The Boy in the Striped Pyjamas - Chapter 12 PDF

Summary

This extract from "The Boy in the Striped Pyjamas" by John Boyne introduces the character Bruno, who is observing the daily life of children in the Second World War. He encounters Shmuel and seeks to understand life in the neighboring camp.

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CAPÍTULO 12 LA BOTELLA DE VINO El tiempo pasaba y Bruno se daba cuenta de que tardaría en volver a Berlín. Empezaba a acostumbrarse a Auchviz y ya no se sentía tan desgraciado con su nueva vida. Tenía a alguien con quien hablar. Todas las tardes, cuando terminaban las clases, Bruno daba un largo p...

CAPÍTULO 12 LA BOTELLA DE VINO El tiempo pasaba y Bruno se daba cuenta de que tardaría en volver a Berlín. Empezaba a acostumbrarse a Auchviz y ya no se sentía tan desgraciado con su nueva vida. Tenía a alguien con quien hablar. Todas las tardes, cuando terminaban las clases, Bruno daba un largo paseo por la alambrada, se sentaba y hablaba con su nuevo amigo Shmuel hasta que llegaba la hora de volver a casa. – 83 – El niño con el pijama de rayas Una tarde, mientras Bruno cogía comida de la nevera para Shmuel, María entró y vio lo que estaba haciendo. –Hola, me has asustado. No te he oído llegar –dijo Bruno intentando disimular. –Ya has comido, ¿no? ¿Te has quedado con hambre? –preguntó María sonriendo. –Un poco. Voy a dar un paseo y he pensado que a lo mejor me entra hambre por el camino –dijo Bruno. Antes de que Bruno se fuera vio que en la mesa había patatas y zanahorias y se acordó de Pavel, el señor que se encargaba de traer las hortalizas a casa, cocinarlas y servirlas en la mesa. Entonces Bruno decidió hacerle una pregunta a María: –María, ¿puedo hacerte una pregunta? Pero no se lo digas a nadie –dijo Bruno. –De acuerdo, ¿qué quieres saber? –le respondió María. – ¿Conoces a Pavel, el hombre que nos trae las hortalizas a casa? –le preguntó Bruno. – Sí que le conozco, he hablado muchas veces con él. ¿Qué quieres saber de él? –respondió María. – Verás, el día que me caí del columpio, Pavel me curó. Él me contó que no era camarero, que era médico –le explicó Bruno. – Sí, es cierto. Pavel ya no es médico, pero antes lo era, antes de venir aquí –le dijo María. – No lo entiendo –contestó Bruno. María explicó a Bruno lo que sabía de Pavel y le pidió que no lo contara a nadie. Bruno siguió con sus planes y se fue a pasear hasta la alambrada. Bruno llegó tarde, pero Shmuel lo estaba esperando, sentado en el suelo. – Perdona el retraso, estaba hablando con María –dijo Bruno, mientras le daba comida. – 84 – John Boyne –¿Quién es María? –preguntó Shmuel, mientras se comía los alimentos que había llevado Bruno. –Es nuestra criada, me estaba hablando de Pavel, que corta las patatas y nos sirve la cena. Me parece que Pavel vive en tu lado de la alambrada –dijo Bruno. –¿En mi lado? –preguntó Shmuel sorprendido. –Sí. ¿Lo conoces? Es muy mayor y tiene una chaqueta blanca que se pone cuando nos sirve la cena. Seguro que lo has visto –le dijo Bruno. –No, no lo conozco –dijo Shmuel negando con la cabeza. –Seguro que sí. Es muy bajito y tiene el pelo con canas y anda un poco encorvado –insistió Bruno. –En este lado de la alambrada viven miles de personas, es imposible conocer a todos –respondió Shmuel. –Pero el que te digo se llama Pavel. Es polaco igual que tú –dijo Bruno. –La mayoría de los que estamos aquí somos polacos –dijo Shmuel. Pasados unos momentos Bruno miró al cielo e hizo a Shmuel otra pregunta. –¿Tú sabes qué quieres ser de mayor? –preguntó Bruno. –Sí, quiero trabajar en un zoo, me gustan los animales –le contestó Shmuel. –Yo seré soldado, como Padre. Un soldado bueno –le dijo Bruno. –Los soldados buenos no existen. ¿A quién conoces que sea un buen soldado? –le preguntó Shmuel. –Pues a Padre, por ejemplo. Por eso lleva un uniforme tan bonito y por eso todos lo llaman comandante y hacen lo que él les manda –respondió Bruno. – 85 – El niño con el pijama de rayas –Los soldados buenos no existen –repitió Shmuel. –Excepto Padre –repitió Bruno. Confiaba en que no volviera a contradecirlo, no quería tener que pelearse con él. Al fin y al cabo, era el único amigo que tenía en Auchviz. Pero Padre era Padre, y Bruno pensaba que no había que hablar mal de él. Ambos guardaron silencio unos minutos. –Tú no sabes cómo es la vida aquí –dijo Shmuel. –¿No tienes hermanas? –preguntó Bruno para cambiar de tema. –No –respondió Shmuel. –Qué suerte. Gretel sólo tiene 12 años y se cree que lo sabe todo, pero en realidad es tonta de remate. Se pasa el día esperando a que llegue el teniente Kotler –dijo Bruno. Mientras Bruno decía todo aquello su amigo se había puesto muy pálido. –¿Qué te pasa? –preguntó Bruno. –No me gusta hablar del teniente Kotler porque me da miedo –dijo Shmuel. –A mí también me da un poco de miedo –dijo Bruno. Aquel mismo día, Bruno se enteró de que el teniente Kotler iba a cenar a su casa. Pavel llevaba su chaqueta blanca, como de costumbre, y les sirvió la cena. Cuando alguien necesitaba algo, Pavel se lo llevaba de inmediato. En la cena, Bruno se dio cuenta de que Pavel estaba triste, tenía los ojos llorosos y estaba distraído. A Pavel le temblaban ligeramente las manos. Madre tuvo que pedirle dos veces que volviera a servirle sopa, porque Pavel no la oyó a la primera, y dejó la botella de vino vacía en la mesa y olvidó abrir otra para llenarle la copa a Padre. – 86 – John Boyne –El profesor Liszt no nos deja leer poesía ni obras de teatro –protestó Bruno mientras cenaban. Como tenían un invitado, toda la familia se había arreglado: Padre llevaba su uniforme; Madre, un vestido verde; y Gretel y Bruno, la ropa que se ponían para ir a la iglesia cuando vivían en Berlín. –Seguro que tiene sus motivos –dijo Padre. –Lo único que quiere es que estudiemos Geografía58 e Historia59 y las estoy empezando a odiar –dijo Bruno. –¿Por qué odias la Historia? –preguntó Padre. –Porque es aburrida –contestó Bruno –¿Aburrida? ¿Cómo se atreve un hijo mío a decir que la Historia es aburrida? –dijo Padre. –A mí me parece aburrida –insistió Bruno. –Tendrá que disculpar a mi hermano, teniente Kotler. Es un niñito muy ignorante –dijo Gretel. Bruno se enfadó y los dos hermanos comenzaron a discutir hasta que intervino Madre. –Niños, por favor –dijo Madre. Padre dio unos golpecitos en la mesa con el cuchillo y todos callaron. –A mí me gustaba mucho la Historia cuando era pequeño. Y aunque mi padre era profesor de Literatura60 en la Universidad, yo prefería la Historia –comentó el teniente Kotler. 58 59 60 La Geografía es la ciencia que estudia la superficie terrestre, las sociedades que habitan en ella y los territorios, paisajes, lugares o regiones que forman. La Historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. La Literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra. – 87 – El niño con el pijama de rayas –No sabía que tu padre fuera profesor. ¿Sigue dando clases? –le preguntó Madre. –Supongo que sí. La verdad es que no lo sé –contestó el teniente. –¿Cómo es eso? ¿No tienes contacto con él? –siguió preguntando Madre. –Ya no tengo contacto con mi padre. Se marchó de Alemania hace unos años. No lo he vuelto a ver desde entonces –contestó el teniente Kotler. Padre dejó de comer un momento y se quedó mirando al teniente Kotler con la frente un poco arrugada. –¿Y adónde se fue? –preguntó Padre. El teniente se ruborizó61 ligeramente y tartamudeó un poco al contestar. –Creo… creo que ahora vive en Suiza62. Lo último que supe de él fue que daba clases en la Universidad de Berna –contestó Kotler. –Es curioso que se haya marchado de su patria –dijo Padre. –Mi padre y yo no estamos muy unidos. La verdad es que llevamos años sin hablarnos –explicó Kotler. –¿Y qué razón dio para marcharse de Alemania en su momento de mayor gloria y de mayor necesidad? A todos nos corresponde contribuir al renacer nacional. ¿Estaba enfermo y necesitaba cambiar de aires o tenía algún motivo concreto para abandonar nuestra patria? –preguntó Padre. 61 62 Ruborizar es tener la piel de la cara enrojecida; este enrojecimiento se produce con ciertas emociones como vergüenza, culpa o nerviosismo. Suiza es un Estado situado en el centro de Europa. Tiene fronteras con Alemania, Francia, Italia y Austria. – 88 – John Boyne –Me temo que no lo sé, comandante. Eso tendría que preguntárselo a él –dijo el teniente Kotler. –No creo que sea fácil porque está muy lejos. Pero quizá sea eso, quizá estaba enfermo. O quizá tenía… discrepancias63 –comentó Padre. –¿Discrepancias, comandante? –preguntó Kotler. –Sí, discrepancias con la política del gobierno. De vez en cuando se oyen casos parecidos. Personas extrañas. Trastornados algunos de ellos. Traidores, otros. Cobardes, también. Supongo que habrá informado a sus superiores de las opiniones de su padre, ¿verdad, teniente Kotler? –preguntó Padre. El joven teniente abrió la boca y tragó, aunque no tenía nada que tragar. Estaba nervioso. –No importa. Vamos a dejar el tema aquí. Quizá no sea un tema de conversación adecuado para la mesa. Ya hablaremos de eso en otro momento –dijo Padre. Bruno los miró a uno y otro, divertido y a la vez asustado por el ambiente que había en la sala. –Me encantaría ir a Suiza –dijo Gretel tras un largo silencio. –Come, Gretel –dijo Madre. –¡Pero si sólo digo que…! –Come –repitió Madre, que iba a decir algo más aunque la interrumpió Padre llamando a Pavel otra vez. –¿Qué te pasa esta noche, Pavel? Es la cuarta vez que tengo que pedirte más vino –preguntó Madre mientras Pavel descorchaba otra botella de vino. 63 Aquí discrepancias significa diferencias personales en opiniones o en conductas. – 89 – El niño con el pijama de rayas Pavel no contestó, llenó la copa de Padre, pero cuando fue a llenársela al teniente Kotler, se le resbaló la botella y cayó parte del vino sobre los pantalones de Kotler. El teniente Kotler se puso furioso con Pavel y nadie, ni Bruno, ni Gretel, ni Madre ni siquiera Padre hicieron nada para evitar que Kotler castigara a Pavel. A Bruno se le saltaron las lágrimas. Más tarde, cuando el niño se fue a la cama pensó en todo lo que había pasado durante la cena. Recordaba lo amable que había sido Pavel con él cuando le curó la rodilla. Y aunque Bruno sabía que Padre era un hombre amable y considerado, no le parecía justo que nadie hubiera impedido al teniente Kotler ponerse tan furioso con Pavel. – 90 –

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