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IV FEDRA A HIPÓLITO La salud que no tendrá si tú no se la dieres la envía la mu- chacha cretense' al amazonio?. Lee de principio a fin todo lo que aquí hay. ¿Qué daño podrá hacer la lectura de una carta? Puede haber también aquí algo...

IV FEDRA A HIPÓLITO La salud que no tendrá si tú no se la dieres la envía la mu- chacha cretense' al amazonio?. Lee de principio a fin todo lo que aquí hay. ¿Qué daño podrá hacer la lectura de una carta? Puede haber también aquí algo agradable. / En este tipo de notas se llevan por mar y tierra los secretos. El enemigo exami- na las notas recibidas de un enemigo. Tres veces intenté hablar contigo, tres veces, incapaz, mi lengua se entumeció, tres veces se detuvo el sonido en el borde 10 de los labios. / Mientras está permitido y es fácil, el pudor ha de sazonar el amor. Lo que me dio vergiienza decir me lo ha mandado poner por escrito Amor. Cuanto Amor ha mandado es arriesgado desobedecerlo. Reina él e incluso ejerce sus dere- chos sobre los poderosos dioses. Él, cuando en un primer mo- mento yo vacilaba en escribir, me dijo: «Escribe, aquel corazón de hierro ofrecerá vencidas sus manos». 15 / Que me asista y que, como abrasa con su devorador fuego mis entrañas, así vuelva con sus dardos3 tu ánimo a mis deseos. No romperé yo con mi lascivia la alianza de unos esposos; mi fama, me gustaría que lo preguntaras, está libre de mancha. 1 Fedra. Con puella designan los poetas lo mismo a las casadas que a las solteras. 2 Hipólito. 3 figat (v. 16) implica el resultado de la acción. Al clavarse los dardos del amor en el corazón de Hipólito, él accederá a los ruegos de Fedra. FEDRA A HIPÓLITO 20 Ha llegado un amor más fuerte cuanto más tardío. / Ardo por dentro, ardo y mi pecho guarda una herida invisible. Es claro que a los tiernos novillos les molesta la primera yugada y apenas tolera el freno el caballo recién cogido de la manada; así mal y apenas soporta un pecho inexperto los primeros amores, 25 y esta carga no se acomoda bien a mi ánimo. / Llega a ser un arte cuando lo ilícito se aprende desde los tiernos años; la que llega al amor pasado su tiempo ama peor. Tú recogerás la nue- va Ofrenda de mi fama aún conservada, y juntos tú y yo sere- mos culpables. Es un gran placer coger una manzana de las ramas cargadas 30 / y elegir con delicados dedos la primera rosa. Aunque el pri- mer candor gracias al que viví sin oprobio fuera marcado por es- ta insólita mancha, al menos ha resultado bien, porque me con- sumo en un amor digno. Más que el adulterio daña un adúltero 35 torpe. / Si a mí me concediera Juno a su hermano y esposo, me parece que a Hipólito pondría por delante de Júpiter. Ahora, apenas lo creerás, incluso me he mudado a descono- cidas artes. Siento el impulso de caminar por en medio de las fieras salvajes. Ya es para mí la primera la diosa insigne por su curvado arco, la Delia!. / A tu juicio me someto yo. Me agra- da ir al bosque y contra los ciervos atrapados en las redes esti- 1 Diana. FEDRA A HIPÓLITO mular a los veloces perros por lo alto de los montes, o hacer vibrar con distendido brazo el tembloroso venablo o recostar mi cuerpo sobre un suelo cubierto de hierba. 45 / A menudo me agrada hacer girar en el polvo los rápidos carros, torciendo con las bridas la cara del veloz caballo. Ora me conduzco como las Eleleides!, poseídas por el furor de Baco, y como las que hacen sonar los tímpanos en las laderas del monte Ida?, o como aquellas a las que las semidivinas Dríades y los 50 Faunos bicornes / dejaron aturdidas tocadas por su numen?. Pues bien, todo esto me lo cuentan cuando aquel furor re- mite. En mis silencios me reconcome el remordimiento de este amor. Acaso debería atribuir yo este amor al sino de mi estirpe y 35 acaso Venus exija su tributo de toda mi raza1*. / Júpiter amó a Europa (ella es el origen primero de mi estirpe) disimulándose bajo toro el dios; Pasífae, mi madre, entregándose al toro al que engañaba, parió de su vientre el peso de su adulterio. El 60 pérfido hijo de Egeo, siguiendo el hilo que le guiaba, / huyó de la laberíntica morada con la ayuda de mi hermana. Y he aquí que ahora yo, para no parecer menos hija de Minos, me expongo, la última de mi familia, a las leyes comunes. 1 Las Bacantes. 2 Tímpanos o tambores, flautas, platillos, cuernos, se hacen sonar en las fiestas dedicadas a la diosa Cíbele, a la que se rendía culto, entre otros montes, en el Ida, cer- cano a Troya, en unas fiestas semejantes o casi asimiladas a las báquicas. El uso de quae (v. 48) responde a que los sacerdotes de Cíbele o «Galos» no sólo se castraban en recuerdo de Atis (cf. CATULO, LXIII 34, que los llama Galae), sino también se vestían con ropas femeninas, cf. OvIDIO, Fastos IV 263 ss. 2 Cf. Eur., Hip. 141. Una tradición popular decía que enloquecía el que veía la imagen de estos seres (Dríades y Faunos). Los latinos los llamaban Lymphatict, en griego Nuupolírtor (cf. Festo s.2.). 4 Raza descendiente del Sol en la que Venus se vengaba de que éste la hubiese sorprendido en adulterio con el dios Marte. (24] FEDRA A HIPÓLITO Esto también es obra del destino. Una sola casa nos agradó a los dos. A mí tu belleza me cautiva, cautivada fue por tu 65 padre mi hermana. / El hijo de Teseo y Teseo se han apodera- do de las dos hermanas. Levantad dos trofeos a expensas de nuestra casa. En el tiempo en que la Eleusis de Ceres me acogió —quisie- ra que la tierra de Cnoso me hubiera retenido allí—, entonces 70 me agradabas de manera especial, y antes también. / Un ar- diente amor se fijó en la médula de mis huesos. Blanco era tu vestido, tus cabellos ceñidos de flores, un pudoroso rubor había encendido tus sonrosadas mejillas, y el rostro que otras consi- deran rígido y violento a juicio de Fedra, en vez de rígido, era 75 fuerte. / Estén lejos de mí los jóvenes compuestos como mujer; la belleza varonil gusta de cuidarse poco. Á ti te conviene esa dureza tuya y unos cabellos dispuestos sin arte, y el ligero polvo en tu egregio rostro. Si haces girar el cuello reluctante de un indómito caballo, 80 / me admiro de que en círculo tan pequeño den la vuelta sus pezuñas; si disparas, balanceándolo con tu fuerte brazo, el fle- xible dardo, tu intrépido brazo tiene vuelto hacia él mi rostro, y si sostienes los córneos venablos de ancha punta de hierro?, y, en fin, todo lo que haces agrada a mis ojos. 85 // Pero deja ya tu dureza en los bosques montuosos; no soy digna de morir por tu modo de ser?. ¿Por qué te agrada ejercer ! Tópicos. Cf. OviD., Met. VI 225, VIN 25; Corp. Tibull. 1 9, 7-12; VIRG., Georg. 'll 191 s. 2 Con materia (v. 86) alude a la dureza y crueldad de Hipólito. (25] FEDRA A HIPÓLITO los oficios de Diana, la ceñida !, y haber arrebatado a Venus su parte debida? Lo que carece a su vez de descanso no puede du- 90 rar. // El repara las fuerzas y da nuevo vigor a los miembros cansados. El arco (y deben servirte de ejemplo las armas de tu Diana) si no cesas de tensarlo perderá su elasticidad. Ilustre era Céfalo en las selvas, y muchas fieras heridas por 95 él habían caído en la hierba. / Sin embargo, no se ofrecía de mal grado a ser amado por la Aurora. La diosa iba junto a él sabiendo qué hacía? al dejar a su ya no joven esposo. Á menu- do, al amparo de las encinas, a Venus y al hijo de Cíniras?, a los dos, sostuvo recostados toda hierba. Se inflamó el hijo de 100 Eneo4 por el amor de la menalia Atalanta. / Ella posee el des- pojo de la fiera* como prenda de amor. Que se nos incluya por primera vez a nosotros en ese número. Si rechazas a Venus, tu bosque sigue siendo rústico. Yo misma te haré compañía y no me asustarán las rocas latebrosas, ni temeré al jabalí de oblicuo diente. 105 / Dos mares baten con sus olas el Istmo, y la estrecha fran- ja de tierra oye uno y otro mar. Aquí contigo habitaré Trecén, reino de Piteoé; ya ahora es más querida ella que mi patria. Está ausente y lo estará durante mucho tiempo el héroe Nep- 110 tunio?; le retiene la tierra de su amado Pirítoo8. / Ha puesto Incinctae (v. 87), signo de su castidad, aunque podría entenderse como sinóni- mo de succinciae, epíteto de Diana (cf. Mez. UI 156 y X 536), «la de corto vestido». 2 Era sapiens (v. 96) porque prefería unirse a un joven antes que a su anciano es- poso Titono, hijo de Laomedonte y hermano de Príamo, para quien la diosa había con- seguido la inmortalidad pero no la eterna juventud, viviendo una tristísima vejez. Adonis. 4 Meleagro. 7 El jabalí de Calidón. 6 Bisabuelo de Hipólito. Teseo. Tesalia. FEDRA A HIPÓLITO Teseo, a no ser que neguemos la evidecia, a Pirítoo por delante de Fedra y a Pirítoo por delante de ti. Y no es ésta la única in- juria que nos ha venido de él: en grandes cosas hemos sido he- ridos tú y yo. 115 // Los huesos de mi hermano !, quebrantados por su clava de tres nudos, los esparció en tierra; mi hermana? fue dejada a las fieras como presa. La primera por su valor entre las mujeres, por- tadora de hacha?, te parió, madre digna del vigor del hijo; sí se pregunta donde está, Teseo atravesó su costado con la espada. 120 / Ni con una garantía tal tu madre estuvo segura. Ni siquiera como esposa fue recibida por la tea conyugal. ¿Para qué, sino pa- ra que, hijo ilegítimo, no heredases el reino paterno? De mí te dio unos hermanos. De todos ellos, sin embargo, no yo sino él 125 fue el responsable de su legitimación'. / ¡Oh! ¡Ojalá mis entra- ñas que te perjudicarían a ti, el más hermoso del mundo, se hu- bieran desgarrado en medio de los esfuerzos del parto! Ve ahora y honra el lecho de tu dignísimo padre, lecho del que huye y abandona con sus acciones él. Y no porque parezca 150 una madrastra que va a unirse con su hijastro / atemoricen tu es- píritu nombres vanos”. Esta clase de afecto, que habría de morir al pasar de los siglos, existió en la antigúedad, cuando Saturno 1” El Minotauro. Artadna. 3 Se refiere a la reina de las Amazonas, madre de Hipólito (Melanipe, Antíope o Hipólita). 3 Como rxotbhus suele aparecer Hipólito sobre todo en Eurípides, aunque en otros autores se le considera hijo legítimo. 5 Acamante y Demofonte. 6 Como se sabe, los griegos y romanos tenían la potestad sobre sus hijos, al na- cer, de educarlos, exponerlos o incluso matarlos. Nacido un niño, se ponía en el suelo delante de su padre; si quería educarlo, lo levantaba del suelo y, cogiéndolo en sus brazos, hacía pública su legitimidad; si no, lo dejaba en el suelo, * Los de adulterio, incesto, etc. FEDRA A HIPÓLITO poseía rústicos reinos. Júpiter dispuso que era pío todo lo que agradara y la hermana casada con el hermano hace que todo sea lícito, 135 /' Aquel lazo de sangre se refuerza con una firme cadena a la que la misma Venus ha colocado sus nudos. No es difícil mantenerlo oculto; es conveniente. Pídele esta gracia a ella?. Bajo el nombre de familia podrá mantenerse encubierta la fal- 140 ta. Verá los abrazos alguien y se nos alabará a ambos; / seré celebrada como madrastra afectuosa para su hijastro. No ten- drás que abrir en medio de las tinieblas las puertas de un mari- do temible, ni tendrás que burlar a guardián alguno. Como una sola casa nos ha albergado a los dos, una sola casa nos al- bergará; besos en público me dabas, besos en público me da- 145 rás; / seguro estarás conmigo y una alabanza merecerás por tu falta, aunque tú seas descubierto en mi lecho, Deja ya las demoras y únete a mí rápidamente por medio de una alianza. Amor que ahora se ensaña conmigo, sea para ti benévolo. No desdeño yo rogar suplicante y humilde. ¡Ah! / 150 ¿Dónde están ahora mi orgullo y mis altivas palabras? Yacen por el suelo. De poder resistir durante mucho tiempo y de no sucumbir a la culpa estuve segura, si el amor tuviese algo de se- guridad. Vencida, suplico y extiendo mis brazos de reina a tus rodi- 155 llas. Lo que es decente no lo ve amante alguno. / Ya no siento vergiienza y el pudor al marcharse ha abandonado sus signos. Perdona mi confesión y tu rígido corazón doblega. 1 ¿la puede ser Venus o referirse a «madrastra», es decir, a Fedra. FEDRA A HIPÓLITO Aunque sea mi padre Minos, que domina los mares!, aun- que vengan los oblicuos rayos de la mano de mi bisabuelo?, aunque sea mi abuelo?, ceñida su frente de una corona de ra- 160 yos de luz sutiles, / el que empuja en carro purpúreo el tibio día, mi nobleza bajo el amor yace. Ten piedad de mis antepa- sados y, si mo quieres ser indulgente conmigo, sé indulgente con los míos. Tengo una tierra como dote, isla de Júpiter, Cre- ta; sirva a mi Hipólito mi reino todo. 165 / Doblega, fiero, tu corazón. Pudo vencer a un toro mi madre. ¿Serás más cruel tú que el terrible toro? Por Venus que está conmigo siempre te lo suplico, sé indulgente. Así jamás ames a quien te pueda despreciar. Así te asista la rápida diosa * 170 en sus secretos montes, / y la profunda selva te ofrezca fieras que abatir; así te favorezcan los Sátiros y Panes, divinidades montaraces, y caiga el jabalí traspasado por tu jabalina hostil. Así te ofrezcan las Ninfas, aunque esté en boca de todos que tú odias a las muchachas, el agua que alivie tu sed ardiente. 175 / Añado a estas súplicas, además, las lágrimas. Tú lees las palabras de mi súplica; imagina también ver mis lágrimas. 1 Cf. TucipiDES, 1 4. Júpiter. «Bisabuelo» debe entenderse como «antepasado». ba 3 El Sol, Pasífae era su hija. Diana. mb