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Carlos Herrera, conocido en las calles de Los Santos como "El Gusano", nació un 5 de agosto de 1999 en Guatemala. A la tierna edad de cinco años, su madre decidió cruzar la frontera con él y su hermana pequeña, buscando una vida mejor en Estados Unidos. La llegada a Los Santos fue un choque cultural...

Carlos Herrera, conocido en las calles de Los Santos como "El Gusano", nació un 5 de agosto de 1999 en Guatemala. A la tierna edad de cinco años, su madre decidió cruzar la frontera con él y su hermana pequeña, buscando una vida mejor en Estados Unidos. La llegada a Los Santos fue un choque cultural; crecieron en un barrio conocido como "El Hoyo" en la zona este de la ciudad, donde la violencia y la pobreza eran omnipresentes. Desde muy pequeño, Carlos aprendió que la vida no sería fácil. Su madre trabajaba largas horas como limpiadora para mantener a la familia, y él y su hermana se cuidaban entre sí. A los diez años, Carlos ya tenía un astuto sentido de la observación, siempre buscando la manera de sobrevivir en un entorno hostil. A los 13 años, Carlos conoció a Beto, un líder carismático de la Marabunta Grande. Todo el mundo lo respetaba, y Carlos, con su enorme deseo de pertenencia y reconocimiento, se acercó a él. Aunque al principio Beto le enseñó a evitar problemas, pronto se dio cuenta de que la única manera de hacerse un nombre en las calles era unirse a la pandilla. Para Carlos, esto no solo significaba poder y respeto, sino también un sentido de familia que nunca había tenido. Cuando cumplió 16 años, Carlos se unió oficialmente a la Marabunta Grande. Desde ese momento, su vida se transformó. Se convirtió en experto en el arte del engaño, usando su astucia para planear robos y conseguir dinero rápido. Ganaba credibilidad en el barrio, y a los 20 años ya era conocido como "El Gusano" por su habilidad para escabullirse en situaciones complicadas y salir sin ser visto. Con el tiempo, Carlos reveló su lado divertido y carismático. En la pandilla, era conocido por sus bromas y por ser quien siempre sacaba una sonrisa a sus compañeros en los momentos difíciles. Sin embargo, era un hombre serio cuando la situación lo requería. Valía más la estrategia que la fuerza bruta, y así se hizo un nombre en el mundo del crimen organizado de Los Santos. Con sus 1.82 metros de altura y 75 kilos de musculatura definida, Carlos siempre impresionaba. Su piel morena y ojos oscuros eran solo el lienzo para los tatuajes que adornaban su cuerpo: cada uno representaba una historia, un fracaso o un éxito. Era amante de los coches deportivos, especialmente aquellos que podía tunear para que fueran más rápidos que la policía. Un vicio que compartía con sus compañeros de la pandilla, a quienes les encantaba hacer carreras ilegales por las calles de la ciudad. A pesar de su vida de delincuente, "El Gusano" guardaba un gran respeto por su familia. Su hermana era su mayor tesoro y su preocupación constante. Tenía miedo de perderla y de no ser capaz de protegerla en un mundo donde la traición era moneda corriente. Este temor lo mantenía alerta y lo hacía ser aún más astuto, especialmente en sus tratos y negociaciones. La idea de no dar la talla para cuidar de los suyos lo perseguía diariamente. Su vida cambió una noche fatídica cuando un rival de la Marabunta Grande lo emboscó tras una discusión. El enfrentamiento terminó en un intenso tiroteo donde Carlos, con su ingenio, logró escapar, pero no sin dejar atrás a algunos de sus compañeros heridos. Esta experiencia marcó un punto de inflexión en su vida. Empezó a cuestionar las decisiones que había tomado y el camino que había elegido. Aunque el barrio lo había moldeado, Carlos ansiaba algo más que el ciclo de violencia y represalias.