Tema 2: Mediciones de la Actividad Económica (PDF)

Summary

Este documento analiza las mediciones de la actividad económica en el tiempo y el espacio, enfocándose en las operaciones básicas con series temporales. Explica conceptos como la tasa de crecimiento y la tasa de crecimiento acumulada, así como su aplicación en el análisis económico. También introduce el cálculo de índices compuestos y el tratamiento de las variables reales y nominales.

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TEMA 2: MEDICION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA 1. COMPARACION DE MAGNITUDES EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO OPERACIONES BÁSICAS CON SERIES TEMPORALES Una de las características más centrales de la economía como ciencia es que su objeto de análisis evoluciona y cambia con el tiempo, lo que afecta tamb...

TEMA 2: MEDICION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA 1. COMPARACION DE MAGNITUDES EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO OPERACIONES BÁSICAS CON SERIES TEMPORALES Una de las características más centrales de la economía como ciencia es que su objeto de análisis evoluciona y cambia con el tiempo, lo que afecta también a las variables a través de las que se expresa la actividad económica. Por este motivo, para detectar tendencias o interpretar los datos en su evolución, el economista está obligado a trabajar con series temporales; es decir, con variables que evolucionan a lo largo del tiempo. Para facilitar el análisis, la economía aplicada ha desarrollado un instrumental para el tratamiento de series temporales, que aquí solo se presentará en sus componentes más sencillos e introductorios. Cuando se trabaja con una variable que evoluciona en el tiempo, una primera información relevante se refiere a su comportamiento dinámico: cuánto crece cada año o en promedio a lo largo de un período. La tasa de crecimiento de una variable entre dos momentos sucesivos es fácil de estimar: es la proporción que supone la variación respecto al valor de partida en el tramo de tiempo considerado (generalmente expresado en términos porcentuales). El mismo procedimiento habría que utilizar para estimar la tasa de crecimiento acumulada a lo largo de un período: en este caso dividiendo el crecimiento agregado por el valor inicial del período en cuestión (generalmente en términos porcentuales). Ahora bien, en ocasiones no se trata de analizar tanto la tasa de crecimiento acumulada de un período cuanto la tasa interanual promedio a lo largo de un período. En principio, cabría la posibilidad de estimar la tasa de crecimiento de cada año y estimar la media dividiendo por el número de años. Esta es la tasa promedio simple. Es decir: En el ejemplo adoptado, la tasa promedio simple de crecimiento interanual del PIB a precios corrientes, durante el período 2010-2021 será (media de las tasas de la columna 2) igual a 8,72%. Puede comprobarse, sin embargo, que, si se sometiese la variable a esa tasa de crecimiento continuada a lo largo de los años del período, a partir del PIB de 2010, no se obtendría exactamente el PIB del año 2021. La razón es sencilla: al emplear la tasa media simple no se está tomando en cuenta el efecto de acumulación del PIB a lo largo del tiempo. Es decir, no se considera el hecho de que la tasa de crecimiento opera sobre una base sucesivamente acrecentada. Para corregir esta limitación es necesario acudir a la tasa promedio acumulativa, que utiliza para su estimación la fórmula del interés compuesto. Se entiende como tasa promedio acumulativa aquella a la que debiera crecer regularmente la variable a lo largo del tiempo para transitar desde el valor inicial al valor final del período. Pues bien, supóngase una variable que crece a una tasa anual acumulativa promedio de r a lo largo de tres años; el valor de la variable evolucionará en el siguiente sentido: En consecuencia, si se conocen los valores de la variable en los momentos inicial y final del período, se puede estimar la tasa promedio acumulativa, que puede expresarse como: En ocasiones no se desea tanto conocer las tasas de crecimiento de una variable cuanto tener una idea fácilmente observable de su evolución en el tiempo. Algo que puede verse obstaculizado por la mera expresión de las magnitudes absolutas de la variable, que en ocasiones son muy elevadas. Una forma de resolver este problema es construir un índice simple: esto es, un indicador que muestre la variación de la variable en el tiempo en relación con el valor que esta adopta en un año dado (llamado año base). Así pues, para elaborar un índice se otorga un valor convenido al año base (generalmente 100) y se calculan las magnitudes correspondientes al resto de los años como proporciones porcentuales respecto al año base. Es decir, si se considera el año 0 como base, el valor del índice correspondiente al año t será: Por último, en ocasiones no interesa tanto el índice de una variable cuanto de un conjunto de variables, con pesos diferenciados en el total: se trata de construir, por tanto, un índice compuesto. Es el caso, por ejemplo, de la estimación de un índice de precios, en el que se ha de considerar la evolución del precio de cada uno de sus componentes, ponderados por el peso que cada uno de ellos tiene en la demanda. En ese caso, el índice compuesto será: 4.2. VARIABLES REALES Y NOMINALES Una de las consecuencias de trabajar con variables económicas que cambian en el tiempo es que, habitualmente, se ven afectadas por alteraciones en sus precios. Este fenómeno puede hacer que aparezca como crecimiento de una variable lo que no es sino una elevación de su precio en el mercado. Por ejemplo, en el año 2002, la inflación de Argentina llegó a más de un 40%, esto quiere decir que solo debido a este factor el PIB nominal creció en una tasa similar, sin que ello haya supuesto aumento alguno en la renta efectiva de la economía argentina o en el bienestar material de sus ciudadanos. Este hecho es el que obliga a distinguir entre variables valoradas a precios corrientes (o nominales) y a precios constantes (o reales). En el primer caso la variable se expresará a los precios propios de cada momento, mientras que en el segundo caso se tratará de descontar el cambio que hayan experimentado los precios, tomando como criterio de valoración para todo el período los precios de un año base. En suma, de forma general, se parte de que el valor corriente de una variable V es el resultado de la cantidad producida Q por su precio P. De modo que el valor en dos períodos (0 y t) del tiempo será, Lo cual es resultado de dividir el valor corriente de la variable por sus precios en el momento t y multiplicándola por los precios propios del año base. Es decir: Donde V* expresa la variable a precios constantes. En este caso se podrá comparar V0 con V*t sabiendo que se ha eliminado el efecto de los precios. Conviene llamar la atención sobre el hecho de que el cociente de precios que figura en el denominador de (21) expresa un índice de precios (véase la expresión 17). Lo que sugiere una forma general de pasar de valores corrientes a valores constantes de una variable: basta con dividir los valores corrientes por el índice de precios. Es decir: Volviendo al ejemplo adoptado de China, el PIB a precios constantes del año 2015 figura en la columna 4 del cuadro 6. El deflactor implícito con el que se obtuvo ese PIB a precios constantes es el que figura en la columna 5. De hecho, si se multiplican las columnas 4 y 5 se obtendrá el valor del PIB corriente (columna 1). Y, a la inversa, si se divide la serie en precios corrientes por el deflactor se obtiene el PIB a precios constantes (columna 4). En el año al que remiten los precios, el valor nominal y real de la serie coinciden y el deflactor adopta, por tanto, el valor 100 (si está en términos porcentuales). 4.3. COMPARACIONES EN EL ESPACIO En un mundo compuesto por países con monedas diferentes es necesario plantearse el modo más adecuado de realizar las comparaciones entre países. Una primera solución posible consiste en reducir los valores de las variables objeto de comparación a una moneda común, a través de los respectivos tipos de cambio nominales. Así, por ejemplo, si se toma (como suele hacerse) el dólar estadounidense como unidad de cuenta para las comparaciones internacionales, bastará con convertir las variables del país objeto de estudio a dólares corrientes, a través de tipos de cambio nominal. Por ejemplo, en el caso del PIB, basta con dividir su expresión en moneda nacional por el tipo de cambio respecto al dólar (expresado como moneda nacional por dólar). Es decir: La conversión parece sencilla, pero pueden existir dudas acerca de su pertinencia, debido a las características del tipo de cambio nominal como factor de conversión. En primer lugar, porque en multitud de ocasiones los gobiernos inciden sobre el valor del tipo de cambio, alejándolo de las condiciones de equilibrio por razones de política económica. En segundo lugar, es posible que el tipo de cambio exprese adecuadamente las correspondencias entre el valor de los bienes y servicios objeto de comercio exterior, pero es difícil que pueda desempeñar esa labor de conversión para aquellos ajenos a la competencia internacional (como la vivienda, el servicio de transporte urbano, los peluqueros o los servicios de una casa de comidas). Existe la evidencia, por lo demás, de que en los países en desarrollo estos bienes son notablemente más baratos de lo que se derivaría de su traducción a precios internacionales a través del tipo de cambio nominal. En suma, el recurso al tipo de cambio tenderá a subestimar las rentas reales de los países más pobres. Conscientes de estas dificultades, diversos investigadores e instituciones internacionales dedicaron esfuerzos a definir unos precios internacionales que permitiesen una comparación más fiable de la renta real de los diversos países. Estos ensayos comenzaron con los trabajos de Naciones Unidas a través del Programa de Comparaciones Internacionales, que determinaron precios comparables de un grupo de países, a lo largo del período 1970-1985; posteriormente, los investigadores HESTON y SUMMERS elaboraron una base de datos (las Penn World Tables) con variables básicas de la contabilidad nacional de un grupo amplio de países a precios internacionales comparables en una moneda común; también Angus MADDISON creó una valiosa base de datos con series históricas del PIB de la economía internacional en términos comparables; y, por último, el Banco Mundial se sumó a esa misma tarea, presentando en estos últimos años los datos del PIB en términos internacionalmente comparables para buena parte de los países. A todos estos ensayos es común una misma lógica: encontrar un modo de convertir las diversas monedas nacionales a una divisa internacional, de modo que expresen similares capacidades adquisitivas en los países objeto de comparación. Para que se entienda el proceder, supóngase una economía compuesta únicamente por arroz, que se vende en Argentina a 20 pesos y en Estados Unidos a 2 dólares. Quiere esto decir que con 10 pesos se tiene capacidad de consumir equivalente a la que proporciona un dólar en Estados Unidos. Esta relación expresará la paridad del poder adquisitivo, que puede diferir del tipo de cambio oficial. Por supuesto, en la realidad las cosas son más complejas, ya que el mundo no solo produce arroz. Por ello, el procedimiento determinación de las paridades del poder adquisitivo comporta construir precios internacionales de una cesta amplia y representativa de bienes y servicios, promediando de acuerdo con el peso que cada uno de ellos tiene en la demanda de los distintos países. La estimación del PIB que se hace a partir de estos precios internacionales se dice que está basada en la paridad del poder adquisitivo (PPA), ya que la conversión a la moneda de referencia asegura similar capacidad adquisitiva. Las estimaciones basadas en la PPA corrigen en gran medida la subvaloración que el tipo de cambio introduce en la valoración del PIB de los países más pobres y, al contrario, corrigen a la baja las valoraciones del PIB de algunos países ricos. En los países desarrollados las discrepancias suelen ser menores, pero en los países en desarrollo las diferencias entre las estimaciones en una misma moneda (dólares) del PIB en PPP y en valores corrientes puede ser muy notable (cuadro 7). Por ejemplo, el PIB per cápita en PPA de Egipto multiplica por cuatro el que resulta de la estimación en valores corrientes. Como tendencia general, la aplicación del PPA tiende a reducir parcialmente las desigualdades entre los países ricos y pobres, respecto a la que se deriva de la utilización del tipo de cambio. Lo cual es acorde con lo señalado páginas atrás acerca de la subestimación que introduce el tipo de cambio en la valoración de los bienes y servicios no expuestos a la competencia internacional en los países más pobres. 2. INDICADORES ECONOMICOS Y NO ECONOMICOS DE LA ECONOMIA MUNDIAL En diversas ocasiones se ha tratado de elaborar un indicador que aproxime el nivel de desarrollo de los países de una manera más completa que el PIB per cápita. Un avance notable en ese sentido se produjo en la década de los noventa, cuando el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) propuso el índice de desarrollo humano (IDH), como forma de hacer operativa su nueva visión del desarrollo. Una visión que identifica el desarrollo con un proceso de ampliación de las capacidades y de las opciones de las personas para hacer aquello que valoran. Sin duda, los ingresos son uno de los condicionantes de esas capacidades y opciones, pero no es la única dimensión relevante: las personas también buscan vivir una vida sana, tener acceso a la formación, disfrutar de la libertad o ser tratados con dignidad. Por ello, el nuevo concepto trata de integrar otros logros, distintos de los estrictamente económicos, que son cruciales para el desarrollo de la vida de las personas. Hay ámbitos que son difíciles de traducir a un indicador cuantitativo que suscite consenso, por ese motivo el IDH se ha terminado por construir sobre tres dimensiones que se consideran centrales para el ser humano: disfrutar de una vida larga y saludable, tener acceso a los procesos de educación para la ampliación de conocimientos y capacidades, y disponer de medios materiales para llevar una existencia digna. Esas tres dimensiones han estado en la definición del IDH desde su origen, en 1990, aun cuando los indicadores que miden esas dimensiones han sufrido algún cambio en el período considerado. En la actualidad, las tres dimensiones que componen el IDH –salud, educación y recursos– se traducen en los siguientes indicadores: la salud viene medida a través de la esperanza de vida promedio al nacer; la educación, a través de la media aritmética de dos indicadores, los años de educación promedio y los años esperados de instrucción; y los recursos se miden a través del PNB per cápita en PPA. Al tratarse de medidas diferentes, es necesario normalizar los valores de cada una de ellas para obtener el índice agregado. Para ello, se ponen los valores propios de cada país en relación con la escala de valores máximos y mínimos a escala internacional: esos valores son publicitados por el propio PNUD. Posteriormente, se aplica la siguiente fórmula para averiguar el correspondiente valor para cada uno de los índices de país: Identificado el valor de cada componente, el IDH se calcula como la media geométrica de los índices de las tres dimensiones. Es decir: Así, por ejemplo, adoptemos como caso de estudio Sudán que, de acuerdo con los datos originarios del PNUD, tiene una esperanza de vida al nacer de 65,3 años, 3,8 años promedio de educación, 7,9 años esperados de educación y un PNB per cápita en PPA de 3.829 dólares. Pues bien, el Índice de Salud será: En cuanto al nivel educativo, habrá que considerar los dos componentes: los años de educación promedio (AEP) y los años esperados de educación (AEE). Es decir: Por último, el Índice de renta se construye con un procedimiento similar, pero referido al logaritmo neperiano de los valores correspondientes al PNB per cápita en PPA. Es decir, en el caso considerado: El procedimiento seguido sitúa a cada país en una posición relativa respecto al conjunto de la comunidad internacional, moviéndose el IDH entre 0 y 1, de menor a mayor desarrollo humano. De acuerdo con los datos de 2021, la relación internacional la encabeza Suiza, con un IDH de 0,962, y la cierra Sudán del Sur, con un IDH de 0,385. Los países están organizados en cuatro agregados, de acuerdo en que su IDH sea muy alto, alto, medio o bajo (véase Lección 3). En esta relación, España ocupa el puesto 27, con un IDH de 0,905. Si se quiere apreciar el desarrollo humano es importante conocer también cómo se distribuyen los logros económicos y sociales entre la población: una observación que conduce, de nuevo, a considerar los problemas relacionados con la desigualdad. En una aportación reciente el PNUD ha incorporado un factor de corrección de los indicadores (y, particularmente, del IDH) asociado a la desigualdad: tal factor se expresa a través del cociente entre la media geométrica y la media aritmética de las correspondientes distribuciones. Cuanto más desigual sea la distribución, menor es el cociente entre ambas medias, de modo que corrige a la baja el resultado obtenido en cada uno de los indicadores. El cuadro 9 ofrece el valor del IDH de cada uno de los países contemplados y el IDH ajustado por la desigualdad. Como se puede observar, esta última medida desciende notablemente en los países más desiguales, revelando que para mejorar el desarrollo no basta con elevar los logros sociales, es necesario también distribuirlos adecuadamente. De entre las desigualdades que rigen en la sociedad, hay una que afecta transversalmente a todos los estratos sociales y es la que remite a las diferencias entre hombres y mujeres: las desigualdades de género.

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