ELBERT, CARLOS Manual_basico_de_Criminologia.pdf
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CapÃtulo 3 Los precursores 'Prehistoria" de la investigación criminológica Los precursores precientÃficos Los orÃgenes Beccaiia, Darwin y Spencer HabÃamos dicho anteriormente, que el fe- construir sociedades o asociaciones libres nómeno criminal ha despertado siempre una de delito...
CapÃtulo 3 Los precursores 'Prehistoria" de la investigación criminológica Los precursores precientÃficos Los orÃgenes Beccaiia, Darwin y Spencer HabÃamos dicho anteriormente, que el fe- construir sociedades o asociaciones libres nómeno criminal ha despertado siempre una de delitos conforman una utopÃa absolu- atracción muy fuerte para el gran público ta; incluso, desde Durkheim en adelante lector de periódicos revistas y libros, actual- sabemos que cierta cuota de delincuencia mente potenciada por vÃas audiovisuales. Es expresa la salud de una sociedad, tesis que curioso que, morbosidades al margen, el cri- luego analizaremos. men atraiga tanto, siendo una conducta trans- Esta relación norma-transgresión-castigo, gresora. De acuerdo a la imagen que pre- es un proceso en el que somos entrenados tenden irradiar la ley y las instituciones, ca- desde la infancia. En la niñez temprana se brÃa pensar que los fenómenos delictivos de- disuade al niño que toca lo que no debe, berÃan despertar rechazo, desprecio e indi- por ejemplo un enchufe, mediante repri- ferencia, y en los hechos, ocurre lo contra- mendas y castigos fÃsicos. Aprendimos me- rio. Sucede que la transgresión es tan anti- diante el dolor, o los estÃmulos desagrada- gua como las normas, porque allà donde se bles, qué era lo que no debÃamos hacer. establezcan, habrá alguien que las desobe- PodrÃa decirse que aprendimos a través de dezca o desafÃe, y los seres sociales somos mecanismos disuasivos, o de prevención parte inseparable de ese juego. especial. Tales mecanismos se aplican a los Es imposible que un conglomerado so- actos más insignificantes de la vida social y cial se desarrolle y administre sm contar con también a los más trascendentes. Tal vez normas de referencia; los seres humanos desde esas vivencias profimdas nace cierta crean signos de identificación sin los cuales admiración o envidia hacia el aventurero no podrÃan relacionarse con sus semejantes. que se libera de las ataduras legales y so- Asà lo indican diversos estudios experimen- ciales para realizai su voluntad al margen tales llevados a cabo en el campo de la psico- o en contra de las normas. Quizá venga de logÃa y la sociologÃa. Pero asà como el ser allà la fascinaciém por los delincuentes po- humano necesita permanentemente de las pulares, que se han llamado RobÃn Hood, normas de referencia, también las trans- Mate Cosido, Bairoletto, Jesse James, etc., grede frecuentemente y se ve expuesto a y que llegan incluso a lo épico, como en el sufrir ciertas consecuencias. La pretcnsión de caso de los cangageiros de Brasil o de los 35 Carlos Alberto Elbert gauchos perseguidos del MartÃn Fierro, de de gran sabidurÃa; por ejemplo, disponÃa que la'Argentina. En muchos de estos casos nos pobres y ricos fuesen juzgados de modo encontramos con situaciones ficticias o rea- distinto, correspondiéndoles a los últimos les de conflicto con la autoridad, que obli- la mayor severidad, en razón de las mayo- gan a ciertas personas a huir de la civiliza- res oportunidades que habÃan tenido de ción o a ocultarse dentro de ella, sea en las acceder a mejores bienes materiales y cultu- tolderÃas de los indios o en la clandestini- rales. Veremos luego que, entre nosotros, en dad de "algún lugar" en la jungla de ce- base a consideraciones parecidas, Zaffaroni mento. Personalmente, pienso que esta re- teoriza en la actualidad sobre las variantes lación conflictiva de los seres humanos con para estaicturar un derecho penal más jus- los usos, tabúes y normas de la comunidad to, por razones de equidad social.-^ nos vienen desde el origen de los tiempos, El antiguo Egipto, otra civilización rele- pero, por razones didácticas, considero vante y admirada, practicaba un llamado aconsejable siaiarnos históricamente en mo- ritual de los muertos, que se llevaba a cabo mentos trascendentes de la humanidad que tras el fallecimiento de cada persona, en- puedan ir marcando, como las cuentas de tendiendo que eran los dioses quienes e- un rosario, una serie de hitos importantes fectuaban el juicio final de aquellos difun- hacia la construcción de lo que luego ter- tos. El trámite consistÃa en contraponer los minó siendo un cuerpo de conocimientos méritos del desaparecido, a sus defectos y con rango cientÃfico sobre el fenómeno cri- errores, para concluir en un veredicto. El minal: la criminologÃa. parámetro de valoración era también, en esta Podemos arrancar con nuestro excurso cultura, el de las oportunidades que la vida desde el Código de Hammurabi, teniendo habÃa ciado a cada ser, para lograr su per- en cuenta que es el primer texto codificado feccionamiento, o lo contrario. No cabe duda que nos llegó completo, desde el 1700 an- que en cada cultura hay quienes, buscando tes de Cristo hasta la actualidad, a través de la mayor equidad dentro de la imperfec- casi cuatro mil años de cultura. ción humana, aun con el profundo conven- Los juristas abrigamos siempre el senti- cimiento de que las instituciones vigentes miento autosuficiente de que nuestra estruc- son las mejores posibles, intentan compren- tura legal supera técnica y filosóficamente a der por qué hay personas que no se adap- tan a ellas. También es obvio que tales las antiguas, pero sin embargo, el pasado planteos abren notables espacios éticos y fi- nos depara muchas sorpresas, demostrati- losóficos para mejorar la coexistencia en una vas de niveles de sabidurÃa social que he- dirección más justa. Se trata, en suma, de de- mos perdido en los modelos sociales con- sarrollar la capacidad de indagación del alma temporáneos. El Código de Hammurabi, humana, asignándole trascendencia. En otras si bien tenÃa disposiciones que instituÃan palabras, se trata de bucear tras la pregunta castigos muy severos, incluÃa algunas otras 22 Zaffaroni, Eugenio Raúl. En busca de las penas perdidas, Ediar, Buenos Aires, 1989, capÃÃulos V y VI. Del mismo autor, sobre la génesis y desarrollo de la criminologÃa, en especial como enfoque racista, puede verse CriminologÃa, aproximaciones desde un margen, Temis, Bogotá, 1988. 36 /lanual básico de CriminologÃa por el sentido de la vida a tra\'és de la circunstancias verificables, a cargo de mé- propuesta de existencia que cada persona dicos, un anticipo —dirÃamos— de los ac- pudo o quiso realizar. En particular, el fuer- tuales médicos fc:)renses. Por otra parte, el te contenido religioso y hasta teocrático estudio de los cuerpos vivos no se limitaba de las organizaciones sociales del pasa- a las acciones fÃsicas, sino cjue fue abarcan- do, hasta el despotismo ilustratio del si- do, en medida creciente, la indagación de glo XVIII, hizo frecuente hincapié en un las motivaciones en los seres vivos. La otra alma que debÃa redimirse mediante casti- circunstancia relevante en esta progiesión gos que tenÃan valor metafÃsico En el me- histórica, fue la evolución de las noimas y dioevo, por ejemplo, el mejoramiento espi- los sistemas de procedimiento penal a par- ritual y la redención por vÃa del dolor fÃsico tir del siglo XVIII, incorporando a la medi- \' la penitencia carnal estaban ampliamente cina legal en los procesos, modernización extendidos, y en la religión católica son to- que queda plasmada en una institución fun- davÃa de uso frecuente las penitencias vo- damental del derecho penal posterior, cual luntarias de toda clase. es la inimputabilidad del demente Para En cierta etapa histórica. los pensadores apreciar debidamente el valor de este cam- dieron la espalda al "alma" y se concentra- bio, basta compararlo con la situación me- ron cada vez con mayor interés en lo cor- ciieval de los locos, a los que, como dije, se poral, como fuente de las conductas huma- atribuÃan tocia clase de satanismos, y se eje- nas. Gradualmente, se fue sospechando que cutaba de las formas más cmeles, como re- la hidrofobia no era una posesión satánica, sultado de la mezcla de ignorancia con su- sino una enfermedad del cuerpo que ataca- perstición religiosa. ba a la mente, algo parecido a lo que ocu- Püsteric;rmente, la modernización proce- rrÃa también con la epilepsia. Este desplaza- sal tu\'o un hito fundamental, constituido miento del interés cientÃfico del alma hacia por la Ordenanza Procesal Penal de Carlos V, los cuerpos se termina de consagrar con el la famosa "Carolina", que supo resumir y predominio de la Modernidad Asà como sistematizar todos los progresos alcanzados, Foucault describe minuciosamente el pro- sintiendo de plataforma para la evoluciór. ceso de interés por el cuerpo como objeto posterior de muchas legislaciones penales de sanción,"^ hubo, en el nacimiento de la de occidente. Llegamos asÃ, entonces, a pro- criminologÃa, un marcado interés por el cuer- cesos penales con médicos forenses, peri- po como objeto de estudio para explicar las tos y reglas procesales cada vez más intere- conductas disvaliosas. Este proceso se for- sadas en la verdad real, en la verdad mate- taleció institucionalmente a partii de dos cir- nal de los sucesos investigados. De este cunstancias muy especÃficas: la aceptación modo, se reúnen históricamente los elemen- y generalización, a partir del siglo XIII, de tos básicos para los primeros modelos de las autopsias, cjue permitieron investigar investigación que podrÃamos denominar cri- cuerpos humanos sin tabúes, en busca de minológicos. Ahora sÃ, eclosiona abiertamente 23 Foucault, Michel l/;g//ary casf/gar. Siglo XXI, México, 1981. 37 Carlos Alberto Elbert el interés de los investigadores por la po- UtopÃa de Tomás Moro, en 1516. La obra le sibilidad de determinar, en lo psicofÃsico, acarreó al posteriormente Santo consecuen- la razón de ser del delito. Por motivos di- cias tan graves como ser decapitado por ne- dácticos dejaremos para más adelante este garse a reconocer la autoridad espiritual del punto del desarrollo explicativo, sin peijui- brutal rey Enrique VIII, de quien nació la cio de recordar que, en este recorrido his- religión anglicana. Lo cierto es que Moro tórico, muchas biografÃas y obras que mos- (Thomas Moor o Morus, 1480-1535) hizo traré por separado, discurrieron, con fre- tambalear la validez de la inicua justicia cuencia, simultáneamente o en una suce- penal vigente en esa etapa histórica. His- sión no cronológica. Habrá que analizar, por toriadores ingleses registran que, durante ejemplo, la obra de Lombroso por un lado, el reinado de Enrique VIII, a razón de 2.000 las de Ferri o Ingenieros por otro, pero, en por año, fueron ejecutadas 72.000 perso- general, estos procesos de investigación son nas sólo por los delitos de robo y hurto. contemporáneos dentro de la misma genera- Era inevitable que, al poner Moro la le- ción de teóricos. A veces, sucederá que re- gitimidad del derecho en cuestión, entrase sulte difÃcil determinar quién es el verdadero en conflicto con el monarca, dado que las "padre" de una tesis, como sucede con Dar- leyes eran su propia obra, o sea la de Dios. win, respecto a la gestación de su teorÃa. No es raro, entonces, que Moro terminase La investigación criminológica comien- en el martirio, porque en ese momento his- za —como todo en ciencia— en una bús- tórico (y otros posteriores, como veremos queda de conocimiento racional y funda- en referencia a Beccaria) era poco menos do. Es difÃcil afirmar que una disciplina que imposible el cuestionamiento institu- nazca de la noche a la mañana, por obra cional, y cuando se lo formulaba, debÃan de un iluminado o de una publicación es- tomarse numerosos recaudos y medidas de pecÃfica. Parece más razonable seguir al- salvaguardia y prudencia, que seguramen- gunas lÃneas evolutivas del pensamiento y te han hecho perder en el olvido y la ano- la búsqueda, hasta desembocar en un re- nimidad otras obras no menos meritorias. sultado sólido, fraguado de influencias Moro la emprendió contra la sociedad múltiples. Por este motivo, podemos decir inglesa, contra la rapacidad y el egoÃsmo de que la búsqueda de conocimiento cientÃfi- sus ricos, la crueldad con que se condena- co sobre el fenómeno criminal se gestó a ba a los pobres ladrones necesitados, al lujo través de tres circunstancias que habitual- y al derroche junto a la miseria, al manteni- mente acompañan al proceso de investiga- miento de grandes ejércitos dedicados a la ción: a) la puesta en duda de las ideas an- conquista, etc. El interrogante central de sus tes dominantes, b) la crÃtica a la situación disquisiciones sobre el sistema penal era: de los sistemas procesales y c) la necesi- ¿la justicia que tenemos, es la mejor que po- dad creciente de comprobación que se afir- demos tener? maba con el paradigma de ciencia del si- Durante la refomaa, otros grandes cues- glo XIX. tionadores de valores establecidos, como Los cuestionamientos a las ideas fundan- Calvino, Lutero, Erasmo, se ocuparon también tes de la sociedad premoderna comienzan de objetar el sistema de sanciones al cri- en el siglo XVI, con la publicación de la men desde la perspectiva teológica. Sin em- 38 Manual básico de CriminologÃa bargo, el hito principal, ya en plena mo- poca atención al problema polÃtico-crimi- d e r n i d a d , fue u n a obra de Cesare nal. Lo cierto es que el descubrimiento de Bonesana, posteriormente Marqués de Bec- la obra de Beccaria los deslumbre y les caria (1738-1794): De los delitos y de las brindó una interpretación y un programa penas, aparecida en 1764.-'' La lectura ac- liberal acabados, sistemáticos y simples, tual de esta obra no deja de provocar sor- sobre el funcionamiento del sistema pe- presa, por el enorme grado de anticipa- nal. Voltaire escribe un comentario sobre ción histórica que encierra, cotejándola con la obra, e inicia un intercambio epistolar la situación actual de la polÃtica criminal. con el autor, solicitándole asesoramiento y Beccaria era un hombre talentoso pero consejo en esta problemática. Invitado a insociable, y la crónica dice que en su caso, Francia como una autoridad, su deslucido "la obra superó al hombre". Ante todo, fue papel allà decepcionó a los anfitriones, que, una persona que abrigó muchos resenti- no obstante, siguieron valorando la obra. mientos contra su educación religiosa, a la De los delitos y de las penas es la piedra que consideró totalitaria. En buena medi- fundamental del derecho penal liberal, y da, su obra es una reacción de apertura blanco de los mayores ataques del futuro institucional contra el monopolio eclesiás- positivismo. tico. Su afán libertario lo tornó un apasio- Pasando ahora a la cuestión del releva- nado lector de Rousseau, Montesquieu y miento de la realidad, o sea, no simplemente Voltaire. Por consejo de su amigo Pietro al filosofar sobre ella, sino al reconocerla y Verri,^^ a fin de que saliera de un profundo valorarla, debe aludirse, sin duda, a la obra estado depresivo, decidió escribir un opús- de dos ingleses: John Howard (1726-1790) culo sintetizando sus ideas, que resultó ser, y Jeremy Bentham. El primero realizó un finalmente, la obra que comentamos. minucioso análisis y descripción de las cár- El libro, escrito casi sin correcciones, fue celes de Escocia y Gales, un verdadero clá- publicado bajo seudónimo, en Livorno. sico de la investigación de campo penoló- Inesperadamente, tuvo tanto éxito que se gica, datado en 1777, y descripciones y aná- agotó en un mes, y luego de tres ediciones lisis de establecimientos penales de Espa- era ya un suceso intelectual. El Vaticano ña, Holanda y otros paÃses europeos. Gra- comenzó a sospechar que el libro pudiera cias a sus investigaciones de los registros ser herético y se llegó a incluirlo en el de esas cárceles, han llegado a nuestros dÃas Index, pero la popularidad de la obra y el valiosas informaciones del universo carce- origen aristocrático de Beccaria lo preser- lario del siglo XVIII. varon de males mayores. Howard influyó en la sanción de varias Es llamativo que los iluministas france- leyes y reglamentaciones inglesas, tendien- ses, que se ocuparon de tantas cuestiones tes a mejorar la situación de los presos y la filosóficas y polÃticas, hubieran prestado preservación de su salud. Una de sus ideas 24. Se puede consultar la edición latinoamericana, con estudio preliminar de Nodier Agudelo B e t a n c ' u-c- tipia BolÃvar, Bogotá, 1992, y la española, con el comentario de Voltaire, Alianza Editorial, Madrid, 1965 25. De este autor puede leerse con provecho Observaciones sobre la tortura, Depalma, Buenos A:'es ' 5 Carlos Alberto Elbert se trasladó a la realidad, logrando que se concentraremos ahora en el siglo XIX y en separase a los presos por sexo, edad, con- la persona de un genio cientÃfico: Charles dición y según la gravedad de los delitos Darwin. cometidos, mediante la introducción del sis- Darwin (1809-1882) logró con su obra de tema de celdas individuales. Es un mártir conjunto, pero especialmente con El oÃigen de la penologÃa, pues falleció en Crimea, de las especies, publicado en 1859, una revo- contagiado de peste en una de las cárceles lución cientÃfica paradigmática. Esta obra puso que visitó. Gracias a su obra filantrópica, se —podrÃa decirse— cabeza abajo todo lo que afirmó la idea del tratamiento penitenciario la ciencia habÃa construido hasta ese momen- de seres humanos. La profusa traducción to en el plano de las ideas biológicas y an- de "El estado de las prisiones" hizo que sus tropológicas. Su trabajo es de una jerarquÃa análisis crÃticos se difundieran por toda excepcional, meduloso, profundo, documen- Europa. tado tras larguÃsimos años de observación y Por su parte, Bentham (1748-1832) in- análisis sistemático del objeto. La mayor vir- fluyó mucho en la reforma penal inglesa aid cientÃfica de Darwin fue, posiblemente, del siglo XIX y en otras legislaciones, como la de no darse nunca por satisfecho con las la francesa. Su obra fundamental es teórica, convicciones que alcanzaba, a las que ponÃa pero su creación del "panóptico" es un ha- a paieba una y otra vez, hasta poder susten- llazgo que alcanzó universalidad. Este sis- tarlas en interminables verificaciones y datos tema de constaicción de cárceles se siguió comprobables. Darwin evitaba el lucimiento aplicando hasta entrado el siglo XX en mu- de los debates, llevó una vida apartada de chos paÃses, y consiste, como sabemos, en los centros cientÃficos, y tomaba minuciosa un centro de control por observación sobre nota de todas las objeciones que se le opu- las alas radiales de pabellones, semejando sieran. La construcción darwiniana es, en- a una meda de carro. Al margen de las crÃ- tonces, de la magnitud con que cualquier cientÃfico desearÃa quedar registrado en una ticas que merezca la ideologÃa de Bentham,-^ historia de la ciencia. Han pasado casi dos- lo cierto es que fue un modernizador técni- cientos años de la consagración cientÃfica de co de los sistemas carcelarios, que a partir este paradigma evolutivo sin que, pese a las de allà se concibieron con un soporte de modificaciones sucesivas, pueda afirmarse tratamiento y control racional sobre la po- que esté completamente superado. ¿Qué hace blación penitenciaria del que antes carecÃan. tan espectacular la obra de Darwin? Alguien En este punto del desarrollo haremos, sostuvo que gracias a ella la historia del co- como antes anuncié, un corte en la temáti- nocimiento avanzó de golpe 100 ó 200 años, ca filosófico-social y jurÃdica, para internar- lo que no es exagerado. Lo cierto es que nos en el campo biológico, donde encon- logró unir conceptos de la filosofÃa, la fe, las traremos grandes investigadores y trabajos ciencias y la razón, impregnando hasta hoy que predispusieron luego cambios en las la concepción del mundo que nos rodea. ideas normativas, o sea en la valoración de Nadie discute ya que el hombre desciende las conductas dentro del campo legal. Nos 26. Ver Zaffaroni, Eugenio Raúl: Manual de Derecho Penal. Ediar, Buenos Aires, 1985, p. 224. 40 Manual básico de CriminologÃa de primates, tras una lÃnea de evolución que La obra establecÃa una relación dialécti- empieza en fomias vivientes elementales, has- ca entre el mundo y las especies que lo ta que el homÃnido logra dominar los ele- pueblan, sintetizada por Darwin con es- mentos con sus manos. Ninguna explicación tas palabras: alcanzarÃa una mtensidad visual comparable a la primera escena de la pelÃcula 2001, Odi- Estoy convencido de que las especies sea del espacio de Stanley Kubrick, en la que no son inmutables. Los miembros de lo un hombre primitivo lanza hacia el cielo un que se denomina géneros idénticos son hueso, que, tras unas vueltas, se transforma descendientes lineales de alguna otra es- en una nave espacial en xaielo hacia la luna. pecie, generalmente distinta. Más aún, Darwin está presente detrás de esa imagen estoy convencido de que la selección na- de fabulosa capacidad de sÃntesis. tural ha sido el medio de modificación Darwin describió el proceso de la selec- más importante, pero no el único. ción natural Esta teorÃa implicaba afirmar que la humanidad no resultó de un proce- Obsérvese que Darwin está limitando so creativo repentino, sino de una evolu- el alcance de su propia verificación, evi- ción biológica natural, espontánea y com- tando una conclusión absoluta, o sea, per- pleja. El universo darwiniano estaba en per- mitiendo la reelaboración de las ideas que manente interacción y transformación. El la sustenten, en lugar de réplicas absoluta"^ mundo estático, creado por Dios repenti- que la desautoricen. namente, con todas y cada una de sus es- La nueva concepción del devenir de los pecies en el estado en que las conocemos, seres vivientes molestó a las esferas ecle- conforme lo detalla el Génesis que era, por siásticas y no dejó de causar problemas a el contrario, absoluta e indiscutible, se re- Dai'win, La sociedad victoriana, escandali- veló de pronto insuficiente paia explicar zada, le opuso una reacción militante. A tantas transformaciones encadenadas a lo Dai-win le molestaba tanto este escándalo, largo de millones de años. Se daba res- como la popularidad y los honores. Mandó puesta asÃ, a numerosas cuestiones no re- a discÃpulos suyos a sostener sus ideas en sueltas en el campo de las ciencias natura- los debates.con la Iglesia, y por su paite, les de la época. pudo realizar su sueño de vivir retirado, en Cuando apareció El origen de las espe- el campo, desde los cuarenta años de edad, cies en Londres, no contó con ninguna pu- apoyado en la seguridad económica que le blicidad especial ni con recursos de comu- brindaban ¡as sucesivas ediciones y las múl- nicación de los que actualmente aseguran tiples traducciones que iban alcanzando sus la colocación de un producto antes su apa- libios. Del rico anecdotario de su vida, hay rición en el mercado. Pese a ello, la obra, un aspecto que nos vincula directamente: de la que se habÃan tirado 1200 ejemplares, Darwin estuvo investigando en actual terri- se agotó en una hora, marcando un auténti- torio argentino y chileno, en el viaje de in- co récord editorial para la época. El libro, vestigación cientÃfica que realizó durante cin- del que rápidamente se tiraron varias edi- co años a bordo del buque "Beagle" de don- ciones, se tornó suceso, transformando a de se lomó el nombre para el canal que se- Darwin en una celebridad nacional. para la Tierra del Fuego de la Isla Navarino. 41 Carlos Alberto Elbert Recordemos, además, que el capitán de la superpuestas del litoral patagónico y tomó nave era Robert Fitz Roy, cuyo nombre dis- contacto con nuestros aborÃgenes fueguinos. tingue a uno de los picos más importantes En las Islas Galápagos remató sus observa- del sur argentino. Ese viaje, con sus peripe- ciones, comprobando la asombrosa diferen- cias, las comprobaciones que Darwin iba cia evolutiva en especies que habÃan per- recogiendo, sus discusiones con Fitz Roy, manecido aisladas del continente, en con- quien era un interlocutor muy preparado, diciones geológicas y biológicas constantes. y especialmente, el traslado a Inglaterra de Como si fuese poco con esa incidencia de tres indios yaganes para civilizarlos —cuya Lyell, poco antes de publicar su obra, Dar- historia posterior entre dos mundos opues- win recibió una carta de un cientÃfico admi- tos es tan asombrosa como casi descono- rador, Russell Wallace, biólogo británico radi- cida—, está reconstruido en algunos libros cado en TahitÃ, quien habÃa llegado a con- recientes y muy interesantes.^^ clusiones idénticas a la teorÃa de la evolu- No es éste el lugar para extendernos acer- ción de manera simultánea a Darwin. Dar- ca de la naturaleza cientÃfica de la obra de win le hizo saber esta circunstancia, ofre- Darwin, que puede ampliarse por otros tex- ciendo pruebas de la seriedad de su traba- tos. ^'^ Sin embargo, conviene recordar algu- jo, que Wallace no puso en duda, ponién- nos aspectos de su obra, su influencia en dose, a su vez, incluso, a su disposición. nuestro paÃs y evaluar brevemente las fun- Resolvieron registrar conjuntamente la pa- ciones ideológicas hacia las que fue deriva- ternidad de la idea evolutiva común, ante da la teorÃa de la evolución de las especies. la Sociedad Británica de Ciencias, mediante En primer lugar, no hay duda histórica una presentación que no produjo ningún efecto y fue olvidada en el archivo, hasta la sobre la honestidad de Darwin, pero su teo- aparición de El origen de las especies. Tam- rÃa tiene puntos de contacto, realmente bién se discute si la obra precedente de asombrosos, con otras obras, que en ciertos Spencer fue decisiva para la constmcción momentos pusieron en cuestión la origi- daiwiniana, lo que podrÃa ser cierto, en tanto nalidad de la suya. En primer lugar, co- fueron contemporáneos y tuvieron intercam- rresponde citar a un importante geólogo bio persona! y cientÃfico, habiendo publica- británico, Lyell, partidario de la teorÃa evo- do Spencer con anterioridad teorizaciones lucionista en materia geológica, cuya obra de claro contenido evolucionista. Incluso, llevó Darwin consigo en el Beagle. Por cier- una obra previa de Spencer desarrolla la to, la estudió concienzudamente en esos idea de selección natural; es Hipótesis sobre años, llegando a la conclusión de la certe- el desarrollo, aparecida en 1852, citada por za total de ese trabajo, en especial cuando Dai-win en El origen de las especies, siete años estudió el contenido de las capas geológicas 27. Lee Marks, Richard: Tres hombres a bordo del Beagle, Javier Vergara Editor SA, Buenos Aires, 1994; Canclini, Amoldo: S fueguino, Sudamericana, Buenos Aires, 1998. 28. Klimovsky, Gregorio: Las desventuras..., op. cit., p. 173; Leitli, Brian: El legado de Darwin, Biblioteca CientÃfica Salvat, Barcelona, 1986; Palma, Héctor y Wolovelsl