El Judío Internacional Por Henry Ford PDF

Summary

This document, likely part of a larger work by Henry Ford, analyzes the role and influence of Jewish people in society, particularly in finance and business. It presents Ford's perspectives on the Jewish community and their activities. It is critical in tone and presents several arguments and claims regarding the political and economic power of Jews, based on the viewpoints that the author provides. It is not a standard academic work.

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Henry Ford El Judío Internacional INDICE PRIMERA PARTE I. Los judíos: carácter individual y actividad productiva de los mismos II. Como se defiende Alemania contra los hebreos III. Historia de los hebreos en los Estados Unidos de Norte América IV. ¿Es real o imagina...

Henry Ford El Judío Internacional INDICE PRIMERA PARTE I. Los judíos: carácter individual y actividad productiva de los mismos II. Como se defiende Alemania contra los hebreos III. Historia de los hebreos en los Estados Unidos de Norte América IV. ¿Es real o imaginaria la cuestión del judaísmo? V. ¿Arraigará en los Estados Unidos el antisemitismo? VI. Abrase vía libre en las revistas la cuestión judía. VII. Arthur Brisbane, defensor del judaísmo VIII. ¿Existe un programa judaico universal determinado? IX. Fundamentos históricos de la aspiración judía por la hegemonía universal X. Introducción a los "Protocolos judíos" o "de los sabios de Sión". XI. Apreciación judía sobre la naturaleza humana del no-judío XII. Requieren los "Protocolos Judíos" su cumplimiento en parte XIII. Plan judío para socavar, mediante "ideas", la sociedad humana XIV. ¿Previeron los judíos la conflagración mundial? XV. ¿Es idéntico el "Kahal" judío al actual soviet ruso? XVI. Influencia de la cuestión judía sobre la agricultura XVII. ¿Predomina el judaísmo en el periodismo mundial? XVIII. ¿Cómo se explica el poder político hebreo? XIX. La U.R.S.S. (Rusia Comunista) hechura del Panjudaísmo XX. Un testimonio hebreo en favor del bolcheviquismo SEGUNDA PARTE Del prefacio personal del señor Henry Ford I. Mixtifican los judíos en Estados Unidos su numero y poderío II. ¿Forman los judíos una Nación? III. Judíos contra no-judíos en la alta finanza de Nueva York IV. La curva ascendente del poderío financiero hebreo V. Baruch, el "Disraelí Norteamericano" y "Procónsul de Judá en Norte América" VI. El predominio israelita en el teatro Norteamericano VII. El primer trust teatral israelita VIII. El aspecto semita del problema cinematográfico IX. La preponderancia semita en el mundo cinematográfico X. Nueva York bajo el "Kahal" hebreo XI. Critica de los "derechos hebreos" XII. La orden universal de los "B'nai B'rith" XIII. Como caracteriza Disraelí a los hebreos XIV. El jefe de Estado que debió inclinarse ante el judío internacional XV. Historia de Bennett, editor periodístico independiente XVI. El informe de Morgenthau sobre Polonia XVII. Polonia encadenada con la conferencia de la paz XVIII. Panorama presente de la "Cuestión Hebrea" XIX. Intermedio literario: ¿que es el Jazz? XX. Los viveros del bolcheviquismo en los Estados Unidos XXI. Confesiones de un superior de la orden de B'nai B'rith XXII. Kuhn, Loeb y Cia., de Nueva York, y M. M. Warburg y Cia., de Hamburgo XXIII. La sed de oro norteamericana bajo el control financiero de los hebreos XXIV. La influencia hebrea en la vida intelectual norteamericana XXV. Planes financieros de los hebreos internacionales Primera parte "Entre las más destacadas características de la raza hebrea, es preciso citar: acentuada aversión por toda labor física que implique fatiga; muy pronunciado espíritu de familia; instinto religioso innato y concepto en extremo elevado de la hermandad de tribu; ánimo esforzado, propio de profetas y de mártires, más bien que de adalides culturales y belicosos; extraordinaria aptitud para afrontar adversidades; excelente predisposición para el comercio; astucia y perspicacia para la especulación, particularmente en asuntos de dinero; una pasión de oriental por el lujo, el íntimo goce del poderío y de los placeres que ofrece una posición social elevada; bien equilibradas facultades intelectuales". (De "nueva enciclopedia internacional"). I LOS JUDÍOS: CARÁCTER INDIVIDUAL Y ACTIVIDAD PRODUCTIVA DE LOS MISMOS Vivimos nuevamente en una época en que el judaísmo atrae la atención crítica del mundo entero. Su ingreso durante la Gran Guerra en lo más escogido de las esferas financieras, políticas y sociales fue tan general y evidente, que su posición, su poderío y sus fines fueron recibidos con acerba crítica, y en la mayoría de los casos causaron repulsión. No constituyen las persecuciones una novedad para el judío. En cambio, para su ética racial, es nueva esta exaltación. Cierto es que este pueblo sufre hace 2000 años los efectos de un instintivo antisemitismo de las demás razas, pero semejante aversión nunca llegó a ser consciente, ni pudo expresarse concreta ni claramente. Hoy, por el contrario, digámoslo así, esta sometido al microscopio de la observación científica, que nos hace conocer y comprender los verdaderos orígenes de su poderío, de su aislamiento y hasta de sus amarguras. En Rusia se le responsabiliza del bolcheviquismo, acusación que, según de donde provenga, podrá considerarse fundada o infundada. Los norteamericanos, que fuimos testigos de la fanática elocuencia de los jóvenes judíos, apóstoles de una revolución social y económica, estamos en excelente posición para poder formar un claro juicio de lo que existiera real y verdadero en tales acusaciones. En Alemania se achaca al judío la derrota experimentada, y una amplísima literatura con innumerables pruebas detalladas impele, en verdad, a muy serias cavilaciones. En Gran Bretaña, se dice que el judío es el amo verdadero del mundo, que la raza hebrea constituye una supranacionalidad que vive entre y sobre los pueblos, los domina por el poder del oro, y acicatea fríamente un pueblo contra otro, en tanto se oculta cautelosamente entre bastidores. Por último, en Estados Unidos llama la atención la insistencia con que los judíos - los viejos por apego al dinero, por ambición los jóvenes - se infiltran en todas las organizaciones militares, y particularmente en los rubros dedicados a los negocios industriales y mercantiles derivados de la guerra, criticándose en especial el cinismo con que dichos judíos explotan en provecho propio los innúmeros conocimientos que lograron en su calidad de funcionarios del Estado. La cuestión judaica, en una palabra, ha hecho su aparición en escena. Más, como ocurre en casos 2 parecidos, en los que cuestiones de ventaja personal desempeñan cierto papel, aparecen también determinados esfuerzos para acallarla, insinuando la inconveniencia de exponerla en público. En cambio, la infalible experiencia prueba que todo problema escamoteado así, tarde o temprano torna a abrirse paso, y entonces en formas inconvenientes y hasta muchas veces peligrosas. El judío constituye un enigma mundial. No obstante ser su masa pobre en absoluto, domina, empero, el mercado económico y financiero del mundo entero. Viviendo sin patria, ni gobierno, es decir, en la dispersión, demuestra, empero, una unidad nacional y una tenacidad no alcanzada por pueblo alguno. En la mayoría de los países, salvo restricciones, supo convertirse en el soberano efectivo, al amparo a veces de los patronos. Dicen antiguas profecías, que los judíos retornarán a su vieja patria, desde cuyo centro geográfico dominarán a la totalidad de los pueblos, no sin antes haber resistido el combinado al mundo de las naciones del mundo entero. La del intercambio comercial es la profesión a la que contribuye el judío en mucha mayor proporción que ningún otro pueblo. No importa rebajarse a la compra de trapos viejos; la cuestión es comerciar. Desde la compraventa de ropa usada hasta el absoluto dominio del comercio mundial y de la Hacienda de los Estados, el judío siempre demostró las mejores aptitudes. Experimentando como ninguna otra raza aversión hacia toda labor física y productiva, sabe nivelar este defecto por una escala característica predisposición para el intercambio. El no-judío desarrolla su actividad en el terreno industrial o técnico, en tanto que el joven hebreo prefiere empezar su carrera como mozo, vendedor callejero o dependiente de comercio, por la relación que dichas profesiones guardan con el aspecto mercantil. De acuerdo a los datos de un censo prusiano, de 16.000 judíos, 12.000 eran mercaderes y 4000 manufactureros, mientras que de la población indígena renana sólo se dedicaba al intercambio comercial un 6%. Un censo moderno arrojaría seguramente, como resultado, un muy considerable aumento en las carreras académicas y literarias, sin que se advirtiera, en cambio, un descenso en la participación de los judíos en las tareas mercantiles, y un aumento insignificante, o tal vez ninguno, en los oficios manufactureros. En Estados Unidos, casi todo el comercio mayorista, los "trusts" y los institutos bancarios, las riquezas del subsuelo y los principales productos de la agricultura, especialmente el tabaco, algodón y azúcar, están bajo el dominio absoluto de los financieros hebreos, o de sus agentes. También representan una vasta y todopoderosa fuerza, los periodistas judíos. "Gran número de fuertes almacenes se hallan en manos de empresas judías" – dice la Enciclopedia Judía, - aunque muchos de ellos, sino la mayoría, figuran bajo razones sociales no hebreas. Semitas son la mayoría y los más importantes propietarios urbanos, predominando asimismo en la vida teatral. Son los que dirigen también, y con total hegemonía toda la vida informativa del país. Aunque inferiores en número a cualquiera otra raza de las que viven entre nosotros, disponen, sin embargo, y diariamente, de una publicidad vastísima y siempre favorable a sus intereses. Esto no sería posible, sino fueran ellos mismos los que la regulan a su antojo. Werner Sombart en su libro Judaísmo y vida económica, dice que "si las cosas siguen desarrollándose en América en la misma forma que en esta última época, contrabalanceando las cifras de inmigración y aumento de las diversas nacionalidades, vemos en nuestra fantasía a los Estados Unidos dentro de cincuenta por cien años como un país poblado por negros, eslavos y judíos, entre cuya población los judíos, claro está, se habrán convertido en los dueños absolutos de toda la vida económica". Y tengamos en cuenta que Sombart es un sabio filosemita. Se plantea, naturalmente, un interrogante: puesto que judío está realmente en posesión de tal dominio, ¿cómo lo alcanzó? Norteamérica es un país libre. Los judíos representan únicamente un 3% de la población total; contra 3 millones de judíos existen 97 millones de no-judíos. Ya que el judío tiene poderío, ¿es ello consecuencia de su propia superioridad intelectual, o de la inferioridad e indolencia de los no-judíos? Resultaría fácil decir que los judíos llegaron a América, probaron fortuna como los demás y evidenciaron facultades superiores en la lucha por el éxito. Más esta consecuencia no tomaría en consideración todo los hechos existentes. Antes de formular otra 3 respuesta mejor, es preciso fijar: concretos. El primero de hechos es, que no todos los judíos se hicieron ricos. Existe también gran número de hebreos pobres, aunque la mayor parte de ellos continúa en posición independiente. Si bien es cierto que son judíos los principales amos financieros del país, no es verdad que cada judío sea uno de los amos. El que estas dos categorías de judíos deban distinguirse claramente, se impone desde el momento en que se analiza críticamente los métodos, que, por una parte, los judíos ricos y por otra los pobres, utilizan para alcanzar el poderío. En segundo término, la solidaridad judía torna muy difícil la tarea de medir los éxitos judíos y los no judíos por el mismo rasero. Cuando se hicieron posibles fuertes concentraciones financieras en Norteamérica con activa ayuda de grandes capitales transoceánicos; cuando arribaron a Norteamérica inmigrantes sólidamente apoyados por el capitalismo hebreo europeo, no sería justo apreciar la prosperidad de dichos elementos desde los mismos puntos de vista de los que se podría juzgar la lucha económica de inmigrantes alemanes o polacos, que arribaron a estas playas sin más medios de vida que su afán de trabajo e inteligencia. Cierto es que muchos judíos llegaron a América sin otro apoyo que su propio valer, pero, ello no obstante, no es posible decir que el predominio ejercido por el capitalismo hebreo sobre los asuntos del país sea exclusiva consecuencia de la inteligencia de los judíos, sino que tal predominio no representa más que la ampliación territorial del predominio financiero judío existentes ya en ultramar. Este es el punto básico en que debe apoyarse todo intento de explicación. Se trata de una raza que durante su época esencialmente nacional, componíase de campesinos, cuya disposición típica fue más espiritual que materialista; pueblo más bien de pastores que de negociantes, pero cuya raza, desde que se viera huérfana de suelo patrio y de gobierno propiamente dicho, y luego de haberse visto siempre y por doquier expuesta a persecuciones, debe pues indudablemente considerarse como la oculta pero verdadera dominadora del mundo entero. ¿Cómo es posible que surja tal acusación? ¿Y por qué la misma se apoya, al parecer, sobre innúmeros y circunstanciados hechos? Comencemos por el origen. Vivían los judíos durante el desarrollo de su carácter nacional bajo el imperio de una ley que tornaba imposibles tanto una riqueza como una pobreza excesivas. Los modernos reformadores organizan sobre el papel sistemas sociales inmejorables, harían bien echando una ojeada sobre el sistema social bajo el cual vivían los primitivos judíos. La ley mosaica al prohibir la usura, tornó imposible una aristocracia capitalista, que grandes financistas judíos la representan hoy justamente con la fácil y duradera fuente de ingresos que representan los intereses que imponen a sus deudores. Ni la usura, ni la especulación viéronse favorecidas por la antigua ley. No se practicaba usura con el suelo, pues la tierra se repartía entre el pueblo, y si bien un propietario podría perderla por su culpa, o por contratiempos, volvía la parcela, sin embargo, a la propiedad de la familia al cabo de 50 años. Empezaba cada vez una nueva época social, con el llamado año de gracia. Resultaba imposible bajo tal legislación, la formación de grandes feudos o de una casta de magnates financieros. El período de 50 años facilitaba la suficiente libertad para que la actividad personal pudiera manifestarse en la lucha por la vida. De haber sido los judíos en la Palestina y bajo la ley mosaica, una nación conservadora, jamás hubieran podido adoptar las formas financieras que hoy la caracterizan. Jamás se enriqueció un judío a costa de otro judío, como tampoco hoy los judíos llegan a ser ricos en mutua competencia, sino a costa de los pueblos no judíos, entre los que moran. La ley mosaica permitía al judío traficar con los extraños, de acuerdo con determinados principios morales, mas no con su "prójimo" de raza judía. Su ley, llamada de extranjeros, especificaba: "prestarás al extranjero con usura; con tu prójimo no debes hacerlo". Dispersos entre los demás pueblos, más sin mezclarse jamás íntimamente con ellos, y sin perder tampoco su marcadísima particularidad, tuvieron los judíos durante largos siglos las mejores oportunidades para poner en práctica dicha ley fundamental. Extraños en casa de extranjeros, que a veces se les mostraban cruelmente hostiles, con esta ley practicaban lo judíos un acto de justicia compensadora o penal. A pesar de ello, este solo hecho no hubiera bastado para explicar la superioridad judía en materia de fuerzas. La explicación deberá buscarse, más bien, en el judío 4 mismo, en una fuerza suya propia, es su destreza y en su moralidad específica. Desde sus comienzos, hallamos en la historia hebrea la tendencia de esta raza a erigirse como dueña de otros pueblos esclavizados. Aunque, al parecer, todas las profecías se dirigían a un despertar moral de toda la humanidad por Israel, a tal enunciado se opone manifiestamente, su tendencia dominadora. Esto es, al menos, lo que puede deducirse del tono en que se redactó el Antiguo Testamento. Según aquellas viejas historias, los judíos desobedecieron la orden divina de expulsar a los canaanitas, para que Israel no se contaminara con la perversión de aquel pueblo. Observando, sin embargo, la cantidad de fuerzas útiles que perderían con la expulsión de los canaanitas, optaron por hacerlos sus esclavos. "Y ocurrió que cuando Israel fortalecióse, convirtió a los canaanitas en sus tributarios, no expulsándolos". Esta desobediencia, que denota predilección por el dominio material, en vez de una hegemonía espiritual, marca el origen del que fue después perpetuo castigo y eterna angustia de los judíos. La dispersión de los judíos desde hace 2500 años, entre el resto de la humanidad, modificó fundamentalmente el plan salvador asignado a Israel. Los directores espirituales del moderno judaísmo seguirán declarando hoy, que la misión judía entre los pueblos del mundo es de esencia espiritual, pero tal afirmación muy poco tiene de convincente ante la absoluta carencia de pruebas prácticas. En el transcurso de toda la era moderna considera Judá a los otros pueblos, sólo desde el punto de vista de la explotación de sus fuerzas vitales en su provecho material. Mas la profecía queda planteada, según la cual, aun en tierras extrañas, hostigado adonde encamine sus pasos, llegara para Israel el día en que su destierro termine en una Nueva Palestina y que Jerusalén, según cantaban los antiguos profetas, tornara a ser el centro moral del mundo. Si el judío hubiese sido trabajador, cooperando en común con el resto de la humanidad, su dispersión seguramente no hubiese alcanzado tales proporciones. Pero como optó por hacerse mercader improductivo, su errante instinto le convirtió en aventurero a través de todas las tierras habitadas. Ya en épocas muy remotas, estuvieron los judíos en China. En Inglaterra hacen su aparición bajo los reyes sajones. Existían ya en América del Sur mercaderes judíos, cien años antes de la llegada de los Reverendos Padres peregrinos a Plymouth-Rock. Fueron judíos los que fundaron en 1492 la primera fábrica de Azúcar en Santo Tomás. En el Brasil ya estaban firmemente establecidos, cuando apenas existían en las costas del continente septentrional algunas míseras aldeas. Prueba su constante penetración el hecho de que el primer blanco nacido en Georgia fue un judío: Isaac Minis. La presencia de los judíos en todos los puntos del mundo habitado, y su innata coherencia nacional les conservaron como conjunto nacional entre los demás pueblos, cuyos agentes activos se agruparon por doquier. Su ascenso a la posición de señores de las finanzas mundiales, tuvo como causa primordial otra predisposición: su habilidad para inventar constantemente nuevos métodos usurarios. En tanto, el judío no apareció en la lucha de competidores, solía desarrollarse el comercio en formas relativamente simples. Si buscáramos hoy en los orígenes de muchos de los métodos comerciales que facilitan y simplifican nuestro intercambio, indudablemente tropezaríamos con algún nombre judío. Muchos de los indispensables instrumentos de giro y crédito, fueron inventados por negociantes judíos, no solo para el trafico entre si, sino, mas bien, para alucinar a los no judíos, con que comerciaban. La letra de cambio más antigua, fue librada por un judío, Simón Rubens. La letra a la vista es un invento hebreo, así como el cheque "al portador". Un interesantísimo capítulo de historia va ligado a este documento "al portador". Los enemigos de los hebreos les arrancaban muchas veces hasta el último centavo de sus riquezas, mas con sorprendente rapidez, estos volvían a rehacerse y eran ricos otra vez al poco tiempo. ¿Cómo es posible explicar este rápido alivio de una tan absoluta miseria? Es que su activo ocultábase sencillamente bajo la máscara de "al portador", y en esa forma, una parte de su propiedad podía siempre ser salvada. En las épocas en que admitíase el derecho del pirata de apresar todas las 5 mercaderías consignadas a hebreos, estos se defendían mediante el ardid de hacer viajar las mismas sobre conocimientos que no especificaban el nombre del destinatario, sino que iban "a la orden". La tendencia judía fue la de traficar de preferencia con mercaderías y no con personas. Antiguamente, todas las demandas ante la justicia eran de índole personal, pero el judío intuyó que las cosas le proporcionaban mas seguridad que las personas con las cuales traficaba, y supo conseguir que en adelante las demandas se hicieran contra las cosas. Además, este método ofrecíale la ventaja de permanecer mejor al margen. Resulta natural que dicho procedimiento introdujera en el comercio una nota de dureza, ya que se prefería traficar con cosas a negociar con personas, y esta dureza es la que perpetuóse hasta nuestros días. Otra institución, que se generalizo, y que se oculta con eficacia el enorme poderío logrado por los judíos, es del mismo origen que los documentos al portador: la sutileza que permite aparecer a una empresa dominada por el capital hebreo bajo un nombre que no hace la mínima insinuación de tal influencia hebrea. (Sociedad anónima. Sociedad por acciones). Es el judío el único y verdadero capitalista internacional. Pero en general no es su costumbre gritarlo a los cuatro vientos; prefiere utilizar a los Bancos y trusts no-judíos en calidad de agentes e instrumentos. La llamativa indicación de una "fachada" no-judía aparece con frecuencia unida con esa sugestiva manipulación. Igualmente el invento de la Bolsa de valores es un producto del talento financiero judío. En Berlín, París, Londres, Francfort y Hamburgo los judíos ejercían una influencia total sobre las primeras bolsas, y Venecia y Génova en las viejas crónicas aparecen con el hombre de "ciudades judías", donde lograron efectuar las mayores transacciones comerciales y bancarias. El banco de Inglaterra se fundó por consejo y ayuda de judíos holandeses inmigrados. Los bancos de Amsterdam y Hamburgo deben su origen a la influencia hebrea en dichos centros. Otro singular aspecto, relacionado con las persecuciones y correrías de los hebreos a través de Europa, es que adonde ellos iban marchaba el centro del tráfico mundial. Cuando vivían los judíos en España, estaba allí el centro mundial del oro. Con su expulsión perdió España su hegemonía financiera, que nunca volvería a recobrar. Los historiadores de la vida económica europea se esforzaron siempre por saber la razón del traslado de la preponderancia comercial de España, Portugal e Italia a los países del norte, Holanda, Inglaterra y Alemania, sin que ninguna de las razones aducidas haya logrado convencer. Pero si tenemos en cuenta que coincide tal transposición con la época de expulsión de los judíos de las naciones meridionales y su refugio en las del norte, y que con su arribo a esas regiones, comenzó allí el florecimiento comercial, sin interrupción hasta nuestros días, no parece difícil una explicación verosímil. Reprodújose siempre el hecho de que al irse los judíos, marche con ellos el mercado principal de los metales preciosos. La difusión de los hebreos a través de Europa y de todo el mundo, durante la cual cada comunidad judía unióse con todas las demás por vínculos de sangre, de fe y de padecimientos, les concedió la posibilidad de manifestarse como internacionales, en una forma que ninguna otra raza, ni comunidad de comerciantes en aquella época hubiera podido hacerlo. No sólo se establecían en todas partes (lo mismo ocurre también con italianos o rusos), sino que, allí donde estuvieren, guardaban íntimo contacto. Se hallaban ya organizados antes que las demás comunidades internacionales, justamente por éste sistema nervioso de la mancomunidad de la sangre. A numerosos escritores de la edad media llamóles la atención el hecho de que los judíos solían estar enterados de los sucesos europeos, antes de que lo fueran los mismos gobiernos. Conocían también el ulterior desarrollo de los acontecimientos, comprendiendo de inmediato infinitamente mejor las condiciones y mutuas relaciones políticas, que los propios diplomáticos de carrera. Propalaban las informaciones interesantes de grupo a grupo, de nación a nación, preparando así, 6 por instinto, el fundamento de la información financiera moderna, información que les resultó de incalculable valor para sus transacciones especulativas. Los conocimientos anticipados constituyeron, indudablemente una ventaja extraordinaria, en una época en que las informaciones todavía eran escuetas, lentas e inseguras, y les puso en condiciones de tornarse indispensables como intermediarios de los empréstitos de los Estados, negocio que los judíos siempre fomentaron. El judío trato siempre de tener a los Estados por clientes. Los empréstitos se emitían con frecuencia, en presencia de miembros de unas mismas familias financieras en los distintos países. Fueron estas familias las que, integrando una especie de directorio internacional, barajaban a reyes contra reyes, gobiernos contra gobiernos, explotando con una absoluta falta de conciencia las rebeldías nacionales existentes o provocadas en su propio y exclusivo provecho. Un reproche muchas veces repetido contra los financistas judíos modernos se basa precisamente en que prefieran ante todo este terreno para sus maquinaciones. Efectivamente, la mayoría de las críticas antisemitas no se dirigen contra el negociante particular judío con clientela privada. Millares de pequeños comercios judíos cuentan con nuestra general estima, y del mismo modo respetamos también a decenas de miles de hebreos particulares como vecinos nuestros. La crítica que con razón se dirige contra los financistas judíos no es pues originada únicamente por motivos raciales. Desgraciadamente esta aversión de raza, que como prejuicio conduce tan fácilmente a errores, deriva del hecho cierto de que en la cadena financiera internacional, que rodea al mundo entero, cada eslabón siempre corresponde a una cierta familia financiera judía, a un capitalista judío, o a un sistema bancario judío. Muchos pretenden ver en tal circunstancia una premeditada organización del poderío judaico para dominar a todos los otros pueblos del mundo, en tanto que hay quien lo explica tan sólo como el resultado de naturaleza y mutuas simpatías judías, o por el desarrollo natural del sistema familiar del comercio hebreo, que propende cada vez a abarcar más ramas en su actividad. Según las antiguas escrituras, crece Israel como la vid, que hace brotar siempre sarmientos nuevos, hundiendo cada vez más sus raíces; pero todo sigue formando parte de una misma planta. La facilidad de los hebreos para negociar con los gobiernos halla también su explicación en las antiguas persecuciones, en cuyos dolorosos momentos el judío comprendió el inmenso poder del oro sobre los caracteres venales. Allí donde se dirigía, le perseguía como una maldición la creciente antipatía popular. Los judíos, como raza, no se hicieron jamás simpáticos, hecho que el más ferviente hebreo no negará, aunque se esfuerce por ofrecer una explicación satisfactoria. Tal vez alguno que otro judío, como particular, goce de nuestra estima, y hasta es posible que determinados rasgos del carácter judío, detenidamente estudiados, nos resulten simpáticos. Sin embargo, una de las cargas que soportan los judíos como raza, radica en la antipatía colectiva de los otros pueblos. Existe esta antipatía en nuestra eran moderna, en países civilizados y en condiciones que, al parecer, tornan imposible toda persecución. El judío, en cambio, parece preocuparse muy poco de la amistad o enemistad de los demás pueblos, acaso por los fracasos de épocas pretéritas, o también, y con mayor verosimilitud, por suponerse hijos de una raza superior a todas las otras. Pero sea cual fuere el verdadero motivo, existe el hecho de que su tendencia principal se dirigió siempre a conquistar para sí reyes y nobleza. ¿Qué les importaba a los hebreos que los pueblos murmuraran contra ellos, en tanto los reyes y su corte fueran sus amigos? Así vimos existir siempre, hasta en las épocas más duras para ellos, un "judío de corte", que mediante sus préstamos y los grillos de la deuda, pudo penetrar a cada instante en la antecámara real. Fue siempre táctica judaica aquella del "camino recto al cuartel general". Jamás trato el judío de conciliarse con el pueblo ruso; buscó, en cambio, las simpatías de la corte imperial. Tampoco quiso nunca envolver en sus redes al Zar y a su Gobierno. En Inglaterra se reía el hebreo del pronunciado antisemitismo del pueblo inglés. ¿No tenía acaso, detrás suyo a toda la nobleza? ¿No apretaba en sus manos todos los hilos de la bolsa londinense? Dicha táctica de ir "derecho al cuartel general" explica perfectamente la omnipotente influencia que tiene el judaísmo sobre tantos gobiernos y la política de los pueblos. Semejante táctica pudo 7 desarrollarse con facilidad por la habilidad del judío de poder ofrecer en cualquier momento aquello que los Gobiernos precisaban. Cuando se trataba de un empréstito, intervenía al punto el judío de corte, facilitándolo con ayuda de hebreos de otras capitales o centros financieros. Si un gobierno quería saldar una deuda vencida, pero sin confiar el precioso metal a un convoy a través de terrenos peligrosos, también aparecía el judío, que se hacía cargo del asunto; extendía sencillamente un papel, y cualquier institución bancaria establecida en la otra capital pagaba el importe. Cuando por primera vez se proveía un ejército con pertrechos modernos, igualmente se encargaba de ello un judío que poseía el dinero suficiente y disponía también del sistema adecuado. Lograba, además, la satisfacción de convertirse en acreedor de toda una nación. Esta táctica, que prestó a aquella raza servicios admirables hasta en las mayores adversidades, no ofrece hoy el menor indicio de modificación. Bien puede comprenderse que el judío, al notar la enorme influencia que su raza numéricamente tan insignificante ejerce actualmente sobre la mayoría de los gobiernos, considerando la desproporción entre el número y el poder de su pueblo, quisiera ver en tales hechos una fehaciente prueba de una superioridad racial. Es preciso hacer presente también que se sigue acreditando la astucia judía en inventar de continuo nuevas formas comerciales, como asimismo la facilidad de amoldarse a situaciones distintas. Suelen ser judíos los primeros que en tierras extranjeras fundan sucursales bancarias a fin de asegurar a los representantes de la casa central todas las ventajas posibles, desde un comienzo. Durante la Guerra hablóse mucho de las "victorias pacíficas" que el gobierno alemán habría logrado, fundando en los estados unidos filiales o sucursales de negocios alemanes. Es innegable que existieron muchas sucursales alemanas en nuestro país; pero no hay que olvidar, por otra parte, que en la mayoría de los casos no se trataba de empresas alemanas, sino de relaciones hebreas. Los viejos comercios alemanes fueron demasiado conservadores para, ni siquiera en los Estados Unidos, adular a la clientela. Las casas judías, en cambio, no eran tan conservadoras, sino que vinieron a América y apresuraron los negocios. La competencia obligó a las buenas casas alemanas a hacer otro tanto. Pero en su origen, la idea fue judía, no alemana. Otro método comercial moderno de origen directamente judío consiste en la fusión o consorcio de industrias afines. Cuando se adquiere, por ejemplo, una central eléctrica, se tiende a adquirir después la empresa tranviaria que consume la corriente de dicha central. La finalidad de esta política es, adueñarse de los beneficios en toda la línea, desde la producción de la corriente hasta el boleto del tranvía. Pero la causa fundamental estriba en aumentar el precio de la corriente para el tranvía mediante influencia en ambas empresas, y también poder establecer las tarifas para el público. Aquella empresa que se halla en contacto más directo con el consumidor, declara entonces que tiene que aumentar las tarifas porque sus propios gastos, aumentaron, ocultando, sin embargo, que dicho aumento fue ordenado por los sus mismos copropietarios, y no por circunstancias exteriores independientes. Existe, actualmente, en el mundo, una potencia financiera central, que efectúa sus jugadas por doquier, de una manera admirablemente organizada, constituyendo el mundo su tablero y su postura el dominio mundial. Los pueblos modernos perdieron ya la confianza en la tesis de que las "condiciones económicas" tienen siempre la culpa de los sucesos desagradables. Bajo la careta de "crisis económicas" se ocultan fenómenos que no obedecen a ninguna ley natural, sino que provienen exclusivamente del crudo egoísmo de determinados elementos, que poseen la voluntad y el poder de esclavizar a la humanidad bajo su absoluto dominio. Numerosos fenómenos pueden ser de carácter nacional; que también lo sea la vida económica de los pueblos, no lo cree nadie. Esa economía es internacional, y se advierte en el hecho de que en todo su vasto campo no existe competencia nacional alguna. Existen, en efecto, algunas casas bancarias independientes, mas no hay ningún banco importante que lo sea. Los grandes dirigentes, los contados individuos que abarcan todo el complicado plan de la jugada, tienen a su disposición 8 numerosos institutos bancarios y trusts, poseyendo cada uno de ellos una determinada misión que cumplir y sin que entre ellos existen divergencias de opiniones. Ninguno trabará jamás el juego del otro ni habrá competencias serias entre los distintos factores del gran negocio mundial. Entre los principales bancos de cada país existe idéntica cooperación que entre los diversos negociados, por ejemplo, el servicio postal de cualquier Estado, pues todos son uniformemente dirigidos desde un núcleo central y hacia un mismo fin. Antes de la gran guerra, adquirió Alemania enormes cantidades de algodón en los Estados Unidos, cargamentos fabulosos estaban listos para ser embarcados. Al estallar la guerra, y en una sola noche, transfirió el derecho de propiedad de nombres judíos hamburgueses a nombres judíos londinenses. Mientras se escriben estas líneas, se vende ese algodón en Inglaterra a un precio más bajo que rige actualmente en Norteamérica, por lo cual se rebajan también los precios norteamericanos. Cuando se hayan rebajado estos precios lo suficiente, será adquirido el algodón por personas previamente enteradas de la jugada, logrado lo cual volverán a subir. Entretanto, las mismas potencias que provocaron las oscilaciones, inexplicables al parecer, del mercado algodonero, han manumitido a la Alemania derrotada convirtiéndola en el jamelgo mundial. Determinados grupos aferran este algodón firmemente en sus garras, en parte lo prestan a Alemania para su elaboración, dejan un pequeño margen para pagar la mano de obra, y dañan a toda la humanidad con la burda mentira de que apenas existe algodón en el mundo entero. Al analizar hasta su origen, estos métodos inhumanos e inmorales, se hallará que todos los responsables tienen un carácter marcadamente común. ¿Es posible asombrarse de la importancia que adquiere el aserto que dice: "Esperad hasta que Norteamérica comience ocuparse seriamente de la cuestión judía"? Es una incontrovertible verdad que la situación en que el mundo entero se encuentra actualmente, no puede razonarse únicamente desde el punto de vista económico, como tampoco debe atribuirse a la "falta de caridad del capital". Cierto es que el capital jamás se esforzó en hacer justicia a las exigencias del trabajo hasta ahora, habiendo llegado este último hasta los extremos límites de lo posible. Pero, ¿qué ventajas lograron uno y otro? El trabajo creyó hasta hoy que el capital era la negra nube que se cernía encima de él, y consiguió alejarla. Pero ocurrió que por encima de esta nube aparecía otra todavía más densa, que ni el capital ni el trabajo en sus enconadas luchas habían advertido. Esta nube no ha desaparecido hasta este momento. Lo que suele llamarse en el mundo "capital" es por lo general dinero invertido en objetivos de producción. Obreros y empleados llaman "capitalista" erróneamente al "manager" o director de una empresa que les proporciona los medios de vida; estas personas no son capitalistas, sino que a su vez deben recurrir también al verdadero capitalista, para que les facilite los medios financieros para su obra. Es este capitalismo una potencia que actúa por encima del industrial y que le trata con mucha mayor dureza de lo que él mismo jamás se atrevería a tratar a sus obreros. Esta es una de las grandes tragedias de nuestra época: el "capital" y el "trabajo" luchan entre sí, cuando ni uno ni otro poseen los medios para reformar las condiciones bajo las que ambos sufren de modo intolerable, a menos que en mancomunada colaboración hallasen un medio para arrebatarles el poder a aquellos financistas, que no sólo crean tales condiciones, sino que las explotan a su paladar. Existe un súper-capitalismo, basado exclusivamente en la ilusión de que el oro es la suprema felicidad. Existe también un súper-gobierno que, sin alianzas con ningún otro gobierno, actúa independientemente de todos ellos, haciendo pesar, no obstante, su dura mano sobre unos y otros. Existe, finalmente, una raza, parte ínfima de la humanidad, que jamás ni en parte alguna ha sido bien recibida y que, sin embargo, consiguió elevarse a un poderío tal, que ni las más soberbias razas hubiesen pretendido, ni siquiera Roma en los tiempos de su más espléndido poderío. Cada vez más, la humanidad toda, adquiere la convicción de que el problema obrero, el de los jornales, el de la reforma agraria y tantos otros, no podrán resolverse mientras la cuestión primordial de este 9 poderío financiero internacional no haya sido resuelta. Reza un antiquísimo proverbio: "Al vencedor, el botín". Y debemos creer hasta cierto punto en la verdad de este proverbio, cuando escasos miembros de una raza poco populosa y siempre despreciada lograron alcanzar tal preponderancia; o tienen que ser superhombres, contra los que no vale resistencia alguna, o son entes vulgares, a los que el resto de la humanidad, harto tolerante, permitió que llegasen a un grado injusto y malsano de predominio. Si los judíos no son superhombres, los no-judíos deberán reprocharse a sí mismos por lo ocurrido. Por lo tanto, debe encararse el asunto desde nuevos puntos de vista y analizar detenidamente las experiencias vividas en otros países. II COMO SE DEFIENDE ALEMANIA CONTRA LOS HEBREOS (1) En constante progreso, la humanidad ocupase abiertamente de combatir enfermedades sobre las que antes creíase necesario extender el manto de la vergüenza y del silencio. No progresó todavía hasta este punto, la higiene política. La causa fundamental de la dolencia del cuerpo nacional alemán radica en la excesiva influencia judía. Si era ya esa la convicción de algunas claras inteligencias desde hace muchos años, ya es hora de que empiecen a darse cuenta de ellos las masas menos inteligentes. Lo cierto es que la vida política alemana toda gira en torno de tal idea, y ese hecho no es posible ocultarlo ya por mas tiempo. En opinión de todas las clases sociales, tanto la derrota luego del armisticio, como la revolución y sus consecuencias, bajo las que el pueblo sucumbe, son obra de la astucia y de un premeditado plan judío. Esto asevérase con toda precisión; se aducen un sinnúmero de pruebas efectivas, y se supone que oportunamente la Historia se encargará de completar la documentación. El judío, en Alemania, es considerado solo como un huésped que, abusando de la tolerancia, pecó con su inclinación hasta el dominio. En efecto; no hay en el mundo mayor contraste que el existente entre la raza germana pura y la hebrea. Por esta razón no existe, ni puede existir mancomunidad entre ambas. El alemán no ve en el judío más que al huésped. En cambio, el judío, indignado por que no se le conceden todas las prerrogativas del indígena, alimenta un odio injusto contra el pueblo que le aloja. En otros países logro el judío mezclarse mas fácilmente con el pueblo indígena y acrecentar su poderío con menos trabas, mas en Alemania no le fue posible. El judío odia por esto al pueblo alemán y, precisamente, por esta misma razón, aquellos pueblos en que la influencia judía predominaba en mayor grado, demostraron durante la lamentable guerra mundial el más exacerbado odio contra Alemania. Fueron judíos los que predominaron casi exclusivamente en el enorme engranaje informativo mundial, que fabricó la "opinión pública" con respecto a Alemania. Los únicos que resultaron beneficiados con la Gran Guerra fueron en realidad los judíos. Claro esta que no basta decirlo, es menester comprobarlo. Efectuemos un examen de los hechos. ¿Qué ocurrió luego de pasar Alemania del viejo a nuevo régimen? En el gabinete de los Seis, usurpador del puesto del Gobierno Imperial, predominaba en absoluto la influencia de los judíos Haase y Landsberg. Haase dirigía las relaciones exteriores, en lo cual fue secundado por el judío Kautsky, un checo que en 1918 ni siquiera poseía la ciudadanía alemana. El hebreo Schiffer ocupo el Ministerio de Hacienda, con su correligionario Benstein como subsecretario. En el Ministerio de la Gobernación mandaba el semita Preuss, con la ayuda de su amigo el judío Freund. El hebreo Fritz Max Cohen, ex corresponsal en Copenhague del diario pan-judío: "Frankfurter Zeitung", fue designado jefe omnipotente del servicio oficial de informaciones. El gobierno prusiano era la segunda parte de esa constelación. Los hebreos Hirsch y Rosenfeld presidieron el gabinete, encargándose Rosenfeld del Ministerio de Gracia y Justicia, en tanto Hirsch desempeñaba la cartera de Gobernación. El judío Simon fue designado secretario de Estado en El Ministerio de Hacienda, cuyos funcionarios eran todos hebreos. El judío ruso Futran fue nombrado 10 director de enseñanza, en colaboración con el hebreo Arndt. El cargo de director de Colonias, fue desempeñado por el judío Meyer-Gerhard, en tanto que el semita Kastenberg desarrollo sus actividades en calidad de director del negociado de Letras y Artes. La secretaria de Alimentación se puso en manos del judío Wurm, cooperando en el Ministerio de Fomento con los hebreos Dr. Hirsch y Dr. Stadthagen. El semita Cohen ocupo la presidencia del Consejo de Obreros y Soldados, nueva institución en que desempeñaban altos cargos los judíos Stern, Herz, Lowenberg, Frankel, Israelowitz, Laubenheim, Seligsohn, Katzenstein, Lauffenbeg, Heimann, Schlesinger, Merz y Weyl. El judío Ernst fue designado jefe de la policía de Berlín, puesto que en Francfort ocupo el hebreo Sinzheimer, y en Essen el judío Lewy. El semita Eisner se nombro a si mismo en Munich Presidente del Estado de Baviera, designando su ministro de Hacienda al judío Jaffe. Industria, Comercio y Tráfico en Baviera estuvieron bajo las órdenes del hebreo Brentano. Sus correligionarios Talheimer y Herman ocuparon altos cargos en los Ministerios de Würtemberg, en tanto que el judío Fulda gobernaba en Hessen. Dos delegado alemanes a la conferencia de la paz eran judíos, mientras que un tercero fue conocido incondicional instrumento del judaísmo. Abundaban, además, en la delegación alemana, judíos adjuntos y peritos, tales como Max Warburg, Dr. von Strauss, Merton, Oscar Oppenheimer, doctor Jaffe, Deutsch, Brentano, Bernstein, struck, Rathenau, Wassermann y Mendelsohn- Bartholdy. La proporción de hebreos en las delegaciones de otros gobiernos en la conferencia de la paz, pudo comprobarse fácilmente, leyendo las crónicas de los periodistas no-judíos. Parece que solo a estos haya llamado la atención, en tanto que los corresponsales judíos prefirieron callar, seguramente por prudencia. Nunca se había manifestado en Alemania la influencia judía tan acentuadamente como durante la guerra. Apareció con la resuelta certeza de un cañonazo, como si todo hubiese estado preparado de antemano. Los judíos alemanes no fueron durante la guerra patriotas alemanes. Aunque este hecho, en opinión de los países enemigos de Alemania, no puede considerarse precisamente como una falta, permite, empero, apreciar en su justo valor las vehementes protestas de absoluta lealtad de los israelitas hacia aquellos países en que casualmente viven. Por razones que trataremos mas adelante, afirman serios pensadores alemanes que es de todo punto imposible que un judío sea jamás patriota. Es opinión general, que todos los hebreos arriba citados nunca hubiesen alcanzado aquellos cargos sin la revolución. Y la revolución, en cambio, no habría estallado sin que ellos mismos la hubieran preparado. Es verdad, también, que en Alemania no faltaron insuficiencias, mas estas el mismo pueblo alemán las hubiese podido rectificar, y seguramente lo habría hecho. Precisamente en este caso, las causas de estas insuficiencias que arruinaban la moral pública e imposibilitaban toda reforma, estaban bajo la influencia judía. Dicha influencia, que por sobre toda otra causa es la culpable del desmoronamiento del Imperio alemán, puede resumirse en los tres siguientes grupos: 1º el bolcheviquismo, que se oculto bajo el manto de socialismo; 2º el capitalismo hebreo con su preponderancia en la prensa, y 3º el control judío de la alimentación del pueblo alemán, y el de toda su vida industrial. Existe todavía un cuarto grupo, "que apunta mas alto", pero los tres citados fueron los que obraron mas directamente sobre los sentidos populares y las masas. Como es probable que tales conclusiones alemanas puedan ser puestas en tela de juicio por aquellos cuya opinión se fue formando bajo la influencia de la prensa judía, vamos a citar aquí un concepto del corresponsal del diario londinense "Globe", Mr. George Pitter-Wilson. Este observador expreso en abril de 1919 que "el bolcheviquismo significa la expropiación de todas las naciones 11 cristianas, de modo que ningún capital quedara en manos cristianas, y que los judíos en conjunto ejercerán a su antojo el dominio del mundo". Ya en el transcurso del segundo año de la guerra, alemanes y judíos expresaban que era indispensable una derrota de Alemania para la emancipación del proletariado. El socialista Stroebel dijo: "Declaro con toda franqueza que la total victoria de Alemania no favorecería los intereses de la socialdemocracia". Por doquier se afirmaba que la elevación del proletariado seria casi imposible en Alemania vencedora. Estos breves ejemplos de entre los innumerables que podríamos traer a colación, no tienen por objeto volver a examinar toda la cuestión de la guerra; tienden solamente a demostrar que numerosos judíos de los llamados alemanes olvidaron sus deberes hacia el país cuya ciudadanía ostentaba, uniéndose con todos los otros hebreos enemigos, con objeto de preparar la caída de Alemania, Tal objeto, según veremos mas adelante, no fue, ni con mucho, el de liberar a Alemania del militarismo, sino el de precipitar a todo el pueblo germano en un estado caótico, que les permitiera adueñarse del poder. La prensa alemana, tímidamente al principio, abiertamente después, hacia suyas estas tendencias de los portavoces hebreos. El "Berliner Tageblatt" y la "Münchener Neuste Nachritten" fueron en el transcurso de la guerra órganos oficiosos o semioficiosos del gobierno alemán. El primero de estos diarios defiende estatualmente los intereses semitas en Alemania, en tanto que el segundo se muestra completamente bajo la influencia del judaísmo organizado. "Frankfurter Zeitung" es también genuinamente judío. De este periódico dependen innumerables hojas de mayor o menor importancia. Todas estas publicaciones no son sino ediciones alemanas de la prensa mundial judía antialemana, siendo su tendencia completamente la misma. Esta intima cooperación de la prensa de todas las naciones, que se denomina prensa universal, debería examinarse muy escrupulosamente desde este punto de vista para demostrar a toda la humanidad los secretos de cómo y con que oculto fin se prepara diariamente la formación de la opinión publica. Al estallar la guerra pasaron todos los víveres y material bélico a manos hebreas, des de cuyo instante empezó a evidenciarse tal falta de probidad que socavóse la confianza de los combatientes. Tal como los demás pueblos patrióticos también supo el alemán que toda guerra implica sacrificio y sufrimientos, y desde el primer día se mostró dispuesto a sobrellevarlos. Ahora, en cambio, comprendieron los alemanes que han sido explotados por una pandilla de judíos, que todo lo habían preparado para extraer enormes beneficios de la miseria general del pueblo germano. Allí donde era posible especular con las necesidades del pueblo, o que se presentase la oportunidad de obtener ganancias intermedias ya fuera en bancos, sociedades de guerra, empréstitos públicos, o en ministerios que hacían gigantescos pedidos de material bélico, aparecían los judíos. De pronto desaparecieron, para volver a ofrecerse más tarde con un fabuloso aumento de precios, artículos de consumo, de abundante existencia. Las sociedades de guerra fueron dominios judíos. Aquel que poseía dinero pudo adquirirlo todo, hasta tarjetas de racionamiento, con el las que el gobierno se esforzó en una labor sobrehumanas para repartir equitativamente los víveres entre toda la población. Los hebreos triplicaban los precios de aquellos artículos que compraban a espaldas de la distribución oficial, afluyendo así una abundante creada de oro a sus bolsillos. Debido a estas existencias ocultas, de que disponían los judíos, fallaron todos los cálculos y censos del gobierno. La moral pública inquietóse ante semejante fenómeno. Se formularon demandas y se iniciaron procesos, pero cuando los asuntos se fallaban, siendo judíos tanto los jueces como los inculpados, todo terminaba con un sobreseimiento casi general. Por el contrario, si el acusado el alemán, se le condenaba a multas, que también hubiesen debido imponerse a los demás. Estúdiese el país desde este punto de vista, escudríñese Alemania por doquier, escúchese la voz y la opinión públicas, y se oirán siempre en todas partes que éste abuso de su poder durante la guerra se grabó en el alemán alemana como impreso con un hierro candente. Y en tanto que dichas influencias socavaban las masas populares, otras más elevadas, en sentido panjudío, pesaban sobre el gobierno de Bethmann Hollweg fueron, entre otros: el poderoso naviero Ballin; después Teodoro Wolf, redactor en jefe del "Berliner Tageblatt", y miembro de la prensa panjudia; von Gwinner, director del "Deutsche Bank", aliado por vínculos de parentesco con la importante empresa bancaria internacional de los semitas Séller; y Rathenau, representante de las 12 grandes concentraciones industriales y financieras hebreas en Alemania. Formaban estos personajes el Cuartel General judío y ejercían su influencia sobre el gobierno, tal como los demás lo hacían con las masas populares. El hebreo adinerado podía perfectamente comprarse la posición anhelada en la sociedad por encima de las capas sociales directamente interesadas por Alemania, mas, ¿cómo logro el judío pobre el reconocimiento que deseaba? Porque impulsaba a todos los judíos esta misma tendencia, que llevan en la sangre: el afán de dominación. Si se explica el sojuzgamiento de las clases elevadas por la riqueza judía, será un tanto difícil comprender la conquista de las masas populares por los hebreos, que no poseían más medios financieros que aquellos que en el momentáneo caos pudieran tener o haberse apoderado. Se admite que el judío en esencia, no sea anarquista o destructor. Es, empero, el bolchevique mundial, y en especial el causante de la revolución en Alemania. Su anarquismo no es innato, sino que constituye para el un medio para alcanzar mayor objetivo. El hebreo rico no es anarquista, porque puede lograr su objeto por caminos más suaves, en tanto que el judío pobre no dispone de otros medios que los violentos para enriquecerse. Sin embargo judíos ricos y judíos pobres caminan del brazo largo trecho. No se quiebra entre ellos el vínculo de simpatía de raza, porque de triunfar la anarquía, ocupara el hebreo pobre su puesto junto al hermano rico, y si el movimiento fracasara, habrá abierto nuevos surcos, donde el hebreo rico pueda seguir desarrollando sus planes. No podía el judío pobre franquear en Alemania la barrera del germanismo opuesta a sus propósitos, sino destruyéndola. En Rusia acaeció otro tanto. La estructura social alemana pudo mantener al judío en un plano de orden, dentro del cual pudiera causar el menor daño posible. Tal como la Naturaleza suele enquistar cuerpos extraños en el organismo, instintivamente operan las naciones con el judío. Empero, en la vida moderna, invento el judío un medio para usurpar el sitio ansiado: forzar las barreras en la tiniebla revolucionaria. Cuando se hundió Rusia, ¿Quién fue el primero en aparecer a la luz de los acontecimientos? ¡El hebreo Kerensky! Mas sus planes no fueron lo suficientemente radicales, razón por la cual le sucedió Trotzky, otro hebreo. Trotzky comprendía que en América el orden social estaba demasiado bien fundamentado, y por eso ataco en el punto más débil: Rusia, desde donde supone poder ir destruyéndolo todo en el mundo entero. Actualmente, en Rusia, hay un judío en cada comisario. Los cronistas de los sucesos rusos coinciden en la apreciación de que dicho país se halla en completa disolución. Tal vez sea así, pero no se refieren tales juicios a la situación de los hebreos en Rusia. De sus madrigueras irrumpen los rusos judíos como un ejército organizado, moviéndose en el desorden artificialmente producido, tal como si a cada uno de ellos le hubiese sido otorgado un puesto de antemano. Otro tanto ocurrió en Alemania. Era preciso que la muralla del orden alemán fuese destruida, para que los hebreos pobres pudieran satisfacer sus ambiciones. Una vez abierta la brecha, irrumpirían por ella los judíos, ubicándose en todos los puestos del gobierno, para afirmarse así sobre el pueblo germano. Se explica así por que los judíos fomentan en todas las naciones del mundo los movimientos rebeldes latentes. Sabemos que en Norteamérica los jóvenes judíos proclaman ideales que de realizarse hundirían al país. De primer intento aparece como blanco de sus ataques el "capitalismo", idéntico para ellos a la actual gobernación por los no-judíos. Los verdaderos capitalistas del mundo, los que lo son por y para el capital propiamente dicho, son en realidad propios judíos; y no podemos suponer que estos deseen combatir al capital. Por el contrario, lo que ellos ansían es el dominio único, sobre todos los capitales del mundo, y es innegable que hace largo tiempo van por buen camino para lograrlo. Será entonces necesario, tanto para Alemania como en Rusia, distinguir claramente entre los métodos de los hebreos ricos y de los pobres; los unos se ocupan de sojuzgar los Gobiernos, y los 13 otros de conquistarse las masas populares, pero ambos tienden a un mismo e idéntico fin. No propenden los métodos de acción de las clases bajas judías solo a librarse de la repulsión racial, sino que ansían francamente el poder. Es esta voluntad de dominar la que caracteriza su espíritu. La convicción actual de Alemania a este respecto se expresa así: "La pasada revolución fue una evidente manifestación de la innata voluntad dominadora de los judíos; los partidos políticos, socialista, demócrata y progresista no son sino instrumentos de aquella idea. La llamada "dictadura del proletariado" es real y efectivamente la dictadura de los hebreos sobre el pueblo alemán, con ayuda y por intermedio del proletariado". Tan súbitamente abrieron los alemanes los ojos, tan violentamente manifestóse esta reacción, que el judaísmo alemana no tuvo mas remedio que replegarse, cediendo como por encanto todo lo directamente en contacto con el pueblo germano y su administración, a individuos de sangre alemana, o por lo menos mestiza. Más no cedieron por esto también al mismo tiempo el poder. Lo que pueda ocurrir en lo futuro en Alemania, no es posible preverlo, pero no cabe duda que los alemanes sabrán dominar la situación, estudiando y utilizando los medios adecuados y eficaces que fueran necesarios. En cambio, el ulterior desarrollo en Rusia apenas si deja lugar a dudas. Cuando se cumpla el destino de ese país, lo contemplara horrorizado el mundo entero. Puede resumirse como sigue la interpretación general de los alemanes y rusos: Es el judaísmo la potencia mejor organizada del mundo, con métodos mucho más rígidos todavía que los del Imperio Británico. Integra un Estado, cuyos súbditos le obedecen incondicionalmente, allí donde vivan, sean pobres o ricos, y este Estado, injertado dentro de los demás Estados, se llama en Alemania "Pan-Judea" (All = Juda). Predomina este Estado pan-judaico mediante el capitalismo y la prensa, o sea mediante dinero y difusión o propaganda. Es Pan-Judea el único entre todos los Estados del mundo que ejerce realmente un dominio universal; todos los otros solo pueden y quieren ejercer un dominio nacional. El principal propulsor del pan-judaísmo es su dominio de la prensa. Las producciones técnicas, científicas y literarias del moderno judaísmo son exclusivamente de índole periodística y se basan en la admirable facultad del hebreo para asimilarse a las ideas ajenas. Capital y periodismo se reúnen en el rubro "Prensa", que constituye el verdadero instrumento del predominio judío. La administración del Estado Pan-Judío se halla admirablemente organizada. Su primitiva sede fue París, pero ahora ocupa el tercer lugar. En la pre-guerra Londres fue la primera y Nueva York la segunda capital del Pan-Judea. Es preciso esperar para cerciorarnos si Nueva York será la que derrote a Londres, pero la tendencia general marca el rumbo hacia Norteamérica. Si Pan-Judea no se halla en situación de sostener en forma continua una fuerza armada de mar y tierra, otros Estados se encargan de tal servicio. Es hoy su escuadra la británica; consiste su tarea en rechazar todo ataque que pudiera dirigirse contra los intereses marítimos y económicos pan- judíos desde cualquier origen. Pan-Judea garantiza en cambio a Gran Bretaña el tranquilo desarrollo de su poderío político y territorial; Pan-Judea sojuzgo la Palestina al cetro británico. Allí donde existe un núcleo militar pan-judío, sin distinción de uniforme o bandera de combate, colabora siempre estrechamente con el poderío naval británico. Encarga Pan-Judea la administración de las diversas "zonas de influencia" a gobiernos "indígenas", reservándose la inspección general sobre los mismos. No se opone el judaísmo a una distribución nacional permanente del resto del mundo no-israelita. Los hebreos no se unificaran jamás con otra nación, pues representan por si "la nación" que siempre fue y seguirá siendo inencontrable. 14 Puede Pan-Judea hacer la guerra y la paz, recurriendo en casos de resistencia a "soltar la jauría" de la anarquía, luego de la cual también puede, si lo desea, volver a restablecer el orden. En todo caso, hacer vibrar Pan-Judea la musculatura y el sistema nervioso de otros pueblos en la forma más conveniente a los intereses financieros de su propia raza. Como Pan-Judea dispone a su guisa de las fuentes de información del mundo entero, esta siempre en condiciones de preparar la opinión publica mundial para sus más inmediatos fines. El mayor peligro esta en la forma como se "fabrican" las noticias y como se moldea el pensamiento de pueblos enteros en sentido pan-judaico. Mas cuando alguien descubre estas manipulaciones y llama la atención publica revelando la mano judía en estas jugadas, se provoca al punto un gran clamoreo en la prensa mundial sobre el infame "antisemitismo". La causa verdadera de toda persecución, originada siempre por una esclavitud previa de los pueblos por el dominio financiero hebreo, no llega a conocerse jamás en público. Pan-Judea asienta sus legaciones "fantasmas" en Londres y Nueva York. Apagada su sed de venganza contra Alemania, trata de sojuzgar a otras naciones. Gran Bretaña ya esta entre sus garras. En Rusia lucha todavía por el poder, y los auspicios no son desalentadores. Los Estados Unidos, merced a su excesiva tolerancia con todas las razas, les brindan un campo favorable de experiencias. Cambia el escenario de la acción, pero el hebreo siempre sigue siendo el mismo a través de tierras y de siglos. (1) Los datos del presente capítulo son aporte del doctor W. Liek, autor de la obra: “Participación del judaísmo en la derrota de Alemania”. Parece a primera vista que sea precisamente la vida económica estadounidense la desarrollada con independencia de los judíos... A pesar de ello sigo opinando que los Estados Unidos (acaso mas que ningún otro país), están saturados del espíritu judío. Esto se advierte en muchos aspectos, especialmente por quienes se hallan en condiciones de formarse un juicio independiente. En presencia de este hecho, ¿no esta tal vez justificada la opinión de que los Estados Unidos deben su existencia a los judíos? Y siendo así, queda mas justificada la afirmación de que fue justamente la influencia judía la que otorgo al país el sello que la caracteriza: el americano estadounidense. Porque lo que comúnmente se llama "american", no es sino el espíritu semita destilado. (Werner Sombart. "Los judíos y la vida económica"). III HISTORIA DE LOS HEBREOS EN LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTE AMERICA La historia de los hebreos en América empieza por Cristóbal Colón. El 2 de agosto de 1492, fueron expulsados de España más de trescientos mil judíos, acontecimiento que provocó en forma paulatina la decadencia del poderío ibero. Al día siguiente, Cristóbal Colon zarpaba en dirección a Poniente, marchando con el cierto número de judíos. Estos no eran, ni con mucho, fugitivos, ya que los planes del intrépido navegante hacia tiempo que interesaban a los judíos influyentes. El propio Colón declara que mantenía relaciones con judíos. El destinatario de la primera carta en que detalla su descubrimiento era un hebreo. Efectivamente, este gran acontecimiento, que dió otro mundo al mundo, se realizó merced a la influencia de judíos. La hermosa leyenda de que la reina Isabel con el valor de sus joyas proporcionara los medios para efectuar la expedición, no halla asidero ante una crítica seria. Ejercieron gran influencia en la Corte Real tres "guarros", o sea tres judíos secretos: Luis de Santángel, opulento comerciante valenciano, arrendatario de las contribuciones reales; su pariente Gabriel Sánchez, Tesorero Real, y un amigo común, el camerlán Juan Cabrero. Los tres describieron a la reina Isabel el tesoro real como totalmente agotado, instigando constantemente su fantasía con la brillante perspectiva que se le abriría descubriendo Colón las fabulosas riquezas Indias en beneficio de la corona de Castilla. Lograron así que la reina accediera a entregar sus joyas personales para equipar la expedición. Pero Santángel solicitó y obtuvo 15 autorización para adelantar de su propio peculio el dinero necesario, unos 17.000 ducados, que equivalen, según el valor actual de la moneda, a unos 160.000 dólares, y es mas que probable que el préstamo excediera de los gastos realizados de la empresa. Se tiene entendido que con Colón se embarcaron cinco judíos: Luis de Torres, en calidad de interprete; Marco, como cirujano; Bernal, de profesión medico; Alonso de la Calle, y Gabriel Sánchez. Los instrumentos astronómicos y los mapas marítimos provenían de judíos. Luis de Torres fue el primero en pisar tierra y el primero en intuir el empleo del tabaco. Establecióse en Cuba, y se le puede considerar como patriarca del presente absoluto dominio sobre la industria tabacalera mundial. Los protectores del Colón, Luis de Santángel y Gabriel Sánchez, lograron grandes prerrogativas por su participación en la empresa. Colon, en cambio, cayo en desgracia debido a las intrigas de Bernal, su medico judío, recibiendo en recompensa injusticias y prisiones. Desde un principio consideraron los judíos a América como un país de promisión. Su inmigración a la América del sur, especialmente al Brasil, empezó al punto y en masa. A raíz de su participación armada en un conflicto suscitado entre brasileños y holandeses, optaron muchos hebreos brasileños por emigrar hacia la colonia holandesa más septentrional, donde actualmente se encuentra Nueva York. Pedro Stuyvesant, gobernador holandés, se opuso a esa inmigración judía, exigiendo su expulsión. Pero los hebreos, al parecer, habían adoptado precauciones para que, aunque no fueran muy bien recibidos al menos se les admitiera, porque al revocarse la orden de expulsión extendida por Stuyvesant, citaron los directores de la Sociedad Colonial Holandesa como causa de la admisión de los hebreos los grandes capitales que estos habían invertido en “participaciones” de dicha sociedad. Sin embargo, vedóseles el desempeño de cargos públicos y el comercio minorista, lo que tuvo por consecuencia que se dedicaran a la exportación, en cuyo ramo y merced a sus múltiples relaciones europeas, consiguieron el monopolio al cabo de breve tiempo. Tenemos con ello una de las tantas pruebas de la habilidad judía. Cualquier prohibición en un sentido les facilita magnificas ventajas en otro. Prohibiendo al hebreo comerciar con ropas nuevas, dedicóse al comercio de ropas usadas, con lo cual, efectivamente, creo las bases para el comercio tan magníficamente organizado de prendas de segunda mano. Al cerrársele el comercio minorista, se dedico afanosamente a las transacciones en gran escala, siendo el hebreo el fundador del gigantesco intercambio comercial entre los continentes. También fue judío el fundador del sistema de derecho de salvamento de los naufragios. En las ruinas mismas de la civilización busca y halla el judío su bienestar. Él fue quien enseñó a los otros pueblos como se vuelven a utilizar los harapos, como se limpian las plumas sucias, como se aprovechan las pieles de conejo. El hebreo siempre tuvo predilección por el comercio en pieles, que hoy domina todavía, y a el se deben las innumerables pieles ordinarias que con nombres rimbombantes pasan por preciosidades de gran valor. Por los judíos generalizóse en el comercio la idea de “volver como nuevo”. En los ropavejeros actuales, que recorren nuestras ciudades con su flauta en busca de hierro viejo, botellas vacías, papeles usados y trapos sucios, reconocemos los descendientes de aquellos hebreos que supieron convertir trastos viejos en objetos de valor. Sin desearlo, el bien intencionado Pedro Stuyvesant obligo a los judíos a que convirtieran a Nueva York en puerto principal del continente norteamericano. Si durante la revolución norteamericana la mayoría de los hebreos huyeron de Nueva York a Filadelfia, regresaron casi todos a la primera oportunidad a Nueva York; su instinto les decía que esta población seria nuevamente su paraíso terrenal. Así ocurrió, en efecto; actualmente Nueva York es el principal centro del judaísmo mundial. Allí se halla la gran taquilla en que toda la importación y exportación norteamericana aforan al Tesoro nacional, donde todo el trabajo producido en la Unión rinden su tributo a los magnates financieros del país. Casi todos los edificios de Nueva York son de propiedad judía. Una lista de los propietarios urbanos ostenta escasos nombres no-judíos. ¡Cómo admirarnos, entonces, 16 de que, en vista de este fabulosos ascenso de la riqueza y del poderío hebreo, los escritores de esa raza declaren que Norteamérica es la tierra de promisión prevista por los Profetas, y Nueva York una moderna Jerusalén! Algunos llegan mas lejos, glorificando las Montañas Rocallosas cual nuevo Monte Sión, y no sin fundamento, si tomamos en cuenta las propiedades hebreas en minerales y carbón allí radicadas. Debátase actualmente el grandioso plan canalizador que de cada ciudad importante en las orillas de los grandes lagos, haría un puerto de mar, arrebatando a Nueva York la importancia que goza precisamente como punto final y de salida donde desembocan todas las grandes vías férreas. La razón más poderosa que se opone a este proyecto, tan beneficioso para la economía del país, consiste en que gran parte de la actual riqueza neoyorquina no es en realidad riqueza real, sino que enormes valores ficticios dependen únicamente del hecho de que Nueva York siga siendo Nueva York. De ocurrir algo que redujera Nueva York a una simple ciudad costera, cesando en su función de centro donde se ceban los grandes recaudadores de contribución extraoficial, desaparecería momentáneamente, gran parte de las riquezas hebreas que ya antes de la guerra fueron fabulosas. Lo que actualmente serán, no se atreverían quizá a decirlo los estadistas. En el periodo de 50 años aumento la población judía en los Estados Unidos de 50.000 a mas de 3.300.000 almas. Viven en todo el imperio británico solo 300.000 judíos, y en Palestina no alcanzan a 100.000. El que el numero de hebreos en la Gran Bretaña no sea mayor que el citado, constituye una ventaja, porque ante el omnímodo poder que aquí ejercen en todos los ramos importantes de la vida publica, podrían los hebrea pobres, si aparecieran en mayor cantidad, considerar a Inglaterra, como otra Rusia. Una personalidad británica muy bien informada, dice que con cualquier motivo plausible, el antisemitismo podría estallar cualquier día, mas aun no tiene punto de salida para manifestarse contra los potentados, invulnerables por su enorme riqueza, que dominan en política y finanzas. Si bien es cierto que la causa verdadera del antisemitismo siempre se apoya en la intolerable usura de los hebreos internacionales ricos, cuya coherencia no se comprende a veces claramente, pero que instintivamente se siente, la verdad es que la víctima resulta ser siempre el hebreo pobre. Ya trataremos aparte el antisemitismo en el capitulo siguiente. La comparación numérica de los hebreos en Gran Bretaña y en los Estados Unido se demuestra que el formidable poderío ejercido por los mismos como financieros internacionales no es consecuencia del número de su población, ni siquiera depende de ello. El hecho de congregarse en los judíos un gigantesco poderío mundial con un número insignificante de almas, queda en pie. En todo el mundo existen alrededor de catorce millones de judíos, o sea casi la población de Corea. Este cotejo entre el número de almas y la influencia mundial ejercida demuestra palpablemente la singularidad del problema. En la época de George Washington vivían en los Estados Unidos unos 4.000 judíos, en su gran mayoría simples mercaderes. Casi todos simpatizaron con el Norte en la guerra civil, y Saym Salomón ayudo a las Colonias en un periodo crítico con toda su fortuna. Pero no por ello abandonaron ni un átomo de sus originalidades. No se dedican a oficios corrientes, ni a la agricultura. Jamás se esforzaron por fabricar objetos de uso diario, sino que trataron de comprar productos hechos, para comerciar con ellos como de costumbre. En la actualidad parece que el judío se dispone a producir el mismo cooperativamente; pero, allí donde esto se manifiesta, es efecto de su instinto de comerciante, para extraer ganancias hasta de las distintas fases de la fabricación. La consecuencia lógica para el consumidor es, naturalmente, no una disminución en los precios, sino su encarecimiento. Es característico de toda empresa hebrea que las reformas y simplificaciones en el proceso de fabricación no resulten jamás en beneficio del consumidor, sino siempre con provecho exclusivo para la empresa. Las mercaderías que experimentaron las más bruscas e inexplicables oscilaciones de precios, fueron siempre aquellas en cuyos ramos de fabricación o intercambio poseen mayor influencia los hebreos. 17 Negocio, según la mentalidad judía, significa dinero. Lo que el judío hace después con este dinero, es algo muy distinto. En este modo de “hacer dinero” no deberá jamás manifestarse ningún motivo idealista. Sus ganancias no admiten nunca sentimentalismos de reforma social a efectos de mejorar la situación de sus colaboradores no-judíos. No se basa este hecho exclusivamente en la crueldad del hebreo, sino más bien en la dureza del concepto que el mismo tiene del negocio. En el negocio se trata de objetos, no de personas. Cuando cae en la lucha un ser humano, podrá el hebreo condolerse de él; pero desde el momento en que también se trate de la casa de aquel ser, no existe para el hebreo sino el objeto negociable. De acuerdo con su mentalidad el judío no sabrá como relacionarse humanitariamente con dicho objeto y procederá por instinto en una forma, que llamaríamos “dura”. Pero el judío no admitiría en este caso el reproche de “dureza”, pues según su modo de ser y de pensar se trata únicamente del “negocio”. Se explica así la existencia de las “estafas” o “potros” neoyorquinos. Cuando misericordiosas personas compadecen a los desdichados judíos tan vilmente explotados en estos talleres, no saben seguramente que los inventores y usufructuarios de dichas “estufas” son también judíos. Se enorgullece nuestro país de que nadie es perseguido por su raza, color, ni fe, sino que todo el mundo tiene el derecho a la libertad. Quien se haya ocupado en cambio detenidamente de estos asuntos, ha debido comprobar el hecho de que el único trato inhumano que los hebreos sufren en este país proviene exclusivamente de miembros de su misma raza, de sus agentes y patronos y, no obstante, ni el explotado ni el explotador ven en ello un sentimiento inhumano, sino que lo consideran simplemente como “negocio”. Explotados o explotadas viven en la esperanza de poseer también en su hora tal instrumento de explotación, lleno de pobres seres que trabajen para ellos. Su ansia ilimitada de vivir, y su inextinguible ambición por ascender en la escala social, hacen que cumplan con sus trabajos sin el mínimo sentimiento de ser objeto de explotación o iniquidad, que es siempre, al fin y al cabo lo más acerbo de la pobreza material. Prefiere el judío “reunir todas sus fuerzas para poder safarze de la miseria actual, en vez de reflexionar sobre la tristeza de su situación momentánea”. Se esfuerza siempre por mejorar. Desde el punto de vista personal, todo esto es de estimar, mas observado desde el ángulo social, es peligroso. Resulto de ahí que hasta hace poco las clases bajas quedaron sin ayuda alguna, en tanto que las superiores no hallaron motivo alguno para crear mas ventajosas condiciones sociales. Débese reconocer la participación de grandes hombres de finanzas judíos en determinadas obras benéficas, mas su colaboración en reformas sociales es casi inexistente. Con un estimable sentido de conmiseración para con su personal, entregan a veces parte de sus propios beneficios para paliar aquella miseria que ellos crearon con sus métodos de hacer dinero. Pero jamás se les ocurrió pensar todavía en un cambio radical de los métodos con que amasaron sus riquezas, para disminuir y aun evitar completamente las causas de la miseria. Por lo menos, entre los numerosos judíos ricos “filántropos” no aparece ni uno que se haya esforzado en humanizar prácticamente nuestra vida industrial, reformando los métodos actuales y sus efectos sobre el proletariado. Esto es desastroso, aunque comprensible, y sirve para explicar muchas cosas, que al hebreo le enrostran personas que no le conocen a fondo. El judío puede perfectamente despojarse hasta de gran parte de sus ganancias; pero salvo presión exterior, jamás se decidió a entregar nada de sus ingresos diarios, ni de sus riquezas acrecentadas. Y aunque el efecto social en ambos casos seria idéntico, hay que decir, empero, que su proceder antisocial no suele nacer generalmente de la dureza de corazón, sino más bien de su innata interpretación del “negocio” como juego de azar. Numerosos proyectos de reforma social parécenle al judío tan ilógicos como si un futbolista, por pura humanidad, quisiera apuntar un tanto al adversario. El judío norteamericano no se “asimila” y ello debe hacerse constar, no como un reproche, sino 18 como un hecho indiscutible. El judío, si quisiera, podría perfectamente convertirse en “yanqui”, pero no desea hacerlo. Si en Norteamérica, aparte de la inquietud provocada por sus enormes riquezas, existe en realidad un prejuicio contra el judío, es por su marcada separación del resto de los norteamericanos, nutriendo el recelo de que no desea pertenecer a la comunidad nacional. Esta es su ventaja, y hasta cierto punto podría verse en ello una agudeza de su criterio. Mas siendo así, no debería tomar precisamente el judío esta singularidad como pretexto para una de las mas graves actuaciones con que ataca en su totalidad a los pueblos no-judíos. Pero francamente seria preferible que hiciese suya la sentencia de otros judíos sinceros, que no aquella que dice: “La diferencia que existe es la que hay entre un judío norteamericano y un norteamericano judío. El judío norteamericano representa el papel de indígena, y se ve condenado a ser un parásito eternamente”. El “ghetto” no es un producto norteamericano, sino un articulo de importación de los judíos, que siempre se separaron creando una comunidad acentuadamente distinta. A este respecto, la “Enciclopedia Judía” dice lo siguiente: “La organización societaria de los judíos en Norteamérica se distingue fundamentalmente muy poco de la de otros países. Sin coacción de ninguna especie, prefieren siempre los judíos vivir entre si en la intima vecindad. Esta originalidad subsiste hoy”. Enumerar las ramas comerciales en manos de los judíos implicaría recopilar el comercio total del país, tanto de aquellas que sirven puramente las necesidades de la vida, como de las de lujo y bienestar. El teatro, como es de público dominio, se halla exclusivamente en manos judías. Desde el arte de los actores hasta la venta de las entradas, todo depende del judío. Se explica así el hecho de que en casi todas las obras teatrales actuales se encuentre alguno que otro objetivo publicitario y a veces hasta anuncios comerciales velados, que no provienen de los actores, sino de los autores teatrales al tanto del misterio. La industria cinematográfica, la azucarera y tabacalera, un 50 por ciento o más de las carnicerías, mas del 60 por ciento de la industria del calzado, toda la confección para damas y caballeros, los instrumentos musicales, la joyería, el comercio de granos y el del algodón, la industria metalúrgica de Colorado, las agencias de transportes y de informaciones, el comercio de bebidas alcohólicas y las oficinas de prestamos, todos estos ramos, para citar únicamente algunos de importancia nacional e internacional, los dominan completamente los judíos en los Estados Unidos, solos o en combinación con judíos de otros países. El pueblo norteamericano se extrañaría si viera alguna vez una galería de retratos de los comerciantes norteamericanos, que representan en el mundo la dignidad del comercio estadounidense. Casi todos ellos son hebreos. Estos comprenden perfectamente el valor moral que involucra la palabra “american”. Al arribar a un puerto de ultramar, al entrar a cualquier oficina que se llamen “Sociedad importadora norteamericana”, o “Compañía mercantil norteamericana”, o cosa parecida, se hallara casi siempre judíos cuya permanencia en Estados Unidos suele haber sido relativamente muy breve. Explica este hecho también la mala fama que gozan en el extranjero a veces los “métodos norteamericanos” en el comercio. Cuando 30 o 40 razas distintas desarrollan como “norteamericanos” sus métodos característicos en el comercio, no puede extrañar, que a veces el verdadero norteamericano de sangre le sea imposible reconocer tales métodos como propios. Por idéntica razón se quejan también los almacenes hace largos años, que la humanidad les juzgue por el comportamiento de los innumerables viajantes “alemanes” de raza judía que recorren el mundo. No seria difícil reunir en crecido número ejemplos de prosperidad judía en Estados Unidos. Pero prosperidad, como justa recompensa de trabajo y actividad, no debe confundirse con dominio financiero. Una prosperidad tal como la que ostentan los judíos, puede adquirirla todo aquel que pague por ella el mismo precio que pagan los judíos, que por lo general y en cualquier circunstancia es un precio moral sumamente elevado, pero ninguna comunidad no-judía alcanzaría, 19 en circunstancias similares la habilidad de obrar en mancomún en una especie de conspiración premeditada, ni tampoco la uniformidad del sentimiento máximo de raza que todo lo caracteriza entre judíos. A un no-judío no le interesa que otro de su raza triunfe o fracase; en cambio, para el judío, lo primordial siempre es que su vecino sea judío. Si se desea conocer un ejemplo de prosperidad colectiva hebrea, véase el de la sinagoga neoyorquina de Emanuel. En 1846 pudo reunir apenas 1.520 dólares para sus necesidades, en tanto que en 1868, luego de la revolución, pudo cobrar 708.775 dólares sólo por el alquiler de 231 bancos. El monopolio hebreo del ramo de bazar y prendas de vestir, uno de los resultados positivos de aquella misma revolución, puede considerarse como ejemplo de prosperidad hebrea y de dominio nacional e internacional. Puede decirse que en todo cuanto el judío comprendió en los Estados Unidos fue afortunado, salvo en la agricultura. La explicación corriente hebrea de este fenómeno, es que la agricultura vulgar es harto simple para poder ocupar totalmente la complicada inteligencia del judío, por cuya razón, la agricultura le interesa poco para trabajar con éxito en ella. En las industrias lechera y ganadera, que han menester de un mayor espíritu comercial, los judíos lograron también éxito. Diversas regiones de los Estados Unidos efectuaron experimentos en varias oportunidades con colonias agrícolas judías, pero su historia es una ininterrumpida cadena de fracasos. Unos culpan de estos fracasos a la ignorancia hebrea en asuntos agrícolas, otros al hecho de que a la agricultura le falta elemento especulativo. Lo evidente es que los judíos cumplen menor en toda índole de trabajos no productivos que en la agricultura, fundamentalmente productiva. Los historiadores especializados de esta raza sostienen que el judío nunca fue labrador, sino que siempre relevó como mercader. Para probar tal aserto se indica precisamente Palestina, escogida como patria de los judíos, país que necesariamente hubo de ser el puente para el intercambio comercial entre la mitad oriental y la occidental del viejo mundo. “Existe prácticamente la cuestión judía, allí donde residen judíos en numero apreciable. Donde no existiera aun, es impuesta por los hebreos en el transcurso de sus correrías. Es natural que vayamos a sitios en que no se nos persigue, mas una vez allí nuestra presencia provoca también persecuciones. El infausto judaísmo es el introductor actual en Inglaterra del antisemitismo, como ya lo introdujera en Norteamérica”. (Theodor Herzl: “Un Estado Judío”) IV ¿ES REAL O IMAGINARIA LA CUESTION DEL JUDAISMO? La extremada susceptibilidad, tanto de los judíos como de los no-judíos al respecto, es la principal dificultad que se opone a la publicación de escritos sobre la cuestión judía. Existe algo así como la impresión general de que podría ser casi un delito pronunciar la sola palabra "judío" en público. Se trata de atenuar empleando eufemismos, tales como "hebreo" o "semita" – expuestos ambos a la doblez de la inexactitud, - y se aborda esta cuestión con remilgo tan grande como si estuviera realmente prohibida; hasta que se presenta algún judío que sin rodeos ni eufemismos llama las cosas por su nombre verdadero de "judío". Solo entonces existe vía libre y se puede hablar. Nada tiene la palabra de "judío" de epíteto tendencioso, sino que constituye un antiguo nombre propio con su concepto perfectamente definido en cada edad de la historia humana, tanto en la antigüedad como en el presente y en el porvenir. Existe entre lo no-judíos una increíble escrupulosidad para tratar la cuestión judía en la esfera publica y preferirían conservarla en el impenetrable mundo de su ideología dejándola envuelta en misterioso silencio. Tal vez se dejen llevar por una vaga tolerancia heredada; pero nada parece más verosímil que la causa de semejante proceder emane de un sentimiento indefinido, de que este asunto debatido con franqueza pudiera acarrear inconvenientes para la propia persona. 20 Cuando se habla en público sobre la cuestión judía, suele hacerse en la flexible forma de diplomático, o de charla superficial; se citan ilustres nombres judíos en filosofía, medicina, literatura, música y del mundo de las finanzas, se alaba la gran energía, habilidad y espíritu de ahorro de la raza judía y cada cual se va a su casa en la creencia de haber oído algo muy interesante sobre asunto tan complicado. Pero nadie modifica nada con este proceder, ni el judío ni el no-judío, y el judío sigue siendo lo que es: un enigma en el mundo. El sentir íntimo del no-judío al respecto se caracteriza por la voluntad de callar. "¿Por qué hablar del asunto?", se dice a menudo. Pero este modo de proceder demuestra de por si que existe en realidad un problema que todo el mundo evitaría con agrado si fuera posible. El pensador lógico comprende al punto por este hecho que hay algo problemático, cuya discusión o supresión no depende solamente de la buena voluntad de los caracteres pusilánimes. ¿Existe en Rusia una cuestión judía? Indiscutiblemente, y en forma evidentísima. ¿Requiere dicha cuestión ser resuelta en Rusia? Indudablemente; venga la solución de donde viniere, si aporta luz y saneamiento en estas horas de oscuridad. La proporción entre la población judía y la rusa supera solo en un 1 por ciento la de ambas razas en los Estados Unidos. No es menos peligrosa en Rusia, que en nuestro país la mayoría de los judíos, solo que allí viven bajo ciertas restricciones que no existen aquí. Y, sin embargo, el espíritu judío les había procurado en Rusia una serie de poderes que aniquilo totalmente el espíritu ruso. También en Rumania, Rusia, Austria, Alemania, en todas partes donde la cuestión judía se presente como primordial, se observa siempre como causa principal del antisemitismo el impulso de dominación del espíritu judío. Lo mismo en la Unión, la causa que agudiza la cuestión judía, radica en el hecho de que esta minoría de ciudadanos judíos – una ínfima inmigración de sólo un tres por ciento en un país de 110 millones de habitantes – logró en 50 años tal preponderancia que a ningún otro grupo de población, aún en decuplicada superioridad numérica, le hubiese sido posible lograr. Un 3 por ciento de otra nacionalidad cualquiera no se advertiría, por la sencilla razón de no hallarse en parte alguna un solo representante de dicha minoría, y mucho menos en las conferencias secretas del Consejo de los Cuatro en Versalles, o en el Tribunal Supremo de Justicia, o en la Casa Blanca, o en el mundo financiero; en una palabra, en ninguna parte donde radican verdaderamente poderes. En cambio, al judío le hallamos, no por casualidad, en una u otra parte de los referidos centros, sino inevitablemente en todos ellos. El judío posee la inteligencia, la energía, la sagacidad instintiva; mas también una procacidad sin limites, que en conjunto y como automáticamente le ubican siempre en primera fila. Lógica consecuencia, es que también la raza judía, más que ninguna otra, llame la atención del pueblo norteamericano. Y es aquí donde empieza realmente la cuestión judía, con muy simples y claras determinaciones de hechos: ¿Por qué aspira el judío siempre e irresistiblemente a la ocupación de los más elevados cargos? ¿Qué es lo que le impulsa?, ¿Por qué se eleva hasta ellos?, ¿Qué es lo que hace allí? ¿Qué significa para la humanidad que los ocupe el judío? Tal es la cuestión judía en su origen verdadero. Desde aquí se amplia hacia otros horizontes. El que haya adquirido un cariz anti o filosemita, depende de la proporción de prejuicios que se empleen, y el que vaya cobrando una importancia que actúe en bien de la humanidad toda, depende del grado de prudencia e inteligencia que se invierta en su solución. Aunque no intencionado, el uso del concepto "humanidad" en combinación con la palabra "judío" adquiere, por lo general, un doble sentido. Se cree a menudo que el judío debe ser tratado humanitariamente. Demasiado tiempo hace ya que el judío se habituó a reclamar humanidad exclusivamente para él. La humana sociedad tiene ahora perfectísimo derecho a exigir la tal pretensión unilateral para que cese en su inicua expoliación de la humanidad y deje de fundar todo 21 su razonamiento exclusivamente en el punto de vista de su propio beneficio. El judío tiene el deber de cumplir la antigua profecía, según la cual todos los pueblos del mundo serian por él bienaventurados, debe obrar en este sentido, que hasta hoy no pudo cumplir debido a su absoluto exclusivismo. No es posible admitir ya que el judío siga representando el papel de "receptor exclusivo" dentro de la humanidad; debe evidenciar aprecio hacia una sociedad humana, que va comprendiendo con angustia que es cruelmente explotada por los círculos poderosos de la raza judía hasta el extremo de poderse hablar de un colosal "progrom cristiano" producido por la miseria económica organizada sistemáticamente contra una humanidad casi inerme. Esta humanidad esta más desamparada contra las perfectamente organizadas iniquidades de los poderosos financieros judíos, que lo estuvieron los pequeños grupos de judíos rusos perseguidos por las vengadoras masas populares. Desde un comienzo, estos artículos de fondo nuestros tropezaron con una casi infranqueable barrera de Correos, en Telégrafos hasta verbalmente. Toda publicación de esta índole es calificada de "difamación". Con tales artículos se perpetra un crimen brutal e imperdonable contra un pueblo inocente y digno de toda conmiseración. (Esto se cree al menos). Los membretes de los poderosos magnates que piden socorro, los medios financieros enormes de los que protestan, y el numero de miembros de aquellas sociedades cuyos presidentes exigen, desaforados, que todo lo dicho sea desmentido, se observan después. Y lo más infame es que siempre, luego de esta grita, se observa con el boicot (listas negras), cuya conminación basto en Norteamérica para que la cuestión judía no se discuta públicamente. Pese a tales amenazas por su discusión pública y a la falsa maniobra de proclamar solo glorias legitimas o ensalzar todo lo referente a los judíos, la cuestión judía en Norteamérica no puede ocultarse ya por más tiempo. La cuestión es clara, y no se la puede tocar ni escamotear aun con la más hábil propaganda; tampoco se la puede reprimir, ni siquiera con las mas groseras amenazas. Los judíos en Estados Unidos servirán mejor a su causa y a todos sus correligionarios del mundo entero si acallaran de una vez el clamoreo del "antisemitismo", dando distinto tono a este lamentable gemido, muy propio de una desdichada víctima, cooperando a la solución de este grave problema, indicando con claridad lo que cada judío amante de su raza podría y debería hacer para solucionarla de una vez. En los precedentes capítulos se ha ido empleando el concepto de "judío internacional". Esta expresión-concepto admite dos interpretaciones distintas; una de ellas es la de que el judío, habite donde habite, sigue siendo siempre judío, y otra la de que el judío ejerce un dominio internacional. El verdadero pulso propulsor del antisemitismo radica en esta última interpretación. Este tipo judaico internacional que ansia el dominio de los pueblos, o que ya lo tiene y ejerce, significa para su raza un apéndice realmente pernicioso. Lo más desagradable en este judío internacional, visto desde el punto de vista del judío común, es justamente que sea también judío. Y lo extraño es que ese tipo no nace en parte alguna, sino sobre tronco judío. Pero no es el caso que entre los innumerables déspotas financieros del mundo entero se cuenten algunos judíos, sino que dichos déspotas sean exclusivamente judíos. Este tan elocuente hecho produce, naturalmente, un sentimiento fatal contra los demás judíos, que no pertenecen ni pertenecerán jamás a esa especie de dominadores internacionales, sino que siguen siendo, sencillamente, parte de la masa del pueblo judío. En el caso de que el dominio universal fuera ejercido por personalidades de distintas razas, como por ejemplo ocurre con el dominio de las artes blancas en Norteamérica, entonces los pocos judíos que se hallasen entre ellas, no podrían plantear un problema, que en caso de ser un problema tal dominio, este se limitaría a los hechos en si, sin interesar a las personas o a las razas. Pero puesto que el domino universal constituye un deliberado propósito solo realizable por judíos, con métodos bien diferentes a los de otros conquistadores en el mundo, es preciso e inevitable que el conflicto suscitado recaiga irremisiblemente sobre aquella raza. 22 Se complica con ello el asunto. Cuando a este núcleo de dominadores del mundo se les llama "judíos" – y siempre lo son – no es posible segregar dicho núcleo estrictamente y separarlo de los demás de su raza. El orientado lector podrá hacerlo, mas el judío, siempre inclinado a sentirse ofendido, no puede soportar un ataque dirigido "a las alturas", por relacionarlo inevitablemente consigo mismo. ¿Por qué, entonces, cuando se habla de esa clase de "más arriba", no se habla simplemente de financieros en general, en vez de decir "judíos"? Lógica nos parece la pregunta, pero no menos lógica es la respuesta: porque todos son judíos. No radica el problema en que en una extensa lista de personas eminentemente ricas se encuentren mas nombres no judíos que judíos. No se trata únicamente de personas ricas, muchas de ellas habiendo obtenido sus riquezas por igual sistema, sino que se trata solo de aquellas personas dominantes por sus riquezas, pues es indudable que ser rico y dominar por las riquezas son dos cosas diferentes. El judío dominador tiene, innegablemente, grandes riquezas; pero aparte de las mismas, tiene, además algo que es infinitamente más poderoso que todas sus riquezas. El judío internacional, como lo demostramos, no domina en el mundo por su riqueza, sino porque posee en sumo grado ese espíritu mercantil e imperioso propio de su raza, y porque además puede apoyarse sobre la lealtad y solidaridad de la misma, cosa que no acaece en ninguna otra familia humana del globo terráqueo. Si se pretendiera conceder de pronto el dominio mundial actualmente ejercido por los judíos al conjunto de miembros de la familia humana más predilecta en cuestiones mercantiles, este mecanismo se desharía por el simple hecho de que los no judíos carecen de una cualidad netamente determinada, que – divina, o humana, innata o adquirida – el judío posee en sumo grado. Inútil será decir que todo esto es negado por el judío moderno. No admite que el judío se diferencie del resto de los mortales salvo en su culto religioso. "Judío", dice, no es epíteto de una raza, sino que simplemente caracteriza a los creyentes de determinada confesión, tal como se habla de "prebisterianos", "católicos" o "luteranos". Esta interpretación se halla a menudo en artículos periodísticos, en los que los judíos protestan de que al delincuente de su raza condenado por cualquier delito se le designe como judío, aduciendo que de los otros criminales tampoco se hace constar la confesión religiosa; "¿Por qué hacerlo, entonces, con los judíos?" Exigir tolerancia religiosa siempre surte efecto, y conviene muchas veces además, distraer la atención publica de asuntos más importantes. Ahora bien, si el judío se distinguiera del resto de la humanidad únicamente por su confesió

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