Summary

Este documento contiene un cuento en español sobre un evento catastrófico en la costa, donde se describen escenas de destrucción, búsqueda de sobrevivientes y el impacto emocional del desastre. La narrativa detalla la devastación causada y los esfuerzos por encontrar a los seres queridos.

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## A LA COSTA Y luego, en medio de ese cuadro digno de las visiones del Apocalipsis, como natural cortejo de un mundo lacerado y herido de muerte, alaridos salvajes de los sobrevivientes que huroneaban los escombros; gritos ahogados entre las ruinas, pidiendo socorro; el ruido sordo de un lienzo de...

## A LA COSTA Y luego, en medio de ese cuadro digno de las visiones del Apocalipsis, como natural cortejo de un mundo lacerado y herido de muerte, alaridos salvajes de los sobrevivientes que huroneaban los escombros; gritos ahogados entre las ruinas, pidiendo socorro; el ruido sordo de un lienzo de pared mal equilibrado que se desploma levantando nubes de polvo; algún perro enflaquecido, el pelo erizado, los ojos brillantes, aullando por el perdido dueño; y en los más remotos confines de ese campo de catástrofe, balidos temblorosos de reses espantadas... Todavía a la memoria del doctor acuden en confuso tropel, detalles vivos y horripilantes... Brazos y piernas sangrientos asomando entre las ruinas y sirviendo de pasto a miriadas de moscas; algún rostro exangue y contraído por la visión última, saliendo entre dos fragmentos de muralla; alguna tela de vívidos colores, como florescencia de ese campo de destrucción. Y en todo el ambiente un olor de carne corrompida, olor de cementerio, de campo de batalla, de cataclismo. La desesperación, la locura, el idiotismo, pintados en los rostros de los sobrevivientes vestidos de harapos. Y la naturaleza, en tanto, como burlándose del dolor humano, haciendo lujo de nubes coloreadas, de cielo azul, de calma majestuosa y solemne; y el Cotacachi, eterno e impasible, resplandeciente con el último rayo del sol, de la tarde, dominando la inmensa llanura cubierta ya de las tintas de la noche. En la memoria del doctor hay un vacío. No recuerda cómo encontró el sitio donde antes se levantaba el hogar de sus padres, ni de qué modo pudo orientarse en ese mar de ruinas informes que impedían el paso. Cuatro indios melenudos, de caras siniestras y miradas sombrías, le acompañaban, de muy mala voluntad, sin embargo de haberles dado en pago todas las pocas monedas que llevaba. Tampoco tenía una idea clara de los trabajos emprendidos en medio de los escombros para encontrar los cadáveres de los suyos. ¿Todos habían perecido? ¿Alguno estaba vivo aún después de tres días de estar sepultado? ¿O andaba vagando por ese caos? Pronto lo supo. Como si la víspera hubiera presenciado la escena, el doctor recordaba que al separar una enorme viga apareció el cadáver del padre con la cabeza partida y horriblemente desfigurada, y con una mano en actitud de separar el pesado madero. El mismo, el hijo, con una indiferencia estúpida, había ayudado a mover el obstáculo y él mismo levantó trabajosamente el cadáver y lo colocó sobre los escombros. Siguió la faena, y a poco fue encontrado el cadáver de la madre, abrazado al de una niña de pocos años. Ambas mostraban rostros horriblemente contraídos por la suprema angustia de la asfixia. ¿Cuántas horas esas dos criaturas agonizaron pidiendo un auxilio imposible? Más le- 23

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