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Bernabé Tierno
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This document discusses what values are and how humans determine values. It is a philosophical reflection on the nature of values and their role in human conduct and behavior.
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Bernabé Tierno Valores humanos ¿QUÉ SON LOS VALORES? El ser humano no sólo tiene una facultad cognoscitiva que le sirve para emitir “juicios sobre la realidad”, sino que es capaz también de emitir “juicios d...
Bernabé Tierno Valores humanos ¿QUÉ SON LOS VALORES? El ser humano no sólo tiene una facultad cognoscitiva que le sirve para emitir “juicios sobre la realidad”, sino que es capaz también de emitir “juicios de valor sobre las cosas”. Al hablar del mundo que le rodea, el hombre se refiere a él no sólo con criterios lógicos o racionales, sino también meta-lógicos, que van más allá de la explicación racional. Cuando se oye hablar de valores, muchos se preguntan, entre asombrados y escépticos, “¿Pero qué son los valores? ¿Acaso existen con realidad propia, o son más bien creación de nuestra febril fantasía? Les parece a algunos que. al hablar de los valores, estarnos reclamando a la existencia todo aquel mundo de esencia o de ideas platónicas que el filósofo ateniense se esforzaba en privilegiar como auténtica realidad, fundamento y consistencia de todo cuanto existe, ideas externas, realidades ideales en un mundo que él soñaba anclado por encima de los altos cielos. Más sencillamente, nosotros creemos, por el contrario, que no existen los valores como realidades aparte de las cosas o del hombre, sino como la valoración que el hombre hace de las cosas mismas. Los valores no son ni meramente objetivos ni meramente subjetivos: sino ambas cosas a la vez: el sujeto valora las cosas, y el objeto ofrece un fundamento para ser valorado y apreciado. Los valores no existen con independencia de las cosas. ¿Qué son los valores? Los valores se confunden con las cosas, constituyen su entraña. La perspicacia intelectual del hombre ha de servirle para descubrirlos, es decir, saber descifrar por qué una cosa es buena. Descubrir los valores sólo es posible a quien mira positivamente el mundo, al que previamente ha comprendido que todo lo que existe “existe por algo y para algo”; que cualquier ser, por pequeño que sea, tiene su sentido y su razón de ser, es decir VALE. Para el que se coloca así ante el mundo, y no pasivamente como cosa entre las cosas, todo cuanto existe es bueno, todo cuanto existe es bueno, es un BIEN. De modo que podemos llamar BIEN a cualquier a cualquier ser en cuanto es portador de valores. Y podemos designar como VALOR aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseo. LA INTERIORIZACIÓN DE LOS VALORES El ser humano, para comportarse como tal, ha de tender al bien que la razón le propone corno objetivo de su natural tendencia a la felicidad. Hablar de valores humanos es una redundancia, porque no puede hablarse de valores, sino en relación con el hombre. Toca a éste hacer una valoración de las cosas, es decir, entre los bienes que le solicitan y a los que naturalmente aspira. Porque los valores no “existen” con independencia unos de otros, sino en lógica subordinación, en referencia a una mayor o menor importancia en la apreciación del 9 Bernabé Tierno Valores humanos sujeto que los descubre, ordenándolos en una “escala interior” que va a constituirse en guía de su conducta. Sólo así comprenderá que hay valores cuyo destino no es otro que el de ser sacrificados en aras de valores más altos; que el dinero, por ejemplo, debe servir a la persona y no la persona al dinero; que el sexo es un medio para expresar el amor y no un fin en sí mismo; que se puede renunciar a la propia comodidad para dar un minuto de felicidad a alguien. Si la distinta jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo, es evidente que la educación de una persona dependerá sin duda de esta “escala moral” que haya interiorizado, y que se encuentra en congruencia con el propio proyecto de vida como canalización de todas sus energías. FUNCIONALIDAD DE LOS VALORES El sujeto valora, pues, las cosas en función de sus circunstancias especiales, puesto que siempre se encuentra en interacción con el mundo, es decir, con las cosas, los bienes, los valores. Un mendrugo de pan o un vaso de agua adquieren mayor valoración para un sujeto que se esta muriendo de hambre o desfalleciendo de sed, que para el glotón que, después de su hartazgo, siente náuseas con sólo mentarle la comida. No es que el pan pierda o adquiera su valor a merced de las circunstancias. Lo posee a despecho de las mismas; pero siempre dirá relación a un sujeto que valora su importancia según sus motivaciones o necesidades. “El mundo de los valores” constituye la puerta de entrada al “mundo de la trascendencia”, puesto que los valores pueden hacer referencia a una realidad metaempírica (realidad no verificable ni por los sentidos ni por la lógica de la razón). La valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos con la sola razón, sino con el sentimiento, actitudes, las obras... con todo nuestro ser. Cuando nos situamos frente a una obra de arte y contemplamos la armónica proporción de una estatua, el equilibrio de una estructura arquitectónica, la armonía de una composición musical o el cromatismo y diseño de una pintura..., con frecuencia sentimos un escalofrío que conmueve nuestro ánimo y nos impele a pronunciarnos en emotivas exclamaciones de aprobación y admiración. Es difícil expresar entonces lo que sentimos; pero, el juicio que emitiremos sobre la belleza experimentada distará mucho de ser un juicio teórico. Los lirios de Van Gogh o Los girasoles podrán venderse por miles de millones de pesetas; pero una cosa es lo que cuestan y otra lo que valen. ¿Es que cuando el célebre pintor malvivía en su indigencia aquellos cuadros no poseían el valor artístico que hoy día se les reconoce? ¿Quién puede poner precio a un sentimiento o a una emoción? La venalidad del arte tal vez pruebe la mayor sensibilidad de nuestra cultura ante los valores económicos; pero no creo que haya progresado mucho en otro tipo de sensibilidades. PEDAGOGÍA DE LOS VALORES Instaurar en nuestra sociedad una “Pedagogía de los valores” es educar al hombre para que se oriente por el valor real de las cosas, es una pedagogía de encuentro” entre todos los que creen que la vida tiene un sentido, los que saben que existe un porqué en lo extraño de todo, los que reconocen y respetan la dignidad de todos los seres. La Declaración Universal sobre los Derechos Humanos de la ONU no hace más que recoger el común sentido de los hombres que reconocen los valores que dignifican y acompañan la existencia de 10 Bernabé Tierno Valores humanos cualquier ser humano. No creemos que sea mera retórica reconocer al hombre como “portador de valores eternos”, es decir, de valores que siempre, siempre, han de ser respetados. Hablar de “valores humanos” significa aceptar al hombre como el supremo valor entre las realidades humanas. Lo que en el fondo quiere decir que el hombre no debe supeditarse a ningún otro valor terreno, ni familia, ni Estado, ni ideologías, ni instituciones... Todos estos valores que configuran la dignidad del hombre, reconocidos por todos, dan apoyo y fundamento a un diálogo universal, a un entendimiento generalizado que harán posible la paz entre todos los pueblos. Y si el “mundo de los valores” puede servir de guía a la humanidad en sus aspiraciones de paz y fraternidad, por la misma razón deben servir de guía al individuo en sus deseos de autorrealización y perfeccionamiento. En este caso, la acción educativa debe orientar sus objetivos en la ayuda al educando para que aprenda a guiarse libre y razonablemente por una escala de valores con la mediación de su conciencia como “norma máxima del obrar”. Ello implica también ayudarle en la experiencia (personal e intransferible) de los valores, desarrollando esa “libertad experiencial” de la que habla Rogers, para que sepa descubrir el aspecto de bien que acompaña a todas las cosas, sucesos o personas: para que aprenda a valorar con todo su ser, a conocer con la razón, querer con la voluntad e inclinarse con el afecto por todo aquello que sea bueno, noble, justo... valioso. Pero, al mismo tiempo, debería ir haciendo el difícil aprendizaje de la renuncia. Tendrá que aprender a sacrificar valores menos importantes por otros que lo son más. Dicho de otra manera, educar en los valores es lo mismo que educar moralmente, o simplemente “educar”, porque son los valores los que enseñan al individuo a comportarse como hombre, ya que sólo el hombre es capaz de establecer una jerarquía entre las cosas, y esto resultaría imposible si el individuo no fuera capaz de sacrificio y renuncia. En definitiva, detrás de cada decisión, de cada conducta, apoyándola y orientándola, se halla presente en el interior de cada ser humano la convicción de que algo importa o no importa, vale o no vale. A esta realidad interior, previa a cada acto cotidiano, insignificante o meritorio, la llamamos actitud, creencia, ¡valor! Se trata de un sustrato, de un trasfondo que se ha venido formando en nosotros desde los años de la infancia y que nos predispone a pensar, sentir, actuar y comportarnos de forma previsible, coherente y estable. El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que nos conviene más o menos. Pero estas convicciones o creencias se organizan en nuestro psiquismo en forma de escalas de preferencia (escalas de valores). Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en que nos ha tocado vivir. Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las directrices de una conducta coherente. Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir, nunca metas que se consigan de una vez para siempre. De este modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos, tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus consecuencias. Los valores auténticos, asumidos libremente, nos permiten definir con claridad los objetivos de la vida, nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y a estimarnos, al tiempo que nos hacen comprender y estimar a los demás. Dan sentido a nuestra vida y facilitan la relación madura y equilibrada con el entorno, con las personas, acontecimientos y cosas, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal. 11 Bernabé Tierno Valores humanos La escala de valores de cada persona será la que determine sus pensamientos y su conducta. La carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado, instalará al sujeto en la indefinición y en el vacío existencial, dejándole a merced de criterios y pautas ajenas. Los valores nos ayudan a despejar los principales interrogantes de la existencia: quiénes somos y qué medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad. 12 Bernabé Tierno Valores humanos ACEPTACIÓN DE SÍ MISMO “No liberes al camello de la carga de su joroba; podrías estar liberándolo de ser camello” G. K. Chesterton. El doctor López Herrerías, en su libro El profesor-educador: persona y tecnólogo, cuando presenta el modelo integrado del profesor, insiste de manera especial en la dimensión personal, la que soporta los auténticos valores humanos en que se ha de llevar a cabo la acción educativa. Se refiere a esas tres rarezas: libertad, creatividad y dialogicidad, que en definitiva permiten al hombre ser persona, decidir sobre sí mismo. Estos tres núcleos valorativos que tan acertadamente señala el profesor Herrerías se nutren, activan y proyectan desde el que personalmente considero valor de los valores: la aceptación de si mismo. Amarse a sí mismo es la decisión mas importante que debe tomar todo ser humano a cada instante, en todas las etapas de su vida, tanto en la infancia como en la ancianidad. El problema radica en que aceptarse y amarse a sí mismo exige aprendizaje, nos lo han de enseñar desde la cuna y debemos seguir aprendiéndolo a lo largo de toda nuestra existencia. La aceptación de si mismo está en constante interacción y retroalimentación por vasos comunicantes con la libertad, creatividad y actitudes dialogantes. Por la libertad accedemos a las experiencias personales que nos proporcionan autonomía y confianza en las propias capacidades, diseñando y provocando nuestro quehacer vital, libre de los dominios ajenos. Aprendemos de nuestra propia experiencia personal. Mediante la creatividad proyectamos nuestra propia existencia como un quehacer irrepetible, repleto de sugerencias, posibilidades, inquietudes y esperanzas, libre de estereotipos, servilismos y esquemas acomodaticios y despersonalizantes. Por las actitudes dialogantes vamos madurando la capacidad de vivir nuestra vida como búsqueda constante de encuentros humanos enriquecedores. El entendimiento y comprensión de los demás y el ser capaces de ver las cosas desde su punto de vista nos conduce a la perfección madurativa humana; la entrega a los demás, el amor y la aceptación del otro, que sólo es posible cuando uno se acepta y se quiere a sí mismo. LA AUTOACEPTACIÓN SE APRENDE “Es preferible realizar una buena acción cerca de casa que ir muy lejos a quemar incienso” Prov. Italiano. “Acéptame como soy. Sólo así nos descubriremos mutuamente” Federico Fellini. “He comprobado que cuando realmente nos amamos, es decir, cuando nos aprobamos exactamente tal como somos, todo funciona bien en la vida” Louise L. Hay “Mirarse a sí mismo claramente es muy difícil, porque deseamos escapar de nosotros mismos” 13 Bernabé Tierno Valores humanos Krishnamurti Es en el propio hogar donde se inicia la aceptación de uno mismo y son los padres quienes deben estar atentos a considerar, alabar y reconocer en cada uno de sus hijos las cualidades, aptitudes y destrezas que se manifiestan de una manera más destacada. Que cada persona se sienta importante, reconocida y alabada por algo es fundamental para lograr ese nivel mínimo de autoestima durante los años de la infancia y de la adolescencia. Padres. profesores, educadores y monitores que tienen a su cargo niños desde la más tierna infancia hasta bien entrada la adolescencia no deben escatimar los refuerzos positivos tras cada esfuerzo y acción meritoria para sentar las bases de la confianza en sí mismo y de la autoaceptación madura del adulto, sea cual fuere la realidad que le haya tocado vivir. Las descalificaciones constantes, las burlas y los sarcasmos, el dejar públicamente en ridículo a un niño ante sus hermanos o ante sus compañeros de clase jamás favorecerán la autoaceptación y el desarrollo de una personalidad equilibrada y madura. Por el contrario, se irán minando poco a poco los frágiles cimientos de la autoestima, aparecerán los sentimientos de incompetencia, la infravaloración y el obsesivo deseo de aprobación por parte de los demás. El qué dirán, lo que puedan pensar de mí asfixiarán cualquier brote de libertad en el obrar y expresarse y manifestarse libre y autónomamente con actitud crítica. Las personas que recibieron de sus padres y educadores una dosis suficiente de confianza y seguridad en sus propios valores y aptitudes, acceden pronto a la madurez psíquica y a la autoaceptación que les permite considerar irrelevantes la aprobación o desaprobacion de los demás. Conocen su propia realidad, sus capacidades y sus limitaciones, y lo que verdaderamente les preocupa es el juicio que merezcan para sí mismos, la aceptación de la propia realidad. Alguien ha dicho que la aceptación incondicionada de sí mismo es «la primera ley del crecimiento personal». La primera cosa que poseemos es nuestro propio ser. El primer valor con que nos encontramos en la vida somos nosotros mismos. Es inútil querer realizarnos sin querer reconocer lo que de verdad somos. Aceptar “nuestra verdad interior” significa también aceptar ese fondo de inautenticidad que todos llevamos dentro. Esos impulsos inconfesables que nunca tuvieron que ser, pero que sin embargo han sido. Si no aceptamos nuestros errores, nunca nos libraremos de ellos. No condenó Dios a Caín por haber matado a Abel, sino por no haber sabido aceptar la responsabilidad de su insensata acción. Nuestros errores nunca nos perdonarán mientras no sepamos aceptarlos. Somos lo que somos ante nosotros mismos y no lo que aparentamos ante los demás. 14 Bernabé Tierno Valores humanos LOS CAMBIOS NECESARIOS “Todos los cambios, aún los más anhelados, tienen su melancolía, pues lo que dejamos es una parte de nosotros mismos; hay que morir a una vida para entrar en otra” Anatole France La persona que se acepta es porque ha decidido convivir con su propia realidad, sean cuales fueren las imperfecciones y defectos, de una manera completa, sin reservas. Es consciente de que hay varias cosas que no le gustan, pero también sabe que aceptarse no significa necesariamente gustarse. Desde la aceptación se pueden programar y diseñar con serenidad los cambios y las mejoras que nos permitan gustarnos o convertir en irrelevantes los aspectos menos positivos de nuestra persona. La autoaceptación conduce directamente a la autoestima. Además, contemplar con serenidad la propia realidad psicofísica y mental nos ayuda a mantener una relación más equilibrada y armónica con nosotros mismos y nos anima y estimula a mejorar y perfeccionar esa realidad. Nadie se sentirá Inclinado a cambiar aquellas cosas cuya realidad niega en sí mismo. Si sentimos miedo, somos pobres o somos presa de celos, lo mejor es que nos convirtamos en testigos de nuestro propio miedo, pobreza y celos y hasta que dialoguemos con ellos. Si los aceptamos y no tratamos de negar y combatir su realidad, nosotros seremos cada vez más fuertes, y nuestros temores, limitaciones y problemas, cada vez más débiles. La ira, la envidia, los temores, los celos y otros sentimientos negativos irán desapareciendo si los aceptamos con serenidad y les perdemos el respeto. Reconozcamos y aceptemos nuestras limitaciones y temores, pero sin identificarnos con ellos, poniéndonos por encima. Trate de imaginarse libre de su envidia, sus celos o sus miedos y compórtese así durante unas horas tan sólo. Comprobará que se siente mejor. CADA CUAL PUEDE SER COMO SEA CAPAZ DE VERSE A SI MISMO “No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino” Confusio “Yo mismo, en el momento de decir que todo cambia, ya he cambiado” Séneca “Y todo cambio me parece, socialmente, provechoso, no más que por ser cambio en sí y por sí” Unamuno Termine de ver qué es lo que más le gusta de sí mismo y qué es lo que menos le gusta. Decida aceptar lo que no le gusta como realidad propia desde la que ha de partir a una notable mejora y perfeccionamiento. Es importante que se ame a sí mismo hasta en esas limitaciones, para crear el equilibrio psicofísico necesario que le permita verse a sí mismo en una dimensión personal renovada y perfeccionada. Con esta nueva imagen de sí mismo, pero siendo consciente de la propia realidad negativa que acepta, intente comportarse, vivir y sentir tal y como desea ser. 15 Bernabé Tierno Valores humanos Si es constante y realiza el esfuerzo en calma y paz consigo mismo, se producirá una mejora y transformación en aquellos aspectos que menos le agradan de su propia persona. Las vías de la libertad, de la creatividad y de la dialogicidad le conducirán sin duda al logro incomparable de la aceptación de si mismo. Usted será, en definitiva lo que decida ser. Como padre y como educador, trabaje intensamente en la aceptación de sí mismo; sólo así estará capacitado para enseñar a sus educandos a quererse y a aceptarse tal cual son y a perfeccionarse, mejorar y realizar los cambios necesarios desde la autoaceptación serena. Las corrientes vitalistas del pensamiento filosófico contemporáneo, que van desde el individualismo existencialista hasta la comunión personalista, pasando por el historicismo y la “Filosofía de los Valores”. han interpretado al hombre no como una idea abstracta, magnífica en su concepción, pero estática y petrificada en la eternidad de su esencia («momias conceptuales» las llamaría Níetzsche), sino como un proyecto inacabado, siempre haciéndose a golpe de decisión y libertad. Si esto es así, nada más lejos que concebir al hombre como una idea inmutable. Por eso la moderna Psicología, coincidente con los filósofos, mira al hombre como una «estructura abierta», es decir, susceptible siempre de cambio y modificación. Las estructuras de la personalidad se van construyendo mediante procesos de aprendizaje que nunca acaban, pues siempre estamos aprendiendo de algo o de alguien. Pero lo mismo que hemos aprendido una conducta la podemos desaprender. Todo lo aprendemos, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto lo que importa es que el rumbo que demos a nuestros cambios siga la flecha que les marcan los valores en los que creemos. El sentido de fugacidad que tiene la existencia humana no tiene que hundirnos en el derrotismo pesimista, sino alentarnos en el optimismo fundamental de que siempre es posible crecer como personas. Podemos crecer en sabiduría y conocimiento: siempre es posible amar un poquito más y hacer más felices a cuantos nos rodean. Podemos realizar nuevos valores; siempre es posible hacer algo más; nadie puede decir que lo ha hecho todo. El convencimiento de que “el hombre es siempre el mismo, pero nunca lo mismo”, como decía Goethe, debe llevarnos a considerar a los demás como “realidades vivas”, siempre en tensión hacia el cambio, hacia nuevas fronteras de superación. No podemos etiquetar al prójimo y dejarle anclado en su pasado como si el cambio no fuera posible. A veces decimos muy seguros de nuestra perspicacia: «No te fíes de Fulano, lo conocí hace 10 años y te puedo asegurar que es un tramposo». Al hacer esta afirmación es como si estuviéramos negando los 10 años transcurridos en la vida de esa persona. En ese lapso de tiempo han podido ocurrir muchas cosas, esa persona ha podido cambiar. ¿Por qué negarle esa capacidad de cambio? Educar significa aceptar la capacidad que el ser humano tiene de perfeccionamiento. No sirve como 1 educador el que, abandonándose a determinismos psicológicos o sociológicos, piensa que nada puede hacer para cambiar la conducta de su hijo o alumno. El educador es el hombre de la esperanza, el que confía en la libertad del educando más allá de los condicionamientos que amenazan su desarrollo como persona. Ya sé que nadie es buen juez de su propia causa, pero ármese de objetividad y sinceridad y mantenga una animada charla consigo mismo sobre lo que le gusta o le disgusta más de su persona. 16 Bernabé Tierno Valores humanos LA ALEGRÍA DE VIVIR “El que canta es el primero en recibir los beneficios de la melodía: Alegría de corazón, paz de espíritu, felicidad, …” J. G. Cáceres Si dejamos abiertos de par en par los sentidos y nuestro cuerpo y nuestro espíritu, en perfecta sintonía, se dejan invadir por la Naturaleza y por la vida que late en los demás seres, como por arte de magia nos sentiremos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de esa maravillosa sinfonía de la creación en todo su’esplendor. Y es que la vida en sí misma es un generador constante de alegría. Estar abiertos a la Naturaleza proyectándonos sobre ella con amor y con ternura, aspirando la fuerza del agua de los torrentes, el canto de los pájaros, el verde amplio de las praderas, la fresca sonrisa de un niño, o el rostro añoso de un anciano, es la forma más sencilla y natural de enriquecernos con la alegría mas sana y auténtica, la que rezuma a raudales la vida que nos rodea, porque la alegría es un sentimiento vital y dondequiera que aliente un soplo de vida, allí se encontrará la alegría. LA ALEGRÍA SE APRENDE “Todos los animales, salvo el hombre, saben que el principal objeto de la vida es gozarla” Samuel Butler El niño, desde su más tierna infancia, ha de ser educado para la alegría poniéndole en contacto directo con el equilibrio, el orden, la fuerza y la belleza de los seres que le rodean. Ha de percibirlos, sentirlos y amarlos para sentirse y amarse a sí mismo como parte integrante de la maravilla del Universo. Sí, se aprende a ser alegre y el aprendizaje de la alegría debería ser tarea primordial en el hogar y en la escuela. Si es verdad, como decía Romano Guardini, que “educamos más por lo que somos y hacemos que decimos....», ser adultos alegres, cambiar nuestras actitudes deprimentes, negativas y derrotistas por otras entusiastas, positivas y esperanzadoras, sería la conditio sine qua non de una educación para los valores humanos. La alegría de vivir, la alegría de compartir con otros la propia existencia ha de ser potenciada, incrementada y enriquecida con la ejemplaridad del educador. Esta constituye uno de los elementos esenciales de su personalidad educativa: la encarnación de los valores que, con su ejemplo, presenta al educando de manera experiencial y viva. A mi juicio, el valor de los valores o el denominador común de todos ellos es, sin duda, la alegría. Al erigirnos los adultos en mediadores entre el educando y el mundo de los valores, su asimilación quedará tanto más garantizada cuanto más los presentemos encarnados en nuestro ser y en nuestra conducta, marcados siempre con el signo inconfundible de la alegría. LA ALEGRÍA SE DESCUBRE “ Buscas la alegría en torno a ti y en el mundo. ¿No sabes que sólo nace en el fondo del corazón” 18 Bernabé Tierno Valores humanos R. Tagore El niño descubre la alegría al sentir su propia vitalidad y su propio cuerpo en perfecto funcionamiento. Los sentidos que le abren a la vida le enseñan a descubrir las primeras alegrías, marcadamente instintivas. De forma gozosa, la piel se alegra con los besos, y las caricias de la madre; los ojos disfrutan y se alegran con la variedad y matices de formas y colores: la boca se alegra con el placer que le produce la succión del pecho materno, y el oído se complace alegremente con todos los sonidos armoniosos que va percibiendo. Paulatinamente, el ser humano va evolucionando hacia una alegría menos sensitiva y corporal y más interior, profunda y espiritual en la medida en que accede a la completa madurez mental y psíquica. La paz interior, la armonía y entendimiento con nosotros mismos y la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir preparan el camino hacia esa alegría sublime que pone en paz al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla engarzada y asociada a los más nobles sentimientos que anidan en el corazón humano. SUGERENCIAS PARA CONVERTIR LA ALEGRÍA EN HÁBITO “Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida en media pena” Prov. Sueco Elevar el nivel de autoestima del individuo, haciendo que se sienta importante y necesario en la familia, en la escuela, en el grupo de trabajo y, en definitiva, que sea apreciado y tenido en cuenta por los demás. Llevar una vida ordenada y sencilla, disfrutando de las cosas pequeñas y cotidianas que están al alcance de cualquiera: el descanso, el diálogo familiar, el contacto con la Naturaleza, la diversión sana, el vivir intensamente el presente..., pero moderando las exigencias y deseos, ya que la búsqueda ansiosa y descontrolada de mayores satisfacciones conduce a la pérdida del propio equilibrio interno y, por tanto, de la verdadera alegría. Pensar siempre en positivo, no permitiendo la entrada a nuestra mente del derrotismo y actitudes deprimentes o desesperanzadoras. Que el pasado negativo o la inquietud y el desasosiego por el futuro no nos impidan vivir el presente en paz y armonía con nosotros mismos. Conseguir que nuestra ocupación o trabajo sea fuente de alegría. Comprobar que el trabajo no sólo es la expresión clara de nuestra vitalidad, inteligencia y capacidad, sino que con él hacemos nuestra aportación a la sociedad, contribuyendo de forma directa al bienestar físico, intelectual, moral o espiritual de los demás. Fomentar cada día, a cada instante, los sentimientos de aceptación, de conformidad y hasta de complacencia y alegría de la realidad cotidiana, sea cual fuere. Tras cada sombra siempre se oculta un destello de luz. La alegría será siempre nuestra fiel compañera cuando convirtamos en hábito el descubrir siempre el lado bueno de las cosas. No te conformes con sentir la alegría dentro de ti, haz que aflore al exterior y contágiala a quienes te rodean con palabras, actitudes y gestos que les arrastren a compartir tu propia alegría. Aprende a no perder ni un instante en lamentaciones y quejas inútiles sobre algo que es irremediable, como el jarrón que se ha roto, un día lluvioso, el robo del coche, una enfermedad incurable... Acepta lo irremediable, ya que una actitud de protesta y disgusto por algo que no tiene solución te privará de la alegría de vivir. Convierte la alegría en fiel compañera de tu vida, ya que es, sin duda, el ingrediente principal en el compuesto de la salud física, mental y psíquica. La verdadera alegría, la que nace del corazón, de profundas motivaciones, se manifiesta más por estado de constante placidez, fácil sonrisa y buen humor que por la carcajada fácil, miedosa, superficial y 19 Bernabé Tierno Valores humanos momentánea. La verdadera alegría deja traslucir la felicidad de quien siente su vida como un proyecto útil para si mismo y para los demás. La verdadera alegría nace siempre de la bondad de nuestras acciones y de nuestras intenciones. Hacer el bien cada día a aquellos con quienes convivimos o con quien nos encontramos genera constantemente en nosotros gran satisfacción interior que siempre se traduce en verdadera alegría de vivir. La buena conciencia siempre produce alegría. Decía Dostoiewski que no pidiéramos a Dios el dinero, el triunfo o el poder que le pidiéramos lo único importante, es decir la alegría. Seguramente todos los autores consultados, los escritores y pensadores coinciden en un punto al referirse a los valores humanos: “El goce de la vida es lo que proporciona el adecuado equilibrio a todo ser humano”; justifican la prioridad esencial del goce y de la alegría de vivir, porque si uno no sabe gozar de la vida, inevitablemente será una carga para los demás. La ciencia de la felicidad justifica la existencia humana, especialmente si descubrimos que buena parte de nuestra alegría hemos de encontrarla en la dicha de ver que nuestra felicidad como el amor es difusiva de sí misma y se incrementa día a día, sin límites, al comprobar que nuestra vida sirve y servirá para traer un poco más de bondad y felicidad al mundo. Decía Ramón Pérez de Ayala. «Gran ciencia es ser feliz, engendrar la alegría, porque sin ella toda la existencia es baldía». DECÁLOGO PARA SABER VIVIR “Evitar, por encima de cualquier circunstancia, la tristeza; que tu alegría no sea fruto de las circunstancias favorables, sino fruto de ti mismo” Periándro de Corintio “Y así he conocido que lo mejor de todo es estar alegre y hacer buenas obras mientras vivimos” Eclesiastés “Dios me respeta cuando trabajo, pero me ama cuando canto” R. Tagore En un programa radiofónico en la COPE saqué un decálogo «para saber vivyr” y vivir con alegría, que tuvo gran aceptación entre los oyentes y deseo ofrecer a quía todos mis lectores. Ahí van los puntos de ese decálogo. 1. Vivir mi vida como la más apasionante y fantástica aventura está en “mis” manos mediante tres logros fundamentales: —Amarme y aceptarme a mí mismo y a los demás y recordar que yo debo ser mi propio mejor amigo y tratarme con ternura. —Mantener siempre un buen nivel de autoestima y sentimiento de competencia. —Dar una razón a mi existencia. Tener un claro proyecto de vida, realista y comprometido por el cual no me importen sacrificios ni esfuerzos, ni el tener que renunciar frecuentemente a satisfacciones inmediatas y perseverar con paciencia y tesón en los objetivos marcados. 2. Aprender a ser responsable, hacerme cargo de mí mismo y ser persona autodisciplinada y evitar los tres obstáculos que de manera más directa impiden “saber vivir”. - Seguir siendo por vida un “niño malcriado”, no educado para la privación, el esfuerzo y la perseverancia en el logro de objetivos. 20 Bernabé Tierno Valores humanos - -Dejarme inmovilizar por un absurdo perfeccionismo que se mueve siempre en la dicotomía de “todo-nada”, “bueno-malo”, “blanco-negro” - Perder de forma absurda tiempo y energía, atrapado por sentimientos de indefensión, inferioridad y culpa 3. El perdón es la “llave maestra de la felicidad”, porque nos hace comprensivos, profundos, inteligentes y buenos.. Por el perdón aprendemos a no abrigar constantemente sentimientos de ataque. Jamás es más grande el hombre que cuando perdona y reconoce sus miserias y defectos. El perdón es “la única venganza” que se puede permitir qu7ien desee ser feliz y saber vivir. 4. La búsqueda de aprobación de los demás y el estar siempre pendientes del que dirán. Son otros tremendos obstáculos que nos apartan de la felicidad y de la alegría de vivir, así como la timidez causada por la necesidad de caer bien a todos y el pretender ser “los mejores” en todo. Ya es suficiente ser bueno en algo y los mejores en aquello que nos permitan nuestras capacidades, tal como lo expresa Douglas Mallock. “Si no puedes ser pino en la cima de la colina, se hierba en el valle, pero sé la hierba mejor junto al torrente” “Se arbusto si no puedes ser árbol”. “Si no puedes ser camino real, sé atajo”. “Si no puedes ser el sol, sé estrella”. No vencerás por el volumen, sino por ser el mejor de lo que seas”. 5. Tener un ideal que me haga sentir intensamente la plenitud interior de un “porqué”, de un “motivo” fuerte que me realice plenamente. Hoy, que parece interesar solamente el tener, el aparentar, el consumir y el disfrutar, es muy conveniente dejar a un lado estos «ideales» con minúscula que siempre dejan un tremendo vacío interior y aferrarse a los ideales con mayúscula, con vocación para la generosidad, el bien de los demás, el dar y el compartir. Como dice Nikos Kazantzakis: «Puesto que tenemos el pincel y los colores, pintemos el paraíso y entremos en él». 6. Saber vivir con alegría supone no estar disponible a las neurosis de quienes de manera constante pretenden hacernos sentir como unos seres despreciables y que nos culpabilicemos siempre y por todo. Precisamente la comprensión y el amor cara con aquellos que de manera reiterada pretenden hacernos mal y hasta disfrutan con ello, consiste en ignorarles y no reforzar su proceder negativo con nuestra permisividad y tolerancia. 7. El amor tiene una fuerza incontenible. Es bueno recordar que “el miserable quiere que yo sea también miserable y si no lo soy le desarmo y le rompo sus esquemas”. El amor ha de estar siempre en la vida de todo aquel que pretenda vivir con alegría y ser feliz. El amor-perdón es el arma más poderosa.. El amor es la única fuerza que puede con el dolor, afirma Killmans y el perdón nos hace superiores a los que nos injurian, decía Napoleón.. Personalmente, pienso el amor siempre conduce a la felicidad y a la alegría, por difíciles y tortuosos que sean los caminos que hayamos de recorrer hacia los demás. Siempre el amor transforma de alguna manera a quien amamos y esa transformación ya produce felicidad y alegría. Estoy de acuerdo con Saint-Exuperey en que el amor es el proceso de dirigir al otro gentilmente hacia él mismo. Por eso, amar siempre produce alegría y felicidad. 8. La aceptación es la primera ley del crecimiento personal y es condición para la felicidad y para saber vivir. Si cometo un error he de aceptarlo. Las cosas son como son y es absurdo ir contra la evidencia. “Es lo que es” y no debo sufrir inúltilmente por lo que “podría haber sido”, “debería” o Estaba obligado a …”. Para saber vivir hay que aprender a aceptar que las personas y las cosas sean como son. 21 Bernabé Tierno Valores humanos 9. La ira y el mal genio son reacciones aprendidas ante la frustración Provienen del deseo de que los demás, el mundo, las cosas, sean y se amolden a nuestros deseo. Quien elige la ira, elige su desgracia y se aparta neciamente del buen camino para saber vivir y ser feliz 10. Vivir la experiencia de una amistad auténtica es imprescindible a cualquier ser humano para ser feliz. Sabiamente dice un proverbio árabe que se puede vivir sin hermano, pero no sin un amigo. El mismo S. Agustín afirma que nada es grato para el hombre si no tiene un amigo. ( leer el capítulo 10 sobre la Amistad.) 22 Bernabé Tierno Valores humanos ACTITUDES Y VALORES “El hábito es al principio ligero como una tela de araña, pero bien pronto se convierte en un sólido cable” Prov. hebreo Las actitudes son predisposiciones estables o formas habituales de pensar, sentir y actuaren consonancia con nuestros valores. Son, por tanto, consecuencia de nuestras convicciones o creencias más firmes y razonadas de que algo vale y da sentido y contenido a nuestra vida. Constituyen el sistema fundamental por el que orientamos y definimos nuestras relaciones y conductas con el medio en que vivimos. CARACTERÍSTICAS DE LAS ACTITUDES “Lleva virilmente los cambios de fortuna, sin enorgullecerte del éxito ni dejarte abatir por los contratiempos; sé como una roca, y no como un espantapájaros que el viento mueve de un lado a otro” Cleóbulo de Lindio Estabilidad, consistencia y perfectibilidad. El primer rasgo distintivo de las actitudes es perdurabilidad, su resistencia al cambio caprichoso o a la versatilidad. Sin embargo, todas las actitudes positivas son flexibles y admiten cambios y revisiones críticas que hacen posible una dinámica de perfeccionamiento gradual. Su componente es básicamente intelectivo y afectivo casi en idéntica proporción. Toda actitud constituye una elección, un tomar partido entre una u otra opción, y esto sólo es posible si nuestra mente conoce, juzga y acepta un valor determinado. Al dictamen de la razón sigue la voluntad, estimulada por los procesos afectivos, los deseos y demás motivos que instan al sujeto a pasar a la acción. Los hábitos adquiridos con la educación recibida tienen siempre mucha mayor fuerza que la herencia biológica. Las actitudes se califican más bien como de fortuna, algo adquirido, fruto de la historia de cada sujeto. Determinan en buena medida el comportamiento, ya que son hábitos operativos que conducen a la acción. Son un pronóstico fiable de la conducta de cualquier individuo. Siempre hacen referencia a unos valores en concreto. Son perfectamente transferibles. El poder de generalización de las actitudes permite que una de ellas abra su acción eficaz a muchos modos y objetos diversos. DIFERENCIAR ACTITUD DE OTROS CONCEPTOS MUY PRÓXIMOS “El bien que hemos hecho nos da una satisfacción interior que es la más agradable de todas las pasiones” R. Descartes 23 Bernabé Tierno Valores humanos Es importante también diferenciar actitud de conceptos muy próximos: instinto, disposición, hábitos, rasgos... Los impulsos instintivos son innatos y se ciñen a un solo acto, mientras que las actitudes son adquiridas y están abiertas a muchas operaciones y posibilidades. La disposición conduce a la actitud, pero todavía no lo es. La disposición es consecuencia de la repetición de varios actos, pero la actitud es más segura y firme al provenir de varias aptitudes y hábitos. La aptitud (con p) se diferencia de actitud (con c) en que mientras la aptitud es producto de la integración de varias disposiciones, la actitud ha logrado una mayor consistencia y estabilidad, al ser producto de la integración de varias aptitudes. Esto le da un mayor rango y operatividad. Los hábitos son disposiciones que facilitan la acción, pero las actitudes presentan mayor estabilidad y eficacia porque integran y conjugan varios hábitos y aptitudes. Se identifica el rasgo con la actitud, si por rasgo se entiende: «disposición generalizada y estable que mueve el sujeto a determinadas respuestas o conductas». En realidad, toda actitud es rasgo pero no a la inversa, porque el rasgo tiene un carácter estático, mientras que toda actitud es dinámica, operativa y flexible y, por tanto, admite cambios. Las actitudes de las que aquí hablamos, son actitudes positivas, es decir, virtudes. Pero es tal el descrédito que hoy día tiene la virtud, que se tiende a sustituirla por otros términos equivalentes. Se ha cargado el término de tal cantidad de “moralina”, que se recurre a eufemismos que, en el fondo, no hacen más que resaltar nuestra hipocresía, a la vez que manifiestan lo necesitados que de ella nos encontramos. Llámesele como se quiera —hábito, actitud, disposición—, lo cierto es que la ACTITUD, que se deriva de la repetición de actos, es una disposición adquirida, el talante moral que acompaña a los actos de una persona, la virtud costosamente adquirida mediante la constancia de nuestra voluntad en la persecución del bien, es decir, de los auténticos valores. El agua orada las peñas, decía el viejo adagio latino, para dar a entender la fuerza con que la voluntad ha de orientar la conducta humana hacia el bien. No puede existir auténtica vocación humana si no existe una decidida orientación de las actitudes que coloquen al individuo en tensión hacia los ideales en los que cree. Sembrar actitudes es promover la virtud en los individuos, lo que equivale a educarlos moralmente. No es fácil desarrollar actitudes en una sociedad como la nuestra, en que se salta de una manera alarmante el vicio y se defiende la corrupción. De acuerdo que esto no es nuevo, a tenor de lo que ya en su tiempo decía Séneca: “Las buenas costumbres se han perdido desde que a los vicios se les ha dado el mismo nombre de virtud”. Pero en nuestra época se hace de una manera tan descarada que alarma el cinismo con que algunos alardean de su inmoralidad, hasta el punto de que el que aún se comporta virtuosamente lo hace cohibido y pusilánimemente. La inautenticidad, que siempre amenaza a la conducta humana, se manifiesta hoy bajo una forma de hipocresía más peligrosa que en épocas anteriores, tal como ha denunciado G. K. Chesterton. La hipocresía consistía antiguamente en aparentar ser mejor de lo que se era en realidad. Se pretendía aparecer como generoso y honrado cuando no se era más que un ladrón. Pero hoy día se hace gala de actitudes moralmente reprobables, cuando, por ejemplo, algunos se ufanan de «dinero que ganan a espuertas», sin ocultar las malas artes con que lo ganan, o de cómo traicionan a su propia mujer. Añadiendo a todo ello exageraciones o falsedades para aparentar una conciencia menos escrupulosa de la que realmente se tiene. (Probablemente se sentirían mal si sus amigos se enteraran de que rezan todas las noches o hacen un donativo a su parroquia...) En definitiva, la hipocresía de antes era «el homenaje que el vicio rendía a la virtud». Mientras que la de hoy parece ser, muy al contrario, «el homenaje que la virtud rinde al vicio». Es como si hoy tuviéramos miedo a ser virtuosos, como si la virtud tuviera que sonrrojarse ante el vicio. FORMACIÓN DE ACTITUDES 24 Bernabé Tierno Valores humanos “Los problemas nacen de la mente cuando estás dormido. Tú pones los problemas” Tony De Mello “Una gran parte del valor es haber hecho antes la misma cosa que hay que hacer ahora” R. W. Emerson Con cuanto llevamos dicho, queda claro que para la formación de actitudes, el primer paso que hemos de dar los educadores es despertar deseos en el educando para que sea constante en realizar la acción o conducta pertinente durante el tiempo necesario, hasta que los actos se conviertan en disposiciones, ¡as disposiciones en hábitos y los hábitos en actitudes. En la educación para los valores humanos es imprescindible hablar de cómo se educan las actitudes, pues básicamente se han de dar los mismos pasos. 1° Ilusionar, animar y despertar el deseo y el interés por repetir la conducta deseada En síntesis, no es otra cosa que saber motivar, reforzando, alabando y alentando todo acto positivo con el fin de despertar en el sujeto el deseo de repetirlo. Que las acciones deseadas resulten gratificantes y capten la atención del educador, al tiempo que se ignora las acciones y que se desean extinguir y en modo alguno sean rentables para el educando. 2° Facilitar la imitación de modelos positivos. Ya decía Menandro que «las costumbres del que habla nos persuaden más que sus razones. Cualquier educador experimentado suscribe sin dudarlo que más que los consejos y exhortaciones, son nuestras obras y actitudes las que transmiten los modelos de conducta. En la formación de las actitudes el contar con modelos positivos es determinante. “Las palabras mueven; los ejemplos arrastran”. 3° Pasar a la acción. Es la acción la que transforma a las personas, y las actitudes se generan por la cantidad y calidad e acciones repetidas por el sujeto. La pedagogía para las actitudes y los valores ha de ser activa, conectando la afectividad con la acción deseada y ésta con otras actitudes positivas que ya haya asimilado y adquirido el educando. 4° Control y evaluación de la propia conducta. Manteniendo una charla amistosa y crítica con nosotros mismos periódicamente para valorar los esfuerzos realizados. 5° Comprometerse voluntaria y públicamente en la formación de hábitos que lleven a la adquisición de la actitud deseada. 6° Proporcionar el ambiente más adecuado y las circunstancias más facilitadoras para la formación de actitudes. 25