Semana 6: Sentimientos y Emociones PDF
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Summary
Este documento describe la semana 6 de un curso sobre sentimientos y emociones. Explora las tendencias sensibles, la afectividad y las pasiones, destacando su influencia en el conocimiento y la conducta humana. Se examina la relación entre cuerpo y mente, y las pasiones como elementos centrales de nuestra naturaleza.
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Actualización 30/01/2020 Semana 6: Sentimientos y emociones “Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella”...
Actualización 30/01/2020 Semana 6: Sentimientos y emociones “Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella” Séneca Conceptos claves: tendencias sensibles, afectividad, pasiones, razón 1. Las tendencias sensibles En clases anteriores establecimos que conocer es una característica esencial de los seres humanos, y que ese conocimiento surge a partir de los sentidos. Por ejemplo, cuando observamos una manzana por primera vez, la conocemos por medio de su olor, de la forma y sabor que tiene; luego por medio de nuestro razonamiento o facultad intelectual podemos perfeccionar ese conocimiento comparando, quizás, el sabor de una manzana verde, con una manzana roja, para así diferenciarlas. Por tanto, los sentidos son la primera fuente de nuestro conocimiento y de toda experiencia humana, nos entregan información de las cosas que percibimos, nos permiten explorar y extraer la información que necesitamos para vivir; por ejemplo, por el olor podemos distinguir si un alimento se encuentra en buen estado o no. Sin embargo, el ser humano no agota su existencia en los sentidos, ni en el conocimiento, ya que además la experiencia diaria nos demuestra que también somos personas que constantemente sentimos deseos. Probablemente, en este mismo momento que lees estas páginas, estás deseando comer, dormir o salir a tomar aire fresco y distraerte. Eso es completamente humano porque somos una unidad de cuerpo y alma, toda acción realizada por nosotros está influenciada por estas dos dimensiones. Ahora podemos preguntarnos ¿cómo funciona nuestra capacidad de desear? La antropología establece que al conocer algo que percibimos como bueno, ese objeto ejerce sobre nosotros una afección, esto es, un movimiento del alma que se expresa a través de una inclinación corporal. Así, algo nos “afecta”, es decir, nos atrae y a partir de ahí surge un deseo o tendencia por conseguirlo; por el contrario, si percibimos algo como malo, tenemos la tendencia a huir de aquello. Estas afecciones son las que nos motivan a actuar, la posesión 1 Actualización 30/01/2020 de un bien o la huida de un mal se convierte en el fin hacia el cual dirigimos nuestras tendencias. Por ejemplo, cuando percibo una comida sabrosa me acerco para comerla, pero cuando siento un mal olor, me alejo de allí pues mi cuerpo me dice que eso no es bueno. De este modo, las tendencias sensibles son inclinaciones o apetitos del cuerpo hacia un bien concreto y particular. Esto lo vivimos y experimentamos todo el tiempo: cuando tienes hambre y deseas comer, cuando tienes sueño y deseas dormir, cuando tienes ganas de ir al baño y deseas satisfacer esa necesidad, etc. Los instintos son una de esas tendencias innatas en el ser humano, como lo son el instinto de supervivencia y el de reproducción, fuerzas que hacen más fácil la propagación de la especie y la subsistencia, y que como vimos, a diferencia de los animales, podemos guiar mediante nuestra libertad. Pensemos el caso de un bombero: él puede vencer la fuerza que lo impulsa a huir del peligro de un incendio, para entrar a rescatar a las personas. O un hombre o una mujer pueden moderar su deseo sexual, de manera que se convierta en un camino para expresar el amor y el respeto por la otra persona. 2. La afectividad: Educación de los sentimientos y las pasiones Como hemos establecido, parte de la interioridad humana está formada por las tendencias sensibles, a partir de las cuales surgen una variedad de pasiones -estados de ánimo- que acompañan nuestro actuar. El término pasión proviene del griego pathos, que significa padecer, ser afectado por alguna cosa. Probablemente has escuchado términos que están relacionados entre sí: impulsos, emociones, sentimientos o afectos. Para continuar nuestro estudio y no crear confusión, nos referiremos al término “pasión” para designar cualquiera de estos estados. Las pasiones son elementos básicos de nuestra naturaleza, pues todo acto realizado por nosotros está empapado por alguna pasión; ellas enriquecen nuestra vida y al mismo tiempo la hacen más compleja. Cada pasión, nos inclina hacia una determinada conducta: el amor impulsa al acercamiento; el miedo nos lleva a huir; la alegría nos anima actuar, pero la tristeza nos puede paralizar. Las pasiones son realidades que nos ayudan a entender la conducta humana, como por ejemplo, al observar el rostro de una persona, podemos saber si siente tristeza o alegría, ya que el cuerpo expresa nuestro interior. Además, al identificarlas y reflexionar sobre ellas, podemos 2 Actualización 30/01/2020 advertir qué es lo que nos alegra o entristece, para poder aprender a guiarlas y, a su vez, comprender aquello que sentimos. La antropología señala que educar las pasiones nos permite llevar una vida más equilibrada. Por ejemplo, nuestra experiencia nos ha enseñado que algunas veces nuestros sentimientos pueden llegar a influir más que nuestra razón, pensemos en alguna discusión que hayamos tenido con una persona querida, sabemos que si nos dejamos dominar por la ira es posible que dañemos a esa persona con nuestras palabras. Sin embargo, si somos capaces de educar estos afectos, podemos reaccionar de mejor manera y así evitar dañar a nuestros seres queridos. Es importante destacar que las pasiones no son en sí mismas ni buenas ni malas. Por ejemplo, la ira, por sí sola no tiene valor moral, y ante las injusticias tiene su lugar; es una reacción natural que surge ante algo que se considera injusto; por ejemplo, ante un menosprecio. Si fuésemos insensibles a la injusticia tendríamos una carencia en nuestra personalidad, ya que es propio de la naturaleza humana exigir y velar por la justicia. Ahora bien, es importante orientar adecuadamente esta reacción: si nos dejamos llevar por la ira, dejando que nuble nuestro entendimiento, actuando con violencia contra personas o vengándonos destruyendo los bienes de otros, estas acciones se pueden considerar moralmente malas; en cambio, si actuamos conforme al bien común y denunciamos las injusticias, podemos hablar de acciones moralmente buenas. De esta manera, los sentimientos o pasiones, nos mueven y conmueven, ellas repercuten en toda nuestra vida, por eso la educación de las pasiones es igual de importante que el cultivo de la inteligencia, que el desarrollo espiritual y el cuidado del cuerpo. Por ejemplo, un profesional debe dominar los saberes propios de su campo de estudio, y también aprender a guiar sus emociones, para poder desenvolverse en los diversos desafíos que implica el mundo laboral. De este modo, la educación de nuestras pasiones nos abre el camino hacia una vida más plena, nos permite comprender mejor nuestro sentir y así mejorar nuestras relaciones laborales y afectivas. La educación de los sentimientos es un proceso que realizamos durante toda nuestra vida, por ejemplo, nuestros padres desde que somos pequeños tratan de educarnos en el 3 Actualización 30/01/2020 manejo de nuestras emociones. Pero ¿cómo podemos educar las pasiones? La educación de los sentimientos consiste, entre otras cosas, en aprender a asumir los dolores, para aprender de ellos y sacar experiencias que nos permitan madurar. Se trata también de evitar los excesos que pueden surgir de las pasiones desordenadas. Cuando la ira se transforma en cólera, por ejemplo, lleva a acciones violentas que llaman a la venganza y hay que saber evitarlas, porque en esos momentos de indignación decimos y hacemos cosas de las que después nos arrepentimos. De este modo, si intentamos reflexionar, analizando los hechos con objetividad y distancia antes de actuar, dando a cada cosa la importancia que tiene, probablemente las pasiones tomen el lugar que les corresponde en la vida humana. No se trata de reprimir aquello que sentimos, las pasiones no desaparecen simplemente porque uno quiera dejar de sentirlas, cuántas veces hemos sentido miedo y quisiéramos no sufrirlo, cuántas veces hemos sentido tristeza y quisiéramos extirparla de raíz. No podemos erradicar las emociones de nuestra vida cotidiana, sería un error hacerlo, pues iríamos directo al fracaso, ya que enriquecen todas nuestras experiencias; lo que debemos hacer es lograr una armonía entre la vida emocional y la vida racional. Si exaltamos solo el uso de la razón, podemos caer en un racionalismo; mientras que, enaltecer solamente las pasiones, nos llevaría a un sentimentalismo. Por tanto, se trata de intentar reconocer y guiar las pasiones. En la medida que somos capaces de adquirir hábitos buenos, las pasiones se integran armoniosamente con nuestra racionalidad, de esta manera es posible encauzar nuestras acciones. Si esto no ocurre, el individuo suele volcar su vida únicamente hacia placeres desordenados: el placer pasa a ser la meta de un capricho desbordado, llevándolo posiblemente a la pérdida de su libertad, convirtiéndolo en un esclavo de sus propios deseos. Lo que debemos lograr es una vida llena de tonalidades armoniosas, por ello la educación de la afectividad no consiste en la represión de los sentimientos, sino en dirigirlos ordenadamente hacia objetos adecuados. Para lograr esto es preciso aprender a sentir agrado y alegría por cosas que efectivamente sean agradables y buenas, y sentir desagrado y repulsión por aquellas cosas que realmente nos hacen daño. Las pasiones, son reacciones naturales que, con la guía de la razón, nos permiten reaccionar ante situaciones de la vida 4 Actualización 30/01/2020 de modo adecuado. Por ejemplo, la tristeza que surge por la pérdida de un ser querido es algo esperable y necesario, porque en ese estado podemos reflexionar sobre esa pérdida y comprender el sentido de ese dolor. Pero a medida que pasa el tiempo, es necesario superar esa tristeza, ya que perpetuarla en el tiempo nos puede llevar a la soledad, hundiéndonos poco a poco en un estado depresivo y dándonos una sensación de desamparo. Pero, si intentamos reflexionar, analizando los hechos con objetividad y distancia antes de actuar, dando a cada cosa la importancia que tiene, probablemente las pasiones tomen el lugar que les corresponde. Para esto también debemos fortalecer nuestro autoconocimiento, es decir, identificar nuestras debilidades y fortalezas, para así propiciar el desarrollo pleno de nuestra naturaleza. De esa forma, se hace cada vez más evidente, la íntima unidad entre cuerpo y alma, razón y pasiones. Si queremos vivir una vida completa y plena, debemos comprender que somos una armonía de estas dos dimensiones. Debemos aprender a escucharlas, formarlas y permitir que ambas se expresen de la forma adecuada. Es propio del ser humano vivir en plenitud toda su naturaleza, orientándola a aquello que es mejor para nosotros y para la convivencia con otros. La educación de nuestras emociones es una tarea continua, desde que somos niños aprendemos a escuchar y gestionar aquello que sentimos. Por ejemplo, en los primeros años de infancia, cuando experimentamos frustración, muchas veces no sabemos controlarla ni entenderla, por eso algunos niños realizan berrinches al sentirla. Sin embargo, es deber del adulto contenerlo y educarlo, ayudar a que identifique qué siente y por qué lo siente, esto ayudará a formar un adolescente capaz de entender y guiar adecuadamente sus pasiones, un adulto que pueda formar relaciones sanas y estables, y un profesional capaz de comunicar de manera asertiva y efectiva. De este modo, la adecuada comprensión y educación continua de nuestras pasiones, posibilita un desarrollo más pleno de nuestra naturaleza, y nos acerca a un buen ejercicio de nuestra libertad. 5