perspectiva de estos observadores de la niñez, el niño puede llegar a conocerse durante este periodo sólo mediante el conocimiento de otros individuos. De hecho, no existe ningún conocimiento ni sentido de persona que se pueda separar de la habilidad propia para conocer a otros: lo que son, y cómo lo consideran a uno. Así, de acuerdo con esta descripción, el niño pequeño es una criatura inherentemente social como tal, busca en otros sus planes interpretativos y se basa en ellos como los medios preferidos —de hecho, los únicos— para descubrir y lograr un entendimiento inicial de la persona que está dentro de sí misma. Donde una visión con centro /nírapersonal de la niñez temprana se inicia con un individuo aislado que gradualmente llega a conocer a otras personas (y quizá a interesarse por ellas), la visión míerpersonal toma una orientación hacia otros individuos, y un conocimiento gradual de éstos como el único modo posible para llegar a descubrir la naturaleza de la propia persona. Si bien es concebible que sólo uno de estos puntos de vista es correcto, parece mucho más probable que los dos enfoques sólo recalcan distintos aspectos del desarrollo personal.23 El enfoque centrado en el individuo reconoce que el niño en esta etapa está afectado por fuertes sentimientos, a veces conflictivos, que lo impulsan a centrarse en su propia condición y estimulan el naciente descubrimiento de que es un individuo distinto. Estos discernimientos nacientes constituyen un modelo importante para la capacidad de introspección que yace en la médula del conocimiento intrapersonal. El enfoque orientado socialmente reconoce que el niño no se desarrolla aislado: de modo inevitable es miembro de una comunidad, y no se puede desarrollar en un vacío su noción de cómo son los individuos. Es cierto que tiene sus propias experiencias afectivas, pero la comunidad es la que proporciona un punto esencial de referencia y los planes interpretativos necesarios para estos afectos. Así pues, el conocimiento del sitio propio entre los demás sólo puede provenir de la comunidad externa: el niño es impulsado, sin que lo pueda evitar, a centrarse en otros, como un indicio hacia sí mismo. Expresado en términos por demás fuertes, sin una comunidad que proporcione las categorías pertinentes, los individuos (como los niños salvajes) jamás descubrirían que son "personas". 19 La narración de Erik Erikson sobre la lucha entre los sentimientos de autonomíay de vergüenza se encuentra en E. H. Erikson, Childhood and Socieíy (Nueva York:W. W. Norton, 1963). 20 El egocentrismo del niño pequeño se trata en J. Piaget y B. Inhelder, The Psychology of the Child (Nueva York: Basic Books, 1969). 21 La escuela "simbolico interaccionista" de George Herbert Mead y Charles Cooleyse trata en G. H. Mead, Mind, Self and Society (Chicago: University of Chicago Press, 1934); y C. H. Cooley, Social Organization (Nueva York: Charles Scribner, ,1909). 22 Respecto de las explicaciones "mediacionistas", véanse L Vygotsky, Mind and Society (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1978), y A. R. Luria, The Making of Mind (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1981). 23 Detalles del desarrollo personal se encuentran en H. Gardner, Developmental Psychology (Boston: Little, Brown, 1982), capítulos 5, 8 y 12. 195 Howard Gardner Estructuras de la Mente El niño en edad escolar La diferenciación entre el yo y los demás ya se ha consolidado bastante bien para cuando se inicia la escuela en nuestra sociedad. Ahora el niño ha logrado un conocimiento social de primer nivel. Ha conseguido cierto dominio de una serie de papeles distintos adoptados por otros individuos, al igual que un entendimiento cada vez más claro de que es un individuo distinto con sus propias necesidades, deseos, proyectos y metas. Con el advenimiento de las operaciones mentales concretas, el niño también se puede relacionar en forma más flexible con otros individuos. Comprende en cierta medida la reciprocidad: debiera comportarse con otros individuos en deter- minadas formas, para que ellos a su vez puedan devolver la deferencia; ve cosas en determinada manera debido a su propia perspectiva, pero tiene la posibilidad de colocarse el lente de otros y aprender tanto cuestiones personales como materiales desde los puntos de vista de ellos. En efecto, no debe exagerarse la naturaleza repentina de este discernimiento. Durante los años preescolares se pueden descubrir claras señales de que declina el egocentrismo, aunque persisten otros aspectos del egocentrismo durante toda la vida. Pero sí parece que, para cuando entra a la escuela, ya se puede trazar una línea clara entre el yo y el otro, entre la perspectiva propia, y la de otros individuos. Mientras los rasgos de la propia personalidad se fijan más (o quizá por ello), ahora el niño tiene la opción de ser una criatura más genuinamente social. Puede ir más allá de su círculo familiar y entablar amistades y relaciones de igual a igual con otros. Puede apreciar cómo tratar a los demás en forma justa: de hecho, busca la justicia en extremo, sin poder todavía distinguir entre las exigencias individualizantes de las distintas situaciones. También puede reconocer las simples intenciones y motivaciones de los demás, cometiendo con menos frecuencia el error de proyectar tan sólo sus propios deseos en los de los demás. En total, el niño a esta edad termina siendo una criatura excesivamente social y gobernada por normas —como que quiere por sobre todas las cosas ser miembro representativo (más que el que recibe favores especiales o tratos injustos) de las comunidades en las que vive. Durante este periodo de latencia (como lo han llamado los psicoanalistas), los sentimientos, deseos y ansiedades personales pueden parecer adormilados por un tiempo. Pero apenas está acallado el crecimiento del interés en sí mismo y conocimiento de sí. Más bien, en este tiempo el niño se preocupa de manera especial por adquirir habilidades objetivas, conocimiento, competencias. De hecho, su propia definición del yo ya no está atorada en atributos físicos, aunque todavía no se ha centrado en características psicológicas. Para el niño de seis, siete u ocho años, lo que constituye un lugar principal del conocimiento de sí mismo es lo que puede hacer —y la medida de éxito con que lo puede hacer. En esta edad se adquiere la competencia, se construye la industria: el niño está imbuido por un temor de sentirse inadecuado, de dar la impresión de ser un yo inexperto. Niñez media Durante la niñez media, el periodo de cinco años entre el inicio de la escuela y el principio de la adolescencia, existen continuas tendencias a adquirir mayor sensibilidad social, un sentido más agudo de las motivaciones de los demás, y un sentido más completo de las competencias y faltas propias. Los niños se llenan más profundamente de las amistades y hacen todo lo posible para mantener las relaciones personales; es mucho más dolorosa la pérdida de los camaradas más apreciados. Se dedica mucha energía a afirmar el sitio propio dentro de una red de amistades. Estos grupos pueden estar estructurados de manera informal, pero a veces (en especial en el caso de los niños) están ordenados tan formalmente como una jerarquía de predominio de primates. La vida es "buena" para los que tienen la suficiente fortuna de ser incluidos y correspondientemente fría para quienes tienen sitios bajos en el grupo o los que son excluidos del todo. Así como los niños se esfuerzan por mantener sus patrones de amistad, también dedican mucho tiempo a pensar en el ámbito interpersonal. Con esta capacidad acrecentada de colocarse en el lugar de otros individuos específicos, al igual que de "otros generalizados" desconocidos, se da el principio de formas recurrentes de conocimiento personal. El niño puede realizar un conjunto de 196 Howard Gardner Estructuras de la Mente manipulaciones mentales acerca de interacciones posibles con otros individuos: "Piensa que yo creo que él cree..." No es de sorprender que estos preadolescentes puedan apreciar formas más sutiles de literatura y hacer (y apreciar) chistes más complejos. En este periodo, los riesgos incluyen los juicios prematuros de la naturaleza inadecuada o evaluaciones irreales de la eficacia. Los niños de esta edad pueden adquirir sentimientos de desamparo aprendido, a medida que se convencen de que existen determinados intereses que no pueden realizar. (Por ejemplo: muchas niñas pequeñas llegan a creer que no pueden resolver problemas de matemáticas, iniciando así un círculo vicioso de expectaciones y logros decrecientes.) El niño también llega a sentirse bastante solitario si no puede entablar amistades efectivas con otros individuos. Por primera vez, esta incapacidad para relacionarse con otros se puede considerar un fracaso claro, que rebaja la imagen propia de sí mismo. Los sentimientos personales son menos transitorios; y si de veras causan preocupación, bien pueden llegar a dominar las introspecciones del niño. Adolescencia Con el inicio de la adolescencia, las formas personales de conocimiento dan una serie de giros importantes. Alejándose un tanto de la orientación social frenética (y a veces no del todo examinada) de los años anteriores, los individuos (al menos en nuestra sociedad) armonizan psicológicamente mucho más. Demuestran mayor sensibilidad a motivaciones subyacentes de otros individuos, a sus deseos y temores escondidos. Las relaciones con otros ya no se basan primordialmente en las recompensas físicas que otros pueden proporcionar, sino en el apoyo psicológico y en el entendimiento que puede dar un individuo sensible. Por la misma razón, el adolescente busca amigos que lo valoren por sus discernimientos, conocimientos y sensibilidad propios más que por su fuerza o posesiones materiales. El entendimiento del mundo social también se vuelve mucho más diferenciado. El joven sabe que toda sociedad debe tener leyes para poder funcionar en forma apropiada, pero que las mismas no deben ser obedecidas ciegamente, y que se deben tomar en cuenta circunstancias atenuantes. En forma parecida, la justicia es importante pero no se puede impartir sin tomar en cuenta los factores individualizantes en una disputa o dilema particular. Los individuos siguen teniendo el deseo de ser apreciados y amados por los demás, pero existe el reconocimiento creciente de que no es posible la participación total, y que determinadas cuestiones deben —y quizá debieran— mantenerse privadas. Entonces vemos, durante los años turbulentos de la adolescencia una maduración del conocimiento de la propia persona al igual que el conocimiento de otras personas. Pero al mismo tiempo, dentro de muchas culturas, está ocurriendo un acontecimiento todavía más importante. La adolescencia es el periodo de la vida en el que los individuos deben reunir estas dos formas de conocimiento personal para llegar a un sentido mayor y más organizado, un sentido de identidad o (para emplear el término que preferiré en adelante) un sentido del yo. Como lo formuló el psicoanalista Erik Erikson, 24 una identidad naciente comprende una definición compleja del yo, del tipo que hubiera satisfecho tanto a Freud como a James: el individuo llega a delinear los papeles con los cuales se siente cómodo en términos de sus propios sentimientos y aspiraciones, y una formulación que tiene sentido en términos de las necesidades globales de la comunidad y sus expectaciones específicas en relación con el individuo de que se trata. Esta formación de un sentido del yo es un proyecto —y un proceso— de la mayor importancia. La manera como se ejecute determinará si el individuo puede funcionar de manera efectiva dentro del contexto social en que ha escogido —o debe escoger— vivir. Es necesario que el individuo llegue a un acuerdo con sus propios sentimientos personales, motivaciones y deseos, incluyendo los poderosos impulsos sexuales que constituyen su sino por haber pasado la pubertad, y así bien puede haber presiones que encarar durante este periodo de tensiones en el ciclo vital. También puede haber 24 Erik Erikson habla sobre la identidad en sus obras Chüdhood and Society , e ldentity, Youth and Crisis (Nueva York: W. W. Norton, 1968). 197 Howard Gardner Estructuras de la Mente conocimiento preposicional acerca del yo se convierte en una opción que se atesora en algunos ambientes culturales. Quizá en forma paradójica, las presiones que rodean la formación del sentido del yo sean menos agudas en medios culturales donde son menoíones que encara el individuo: donde son determinantes las ex-pectacione sociales externas, y es muy posible relegar al estado marginal las aspiraciones queridas del individuo. Un sentido maduro del yo Muchos investigadores han intentado describir las fases posteriores del yo que madura.25 En ocasiones, estas descripciones se han centrado en las decisiones o los puntos de tensión que deben ocurrir en cualquier vida. Por ejemplo: Erikson habla de una crisis de intimidad que sigue a la crisis de la identidad, al igual que de las luchas siguientes involucradas en la cuestión de la generación en la edad media (transmitir valores, conocimiento y la posibilidad de la vida a la siguiente generación) y en la cuestión de la integridad; en la vejez (¿tiene sentido y coherencia la vida propia? ¿Está uno preparado para encarar la muerte?). Algunos investigadores hablan de periodos de stress renovado en la edad media —cuando puede ser demasiado tarde para cambiar el plan de la propia vida— y en la vejez —cuando uno debe habérselas con los poderes que declinan al igual que con temores e incertidumbres crecientes—. En contraste, otros investigadores hacen hincapié en procesos de desarrollo continuo, en los que un indiduo tiene la opción de volverse cada vez más autónomo, integrado o actualizado por sí mismo, condicionado a que pueda hacer las "jugadas" apropiadas y que logre una postura adecuada de aceptar lo que no se puede alterar. La meta final de estos procesos del desarrollo en un yo altamente desarrollada y del todo diferenciado de los demás: los modelos deseables incluirían a Sócrates, Jesucristo, Mahatma Gandhi, Eleanor Roosevelt, individuos que parecen haber entendido mucho acerca de sí mismos y de sus sociedades y haber encarado con éxito las fragilidades de la condición humana, al mismo tiempo que inspiraron a otros a su alrededor para llevar vidas más productivas.26 Estos puntos de vista de la madurez hacen hincapié en un sentido relativamente autónomo del yo, que subraya las características intrapersonales, incluso aunque se pongan al servicio de los demás. Pero existe otro punto de vista que recalca mucho más el papel formativo de las demás personas en el sentido del yo y, en consecuencia, de poca credibilidad a la noción de un yo autónomo. De acuerdo con este punto de vista, un individuo siempre y por necesidad es un conjunto de yoes, un grupo de personas, que por siempre reflejan el contexto que habitan en el momento específico. Más que un "yo medular" central que organiza los pensamientos, conducta y metas, se considera mejor a la persona como una colección de máscaras un tanto diversas, ninguna de las cuales tiene precedencia sobre las demás, y cada una de las cuales simplemente es llamada a servicio, cuando se necesita, y retirada cuando la situación ya no lo requiere y se mueve a otra parte la "escena". Aquí el acento en el "sentido del yo" cae con mayor fuerza en el conocimiento interpersonal y la pericia. Este punto de vista, relativamente prominente en las disciplinas de la psicología social y sociología (en contraposición con la psicología de profundidad), considera como último determinante de la conducta la situación o contexto en que se encuentra uno y los papeles que se exigen en forma acorde, Desde este punto de vista, es importante tener la habilidad para manipular la situación para los fines propios: las nociones de lograr una personalidad integrada o de ser fiel a los valores y normas más profundos propios tienden a ocupar una posición secundaria. Otras perspectivas, desarrolladas en otras culturas, conceden que los individuos pueden tener el potencial para desarrollarse en formas individualistas y para evolucionar un sentido autónomo del yo, pero rechazan en forma explícita esta línea de desarrollo como algo enemigo a un sentido de la comunidad y la 25 Erik Erikson habla sobre las fases posteriores del yo que madura en su "Identity and the Life Cycle", Psychological Issues 1 (1959). 26 Un ejemplo de la perspectiva de una escuela de psicosociólogos sobre los determinantes de la conducta se encuentra en E. Goffman, The Presentation of Self in Everyday Ltfe (Nueva York: Doubleday, 1959); y E. Goffman, Relations in Public (Nueva York: Basic Books, 1971). 198 Howard Gardner Estructuras de la Mente virtud del desprendimiento. Dados los ideales occidentales prevalecientes, estos puntos de vista de la naturaleza humana pueden parecer menos atractivos o completos, pero no lo son, y por tanto de ninguna manera se demuestra que son falsos o ilegítimos. Después de todo, no se pretende que la ciencia social demuestre que los prejuicios propios están bien fundados, sino que produzca un modelo (o los modelos) de la conducta humana que se aproxime en forma más clara al estado actual de las cosas en el tiempo y en ambientes culturales. El tutelaje en el conocimiento personal Hasta este punto, he hablado acerca del desarrollo del conocimiento personal como un proceso un tanto natural, en el cual nuestras inclinaciones propias para hacer discriminaciones entre nuestros propios sentimientos, o para refinar nuestras percepciones de los demás, son aguijoneados poco a poco para seguir uno u otro camino por las interpretaciones prevalecientes de nuestra sociedad. De hecho, en muchos casos el desarrollo del conocimiento personal puede ocurrir sin tutelaje explícito: uno no necesita mostrar abiertamente a un individuo cómo hacer ese tipo de discriminaciones; basta con que uno permita que surjan. Pero existen casos en que puede ser necesaria o aconsejable la instrucción mucho más explícita en el ámbito personal. En ocasiones esta instrucción es a instancias de la sociedad. Mediante tutoría formal, o por medio de la literatura, rituales y otras formas simbólicas, la cultura ayuda al individuo que está creciendo a hacer discriminaciones acerca de sus propios sentimientos o acerca de las demás personas en su medio. Como una vez señaló T. S. Eliot, "al desarrollar el lenguaje, enriquecer el significado de las palabras, el [poeta] hace posible una gama mucho más amplia de emociones y percepciones para otros hombres, porque les da el habla en el que se puede expresar más".27 En otras ocasiones, el propio individuo, que desea tener más habilidades en la esfera personal, buscará ayuda para lograr las clases apropiadas de discriminación. Recurrir a la terapia en el Occidente ciertamente se puede considerar como un esfuerzo por adiestrar la habilidad personal para hacer discriminaciones más finas y apropiadas dentro del ámbito propio de los sentimientos personales y con respecto a "leer" las señales de otros individuos. Por la misma razón, la popularidad duradera de los libros de autoayuda —sin excluir el perenne favorito Cómo ganar amigos e influir en la gente— representa una necesidad que se siente en forma amplia dentro de una sociedad "dirigida al otro" para las habilidades que le permitirán a uno interpretar correctamente una situación social y luego iniciar las acciones apropiadas con respecto a la misma. No se sabe con certeza cómo debe ocurrir idealmente la instrucción en el ámbito personal. Tampoco existen medidas confiables para determinar el grado en que ha tenido éxito semejante adiestramiento de las inteligencias personales. Pero vale la pena recalcar la cuestión de que la educación de esas emociones y discriminaciones claramente comprende un proceso cognoscitivo. Sentirse en determinada forma —paranoico, envidioso, jubiloso— equivale a dar lugar a una situación en determinada forma, ver que algo tiene un efecto posible en uno mismo y en los demás individuos. Uno puede ayudar a desarrollar evaluaciones apropiadas, discriminaciones bien afinadas, categorizaciones exactas y clasificaciones de situaciones; o, con menos felicidad, uno puede hacer discriminaciones excesivamente burdas, denominaciones inadecuadas, inferencias incorrectas, y de esa manera malinterpretar las situaciones en forma fundamental. Cuanto menos comprenda una persona sus propios sentimientos, más presa será de ellos. Cuanto menos comprenda una persona los sentimientos, respuestas y conducta de los demás, mayor probabilidad tendrá de interactuar en forma inapropiada con los demás y por tanto no logrará asegurarse su lugar apropiado dentro de la comunidad mayor.28 27 T. S. Eliot es citado en R. W. Hepburn, "The Arts and the Education of Feeling and Emotion", en R. F. Deardon, P. Hirst, y R. S. Peters, comps., Education and the Development of Reason, Parte III: Education and Reason (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1975). 28 Acerca de la importancia de que el individuo comprenda sus propios sentimientos, véanse R. S. Peters, "The Education of the Emotions", en M. B. Arnold, comp., Feelings and Emotion (Nueva York: Academic Press, 1970). Hepburn, "The Artsand the Education of Feeling and Emotion" ; y E. T. Gendlin, J. Beebe, J. Cassens, M. Klein y M. Oberlander, "Focusing Ability in Psychotherapy, Personality, and Creativity", Research in Psychotherapy 3 (1968): 217-241. 199 Howard Gardner Estructuras de la Mente Es cierto que estas sociedades han diferido en la medida en que subrayan los distintos puntos de vista y estados finales del crecimiento humano, en sus hincapiés relativos del individuo en comparación con el yo social, en sus adopciones de modos explícitos de adiestramiento de las inteligencias personales. Examinaré con mayor detenimiento algunas de estas variaciones cuando considere el conocimiento personal a través de las fronteras culturales. Lo que debe recalcarse en este momento es que uno puede reconocer las características principales de ambas caras del desarrollo —la atención en los demás y el dominio del papel social, al igual que la atención en el yo y el dominio de la vida personal propia— en todo individuo normal. Los hincapiés pueden diferir, pero el hecho de que uno es un individuo singular, que todavía debe crecer en un contexto social —un individuo de sentimientos y luchas y esfuerzos, que debe apoyarse en otros para proporcionar las tareas y para juzgar los logros propios— es un aspecto ineludible de la condición humana que está arraigada firmemente en nuestra pertenencia a la especie. LAS BASES BIOLÓGICAS DE LA "PERSONALIDAD" Consideraciones evolucionistas Los psicólogos comparativos sienten simpatía hacia la posibilidad de que las facetas más apreciadas de la naturaleza humana se pueden encontrar, aunque sea en forma más sencilla, incluso en otros animales. Además de las afirmaciones de que los chimpancés tienen cierta habilidad lingüística, sabemos que los mismos pueden reconocer también que la mancha de colorete está en su nariz (cosa que no pueden hacer los monos). Y existe la creencia cada vez mayor de que al menos las formas primitivas de conciencia, si no de conciencia propia, se pueden encontrar entre los mamíferos superiores.29 Sin embargo, sólo los más ardientes amantes de los animales admitirían que las formas de conocimiento personal que estamos estudiando aquí todavía están restringidas a los seres humanos. En todo caso, se plantea la pregunta: ¿en la evolución de nuestra especie qué factores han dado origen a la notable atención sobre la persona y otras personas que caracteriza al homo sapiens. De los numerosos factores citados que han contribuido a la singularidad humana, hay dos que parecen especialmente relacionados en forma íntima con la aparición del conocimiento personal: tanto la variedad individual como la social. El primero es la prolongada niñez del primate y, en particular, su íntima relación con su madre. Sabemos que los chimpancés pasan los cinco primeros años de sus vidas en íntima cercanía con sus madres, y que durante este periodo tiene lugar sustancial aprendizaje.30 La madre proporciona modelos que el joven hijo puede observar, imitar y retener en la memoria y que puede simular más adelante. De igual importancia, la madre indica mediante su conducta qué tipos de cosas y acontecimientos debe notar el joven animal, con lo cual define un universo de actividades e individuos significativos. La madre es la profesora inicial, y sigue siendo la principal: incluso puede enseñar al joven a llevar a cabo patrones novedosos de conducta —por ejemplo: forrajear en busca de tubérculos— que sólo hace poco aparecieron en determinados casilleros de la especie. Tan importante es este "otro significativo" durante los primeros años de vida que cuando la madre es herida o separada por cualquiera otra razón de la escena, se hace peligrar el desarrollo normal del individuo. Centrar la atención en un solo individuo distinto durante tanto tiempo, el hecho de que uno puede aprender tanto de ese individuo y con el tiempo pasar ese conocimiento adquirido a la siguiente generación, bien pueden constituir una fuente poderosa del hincapié en la persona que se encuentra en la especie humana. Un segundo factor en el pasado evolucionista de la especie es que hace varios millones de años 29 Acerca de las formas primitivas de conciencia en los animales superiores, véase D. Griffin, The Question of Animal Awareness, ed. rev. (Los Altos, Cal.: W. Kaufmann, 1981). 30 Acerca de la socialización de los chimpancés jóvenes, véase W. C. McGrew, "Socialization and Object Manipularon of Wild Chimpanzees", en S. Chevalier-Skolnikoff y E. E. Poirier, comps., Primate Bio-Social Development: Biological, Social and Ecological Determinants (Nueva York: Garland, 1977). 200 Howard Gardner Estructuras de la Mente surgió una cultura en la cual la cacería adquirió, gran importancia. Mientras que el forrajear, recolectar o matar animalitos se puede hacer a solas o informalmente en compañía de uno o dos más, la cacería, rastreo, matanza, reparto y preparación de la carne de animales mayores es una actividad que en forma inevitable comprende la participación y cooperación de gran número de individuos. Los grupos de seres humanos o prehumanos —supuestamente machos— deben aprender a trabajar juntos, a planear, comunicarse y cooperar, para hacer caer en celadas y para compartir los productos de la cacería. Los jóvenes varones deben adiestrarse para poder participar en la cacería; por ejemplo: los niños deben aprender a seguir huellas, distinguir los distintos olores y gritos, dominar sus gestos y sincronizarlos con compañeros específicos, a desarrollar músculos específicos, apuntar a blancos con exactitud, encontrar el camino en ambientes extraños y volver a puntos designados a la hora señalada. En forma más general, la existencia del grupo humano está relacionada íntimamente con las vidas de los animales próximos de los cuales dependen los seres humanos para su comida, vestido, alojamiento e incluso actividad religiosa. A la luz de estos requerimientos para la cacería efectiva, es fácil comprender las necesidades de cohesión del grupo, liderazgo, organización y solidaridad. Lo que quizá sea menos evidente es por qué debe emerger una familia nuclear, con el mencionado fuerte vínculo entre la madre y el hijo, y los lazos de distinta clase entre el padre y el hijo (en especial el joven varón.) Ciertamente se puede concebir que otros arreglos sociales, distintos de una familia nuclear con fuertes lazos padre-hijo, hayan producido sociedades en las que la actividad principal era la cacería. Quizá, en esta área extremadamente especulativa, basta señalar que la familia nuclear da una solución que se adapta fuertemente a una serie de cuestiones:31 la formación de fuertes lazos interpersonales que impulsan la solidaridad de la comunidad más amplia; el adiestramiento de los jóvenes varones para ser cazadores, el adiestramiento de las jóvenes mujeres para que sean amas de casa y madres futuras; la garantía de cierta estabilidad por lo que respecta a patrones de apareamiento; la prevención del incesto potencialmente dañino, y la conservación y transmisión de diversas formas de conocimiento y sabiduría. Los indicios evolucionistas de los orígenes de las facetas intrapersonales de la inteligencia son más elusivos, en parte porque no se identifican con tanta facilidad ni los apoyan los observadores científicos. Un factor que puede promover un reconocimiento del yo como una entidad separada es la capacidad de trascender la mera satisfacción de los apetitos instintivos. Este tipo de opción está cada vez más disponible para los animales que no están involucrados para siempre en la lucha por la supervivencia, que tienen una vida un tanto larga, y que en forma regular practican actividades exploratorias. Es cierto que el uso de cualquier clase de sistema simbólico —y de lenguaje, el supremo sistema simbólico— también promueve esta variedad personal de inteligencia. En los animales con capacidades protosimbólica se vuelven más probables las insinuaciones de "personalidad". El origen evolucionista de las inteligencias personales ha requerido que algunos de nuestros estudiosos destacados de la prehistoria humana usen sus poderes especulativos. El paleontólogo Harry Jerison establece una marcada distinción entre la percepción de otros individuos y la del yo.32 En este punto de vista, "a menudo la percepción de los otros en papeles sociales se puede manejar en el nivel de la organización de patrones de acción fijos"; en otras palabras, como acciones reflejas de alto nivel incorporadas al repertorio del organismo. Y, en efecto, en muchos grupos de animales ocurre con facilidad el reconocimiento de los congéneres, incluyendo parientes particulares. Por comparación, Jerison cree que la percepción del yo "es un desarrollo peculiarmente humano de la capacidad para crear 'objetos' en el mundo real". Jerison afirma luego que el conocimiento del yo se puede apoyar en nuestros poderes de imaginería e imaginativos que nos permiten crear modelos de nosotros mismos. 31 Respecto de la adaptabilidad de la familia nuclear, véanse L. L. Cavalli-Sforza,"The Transition to Agriculture and Some of Its Consequences", ensayo preparado para el 7" Simposio Smithsoniano Internacional, Washington, D. C, noviembre de 1981; yC. O. Lovejoy, "The Origin of Man", and Science 211 (4480 [23 de enero de 1981]): 341-350; S. Moscovici, Society against Nature (Sussex, Ingl.: Harvester Press, 1976). 32 Los comentarios de Harry Jerison sobre la diferencia entre la percepción de otros y la del yo se encuentra en 201 Howard Gardner Estructuras de la Mente su Evolution of the Brain and Intelligence (NuevaYork: Academic Press, 1973), p. 429. El psicólogo inglés N. K. Humphrey recalca las capacidades creativas involucradas en el conocimiento del mundo social.33 De hecho, asevera en forma atrevida que el principal uso creativo del intelecto humano no está en las áreas tradicionales del arte y la ciencia, sino en mantener unida a la sociedad. Señala que los primates sociales deben ser seres calculadores, que deben tener en cuenta las consecuencias de su propia conducta, que deben calcular la conducta probable de los demás, calcular los beneficios y pérdidas: todo en un contexto en el cual la evidencia pertinente es efímera, puede cambiar, incluso como consecuencia de las acciones propias. Sólo un organismo con habilidades cognoscitivas altamente desarrolladas puede operar en semejante contexto. Los seres humanos han desarrollado las habilidades que se requieren al paso de los milenios y las han pasado con mucho cuidado y habilidad de viejos a individuos más jóvenes: El resultado fue dotar a los miembros de la especie humana de poderes notables de anticipación y entendimiento sociales. Esta inteligencia social, desarrollada en principio para hacer frente a problemas locales de relaciones interpersonales, con el tiempo encontró expresión en las creaciones institucionales de la "mente salvaje": las estructuras altamente racionales del parentesco, totemismo, mito y religión que caracterizan a las sociedades primitivas. Sentimientos en los animales Aparte de ser tan elusiva como la base perceptiva de las inteligencias personales, la pregunta de si los animales experimentan diversos estados de sentimiento —y pueden discriminar entre éstos— está envuelta en un misterio todavía mayor. Creo que la obra de John Flynn proporciona impresionante evidencia de que pueden existir estados de sentimiento discretos en formas limitadas neuralmente. Este investigador ha demostrado que es posible disparar en los gatos una forma compleja de conducta cargada de afecto mediante el estímulo eléctrico directo del cerebro. Por ejemplo: incluso en gatos que en circunstancias ordinarias no atacan ratones, uno puede producir conducta de ataque total y expresiones faciales asociadas con sólo estimular determinadas regiones cerebrales. Esto significa que el "sistema de ataque" ha evolucionado para funcionar como una unidad; no se requieren ni experiencia ni adiestramiento ni aprendizaje para el despliegue total y apropiado.34 Aquí tenemos evidencia de que los estímulos endógenos (internos) al igual que los ambientales convencionales, pueden disparar todo un conjunto de patrones de conducta, que supuestamente van acompañados (o incluso son iniciados) por estados afectivos. Estudios que inducen (y luego suprimen) depresión profunda en las ratas mediante la inyección de productos químicos en el cerebro proporcionan otro tipo de evidencia de apoyo.35 Es posible que estos programas reactivos "preempaquetados" sean explotados en las especies superiores en situaciones más variadas, menos canalizadas. En una especie que está más próxima a los seres humanos, se puede ver evidencia en favor de los orígenes de una emoción particular. Donald Hebb demostró que se puede evocar en el chimpancé un estado de temor total, sin necesidad de adiestramiento o experiencia previa, con sólo presentar un despliegue que varíe en forma significativa respecto de algo que haya percibido antes el animal. En este caso, el chimpancé se asusta, excita o se vuelve ansioso en extremo cuando observa un cuerpo inerte, mutilado o descuartizado de otro chimpancé. El objeto precipitador debe diferir lo suficiente de los otros miembros de una clase para dominar la atención, exhibiendo al mismo tiempo suficientes 33 Las opiniones de N. K. Humphrey están expuestas en su "The Social Function of Intellect", en P.P.G. Bateson y R.A. Hinde, comps., Growing Points in Ethology (Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 1976); la cita aparece en la p. 312. 34 Sobre la operación del "sistema de ataque" en los gatos, véanse J. P. Flynn, S. B. Edwards, y R. J. Handler, "Changes in Sensory and Motor Systems during Centrally Elicited Attack", Behavioral Science 16 (1971): 1-19; y F. Bloom, The Cellular Basis of Behavior, a Salk Institute Research Report (San Diego, Cal.: Salk Institute, s. f.). 35 Los estudios sobre la inducción de depresión en ratas fueron hechos por W. Sullivan, "Depletion of Hormone Linked to Depression", The New York Times, 25 de agosto de 1982, p. A15. Referente a la evocación de temor en los chimpancés, 202 Howard Gardner Estructuras de la Mente véase D. O. Hebb, The Organizaron of Behavior (Nueva York: John Wiley, 1949). propiedades como para que se perciba como miembro de la misma clase. De acuerdo con la formulación de Hebb, el temor se origina en la interrupción de las actividades cerebrales que por lo general están involucradas en la percepción: se distingue de otras emociones por las reacciones psicológicas que la acompañan, al igual que los procesos que tienden a restaurar el equilibrio cerebral, por ejemplo: huir del objeto amenazador. Así, incluso en la medida que los pequeños infantes humanos tienen reacciones emocionales vinculadas a eventos precipitantes específicos, de igual manera encontramos en una especie íntimamente relacionada un conjunto de reacciones ligadas a sucesos que sugieren que existe una conciencia incipiente de la categoría del individuo al que uno pertenece. El hecho de que la categoría sea otra "persona", y que la respuesta sea tan "severa", proporciona evidencia sugestiva adicional de que los orígenes de las inteligencias personales se pueden discernir en especies distintas a la nuestra. Es importante recalcar que semejantes programas reactivos organizados también pueden ser minados, dadas determinadas manipulaciones ambientales. Por ejemplo; en el mono existe un conjunto complejo de sistemas de afectos que rodean el desarrollo del enlace de fijación entre madre e infante. En condiciones normales de crianza, estos sistemas evolucionan sin mayor dificultad. Sin embargo, gracias a los estudios precursores de Harry Harlow de los monos sin madre, sabemos que la ausencia de determinadas condiciones de estímulo dan un mono que es mayormente anormal en el dominio "personal".36 Estos monos no pueden reaccionar en forma adecuada con otros monos; no pueden asumir su propio papel en las jerarquías de predominio; se acurrucan por temor o atacan agresivamente en situaciones impropias, y, lo que es más revelador, son incapaces de criar a sus propios hijos, si es que llegan a concebir. En cierta medida, los efectos de la crianza sin madre son reversibles; por ejemplo: si se permite a los organismos más jóvenes que jueguen con la figura materna y la sustituyan de alguna manera; pero incluso este tipo de sustitución se encuentra con un "estatuto de limitaciones", más allá de cuyo tiempo se deteriora permanentemente el conocimiento que tiene el mono de cómo relacionarse con sus congéneres. Conviene recalcar que, mientras que la privación materna ejerce efectos irreversibles en las inteligencias personales de los monos, no ejerce efectos comparables en otras capacidades cognoscitivas, como las que se miden en tareas de solución de problemas rutinarios. Parece ser que incluso entre los infrahumanos las competencias intelectuales disfrutan de cierta autonomía entre sí. Las reacciones sociales anormales también se pueden provocar mediante la intervención quirúrgica en los monos. A la luz de estudios efectuados por Ronald Myers y sus colegas en los National Institutes of Health, sabemos que una serie de sitios en el sistema nervioso del primate tienen papeles esenciales en las clases de conducta social adecuada que son parte íntegra de la inteligencia interpersonal.37 En forma específica, la supresión de la corteza prefrontal en los primates jóvenes provoca disminución en el uso de la cara y la voz para la comunicación, alteración en la agresividad y patrones del cuidado personal, menor participación en la actividad lúdica, y sesiones frecuentes de hiperactividad de una variedad sin propósito. Para que se sientan los efectos adversos de la lobotomía prefrontal es necesario que haya habido maduración social significativa; este hallazgo indica que las estructuras moduladoras necesarias se desarrollan en forma gradual durante el periodo del crecimiento social que han iluminado Harlow y sus colegas. Las lesiones en las áreas temporales anteriores de la corteza también imitan muchos de los efectos que produce el daño a la corteza prefrontal. Después de sufrir lesiones en esa área, los animales operados no lograron reunirse con sus grupos familiares ni intentaron restablecer su estado de predominio antes de la operación. También mostraron un menor patrón de expresiones faciales, 36 Respecto de los simios sin madre de Harry Harlow, véase su "Love in Infant Monkeys", Learning to Love, y "Social Deprivation" y "Various Mother-Infant Relationships" , de Harlow y Harlow. 37 Los estudios de Ronald Myers sobre el sistema nervioso de los primates se pueden encontrar en su "Neurology of Social Communication in Primates", The 2nd International Congress on-Primates (Atlanta, Ga.) 3 (1968): 1-9; E. A. Frazen yR. E. Myers, "Age Effects on Social Behavior Déficits Following Prefrontal Lesionsin Monkeys", Brain Research 54 (1973): 277-286; y R. E. Myers, C. Swett, y M. Miller, "Loss of Group-Affinity Following Prefrontal Lesions in Free-ranging 203 Howard Gardner Estructuras de la Mente Macaques", Brain Research 64 (1973): 257-269. gestos y vocalizaciones. Contrario a los monos con daños frontales, los que tenían lesiones temporales se mostraron propensos a expresar conducta agresiva inapropiada. Myers concluye que, en general, el cambio que se percibe con mayor facilidad en la conducta de los animales con lesiones prefrontales o temporales anteriores fue una reducción en las actividades que mantienen los lazos sociales. Myers ha ofrecido la estimulante idea de que pueden existir dos mecanismos neurales distintos que sirven, respectivamente, a los "sentimientos internos reales" de los monos y sus habilidades para expresar (o transmitir) con la cara estas emociones, independientemente de que en realidad los sientan. De acuerdo con Meyers, las lesiones en la base del cerebro pueden producir parálisis en el uso volitivo de la cara mientras dejan intacta la expresión facial espontánea de naturaleza emocional. Este hallazgo indica que podemos encontrar en los organismos infrahumanos una insinuación preliminar, basada biológicamente en la diferencia entre el acceso intrapersonal a los sentimientos (el estado interno propio) y la habilidad para expresarlos en forma voluntaria a otros (la comunicación interpersonal). Los estudios dirigidos por Ross Buck con seres humanos confirman que existen sistemas neurológicos distintos en los seres humanos para manejar las expresiones volitivas en contraposición con las expresiones de las sensaciones espontáneas: 38 parece ser que, como con otros primates, nuestra habilidad para transmitir en forma deliberada las emociones a otros sigue un camino distinto a nuestra experimentación y expresión involuntaria y espontánea de las emociones. La patología de la "personalidad" Entonces, vemos que incluso en un dominio humano tan patente como el conocimiento del yo y de otros individuos es posible encontrar antecedentes entre nuestros hermanos primates. En las analogías entre el conocimiento interpersonal humano y el que despliegan otros primates; parece haber poca duda, y mientras que el desarrollo del conocimiento del yo propio parece ser más peculiarmente humano, la investigación con los chimpancés proporciona una perspectiva útil sobre los orígenes de esta capacidad por demás humana. Sin embargo, dado el desarrollo incomparablemente mayor en los seres humanos de las formas personales del conocimiento, los investigadores se han preocupado desde luego por el destino del conocimiento personal —tanto interno como social— en diversas condiciones de daño al cerebro humano. Una vez más, todos los índices señalan los lóbulos frontales como las estructuras de mayor importancia en las diversas formas de conocimiento personal.39 Los defectos en el lóbulo frontal pueden interferir con el desarrollo de las formas personales del conocimiento y pueden provocar diversas formas patológicas de conocimiento intra e interpersonal. Durante más de un siglo se ha sabido que la destrucción de los lóbulos frontales en el adulto tiene sólo efectos relativamente menores en la habilidad de ese individuo para resolver problemas (como los que contienen las pruebas habituales de inteligencia) pero pueden producir grave daño en su personalidad. En resumen, el individuo que ha sufrido patología del lóbulo frontal de suma gravedad, en especial si es bilateral, ya no es reconocible como la "misma persona" para quienes ya lo conocían. Bien puede haber más de un síndrome de cambio personal después de que se dañen los lóbulos frontales. Frank Benson y Dietrich Blumer indican que es probable que el daño al área orbital (inferior) de los lóbulos frontales produzca hiperactividad, irritabilidad, despreocupación y euforia; en tanto que un daño a la convexidad (regiones superiores) del lóbulo frontal tiene mayor probabilidad de producir indiferencia, inercia, lentitud y apatía: una clase de personalidad depresiva (en contraposición con la psicópata).40 En efecto, entre los diversos individuos, uno encuentra variadas mezclas de estos 38 Ross Buck estudió sistemas distintos para las expresiones volitivas y espontáneas de las emociones en su "A Theory of Spontaneous and Symbolic Expression: Implications for Facial Lateralization", ponencia presentada ante la reunión de la Sociedad Neuropsicológica Internacional, Pittsburgh, Pa., 4 de febrero de 1982. 39 Referente a la importancia de los lóbulos frontales en las diversas formas del conocimiento personal, véase H. Gardner, The Shattered Mind (Nueva York: Knopf, 1975), capítulo 10. 40 Acerca de los efectos de daño al área orbital de los lóbulos frontales, véase D. Blumer y D. F. Benson, "Personality Changes with Frontal and Temporal Lobe Lesions", en D. F. Benson y D. Blumer, comps., Psychiatric Aspects 204 Howard Gardner Estructuras de la Mente of NeurologicalDisease (Nueva York: Gruñe & Stratton, 1975). síntomas, que quizá se correlacionen con el lugar exacto del daño. Pero lo que debe recalcarse es que, en los individuos cuya actuación cognoscitiva —cuyas otras inteligencias— parece preservada hasta cierto punto en un sentido computacional, se siente uniformemente un sentido de la "misma persona". El individuo ya no expresa su anterior sentido de propósito, motivación, metas, y deseo de tener contacto con otros; la reacción del individuo a los demás se ha alterado de manera profunda, y parece haberse suspendido su propio sentido del yo. Pero puesto que este cuadro de síntomas pudiera deberse a daño significativo al cerebro, independiente del sitio preciso de la lesión, es importante determinar si, a la vista de daño masivo cerebral en otros sitios, el individuo todavía podría desplegar una personalidad preservada, un sentido duradero del yo. Como algo pertinente a esta cuestión, el neuropsicólogo ruso Alexander Luria informó hace varios años sobre el caso fascinante del "hombre del mundo destrozado". Mientras era joven soldado durante la segunda Guerra Mundial, Zasetsky recibió una grave herida en el frente de batalla en el área parietaloccipital izquierda, una herida que en forma grave lo incapacitó mediante una gama penosamente llena de facultades conceptuales y simbólicas.41 Su habla se redujo a las formas más elementales de expresión; no podía escribir una sola palabra, ni siquiera una letra; no podía percibir en su campo visual derecho; no podía clavar un clavo, cumplir tareas sencillas, jugar a nada, encontrar su camino en el exterior; se sentía confundido acerca del orden de las estaciones del tiempo, era incapaz de sumar dos números, o incluso describir un cuadro. Sin embargo, de acuerdo con Luria, Zasetsky conservó algo mucho más precioso que estas capacidades intelectuales normales: las funciones relacionadas con las personas, que están asociadas con los lóbulos frontales. Siguió poseyendo el deseo, voluntad, sensibilidad para experimentar, y la preciada habilidad de hacer y mantener planes y llevar a cabo acciones con la eficacia que le permitían sus condiciones. Así, durante un periodo de veinticinco años, Zasetsky trabajó en forma consistente para mejorar su propio desempeño. Bajo la guía de Luria pudo reeducarse para leer y escribir. Llevaba un cuaderno en el que laboriosamente anotaba su progreso diario.42 Incluso llegó a ser capaz de practicar la introspección acerca de su estado: Las palabras han perdido su sentido para mí o tienen un significado incompleto e informe. Cada palabra que escucho me parece vagamente familiar... por lo que respecta a mi memoria, sé que existe una palabra determinada, excepto que ha perdido su significado... de manera que debo limitarme a palabras que "yo siento" familiares, que tengan algún significado definitivo para mí. En contraste con los pacientes de lóbulo frontal que describen Benson y Blumer, uno considera que Zasetsky se conservó fundamentalmente como la misma persona, que podía relacionarse en forma normal con otros individuos. ¿Por qué los lóbulos frontales tendrían este estado especial para el sentido de persona de un individuo, de tal manera que un individuo con un lóbulo frontal intacto puede seguir teniendo acceso a sus propios puntos de vista de sí mismo, en tanto que otros individuos con menos daño extensivo pueden haber perdido esta presencia de la mente, en forma total? De acuerdo con Walle Nauta, destacado neuroanatomista y desde hace mucho tiempo estudioso de los lóbulos frontales, éstos constituyen el sitio de reunión por excelencia para la información de los dos grandes ámbitos funcionales del cerebro:43 Las regiones posteriores, que están involucradas en el procesamiento de toda la información sensorial (incluso la percepción de los demás), y los sistemas límbicos, donde están alojadas las funciones motivacionales y emocionales del individuo y de donde se generan los estados internos de uno. Resulta que la corteza frontal es el lugar donde convergen las redes nerviosas que representan el ambiente interno del individuo —sus sentimientos, motivaciones y 41 A. R. Luria describe a Zasetsky en su The Man with a Shattered World: The History of a Brain Wound, Lynn Solotaroff, trad. (Nueva York: Basic Books, 1972). 42 La declaración del cuaderno de notas de Zasetsky se cita de la p. 421 de la obrade Luria citada en la nota anterior. 43 La opinión de Walle Nauta sobre los lóbulos frontales como un sitio de reunión de información se plantea en su "The Problem of the Frontal Lobe: A Reinterpretation", Journal of Psychiatric Research 8 (1971): 167-187. 205 Howard Gardner Estructuras de la Mente conocimiento subjetivo personales— con el sistema que representa el ambiente externo: la visión, sonidos, gustos y costumbres del mundo transmitidos a través de diversas modalidades sensoriales. Así, por virtud de su ubicación y conexiones anatómicas estratégicas, los lóbulos frontales tienen el poder de servir como la estación integradora principal, y así lo hacen. En la médula del conocimiento personal, representado en el cerebro y en especial en los lóbulos frontales, parece haber dos clases de información. Una es nuestra habilidad para conocer a otras personas, de reconocer sus rostros, sus voces y sus personas; de reaccionar en forma apropiada a ellos; de participar en actividades con ellos. La otra clase es nuestra sensibilidad a nuestros propios sentimientos, nuestros propios deseos y temores, nuestras propias historias personales. Como hemos visto, en el reino animal y ciertamente dentro del orden de los primates se pueden encontrar insinuaciones de estas habilidades: el reconocimiento de rostros y voces, el establecimiento de relaciones íntimas con otros organismos, y la experiencia de una gama de sentimientos ciertamente no son propiedad exclusiva de los seres humanos. Más aún, cada una de estas formas de conocimiento se puede afectar mediante la cirugía experimental. Pero la habilidad de relacionar estas formas de conocimiento con los símbolos, de manera que podamos conceptuar nuestro conocimiento intuitivo de nuestro yo y nuestro conocimiento más público de los demás, surge como una función humana singular. Nos permite formular teorías y creencias acerca de otros individuos y desarrollar una explicación proposicional de nuestra propia persona, que en alguna otra parte he llamado "metáfora del yo". Con toda probabilidad, muchas áreas del cerebro (subcorticales y corticales) participan en el desarrollo y elaboración de estas formas de inteligencia personal; pero debido a su papel singular como unión integradora, y debido a su desarrollo relativamente tardío en la historia de la especie y del individuo, los lóbulos frontales tienen un papel privilegiado e irreemplazable en las formas de inteligencia a las que nos dedicamos aquí. El estado del conocimiento personal también se ha estudiado en otras poblaciones patológicas. Algunas patologías pueden bloquear el desarrollo del conocimiento del yo y de los demás. Con respecto a los jóvenes seres humanos, encontramos al individuo ocasional que es autista: un niño que bien puede tener conservadas las capacidades para computar, sobre todo en áreas como la música o las matemáticas, pero cuya condición patológica de hecho se define como incapacidad para comunicarse con otros y por un sentido tan impedido del yo que el niño tiene dificultades singulares para utilizar las palabras yo y mi.44 Cualquiera que sea el problema que perjudica al niño autista, es claro que comprende dificultades para conocer a otros y para emplear este conocimiento para conocerse a sí mismo. La aversión a los ojos de otros individuos sirve como síntoma especialmente patético de este desorden. Hasta donde sé, uno no encuentra idiots savants de un tipo opuesto, individuos con un sentido excesivamente desarrollado del yo. Parece ser que este conocimiento y maduración del yo requiere una integración tan extensa de otras capacidades, que el individuo tendría que ser una persona esencialmente normal. Sin embargo, convendrá señalar que, en determinadas formas de retraso mental como en el síndrome de Down, parece hasta cierto punto bien conservada la habilidad para entablar relaciones sociales efectivas con otros individuos, al menos en comparación con capacidades cognoscitivas más "directas" como el lenguaje o la lógica. Parece muy dudoso que esta forma de "sentido común" interpersonal se traduzca en discernimientos acerca del estado propio, a una clase de conocimiento intrapersonal. Más aún, en el caso de determinados desórdenes, como el que se encuentra en la personalidad psicópata, el individuo puede armonizar en forma sumamente aguda con las intenciones y motivaciones de otros sin desplegar una sensibilidad comparable a sus propios sentimientos o motivos. Por último, también es posible que algunos individuos tengan un conocimiento excesivamente precoz o agudo de sus propios sentimientos sin poder indicar, o actuar sobre este conocimiento en presencia de los demás. Por definición, ¡esta condición sería la más difícil de identificar para un observador! Uno puede examinar la suerte del conocimiento personal en los individuos que han sufrido de diversas heridas focales; por ejemplo: en personas que eran normales y quedaron afásicas como 44 Sobre el autismo, véase B. Rimland, Infantile Autism (Nueva York: Appleton-Century-Crofts, 1964). 206 Howard Gardner Estructuras de la Mente resultado de sufrir daño en el hemisferio cerebral dominante. Pudiera parecer que el lenguaje tiene la clave del conocimiento de sí mismo y que, en ausencia de esta forma de simbolización, se comprometería la habilidad de pensar en uno mismo o de cooperar con otros individuos en forma grave, si no es que fatal. Sin embargo, de hecho se puede sufrir afasia grave sin implicaciones igualmente deteriorantes para el conocimiento personal. Entre los que han sido afásicos pero se han recuperado lo suficiente para describir sus experiencias, encontramos testimonio consistente: aunque puede haber habido disminución del estado general de alerta y considerable depresión con respecto a su estado, el individuo de ninguna manera sentía ser persona distinta. Reconocía sus propias necesidades, deseos y apetitos y trataba de lograrlas de la mejor manera posible. Los miembros de la familia (y los médicos) por lo general están de acuerdo en que, dada la gravedad del daño, la habilidad del afásico para relacionarse con otros individuos y para reflexionar acerca de su propia condición sobrevive sorprendentemente bien. Como para reforzar este punto, entre los individuos que han sufrido de daño unilateral al hemisferio derecho (no dominante o menor) se halla un cuadro sintomático instructivamente distinto. En estos pacientes, el lenguaje se mantiene intacto en grado ostensible, de manera que uno podría esperar una habilidad indemne para hacer discriminaciones con respecto a uno mismo y otras personas. De hecho, en la capacidad pura para divertirse, superficialmente estos pacientes pueden dar la apariencia de seguir siendo la misma persona. Pero por lo general bastan unos cuantos minutos de charla para confirmar que la habilidad para relacionarse con otros se ha mantenido principalmente, si no es que en forma exclusiva, en un nivel verbal y que existe una brecha grande, quizá insuperable, entre la personalidad anterior y los modos actuales de relacionarse con otros.45 Los vínculos con los demás parecen ser muy superficiales, además de que los comentarios no parecen surgir del mismo individuo que prosperaba antes de que se iniciara el daño al cerebro. Más aún, hay poco sentido de impulso, señales pobres de planes para la recuperación, escasa disposición para entablar o reafirmar relaciones personales. El paciente puede anunciar que está de maravilla (reflejando la negación de enfermedad que a menudo se asocia con este estado), y que volverá a trabajar al día siguiente; pero, de hecho, se queda sentado durante muchas horas junto a la puerta, sin moverse. En efecto, quizá la falta de conciencia de su estado real sea el principal factor en la pobre recuperación que se encuentra de manera típica en los pacientes con daño al hemisferio derecho, al igual que la buena recuperación a menudo sorprendente de las habilidades en el paciente afásico refleja el sentido conservado del yo e iniciativa, junto con una conciencia concomitante de deficiencias lánguidas. De estudios de otras poblaciones de pacientes se pueden obtener perspectivas adicionales del conocimiento personal. En pacientes con enfermedad de Alzheimer 46 —una forma de demencia presenil— la falla de las capacidades de cómputo, en especial los ámbitos espacial, lógico y lingüístico a menudo es grave. Sin embargo, al mismo tiempo, el paciente se conserva bien cuidado, adecuado en lo social, y continuamente a la defensiva acerca de los errores que comete. Es como si el paciente sintiera que disminuyen sus poderes, que se percatara de esta declinación, y que se sintiera afectado por no lograr resolver sus dificultades, pero que no diera salida a su frustación en una forma públicamente hostil. Mi interpretación de este extraño conjunto de cuestiones inquietantes es que los lóbulos frontales del paciente se conservan hasta cierto punto en las primeras etapas de esta forma de demencia presenil: en realidad, la enfermedad de Alzheimer ataca las zonas cerebrales posteriores con especial ferocidad. En contraste, los pacientes con enfermedad de Pick —otra variedad de demencia presenil, que está mucho más orientada frontalmente— muestran rápida pérdida de la conducta apropiada social, un cuadro de síntomas más remiftiscente de las formas irascibles de la patología del lóbulo frontal. 45 Sobre los efectos del daño al hemisferio derecho (casos en los que se altera la personalidad, pero las habilidades verbales se mantienen esencialmente intactas), véase Gardner, Shattered Mind , capítulo 9 y referencias citadas allí mismo. 46 Referente al contraste entre pacientes con enfermedades de Alzheimer y de Pick, véase Gardner, Shattered Mind , capítulo 7 y referencias citadas allí. Sobre la epilepsia del lóbulo temporal, véase Gardner, Shattered Mind , capítulo 10. 2

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