Hero a Leandro - Past Paper - (No Exam Board, No Year)
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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)
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The digital copy of a document presents an excerpt or a full text of Hero a Leandro. The analysis appears to be part of a larger text dealing with poetry. The content looks like a poetic work likely from the Spanish literary tradition.
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XIX HERO A LEANDRO Ven, Leandro, para que pueda poseer en realidades la salud que me enviaste en tus palabras. Muy larga considero toda demora que difiere mis gozos; perdona mi confesión: soy impaciente al amar. / Ardemos con...
XIX HERO A LEANDRO Ven, Leandro, para que pueda poseer en realidades la salud que me enviaste en tus palabras. Muy larga considero toda demora que difiere mis gozos; perdona mi confesión: soy impaciente al amar. / Ardemos con un fuego semejante; pero soy distinta a ti en fuerzas; sospecho que hay en los hombres un natural más fuerte; en las tiernas doncellas, como el cuerpo es más débil, así la mente. Añade una pequeña tardanza: moriré. Vosotros, ora cazando, ora cultivando el campo que os de- 10 leita, / pasáis largos ratos en ocupaciones varias; o el foro os re- tiene O los dones de la brillante palestra, o doblegáis con el fre- no el cuello de un dócil caballo; ora engañáis al pájaro con lazo, ora al pez con el anzuelo. Las horas de la tarde vuelan, servido el vino. 15 // Excluido esto de mí, aunque me abrase con menos at- dor, nada me queda que hacer excepto amar. Hago lo que me queda y a ti, oh mi único placer, te amo mucho más de lo que pueda creérseme. O secreteo de ti con mi querida nodriza / 159] HERO A LEANDRO 20 y me pregunto con sorpresa cuál sea la causa que retarda tu ca- mino, o, mirando al mar, me ensaño contra las aguas encrespa- das por el odioso viento con casi tus palabras, o, cuando la pe- ligrosa onda apacigua un poco su furor, me quejo de que tú 25 puedes, pero no quieres, venir; / y, mientras me quejo, manan de mis enamorados ojos las lágrimas, que seca con tembloroso pulgar mi anciana confidente. A menudo miro si en la ribera están tus pasos, como si la arena conservase las huellas en ella marcadas. Y para preguntar 30 por ti y escribirte / busco si alguien ha venido o va a Abido. ¿Para qué decirte cuántos besos doy a las ropas que te quitas al marchar por el agua helespontíaca? Así, cuando la luz ha desaparecido y la hora más agradable de la noche! ha mostrado sus fulgentes astros, expulsado el 35 día, / inmediatamente en lo alto de la torre pongo mi vigilan- te antorcha, signo y marca del camino acostumbrado, y, tirando de los retorcidos hilos, dando vuelta al huso, engaño con feme- nil ocupación la prolongada demora. 40 ¿De qué hablo durante tan largo tiempo preguntas? / Na- da hay en mi boca sino el nombre de Leandro; «¿piensas que ya l La hora en que se solía encontrar con Leandro. HERO A LEANDRO ha salido de casa mi alegría, nodriza? o ¿están todos despiertos y teme él a los suyos? ¿Piensas que ya ha quitado de los hom- bros sus vestidos y que ya impregna su cuerpo de pingúe 45 Palas?»!. / Astente ella casi, mo porque se preocupe de mis be- sos, sino porque el sueño, que la sorprende sin darse cuenta, mueve su senil cabeza. Y, después de una pequeña pausa, di- go: «Ya, seguro, navega y lanza sus fuertes y flexibles? brazos a las aguas que hiende». Y cuando ya he terminado unas pocas hebras, cardada la 50 trama3, / me pregunto si puedes estar en medio del mar, y ora miro a lo lejos, ora con tímida voz ruego que la brisa apro- piada te conceda un camino fácil. A veces, con mis oídos, capto 55 voces, y cualquier ruido creo que es el de tu llegada. / Así, cuando he logrado entretener una gran parte de esa noche, se introduce furtivamente en mis cansados ojos el sopor. Contra tu voluntad quizá, duermes, malvado, conmigo, v aunque no quieres venir en persona, vienes. 60 Pues me parece que te contemplo ya cerca nadando, / que ora ofreces tus húmedos brazos a mis hombros, que ora doy cl manto que suelo a tu mojado cuerpo, que ora tú calientas mi pecho, al que acoges en tu regazo, y muchas más cosas que de- be silenciar una lengua modesta, las cuales agrada hacerlas pe- ro, hechas, da vergiienza referirlas. l Aceite. Fue esta diosa quien dio el olivo a Atenas, su ciudad predilecta. 2 lenta puede significar. entre otras cosas, «fuertes» y «flexibles». y creo que aquí significa ambas. $ tacta. sinónimo de fractata. y tela como conjunto de hilos. trama de lana: de mancra que hilaba, no tejía. HERO A LEANDRO 65 / Desgraciada de mí, breve es este placer y mo verdadero. En efecto, tú sueles marcharte siempre con mi sueño. ¡Oh, sea más firme la unión de estos apasionados amantes y nuestros go- zos no carezcan de la verdadera realidad! ¿Por qué he pasado yo, sin tu calor, tantas noches vacías? / ¿Por qué estás lejos tanto tiempo de mí, ágil: madador? El mar, lo reconozco, no está para atravesarlo a nado, pero en la noche de ayer la brisa fue más suave. ¿Por qué la desapro- vechaste? ¿Por qué temías lo que no iba a suceder? ¿Por qué un camino tan bueno fue desperdiciado y no te apresuraste a 75 venir?2. / Aunque se te dé pronto una oportunidad semejante de viajar, la de ayer fue ciertamente mejor, porque fue la pri- mera. Pero, que rápidamente cambió el aspecto y se agitó el mar. Cuando corres, vienes a menudo en menos tiempo ?. Sorprendido aquí, pienso, nada de qué quejarte tendrías, / 80 y ninguna tempestad te haría daño abrazándome. Sin duda al- guna, oiría entonces feliz el soplar del viento, y rogaría que las aguas no se aplacasen nunca. ¿Qué ha ocurrido, pues, para que temas tanto al mar, y tengas respeto ahora a un estrecho que antes menospreciabas? 85 / Me acuerdo bien, cuando el mar era mo menos, o no mucho menos cruel y amenazante al venir tú, cuando te grita- ba: «Arriésgate de manera que no tenga que llorar, pobre de 1 lente también puede tener el significado que hemos visto en Jenfa (v. 48). 2 rapere utam en poesía tiene el valor de celeriter ire. ? Aunque el mar ha empeorado, estuvo en calma más tiempo que el que Lean- dro necesita para atravesarlo. Con esta afirmación invalida la posible excusa de Leandro, que ella se ha apresurado a rebatir. HERO A LEANDRO mí, tu valor», ¿De dónde ahora ese nuevo temor y adónde hu- 90 yó aquella audacia tuya? / ¿Dónde está aquel excelente nada- dor que se burlaba de las aguas? Sin embargo, prefiero que seas así a como antes solías, y se- guro por mar hagas un viaje tranquilo. Mientras tanto perma- nece así, ámame como me dices en tu carta y aquella llama no 95 se convierta en fría ceniza. / No temo yo tanto a los vientos que demoran mis deseos como que semejante al viento tu amor se aleje, que no merezca ya la pena y que los peligros superen a su causal, y que te parezca recompensa desproporcionada al es- fuerzo. 100 A veces temo que me perjudique mi patria y que / una muchacha de Tracia se pueda considerar indigna de casarse con uno de Abido. Sin embargo, puedo soportar con más paciencia esto que si pasas el tiempo cautivado por no sé qué rival, y los brazos de otra rodean tu cuello, y llega a ser el fin de nuestro 105 amor un amor nuevo. / ¡Ah! Muera antes de ser herida por tal oprobio y que mi hado preceda a tu culpa. No lo digo porque me hayas dado indicios de un futuro dolor, ni preocupada por habladurías recientes. Pero es que lo temo to- 110 do. ¿Quién en verdad amó seguro? // El lugar? obliga a temer más Here. > 2 La distancia. HERO A LEANDRO cosas a los ausentes. Felices aquellas a las que su presencia obli- ga a conocer lo verdadero, pero impide temer lo falso. A mí me conmueve una injuria vana tanto como me engaña una real; y ambos errores me producen tormentos semejantes. 115 / ¡Oh!, ojalá vengas, o que el viento, o tu padre, y no mu- jer alguna, sea ciertamente causa de tu tardanza. Porque si sé de alguna, moriré de dolor, créeme. Comete cuanto antes la falta, si buscas mi muerte. Pero no cometerás esa falta y yo me 120 atormento en vano con eso, / y es la tempestad enemiga la que se empeña en que no vengas. ¡Desgraciada de mí! ¡Cuán grande oleaje azota la ribera y cómo se oculta, escondido bajo oscura mube, el día! Quizá la piadosa madre de Hele! haya venido al ponto y a la hija en él 125 sumergida la lloran estas aguas de lluvia, / ¿o acaso la madras- tra, convertida en deidad marina, azota el mar conocido por el odioso nombre de su hijastra? No favorece, como ahora está, ese lugar a las tiernas doncellas. Por estas aguas pereció Hele; por éstas me atormento yo. 130 / Pero ningún amor tuyo debía ser obstaculizado por los vientos, Neptuno, que no te olvidas de tus llamas, si no son vanas habladurías de tus faltas Amímone y Tiro, belleza alaba- 1 Hero sugiere que quizá la tempestad haya sido suscitada por Néfele, madre de Hele y de Frixo, los cuales huyeron de su madrastra Ino montados en el carnero de Oro. HERO A LEANDRO dísima, y la resplandeciente Alcíone y Cálice y la hija de Aveón?, y Medusa, no entrelazada todavía su cabellera de ser- 135 pientes, / y la rubia Laódice y Celeno?, recibida en el cielo, y otras de las que recuerdo haber leído sus nombres, pues mu- chos poetas cantan, Neptuno, que unieron a tu costado su sua- ve costado. ¿Por qué, entonces, habiendo experimentado tantas veces la fuerza del amor, / mos cierras con tus remolinos el camino acostumbrado? Apiádate, feroz, y libra tus combates en el an- cho mar. Esta estrecha? onda separa dos tierras. Á ti, que eres grande, conviene batir a grandes barcos, o incluso ensáñate con 145 flotas enteras; / no honra al dios del mar asustar a un joven nadador, y gloria indigna de cualquier dios de un estanque es ésta. Noble en verdad es él y de ilustre linaje. pero no trae su descendencia del odioso Ulises*. Concede tu venia y salva a los 150 dos; él es el que nada, / pero mi esperanza, el cuerpo de Lean- dro, pende de esas aguas. Y crepitó? la luz (pues escribo con ella encendida); crepitó. y me dio prósperos augurios. He aquí que mi nodriza vierte vinoó sobre el fausto fuego, y «Mañana seremos más» dice, y 1 De la «hija de Aveón» nada sabemos. 2 Es difícil identificar a esta rubia Laódice amada por Neptuno. Celeno fue una de las Pléyades. 2 Punto. NH. IV 49, calculaba en siete estadios (1.239 m.) la distancia entre Sesto y Abido. 4 Neptuno había construido, con Apolo, las murallas de Troya; además, Polife- mo, al que Ulises cegó y burló, era hijo suvo 2 El crepitar de la lucerna se consideraba augurio favorable (Arth. Pal. VI 333), aunque a veces no esté tan claro, cf. Pror., IV, 59-60. 6 Quizá porque fuera necesario para alumbrar más. o bien como una libación por la alegría producida por el chisporroteo. HERO A LEANDRO 155 bebe ella. / Haz que seamos más, deslizándote por los mares vencidos, oh tú, al que he recibido en lo más profundo de mi corazón. Vuelve a tu campamento, desertor del Amor, tu alía- do. ¿Por qué mis miembros descansan en medio del lecho? No 160 hay qué temer; la misma Venus favorecerá tu audacia // y, na- cida del mar, alisará los caminos del mar. A menudo me agrada ir por en medio de las aguas; pero es- te mar suele ser más seguro para los hombres. Pues ¿por qué, transportados por él Frixo y la hermana de Frixo, la mujer, la única, dio nombre a estas inmensas aguas? !. 165 / Quizá temas no tener ocasión para el regreso, o no poder soportar el peso de un doble esfuerzo: bien, nosotros, que esta- mos en frente, reunámonos en medio del mar y encontremos nuestros besos, y vuelva así de nuevo cada uno a su ciudad. / 170 Poco, pero más que nada, será ello. Ojalá quisiera ceder este pudor que nos obliga a amar en secreto O el amor que teme ser divulgado. Ahora luchan pasión y recato, cosas que unen mal: dudo qué debo seguir; éste con- viene, aquélla agrada. 175 // Una vez que el pagaseo Jasón se introdujo en Colcos, se llevó a la Fáside montada en veloz popa; una vez que el adúl- | La estrecha onda del verso 142 (brewis unmda) aparece ahora, gracias a la pers- pectiva, como «vasta» (uastís aquis, v. 164). HERO A LEANDRO tero del Ida vino a Lacedemonía, con su botín regresó inmedia- tamente. Tú, cuan a menudo buscas lo que amas, tan a menu- 180 do lo abandonas; / y cuantas veces es peligroso venir en barco, nadas. Sin embargo, oh joven, vencedor de las hinchadas aguas, procura despreciar el mar de tal manera que lo temas. El mar se traga las maves trabajadas con arte. ¿Piensas tú que tus 185 brazos pueden más que los remos? / Lo que tú deseas, nadar, lo temen, Leandro, los marineros; ésta suele ser su salida des- pués del naufragio. ¡Desgraciada de mí! Deseo no convencerte de lo que te aconsejo, y que seas, ruego, más fuerte tú que mis adverten- 190 cias, con tal que llegues aquí / y a mis hombros eches, azota- dos a menudo por las aguas, tus brazos fatigados. Pero a mí, cuantas veces me vuelvo hacia las cerúleas ondas, un no sé qué invade mi pecho, que tiembla de frío temor. Y muy confusa estoy por un sueño de la pasada noche, 195 aunque ya ha sido expiado por mis sacrificios. / En efecto, al acercarse la aurora, dormitando ya mi lámpara, en el tiempo en que suelen percibirse sueños verídicos, cayeron de mis de- dos, remisos por el sueño, las hebras, y apoyé en la almohada mi cabeza. Entonces me pareció ver con toda claridad un del- 200 fín / que nadaba por ondas expuestas a todos los vientos; a HERO A LEANDRO éste, después de que el oleaje lo arrojó en la húmeda arena, la onda y la vida le abandonaron a la vez, pobre de él. Tengo miedo de lo que esto significa. Y no te rías tú de mi 205 sueño, y no confíes tus brazos a un mar sino en calma. / Si es que no te preocupas de ti, preocúpate de la mujer amada, que no estará salva jamás si tú no estás salvo. Sin embargo, hay esperanza de una próxima paz en las que- bradas aguas; entonces hiende con pecho seguro las plácidas vías. Entre tanto, puesto que el estrecho no es accesible a un na- 210 dador, / dulcifique la carta que te envío la odiosa demora.