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Summary

Este documento es un pasaje narrativo sobre un encuentro entre dos personas en un restaurante y un tren. La narradora describe su viaje y la conversación con un hombre llamado Andrés Saigado. A pesar de la conversación el hombre no aparece el día siguiente.

Full Transcript

## Trató de interesarse en la lectura del diario No le importaban las noticias, ni conocía los nombres de los personajes de turno que se repetían en las columnas del periódico, sabedora de lo efimero de la popularidad política en el país. Más le interesaba la política internacional y se detenía e...

## Trató de interesarse en la lectura del diario No le importaban las noticias, ni conocía los nombres de los personajes de turno que se repetían en las columnas del periódico, sabedora de lo efimero de la popularidad política en el país. Más le interesaba la política internacional y se detenía en los últimos acontecimientos que ocurrían en esa Europa que se reconstruía, tal vez para una nueva próxima contienda. Por ahora, en paz, parecía resurgir la esperanza. Las heridas morales se cerraban, pero los judíos no podían olvidar el holocausto. Ahora buscaban a los responsables sobrevivientes para darles el escarmiento. Los buscaban por todo el mundo, aún aquí en la Argentina, hasta en los confines más apartados del globo y el castigo inexorable seguía cobrando la deuda a los culpables. A Romualda le dolía la cabeza. En su pequeño mundo no podía caber un mundo tan grande y perverso. Porque para ella el mundo era inconmensurablemente grande desde que había conocido una gran ciudad. Salió en busca de alivio. ### Los pasajeros del primer turno para el almuerzo comenzaban a ubicarse en las mesas El camarero le asignó una para dos personas. El asiento de enfrente estaba vacío, aunque listo para ser ocupado. Ella arremetió con la elaborada ensalada del fiambre, fetas de jamón crudo y cocido artísticamente distribuido sobre las verduras; luego vendría el pescado. ¡Qué rico el pescado! En el pueblo era un plato de lujo, no era fácil conseguirlo. > «Perdón», oyó una voz que solicitaba autorización para sentarse frente a ella, y ya lo había hecho. ¿Qué decir? La mesa debía ser compartida necesariamente, pero por qué con él. La esmerada atención del mozo indicaba una complicidad con el comensal. ¿Habría arreglado este encuentro? Ella se puso en guardia. El hombre no debía creer que porque viajaba sola era una conquista fácil. El adivinó el pensamiento. «Si la molesto me retiro». «No, de ninguna manera». Tenía que ser educada, pero no cruzaría sino las palabras estrictamente necesarias y se retiraría en seguida. ¡Qué lástima! volver a la soledad del camarote. >«¿Es usted la señora de Montagna?»> Se sorprendió y se sintió halagada porque su marido fuera conocido y se tranquilizó pensando que no viajaba con un extraño. Allá en el fondo del coche distinguió a don Policarpo Guerra. Era vecino del lugar y muchas veces lo había visto en el pueblo cuando estaba en «El Batacazo». El hombre no la saludó, tal vez no la distinguía a la distancia, o disimulaba por no molestarse en llegar hasta ella. Continuó la conversación con el forastero, quien se presentó como Andrés Saigado, espontáneamente la informó sobre el motivo de su viaje, por negocios, obviamente, y le dio otros informes más, innecesarios, pero que la hicieron entrar en confianza. Si él era espontáneo, ella era todavía reservada, aunque al cabo, después de una larga y agradable conversación, había terminado por hacerle un pormenorizado relato de su vida y su familia, que el otro escuchaba con interés, limitándose a oírla sin hacer preguntas, interrumpiéndola apenas como para animarla cuando decaía la conversación, el monólogo, porque había terminado por ser así. ### Habían pasado las horas y se retiraron al coche pullman para volver al comedor A la hora del almuerzo. Cuando llegó el momento de tomar un té, ella esperaba verlo y no fue así. Tampoco lo vio a la hora de comer, ni al día siguiente. El tren llegó a la mañana con algún retraso. Ella estaba lista desde temprano y comenzó a ordenar el equipaje que llevaba consigo, muy liviano. <start_of_image>צו

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