Conceptos y Generalidades de Liderazgo PDF
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Este documento analiza los conceptos y generalidades del liderazgo, con foco en el enfoque arqueológico de Michel Foucault. El texto explora la relación entre el saber y el poder, y cómo Foucault aplica este método al estudio del liderazgo en diferentes contextos históricos y sociales. Se enfatizan los conceptos de discurso y declaración, que resultan fundamentales para la comprensión del tema.
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I. CONCEPTOS Y GENERALIDADES DE LIDERAZGO A. Arqueología del líder, método arqueológico de M. Foucault y su aplicación en el análisis filosófico del liderazgo. Arqueología del saber de Michel Foucault. (La arqueología: estudia las sociedades humanas del pasado a través de distintos tip...
I. CONCEPTOS Y GENERALIDADES DE LIDERAZGO A. Arqueología del líder, método arqueológico de M. Foucault y su aplicación en el análisis filosófico del liderazgo. Arqueología del saber de Michel Foucault. (La arqueología: estudia las sociedades humanas del pasado a través de distintos tipos de vestigios, en contextos terrestres o subacuáticos). La arqueología del saber propuesta por Michel Foucault es un rechazo a los postulados y procedimientos de la historia de las ideas que pretende definir no sólo los pensamientos, las representaciones, las imágenes, los temas, las obsesiones que se ocultan en los discursos. No trata el discurso como documento sino como monumento. No es una disciplina interpretativa, no busca otro discurso. No es una alegoría (ficción en virtud de la cual un relato o una imagen representan o significan una cosa diferente). Es un análisis diferencial de las modalidades de discurso. No es una psicología, ni una sociología, ni una antropología. Define unas reglas de prácticas discursivas. Es una reescritura, una transformación pautada de lo que ha sido y se ha escrito, una descripción sistemática de un discurso objeto, un análisis de las opiniones, más que del saber, de los errores, más que de la verdad, no de las formas de pensamiento sino de los tipos de mentalidad. La medicina, la psiquiatría son formaciones discursivas como lo son el derecho penal y la pedagogía cuya función es curar, castigar y educar, respectivamente. Algunas definiciones importantes relacionadas con el tema son: Discurso: facultad racional con que se infieren unas cosas de otras. Declaración: manifestación del ánimo o de la intención. La declaración es una función existencial para el significado del discurso. Una declaración es una enunciación discutible que un autor manifiesta en un texto o construcción teórica, para que el lector lo acepte, algo que no todos aceptarán. Semántica: relación entre el lenguaje y su significado o sentido. El pensamiento de Foucault es imprescindible en la academia. La importancia de desarrollar una investigación con las aportaciones que hace Michel Foucault al análisis del discurso, está en dar cuenta que su propuesta relaciona poder y sujeto en el campo del lenguaje, a través del discurso. La crítica que desarrolló Michel Foucault se centró básicamente en tres cuestiones: relaciones de poder, saber y campos de dominio y, la tradicional descomposición de los enunciados del discurso en átomos del discurso. Es en esta última crítica donde se ve la importancia de su análisis del discurso, pues Foucault lo analiza no para entender lo que dice el discurso, sino para comprender sus reglas de formación. Por otra parte, el tema de la discontinuidad ha llegado a ocupar un lugar muy importante en los estudios póstumos acerca del pensamiento de Foucault. Ciertamente, el tema constituye una novedad, en la medida en que los tópicos que durante mucho tiempo han dominado la recepción de la obra de Foucault, han sido: la historia, relaciones de poder, saber y campos de dominio y, la tradicional descomposición de los enunciados del discurso en átomos del discurso.. Sobre el poder Foucault señala: LA VISIÓN DEL PODER. En el año de 1975 Foucault lleva a cabo el estudio del régimen penitenciario del siglo XVIII hasta el siglo XIX. Desarrollando dos tesis: la primera, el ejercicio del castigo tuvo un sinnúmero de cambios de un periodo a otro, es decir, en el paso del régimen monárquico al régimen republicano; la segunda, la existencia, a la vez, de técnicas que sirven de puntos de apoyo, de herramientas, de conexión, de vía en el ejercicio del poder destinado a controlar y a gobernar a los individuos. La primera tesis afirma que el castigo penitenciario sufrió varias mutaciones. Primer punto de vista: el castigo punitivo fue un hecho que se ha ido transformando. Esos cambios en el modo de juzgar a los delincuentes, no obedecen a ningún fin, ni están determinados bajo un horizonte el cual deben perseguir. Los cambios que se dieron en el castigo punitivo no reflejan un perfeccionamiento que se va formando poco a poco. Ni responden, por otro lado, al crecimiento gradual de un tipo de racionalidad. El castigo penitenciario en su desenvolvimiento histórico fue el resultado de una transformación a partir de la influencia directa de dos aspectos: la política y la economía. La política en cuanto a que es el rey, el soberano, el juez quien tiene el poder y la potestad de juzgar; y la economía en cuanto a que en el castigo se juegan unos intereses en relación a la producción que puede tener el cuerpo humano con el trabajo. La segunda tesis es la afirmación por parte de Foucault de la existencia de elementos materiales, de técnicas, de herramientas que producen de manera efectiva las relaciones de poder y, por consiguiente, de las que este último se sirve para controlar; estos elementos o técnicas afectan y ejercen un control en el individuo de manera directa; por otro lado, el estudio de estos puntos de control, de estos elementos materiales serán los medios para analizar la historia de los regímenes penitenciarios. Segundo punto de vista: el rastreo en la historia punitiva del siglo XVIII hasta el siglo XIX de las diversas técnicas, reglas o justificaciones que el poder se apropió para sus fines. “(…) una historia correlativa del alma moderna y de un nuevo poder de juzgar; una genealogía del actual complejo científico- judicial en el que el poder de castigar toma su apoyo, recibo sus justificaciones y sus reglas, extiende sus efectos y disimula su exorbitante singularidad”. Dice Foucault: … intenté mostrar que cierto tipo de poder, ejercido sobre los individuos mediante la educación, la formación de su personalidad, está ligado en Occidente al surgimiento no solo de una ideología, sino también de un régimen de tipo liberal (…) No lo hago para sostener que la civilización occidental es una “civilización disciplinaria” en todos sus aspectos. Los sistemas de disciplina los aplican algunos en relación con otros. Hay una diferencia entre gobernantes y gobernados. Se trata, en definitiva, de una historia genealógica de las técnicas esenciales de los sistemas de disciplina de la sociedad moderna. Sin embargo, alrededor de la obra de Foucault circulan tres cuestiones: la primera, las relaciones de poder son vistas como relaciones de fuerza; la segunda, el poder se sirve y a la vez crea instrumentos para controlar, mecanismo que fue denominado como tecnologías de control; y, como tercera cuestión, la microfísica del poder, los espacios pequeños, invisibles por donde el poder circula. Para Foucault estás tres cuestiones, o “triple enfrentamiento” están presentes en nuestra sociedad. Para este interés, se hablará de tres temas fundamentales, a saber: la microfísica del poder, la anatomopolítica y, finalmente, el poder disciplinario. Microfísica del poder. Alrededor de los siglos XVII y XVIII quien tenía y ejercía el poder era el rey, el soberano. Posteriormente, el soberano dejó de ser ese punto central, único en el uso del poder. Las facultades para mantener el orden, para controlar y gobernar que poseía el rey pasaron a otro personaje quien ejerció todas las potestades de este. La figura del rey irá perdiendo importancia gradualmente en siglos ulteriores, y quien ejercerá el poder no es él sino el cuerpo social. Para Foucault el cuerpo social es el “aparato estatal”. El cuerpo social pasó a ocupar el lugar del soberano y será el nuevo punto central y decisivo del control punitivo. Como dice Foucault “(…) es el cuerpo de la sociedad el que se convierte, a lo largo del siglo XIX, en el nuevo principio”. El cuerpo del delincuente rompió el pacto social, la ley que cuidaba la sociedad. El delincuente es visto como aquél que se alejó del pacto que mantenía el equilibrio entre la ley y la sociedad. La mirada, por lo tanto, cambia. En este caso ya no fue el soberano quien imponía justicia, sino que fue toda la sociedad. Este cuerpo social fue quien tuvo la facultad de controlar, de ejercer control y castigar a los individuos. En ese paso del soberano al cuerpo social como figura del poder se realizó un cambio, un viraje que no tuvo que ver solo con el cambio en relación a quien ejercía el poder sino con la naturaleza misma del poder ejercido. Del ejercicio del suplicio se pasó a las técnicas de control. Dicha mutación refleja el sentido de la microfísica del poder. El poder no debe ser más analizado bajo una forma única sino en sus diversas manifestaciones. Foucault se detuvo en el análisis del poder, no en el sentido de un ejercicio único, ya sea el poder del soberano o del cuerpo social. Tanto en el rey como en el cuerpo social el poder se ejerció de manera unitaria. En ese alejamiento debemos situar la microfísica del poder, en la superación o en la nueva puesta en escena de los mecanismos invisibles donde el poder circulaba. No es posible para comprender el poder, según Foucault, posar la mirada en un tipo de poder que se ejerce de forma totalizadora, es decir, en una forma única y universal, sino en una manera microfísica. El poder debe analizarse en sus mecanismos pequeños, en sus particularidades, en sus formas finas y meticulosas, centrándose en la peculiaridad pequeña de los hechos: “En sus extremidades, en sus confines últimos ahí donde se vuelve capilar (…) ahí donde adopta la forma de técnica”. A partir del análisis meticuloso de las formas en las cuales el poder se ejerce, por donde se mueve y transita, a partir de los focos de presencia, es posible plantear un estudio más amplio y profundo. La microfísica busca analizar el poder, no desde la propiedad sino desde las fracciones del poder, desde los espacios invisibles donde el poder ejerce fuerza. Dice Foucault, que: …El estudio de esta microfísica supone que el poder que en ella se ejerce no se conciba como una propiedad, sino como una estrategia, que sus efectos de dominación no sean atribuidos a una “apropiación”, sino a unas disposiciones, a unas maniobras, a unas tácticas, a unas técnicas, a unos funcionamientos; que se descifre en él una red de relaciones siempre tensas, siempre en actividad más que un privilegio que se podría detentar; que se le dé como modelo la batalla perpetua más que el contrato que opera una cesión o la conquista que se apodera de un territorio (…) Entonces la microfísica del poder exige que no se piense el poder como en ejercicio de dominación a partir de un solo eje, ni menos como el control en manos de un solo actor. Existe otro tipo de poder, otra manifestación del mismo, otros espacios por donde el poder actúa a la manera de relaciones de fuerza. Esta manera de analizar el poder, a partir de los espacios singulares, fue posible gracias a la microfísica del poder. Es decir que, el análisis de la microfísica del poder resalta el alejamiento acerca del soberano, o el cuerpo social, como noción totalizadora y general del poder, y recurre, de ese modo a un estudio desde otro ángulo: analizar los mecanismos que no son visibles a primera vista, “pequeños ardides dotados de un gran poder” donde se ejerce el poder. Entonces se trata de un análisis de las técnicas minuciosas. El poder varía de lugar de permanencia. Las relaciones de fuerza siempre son movibles, están en constante movimiento. Ahora bien, la microfísica afirma que el poder se sirve y actúa de manera directa en los lugares y espacios minúsculos, ¿de dónde? De las instituciones. El poder puede actuar en espacios de reunión, de diálogo, de compra, etc. La microfísica del poder considera analizar los métodos de control y dominación, y no la naturaleza o las fuentes del poder. Más que preguntar quién tiene el poder, se trata, para la microfísica, de estudiar por qué espacios y canales actúa cotidianamente. Anatomopolítica. A finales del siglo XVII e inicios del siglo XVIII, el trabajo era una cuestión vigilada y controlada. Se analizaba el trabajo y, sobre todo, las formas de producción. Con el análisis del trabajo se inician unas técnicas de control: las horas de trabajo, los principios de trabajo, los espacios donde se trabaja, etc. Apareció así una tecnología de control del trabajo. El trabajo fue puesto en cuestión y con ello se llevó un análisis de una temática que en él está inmersa: el cuerpo. El siglo XVIII fue el siglo del estudio del cuerpo; dicho estudio consistió en analizar los espacios por donde este se desarrollaba, donde dedicaba más tiempo y llevaba a cabo más acciones. De ahí que el trabajo sea un ejercicio previo para el análisis del cuerpo; las técnicas de control, por lo tanto, toman como núcleo central de su reflexión al cuerpo del individuo. Se pasó entonces de unas técnicas disciplinarias acerca del trabajo a unas técnicas disciplinarias acerca del cuerpo, llevándose estas últimas a cabo, por medio de una distribución de los espacios donde se mueve el cuerpo, por un lado; por otro, el control de la actividad, la composición de las fuerzas. Lema de la anatomopolítica: controlemos el trabajo y con ello habremos controlado también el cuerpo. Con la anatomopolítica se dejó atrás el modelo de castigo hacia el cuerpo, se alejó esa fuerza exorbitante y cruel para castigar el cuerpo. “Ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de la represión penal”. La anatomopolítica es un tipo de poder que controla el cuerpo mediante su disciplinamiento para el trabajo productivo. Foucault percibió que en el siglo XVIII el castigo punitivo, puso su atención en una técnica orientada al control y al castigo corporal totalmente distinto de siglos anteriores. El cuerpo a partir de este tipo de poder debe ser útil y dócil. Útil en cuanto que en el cuerpo existe una función orientada a formar capacidades productivas; es decir, exigir la energía del cuerpo en el trabajo, aumentar la producción mediante una sutil exigencia en las fuerzas que emplea; en definitiva, aprovechar al máximo la vida laboral. Dócil en cuanto que puede controlarse, un cuerpo capaz de caer por sí mismo sin reparos en las mallas del poder; cuerpos dóciles son cuerpos que obedecen y son gobernados. Sin embargo, el cuerpo no solo es una materia compacta, una sola cosa, una forma sin facultades. El cuerpo es también movimiento, facultades de ejercicio, de creatividad. Frente a ello, también el control del cuerpo debió controlar esas formas. Controlar y sobre todo adiestrar, regular el cuerpo. ¿Dónde el cuerpo pone en práctica sus movimientos, sus facultades de ejercicio? En las diversas instituciones. Por ello queda muy claro que la anatomopolítica controla el cuerpo a partir del control de las instituciones. Entonces el siglo XVIII pensó controlar y medir el trabajo humano; por debajo de ello, en un nivel nuclear, estuvo oculta una cuestión más capital: la disciplina del cuerpo. Ahora lo que se busca es la disciplina del cuerpo. Sin embargo, el poder que describe la anatomopolítica es fundamentalmente un poder local. Controla las instituciones. Se controla el cuerpo en la escuela, la fábrica, el cuartel, el hospital, etc. Ahora bien, ¿cómo se disciplinó el cuerpo a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX? Se inició un nuevo trayecto: de los organismos pasando al cuerpo, del cuerpo terminado en el hombre, y de este último se trató a estudiar la disciplina que merece, acción llevada a cabo por el control de las instituciones. La disciplina va hacia el individuo analizándolo como cuerpo; toda actividad del individuo es vista siempre como una actividad corpórea; finalmente, el cuerpo es distribuido a un espacio (colegio, hospital, etc.) para que los individuos sean controlados, escrutados sus comportamientos, individualizados sus cuerpos. Será la disciplina, entonces, la herramienta de control; una característica propia de la anatomopolítica. Poder disciplinario. Ya no fue necesaria la atroz herida en el cuerpo donde se vean las huellas del poder soberano. La preocupación del poder disciplinario se centra sobre todo en disciplinar el cuerpo a partir de la mirada de quien custodia, vigila y disciplina. Luego del cuerpo dócil, viene el poder disciplinario para controlar y, sobre todo, disciplinar a los hombres. La anatomopolítica controla maquinas: control sobre los cuerpos, la escuela, la fábrica; sin embargo, en el poder disciplinario la prisión sale a la superficie como un elemento prometedor, el único quizá, que deja constatar que vivimos en una sociedad disciplinaria. Dice Foucault: “A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las “disciplinas”. Se puede llamar disciplinas a los métodos que autorizan el control minucioso de las operaciones del cuerpo. Ellos devienen, para Foucault, en el siglo XVIII en formas generales de dominación en las fábricas, escuelas o prisiones. ¿Qué tipo de poder ejerce? Dice Foucault que: “…el poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de “enderezar conductas”. El poder disciplinario actúa sobre el cuerpo, pero Foucault añade otro elemento en su análisis. Dice Foucault: Un ‘alma’ lo habita y lo conduce a la existencia, que es una pieza en el dominio que el poder ejerce sobre el cuerpo. (…) el alma, “prisión del cuerpo”. Este poder disciplina, vigila y gobierna el alma del cuerpo. El tema del castigo corporal quizá se ha evaporado en la historia; el cuerpo no fue el único centro que debía corregirse, el único elemento en el que el castigo depositó su violencia, sino que apareció otro elemento quien ocupó su lugar; el ojo del poder centró su mirada y su disciplina en la substancia que sostiene el cuerpo, es decir, el alma. Con la intención de corregir una falta determinada, la mirada de quien castiga no se dirige a hacer sufrir el cuerpo, sino corregir y disciplinar el alma. Ahora bien, con el poder disciplinario, se llegarán a superar las ideas negativas, y sobre todo, las funciones negativas que durante muchos siglos pasados se tenían en referencia al poder: prohibir, excluir e impedir. Entonces el poder disciplinario busca que el individuo aumente su utilidad. Dicho interés cae en todos los ámbitos de la sociedad, existe una dispersión que recorre todos los espacios tratando de que por medio de la disciplina se obligue y agilice la utilidad del individuo. Entonces de eso se trata: el castigo que sucedió al siglo XVIII pasa ahora a las sociedades modernas mediante un mecanismo de poder: la disciplina. La función del poder disciplinario es convertir los cuerpos y el alma que gobierna en objeto de estudio. El poder del soberano consistió en eliminar el delito mediante el castigo corporal. Con el poder disciplinario sucede todo lo contrario. El objetivo de la disciplina no es el fin de los delitos, ni la desaparición o disminución de los delincuentes, ni la eliminación de las faltas en la sociedad. El objeto del poder disciplinario fue sobre todo dividir, clasificar, distribuir las faltas que comete el delincuente. Los delitos, gracias al poder disciplinario, ahora son divididos, se distribuyen en la cárcel a partir de una especie de jerarquía invisible, se distribuye a los cuerpos de acuerdo al delito. Ahora bien, el cambio, la metamorfosis del castigo a otra cosa distinta de lo que él mismo era, de la crueldad de las formas de castigo corporal a disciplinar el cuerpo y el alma, esa mutación en las formas penales, este viraje muestra fundamentalmente la transformación del poder y la nueva manera de gobernar sobre los individuos en la sociedad del siglo XX. Del cuerpo se pasó al alma. Esa forma de gobernar a los individuos no pertenece a un tipo de una humanización del castigo, sino que quiere volver útil al hombre para que sea, de ese modo, un ser productivo. Ahora bien, la microfísica del poder sería entonces el análisis del poder en su cotidianeidad, mostrando así las técnicas o formas por donde, de manera invisible, el poder circula. La anatomopolítica sacó a la superficie una noción que antaño ya se había mencionado: el cuerpo; pero, el mérito de la anatomopolítica radica en que analizó el cuerpo como objeto de estudio en relación al poder. El poder disciplinario es un tipo de poder que no puso su mirada solo en el cuerpo, su atención se centró a la vez en un nuevo objeto de control, lo que se vigila es el alma; un nuevo tipo de poder que gobernó a los individuos; un poder que está lejos de los castigos punitivos y lejos aún de un tipo de humanización de la pena. B. Implicaciones éticas, antropológicas e institucionales del liderazgo Implicaciones éticas. Impacto de los líderes éticos y el liderazgo ético. La teoría del aprendizaje social sugiere que las personas aprenden emulando modelos a seguir atractivos y creíbles, y que el aprendizaje puede ocurrir tanto a través de la experiencia directa, participando en una actividad como viendo a otros participar en una actividad. Un estudio sobre el liderazgo ético basado en una revisión, análisis y síntesis de varios intentos de denotar el significado del concepto, resultó en la siguiente definición de liderazgo ético: “demostración de conducta apropiada a través de acciones personales y relaciones interpersonales, y la promoción de tal conducta a los seguidores a través de la comunicación bidireccional, el refuerzo y la toma de decisiones”. El liderazgo ético, por lo tanto, destaca la importancia de que los líderes construyan relaciones con los seguidores, promuevan una conducta ética, ejemplifiquen un comportamiento ético y lo refuercen. Se ha observado que la mayoría de los comandantes buscarán información externa sobre lo que es un comportamiento correcto e incorrecto en el entorno de su unidad. Entonces lo que los comandantes encuentran cuando buscan esas señales debe ser moral y éticamente consistente con los valores de la unidad para que el soldado tome la decisión más ética, confiando en que la decisión será respaldada. Se puede afirmar que “el personal de una unidad dirigida por un comandante líder ético imitará el comportamiento de su líder y, por lo tanto, el personal será más ético”. Además, los líderes éticos “recompensan constantemente la conducta ética y sancionan la conducta poco ética de su personal. Esta conducta permite que los subordinados vean consistentemente que el comportamiento apropiado recibe una recompensa y el comportamiento inapropiado recibe un castigo, por lo que aprenden a través de la comunicación con su comandante, qué comportamiento es aceptable dentro de la unidad. Por lo tanto, desarrollar programas de liderazgo que capaciten a los líderes para modelar la moral, los valores y los comportamientos que respaldan la cultura y los objetivos éticos generales del personal es lo mejor para la unidad. Implicaciones antropológicas. Dos personas pueden tener el mismo comportamiento y uno ser líder y el otro no. Por este motivo, es importante determinar qué es lo que afecta a nuestro quehacer consuetudinario para que los mismos comportamientos no nos afecten de la misma manera. Por tanto, se debe buscar en lo más profundo de la sociedad, en su base antropológica, para discernir el porqué de este resultado. Se poseen indicios sobre cómo nuestros antepasados comenzaron a relacionarse y agruparse, del paso de sociedades de cazadores-nómadas al establecimiento en un territorio y ser agricultores-recolectores (no por ello dejaron de cazar, lógicamente). Hasta las primeras tablillas cuneiformes y el comienzo de la escritura poco conocemos de la historia social y política del homo-sapiens. Queda claro que, al igual que en otras sociedades, la sociedad humana se organiza mediante la formación de jerarquías de dominación. Ya nos advertía Thomas Hobbes, en su obra Leviathan, para no vivir de la forma más salvaje como es el caso de Homo Homini Lupus (El hombre es lobo para el hombre), los humanos han concedido ceder su poder individual para vivir todos juntos en sociedad. Pero este proceso de superación del estado de naturaleza, muy comentado a lo largo de los siglos, ¿fue consciente o inconsciente? Es en este punto donde se debe echar mano del mito, del pensamiento mítico para poder comprender el proceso. El mito posee en sí mismo una función fundacional y de legitimación. Nos damos cuenta que el mito tiene que abordar los problemas que denominamos de legitimación de instituciones de poder y, en último término, de la estructuración de esta determinada sociedad. Las sociedades, en general, al fin y al cabo, acaban teniendo procesos míticos de legitimación: “Si el orden institucional ha de tomarse por establecido en su totalidad como conjunto significativo, debe legitimarse “colocándolo” en un universo simbólico”. Si las instituciones sociales han sido legitimadas por el mito y poseen su propio universo simbólico, ¿Por qué el mito no habría de ser el fundamento de la humana predisposición a ser seguidores? Implicaciones institucionales Las instituciones son mecanismos de orden social que procuran normalizar el comportamiento de un grupo de individuos. Las instituciones en dicho sentido trascienden las voluntades individuales al identificarse con la imposición de un propósito, en teoría considerado como un bien social, es decir: normal para ese grupo. Su mecanismo de funcionamiento varía ampliamente en cada caso, aunque se destaca la elaboración de numerosas reglas o normas que suelen ser poco flexibles. El término institución se aplica por lo general a las normas de conducta y costumbres consideradas importantes para una sociedad, como las particulares organizaciones formales de gobierno y servicio público. Las instituciones son también un tema de estudio central para el derecho, el régimen formal para la elaboración e implantación de reglas. Las organizaciones son sistemas sociales diseñados para lograr metas y objetivos por medio de los recursos humanos y de otro tipo. Están compuestas por subsistemas interrelacionados que cumplen funciones especializadas que forman una estructura sistemática de relaciones de interacción. Una organización solo existe cuando hay personas capaces de comunicarse y que están dispuestas a actuar conjuntamente para obtener un objetivo común. El papel del líder en las instituciones es de suma importancia para el funcionamiento efectivo y el éxito a largo plazo de las mismas. Un líder no solo ocupa una posición de autoridad, sino que también tiene la responsabilidad de guiar, inspirar y motivar a los miembros de la institución hacia la consecución de los objetivos y metas establecidos. Un líder efectivo es aquel que va más allá de simplemente dar órdenes y tomar decisiones. Es alguien que es respetado y admirado por su equipo, que posee habilidades de comunicación excepcionales y que es capaz de inspirar a los demás a dar lo mejor de sí mismos. Un líder efectivo también se preocupa por el crecimiento y desarrollo de los miembros de su equipo, brindando apoyo y oportunidades de aprendizaje. C. Características arqueológicas del líder Características del Líder El liderazgo es la facultad de que disponen algunos individuos para influir en otras personas. Esta capacidad surge de la interconexión de una serie de componentes innatos o adquiridos por el individuo desde su más temprana edad. Para ser considerado un verdadero líder se debe tener: 1 El líder debe compartir con los demás miembros tanto los diferentes aspectos individuales, como el de conocer y trazar objetivos comunes 2 Habilidad para usar la autoridad de forma efectiva y responsable 3 Capacidad para inspirar a los demás 4 Capacidad para planificar tareas a corto, medio y a largo plazo 5 Habilidad para comprender a los miembros de su equipo, admitiendo sus diferencias personales 6 Habilidad para inculcar valores a los miembros del grupo de una cultura común 7 Habilidad para la perseverancia, el líder no puede rendirse nunca, sobre todo cuando los acontecimientos son adversos 8 Habilidad para generar ambientes de trabajo cohesionados y distendidos, donde impere la cooperación y el buen clima laboral 9 Ser buen estratega y planificar la actividad para evitar desviaciones poco deseadas II. FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DEL LIDER A. Ejercicio del poder como liderazgo compartido de N. Maquiavelo y T. Hobbes. Maquiavelo De acuerdo con algunos consultores, el liderazgo propuesto por Nicolás Maquiavelo es idóneo para los líderes del nuevo siglo. Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, escrita en 1513, aconseja ser amado y temido simultáneamente. Esta afirmación ha sido debatida por un gran número de consultores, quienes afirman que un líder afectuoso puede más que un líder controlador. Sin embargo, hay quienes afirman que el tipo de liderazgo al que se refiere Maquiavelo es idóneo para las empresas del siglo XXI. Los consultores han encontrado cinco características en el líder del autor de El Príncipe: astucia, pragmatismo, inteligencia, encanto personal y ser despiadado. Así, las lecciones que Maquiavelo dejó para los líderes del siglo XXI son: Lo ideal es ser temido y ser amado. El poder de la coerción es efectivo, pero desgastante; sin embargo, si la gente te estima y está convencida de tu proyecto, lo defenderá hasta la muerte, pero afirma que, puestos a elegir, lo mejor es ser temido que amado, pues el pueblo —explica— siempre puede olvidar el amor, pero nunca el temor, y gracias a esto disminuyen las posibilidades de ser destronado. Un líder debe conocer la historia de otros líderes. Un pasaje de la obra de Maquiavelo describe que: “…el príncipe debe leer historia y estudiar las acciones de los grandes hombres para ver cómo se conducían”. Un buen líder investigará modelos de gestión y buscará conocer las historias de éxito, a fin de ser capaz de adaptarlos a su situación particular. Examina victorias y derrotas. El líder que propone Nicolás Maquiavelo es un líder analítico y evaluador. En El Príncipe escribe que es importante que el líder examine las razones de las victorias de los grandes personajes y conozca los motivos de las derrotas, a fin de “imitar las primeras y evitar las segundas”. Ser despiadado. Maquiavelo describe a un líder fuerte, que sabe controlar sus emociones y que no se muestra vulnerable ante los demás. Esto le permite tener una visión más fría sobre las situaciones y tomar decisiones con mayor inteligencia. Es bueno mostrar el lado humano, siempre y cuando éste no repercuta en las decisiones estratégicas de la empresa. Astucia. El Príncipe indica que: “No hay otra forma de guardarse de las adulaciones que de hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero, por otra parte, si todos pueden decirte la verdad, dejan de guardarte respeto. Por tanto, un príncipe prudente debe tomar otro camino, que es el de elegir en su estado a unos hombres sabios, para concederles sólo a ellos la libertad de hablarle con franqueza, y sólo sobre aquello que él pregunte”. Así, el líder de Maquiavelo es un líder que logra ser respetado por sus pares y subordinados, que aprenden de los grandes, que evalúa sus resultados, que sabe manejarse con inteligencia y que se rodea del capital humano más capacitado. Hobbes Entre sus principales obras se menciona la siguiente: Leviatán: esta es considerada como su obra de mayor importancia y en ella refiere que el universo es una máquina pues éste es material y que además tiene extensión. Hace una aclaración mencionando la existencia de espíritus dentro de la naturaleza los cuales no pueden llegar a ser percibidos por el hombre. En ella, Hobbes logra desarrollar su teoría relacionada con los gobiernos legítimos y con el Estado intentando encontrar un adecuado fundamento para la moral. Thomas Hobbes fue un hombre importante porque por medio de sus ideas y estudios se logró mejorar el campo de la política, el social, psicológico y cultural de los países, principalmente por la capacidad para poder estudiar y comprender la forma en la que el ser humano se comporta. Sus ideas que hacían ver al hombre como un ser capaz de evolucionar y de pensar razonablemente, lo hicieron también ver como un individuo que podía comprender adecuadamente la humanidad y la sociedad sin necesidad de entrar en conflictos. Fue gracias a él, que se descubrió que el hombre actuaba basado en su experiencia la cual era obtenida por sus vivencias y recuerdos, los cuales eran guardados en la memoria. Estableció además que el ser humano era un hombre primitivo y que, además, tenía derechos y necesidades que incluían proteger su integridad y defenderse ante posibles peligros. Algunas de las principales ideas de Thomas Hobbes fueron: La teoría del absolutismo como una forma de gobierno, pero apoyando la monarquía pues para él, éste era el tipo de gobierno ideal. La razón era la única con capacidad de poder unir al universo, a la naturaleza y a la cultura. La voluntad social debía de legitimarse por medio de acuerdos. Todos los seres humanos eran iguales y aseguraba que la inteligencia y la razón podían ser alcanzadas por medio de la experiencia. El “estado de naturaleza” del hombre se encontraba en una guerra entre ellos mismos. Para él, el Estado era un organismo omnipotente y era además la única fuente de derecho, moral y religión. La teoría de Thomas Hobbes se fundamentó en la monarquía absoluta. Para él, el Estado nacía de un pacto social y por esta razón era vital evitar la guerra entre los hombres. No creía en la bondad del hombre y por esto, consideraba que era de mucha importancia que el ser humano estuviera sujeto a una serie de leyes y normas. Tenía la teoría de que los pactos se elaboraban para poder evitar la violencia, la cual era un estado natural del hombre. Éste era también creado debido al miedo y la inseguridad, sin embargo, consideraba que gracias a este pacto la sociedad podía ser más justa. En sus teorías, el soberano era quien tenía todo tipo de derecho, y con soberano se refería al Estado. También consideraba que le poder no podía ser dividido y por eso, debía estar en las manos de un único soberano. Sus aportes se encuentran enfocados en el ser humano, la sociedad y el impacto que ésta puede llegar a producir en la vida del hombre. Sus ideas fueron de suma importancia para el mundo y enseñó que el estado natural del hombre era un estado de violencia constante con el objetivo de poder mantenerse vivo y que cuando finalmente lo lograra, podría encontrar la paz. Estableció que la falta de conocimiento adecuado hacía que el hombre se sumergiera en la oscuridad y que entre menos conocimientos éste tuviera, más iletrado sería y esto provocaría que se llenara de ignorancia y mediocridad. Uno de sus principales aportes se conoció como Contrato Social, una teoría que vemos en la actualidad y que nos dice que todos formamos parte de una sociedad que se rige principalmente por una serie de reglas y de estatutos que se encargan de regular la forma en la que nos comportamos. B. Ejercicio de la diciplina como liderazgo antropológico y educativo de acuerdo con I. Kant. Kant Para Kant, cuidados (sustento, manutención), disciplina, instrucción y formación constituyen los cuatro movimientos, lógicos por razones de método, que completan el mapa de lo que el filósofo entiende por educación. La estrategia argumentativa elegida por Kant en su Pedagogía parte de la idea del déficit de los hombres, en tanto se trata de la especie que durante más tiempo requiere de cuidados, al estar desprovista de instintos que le permitan sobrevivir. Ante tal ausencia, ante esa falta de instintos, la labor de la educación, en primer orden, precisa de ofrecer todos los cuidados que requieran los recién nacidos, a fin de "evitar un uso perjudicial de sus fuerzas", como señala el propio Kant en el texto, lo cual significa que los cuidados no se asocian a la protección de la acción externa, sino a la restricción de la fuerza interna que es carente de instintos. No se trata entonces de una idea del cuidado asociado con la protección de los peligros externos, sino con la protección del peligro del interior de sí mismo, de las fuerzas internas. En un segundo movimiento, es preciso el ejercicio de la disciplina, también como una acción procurada desde afuera, desde quien educa, a fin de "convertir la animalidad en humanidad" y de "impedir que el hombre, llevado por sus impulsos animales, se aparte de su destino, de la humanidad". La disciplina allí constituye una dimensión negativa de la educación, en tanto "borra al hombre la animalidad", se relaciona con la formación del carácter, y no tiene como fin extraer, extirpar, "borrar" nada de la naturaleza de los hombres, como reconoce Kant en relación con la "animalidad" que nos es natural. Sin embargo, la disciplina kantiana no consiste en la eliminación de la animalidad como un genérico, pues el filósofo, a partir de su idea del hombre como deficitario, nos insinúa que se trata de una naturaleza inferior a la de las demás especies, en tanto está desposeída de instintos. Es así como: [...] la disciplina impide, es decir, se opone a algo que pulsa (im-pulso) en el ser humano. Kant llama a esa fuerza "impulsos animales". No dijo "instintos", pues se habría contradicho, ya que despojó al hombre de instintos desde el comienzo [...] ¿Será que los animales tienen instintos e impulsos, y que el hombre no tiene "instintos" animales, pero sí "impulsos" animales? La disciplina constituiría así un segundo momento para los cuidados, no ya del uso perjudicial de las fuerzas internas, como señalaba Kant para la primera labor de la educación, sino para "cuidar" a los hombres de sus pulsiones, de aquellas fuerzas que no solamente amenazan la posibilidad de la sobrevivencia, sino también de aquellas otras que ponen en riesgo la posibilidad de la cultura. En una eventual lectura psicoanalítica de la idea de disciplina en Kant, podríamos afirmar que el educador, ese otro designado por la cultura para la tarea educativa (recordemos que para Kant cada generación sería mejor que la anterior a causa del mejoramiento en la educación de los hombres y como un bien de la cultura ilustrada), tiene como objeto poner freno al impulso que es de la naturaleza humana. Es así que continúa Kant al afirmar que "se envían al principio los niños a la escuela, no ya con la intención de que aprendan algo, sino con la de habituarles a permanecer tranquilos y a observar puntualmente lo que se les ordena, para que más adelante no se dejen dominar por sus caprichos momentáneos". El papel del otro, de quien funge como educador en nombre de la cultura y de las consecuentes leyes de los hombres, es entonces, redireccionar el impulso, y acaso transformarlo en la posibilidad de la pausa: [...] la ley es el recurso estructural (no natural, no enseñado) que puede dar lugar a que la fuerza del impulso se aplique en otra dirección [...] tal vez por eso [Kant] habla de la disciplina como medio para "borrar la animalidad" [...] El deseo es producto de una intromisión del otro, pues estando en la etapa del impulso no puede nacer la intención de que el otro ponga freno, introduzca tiempo propio, vitalice la relación con las cosas. Y no está el individuo en capacidad de juzgar racionalmente lo que se le propone, porque lo que se le propone es justamente entrar en razón. La idea de la ley en Kant, por supuesto, está articulada a su imperativo categórico y a una noción de libertad que es paradójica, visible también en su Pedagogía. De acuerdo con la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, una de las características del imperativo consiste en obrar "como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza". Así, podemos suponer, desde la lectura de la Pedagogía, que la acción humana, de aquella humanidad educada, se conduce de acuerdo a una voluntad que se halla articulada a un previo proceso disciplinario que, a su vez, está ajustado a los marcos ofrecidos por la cultura: la libertad entonces aparece como un efecto inequívoco de la disciplina. Por estas razones es que Kant, en una evidente respuesta a las ideas liberales de Rousseau, plantea en su obra que "el hombre tiene por naturaleza tan grande inclinación a la libertad, que cuando se ha acostumbrado durante mucho tiempo a ella se lo sacrifica todo" y, más adelante, que aquellos "salvajes" que prestan servicios a los grandes señores europeos (léase hombres del tercer mundo), "nunca se acostumbran a su modo de vivir, lo que no significa en ellos una noble inclinación a la libertad, como creen Rousseau y otros muchos, sino una cierta barbarie: es que el animal aún no ha desenvuelto en sí la humanidad", razón por la cual es preciso "acostumbrar al hombre desde muy temprano a someterse a los preceptos de la razón". Someterse a los preceptos de la razón, de acuerdo a este planteamiento, es equivalente a ajustarse a la conducción vía la disciplina que es, como hemos visto hasta acá, la posibilidad de generar la pausa ante el impulso, el producto de "borrar" la primera naturaleza, imperfecta, con que vienen provistos los hombres al mundo, para con ello alcanzar el ideal moral en marcos universales, con miras a la práctica de la libertad, de aquella libertad ilustrada. Instrucción, formación ¿A qué se refería Kant con la disciplina como condición para la libertad? ¿Cuál es la relación entre la instrucción, la disciplina y la formación? para Kant la disciplina es la "parte negativa de la educación", en tanto tiene como objeto "borrar" la primera naturaleza del hombre, aquella relacionada con el impulso, como se intentó mostrar más atrás. De otro lado, recordemos también cómo para Kant la disciplina es una práctica ejercida por el otro, por el encargado de la acción educativa, y que se asocia de modo estrecho con su idea sobre los cuidados: la disciplina aparece también como una forma del cuidado, del cuidado sobre sí mismo y de sí mismo. La disciplina emerge como un requisito para la instrucción, pues sin la primera, aquella no tiene sentido alguno para la educación, pues "el que no es ilustrado [instruido] es necio [y] quien no es disciplinado es salvaje. La falta de disciplina es un mal mayor que la falta de cultura; esta puede adquirirse más tarde, mientras que la barbarie no puede corregirse nunca"; en otras palabras, es posible ser objeto de enseñanza en cualquier momento de la vida, mientras que la disciplina es un ejercicio que debe tener lugar en la acción educativa muy temprano en la vida de los hombres. Interesante planteamiento si se le situara hoy, en tiempos de negación de la disciplina en la infancia. C. Ejercicio del liderazgo en situaciones hostiles, según la herencia de C. Schmitt. Schmitt Para Schmitt, el Estado (fascista) es una gran máquina de medios y fines que dependen del arbitrio de quien funge como su primer servidor. Solo hay un fin superior que se identifica en Schmitt y que justifica la multiplicidad arbitraria de decisiones que se desprende del gusto del líder carismático, y es la labor intermediaria que tiene el Estado entre el mundo de los hombres o el mundo empírico y el derecho; esa es la esencia del Estado, ser el único sujeto del ethos jurídico; es decir, solo al Estado como unidad política le está dada la posibilidad de actuar en nombre de algo que pueda denominarse derecho y solo a partir de él puede el individuo particular conocer y pensar el derecho. Todo lo que se le enfrenta desde afuera como normativo es, pues, apócrifo en el sentido de que no existen fuentes legítimas del derecho al margen del Estado. La totalidad trascendente (el Estado) es, entonces, el vínculo, el mediador entre la finitud de todo lo humano y la infinitud o la unidad perfecta (esta unidad es la norma pura que en la obra de Schmitt queda indeterminada, sin contenido preciso). Hay que recordar que en el sentido weberiano del concepto, el Estado de Schmitt se encuentra determinado por el territorio, la población y un monopolio de la violencia legítima, en ello radica la pertenencia al Estado y la categoría de ciudadano; pero, en la sociedad de masas dichos elementos no parecen ser suficientes para conservar la unidad y la integridad del Estado nación, de ello resulta la necesidad de consolidar la pertenencia a partir de una identificación sustancial que vaya más allá de los registros de nacimiento dentro de un territorio. Es así como el carisma de un líder sirve en el propósito de generar la simpatía necesaria para sentirse parte de una unidad legítima y al mismo tiempo de una comunidad capaz de trascender a cada individuo en su finitud intrínseca. El soberano contribuye de dos maneras a la realización de la mediación entre la infinitud y la finitud de lo particular: por un lado, da existencia a la totalidad en la creación de una identidad sustancial; y por otro lado, de la decisión continua, mantiene tanto el orden como la movilidad de la totalidad. Según Schmitt «no es posible pasar directamente de un orden normativo puro a la realidad de la vida social, el mediador necesario entre ambos es un acto de voluntad, una decisión, fundada sólo en sí misma, que impone un cierto orden o hermenéutica legal». Así, la totalidad puede fluir de la inmediatez del estado de excepción, en el que las fuerzas vitales exacerbadas se encuentran en su pura acción revolucionaria, a la mediación, momento en el que una nueva decisión ha dado lugar a la normalidad sobre la que se sostiene la totalidad administrada. Contrario a la quietud que experimenta el Estado bajo las lógicas del liberalismo, el Estado gubernativo-administrativo de Schmitt reemplaza la discusión eterna por la decisión, lo que implica el importante paso de la quietud al movimiento permanente; la dirección y el destino de dicho movimiento no son claros en Schmitt y quedan también indeterminados, sin embargo, el movimiento producido por la decisión, independientemente de su contenido tiene un valor en sí mismo que está arraigado en la situación de movilización que supone la existencia del Estado total, «la decisión (…) no es una decisión para algún orden concreto, sino sobre todo la decisión para el principio formal de orden como tal. El contenido concreto de la orden impuesta por la decisión es arbitrario, depende de la voluntad del Soberano, se lo deja a la contingencia histórica. En él la insignificancia del ‘para qué’ de la decisión se manifiesta también el existencialismo político de Schmitt. La justificación objetiva de la conducta es insignificante para el irracionalismo de esta postura que además sostiene que «lo esencial es sólo adoptar una dirección, tomar partido. D. Liderazgo en las relaciones civiles-militares de acuerdo con Samuel P. Huntington. Huntington Samuel Huntington en su libro The Soldier and the State, menciona que las relaciones civiles- militares son un aspecto de la política de seguridad nacional, la cual puede ser pensada en 3 formas: la política militar de seguridad, la política interna de seguridad y la política de situación de seguridad. Estas tres formas de política tienen un nivel operacional y un nivel institucional; el primero tiene que ver con los medios por los cuales se pretende resolver una amenaza de seguridad, mientras que el segundo consiste en la manera en la que el nivel operacional es formulado y ejecutado. Dentro de las relaciones entre civiles y militares, un aspecto relevante resulta ser el control civil sobre los militares. Huntington explica que este control se puede dar de varias formas, entre ellas está el control civil por parte de las instituciones gubernamentales como el Congreso o el Gobierno o el control civil a partir de la Constitución y las leyes. Huntington explica que existen dos niveles de relaciones civiles-militares: el nivel del poder y el nivel ideológico. En el primero, el aspecto más importante es el poder que tiene el cuerpo de oficiales con respecto a los civiles en la sociedad. En el segundo, la clave es la compatibilidad entre la ética militar profesional y las ideas políticas prevalecientes en la sociedad. En lo que respecta al poder, el autor menciona que es “la capacidad de controlar el comportamiento de otros” y existe en dos formas: la autoridad formal y la influencia informal y pueden ser medidas a partir de su grado y alcance. Por una parte, la autoridad formal implica el control de una persona sobre el comportamiento de otra con base en las posiciones que ocupa cada quien en la estructura social. Por otra parte, la influencia informal se da cuando una persona o grupo tiene la capacidad de controlar el comportamiento de otra a partir de otro tipo de atributos inherentes a la persona como la personalidad, el prestigio o el conocimiento. En cuanto a la autoridad específicamente en relaciones civiles-militares, los criterios que presenta Huntington para el análisis son: el nivel de autoridad relativo, la unidad relativa y el alcance relativo. El primero hace referencia a la posición que el grupo ocupa en la jerarquía gubernamental y se habla de 3 subniveles de los cuales el primero se da cuando se maximiza la autoridad de la institución militar al encontrarse en la cima de la jerarquía, por lo que otras instituciones están subordinadas a él. El segundo se presenta cuando el cuerpo de oficiales no tiene autoridad sobre otras instituciones a la vez que ninguna otra institución tiene autoridad sobre él; en este caso se hablaría de una estructura independiente y, por lo tanto, dos estructuras de autoridad paralelas. El tercero se refiere a la situación en la que el cuerpo de oficiales está subordinado a una sola institución y tiene acceso directo al dirigente. En cuanto a la unidad relativa, se hace referencia al caso en que un grupo es estructuralmente unificado con relación a otro grupo; un grupo unido tiene ventajas sobre otro desunido. Por último, el alcance de autoridad relativo, consiste en la variedad de principios a partir de los cuales el grupo está formalmente autorizado para ejercer poder; normalmente la autoridad militar se limita a asuntos militares, pero en ocasiones se le atribuyen otras funciones en otros temas y ya puede hablarse de una expansión del alcance de autoridad. Todo lo anterior se enmarca en la relación que existe entre el poder militar y el Estado. Según Huntington, la relación entre estos dos actores está basada en la división natural de labores; la profesión militar implica experticia y es limitada. La esencia de esta relación consiste en el alcance relativo del experto militar o del político experto. El campo de lo político va más allá del alcance de la competencia militar, pero la participación de los militares en política disminuye su profesionalismo. Así mismo, el campo militar está subordinado a la política, pero a la vez es independiente de él. En este sentido, Huntington plantea que son básicamente tres las funciones de los militares para con el Estado. La primera es una función de representación de las demandas de la seguridad militar dentro de la maquinaria estatal; debe mantener informadas a las autoridades acerca de lo que considere necesario para mantener la seguridad. La segunda es una función de supervisión, es decir de analizar y reportar lo que ellos consideren las implicaciones de las alternativas de las posibles acciones del Estado, sin expresar cuál es la opción más deseable. La tercera es una función ejecutoria, a partir de la cual los militares deben implementar las decisiones tomadas. Para Huntington las principales virtudes militares son la lealtad y la obediencia, y contempla que podría existir una dicotomía entre la obediencia militar y los valores no-militares. Un ejemplo de esta dicotomía podría darse en un caso en el que se ordena al militar seguir un curso que, a su parecer, podría llevar al desastre nacional o cuando se le ordena hacer algo por fuera de la ley. Huntington divide estas situaciones en 4 grupos. El primero es el conflicto entre la obediencia militar y la sabiduría política; en este caso, la sabiduría política debe ser aceptada por los militares por sus características y su función no debe ser decidir asuntos de paz o guerra, simplemente expresar su opinión y mostrar las consecuencias. El segundo es el conflicto entre la obediencia militar y la competencia militar; en este conflicto la existencia de estándares profesionales justifica la desobediencia militar. El tercer grupo es cuando hay un conflicto entre la obediencia militar y la legalidad; el militar sirve únicamente a las autoridades constitucionales estatales. Finalmente, el cuarto grupo es cuando existe un conflicto entre la obediencia militar y la moralidad; por ejemplo, cuando se ordena al militar ejecutar un genocidio o un exterminio. Así pues, resulta conveniente destacar, en primer lugar, los aspectos constitucionales y legales que aportan el marco a partir del cual se ciñen las relaciones entre los civiles y los militares, y por ende, el control civil, para luego hacer referencia a otros aspectos de esas interacciones.