TEMARIO ISM - Análisis de la Iglesia en el Contexto Contemporáneo - PDF

Document Details

Uploaded by Deleted User

Tags

ecclesiology christianity church history theology

Summary

This document, titled "TEMARIO ISM", explores the Church within current cultural, social, and theological contexts. It discusses the influence of the Second Vatican Council, particularly Lumen Gentium, on understanding the Church as a historical entity. Key themes like secularization, the role of tradition, and the relationship between individual faith and church membership are examined.

Full Transcript

UNIDAD DIDÁCTICA INTRODUCCIÓN: ¿QUIÉN ES LA IGLESIA? Iglesia, Sacramentos y moral Nº manual Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? CONTENIDOS 1. La Iglesia en el contexto cultural, ecle...

UNIDAD DIDÁCTICA INTRODUCCIÓN: ¿QUIÉN ES LA IGLESIA? Iglesia, Sacramentos y moral Nº manual Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? CONTENIDOS 1. La Iglesia en el contexto cultural, eclesial y teológico actual 2. El Concilio Vaticano II en el centro de la reflexión eclesiológica 3. Perspectivas esenciales de la eclesiología: sacramental, antropológica, pneumatológica, mariológica.. 3 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? RESUMEN En esta Unidad presentamos los elementos fundamentales que nos permiten identificar la Iglesia como un sujeto histórico con origen trinitario y como lugar del encuentro de Cristo con el hombre. Para ello, comenzamos describiendo algunos elementos culturales, sociales y eclesiales que influyen y contaminan a la hora de elaborar una correcta reflexión acerca de lo que es la Iglesia. A continuación, damos una explicación de los contenidos eclesiológicos fundamentales de Lumen Gentium, que es el documento fundamental de reflexión sobre la Iglesia. Finalmente, recogemos sintéticamente las cuatro perspectivas fundamentales de una buena reflexión eclesiológica: sacramental, antropológica, pneumatológica y mariológica.. 5 Iglesia, Sacramentos y moral BIBLIOGRAFÍA Fuentes: Sagrada Biblia, versión oficial de la CEE, BAC, Madrid 2012. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 1992. YOUCAT, Catecismo joven de la Iglesia Católica, Ediciones Encuentro, Madrid 2011. Documentos magisteriales del Concilio Vaticano II, especialmente Lumen Gentium. Cartas Encíclicas, especialmente Dominum et Vivificantem (Juan Pablo II). Bibliografía de consulta: E. Bueno de la Fuente, Eclesiología, BAC, Col. Sapientia Fidei, Madrid 2007. S. De Fiores, María, síntesis de valores, San Pablo, Madrid 2005. M.-J. Le Guillou, El Rostro del Resucitado, Encuentro, Madrid 2012. J. López Marín, La liturgia de la Iglesia, BAC, Col. Sapientia Fidei, Madrid 2009. C. Pozo, María, Nueva Eva, BAC, Madrid 2005. L. Polo, Ética. Hacia una versión moderna de los temas clásicos, Unión Editorial, Madrid 1997. J. Ratzinger & H.U. Von Balthasar, María, Iglesia naciente, Encuentro, Madrid 2006. A. Scola, ¿Quién es la Iglesia? Una clave antropológica y sacramental para la eclesiología, Edicep, Madrid 2008. 6 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? La Iglesia en el contexto cultural, eclesial y teológico actual Nos ocuparemos de la reflexión crítica y sistemática de la experiencia de fe cristiana, que en todo caso es una experiencia esencialmente eclesial. Para hablar de fe lo hacemos usando la categoría de experiencia. Como señala Von Balthasar en De Gloria, este uso es controvertido porque podría sugerir que la fe es un sentimiento subjetivo. No es así. La fe es experiencia del encuentro del hombre como ser integral con Dios y es de hecho respuesta integral del hombre a la acción de Dios en él. Esto exige situar nuestra experiencia de Iglesia en el hoy, en nuestro contexto cultural y social. Creer, celebrar y vivir la fe exigen un tiempo y espacio concretos. En cada momento de la historia es donde se da el encuentro entre los elementos esenciales constitutivos de lo que es la Iglesia y su darse en cada momento para la salvación de los hombres. En la historia (y por tanto en la cultura) es donde se da la experiencia eclesial del encuentro entre Dios que se da y el hombre que lo recibe. Esto justifica que una adecuada reflexión eclesiológica necesite de situarse en el aquí y el ahora del hombre. Para todo ello, es necesario hablar de lo que Metz llama la europeización profana del mundo, que tiene que ver con la importancia, para bien y para mal, de la cultura de occidente en el mundo: tecnologización, pluralismo teológico, multiculturalidad, interpretaciones secularizadas del mundo y del hombre, imperio del mercado, etc. No pretendemos describir exhaustivamente la actualidad de nuestro mundo, pero sí nos interesa describir algunos rasgos actuales que inciden en la vida de la Iglesia: 1. Modificabilidad de todas las cosas. Se entiende que la clave de comprensión de todas las cosas es el cambio, el cambio es lo que define la realidad de las cosas. En el fondo, no hay nada real, todo es puro cambio. Una sociedad así renuncia a encontrar un hilo conductor que le permita comprenderse a sí misma. Por tanto, no hay nada más profundo que la movilidad, el progreso, la innovación. 2. Renuncia a la Tradición. Como el sentido de todo está en el cambio, la tradición, sea cual sea esta, no dice nada al hombre moderno. 3. Legitimación del pluralismo cultural y teológico. No se reconoce la jerarquía en el valor de los juicios y las opiniones, sino que todo se incluye en el ámbito del sentimiento subjetivo. Esto dificulta vivir la fe como experiencia de encuentro con Dios y la posibilidad de compartir comunitariamente esa experiencia (lo que es básico para la misión de la Iglesia). 4. Difusión del individualismo. Precisamente debido a ese subjetivismo extremo, el individuo se toma como único punto de referencia, lo que nos hace caer en la incomunicabilidad. En La época secular, Taylor reconoce que la secularización es el origen de la sociedad contemporánea, distinguiendo tres fases en el proceso de secularización: 1. Las sociedades modernas, a diferencia de las precedentes, han dejado de considerarse como vinculadas a la fe en Dios. Esto supone que la religión se confine a la esfera de lo privado.. 7 Iglesia, Sacramentos y moral 2. Progresivamente va disminuyendo la creencia y la práctica religiosa. 3. Se acaba considerando la fe como una posible opción sin incidencia alguna sobre la vida de las personas. Más aún, se percibe que los bienes más importantes de la vida pueden realizarse más completamente cuando no se refieren a Dios o a Cristo. Este final del proceso de secularización lleva a lo que Benedicto XVI llama un humanismo exclusivo: hay un eclipse de todos los fines que van más allá de las posibilidades terrenas del hombre. Supone la exclusión de Dios del horizonte de la vida personal, quedando relegado, a lo más, al ámbito subjetivo. En el fondo, responde al ansia frustrada del hombre de tener una identidad plena solamente desde sí mismo. Otro elemento a tener en cuenta es el peso del progreso científico-técnico. Ha conducido, en términos de Benedicto XVI, a una reducción de la razón. El actual desarrollo de la ciencia y la técnica traspasa sus dominios de acción imponiendo el criterio de razón lógica sobre el criterio moral en el actuar y en el obrar humano. Muchas decisiones del poder político dependen usualmente de la racionalidad científica, dándose el riesgo de un cierto absolutismo tecnocrático basado en el fundamento económico. Sin embargo, no somos espectadores de la desaparición de lo religioso. Occidente está atravesado de la religión como experiencia personal y social. Esto nace de una creciente demanda de lo sobrenatural fruto de una natural inquietud que ocurre en el hombre que no se abre a la trascendencia. Percibimos también un cierto recrudecimiento del laicismo religioso que busca, si no eliminar lo religioso, sí hacerlo desaparecer de todo ámbito común y relegarlo al ámbito privado. Hay muchos factores que inciden en esto. Es urgente plantearse si hay espacio en nuestra sociedad para una matriz de fe religiosa que fundamente nuestra vida o hay que aceptar el espacio propio de un hecho privado sin relevancia pública. ¿Interpretamos los cristianos nuestra experiencia eclesial correctamente, o nos dejamos arrastrar por los elementos derivados de las tendencias anteriores? Es frecuente que en la interpretación que los cristianos hacen de su propia experiencia eclesial se den los siguientes elementos: - Una visión funcionalista de la Iglesia. En ocasiones percibimos la Iglesia como una empresa al servicio de demandas privadas. - Distinción entre identidad religiosa y pertenencia a la Iglesia. Hay una ruptura entre reconocerse católico (creyente) y reconocerse practicante (integrado en la vida de la Iglesia). Hay una falta de práctica religiosa que reduce la fe a un sentimiento gozado privadamente. 8 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? - Reducción de la fe cristiana a un cristianismo social o una religión civil. Se reducen las verdades de la salvación del hombre a un tejido de valores sociales y de convivencia. Respecto de la situación de la cuestión en España, podemos señalar algunas especificidades. Persiste un sentimiento de identificación religiosa y un compromiso profundo de un tercio de los que se reconocen cristianos, pero también persisten un laicismo beligerante. Todo ello hace que en España se dé de modo especial un problema ecuménico. La gran tentación es buscar la paz social a través de prácticas de acomodación institucional, lo que pasa por descafeinar la fe para intentar aglutinar al mayor número posible de personas. También se percibe en España el grave problema de la falta de coherencia entre la fe que profesan los cristianos y sus prácticas: - Falta de conocimiento de los contenidos y verdades de la fe. - Hay una tendencia a considerar magia la celebración religiosa. - Incoherencia entre la profesión religiosa y la práctica de la vida cotidiana. El Concilio Vaticano II en el centro de la reflexión eclesiológica La constitución Lumen Gentium El Concilio Vaticano II sentó las bases de una profunda reflexión eclesiológica que es fundamental para explorar la actual comprensión de la Iglesia. El texto eclesiológico fundamental del Concilio Vaticano II es la constitución dogmática Lumen Gentium. Es interesante explorar la historia de la redacción de Lumen Gentium, porque nos permitirá acceder a los temas que los padres conciliares entendieron como nucleares en la reflexión sobre la Iglesia. a. Proyecto primitivo. Se trata del documento que la comisión doctrinal encargada de elaborarlo envió como primer esquema a los padres conciliares antes del inicio del concilio (junio de 1962). Posteriormente se reelaboró el esquema por ser demasiado abstracto y esquemático, pero mostraba el altísimo interés que tenía la Iglesia por hablar de sí misma. b. Segundo proyecto (enero a junio de 1963). Consta de cuatro capítulos: 1. El misterio de la Iglesia. 2. Estructura jerárquica y episcopado. 3. El Pueblo de Dios y los fieles laicos. 4. La vocación universal a la santidad.. 9 Iglesia, Sacramentos y moral El cardenal belga Leo Jozef Suenens tiene la gran intuición de que se debe manifestar la centralidad de la condición de fiel cristiano, que es la mayor dignidad de la Iglesia. Por eso, propone que la mitad del capítulo 3 (junto con algunos contenidos del 4) pase a ser capítulo 2 y a llamarse “El Pueblo de Dios”. Se forman, por tanto, cinco capítulos. Además, se propone añadir un sexto capítulo sobre la Virgen María, lo que manifiesta la importancia de la perspectiva mariológica para explicar la Iglesia. c. Tercer proyecto. Se introducen dos nuevos capítulos, uno sobre la vida religiosa (capítulo 6) y otro sobre la índole escatológica de la Iglesia (capítulo 7; se deja el capítulo sobre la Virgen María como capítulo 8 y último). El texto fue aprobado el 21 de noviembre de 1964. La importancia del componente mariológico se pone de manifiesto porque fue entonces cuando la Virgen fue proclamada Madre de la Iglesia. La redacción final del documento consta de ocho capítulos: I. El misterio de la Iglesia. II. El Pueblo de Dios. III. La constitución jerárquica de la Iglesia y en particular del episcopado. IV. Los fieles laicos. V. La vocación universal a la santidad en la Iglesia. VI. Los religiosos. VII. Carácter escatológico de la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia del cielo. VIII. La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia. La estructura de Lumen Gentium La gran intuición del concilio es la comprensión que hace de la Iglesia como sujeto, cuya identidad le brota de Jesucristo y ligada a un acontecer histórico en cuyo dinamismo se integra. El acontecer histórico en la Iglesia se puede describir desde dos principios: el sacramento del orden y la santidad. En ese sentido, podemos estructurar Lumen Gentium de la siguiente manera: A. ¿Quién es la Iglesia? - El origen Trinitario de la Iglesia (cap. I). - La Iglesia como sujeto histórico (cap. II). Dos principios de comprensión: 1. El sacramento del orden: Los ministros ordenados (cap. III). 10 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? Los fieles no ordenados (cap. IV). 2. La santidad: La santidad como vocación de todos los fieles cristianos (cap. V). La vida consagrada como signo profético de la santidad (cap. VI). B. La Iglesia peregrina hacia la patria celeste (cap. VII). C. La Beata Virgen María. Todo lo que se dice de la Iglesia lo vive en plenitud la Virgen María (cap. VIII). Hermenéutica de Lumen Gentium La recepción del Concilio Vaticano II en general, de Lumen Gentium en particular, ha sido difícil y la razón es que no siempre ha habido una adecuada comprensión e interpretación teológica. El criterio hermenéutico (esto es, interpretativo) fundamental del Concilio Vaticano II lo da Benedicto XVI en la felicitación navideña a la curia de 22 de diciembre de 2005, en donde el Papa se pregunta por la recepción del Concilio Vaticano II y da el criterio de lectura y aplicación del mismo. Así, plantea la contraposición de dos hermenéuticas: - Hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura. El sujeto del que se predica la ruptura es la Iglesia, de modo que se hablaría de la Iglesia preconciliar y postconciliar como dos sujetos distintos. Es una hermenéutica que no se corresponde con el espíritu del concilio. - Hermenéutica de la reforma, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto Iglesia que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del Pueblo de Dios en camino. En la alternativa de las dos hermenéuticas, se opone la discontinuidad y la ruptura a la reforma y la renovación. Por tanto, la alternativa a la discontinuidad no es la continuidad, sino la renovación. La continuidad es una especificación de la renovación. Se afirma la continuidad del único sujeto que es la Iglesia, sujeta a una renovación propia de su carácter de sujeto histórico. Además, Benedicto XVI hace una descripción precisa (y preciosa) de la Iglesia: - Que el Señor nos ha dado. La Iglesia tiene su origen en el don de Dios de sí mismo (LG I, 2-4). - Único sujeto, un sujeto, el mismo. Habla de la unidad y unicidad de la Iglesia. - Sujeto. Hay un elemento antropológico que permite interpretar la Iglesia (LG II). Finalmente, Benedicto XVI destaca también la dinámica del desarrollo de la Iglesia en el tiempo (crece en el tiempo y se desarrolla, Pueblo de Dios en camino) (LG VII). Por consiguiente, en la Iglesia se da. 11 Iglesia, Sacramentos y moral continuidad en cuanto al único sujeto Iglesia, lo que es perfectamente compatible con su naturaleza de sujeto histórico, por tanto sometida a un desarrollo. Entre quienes han venido apoyando una hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, hay dos tendencias: tradicionalistas (que ven el Concilio Vaticano II como una ruptura y una traición a la tradición de la Iglesia) y progresistas (que ven en el Concilio la creación de una institución eclesial más acorde a la demanda social). Como conclusión debemos decir que el Concilio Vaticano II es eclesiológico, pero no exclusivamente. Le Guillou dice que es máximamente cristológico, porque la clave de acceso al misterio de la Iglesia es el misterio de Cristo. El Sínodo de los Obispos de 1985 afirma que el anuncio sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II es trinitario y cristocéntrico. Los documentos del Concilio tienen por objeto la Iglesia, pero su perspectiva es cristológica y trinitaria. Perspectivas esenciales de la eclesiología: sacramental, antropológica, pneumatológica, mariológica La doble concentración, sacramental y antropológica, de la eclesiología A la hora de hablar de la Iglesia, debemos hacerlo sintetizando una doble perspectiva, sacramental y antropológica. La necesidad de hacerlo así brota de una pregunta que debe atravesar toda la cuestión eclesiológica: ¿cómo la Iglesia puede comunicar a lo largo de la historia el acontecimiento salvífico de Cristo (perspectiva sacramental) a la libertad de los hombres de todos los tiempos (perspectiva antropológica)? La reflexión eclesiológica tiene por objeto pensar la Iglesia como acontecimiento salvífico para el hombre. Esta perspectiva nos ayuda a comprender por qué los documentos conciliares hablan de la Iglesia para referirse a la acción salvífica de Dios respecto del hombre. Por tanto, toda reflexión eclesiológica tiene que afrontar conjuntamente el polo del acontecimiento salvífico y el polo de la libertad del hombre a la que esa salvación se ofrece pero no se impone. Concentración antropológica Se trata de considerar que el interlocutor de Cristo es el hombre concreto, históricamente considerado y creado libre. En palabras de Juan Pablo II en la encíclica Redemptor Hominis, “se trata del hombre en toda su verdad (…) concreto, histórico; se trata de cada hombre” (RH 13). Cristo se presenta y se entrega a cada hombre concreto, libre de acogerlo, integralmente considerado, y a todos los hombres. La misma encíclica añade, en el número 14, la descripción del hombre en términos de ser personal y ser comunitario e identifica en este hombre el objeto de la misión de la Iglesia: “no hay otro camino para la Iglesia que el de Jesús que se encarna, el llegar a todos los hombres”. 12 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? Romano Guardini identificó esta concentración antropológica al afirmar que “la Iglesia debe renacer en las almas”. El acontecer histórico de la Iglesia consiste en este darse de la gracia a los fieles, que suscita la respuesta de la libertad para ser acogida. Por eso, Von Balthasar explica que la pregunta adecuada sobre la Iglesia es ¿quién es la Iglesia?, puesto que se trata de un sujeto histórico interlocutor en la historia entre Cristo y el hombre. Para responder es necesario reconocer el origen de la Iglesia en el don de sí que hace la Trinidad para que acontezca la salvación de los hombres. O bien la Iglesia tiene su origen en la Trinidad y Cristo vive en ella, o bien la Iglesia es una institución irrelevante. La Iglesia, porque tiene su origen en la Trinidad y acoge a Cristo, es el lugar del encuentro real entre Cristo y el hombre. Concentración sacramental Como hemos razonado, la Iglesia es el lugar del encuentro personal con Cristo. Este encuentro es esencial para el fiel cristiano. Benedicto XVI comenzó su encíclica Deus Caritas est diciendo que “No se comienza a ser cristiano por una gran idea o una decisión ética, sino por el encuentro con una persona [Cristo]”. La cuestión es si este encuentro es posible hoy o no. Es imprescindible explicar cómo es posible este encuentro en la Iglesia. La respuesta la da la concentración sacramental de la eclesiología. La Iglesia es acontecimiento de encuentro con Cristo (esto lo expresa el Concilio diciendo que es “sacramento del encuentro con Cristo”) en virtud del septenario sacramental, los siete sacramentos. Los sacramentos (que son instituidos por Cristo y celebrados en la Iglesia, como explicaremos más adelante) implican el encuentro de dos libertades, la de Cristo que se da al hombre y la del hombre que lo recibe en el acontecimiento de la fe. La fe es la condición de posibilidad para que tenga fruto el sacramento. Por esa razón, el sacramento no es una celebración mágica, que ocurre al margen de la voluntad del hombre, sino que requiere del asentimiento libre del hombre para recibir a Cristo que se le quiere dar. Este asentimiento lo proporciona la fe. Por eso, la constitución dogmática Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II llama a los sacramentos “sacramentos de la fe” (SC 59). Mediante los sacramentos, que requieren de fe, el hombre es introducido en la divinidad de Cristo a través de la Iglesia, que es el lugar de encuentro con Su humanidad. Es decir, en la Iglesia, el hombre se encuentra con la humanidad de Cristo, que es la puerta de acceso a Su divinidad. Esta perspectiva antropológica es la que está detrás de la índole pastoral del Concilio y su espíritu de renovación de la Iglesia. No se trata de crear una nueva institución adaptada a los nuevos tiempos, sino de subrayar la naturaleza perenne de la Iglesia como acontecimiento salvífico para los hombres en la historia. Sólo desde esta perspectiva, y no desde un punto de vista exclusivo de bienestar social, puede entenderse la vocación misionera de la Iglesia.. 13 Iglesia, Sacramentos y moral El protagonismo del Espíritu Santo (concentración pneumatológica) Como hemos explicado, la Iglesia es el lugar en el que ocurre el encuentro con Cristo para la salvación del hombre, siendo así que este encuentro tiene un carácter sacramental. Pues bien, el Espíritu Santo es el agente que obra esta dinámica sacramental. De ahí que toda reflexión eclesiológica tenga que tener una perspectiva pneumatológica. La Iglesia es el fruto de la misión del Hijo y del Espíritu Santo como personas de la Trinidad. Gal 4,4-6 se refiere a estas misiones: “Cuando vino la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo (…) Más tarde envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo”. Las misiones del Hijo y del Espíritu dependen, como sabemos, de las procesiones trinitarias (el Hijo procede del Padre y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo). La misión de la Iglesia son las mismas misiones trinitarias proyectadas o realizadas en la historia. Y, como las misiones trinitarias dependen de las procesiones trinitarias, podemos decir que la Iglesia es la fecundidad de las procesiones trinitarias en la historia. Es la extensión de la vida intradivina en el tiempo. Aquí conviene retomar los números 737 y 738 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): CIC 737: La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16). CIC 738: Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del próximo artículo): «Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él. Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Iohannem, 11, 11: PG 74, 561). 14 Unidad 1. Introducción: ¿quién es la Iglesia? En CIC 737 vemos que la misión de la Iglesia es la realización en la historia de las misiones trinitarias. Asimismo, en CIC 738 se manifiesta que la misión de la Iglesia no es algo distinto y añadido a las misiones de Cristo y del Espíritu, sino que es su sacramento, es decir, su realización y su testimonio en el tiempo (para anunciar y dar testimonio). En particular, el Espíritu Santo es quien da cumplimiento a la obra de regeneración sacramental en la Iglesia. Por tanto, la vida de la Iglesia es intrínsecamente pneumatológica. Además, el Espíritu Santo actúa de la siguiente manera: - Guía a la Iglesia en la determinación de las formas litúrgicas de los sacramentos. - Obra en los corazones de los fieles y los hombres de buena voluntad (enseña, les abre a la comprensión, al deseo de la cercanía con Cristo, etc.). - A través de los obispos, cumple la triple función del ministerio apostólico (tria munera): regir, santificar y enseñar. - Llama y facilita la unidad en Cristo de toda la Iglesia. - Acompaña y vivifica a la Iglesia a través de dones carismáticos que tienen como horizonte propio la misma misión de la Iglesia. María, Ecclesia Immaculata (perspectiva mariológica) La mariología es fundamental para realizar una adecuada reflexión eclesiológica. La razón la encontramos en la concentración antropológica: María es modelo de apertura del hombre a la dimensión del misterio de Cristo. Juan Pablo II enseñó que es necesario pensar en el dato de que Dios Creador haya hecho que el hombre pueda existir sólo como varón o como mujer. Abolir el principio de diferencia supone hacer violencia a la constitución interna del ser humano. El reconocimiento de la diferencia sexual en la Encarnación nos abre el camino a ver a la Iglesia como esposa de Cristo y madre de los creyentes. Para hablar de la Iglesia en estos términos es necesario partir del acontecer del designio salvífico que ha elegido a María como Madre del Redentor, viéndose así cumplida en María de modo personal esa dimensión femenina de la Iglesia (esposa y madre). Por eso, Phillips dice en su comentario a LG cap. VIII que María en su maternidad divina es tipo perfecto de la Iglesia. La importancia de la mariología en la reflexión eclesiológica se pone de manifiesto en el capítulo VIII de Lumen Gentium, dedicado a la Virgen María. Este capítulo tiene por objeto mostrar que la mariología no se puede reducir a la eclesiología, en cuanto María es miembro de la Iglesia. Pero, sin la precedencia de María, el misterio de la Iglesia sería incomprensible. María es, EN la Iglesia, esposa, madre y Virgen y la Iglesia es esposa de Cristo y madre de los creyentes porque así lo es María. Por eso, en María está cumplido en plenitud y anticipadamente la esponsalidad, maternidad y virginidad de la Iglesia.. 15 Iglesia, Sacramentos y moral La maternidad-esponsalidad de la Virgen se expresan en su vida personal a partir de su fiat (apertura a Dios) desde el comienzo hasta la Cruz. La gracia previene y hace posible el sí de la Virgen y, a su vez, su fiat es necesario para la Encarnación y por tanto para el desarrollo del plan de salvación de Dios en Cristo. Por eso, el fiat de la Virgen (prevenido por la gracia) es el complemento eficaz de Cristo (esponsalidad con Cristo) en su designio y fuente de su fecundidad (maternidad de los creyentes). Esto nos lleva a ver el designio de salvación como un diálogo de libertades: la libertad infinita de Dios con la finita de cada hombre. La razón es que el plan de salvación pasa por el acontecimiento de encuentro entre Dios que se da y el hombre que recibe, ambos en libertad. Es lo que María realizó de modo ejemplar como primicia de la acción de Dios en el mundo, permitiendo así la fecundidad de la acción salvífica. 16 UNIDAD DIDÁCTICA LA IGLESIA COMO MISTERIO Iglesia, Sacramentos y moral Nº manual Unidad 2. La Iglesia como misterio CONTENIDOS 1. El misterio de la Iglesia como designio salvífico de la Trinidad 2. La Iglesia, sacramento del misterio 3. La Iglesia, pueblo de Dios 4. La santidad de la Iglesia. 3 Unidad 2. La Iglesia como misterio RESUMEN En esta Unidad presentamos los contenidos fundamentales de la Iglesia como misterio: su origen trinitario y su misión en el designio universal de salvación. Para ello, haremos un repaso por las categorías que utiliza Lumen Gentium para designar la Iglesia: sacramento del misterio, sacramento del encuentro con Dios, sacramento universal de salvación. Tienen especial importancia para los objetivos de esta Unidad las categorías de Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios. A partir de todo ello extraeremos conclusiones teológicas acerca de la naturaleza de la Iglesia como misterio.. 5 Iglesia, Sacramentos y moral BIBLIOGRAFÍA Fuentes: Sagrada Biblia, versión oficial de la CEE, BAC, Madrid 2012. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 1992. YOUCAT, Catecismo joven de la Iglesia Católica, Ediciones Encuentro, Madrid 2011. Documentos magisteriales del Concilio Vaticano II, especialmente Lumen Gentium y, secundariamente, Sacrosanctum Concilium y Ad Gentes. Bibliografía de consulta: E. Bueno de la Fuente, Eclesiología, BAC, Col. Sapientia Fidei, Madrid 2007. M.-J. Le Guillou, El Rostro del Resucitado, Encuentro, Madrid 2012. A. Scola, ¿Quién es la Iglesia? Una clave antropológica y sacramental para la eclesiología, Edicep, Madrid 2008. 6 Unidad 2. La Iglesia como misterio Partimos de una definición de Iglesia En el Compendio del Catecismo de la Iglesia podemos leer en el 147 (que sintetiza los números 751-752. 777 y 804 del catecismo). ¿Qué designamos con la palabra «Iglesia»? Con el término «Iglesia» se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra, para constituir la asamblea de todos aquellos que, por la fe y el Bautismo, han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo. 1.- EL MISTERIO DE LA IGLESIA COMO DESIGNIO SALVÍFICO DE LA TRINIDAD (CAPÍTULO I LG) Ciertamente, el Concilio Vaticano II ofrece, sobre todo a través de Lumen Gentium, un amplio planteamiento teológico de la relación de Jesús para con la Iglesia. Ente marco nos es ofrecido por Lumen Gentium capítulo I, concretamente los puntos 2, 3 y 4. La Iglesia tiene su origen en el amor trinitario. Podemos entender la Iglesia como la forma en que se realiza el designio de la Trinidad de comunicar su amor al hombre haciéndole participar de su propia vida. La cuestión que se plantea es cómo podemos entender teológicamente la relación de Cristo con la Iglesia y cómo Cristo ha fundado la Iglesia. La cuestión acerca de la fundación de la Iglesia por Cristo es incluida, en Lumen Gentium n. 2 (LG 2), en el designio salvífico completo, es decir, en el plan divino de salvación. En LG 2 leemos que Dios creó el mundo por una decisión libre y decidió elevar a los hombres y tras la caída de Adán les ofreció siempre su ayuda en atención a Cristo Redentor. Para ello, dispuso convocar a los creyentes para congregarlos en torno a la Iglesia. Esto no es un hecho inmediato, sino que responde a un proceso que se puede describir en cinco etapas: - La Iglesia está prefigurada desde el origen del mundo. - Está preparada en la historia del pueblo de Israel y la Antigua Alianza. - Es constituida en la plenitud de los tiempos. - Está manifestada por la efusión del Espíritu Santo. - Será consumada (consumabitur) al final de los siglos, lo que consistirá en la congregación de todos los justos en el Padre, que nos convoca (el Padre es, así, origen y fin de la Iglesia). Por tanto, la naturaleza de la Iglesia es la realización del designio salvífico del Padre, con Cristo en su centro, por el Espíritu Santo. Durante la Ilustración y la época modernista se desarrolló una perspectiva histórico-crítica en el estudio. 7 Iglesia, Sacramentos y moral de la teología, lo que se manifestó en la tesis de que es imposible acceder a ningún conocimiento histórico sobre Jesús (el llamado problema del Jesús histórico), lo que redunda en severos problemas eclesiológicos. La Comisión Teológica Internacional (CTI), en la publicación Temas selectos de eclesiología, identifica el estado de la cuestión manifestando cuál es la naturaleza verdadera de la Iglesia y cuál es la tesis que mana de la visión histórico-crítica: 1. La Iglesia ha mantenido siempre, no sólo que Jesús es el fundamento de la Iglesia, sino que ha querido fundarla y lo ha hecho. 2. Tesis crítica: Jesús no habría fundado la Iglesia ni tampoco habría querido fundarla, sino que la Iglesia sería una especie de acontecimiento post-pascual, de carácter histórico o sociológico, fundado por los seguidores de Jesús. LG 2 se afana en argumentar la primera tesis sobre la Iglesia. Para ello describe cómo la Iglesia ha sido preparada en el Antiguo Testamento: la Iglesia aparece prefigurada en el origen del mundo y preparada en la historia de Israel. De este texto se pueden extraer las siguientes características: - Preparación histórica. La Iglesia se prepara históricamente. Esta historia es la propia y concreta del pueblo elegido, Israel. - Protagonismo del pueblo de Israel, que tiene su origen y su identidad en la intervención de Dios en la historia de los hombres. - Referencia a la Antigua Alianza como aquello que constituye el núcleo de la historia del pueblo de Israel. - La expresión preparada manifiesta la condición histórica de la salvación. Los elementos anteriores que leemos en LG 2 cobran luz cuando se consideran los siguientes datos de la historia de Israel: - Vocación de Abraham. Señala la iniciativa de Dios en el origen del pueblo de Israel. En la vocación de Abraham está incluida la promesa de la descendencia y la universalidad de la llamada. También la fe como respuesta adecuada a la llamada. El signo de la circuncisión es signo de pertenencia universal a Dios. - Éxodo. Dios quiere liberar al hombre de la esclavitud. Todo el culto de Israel está centrado en este hecho. - Alianza del Sinaí y la Ley mosaica. La Alianza dice la recíproca relación de pertenencia entre Dios y su pueblo. En este ámbito se da la Ley al pueblo: La Ley es expresión de la consagración del pueblo a Dios. Tiene como función permitir y favorecer la obediencia de la fe a Dios, que ha actuado en la historia. Se trata de un elemento de identificación comunitaria, en torno al cual se congrega todo 8 Unidad 2. La Iglesia como misterio el pueblo. - Predicación profética. Los profetas reclaman del pueblo una fidelidad a la Ley en el sentido más profundo del término; permite un desarrollo de la conciencia de la Alianza desde una concepción externa y jurídica (hasta cierto punto superficial) a una concepción en términos de relación esponsal; señala, finalmente, la apertura mesiánica como cumplimiento definitivo de la promesa. LG 3 señala que el origen de la Iglesia está en las misiones trinitarias. El envío del Hijo está ordenado a que todos estamos predestinados a ser hijos de Dios por adopción (hijos en el Hijo). De alguna manera, la misma vida trinitaria se proyecta en su creación dando origen a la Iglesia. La Iglesia es el lugar en donde se consuma la vocación universal de ser hijos de Dios Padre en Cristo. El hacernos hijos por adopción ocurre como consecuencia del acontecimiento salvífico de Jesucristo, por su Cruz y Resurrección que nos salva. De este acontecimiento salvífico nace la Iglesia, que permanece sacramentalmente en la historia. LG4 pone de manifiesto la importancia del Espíritu Santo en el nacimiento de la Iglesia. La obra de la salvación procede del Padre como de su fuente (LG 2), se realiza por medio de Cristo (LG 3) y es llevada a cabo en los fieles y en la historia por el Espíritu Santo (LG 4). Respecto de este punto, LG 4 señala una serie de elementos: - La misión del Espíritu en la Iglesia tiene origen trinitario (el Padre envía al Hijo y ambos al Espíritu). - El Concilio manifiesta estas ideas sobre el papel del Espíritu Santo acudiendo a numerosas citas bíblicas (sobre todo a Jn, el Apocalipsis y el corpus paulino), lo que manifiesta el fundamento escriturístico de sus ideas. - LG 4 describe la obra del Espíritu de la siguiente manera: Conduce a la Iglesia. Santifica a la Iglesia. Finalmente, LG 5 manifiesta que la Iglesia es germen e inicio en la tierra del Reino de Dios y su comienzo en Cristo. El Reino de Dios que Cristo predicó, está presente en la tierra por la Iglesia, aunque su realización plena no llegará hasta que nos reunamos con el Padre en su Gloria. La fundación de la Iglesia, por tanto, se pone de manifiesto, por tanto, en el anuncio del Reino de Dios que hace Jesucristo en su vida terrena, en sus milagros y posteriormente en el acontecimiento pascual y en Pentecostés.. 9 Iglesia, Sacramentos y moral 2.- LA IGLESIA, SACRAMENTO DEL MISTERIO El Concilio Vaticano II registra un debate entre el uso del término mysterion o del término sacramentum para referirse a la Iglesia. Ciertamente hay una diferencia de significados entre ambos conceptos, como Shöben se encargó de hacer notar. El término misterio aplicado a la Iglesia se refiere al designio divino de salvación (la Iglesia como designio trinitario de salvación del hombre). Por su parte, el término sacramento asume la idea de ser signo e instrumento del misterio de salvación que significa, aprovechando el sentido técnico de la palabra sacramento como gesto o signo eficaz que confiere la gracia. Por esa razón para hablar de la Iglesia usamos la expresión sacramento del misterio, que contiene en sí las siguientes ideas: - La Iglesia es sacramento del encuentro con Dios, porque es signo eficaz de este encuentro e instrumento para que se produzca. - La Iglesia es sacramento de salvación. El Concilio Vaticano II utiliza la categoría de sacramento para referirse a la Iglesia en las constituciones Sacrosanctum Concilium, Lumen Gentium y Gaudium et Spes y en el decreto Ad gentes. Los documentos Gaudium et Spes y Ad gentes citan a Lumen Gentium. Por su parte, en Sacrosanctum Concilium, la referencia a la Iglesia como sacramento (números 5 y 26) manifiesta la vinculación de la Iglesia con la Pascua de Cristo, de la que brota como signo eficaz de su gracia. Las referencias de Sacrosanctum Concilium no plantearon ninguna controversia porque el apelativo de sacramento a la Iglesia se basa en textos patrísticos y se circunscribe al ámbito litúrgico y sacramental. En cuanto a LG, la propuesta de hablar de la Iglesia como sacramento planteó la discusión de si esto provocaría que el pueblo cristiano confundiera la Iglesia con un octavo sacramento. Otros padres conciliares afirmaron que se trataba de la categoría más adecuada para señalar la vinculación de la Iglesia en el designio salvífico. Finalmente, el término sacramento para designar la Iglesia es usado en LG 1, 9 y 48, que son los comienzos de los capítulos I, II y VII, respectivamente. LG 1: La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. Encontramos los siguientes elementos: - Raíz cristológica. La expresión “en Cristo” manifiesta que la sacramentalidad de la Iglesia brota del misterio pascual de Cristo. - Uso analógico de la categoría de sacramento. El texto dice “como un sacramento”, lo que expresa la intención del concilio de que no se confunda con el septenario sacramental. - Explicación del sentido analógico de la categoría de sacramento referida a la Iglesia. La expresión “signo e instrumento” explica el modo en que la Iglesia es como un sacramento. Se está indicando que la Iglesia realiza con eficacia (signo) la unión con Dios y la unidad del género humano y es instrumento para su realización. LG 9: Dios reunió al grupo de los que creen en Jesús y lo consideran el autor de la salvación y el principio 10 Unidad 2. La Iglesia como misterio de la unidad y de la paz, y fundó la Iglesia para que sea para todos el sacramento visible de esta unidad que nos salva. Se está describiendo la Iglesia como un pueblo mesiánico, es decir, un pueblo que canaliza en la historia la salvación para los hombres, que ha sido convocado por Cristo y constituido signo eficaz de la unión con Dios y la unidad fraterna de hermanos, que es unidad salvadora, e instrumento para esa unidad. LG 48: Cristo, elevado de la tierra, atrajo a sí a todos los hombres. Al resucitar de entre los muertos, envió su Espíritu de vida a sus discípulos y por medio de Él constituyó a su Cuerpo, la Iglesia, como sacramento universal de salvación. Encontramos los siguientes elementos: - Es clave para entender la sacramentalidad de la Iglesia el componente pneumatológico, debido al origen trinitario de la Iglesia. - Si leemos conjuntamente LG 1 y LG 48 concluimos que la Iglesia es sacramento en Cristo y por el Espíritu. Esta perspectiva cristológica y pneumatológica se concreta en la referencia a la Eucaristía. La Eucaristía es el sacramento en el que la Iglesia se realiza, cobra vida, se recibe a sí misma de manos de Cristo y del Espíritu. - Se insiste en el carácter misionero de la sacramentalidad de la Iglesia, manifestado en la expresión “sacramento universal de salvación”. En Gaudium et Spes y Ad gentes leemos el término sacramento referido a la Iglesia como citas a Lumen Gentium. Por tanto, estos documentos no profundizan en la doctrina sobre la sacramentalidad de la Iglesia, pero sí contextualizan y aclaran algunos puntos. Concretamente, GS 43 habla de la Iglesia como signo de salvación. Explica que el carácter sacramental se da en la Iglesia de modo analógico porque este carácter sacramental de la Iglesia convive con el pecado de los fieles de la Iglesia. Por su parte, GS 45 cita a LG 48 en contexto misionero. Así, también AG 1 cita a LG 48 y manifiesta que la misión es una nota esencial del ser de la Iglesia porque forma parte de la catolicidad. La misma cita aparece en AG 5, en donde se explica que la sacramentalidad de la Iglesia debe leerse en clave misionera. Haciendo una lectura de conjunto de los textos conciliares, podemos recoger los siguientes elementos que explican la condición de la Iglesia de ser sacramento del misterio: - Carácter cristológico y pneumatológico. La Iglesia es sacramento en Cristo. Esto debe ser entendido a la luz del misterio pascual y como obra del Espíritu que congrega a los creyentes en cuanto Cuerpo de Cristo. - Uso analógico de la categoría de sacramento. La analogía principal son los siete sacramental; de modo derivado se usa para hablar de la Iglesia. La palabra sacramento es usada en el Concilio como signo eficaz de la gracia. Referida a la Iglesia, la sacramentalidad expresa su ser signo e instrumento, es decir, medio a través del cual Dios obra la salvación. - En cuanto signo, la Iglesia recoge una realidad que ya ha empezado a existir: la doble unidad de los hombres con Dios y del género humano entre sí. Esta doble unidad es, en germen, una. 11 Iglesia, Sacramentos y moral realidad realmente presente en la medida en que la Iglesia es instrumento para que esta doble unidad se realice en la historia del hombre. Por tanto, se expresa el carácter peregrino e histórico de la Iglesia. En resumen, hablar de la Iglesia como sacramento del misterio nos permite afirmar dos características de la Iglesia que en ningún caso deben ser aisladas, sino siempre integradas entre sí para referirse a la Iglesia: 1. La Iglesia es siempre relativa a Dios en su origen, consistencia y fin. 2. La Iglesia está intrínsecamente referida a la realidad del mundo y la historia. En la explicación que hemos dado sobre la visión conciliar de la Iglesia como sacramento del misterio ha aparecido, aunque no lo hemos desarrollado, la expresión Cuerpo de Cristo para referirse a la Iglesia. El Concilio no va a hacer un desarrollo teológico sobre el cuerpo visible y organizado que es la Iglesia. LG parte del reconocimiento de que la Iglesia es un cuerpo por la unificación sacramental de los fieles a Cristo y en Cristo (por el Bautismo y la Eucaristía principalmente). Este planteamiento explica la importancia de LG 7 y la imposibilidad de incluir la enseñanza de la Iglesia como Cuerpo de Cristo simplemente como una más de las posibles enseñanzas sobre la Iglesia. Por eso LG le dedica un número entero y separado del número 6, en donde se introducen las demás imágenes para decir la Iglesia. LG 7 consta de ocho párrafos. El lenguaje es esencialmente bíblico y es fruto de un laborioso trabajo de redacción guiado por un criterio claro: la conveniencia de distinguir la comprensión del Cuerpo de Cristo como unidad de los fieles unidos a un mismo cuerpo (de Rm y 1Cor) de la que se centra en el nexo con Cristo (la imagen de la Iglesia esposa de Cristo de Ef 5,21-33, que hace un paralelismo entre Adán-Eva y Cristo-Iglesia). LG 7, §1. Se reconoce el entramado trinitario que está en el origen de la Iglesia (“El Hijo del Padre (…) por la comunicación de su Espíritu (…)”) con la mirada puesta en las misiones trinitarias. La misión del Hijo comporta la asunción de la naturaleza humana, de forma que la Encarnación se sitúa como el comienzo de su misión de salvación (Encarnación redentora). El fruto de la Encarnación redentora es la nueva criatura, que acontece por la comunicación del Espíritu a los fieles. Finalmente dice que por tal comunicación del Espíritu, Cristo “los constituye (a los fieles de la Iglesia) místicamente en su Cuerpo”: - Con el adverbio “místicamente” se indica el modo en que Cristo realiza su acción; es el modo como los creyentes son unidos a Cristo y convertidos en su cuerpo: de modo sacramental. - El verbo que hemos traducido por “constituye” es el verbo latino contituit, que puede traducirse por “ha constituido” o “constituye”. Si se traduce por pasado, se insiste en el hecho histórico y la unicidad de la redención por el sacrificio de Cristo en la Cruz y su Resurrección; si se traduce por presente, se insiste en la presencia y contemporaneidad de la acción de Cristo en su Cuerpo que es la Iglesia. 12 Unidad 2. La Iglesia como misterio LG 7, §2. Se explica que el modo en que Cristo vive y actúa en su Iglesia es sacramental. Es algo así como la explicitación del adverbio “místicamente” del párrafo anterior. Este modo sacramental en que se realiza la acción de Cristo en la Iglesia se centra en el Bautismo y la Eucaristía. El Bautismo, como inserción del fiel en Cristo. Por su parte, la Eucaristía fundamenta la concreción de la presencia de Cristo; mediante ella, los fieles se unen a Cristo y se unen entre sí. LG 7, §3. Se comenta 1Cor 12,12 y se interpreta en términos de la diversidad de carismas que el Espíritu suscita y que sirven para la edificación de la Iglesia. Hasta aquí se ha desarrollado una teología según Rm y 1Cor (la Iglesia como comunión de creyentes). A partir del párrafo cuarto se desarrolla una teología según Ef y Col (la Iglesia en su nexo de unión con Cristo). LG 7, §4. Cristo es la Cabeza de la Iglesia, es decir, la da origen en el acontecimiento histórico de la redención y durante la historia crece en ella la primicia del tiempo definitivo y pleno en que todas las cosas serán recapituladas en Cristo. LG 7, §5. En la vida de cada uno de los fieles se manifiesta esta unión de la Iglesia con Cristo: no sólo porque morimos, resucitamos y reinamos con Cristo, sino porque nuestro camino vital se fundamenta en la llamada a conformarnos con Él. LG 7, §6. La Iglesia crece “a partir de Cristo” (origen) y “en Él” (fin). LG 7, §7. Todo el desarrollo de la Iglesia es posibilitado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es descrito, en este sentido, como alma de la Iglesia. LG 7, §8. Se introduce la imagen esponsal para hablar de la Iglesia como esposa de Cristo. Esto no significa una relación paritaria entre Cristo y la Iglesia, sino una relación de obediencia de la Iglesia respecto de Cristo. LG 8, El capítulo I concluye con una síntesis de todo lo anterior con las siguientes palabras: Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos. Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino. Por eso se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de salvación unido indisolublemente a El, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo (cf. Ef 4,16). Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica [1, y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Jn 21,17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28,18 ss), y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cf.1 Tm 3,15). Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él si bien fuera de su estructura se encuentren muchos. 13 Iglesia, Sacramentos y moral elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica. Pero como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, «existiendo en la forma de Dios..., se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo» (Flp 2,6- 7), y por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Co 8,9); así también la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18), «para buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (Hb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación. La Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» anunciando la cruz del Señor hasta que venga (cf. 1 Co 11,26). Está fortalecida, con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos. 3.- LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS (CAPÍTULO 2 LG) Perspectiva escriturística La categoría de Pueblo de Dios brota de una perspectiva bíblica. La fórmula Pueblo de Dios (λαος του Θεου) se usa mucho para hablar del pueblo de Israel y sólo en 1Pe 2,9-10 se aplica como tal a los cristianos. En la carta a Tito 2,14 se aplica también para hablar de toda la humanidad. De ello podemos deducir, con Ratzinger, que en el Nuevo Testamento la expresión Pueblo de Dios no denomina la Iglesia. Sólo podemos apelar a un fundamento bíblico para la expresión Pueblo de Dios como categoría para decir la Iglesia si apelamos a la raíz cristológica del Antiguo Testamento. Es la lectura cristológica del Antiguo Testamento lo que permite hablar del nuevo Israel, la Iglesia, como Pueblo de Dios. La cuestión es que en el Nuevo Testamento, esta expresión de Pueblo de Dios se sustituye por la expresión εκκλεσία (Iglesia). Si referimos la expresión Pueblo de Dios a εκκλεσία en lugar de a λαος του Θεου, entonces vemos que en el Nuevo Testamento hay un uso muy abundante de este apelativo para referirse al conjunto de cristianos. Se usa 111 veces para hablar de la comunidad cristiana, más de la mitad de ellas en el corpus paulino. El término εκκλεσία contiene el contenido teológico del Kajal Yahveh: la comunidad del pueblo reunida en asamblea para el culto divino. La primera comunidad cristiana se comprendió a sí misma en referencia a la historia que le precedía: somos el nuevo y verdadero Pueblo de Dios, el auténtico Kajal Yahveh, congregado en Jesucristo. En 14 Unidad 2. La Iglesia como misterio esta autocomprensión de la comunidad cristiana como el nuevo Pueblo de Dios, hay elementos de continuidad y discontinuidad respecto del pueblo de Israel: - El término Kajal Yahveh se usa en el Antiguo Testamento para referirse a la asamblea convocada para el culto. En cambio, la Iglesia se considera Pueblo de Dios también cuando no está reunida para el culto, aunque su unión brota de la reunión eucarística. - La nueva comunidad es el lugar de la reconciliación obrada por Cristo. Esta referencia cristológica dice el cumplimiento de los tiempos mesiánicos y la efusión del Espíritu. - En el Nuevo Testamento, la palabra εκκλεσία admite gran variedad de significados: asamblea del culto (1Cor 11,18; 14,9), comunidad cristiana como tal (1Cor 1,2) o Iglesia universal (1Cor 15,9). La expresión Pueblo de Dios en Lumen Gentium El primer dato fundamental es que la decisión de introducir en LG un capítulo sobre el Pueblo de Dios (el segundo) es una de las aportaciones fundamentales de la enseñanza de LG. Su interés es subrayar la común dignidad y responsabilidad de los fieles. Vamos a leer LG 9 y extraer conclusiones. Para referirse a Israel, el texto latino utiliza el término latino plebs (población en un sentido sociológico), pero tras la elección de Dios, se habla de populus. La expresión populus habla de Alianza, de historia y de designio salvífico. Cristo constituye el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, mediante una Alianza nueva y eterna en su sangre. De esta manera, la Iglesia se constituye en nuevo Pueblo de Dios formada por los que creen en Cristo y están unidos sacramentalmente a Él. El marco general de LG 9 §1 es la voluntad salvífica universal de Dios. La salvación que Dios quiere para el hombre es constitutivamente comunitaria, lo que se relaciona con que la Iglesia es sacramento de unidad, como reza LG cap. I. Dios elige al pueblo de Israel como preparación y figura de la Iglesia. La elección libre y gratuita es el elemento fundamental de la teología del Pueblo de Dios. Este pueblo pasa de plebs a populus por la elección, razón por la que está llamado a vivir una vida santa. El término Alianza dice este aspecto de elección libre y gratuita. El paso a la Nueva Alianza en la sangre de Cristo dice la condición de la Iglesia de ser nuevo Pueblo de Dios, pero con algunos matices singulares: - Se trata de una unión espiritual con Dios, y no basada en la identidad étnica ni vinculada a la circuncisión. - La Nueva Alianza es universal, por eso la vocación y la llamada de la Iglesia son universales. El párrafo segundo, LG 9 §2, se construye como ilación de cuatro habet pro (tiene por) que describen a la Iglesia como Pueblo de Dios:. 15 Iglesia, Sacramentos y moral 1. Tiene por cabeza a Cristo. 2. Tiene por identidad la dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un Templo. 3. Tiene por ley el mandamiento nuevo de amar como Cristo nos amó. 4. Tiene por fin el Reino de Dios que Cristo comenzó en este mundo y Él mismo llevará a perfección. Con estos puntos se está describiendo el nuevo Pueblo de Dios. Este pueblo es una realidad original y específica que se describe en referencia a Cristo. Cristo es la cabeza, su condición es la dignidad de los fieles en Cristo, su ley es el amor que Cristo nos profesa y su fin es el Reino que Cristo nos trae. De todo ello podemos extraer algunas características derivadas de la Iglesia Pueblo de Dios: - Carácter misionero de la Iglesia. La Iglesia existe para el bien del género humano. Cristo es cabeza para serlo de toda la humanidad, la dignidad de ser cristiano es la dignidad a la que está llamado todo hombre, el amor es universal y el Reino de Dios es el destino de todos. - Referencia a la salvación. La Iglesia existe para la salvación de la humanidad. - Carácter sacramental de la Iglesia. El modo en que Cristo actúa a través de su Iglesia para la salvación del mundo es sacramental. LG 9 §3 explica que la discontinuidad de la Iglesia respecto de Israel está en Cristo. También se analiza la dimensión peregrina de la Iglesia. Finalmente dice que el término Iglesia que usa el Nuevo Testamento es la Iglesia de Cristo, pues goza de las características propias de la redención pascual de Cristo. De todo ellos podemos extraer dos elementos fundamentales: - La Iglesia está sometida a una dinámica de crecimiento (es peregrina) hasta la consumación final en Cristo. - El Espíritu Santo es la garantía de la indefectibilidad y renovación de la Iglesia. Finalmente, haciendo un repaso sistemático a LG 9 podemos concluir las siguientes ventajas de la expresión Pueblo de Dios para referirse a la Iglesia: - Habla de la Iglesia en cuanto tal, no de una dimensión particular. Se está señalando que es un sujeto que acontece en la historia y que en su acontecer revela el misterio. - Pone de manifiesto lo común de todos los fieles que, además, coincide con su mayor dignidad: la condición de discípulo de Cristo, que es la condición de fiel adquirida en el Bautismo. Hay una igualdad de todos los fieles que no es fruto de un pacto social o una constitución, sino que nace del don del Bautismo. Esta dignidad precede cualquier acción del hombre. - Se recupera una categoría bíblica que permite reconocer el vínculo de la Iglesia en la historia de la salvación en una dinámica de continuidad-discontinuidad respecto de Israel. 16 Unidad 2. La Iglesia como misterio - Permite pensar la Iglesia en clave ecuménica, debido a su carácter universal. - Permite reconocer la renovación de la Iglesia como instancia permanente. - Subraya la índole escatológica de la Iglesia como comunidad peregrina. 4.- LA SANTIDAD DE LA IGLESIA Credo Sanctam Ecclesiam Debemos partir del dato de que la Iglesia, que viene de Dios, acontece en la historia en las personas de los bautizados. Esto nos obliga a abordar dos temas: 1. La vocación universal a la santidad. 2. La santidad de la Iglesia y cómo entender su constante necesidad de purificación. El Catecismo de la Iglesia Católica dice en su número 823: “La fe confiesa que la Iglesia no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo', amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios" (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de Dios" (LG 12), y sus miembros son llamados 'santos'”. De este número del catecismo podemos extraer las siguientes enseñanzas: - La Iglesia no sólo es santa, sino que no puede dejar de serlo. - La santidad de la Iglesia es recibida: Cristo se entregó por ella para santificarla. Se trata, por tanto, de una santidad fruto de la redención. - Contamos con una fuente bíblica que nos habla de la santidad de la Iglesia: Ef 5,21ss. En el Antiguo Testamento, la santidad es el atributo propio de Dios y en virtud de la elección y de la alianza, el pueblo participa de la santidad de Dios. Por eso puede ser llamado santo. En referencia a la elección y la alianza se puede hablar de pueblo santo, templo santo o tierra santa. Por tanto, no se trata de una dimensión moral de la santidad, sino teológica, referida a la santidad de Dios en todo momento. En el Nuevo Testamento la santidad se predica siempre a partir del acontecimiento de Cristo. La Iglesia es santa en Cristo (Rm 1,7; 1Cor 1,2). La Iglesia es santa en cuanto es esposa de Cristo, tiene su origen y su fin en Cristo y es sostenida por Cristo. Por tanto, la santidad de la Iglesia tiene su origen en el acontecimiento pascual. Vocación universal a la santidad El capítulo V de Lumen Gentium pretende superar una concepción habitual de los cristianos que parecía querer indicar un cierto “estado de perfección” que correspondería a ciertos estados de vida dentro de la Iglesia y no al resto. Contra esta concepción, LG 39-42 enseña que el ser cristiano implica la vocación. 17 Iglesia, Sacramentos y moral a la santidad, de modo que la vocación a la santidad no está ligada a ciertos estados o formas de vida, sino a la condición misma de ser cristiano. Somos los cristianos quienes estamos llamados a ser santos y no la Iglesia en sí. La Iglesia no está llamada a la santidad porque para la Iglesia la santidad es un aspecto esencial, es de suyo santa. Señalemos las enseñanzas principales que podemos recoger de LG 39-42 sobre la vocación a la santidad de los cristianos: - Es una llamada que tiene carácter universal. - Se trata de una santidad cuyo origen y forma son cristológicos: ser santo consiste en ser como Cristo en Cristo. - La santidad de los miembros de la Iglesia se manifiesta en el mandamiento de la caridad, que a su vez puede adquirir múltiples formas. - La santidad se va adquiriendo por múltiples vías y medios, que dependen de los distintos estados de vida. Sin embargo, todos ellos deben suscitar una fe viva, que origina la esperanza y se traduce en la caridad. Es decir, el crecimiento en santidad está vinculado al crecimiento en virtudes teologales. - El carácter peregrino de la vida del hombre: la santidad acontece en el cristiano pero a través de la sanación temporal (en el Bautismo y después en la Penitencia). En cuanto a las vías y medios de santificación, LG 42 hace una referencia específica a los consejos evangélicos. Se quiere expresar que los consejos evangélicos conciernen a todos los cristianos y no sólo a los religiosos. En el §3 se habla de la virginidad y el celibato como vocación o don especial. Se trata de un don divino que es signo y estímulo del amor para todo el pueblo cristiano. Por tanto, el celibato no es anulación de ciertas dimensiones de la vida del hombre, sino que existe como signo del amor pleno al que el hombre está llamado. Está, además, orientado a la edificación de todo el pueblo cristiano. Por eso dice LG 42 que el celibato es una peculiar fuente de fecundidad espiritual en el mundo. La santidad de la Iglesia Cuando se habla de santidad objetiva de la Iglesia se hace en referencia a la santidad de Cristo y del Espíritu y a su obra a través de los sacramentos y los dones jerárquicos y carismáticos. También se puede hablar de santidad subjetiva de la Iglesia, que se refiere a la santidad de los bautizados. No se puede hablar de ambas del mismo modo. Desde un punto de vista objetivo, la Iglesia es absolutamente santa, pero no desde el punto de vista subjetivo, porque en este caso la santidad (subjetiva) de la Iglesia depende de la respuesta de la libertad de cada hombre en cada momento. Esta explicación sobre la santidad de la Iglesia es correcta pero insuficiente, por los siguientes motivos: - La existencia de pecadores en la Iglesia, que choca con la santidad subjetiva. 18 Unidad 2. La Iglesia como misterio - Se podría considerar que para asegurar la santidad de la Iglesia bastaría con afirmar la santidad objetiva. La cuestión es que la santidad subjetiva es un elemento fundamental de la santidad de la Iglesia que, de hecho, se ve realizada en quien es modelo de la Iglesia, la Virgen Inmaculada. Es necesario, por tanto, resolver la aparente contradicción que hay entre los siguientes puntos: por un lado, que la Iglesia sea santa desde el punto de vista objetivo y subjetivo y, por otro, la existencia de pecado en los miembros de la Iglesia. A este respecto, el Concilio Vaticano II recoge tres datos al respecto: 1. La santidad indefectible de la Iglesia. 2. Que los pecadores pertenecen a la Iglesia, no sólo las personas en gracia. Por tanto, el pecado personal no es contradictorio con la pertenencia eclesial. 3. Que la Iglesia está constantemente necesitada de purificación. La constitución Lumen Gentium emplea, al respecto de la santidad de la Iglesia, dos expresiones: Ecclesia Immaculata Redemptorum (LG 48) y Ecclesia Sancta simul et Semper purificanda (LG 8). Ecclesia Immaculata Redemptorum (LG 48). Se está señalando la idea de que la Iglesia es inmaculada, sin pecado, en cuanto redimida. San Ambrosio describe, en este sentido, la Iglesia como ex maculis Immaculata (Inmaculada desde los pecadores). Afirmar, por tanto, la santidad de la Iglesia supone reconocer que ha sido santificada y que los fieles han sido redimidos. Significa, en consecuencia, afirmar el primado de la redención de Cristo. Por tanto, el origen de esta santidad no está en el hombre particular, sino en los méritos de Cristo en su Cruz y Resurrección. La Iglesia Santa Inmaculada es la misma Iglesia peregrina hacia la patria definitiva, por tanto en continua peregrinación y crecimiento. Esta dinámica histórica posee dos implicaciones: - La libertad de los fieles es una libertad en camino, que se expresa en su constante capacidad de elección. No es la libertad plena y definitiva del cielo, que se manifiesta en la eterna adhesión a la vida de Dios. - Este estado de libertad redimida del fiel en la historia abre dos posibilidades: el crecimiento hasta el cumplimiento final y la posibilidad del pecado, que introduce en el camino histórico la necesidad de purificación. Por tanto, es necesario reconocer que el acontecer de la Iglesia en los fieles posee, por un lado, una dinámica de crecimiento y, por otro, es necesario reconocer la dimensión de libertad de los fieles en su condición peregrina, que lleva a poder oponerse al acontecer de la Iglesia en ellos, lo que dificulta la difusión de la santidad de la Iglesia. Esto supone que la Iglesia viva en un estado permanente de penitencia y purificación. Estas ideas podemos resumirlas diciendo que la Iglesia vive, en cuanto peregrina en la tierra, una dinámica de crecimiento-maduración compatible con una dinámica de conversión-maduración.. 19 Iglesia, Sacramentos y moral Ecclesia Sancta simul et Semper purificanda (LG 8). Esta expresión recoge la condición peregrina de la Iglesia en su doble dinámica de crecimiento y de purificación. La cuestión es reflexionar por qué la Iglesia está llamada a la purificación si, en cuanto tal, no peca. Los pecados personales de los fieles no son pecados de la Iglesia en cuanto tal, que es Inmaculada. Sin embargo, terminan por afectar a la salud de la Iglesia y crean situaciones de dificultad que obligan a que la reforma sea algo normal en la vida de la Iglesia. Esta reforma no se refiere a cuestiones esenciales de lo que es la Iglesia, sino a ciertas dimensiones éticas y disciplinares que impiden en ocasiones un acontecer más límpido de la vida de la Iglesia. La reforma es necesaria cuando surgen en la vida de la Iglesia praxis morales o disciplinares que dificultan el libre y pleno acontecer de la Iglesia. En este sentido, el Concilio se afana en explicitar las directrices que deben guiar una correcta y verdadera reforma en la vida de la Iglesia: 1. Primacía de la caridad y la utilidad pastoral sobre un espíritu institucional o de sistema. 2. Preocupación constante por la unidad y comunión de toda la Iglesia. 3. Paciencia, respetando los tiempos que Dios establece para su propia acción en los hombres y en su Iglesia. 4. Evitar cambios automáticos. 5. Sentido común. 20 Unidad 2. La Iglesia como misterio ANEXO LUMEN GENTIUM http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen- gentium_sp.html 2. El Padre Eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina, y como ellos hubieran pecado en Adán, no los abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a Cristo Redentor, «que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1,15). A todos los elegidos, el Padre, antes de todos los siglos, «los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29). Y estableció convocar a quienes creen en Cristo en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza , constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos desde Adán, «desde el justo Abel hasta el último elegido», serán congregados en una Iglesia universal en la casa del Padre. 3. Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en El antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en El todas las cosas (cf. Ef 1,4-5 y 10). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. Jn 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo acerca de su muerte en la cruz: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1 Co 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Co 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos. 4. Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18). El es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4,14; 7,38-39), por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cristo (cf. Rm 8,10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Co 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga 5,22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (cf. Ap 22,17).Y así toda la Iglesia aparece como «un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». 5. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo (cf. Mc 4,14): quienes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo (cf. Lc 12,32), ésos recibieron el reino; la semilla va después germinando poco a poco y crece hasta el tiempo de la siega (cf. Mc 4,26-29). Los milagros de Jesús, a su. 21 Iglesia, Sacramentos y moral vez, confirman que el reino ya llegó a la tierra: «Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos» (Mc 10,45). Mas como Jesús, después de haber padecido muerte de cruz por los hombres, resucitó, se presentó por ello constituido en Señor, Cristo y Sacerdote para siempre (cf. Hch 2,36; Hb 5,6; 7,17-21) y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Hch 2,33). Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino. Y, mientras ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansia unirse con su Rey en la gloria. 7. El Hijo de Dios, en la naturaleza humana unida a sí, redimió al hombre, venciendo la muerte con su muerte y resurrección, y lo transformó en una nueva criatura (cf. Ga 6,15; 2 Co 5,17). Y a sus hermanos, congregados de entre todos los pueblos, los constituyó místicamente su cuerpo, comunicándoles su espíritu. En ese cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes, quienes están unidos a Cristo paciente y glorioso por los sacramentos, de un modo arcano, pero real. Por el bautismo, en efecto, nos configuramos en Cristo: «porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu» (1 Co 12,13), ya que en este sagrado rito se representa y realiza el consorcio con la muerte y resurrección de Cristo: «Con El fuimos sepultados por el bautismo para participar de su muerte; mas, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección» (Rm 6,4- 5). Participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico, somos elevados a una comunión con El y entre nosotros. «Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan» (1 Co 10,17). Así todos nosotros nos convertimos en miembros de ese Cuerpo (cf. 1 Co 12,27) «y cada uno es miembro del otro» (Rm 12,5). Y del mismo modo que todos los miembros del cuerpo humano, aun siendo muchos, forman, no obstante, un solo cuerpo, así también los fieles en Cristo (cf. 1 Co 12, 12). También en la constitución del cuerpo de Cristo está vigente la diversidad de miembros y oficios. Uno solo es el Espíritu, que distribuye sus variados dones para el bien de la Iglesia según su riqueza y la diversidad de ministerios (1 Co 12,1- 11). Entre estos dones resalta la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu subordina incluso los carismáticos (cf. 1 Co 14). El mismo produce y urge la caridad entre los fieles, unificando el cuerpo por sí y con su virtud y con la conexión interna de los miembros. Por consiguiente, si un miembro sufre en algo, con él sufren todos los demás; o si un miembro es honrado, gozan conjuntamente los demás miembros (cf.1 Co 12,26). La Cabeza de este cuerpo es Cristo. El es la imagen de Dios invisible, y en El fueron creadas todas las cosas. El es antes que todos, y todo subsiste en El. El es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. El es el principio, el primogénito de los muertos, de modo que tiene la primacía en todas las cosas (cf. Col 1,15- 18). Con la grandeza de su poder domina los cielos y la tierra y con su eminente perfección y acción llena con las riquezas de su gloria todo el cuerpo (cf. Ef 1,18-23). Es necesario que todos los miembros se hagan conformes a El hasta el extremo de que Cristo quede formado en ellos (cf. Ga 4,19). Por eso somos incorporados a los misterios de su vida, configurados con El, muertos y resucitados con El, hasta que con El reinemos (cf. Flp 3,21; 2 Tm 2,11; Ef 2,6; Col 2,12, etc.). Peregrinando todavía sobre la tierra, siguiendo de cerca sus pasos en la tribulación y en la persecución, nos asociamos a sus dolores como el cuerpo a la cabeza, padeciendo con El a fin de ser glorificados con El (cf. Rm 8,17). Por El «todo el cuerpo, alimentado y trabado por las coyunturas: y ligamentos, crece en aumento divino» (Col 2, 19). El mismo conforta constantemente su cuerpo, que es la Iglesia, con los dones de los ministerios, por los cuales, con la virtud derivada de El, nos prestamos mutuamente los servicios para la 22 Unidad 2. La Iglesia como misterio salvación, de modo que, viviendo la verdad en caridad, crezcamos por todos los medios en El, que es nuestra Cabeza (cf. Ef 4,11-16 gr.). Y para que nos renováramos incesantemente en El (cf. Ef 4,23), nos concedió participar de su Espíritu, quien, siendo uno solo en la Cabeza y en los miembros, de tal modo vivifica todo el cuerpo, lo une y lo mueve, que su oficio pudo ser comparado por los Santos Padres con la función que ejerce el principio de vida o el alma en el cuerpo humano. Cristo, en verdad, ama a la Iglesia como a su esposa, convirtiéndose en ejemplo del marido, que ama a su esposa como a su propio cuerpo (cf. Ef 5,25-28). A su vez, la Iglesia le está sometida como a su Cabeza (ib. 23-24). «Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2,9), colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud (cf. Ef 1, 22-23), para que tienda y consiga toda la plenitud de Dios (cf. Ef 3,19).. 23 UNIDAD DIDÁCTICA LA IGLESIA COMO COMUNIÓN Iglesia, Sacramentos y moral Nº manual Unidad 3. La Iglesia como comunión CONTENIDOS 1. La comunión de fieles: la pertenencia a la Iglesia, los fieles laicos y la vida consagrada 2. La comunión apostólica. 3. La comunión de la Iglesia: la Iglesia universal y local 4. La Iglesia Una y Católica. 3 Unidad 3. La Iglesia como comunión RESUMEN En esta Unidad presentamos los contenidos fundamentales de la Iglesia como comunión: su origen trinitario y expresión en forma de comunión de los fieles y su forma jerárquica. Haremos un recorrido por los elementos fundamentales de la comunión de los fieles, los dones jerárquicos como los dones esenciales que garantizan la comunión de la Iglesia, los dones carismáticos como aquellos que el Espíritu suscita para que los fieles acometan adecuadamente la misión de la Iglesia. También daremos una explicación sobre los criterios de pertenencia a la Iglesia. Finalmente, explicaremos las notas de la Iglesia que brotan de la Iglesia: la unidad, la apostolicidad y la catolicidad (a la santidad ya nos hemos referido antes).. 5 Iglesia, Sacramentos y moral BIBLIOGRAFÍA Fuentes: Sagrada Biblia, versión oficial de la CEE, BAC, Madrid 2012. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 1992. YOUCAT, Catecismo joven de la Iglesia Católica, Ediciones Encuentro, Madrid 2011. Documentos magisteriales del Concilio Vaticano II, especialmente Lumen Gentium y, secundariamente, Sacrosanctum Concilium y Unitatis Redintegratio. Bibliografía de consulta: E. Bueno de la Fuente, Eclesiología, BAC, Col. Sapientia Fidei, Madrid 2007. Comisión Teológica Internacional, La Apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica, 1973. Comisión Teológica Internacional, Temas selectos de eclesiología, 1984. Congregación para la doctrina de la fe, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión, 1992. M.-J. Le Guillou, El Rostro del Resucitado, Encuentro, Madrid 2012. A. Scola, ¿Quién es la Iglesia? Una clave antropológica y sacramental para la eclesiología, Edicep, Madrid 2008. 6 Unidad 3. La Iglesia como comunión La comunión de fieles: la pertenencia a la Iglesia, los fieles laicos y la vida consagrada La communio como forma propia de la Iglesia, sacramento universal de salvación El Sínodo de los obispos de 1985 actualizó la categoría de comunión para hablar de la Iglesia. En su relatio finalis, el sínodo advierte que la categoría de comunión es fundamental para entender la doctrina sobre la Iglesia consagrada en el Concilio Vaticano II, aunque, ciertamente, el término como tal no es muy usado por los documentos del Concilio y, en todo caso, se usa con una pluralidad de significados. Ello es manifestación de la complejidad del término, síntoma de la riqueza y organicidad del mismo. Cuando nos referimos a la Iglesia en términos de comunión estamos apelando en primer lugar a la comunión con Dios por Cristo en el Espíritu de que goza la Iglesia y cada fiel en cuanto miembro de la misma. Por tanto, podemos encontrar los siguientes elementos en la categoría de comunión: - La comunión tiene origen trinitario. El origen trinitario de la comunión en la Iglesia tiene una base bíblica (Jn 13,1ss: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”; 1Jn 1,3: “Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis en comunión con nosotros como nosotros estamos en comunión con el Padre”). - Se ofrece a los fieles la participación en la Revelación y la economía sacramental. - La comunión con Dios fundamenta una dimensión antropológica de la comunión: la comunión entre los fieles (communio christifidelium). - La comunión entre los fieles se cumple históricamente a través de la iniciación cristiana. - La comunión en la Iglesia no se opone al primado o la jerarquía, sino que la comunión es la categoría principal, que fundamenta el primado y la jerarquía. - La comunión tampoco se opone a la pluriformidad en la Iglesia, sino que es fundamento de la unidad y la pluriformidad de la Iglesia. Vemos, por tanto, que la categoría de comunión tiene simultáneamente un carácter teológico (origen trinitario), histórico-salvífico (dimensión antropológica de comunión de fieles), sacramental (esta comunión de fieles se realiza sacramentalmente) y eclesiológico (fundamenta la vida de la Iglesia). Por consiguiente, hablar de la comunión de la Iglesia supone afrontar de modo unitario y sintético algunas cuestiones fundamentales de la eclesiología: 1. La Iglesia como sujeto histórico de la fe, es decir, como congregación de fieles (LG 10, 12-13). 2. La forma jerárquica de la comunión en la Iglesia (LG 4 y 12). 3. La cuestión de la pertenencia eclesial: ¿quién pertenece a la Iglesia? (LG 14-17). 4. La comunión de las iglesias particulares. 5. Ciertas notas de la Iglesia: unicidad, catolicidad, apostolicidad.. 7 Iglesia, Sacramentos y moral La Iglesia como Communio Christifidelium La comunión como forma específica de la Iglesia tiene una doble dimensión: - Convocatio Dei (Dios que convoca, en referencia al origen trinitario). - Congregatio fidelium (congregación de fieles, en referencia a la dimensión antropológica de la comunión). El contenido fundamental de la comunión de los fieles es el sacerdocio común de todos los fieles (LG 10), la profesión de la fe de los fieles (LG 12-13) y la participación de los fieles en la Iglesia (SC 14). En LG 10 se establece una doble tesis acerca del sacerdocio común de todos los fieles de la Iglesia: - Todo fiel, en razón de su bautismo, vive un sacerdocio común, que recibe de Cristo (§1). El contenido fundamental de este sacerdocio común es la vocación común de todo cristiano de servir de signo e instrumento para la unión de Dios con el mundo (es decir, de participar de la misión de la Iglesia). - Hay una diferencia esencial (y no de grado) entre el sacerdocio común de todos los fieles y el sacerdocio ordenado o ministerial. Esta diferencia esencial se expresa sacramentalmente en la diferencia entre la iniciación cristiana y el sacramento del orden (§2). El sacerdocio ministerial se entiende como el servicio que Cristo instituye para dar forma sacerdotal a todo el pueblo cristiano a través, sobre todo, de la Eucaristía. Esta dimensión sacerdotal de la Iglesia es una parte de los llamados tria munera o tres oficios propios del cristiano, derivados de su condición de fiel y ordenados a la misión de la Iglesia: oficio enseñar (profético), gobernar (real) y santificar (sacerdotal). En LG 12 se explica que la Iglesia participa también de la función profética de Cristo. Y lo hace “difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza que es fruto de los labios que confiesan su nombre”. Por tanto, este oficio profético de la Iglesia tiene que ver con la profesión de la fe. La Iglesia es, por tanto, la comunidad que confiesa indefectiblemente la fe, expresando su dimensión escatológica. Para la profesión indefectible de la fe, el Espíritu Santo suscita en la Iglesia ciertos elementos: - El ministerio apostólico, de los obispos, que no recibe su autoridad ni su carisma de la comunidad, sino que tiene carácter sacramental: es instituido por Cristo y dado por el Espíritu para servicio de la comunidad. El ministerio apostólico es dado a la Iglesia para servir al pueblo de Dios. - El magisterio de la Iglesia, fundamentado en la fe de la Iglesia y que, a su vez, sirve para entenderla, vivirla y profesarla. En LG 12 aparecen tres expresiones que recogen las tres dimensiones diferentes de la profesión de fe de la Iglesia: 8 Unidad 3. La Iglesia como comunión 1. Sensus fidei. Se refiere al sentido sobrenatural de la fe. Por él, el cristiano sabe decir lo que es verdad y lo que no, movido por la acción de Dios en él. Se trata de la dimensión personal de la fe. 2. Sensus fidelium. Se refiere al contenido objetivo de la fe, que han de profesar todos los fieles. Este contenido objetivo se recoge en el Credo y conforma la llamada regla de la fe (regula fidei). 3. Consensus fidelium. Se trata de la expresión comunitaria de la dimensión objetiva de la fe, fundamentada en su dimensión personal. Por tanto, la fe no es un sentimiento objetivo, sino que tiene un contenido objetivo que permite y fundamenta la experiencia subjetiva y que es, a su vez, la condición de posibilidad para que pueda haber una expresión comunitaria de esa experiencia subjetiva. Dones jerárquicos y carismáticos La vida de la Iglesia comunión se estructura en torno a dos tipos de elementos, en ambos casos dones de Dios: 1. La regla de la fe, la economía sacramental y el ministerio apostólico (dones jerárquicos). Al servicio de la comunidad cristiana 2. Dones y gracias especiales y carismas suscitados por el Espíritu Santo a todos los fieles para capacitarlos para la misión de la Iglesia (dones carismáticos). En LG 4 se presentan unitariamente los dones jerárquicos y carismáticos. Esta presentación unitaria se fundamenta en algunos datos que encontramos en el texto: - El origen común de todos los dones, que es el Espíritu Santo. - Todos ellos (jerarquía y carisma) son dones. LG 12 añade a LG 4 la razón de ser de estos dones: permiten estar apto y pronto a asumir tareas y oficios para la edificación de la Iglesia. A continuación pasa a describir los carismas. En la Exhortación Apostólica Christifideles Laici de Juan Pablo II de 1988, el Papa recoge una serie de criterios de eclesialidad de los carismas nacidos de una gracia fundacional (Christifideles Laici, 30): - El reconocimiento de la vocación de cada cristiano a la santidad. - La responsabilidad de confesar la fe católica. - Participación en la misión apostólica de la Iglesia. - Comunión firme y convencida con la Iglesia. - Presencia en el mundo según la doctrina de la Iglesia.. 9 Iglesia, Sacramentos y moral A su vez, Juan Pablo II ofrece dos criterios prácticos, sintomáticos de la eclesialidad de un carisma: - La estima hacia otros carismas. - La aceptación de los momentos de prueba en el momento del discernimiento del carisma concreto. En su mensaje a los participantes en el congreso mundial de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades de 1998, Juan Pablo II empleó el término coesencialidad para referirse a dones jerárquicos y carismáticos, refiriéndose a su origen y naturaleza comunes. La unidad intrínseca entre dones jerárquicos y carismáticos brota de la unidad intrínseca en las misiones del Hijo y del Espíritu. La misión del Hijo permite el envío del Espíritu y la misión del Espíritu asegura la actualidad de la acción salvífica del Hijo. Así, el Espíritu asegura el acontecer de la salvación de Cristo en el hoy de la historia a través de la Iglesia. Este acontecer de la salvación de Cristo se realiza a través de los dones jerárquicos: regla de la fe, septenario sacramental y ministerio apostólico. El núcleo constitutivo de los dones jerárquicos de la Iglesia es la Eucaristía, que dice simultáneamente el septenario sacramental, la identificación del núcleo de la fe y la presencia del ministerio apostólico. Los dones carismáticos son ofrecidos a los fieles en función del acogimiento por la libertad de los fieles del don objetivo de la gracia salvífica que operan eficazmente los sacramentos, en particular la Eucaristía. A su vez, están ordenados a la respuesta del fiel a la gracia para la edificación de la Iglesia. Los dones carismáticos están fundamentados en la economía sacramental y ordenados a la misión de la Iglesia. La pertenencia eclesial La cuestión ahora es aclarar cuáles son las formas de pertenencia a la Iglesia y cuáles son los criterios que permiten afirmar una plena pertenencia eclesial. En LG 14-17 se explican las diversas formas de pertenencia eclesial. En LG 14 se dice que la pertenencia plena a la Iglesia está dada por: - La participación del Espíritu de Cristo (se refiere a la comunión de vida con la santidad de la Iglesia). - La comunión de los dones jerárquicos (confesión de la fe, vida sacramental y comunión con el ministerio apostólico). Existen, por tanto, tres vínculos de comunión que determinan la pertenencia eclesial plena y que se corresponden con los tres dones jerárquicos: 1. La profesión de fe, que hace referencia a profesar los contenidos recogidos en el credo. 2. La vida sacramental, basada en la iniciación cristiana y la regeneración de la vida de la gracia (penitencia y unción). 10 Unidad 3. La Iglesia como comunión 3. Comunión con el ministerio apostólico (los obispos). LG 14 abre la puerta a la posibilidad de incorporaciones no plenas a la Iglesia, que tiene que ver con que no se den estos tres vínculos plenamente. A los tres vínculos de comunión que hemos explicado se corresponden tres situ

Use Quizgecko on...
Browser
Browser