Introducción J.L. Borges: Espacio Público PDF
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J. L. Borges
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El texto analiza la evolución del concepto de espacio público a lo largo de la historia, desde la modernidad y la revolución francesa hasta el origen del mundo público ilustrado. Se centra en las ideas de libertad, individualidad y ruptura con la tradición, y en cómo la formación del espacio público está relacionada con la democracia, la ciudadanía, la libertad y la igualdad.
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Introducción J. L. Borges Hoy en día, entender temas como el espacio público requiere que miremos atrás para ver cómo ha cambiado a lo largo de la historia. Necesitamos revisar el pasado para encontrar respuestas a un problema actual: estamos cada vez más centrados en lo individual y menos en lo co...
Introducción J. L. Borges Hoy en día, entender temas como el espacio público requiere que miremos atrás para ver cómo ha cambiado a lo largo de la historia. Necesitamos revisar el pasado para encontrar respuestas a un problema actual: estamos cada vez más centrados en lo individual y menos en lo colectivo. Esto ha llevado a que las personas se desentienden de lo público y busquen soluciones privadas para problemas que en realidad son comunes. El interés en lo público ha disminuido y lo privado ha tomado más importancia, lo que afecta la manera en que se vive lo social y lo político. Para entender bien esto, es necesario estudiar cómo se ha formado el espacio público moderno. El conflicto por definir lo que es público se ha vuelto clave, ya que de esto depende el tipo de democracia, ciudadanía, libertad e igualdad que tenemos hoy en día. En este trabajo, vamos a analizar cómo la burguesía, o la clase media, se fue incorporando a la vida política y cómo esto dio forma al espacio público. Después, veremos cómo las clases populares, al quedar fuera de este modelo, intentaron crear su propio espacio, lo que llamamos "espacio público plebeyo". Finalmente, estudiaremos cómo estos sectores se integraron poco a poco en la vida política de los países. La modernidad La modernidad es un proceso complejo que empezó con el Renacimiento en los siglos XV y XVI. Se caracteriza por la aparición de ideas de libertad e individualidad que rompieron con el poder de la Iglesia. Este proceso alcanzó su punto más alto en el siglo XVIII, transformando todos los aspectos de la vida. La modernidad significa ruptura con la tradición y el surgimiento del individuo libre, que ya no sigue ciegamente la autoridad de la Iglesia o el monarca. La modernidad también trajo avances en ciencia, arte, arquitectura, economía, política y cultura. Los filósofos de la Ilustración creían que el conocimiento y el arte no solo debían ayudar a controlar la naturaleza, sino también mejorar la vida de las personas. En lo económico, la modernidad marcó el paso del apego a la tierra a la importancia del comercio y, más tarde, el capitalismo industrial, que permitió la creación de bienes en gran cantidad. En lo político, se reflejó en la creación de los Estados Nacionales, que centralizaron el poder. Uno de los grandes momentos de la modernidad fue la Revolución Francesa, que afirmó los derechos del hombre y marcó el fin del antiguo régimen. Además, durante la modernidad nació lo que llamamos la vida pública moderna. La diferencia entre lo público y lo privado viene de la antigua Grecia, donde lo público era el espacio donde los ciudadanos practicaban la política, y lo privado era el hogar. Origen histórico del mundo público ilustrado A mediados del siglo XVIII, en Europa gobernaban las monarquías absolutas, excepto en Gran Bretaña, que ya había hecho su revolución. El rey tenía poder absoluto, pero su autoridad también estaba limitada por la ley divina. Aunque el rey tenía mucho poder, debía proteger a su pueblo y no desobedecer las leyes religiosas. Estas monarquías absolutas estaban apoyadas por los nobles y las iglesias, que formaban parte del sistema feudal. Pero, con el tiempo, la revolución industrial y el ascenso del poder capitalista comenzaron a cambiar las cosas. Algunos reyes intentaron modernizar sus países, adoptando reformas económicas y sociales, y se les llamó "monarcas ilustrados". Sin embargo, muchos no hicieron cambios importantes o los hicieron solo por conveniencia. Las clases medias y educadas veían en estas reformas una oportunidad para avanzar, ya que el rey necesitaba de ellos y ellos del rey. Pero la monarquía no estaba dispuesta a eliminar completamente la influencia de los nobles, lo que limitaba las reformas. En ese momento, había dos fuerzas en conflicto: la antigua sociedad feudal y la nueva sociedad burguesa, que creció gracias a los cambios económicos. Este conflicto se resolvió con la Revolución Francesa en 1789, donde las esperanzas de las clases medias pasaron de los monarcas ilustrados al pueblo o la nación. El texto habla sobre cómo, en los siglos XVI y XVII, las sociedades europeas empezaron a cambiar después de las guerras civiles y religiosas. Durante este tiempo, los gobiernos absolutos, donde los reyes tenían un poder total, comenzaron a consolidarse. Por un lado, estos gobiernos con centraban más poder, pero por otro lado, dejaban de controlar aspectos más personales de las personas, como sus creencias o moral. Esto significaba que las personas podían ser "dueñas" de su conciencia y su trabajo. Aunque el Estado aún exigía obediencia, ya no trataba de imponer una manera específica de comportarse. Esta nueva libertad permitió a las personas empezar a pensar de forma independiente, desarrollando lo que conocemos como "libertad de conciencia". Pero esta libertad interior, esta capacidad de pensar por uno mismo, pronto llevó a las personas a buscar espacios donde compartir y discutir sus ideas. Y así empezó a surgir un movimiento que finalmente pondría en duda la autoridad del Estado. Esta nueva manera de pensar, que sería característica de los últimos tiempos del régimen absolutista, fue impulsada por la Ilustración, un movimiento intelectual que se oponía a la ignorancia y la oscuridad del pasado. La Ilustración no era una ideología única ni un conjunto rígido de ideas, sino más bien una actitud que valoraba el uso de la razón para mejorar la vida. Su principal meta era criticar las viejas tradiciones y promover el pensamiento crítico. Muchos de sus pensadores más destacados eran filósofos, pero también incluyó a otros sectores de la sociedad, especialmente a la clase media (la burguesía), así como a algunos reyes que compartían ese espíritu. Immanuel Kant, un filósofo importante de la Ilustración, decía que el movimiento representaba el paso de una situación de "minoría de edad" —donde las personas no usaban su razón y dependían de la autoridad de otros para tomar decisiones— a una madurez en la que las personas podían pensar por sí mismas. La clave para superar esta "minoría" era el coraje de usar el propio entendimiento sin depender de otros, lo que él resumió en la frase: "¡Ten el coraje de usar tu propio entendimiento!". Kant señalaba que la historia sería testigo de este progreso hacia una sociedad más libre y madura. Las ideas de la Ilustración comenzaron a difundirse con la publicación de muchos libros y pequeños ensayos durante el siglo XVIII. Estos textos, que hablaban sobre política, historia, reformas y hasta relatos de viajes a tierras lejanas, eran consumidos con entusiasmo por un público que empezaba a hacer uso de su razón y a cuestionar la autoridad de la monarquía. Aunque estos textos no llamaban directamente a la abolición de la monarquía ni a una revolución, sí ayudaron a desacralizar, es decir, a quitar la "santidad" o legitimidad que durante mucho tiempo había rodeado a los reyes. El movimiento ilustrado ha sido visto muchas veces como un pensamiento de la "clase media". Los líderes de este movimiento venían principalmente de la burguesía, hombres racionales y talentosos que ganaban méritos por su capacidad, no por su nacimiento. Aunque estos pensadores eran cautelosos y no abogaban abiertamente por la revolución, sí tenían ideas revolucionarias: querían liberar a todos los hombres y construir una nueva sociedad donde el orden resultante sería burgués y capitalista. Este nuevo orden, decían, liberaría a las personas de las cadenas que las mantenían sometidas y desencadenaría un progreso imparable para la humanidad. Un elemento crucial de la Ilustración era el uso ilimitado de la crítica, que ya no podía ser censurada por el monarca. Esta capacidad crítica fue lo que ayudó a desmantelar las bases del régimen antiguo. A medida que el poder de la autoridad se debilitaba, surgió una nueva esfera cultural que operaba con cierta autonomía, es decir, de manera independiente de las instituciones tradicionales como la iglesia y la corte. Esta nueva esfera cultural permitió que la gente empezara a evaluar y criticar las producciones artísticas y literarias sin depender de las autoridades tradicionales. Anteriormente, la corte y la iglesia tenían el control sobre lo que se consideraba arte o cultura. Con el tiempo, las personas privadas, liberadas de las obligaciones hacia el príncipe, comenzaron a reunirse en salones y cafeterías para intercambiar conocimientos culturales. Este fue el origen de una "comunidad crítica" formada por las élites sociales e intelectuales, que dominaban el mercado de las ideas. Sin embargo, esta comunidad excluía al "pueblo", que no tenía los conocimientos necesarios para participar en estas discusiones. Esta esfera pública fue, por lo tanto, en su origen, un espacio de las élites ilustradas que comenzaron a consumir, discutir y circular cultura en museos, teatros, y los nuevos salones y cafeterías de las ciudades modernas. Las universidades y academias oficiales quedaban al margen de estas nuevas corrientes intelectuales, ya que muchas de estas ideas eran vistas como una amenaza para las autoridades. La nueva sociabilidad de la "república de las letras", como se llamaba a estos círculos intelectuales, rompía con las jerarquías tradicionales. Aquí, la crítica libre de todo tipo de pensamiento o acción, incluyendo los misterios de la religión o el Estado, era la norma. Sin embargo, la luz de la razón no se limitaría a las artes y la cultura: eventualmente también alcanzaría a la política, donde comenzaría un debate sobre las bases mismas del poder y la autoridad del monarca. El paso de la crítica literaria a la crítica política fue inevitable, y pronto surgieron demandas para que el poder del Estado fuera más transparente y sujeto a la razón y no a la arbitrariedad del rey. Este proceso dio lugar a lo que se conoció como "publicidad política", que cuestionaba la autoridad del monarca. Aunque no se pedía inicialmente compartir el poder, sí se demandaba mayor control y transparencia en la manera en que el rey gobernaba. La burguesía, que había estado excluida del poder, quería que las decisiones del rey fueran públicas y estuvieran sujetas a la ley y a la razón. Este proceso fue el inicio de una transferencia de poder, que terminaría debilitando las estructuras del absolutismo. Finalmente, el texto explica cómo este cambio fue posible gracias a la consolidación de la vida privada, un espacio donde las personas podían desarrollar su conciencia libremente. La vida privada se convirtió en el lugar donde los individuos construían su subjetividad, reflexionaban sobre el mundo y preparaban sus acciones para la vida pública. En la modernidad, la libertad se desplazó de la esfera pública a la privada, donde las personas podían disfrutar de una independencia individual. Sin este espacio privado, el espacio público moderno, tal como lo conocemos, no habría sido posible. En resumen, el texto analiza cómo el hombre pasó de estar sometido a la autoridad absoluta del rey, a desarrollar su propia conciencia y pensamiento crítico en un proceso que dio lugar a la modernidad. ### 3. Los "pensionistas de la historia" **El escenario social** Hasta ahora, hemos visto que en la creación del espacio público participan grupos ilustrados que tienen una opinión negativa sobre el pueblo. Este espacio público, donde se reúnen quienes poseen conocimiento, tiende a marginar a aquellos que no lo tienen, es decir, a quienes todavía están en lo que Kant llama "minoría de edad". Es importante analizar el papel que los sectores populares jugaron entre los siglos XVII y XVIII, ya que su paso por la historia no fue insignificante, especialmente en cuanto a la formación de una ciudadanía y democracia distintas de las propuestas por la burguesía liberal. La historia de Europa desde el siglo XIV hasta el XVIII muestra un claro desarrollo económico: hubo un aumento en la productividad agrícola, un crecimiento de las industrias y un auge en el comercio que enriqueció a comerciantes y banqueros. Como resultado, se formó una burguesía poderosa, y algunos grupos sociales pudieron mejorar su situación. Sin embargo, la pobreza siguió siendo una parte importante de la sociedad. Esta situación se hizo más evidente con el inicio de la Revolución Industrial, que trajo miseria y descontento, creando condiciones que llevarían a revoluciones sociales en el siglo XIX. Además de la pobreza estructural, había circunstancias específicas que también afectaban a la sociedad europea antes de la Revolución Francesa. Junto a la miseria, muchas personas vivían en condiciones precarias y una crisis podía hacer que cayeran en la indigencia. La pobreza masiva era resultado de factores sociales y políticos, así como de la falta de bienes disponibles. El sistema implacable de impuestos y controles sobre los salarios también contribuyó a esta situación. Durante este tiempo, al menos un tercio de la población europea vivía al borde de la pobreza. A lo largo de este período, hubo muchas manifestaciones de descontento, aunque no todas estaban motivadas por los mismos objetivos. Según el sociólogo Reinhart Bendix, entre los siglos XVII y XVIII podemos identificar tres tipos de protestas sociales: 1. **Movimientos milenaristas**: Estos eran de raíz católica y estaban basados en la creencia de que un futuro mejor estaba por llegar, lo que llevó a la ruptura con los poderes establecidos y, en algunos casos, a su destrucción. Estos movimientos ganaron fuerza durante periodos de insurrección social. 2. **Bandolerismo social**: A diferencia de los movimientos milenaristas, esta forma de protesta era principalmente conservadora y se oponía a poderes considerados ajenos a la forma de vida de la comunidad. Por ejemplo, el "bandolero social" podría recibir apoyo de los campesinos si actuaba de acuerdo con sus códigos sociales. Aquí se pueden encontrar dos variantes: una populista, como Robin Hood, que roba a los ricos para ayudar a los pobres, y otra conservadora, como la mafia en Italia, que busca establecer un "gobierno privado" que se oponga al nacional, apoyada por terratenientes. 3. **Legitimismo populista**: Este tipo de protesta era violenta y se oponía a las condiciones actuales no para lograr un futuro mejor, sino para restaurar un orden idealizado que los gobernantes habían violado. Este tipo de protestas a menudo se veía en levantamientos campesinos, pero también en las ciudades, donde la gente exigía concesiones de los ricos y defendía sus intereses locales. Entre estos tres tipos de protesta, el legitimismo populista puede considerarse una transición entre las formas de protesta de la Edad Media y las que surgirían después de la Revolución Francesa. Representa un avance hacia una identidad de ciudadanía. Después del siglo XVI, la invocación de derechos antiguos adquirió nuevas características. Con el crecimiento de las monarquías absolutas, el paternalismo pasó de ser una justificación para relaciones familiares a ser una ideología del gobierno. El rey se convirtió en el líder supremo de la nación, y la invocación de derechos populares a veces implicaba que los gobernantes autocráticos, que debían cuidar de su pueblo, podían contar con su lealtad en la lucha contra la opresión. Este tipo de protesta, junto con las pretensiones de los monarcas ilustrados de ser "padres" de su pueblo, sentaron las bases para el igualitarismo y la formación del Estado nacional. Bendix señala que cuando todo el pueblo tiene derechos y es súbdito del mismo rey, empiezan a surgir los primeros indicios de una ciudadanía nacional y una autoridad suprema sobre los asuntos públicos, características de las modernas sociedades occidentales. En los siglos XVII y XVIII, este proceso se vio impulsado por cambios económicos y culturales que ya se estaban gestando. Sin embargo, no debemos verlo como un camino recto hacia la adquisición de derechos. A finales del siglo XVIII, a raíz de la Revolución Francesa, se dio una nueva concepción de lo público, que ya no estaba adornada con los ideales de la Ilustración y que incluía al "pueblo" sin educación como protagonista, lo que llamaremos "espacio público plebeyo". El Espacio Público de las Clases Populares Durante el siglo XVIII, Europa vivió una crisis de los viejos regímenes y sus economías. Las últimas décadas de este siglo estuvieron marcadas por varios conflictos políticos, incluyendo revueltas y movimientos coloniales que buscaban autonomía. Por esta razón, muchos historiadores llaman a este periodo "la era de las revoluciones democráticas", siendo la Revolución Francesa la más destacada de todas. A diferencia de otras revoluciones, la Revolución Francesa no fue liderada por un partido político moderno ni por un grupo que intentara implementar un plan específico. Fue impulsada por la burguesía, un grupo social unido por ideas comunes de liberalismo clásico, promovidas por filósofos y economistas de la época. Este grupo triunfó a pesar de la oposición del rey y las clases privilegiadas, porque contaba con el apoyo de los trabajadores urbanos y campesinos. Sin embargo, los trabajadores no estaban dispuestos a ser solo aliados de la burguesía. Aunque inicialmente fueron utilizados para contrarrestar a los que se oponían a la revolución, pronto comenzaron a demandar más y a buscar cambios sociales. Dentro de la burguesía, surgieron facciones: un grupo moderado que se unió a los conservadores y un ala más radical que seguía luchando por sus ideales originales. A medida que se radicalizaban las ideas, aparecieron organizaciones populares más avanzadas que el Club Jacobino, que exigían el sufragio universal, reformas agrarias (reparto de tierras) y defendían abiertamente ideas republicanas. Los sans culottes, un movimiento urbano de trabajadores, artesanos y pequeños empresarios, se organizaron en "secciones" y clubes políticos, siendo una fuerza clave en la revolución. Ellos abogaban por una democracia igualitaria y directa, y encontraron su oportunidad de tomar el poder en 1793, aliándose con los jacobinos durante una guerra contra otras naciones europeas. Esta alianza llevó a la creación de una nueva Constitución que ofrecía sufragio universal, derecho a la insurrección, acceso al trabajo y alimentos, y reconocía que el bien común era el objetivo del gobierno. También abolió los derechos feudales y la esclavitud en las colonias. El Comité de Salud Pública, liderado por Robespierre, se convirtió en el centro de este nuevo gobierno. Robespierre veía la República jacobina como un ideal de virtud y justicia, inspirado por el filósofo Rousseau. Sin embargo, su caída llegó cuando perdió el apoyo popular tras la ejecución de líderes sans culottes. La relación entre los jacobinos y los sans culottes fue tensa. Dantón, un líder jacobino, intentó restringir el poder de las asambleas populares, pero los sans culottes respondieron creando sus propias asambleas. Se enfrentaron dos visiones: una que defendía que el pueblo debía reunirse libremente y otra que apoyaba un sistema parlamentario que limitaba la soberanía popular. El 27 de julio de 1794, Robespierre fue derrocado, marcando el fin de una etapa de la revolución. Las revueltas populares continuaron, pero al fracasar, el camino quedó abierto a nuevas fuerzas de poder. Estos eventos nos muestran que, aunque no se lograron establecer formalmente, surgieron ideas y movimientos que crearon un espacio público popular en oposición al espacio burgués, caracterizado por la búsqueda de igualdad y una democracia directa, similar a la de la antigua Grecia, donde la votación era abierta y la delegación limitada. La caída de estos movimientos significó también un retroceso en la integración de los ciudadanos. A partir de este momento, las estrategias de los sectores populares para obtener plena ciudadanía cambiarían, algunas buscando ser parte de la comunidad existente, y otras exigiendo reformas en esa comunidad. El Estado-Nación y la Emergencia del Ciudadano El intento fallido de establecer un espacio democrático no debe hacernos olvidar que otras estrategias ya estaban en marcha para alcanzar la ciudadanía. Ahora, se empezaba a entender la ciudadanía como la adquisición gradual de derechos, no como una proclamación instantánea de igualdad. La resolución de las guerras religiosas en el siglo XVI sentó las bases para transformar el feudalismo. Esto permitió que el poder no dependiera de una fe específica y ayudó a la unidad territorial, donde la autoridad del soberano se reconocía como ley suprema, capaz de mantener la paz. Este nuevo Estado, con su burocracia, se diferenciaba de las estructuras feudales, convirtiéndose en el centro de poder político y un agente de integración social, promoviendo la lealtad entre ciudadanos. El Estado exigía obediencia, pero a cambio, debía cuidar de todos sus miembros, independientemente de su clase social, y protegerlos de amenazas internas y externas. Sectores populares y ciudadanía El vínculo entre los ciudadanos y el Estado nacional es fundamental en la formación de la ciudadanía moderna, a diferencia del sistema medieval, donde solo los nobles tenían acceso directo al poder. La ciudadanía implica una codificación de derechos y obligaciones que debe ser inclusiva. Este proceso ha sido histórico y conflictivo, desde la Revolución Francesa, donde algunas sociedades lograron una ciudadanía universal pacífica, mientras que otras enfrentaron levantamientos revolucionarios. La inclusión de diferentes grupos sociales en la ciudadanía ha sido gradual, inicialmente excluyendo a personas en condiciones de dependencia social y económica. T. H. Marshall distingue tres tipos de derechos de ciudadanía: civiles (libertades individuales), políticos (sufragio y cargos públicos) y sociales (bienestar y acceso a la cultura). Cada tipo de derecho tiene instituciones específicas que permiten su reivindicación: tribunales para derechos civiles, parlamentos para derechos políticos, y servicios sociales y educación para derechos sociales. A pesar de la igualdad jurídica que se ha logrado, persiste una desigualdad social y económica. La nueva libertad contractual a menudo ha llevado a la exclusión de los sectores más desfavorecidos de sus derechos civiles. La organización sindical emerge como un mecanismo crucial para que los trabajadores mejoren su estatus ciudadano, a través de la negociación colectiva. La educación elemental es también esencial, ya que el acceso a la educación permite a las clases populares ejercer otros derechos. La educación nacional debe ser responsabilidad del Estado, garantizando un tratamiento igualitario a todos los ciudadanos. Sin embargo, el acceso a una educación adecuada no asegura automáticamente la igualdad en la vida pública. El sufragio universal fue otra conquista significativa, ya que permitió a todos los adultos participar en el gobierno. Sin embargo, la lucha por el voto fue larga y compleja, y en sus inicios, se restringió a ciudadanos activos que cumplían ciertos criterios económicos. A pesar de esto, el reconocimiento del derecho al voto cambió la representación política, moviéndose del interés familiar o corporativo hacia el individual. Históricamente, muchos intentos de expandir el sufragio enfrentaron resistencia debido a prejuicios sobre la capacidad de los trabajadores asalariados para tomar decisiones políticas racionales. Finalmente, el sufragio se amplió a hombres en 1918 y a mujeres a mediados del siglo XX, permitiendo a los sectores populares participar activamente en la vida política y social, lo que a su vez impulsó una dinámica de inclusión y debate sobre la desigualdad. ### Algunas consideraciones finales En este texto, hemos explorado cómo la llegada de la modernidad trajo consigo cambios significativos, centrándonos especialmente en cómo se transformaron las ideas de lo público y lo privado. Un punto clave es que, a lo largo de la historia, las clases trabajadoras han sido vistas como individuos incapaces de participar plenamente en la ciudadanía. Por ejemplo, en los debates sobre quién debía tener derecho a votar, se consideraba que los trabajadores eran "corruptibles" y no aptos para ser ciudadanos. Esta percepción no era solo de sectores conservadores; incluso algunos revolucionarios, como Saint Just, también tenían opiniones negativas sobre la clase trabajadora, lo que limitaba sus derechos ciudadanos. La Ilustración propuso la idea de una esfera pública donde las personas pudieran entender y participar, dando lugar a un gobierno representativo. Sin embargo, los liberales de 1789 no buscaban la democracia; más bien, querían un estado que protegiera las libertades civiles y los derechos de propiedad de los contribuyentes. Para ellos, el término "nación" se usaba para expresar la voluntad general, pero solo representaba a unos pocos. A pesar de esto, los sectores populares estaban dispuestos a luchar por su voz en la sociedad. Dentro del modelo de gobierno impulsado por la burguesía, emergió una nueva visión de lo público, desafiando conceptos fundamentales de libertad e igualdad. Aunque esta nueva visión fue efímera, destacó la presencia de un grupo que exigía igualdad y buscaba acceder a una vida pública según las reglas establecidas por la burguesía. La democracia, aunque no formaba parte del ideal burgués, se desarrolló como un nuevo tipo de sociedad, basada en la soberanía del pueblo, la garantía de derechos básicos, la eliminación de jerarquías sociales y la formación de un gobierno a través del sufragio universal y secreto. La lucha de las clases trabajadoras por la inclusión en la ciudadanía es, por lo tanto, una batalla por su lugar en la comunidad. Esta lucha se ha manifestado en diferentes momentos históricos, como en las revoluciones que buscaron cambiar las reglas de la comunidad. En conclusión, la ciudadanía no es un estado estático, sino un proceso continuo. La lucha por pertenecer y participar en la comunidad no se detiene, y es gracias a este esfuerzo constante que cada vez más sectores de la sociedad pueden disfrutar de sus derechos ciudadanos.