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Estos apuntes proporcionan información sobre la crisis y la reestructuración de la economía internacional entre 1914 y 1939. Se centra en los efectos de la Primera Guerra Mundial, las repercusiones económicas, y la inestabilidad de la década de 1920. Incluye análisis de las consecuencias de la guerra y de los problemas monetarios y financieros.
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3. CRISIS Y REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL (1914-1939) 1. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL 1.1. Las pérdidas de los países beligerantes y el beneficio de EE. UU. La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias económicas devastadoras, especialmente para los países be...
3. CRISIS Y REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL (1914-1939) 1. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL 1.1. Las pérdidas de los países beligerantes y el beneficio de EE. UU. La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias económicas devastadoras, especialmente para los países beligerantes. En primer lugar, se produjo un enorme desastre demográfico, con millones de muertos y una gran cantidad de heridos y mutilados, lo que redujo significativamente la población activa. Esto se sumó a la destrucción de fábricas, maquinaria, infraestructura de transporte, materias primas y tierras de cultivo, lo que dejó a Europa, particularmente a Centroeuropa y Rusia, en una situación de colapso productivo. Además, el elevado costo de la guerra, debido al desarrollo y uso de tecnologías como submarinos, tanques, artillería pesada y gases tóxicos, forzó a los países beligerantes a adoptar una economía de guerra, redirigiendo todos sus recursos hacia la producción militar, mientras importaban alimentos y materias primas desde el extranjero para satisfacer las necesidades básicas. Como consecuencia, agotaron sus reservas de oro y se endeudaron masivamente, especialmente con países neutrales como Estados Unidos. Mientras Europa sufría estas pérdidas, los países neutrales experimentaron un crecimiento económico considerable al aprovechar las oportunidades que ofrecía la guerra. Estados Unidos, en particular, se convirtió en el principal proveedor de alimentos, armamento y productos manufacturados para las potencias aliadas, además de prestarles dinero, lo que consolidó su posición como líder financiero mundial y desplazó a Europa de este rol. Japón también se benefició, aprovechando la ausencia de competencia europea para expandir su industria y dominar mercados en Asia y el Pacífico. Por su parte, algunos países de América Latina, como Argentina y Brasil, y de Asia aumentaron la exportación de materias primas y productos agrícolas, beneficiándose del incremento de la demanda y los precios internacionales. Sin embargo, al finalizar la guerra, muchos de estos países enfrentaron problemas de sobreproducción, ya que Europa recuperó parte de sus mercados y volvió a competir. La guerra también provocó una transformación en el equilibrio económico mundial. Las potencias europeas beligerantes, además de su elevado endeudamiento, sufrieron pérdidas significativas en ingresos derivados del transporte marítimo, ya que gran parte de sus flotas fue destruida o inutilizada. También vieron cómo los servicios financieros, anteriormente dominados por Europa, se desplazaron hacia Estados Unidos y Suiza. Para financiar la guerra, muchos países europeos tuvieron que vender una gran parte de sus inversiones extranjeras, reduciendo su influencia económica global. En términos generales, la Primera Guerra Mundial marcó el inicio del declive de Europa como centro económico mundial y el ascenso de Estados Unidos como la principal potencia económica del siglo XX. 1.2. Reparaciones y deudas de guerra Se exigió a los derrotados el pago a los vencedores de las reparaciones por los daños y gastos bélicos. Hay una necesidad de poner orden entre las enormes deudas nacionales acumuladas durante el conflicto. Todos los países beligerantes, excepto EE. UU., están endeudados con la propia ciudadanía y con inversores extranjeros (sobre todo con EE.UU.). En los tratados de Versalles, debido al endeudamiento, se establece que deben pagar los derrotados, así los vencedores podrán saldar las suyas. Se busca que los perdedores hagan frente a las deudas de todos los países endeudados. En Versalles se manifiesta que no hay un deseo de resolver los problemas de forma coordinada. Pocas voces clamaron por una recuperación basada en la solidaridad internacional. Quieren asfixiar a los países perdedores para que no puedan levantar cabeza económicamente, sobre todo la alemana, lo que supuso su venganza 20 años después con la II Guerra Mundial. 2. RECUPERACIÓN E INESTABILIDAD EN LA DÉCADA DE LOS AÑOS VEINTE 2.1. Problemas monetarios y financieros La década de los años veinte fue una etapa de crecimiento económico marcado por una recuperación parcial tras la Primera Guerra Mundial, aunque este crecimiento no fue homogéneo en todos los países. Este periodo estuvo profundamente afectado por problemas monetarios y financieros, herencia del endeudamiento masivo durante el conflicto armado y de una escalada inflacionista posterior. Durante la guerra, los países beligerantes financiaron sus esfuerzos bélicos mediante préstamos extranjeros y la emisión de grandes cantidades de papel moneda, basándose en esos préstamos y no en las reservas metálicas reales de sus bancos centrales. Esto llevó a un aumento significativo del dinero en circulación y a la disminución de las reservas de oro, lo que motivó el abandono generalizado del patrón oro, excepto en Estados Unidos, que lo mantuvo hasta 1916. La postguerra trajo consigo graves desafíos económicos. Los países enfrentaron grandes déficits presupuestarios, la necesidad de reconstrucción (que implicaba nuevos préstamos y emisión de moneda) y una depreciación generalizada del valor de sus monedas. La inflación fue uno de los problemas más agudos, ya que, para 1920, la mayoría de las monedas estaban muy por debajo de los valores de paridad anteriores al conflicto. Esto fue especialmente crítico para países que, además de sus problemas internos, tenían que hacer frente al pago de reparaciones, como fue el caso de Alemania. La situación más grave se vivió en Alemania, donde la emisión descontrolada de papel moneda generó una hiperinflación sin precedentes, alcanzando su punto álgido en 1923. El valor de la moneda alemana cayó de manera tan drástica que resultó prácticamente inútil para la población. Ante este caos económico, el gobierno alemán introdujo una nueva moneda, el rentenmark, que ayudó a estabilizar parcialmente la economía. Este cambio fue posible gracias al cambio de actitud de los aliados, quienes aprobaron el Plan Dawes, facilitando la recuperación relativa de Alemania. Sin embargo, esta etapa de estabilización no eliminó el empobrecimiento de la mayoría de la población alemana, lo que avivó las tensiones sociales y políticas. En este contexto crítico, surgieron movimientos extremistas como el Partido Comunista Alemán y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En 1923, los nazis intentaron dar un golpe de Estado conocido como el Putsch de Múnich, que fracasó estrepitosamente. Este descontento y radicalización serían la semilla para el auge del nazismo en los años siguientes. Durante la década de los veinte, se discutió la posibilidad de volver al patrón oro para estabilizar las economías, pero la falta de cooperación internacional impidió establecer un sistema sólido. Además, existía confusión sobre si las paridades de las monedas debían restaurarse a los valores previos a la guerra o ajustarse a las nuevas condiciones económicas. Estas incertidumbres generaron reajustes en los salarios y las condiciones laborales, lo que dificultó aún más la recuperación económica completa en muchos países. 2.2. Reanudación del crecimiento económico La reanudación del crecimiento económico tras la Primera Guerra Mundial estuvo marcada por importantes transformaciones en la industria y la agricultura, aunque el proceso fue desigual y complejo. En la industria, se promovió una mayor racionalización del trabajo y el uso de equipos más eficientes para incrementar la capacidad productiva. Esto dio lugar a mejoras en los salarios y a una reducción de las horas trabajadas, aunque también ocasionó una significativa pérdida de puestos de trabajo debido a la mecanización. Se impulsaron la estandarización de productos y la implementación de prácticas publicitarias innovadoras, con el objetivo de mejorar la distribución y el consumo. Asimismo, se extendieron las concentraciones empresariales horizontales y verticales, que alcanzaron incluso el ámbito financiero, con la emisión y comercialización de acciones. Aunque los Estados intentaron prohibir o regular estas prácticas, tuvieron un éxito desigual, lo que permitió la proliferación de monopolios y oligopolios que consolidaron el poder de grandes empresas. En cuanto a la agricultura, se vivieron dos situaciones diferenciadas: durante y después de la guerra. Durante el conflicto, los avances en tecnología agrícola fueron nulos en los países beligerantes, y hubo una considerable destrucción de tierras de cultivo y ganado. Sin embargo, en los países neutrales, se aprovecharon las circunstancias para incrementar la producción y desarrollar tecnología, lo que mejoró las condiciones de vida de los agricultores. Tras la guerra, la situación cambió drásticamente, ya que la demanda internacional y los precios agrícolas cayeron de forma significativa, lo que llevó a la ruina de muchos productores, generando inestabilidad social y un éxodo masivo hacia las ciudades. Además, en varias regiones se produjo un fenómeno de sobreproducción agraria, que intensificó la caída de los precios y agravó las dificultades económicas del sector. En Europa, la recuperación económica entre 1918 y 1925 fue lenta y desigual. Los países enfrentaron oscilaciones monetarias, problemas de desempleo y la pérdida de mercados tradicionales, lo que complicó la reestructuración del comercio internacional y el abastecimiento regular de materias primas. Sin embargo, entre 1925 y 1929, se vivió un periodo de crecimiento más intenso gracias a pactos internacionales y a la vuelta al patrón oro, que restauró cierta estabilidad económica. Alemania, por ejemplo, experimentó un auge en nuevas formas de producción, mecanización y aumento de la productividad. No obstante, este crecimiento estaba profundamente ligado a la llegada de préstamos y fondos extranjeros, que, aunque inicialmente fomentaron el desarrollo económico, representaban un riesgo debido a su carácter externo y volátil, pues el país dependía de capitales que podían retirarse en cualquier momento. 3. LA GRAN DEPRESIÓN 3.1. La crisis bursátil de 1929 El desencadenante fue la minusvalorarización del dólar y la expansión crediticia desde 1925 por el aumento del consumo (ventas a plazos) y los préstamos en el exterior. En agosto de 1929, la Reserva Federal elevó la tasa de descuento del dólar al 6% como advertencia contra el uso excesivo del crédito. En octubre de 1929 hay muchas acciones a la venta, pero no había compradores. Los problemas previos al crash fueron el paulatino descenso de los precios, especialmente agrarios, en la industria había problemas de stocks de producción, una especulación en bolsa y, desde el verano de 1928, la retirada de inversiones en Europa para invertir en bolsa. 3.2. La internacionalización de la crisis La crisis económica iniciada en Estados Unidos en 1929 tuvo un impacto devastador que pronto se extendió a nivel internacional. En Estados Unidos, las consecuencias fueron inmediatas y severas: la crisis bancaria, marcada por cancelaciones de créditos, retiradas masivas de depósitos e impagos, desembocó en la quiebra de numerosas instituciones financieras. Este colapso financiero, a su vez, provocó una caída drástica del consumo y de la inversión, lo que llevó al cierre de muchas empresas y al incremento masivo del desempleo. La economía estadounidense, que había sido el motor del crecimiento global en los años veinte, se derrumbó rápidamente. Para intentar proteger su economía, Estados Unidos implementó una política de proteccionismo arancelario con la Ley Smoot-Hawley, que elevó considerablemente los aranceles sobre productos importados. Sin embargo, esta medida tuvo un efecto contagio: otros países adoptaron políticas similares de proteccionismo comercial, lo que provocó una contracción significativa del comercio internacional. Se impusieron nuevas devaluaciones monetarias y aumentos de aranceles, agravando aún más la crisis. A este fenómeno se le atribuye la caída de los precios, particularmente en el sector agrícola, que ya se encontraba en dificultades desde los años veinte. En Europa, la crisis fue igualmente catastrófica. Los capitales estadounidenses invertidos en el continente fueron retirados de manera abrupta, lo que paralizó la producción industrial y llevó a la quiebra de numerosos bancos. La falta de inversión y la reducción del comercio internacional generaron una profunda recesión, caracterizada por una caída generalizada de los precios y la imposibilidad de atraer nuevos recursos financieros. Frente a esta situación, muchos países europeos optaron por políticas de proteccionismo y por buscar una autarquía económica, declarando incluso insolvencia para suspender el pago de deudas internacionales. Las consecuencias sociales de la crisis fueron igualmente dramáticas. El desempleo se convirtió en un problema común en prácticamente todas las naciones afectadas, con tasas especialmente altas en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Austria. La desesperación económica llevó a protestas y revueltas sociales en las calles, reflejo del descontento generalizado por la crítica situación. Esta internacionalización de la crisis no solo destruyó economías, sino que también generó tensiones políticas y sociales que marcaron la década de 1930, preparando el terreno para los conflictos posteriores. 4. INTENTO DE RECONSTRUCCIÓN DE LOS AÑOS TREINTA 4.1. Bases para la reconstrucción Se aplican nuevas formas de intercambio comercial para paliar los efectos de la crisis: acuerdos bilaterales, regionales y multilaterales. La teoría keynesiana defendía que el Estado debía intervenir para estimular el consumo y la inversión, una actividad directa en el gasto público e incluso, indirectamente, en incentivos fiscales o monetarios. Muy lentamente, después de tocar fondo, se alcanza una tímida recuperación. Donde apenas se consigue éxito es en los precios, pues en 1937 todavía se mantiene muy por debajo con respecto de 1929. La producción consigue recuperarse lentamente, pero, sin embargo, los precios no. Lamentablemente, la solución de la crisis será la II Guerra Mundial. 4.2. Estados Unidos Se pone en marcha el New Deal para afrontar la crisis. Supuso la salida del patrón oro y la devaluación, para no volver. La Reserva Federal establece un gran control bancario y se encarga de la regulación de créditos. El Estado invierte, presta dinero en concepto de prestamista, pero a su vez supervisa. El sector agrario sigue muy dañado, por lo que se le conceden indemnizaciones y subvenciones. Igualmente, se dan subsidios a desempleados, además de pensiones de jubilación, viudedad... Se llevan a cabo grandes obras públicas y viviendas baratas asumidas por parte del Estado. La inversión en obra pública fue enorme (puentes, edificios, rascacielos, autopistas, etc.). Se favorece una negociación colectiva (Estado, empresarios y trabajadores) y un aumento de salarios. Los resultados del New Deal son positivos, pero no espectaculares; comienza a observarse un impulso de la actividad económica, no se redujo significativamente el desempleo, pero no se estimuló suficientemente la inversión. 4.3. Reino Unido También se abandona el patrón oro y para la reactivación de la economía se apoya, sobre todo, en un fuerte crecimiento del mercado interior y en el mercado de la Commonwealth. Prácticamente en 1934 se recupera el PIB, pero también fue un proceso lento. 4.4. Francia Tiene dos etapas: donde se llega a tocar fondo prácticamente, el estado gasta poco, encarece el precio del dinero, etc. Hay elevados tipos de interés, se reducen los precios y salarios, se contiene el gasto público. Hasta que con el Frente Popular (izquierdas) en el gobierno se empiezan a seguir los pasos del New Deal. 4.5. Suecia Se fomenta el consumo y la demanda interior, hay más exportaciones y se produce una reactivación económica. 4.6. Latinoamérica Cae la demanda y los precios de las exportaciones, además de los ingresos estatales y una parálisis económica. Se dan varios golpes de Estado como consecuencia de ello. El sector exterior es un motor de crecimiento. Se fomento la industrialización gracias a la sustitución de importaciones, nacionalizaciones y por la llegada de inmigrantes. 4.7. Alemania La crisis no solo repercute en la economía, sino también en la política. Esto queda reflejado en las elecciones de 1933, cuando el partido nazi obtiene 288 diputados, mientras que el partido socialdemócrata, con mayoría hasta el momento, obtuvo tan solo 120. El partido nazi pasa del noveno al primer puesto en cuestión de dos años. Muchos de ellos votaban al partido nazi por el temor al partido comunista. En 1933 se encarga al partido nazi la formación de gobierno. Las políticas deflacionistas aplicadas hasta 1933 no solucionaron la crisis. El nazismo aplicó una política de dirección de las actividades económicas en forma corporativa, el control de los sindicatos unitarios y asociaciones empresariales por el Partido, en el sector exterior se hacen acuerdos bilaterales en función de los sectores a potenciar, se congelan los salarios y se supervisan los precios, y se realiza mucha inversión pública, sobre todo en autopistas, además de una política de rearme, encabezando la economía principalmente a una guerra. Quieren recuperar el territorio perdido tras la IGM. 4.8. Italia En 1922, Mussolini establece el fascismo como modelo corporativo. Establecía la autarquía, con intercambios selectivos. El Estado fue intervencionista directo en empresas financieras e industriales. Había un control poco riguroso de los precios y una política presupuestaria expansiva. Solo hubo incrementos significativos de la actividad económica coincidiendo con fuertes aumentos del gasto militar (Etiopía, España). 4.9. Unión Soviética La intervención del Estado va más allá. Durante la IGM se da el final del zarismo, con la revolución de octubre de 1917 y la guerra civil entre zaristas y comunistas. Tras la guerra se implementa un comunismo de guerra: el Estado controla la economía, se nacionalizan la industria y el comercio, se confisca la tierra y se distribuye entre los campesinos con la obligación de poner a disposición del gobierno con sus cosechas, lo que paró la economía, provocando el hambre de la población. Al igual que en Alemania e Italia, solo existe un partido, no se vota, y este se encarga de dirigir la economía. No hay propiedad privada. Esto cambia cuando la guerra finaliza, con la victoria de los comunistas. Se inicia una nueva etapa, hasta 1927 aproximadamente, con la aplicación de la Nueva Política Económica. Hay varios cambios importantes respecto a la ideología radical económica de la guerra. En el ámbito de la agricultura, se puso fin a las requisas, no se volverían a quitar tierras, pero el agricultor tendrá que pagar impuestos, pudiendo vender el excedente que le quedaba tras haber pagado el impuesto. En la industria, se desnacionalizan las de menos de 20 trabajadores, podían producir para el mercado y no para el Estado, y se da la entrada de capitales extranjeros. El control sigue siendo estatal en el transporte, comunicación, banca, comercio exterior y grandes industrias. Esto produce un crecimiento de la producción agrícola e industrial. Cuando Stalin llega al poder se sustituye la Nueva Política Económica por los Planes Quinquenales (1928-1941). Se colectiviza la tierra: las granjas son propiedad del Estado, o como mucho, granjas cooperativas. Se establece un ambicioso programa para aumentar la capacidad global de la industria, que tuvo Éxito en la industria pesada, maquinaria y electricidad. Debido a la priorización de la industria de los sectores mencionados, se reduce la producción y distribución de los bienes de consumo, produciendo hambruna. La población protesta, pero la represión es terrible. A Rusia no le afectan los problemas económicos de Reino Unido o Alemania, es una economía aparte. 5. LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS 5.1. El impacto de la Primera Guerra Mundial Durante la Primera Guerra Mundial, la neutralidad de España fue beneficiosa en varios aspectos. Por un lado, evitó los trastornos monetarios y financieros que sufrieron los países beligerantes, lo que permitió al país enriquecerse en lugar de empobrecerse. Por otro lado, el conflicto aumentó la demanda de bienes manufacturados por parte de los países en guerra y de terceros países, lo que estimuló la economía nacional. Sin embargo, también se produjo una disminución de la oferta de materias primas y bienes de equipo, lo que obligó a España a fomentar la sustitución de importaciones. La agricultura experimentó un crecimiento significativo, especialmente en los sectores tradicionales, aunque el problema del subempleo masivo persistió, dificultando la modernización del sector. En cuanto a los minerales metálicos, las exportaciones de plomo y otros metales cayeron más del 50 %, mientras que la producción de hierro de Vizcaya se mantuvo estable. Por el contrario, la industria del carbón vivió un periodo de auge debido a las dificultades para importar este recurso, aumentando su producción de 3,78 millones a 6,13 millones de toneladas entre 1913 y 1918, aunque con escasa productividad. La industria se benefició coyunturalmente del incremento en las exportaciones de manufacturados, pero esto no se tradujo en una ampliación significativa de la capacidad productiva. En muchos sectores, el aumento de la producción fue limitado, mientras que los precios y los beneficios crecieron de manera espectacular. Además, sectores terciarios como las compañías navieras, los bancos y las empresas comerciales también experimentaron una gran prosperidad, lo que contribuyó a que España acumulase un superávit récord en su balanza de pagos. Pese al crecimiento económico, los efectos de la guerra intensificaron las desigualdades sociales. Entre 1913 y 1917, los excedentes empresariales en la renta nacional aumentaron un 50 %, mientras que los ingresos reales de las familias cayeron debido a la inflación (22 % anual) y al encarecimiento de bienes básicos. Esto generó un fuerte malestar social, que culminó en la huelga general de 1917 y un ciclo de conflictividad laboral que persistió hasta la década de 1920. 5.2. La economía tras la guerra (1918-1921) Tras la Primera Guerra Mundial, España sufrió los efectos de la posguerra, especialmente por la recuperación productiva de los países beligerantes. Las exportaciones españolas cayeron drásticamente, mientras que las importaciones aumentaron debido a la abundancia de productos extranjeros más baratos en el mercado internacional. Esto resultó en un aumento del déficit comercial, el desplome de precios de productos como el carbón y el hierro, y el cierre de muchas empresas marginales creadas durante el conflicto. La recesión afectó especialmente a sectores como el textil y el metalúrgico, lo que incrementó significativamente el desempleo. En 1921, la producción industrial cayó a niveles similares a los de 1916, afectando principalmente a los sectores tradicionales de la Primera Revolución Industrial, como el carbón, el textil y la siderurgia, mientras que los sectores emergentes, como la maquinaria y los bienes eléctricos, se vieron menos afectados. Ante esta situación, se intensificaron las presiones para adoptar medidas proteccionistas. En 1921, se aprobó la Ley de Ordenación Bancaria, que regulaba el sistema bancario español, y en 1922 el Arancel de Cambó, que aumentó los aranceles en sectores en crisis como el carbón y la siderurgia, aunque también facilitó la importación de materias primas y maquinaria eléctrica necesarias para la industrialización. 5.3. Crecimiento económico durante la dictadura de Primo de Rivera (1923- 1929) Entre 1923 y 1929, España vivió una etapa de crecimiento económico significativo, coincidiendo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Durante este periodo, el PIB creció a una tasa anual del 4,1 %, impulsado por el aumento de capital fijo, que alcanzó un 9,8 % anual. Sin embargo, este crecimiento no fue equilibrado, ya que el sector agrario creció a un ritmo más lento (1,6 % anual). Mientras que los cultivos de cereales permanecieron estancados, la agricultura mediterránea (naranjas, almendras, aceites) experimentó una notable expansión gracias a la apertura de nuevos mercados. El sector industrial fue el principal motor del crecimiento, con una tasa anual de 5,5 % entre 1922 y 1929. Destacaron la siderurgia, la metalurgia, la química y la generación de electricidad, además de la electrificación y el desarrollo de nuevas industrias como la electroquímica y las fibras artificiales. La urbanización y la construcción residencial también desempeñaron un papel clave. La dictadura fomentó la industrialización mediante subsidios, desgravaciones y contratos públicos, y reforzó el proteccionismo mediante barreras de entrada a mercados y medidas monopolistas. En infraestructura, se llevaron a cabo importantes inversiones en ferrocarriles, carreteras, confederaciones hidrográficas y puertos. Se renovaron más de 5.000 kilómetros de carreteras y se electrificaron tramos ferroviarios, mientras que las confederaciones hidrográficas aumentaron la producción de energía eléctrica y los regadíos. Sin embargo, este modelo de crecimiento se agotó al final de la década debido a la Gran Depresión de 1929, el déficit público creciente y la salida de capital extranjero. 5.4. La Gran Depresión y la Segunda República (1930-1936) La crisis económica mundial de 1929 coincidió en España con la dimisión de Primo de Rivera y el establecimiento de la Segunda República en 1931. Esto agudizó la inestabilidad política y social, dificultando la recuperación económica. Durante el bienio 1930-1931, el PIB cayó un 4,6 % y un 2,3 %, respectivamente, y el desempleo aumentó considerablemente, alcanzando los 670.000 parados en 1935. A pesar de algunas políticas reformistas, como el incremento de salarios y el aumento del gasto público, estas medidas exacerbaron la crisis al elevar los costes laborales y generar déficits presupuestarios. La economía comenzó a recuperarse tímidamente durante el bienio radical-cedista (1934-1935), pero el PIB per cápita seguía siendo inferior al de 1929. España, sin embargo, no sufrió tanto los efectos de la Gran Depresión como otros países debido a su desvinculación del patrón oro, la ausencia de deuda externa y las reservas de oro acumuladas durante la Primera Guerra Mundial. 5.5. La Guerra Civil (1936-1939) La Guerra Civil española interrumpió el proceso de recuperación económica. Aunque la guerra consumió recursos importantes, como las reservas de oro del Banco de España, las pérdidas materiales no fueron catastróficas. Sectores como la agricultura, la minería y la industria lograron recuperarse relativamente rápido. No obstante, las peores consecuencias las sufrió la población, con alrededor de 750.000 habitantes menos debido a las muertes, represalias, exilios y desplazamientos. El conflicto destruyó gran parte del ahorro privado y provocó inflación, dejando a España en una situación económica frágil al inicio de la posguerra. 4. INTERVENCIONISMO POLÍTICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO (1945-1973) 1. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL En general, son demoledoras, ya que la capacidad de destrucción era mucho mayor debido a las innovaciones. Estados Unidos, Canadá, Australia tienen una elevada y sostenida demanda, además de un aumento de la producción agrícola e industrial. En algunos casos, se llevaron a cabo ambiciosos proyectos de modernización tecnológica y productiva. Sus consecuencias no serán muy graves al no haberse dado la acción bélica en su territorio. 2. RECONSTRUCCIÓN EUROPEA Y NUEVO ORDEN ECONÓMICO INTERNACIONAL La primera conferencia tuvo lugar en Bretton Woods (1944) donde se llevaron a cabo diversas decisiones. Entre ellas, la convertibilidad del dólar en oro con un tipo de cambio fijo. Los demás países adquieren un patrón de cambios sobre la base del dólar. Se establece entonces un sistema de tipos de cambios fijos, pero ajustable por parte de cada Estado. También surgen, debido a la iniciativa de colaboración, el Fondo Monetario Internacional y Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo, dos instituciones internacionales donde los países podrán acogerse. En resumen, tenemos un nuevo patrón monetario y dos instituciones internacionales, con fondos para el desarrollo y reconstrucción. El otro pilar fundamental que marca esta época es la libertad de comercio. En 1947 se firma el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio. Con ello se pretendía liberalizar los intercambios internacionales mediante una reducción progresiva de las cuotas de importación y las tarifas aduaneras hasta su abolición final. El fin era alcanzar la liberalización, en la que se observan avances. 2.1. La reconstrucción de Europa Tras la devastadora Segunda Guerra Mundial, el daño en Europa fue masivo y generalizado. El continente, que había sido un importante mercado económico, estaba paralizado. La tarea de reconstruir la economía y la infraestructura de Europa era enorme, pero el deseo de cooperación internacional era igualmente fuerte. La reconstrucción de Europa no solo era una cuestión económica, sino también política, ya que era necesario evitar la expansión del comunismo y restaurar la estabilidad social. Para enfrentar este desafío, se lanzó el Plan Marshall en 1948, un programa de ayuda económica diseñado principalmente para la reconstrucción de Europa. Su filosofía se basaba en la lucha contra el comunismo, promoviendo la estabilidad económica, política y social. Además de la ayuda económica directa, el plan buscaba garantizar la integración económica entre los países europeos y frenar el avance del comunismo en el continente. Sin embargo, algunos países como la Unión Soviética y sus satélites, incluidos los países del bloque comunista, no pudieron participar, al igual que España, que bajo la dictadura de Franco estaba excluida del proceso. Para garantizar la correcta distribución de los fondos y coordinar las políticas nacionales, se crearon varios organismos, como el Comité de Cooperación Económica y la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) en 1948. Estos organismos tenían la responsabilidad de identificar las necesidades de los países y asegurar que los recursos se utilizaran eficazmente. Además, en 1950 se estableció la Unión Europea de Pagos, una institución creada para facilitar el intercambio de monedas y resolver cuestiones monetarias dentro de Europa. Gracias al potencial económico del Plan Marshall, se puso especial énfasis en la creación de infraestructuras, el impulso de la industria básica y la estimulación de la inversión privada. Esta cooperación permitió una recuperación económica rápida, con indicadores económicos alcanzando en solo 5 años los niveles previos a la guerra. A finales de la década de 1940, la mayoría de los países ya habían superado los niveles de producción anteriores a la guerra. La ayuda económica del Plan Marshall trajo beneficios tanto directos como indirectos. Entre los primeros, se destacan las compras y la inversión en infraestructura. Los beneficios indirectos fueron igualmente significativos, ya que se introdujeron nuevas tecnologías y se promovieron intercambios culturales entre los países participantes, lo que contribuyó al crecimiento de la economía europea y la consolidación de la paz. Alemania fue un caso especial en la reconstrucción europea. Tras el final de la guerra, el país fue ocupado y dividido en cuatro zonas de ocupación: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Unión Soviética, con Berlín también dividido en cuatro sectores. Inicialmente, se desmanteló su industria pesada y se impusieron reparaciones. Sin embargo, en 1947, las zonas occidentales se fusionaron para facilitar el comercio, se paralizó el desmantelamiento de industrias y se implementó una reforma monetaria. Esto permitió que las zonas occidentales comenzaran a funcionar como una sola economía. La URSS, no conforme con estos desarrollos, bloqueó Berlín entre 1948 y 1949, pero el bloqueo fracasó gracias al puente aéreo. Finalmente, en 1949, se proclamó la República Federal de Alemania en el Oeste, mientras que el Este, bajo la influencia soviética, dio lugar a la República Democrática Alemana. La Unión Soviética, por su parte, expandió su influencia de manera brutal, imponiendo el comunismo en varios países del Este de Europa. Para consolidar esta influencia, la URSS creó organismos como el Kominform (1948) y el Comecon (1949), que servían como instrumentos de control económico y político. A diferencia de la cooperación europea bajo el Plan Marshall, estos organismos eran jerárquicos, con la URSS como líder y los países del Este subordinados a su autoridad, en una relación que se asemejaba a la de metrópoli-colonia. En este bloque, los países de Europa Oriental mantenían una relación de intercambio de materias primas a cambio de manufacturas con la URSS. 3. LA GLOBALIZACIÓN DEL CRECIMIENTO Y EL ESTADO DE BIENESTAR A medida que avanza la segunda mitad del siglo XX, los países experimentan un crecimiento económico generalizado, tanto en sistemas capitalistas como comunistas. Este crecimiento es acompañando por una intensificación de los intercambios comerciales internacionales, lo que resulta en una mayor estabilidad monetaria y financiera a nivel global. Además, los avances en educación, investigación y tecnología se aceleran. Tanto el sector estatal como la iniciativa privada juegan roles cruciales en este proceso, con avances clave como la automatización de la producción, la creación de nuevos materiales y la constante búsqueda de productos innovadores. Estos avances contribuyen a reducir los costos de producción y a mejorar la competitividad. El aumento en la demanda agregada, impulsado por diversos factores, también juega un papel esencial. El crecimiento demográfico, la reducción de los precios de los bienes de consumo, el auge de la propaganda y publicidad, así como la urbanización, son factores que fomentan la demanda privada. Al mismo tiempo, se genera una creciente demanda pública de políticas de intervención y protección social. Durante estos años, también se fomenta el uso de automóviles y electrodomésticos, que se vuelven más accesibles para una mayor parte de la población. En este contexto de crecimiento, la política económica más extendida es la economía mixta, que combina la iniciativa privada con la intervención del Estado. En los países capitalistas, la iniciativa privada sigue siendo responsable de la producción de bienes y servicios, mientras que el Estado asume un rol intervencionista, regulando el mercado y estableciendo políticas para alcanzar objetivos como el pleno empleo, la estabilización de precios y el equilibrio del comercio exterior. La intervención estatal se realiza de manera indirecta mediante leyes y regulaciones, pero también puede ser directa, influenciando las actividades económicas en áreas clave. Un aspecto fundamental de esta intervención es el Estado de bienestar, cuyo principal objetivo es lograr el pleno empleo y garantizar el acceso a servicios básicos como sanidad, educación, prestaciones por desempleo y pensiones. Para financiar estos servicios, se implanta un sistema tributario progresivo, en el que los impuestos se aplican de manera proporcional a los ingresos. Sin embargo, este sistema no siempre es perfectamente equitativo, ya que existen prácticas de evasión fiscal que impiden una recaudación justa. A pesar de esto, se sigue considerando viable el endeudamiento público como medio para financiar el gasto en bienestar social. Además de estos elementos, uno de los factores más generalizados durante este período fue el establecimiento de pactos laborales. Estos acuerdos se centran en la moderación salarial y la flexibilización del mercado laboral, con el fin de adaptarse a las nuevas demandas económicas. Los Estados, a su vez, se comprometen a satisfacer las necesidades de la población, garantizando la provisión de servicios esenciales. Para financiar este Estado de bienestar y sus políticas de intervención social, los gobiernos necesitan incrementar la recaudación fiscal. Esto conduce a una mayor presencia del Estado en sectores clave de la economía, creando y fomentando empresas públicas para controlar áreas estratégicas como la electricidad, el transporte, la banca, la siderurgia y la industria química. La idea es que el Estado debe ser responsable de estos sectores, considerados vitales para el bienestar y el desarrollo del país. 4. LA INTEGRACIÓN DE LA ECONOMÍA EUROPEA Aparecen distintas formas económicas para integrarse. En un primer momento, son puramente económicas. Una de las primeras se da en 1947: Benelux. Fue de las primeras que llevó a cabo la eliminación de aduanas en Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Poco después, en 1952: Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Para que el comercio del carbón y del acero (elementos claves para guerras) este controlado por un grupo de países y no por uno solo. Fue el origen de la Comunidad Económica Europea, formada por Benelux, Francia, RFA e Italia. En 1957 se establece el Tratado de Roma, con los mismos países CEE (Comunidad Económica Europea) y EURATOM. En 1973 se produce la primera ampliación cuando Francia da el visto bueno a la incorporación de RU. Tiene lugar un fuerte crecimiento económico y convergencia con EEUU gracias a las novedades tecnológicas, al incremento de la productividad de los trabajadores europeos, a la inversión en infraestructuras y capital social fijo y al auge del comercio intraeuropeo. Reino Unido vive una etapa de gran crecimiento y pérdida de liderazgo industrial. La libra estaba sobrevalorada. Hubo una menor productividad de las empresas y avances en el Estado del bienestar. La república federal alemana (milagro alemán) es una economía social del mercado basada en el liberalismo y justicia social. Hay una fuerte presencia del Estado de bienestar. Se observa también la colaboración y compromiso entre sindicatos y patronal. Hay reformas fiscales y monetarias que proporcionan estabilidad, además de una gran apuesta por la cultura y la ciencia. 5. LA HEGEMONÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA La década de los 50 es sin duda muy positiva para ellos, pues obtendrá una masiva inversión de capitales en el exterior y tiene poca competencia, por lo que tender· a crecer y a expandirse. Las grandes multinacionales invadirán Europa. Las cosas comienzan a torcerse fruto de la Guerra Fría (1961-1964) suponiendo la elevación del gasto público (también derivado de la guerra de Vietnam), un déficit presupuestario y la reducción de impuestos. A partir de 1965 se reforzó el crecimiento y Vietnam fue un nuevo impulso a la demanda militar. Había una coyuntura inflacionaria derivada del aumento del gasto público. Se aplica una reducción de impuestos de sociedades y de la renta, además de bajos tipos de intereses para facilitar la inversión interior. Al final de la década de los 60, la economía todavía mantiene una moneda bastante sobrevalorada, el dólar. Hay una pérdida de competitividad en el mercado internacional. Además, se observa una mayor inclinación por la importación de productos extranjeros: balanza de pagos negativa. Hay una economía muy endeudada y ya no tan poderosa. El país pasa de ser acreedor a deudor. El inicio de los 70 trae consigo la suspensión de la convertibilidad oro/dólar (1971), por lo que la estabilidad va dando lugar a una clara inestabilidad. Algunas mejorar su cotización y otras la empeoraron, dependiendo del mercado. Hay un recorte de gasto público e incrementos fiscales y el deterioro de las condiciones de vida. 6. EL CRECIMIENTO DE LA ECONOMÍA JAPONESA El Plan Dodge de 1948 tuvo la intención de ayudar a recuperar la economía industrial y la política japonesa, al igual que el plan Marshall, y que no sea comunista. Las medidas afectan a la devaluación de la moneda, a la reforma agraria (dinámico mercado de la tierra), la oposición a los zaibatsus y la instauración de una democracia. Un hecho que beneficia a Ja es la guerra de Corea (1950-1953) ya que buena parte de las inversiones de EE. UU. para esa guerra se hacen a través de la producción japonesa. Los gastos militares norteamericanos derivados del conflicto fueron canalizados en parte hacia la producción japonesa y las divisas para la compra de materias primas. En 1954 se consiguió recuperar el nivel de producción de 1939. Lo que ahora caracteriza a Japón es su economía abierta. Hay una entrada masiva de nuevas tecnologías y formas de producción. Establece un marco de políticas proteccionistas, calculado y en estrecha relación con las grandes empresas y sectores considerados por el gobierno como estratégicos. Hay una clara coordinación entre bancos públicos y grandes grupos empresariales. Se lleva a cabo la construcción naval, electrónica, automóviles, fotografía... 7. LOS PAÍSES SOCIALISTAS Y LAS ECONOMÍAS DE PLANIFICACIÓN CENTRALIZADA Se da una expansión del comunismo por Europa Oriental, China, Cuba... a través de guerras, golpes de Estado, etc. En estos países que pasan del capitalismo al comunismo se nacionalizan las industrias básicas y del sistema financiero, además de la colectivización de la propiedad agraria. Se dio prioridad a la industria pesada en detrimento de la agricultura y los servicios, y muy poca a la industria de consumo. Hubo una tendencia a la autosuficiencia y participación marginal del comercio exterior en el desarrollo económico, era una economía muy cerrada excepto con países comunistas, y siempre primaron los intercambios bilaterales con la URSS. Estaban subordinados a las órdenes de la URSS. El resultado fue un crecimiento intenso y continuado, un claro éxito en la industria pesada. Sin embargo, hay un déficit productivo de productos agrarios y bienes de consumo. Un elemento básico son las colas para adquirir productos básicos. 8. EL SISTEMA ECONÓMICO CHINO Entre 1949 y 1952 en china hay una economía mixta. Respecto a la agricultura, la tierra era privada, pero estaba repartida entre los campesinos. El Estado controla la industria pesada, las minas de carbón y de hierro, las infraestructuras y la banca. El Estado “Puertos del tratado”. Actividad privada de empresarios que no emigraron. A partir de 1953 y hasta 1957 todo pertenece al estado y todo ser· planificado a través de los planes quinquenales. El primer plan quinquenal supuso la colectivización y planificación (colectivizar agricultura y priorizar la industria pesada), la agricultura queda supeditada a la industrialización y hay un claro éxito de la industria pesada. Por ello, hay un deterioro de las condiciones de vida. En 1957 hay una flexibilización en la planificación y una tímida liberalización económica debido a este deterioro de vida. Sin embargo, en 1958 se vuelve a profundizar en el modelo comunista con la vuelta a las comunas agrarias. La agricultura queda supeditada a la industria y al mundo urbano, provocando hambrunas. En los años 60 comienza a darse una tímida liberalización, los campesinos adquieren parte de la comuna para producir y vender libremente, y hay una inversión industrial controlada por el poder militar. En los años 70 china empieza a tratar de mejorar su imagen respecto al exterior, aunque prácticamente sin que cambie nada dentro. De cara al exterior lleva a cabo un lavado de imagen, pero en el interior sigue siendo duro. Hay una revolución cultural y ejercito. Se popularizo el más Estado y más mercado. 9. EL CRECIMIENTO DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO 9.1. Libre comercio y “tigres asiáticos” Destaca el libre comercio con acuerdos comerciales y protección arancelaria. El Estado coordina y orienta la inversión privada, y promociona determinadas exportaciones. El Estado tiene una participación muy activa para tratar de fomentar determinados sectores considerados prioritarios en aquel momento. Los gobiernos dirigen y estimulan las fuerzas del mercado hacia los sectores escogidos. Los pioneros “tigres asiáticos” fueron Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán. Estos dan prioridad a la educación, a la estabilidad de precios, inversión del ahorro nacional. Cuentan con mano de obra abundante, con salarios bajos y limitación de derechos. Hay empresas públicas y zonas francas portuarias. Se trata de hacer atractivo el país para las inversiones de las multinacionales. Estas economías irán avanzando, pero sin embargo hay lastres negativos durante el proceso, como por ejemplo los derechos humanos (muchas horas de trabajo con un salario Ínfimo). Por ello, se convierte en un destino muy atractivo para las multinacionales (deslocalización) aprovechando estas ventajas. 9.2. Industrialización sustitutiva de importaciones En Latinoamérica no se dará el mismo éxito. Hay un proteccionismo comercial y se da la sustitución de importaciones. Tratan de fomentar la industria nacional en lugar de comprar de fuera. La industria apuesta por los bienes de consumo para el mercado doméstico, y seguir así compitiendo en el mercado. Esto provoca una incapacidad de estas economías para sustituir completamente o de forma significativa estas importaciones. Se quiere exportar materias primas y agrícolas, entrando al mercado. Sin embargo, debido a la carencia de capital recurren a la financiación externa. Hay, entonces, déficit comercial y aumento de la deuda externa, además de la debilidad del consumo interno y de la renta per cápita, lo que trae descontento social y golpes de Estado, lo cual no contribuye a una estabilidad económica. 9.3. Proceso de descolonización El proceso de descolonización supuso la independencia, lo que tuvo como consecuencia la inestabilidad política debido a la corrupción, las dictaduras, endeudamiento. A su vez, también supuso un incremento de la desigualdad, hambres, guerras, golpes de Estado... En resumen, no hubo cambio a mejor a pesar de haber conseguido la independencia. Los avances son tímidos en Latinoamérica, casi nulos en África, pero si notables en Asia gracias al capital humano. 10. ESPAÑA: DE LA AUTARQUÍA AL DESARROLLISMO 10.1. El fracaso de la economía autárquica (1939-1950) La década de los 40, conocida como los “años del hambre”, estuvo marcada por las graves secuelas de la Guerra Civil Española, el fracaso de la política autárquica aplicada por el franquismo, la Segunda Guerra Mundial, y el aislamiento político de España recomendado por la ONU a finales de 1946. Durante estos años, España vivió una profunda depresión económica, estancamiento y penuria. No fue sino hasta 1951 que España alcanzó el PIB de 1935 y hasta 1954 para superar el nivel de renta per cápita de 1929. El principal responsable de esta situación fue la política económica adoptada por los gobernantes, cuyo intervencionismo y enfoque autárquico provocaron una calamitosa evolución de la economía española. La intervención estatal afectó la formación de precios y la asignación de recursos. La fijación de precios bajos para muchos productos agrarios, en un intento de asegurar el consumo, redujo la oferta en el mercado oficial y provocó el auge de un mercado paralelo o negro. Esta escasez de productos llevó al racionamiento, afectando especialmente al petróleo y a la electricidad. En cuanto a la asignación de recursos, el régimen intervino mediante cupos, licencias de importación y la creación de empresas públicas, como el Instituto Nacional de Industria en 1941. El Estado asumió el papel de empresario y controló las inversiones. La evolución del comercio exterior fue igualmente desastrosa. Las importaciones se redujeron debido a la escasez de divisas y la política autárquica, lo que trajo consigo carestía de productos energéticos, materias primas, maquinaria y piezas de repuesto. Las exportaciones también se vieron afectadas por la política de buscar un equilibrio bilateral con otros países, favoreciendo a Alemania hasta 1945. Además, la cotización oficial de la peseta afectó negativamente las exportaciones, lo que llevó a un control estricto de las divisas. En resumen, la política autárquica fue un fracaso rotundo, y la situación de hambre de 1947-48 solo se solucionó con la ayuda internacional, como el trigo enviado desde Argentina y préstamos de bancos americanos. 10.2. La “Década Bisagra” (1951-1960) Con la revocación del aislamiento diplomático por parte de la ONU en 1950, España comenzó a recibir ayudas norteamericanas en forma de donativos y préstamos, lo que permitió la compra de materias primas, bienes de equipo y alimentos, cubriendo parte del déficit comercial. Esta ayuda, sumada al crecimiento económico de los países europeos, impulsó las exportaciones españolas y permitió la renovación parcial del equipamiento industrial. A pesar de ello, la liberalización económica fue limitada, pues la inversión privada seguía sometida a autorización administrativa y el mercado de divisas continuaba controlado. En cuanto a la intervención estatal, se suprimieron los racionamientos y cupos de materias primas y productos energéticos, y muchos alimentos dejaron de estar sujetos a control de precios. El precio de la mayor parte de la producción agraria pasó a ser libre. El régimen fomentó la creación de grandes centrales energéticas y una serie de reformas que favorecieron la futura inversión privada. La producción industrial experimentó un gran crecimiento, casi duplicándose en los años 50, pero aún carecía de competitividad y capacidad exportadora. 10.3. Los años dorados (1960-1973) Entre 1960 y 1973, la economía española creció con fuerza, impulsada por la inversión extranjera, la emigración a Europa y el creciente número de turistas. España recibió aproximadamente 6.100 millones de dólares en inversión extranjera entre 1959 y 1973, principalmente de Estados Unidos, Suiza y Alemania, con el sector industrial siendo el principal beneficiado. La emigración de más de un millón de españoles hacia Europa también aportó divisas importantes, mientras que el crecimiento del turismo cubrió gran parte del déficit comercial. El sector agrario sufrió una rápida modernización gracias a la adopción de nuevas tecnologías, maquinaria y productos químicos, lo que incrementó significativamente la productividad. La industria española creció a un ritmo del 10,2 % anual, lo que permitió a España convertirse en la décima economía mundial. Sin embargo, este crecimiento industrial estuvo limitado por las prácticas intervencionistas del régimen y la falta de competitividad internacional. El mercado laboral y financiero continuaron siendo controlados por el régimen. La regulación laboral dificultaba el despido de trabajadores, lo que llevó a los empresarios a recurrir a las horas extra, encareciendo los costes laborales. En el sector financiero, las instituciones no tenían libertad para decidir sobre los tipos de interés ni para crear nuevas oficinas, y el gobierno obligaba a las entidades a conceder financiación privilegiada a las empresas favorecidas. A pesar de los planes de desarrollo cuatrienales (1964-1975) que pretendían impulsar la inversión pública y privada, estos planes no fueron efectivos debido a la falta de recursos y a la oposición de Franco a una reforma tributaria que aumentara los ingresos fiscales. Los planes se basaron más en intereses políticos que económicos, favoreciendo sectores protegidos sin ventajas comparativas, como la construcción naval. La dictadura dejó una estructura empresarial débil, dependiente del petróleo y con tecnologías fácilmente accesibles para otros países en desarrollo. 5. LA CRISIS DEL SISTEMA INTERVENCIONISTA Y EL RETORNO DE LA LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA (1973-2010) 1. LA CRISIS DEL SISTEMA DE BRETTON WOODS La economía estadounidense comenzó a enfrentar una creciente decadencia durante la década de 1970, lo que sería un precedente de la crisis de este sistema. Entre los factores que contribuyeron a esta situación se encuentran los elevados gastos derivados de la guerra de Vietnam, así como la creciente competencia global que comenzó a poner en cuestión la preeminencia económica de Estados Unidos. El sistema económico que había sido exitoso en los "años dorados" empezó a mostrar signos de agotamiento. Esto se evidenció en 1971, cuando Estados Unidos decidió devaluar el dólar, lo que marcó el abandono de los tipos de cambio fijos. Este cambio provocó una serie de devaluaciones y una creciente inflación, lo que empeoró la situación económica interna. En paralelo, aumentó la tensión social, manifestada principalmente a través de una fuerte lucha sindical, que reflejaba el descontento de los trabajadores ante las difíciles condiciones económicas. Además, se comenzó a observar una gran deslocalización, un fenómeno que preocupó especialmente a los trabajadores, ya que implicaba la salida de empleos del país, afectando aún más al mercado laboral. Otro de los efectos más notables fue el aumento del gasto público, impulsado por el desempleo creciente y la necesidad de financiar los seguros sociales. Ante esta situación, la respuesta del gobierno fue la emisión de un mayor gasto público con el objetivo de aumentar los salarios. Sin embargo, esto generó un fenómeno económico nuevo que más tarde se trasladaría a Europa: la estanflación. Este término describe una situación en la que se experimenta un aumento de los precios (inflación), pero al mismo tiempo una desaceleración de la actividad económica, un fenómeno que complicaba la capacidad del gobierno para gestionar eficazmente la economía. 2. LA CRISIS DEL PETRÓLEO En las décadas previas a la crisis del petróleo, el precio de la energía se mantenía bajo y estable, lo que favorecía un consumo excesivo e ineficiente de los recursos energéticos. Sin embargo, a finales de 1973, un nuevo conflicto entre Israel y los países árabes marca el comienzo de una crisis global. Los países productores de petróleo, principalmente árabes, aprovechan su poder sobre este recurso estratégico y deciden utilizarlo como un arma económica. En respuesta a la guerra, los países productores de petróleo aumentan significativamente sus precios, lo que provoca un fuerte incremento de los costos de la energía y de los productos derivados del petróleo, como el transporte y la producción industrial. Esto desencadena un aumento en la demanda de crudo, ya que los países intentan acumular reservas, lo que a su vez genera inflación, desempleo y un ajuste en los salarios. Los gobiernos, en su mayoría, subestimaron la magnitud de la crisis, pensando que sería algo temporal. Sin embargo, los países que carecían de recursos petroleros, especialmente aquellos que dependían de la importación, se vieron gravemente afectados. En estos países, los efectos de la crisis fueron más profundos, incluyendo una grave inflación y una creciente deuda externa. La crisis se intensifica en 1979 con la Revolución Islámica en Irán. Esta vez, el precio del petróleo alcanza niveles aún más altos, la producción cae y el desempleo se dispara. Las economías avanzadas responden con políticas proteccionistas y promueven el ahorro energético. Los países en desarrollo enfrentan graves problemas, como inflación, desempleo, deterioro social y un aumento de la deuda pública. En Europa, la situación se agrava porque, a pesar de haber logrado el autoabastecimiento energético en el pasado, ahora depende de países productores de petróleo, lo que los hace más vulnerables. En respuesta, surgen medidas para fomentar el ahorro energético, como la implementación de horarios de verano (ajuste de la hora) como una forma de reducir el consumo de energía. A partir de esta crisis, surgen con fuerza las ideas neoliberales, que critican las políticas keynesianas y las consideran ineficaces. El neoliberalismo pone énfasis en el control de la inflación a través de altas tasas de interés, la desregulación de los mercados y la liberalización del comercio. Se plantea que la intervención estatal debe ser mínima, eliminando empresas públicas y promoviendo la privatización. La idea central es reducir las barreras comerciales, eliminando aranceles y creando mercados libres para aumentar la competitividad de las empresas. La adopción de estas políticas neoliberales es rápida, especialmente en los países más avanzados. En Estados Unidos, el presidente Ronald Reagan implementa políticas monetarias restrictivas que aumentan los tipos de interés, lo que reduce la inflación. Sin embargo, estas políticas tienen efectos negativos sobre la inversión, el consumo y el empleo, ya que reducen la demanda agregada. A pesar de la disminución de la inflación y la apreciación del dólar, la inversión y el consumo se reducen, afectando negativamente la producción y el empleo. Estas ideas también se aplican en muchos países europeos industrializados, donde se adoptan políticas monetarias más restrictivas y se intensifica el proteccionismo. La recesión se alarga hasta mediados de la década de 1980, con una caída significativa de las tasas de inflación, pero también con efectos negativos sobre el empleo y la inversión. La crisis del petróleo, entonces, no solo tuvo un impacto inmediato, sino que también provocó un cambio en las políticas económicas a nivel global, favoreciendo un enfoque más liberal y menos intervencionista. 3. LA CRISIS DE LAS ECONOMÍAS DE PLANIFICACIÓN CENTRALIZADA En la Unión Soviética, un factor clave que marcó el fin del modelo comunista fue la guerra de Afganistán (1979-1985). Este conflicto provocó un aumento significativo de los gastos militares y favoreció la priorización de la industria armamentista. La URSS invadió Afganistán, pero sufrió una derrota humillante, lo que debilitó aún más su estructura económica y política. Este fracaso militar intensificó la importancia del gasto militar dentro del régimen soviético, mientras que el precio del petróleo se incrementaba, lo que afectaba tanto las exportaciones como las importaciones en la región. Al concluir la guerra, Mijaíl Gorbachov asumió el liderazgo de la URSS y puso en marcha un proceso de reformas denominado Perestroika en 1985. Este plan tenía como objetivo reducir el control del Estado sobre la economía y disminuir la planificación centralizada. Sin embargo, esta reforma resultó ser un fracaso, ya que el Estado perdió aún más control sobre la producción y los productores, lo que derivó en un derroche de recursos, una caída de la productividad y un aumento de los costos de producción. El sistema económico comunista se fue deteriorando aún más, y los problemas existentes no solo no se resolvieron, sino que se agravaron. Este colapso del modelo económico no solo afectó a la URSS, sino que también se extendió a los países de Europa Oriental que seguían el mismo sistema. La producción se paralizó, el deterioro social aumentó y la inflación se disparó. Como resultado, muchos de estos países tuvieron que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, instituciones que representaban al capitalismo, lo cual fue una contradicción para el modelo comunista. Las consecuencias políticas fueron devastadoras para el comunismo. En 1989, se produjo la caída del Muro de Berlín, símbolo de la división entre el bloque soviético y el bloque occidental. En 1991, la Unión Soviética se disolvió oficialmente, y los países que componían la URSS comenzaron una transición hacia economías de mercado. El colapso del régimen comunista no fue forzado por ninguna acción política directa, sino que fue el resultado de una serie de reformas fallidas que llevaron a todos los países a abandonar el comunismo y adoptar sistemas económicos más abiertos y orientados al mercado. 4. LA CRISIS DE LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS A pesar de la grave crisis que atraviesan las economías latinoamericanas, hubo una cierta recuperación gracias al aumento de los precios de sus productos de exportación. Este repunte en los precios, combinado con la convicción de que invertir más en estos sectores sería beneficioso, permitió una notable entrada de capital, principalmente de bancos privados europeos y americanos. Sin embargo, el uso que se hizo de este dinero no fue el más adecuado. Gran parte de los recursos se destinó a incrementar las importaciones y financiar el consumo interno, pero lo más significativo fue el gasto en equipamiento militar. En lugar de utilizar estas inversiones para modernizar sus economías, muchos países latinoamericanos optaron por destinar los fondos a un gasto militar elevado, creyendo erróneamente que los golpes de Estado serían la solución a sus problemas internos. Este flujo de inversiones extranjeras también provocó una cierta sobrevaloración de las economías latinoamericanas. A pesar de este aparente crecimiento, estas economías estaban muy endeudadas con el exterior y no eran capaces de aliviar la carga de sus deudas. Esto resultó en un aumento del déficit por cuenta corriente y una acumulación de reservas internacionales, mientras que las monedas locales se sobrevaloraban y la deuda externa se multiplicaba. Ante esta situación insostenible, los países latinoamericanos comenzaron a implementar políticas de ajuste económico. Se llevaron a cabo estrictas reformas en el gasto público, como el aumento de impuestos, la eliminación de subsidios y la privatización de empresas públicas. Además, se devaluaron las monedas locales con el fin de fomentar las exportaciones, un sector clave para sus economías. Sin embargo, estos países seguían enfrentando serias dificultades debido a que sus economías seguían siendo muy dependientes de la deuda externa, a pesar de que las exportaciones aumentaron. El problema era que muchos de los productos que exportaban no tenían un alto valor agregado, lo que limitaba su capacidad para generar ingresos sustanciales. Las consecuencias sociales de estas políticas fueron graves. El ajuste económico llevó a un fuerte descenso en las coberturas sociales financiadas por el Estado, lo que a su vez incrementó la desigualdad y la pobreza. A medida que las políticas de ajuste se implementaban, las brechas sociales se ampliaban, dejando a una parte significativa de la población en condiciones de mayor vulnerabilidad. Estos países experimentaron grandes dificultades sociales, ya que la desigualdad creció de forma alarmante, y las clases más bajas se vieron cada vez más afectadas por las medidas de austeridad. 5. EL AJUSTE ECONÓMICO DE LA TRANSICIÓN EN ESPAÑA La crisis del petróleo afectó profundamente a España, especialmente debido a la coincidencia con el proceso de transición política hacia la democracia. En 1973, España importaba casi el 80% de la energía que utilizaba, y el encarecimiento del petróleo la golpeó duramente, dada la dependencia de sectores industriales tradicionales y el uso ineficiente de la energía. Esto se sumó a la rigidez y regulación de los mercados, que dificultaba la competencia y la adaptación de los recursos a los sectores más competitivos. A medida que la inflación se disparaba —alcanzando un 24,5% en 1977 desde un 8,2% en 1972—, España se encontraba con graves desequilibrios en su balanza de pagos y un déficit por cuenta corriente superior al 4% del PIB. Sin embargo, las políticas adoptadas durante la transición para mitigar el impacto social de la crisis, como el aumento del gasto social en pensiones y desempleo, y el mantenimiento de los precios del petróleo a través de la reducción de impuestos especiales, empeoraron aún más la situación. Esto contribuyó al aumento de la inflación y a la pérdida de competitividad de la economía española frente a otros países europeos. El paro también creció de forma alarmante, pasando del 2,8% en 1973 al 5,7% en 1977. Con la llegada de la democracia, se hizo urgente un cambio en la política económica, lo que llevó a la firma de los Pactos de la Moncloa a finales de 1977. Estos pactos, firmados por partidos políticos y agentes sociales, buscaban frenar la inflación mediante la devaluación de la peseta, la contención salarial y una política monetaria más restrictiva. A pesar de que estas medidas lograron controlar la inflación, llevándola del 24,5% en 1977 al 14,4% en 1982, no consiguieron reactivar la economía ni reducir el desempleo, que continuó escalando hasta alcanzar un 16,6% en 1982, mucho más alto que en otros países europeos. Durante el periodo de absorción de la crisis (1982-1985), bajo el primer gobierno socialista de Felipe González, se inició la reconversión industrial, se reformó parcialmente el mercado laboral y se adoptó una política monetaria más restrictiva con tipos de interés reales positivos. Sin embargo, el gasto social continuó aumentando, especialmente en lo que respecta a los beneficios por desempleo y pensiones, mientras que el déficit público se mantuvo elevado, entre el 5% y el 6,5% del PIB entre 1982 y 1985. La recaudación impositiva mejoró, pero la brecha del PIB por habitante entre España y los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) se amplió, y el empleo continuó estancado, con una tasa de paro que alcanzó el 22% en 1985, la más alta de Europa occidental. En resumen, aunque España logró superar parcialmente la crisis del petróleo y la transición política, las políticas económicas aplicadas no lograron evitar el estancamiento económico ni la profunda crisis social, con un desempleo y una desigualdad que marcaron la década de los 80. 6. EL RETORNO DE LA LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA Las políticas (keynesianas) durante la crisis de la década de 1970 estuvieron basadas en el aumento del gasto público y el impulso del Estado de Bienestar, pero, sin embargo, estas provocaron un aumento en las tasas de inflación y desempleo. Por esto, durante la década de 1980 se desarrollarían nuevas teorías económicas denominadas neoclásicas o neoliberales. El contenido de estas teorías era la disminución del papel intervencionista del Estado. Será necesario aumentar la liberalización de los mercados nacionales e internacionales, alcanzando un equilibrio presupuestario basado en la reducción del gasto público y presión fiscal. Sería necesario, también, la aplicación de políticas contra la inflación. La práctica política de este liberalismo económico se orientó hacia la puesta en marcha de amplias reformas tributarias con tipos impositivos más moderados, reducir el gasto público privatizando empresas estatales, reducir drásticamente los subsidios, acabar con limitaciones de acceso al mercado y la competencia. También se intentaría liberalizar el comercio para facilitar la libre circulación de capitales y la inversión. Este liberalismo se consolidaría por el liderazgo económico norteamericano, y por su influencia, consiguió que países en vía de desarrollo entrasen en la senda del liberalismo gracias al “Consenso de Washington”. Destacarían en esto el GATT y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Los países de la BRIC alcanzarían un gran protagonismo. Rusia y China destacan dentro de la BRIC por aplicar medidas de menor intervención por parte del Estado. 7. EL HUNDIMIENTO DEL SISTEMA COMUNISTA La crisis en las economías de planificación centralizada provocaría el colapso del sistema comunista. Esto se vería reforzado con la puesta en marcha del liberalismo económico. Los países comunistas empiezan a aplicar medidas liberalizadoras en su transición hacía el capitalismo. Las políticas para implantar un modelo de economía socialista mixta fracasaron estrepitosamente. Boris Yeltsin, aceleraría el proceso de transición hacia la creación de una economía de mercado. Se implantaron medidas como la supresión de controles sobre precios y moneda, liberalizar el comercio y privatizar empresas públicas. Se intentaría adaptar la venta de estas empresas para que gran cantidad de ciudadanos rusos pudiesen comprar acciones, pero hubo una muy mala gestión y organización, además de estar presente la corrupción política. El resultado sería la oligarquía empresarial (concentración). Otra de las medidas fue la liberalización de los controles sobre precios, importaciones y exportaciones. Se permitió el libre acceso de los ciudadanos y las empresas a las divisas extranjeras. El banco central mantuvo el rublo, aumentando la deuda pública. La consecuencia fue la hiperinflación y la crisis financiera, suspensión en los pagos de deuda pública y una devaluación del rublo. Esta situación provocaría un gran deterioro social, poniendo fin al gobierno. En el siglo XXI, Vladimir Putin traerá un repunte económico muy importante para Rusia, consiguiendo mejorar la balanza de pagos. Con la devaluación del rublo, las industrias consiguieron aumentar sus exportaciones. Esta situación trajo consigo las inversiones extranjeras y el crecimiento de la actividad productiva y consumo. 8. CHINA Y LA ECONOMÍA SOCIALISTA DE MERCADO Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, China inició un proceso de apertura económica que transformó su sistema hacia una economía socialista de mercado, combinando elementos de planificación estatal con mecanismos de mercado. Este cambio surgió como respuesta a los fracasos económicos previos y al éxito observado en países vecinos con políticas capitalistas. El proceso de transición hacia este modelo se realizó en dos fases principales. Durante la primera fase, entre 1978 y 1990, se buscó compatibilizar la planificación y el mercado. Se otorgó protagonismo a las empresas rurales, especialmente en el sector agrícola, lo que incrementó la productividad y las rentas campesinas. Los gobiernos locales mantenían la propiedad de las empresas, pero su gestión fue cedida a privados, promoviendo el ahorro familiar y la creación de bancos locales. Este enfoque estimuló la expansión de la agricultura y la formación de industrias agroalimentarias. En la segunda fase, en la década de 1990, se implementaron reformas para aumentar el tamaño de las empresas y mejorar su competitividad en el mercado internacional. Uno de los elementos clave fue el dual-track system, que combinaba cuotas de producción y precios estatales con mecanismos de mercado, protegiendo a las empresas de las incertidumbres del mercado. Durante esta etapa, algunas empresas lograron competir a nivel internacional, aunque muchas otras enfrentaron cierres o despidos masivos. La apertura comercial jugó un papel central en el crecimiento económico. En 1980 se establecieron las primeras zonas económicas especiales (ZES), con beneficios fiscales y arancelarios para atraer inversión extranjera. Este modelo se amplió debido a su éxito, permitiendo la creación de empresas conjuntas (joint ventures) y fomentando los avances en el comercio exterior. Sin embargo, la privatización de empresas estatales fue gradual y controlada, protegiendo al Estado y favoreciendo la transferencia de tecnología y estrategias extranjeras. Las reformas también incluyeron medidas financieras y monetarias importantes. A principios de los años 80, se creó un sistema bancario moderno con un nuevo banco central y bancos especializados. Este sistema, aunque inicialmente causó inflación, fue regulado a mediados de los años 90 con políticas contra la inflación y la estabilización del tipo de cambio del renminbi respecto al dólar. El gobierno fortaleció el sistema financiero reduciendo los préstamos no exigibles y permitiendo la creación de bancos comerciales mixtos. El resultado de estas políticas fue un impresionante crecimiento económico, impulsado por la apertura y la atracción de inversiones extranjeras. No obstante, surgieron debilidades como el excesivo control estatal, la acumulación de reservas extranjeras, desigualdades territoriales y problemas medioambientales. Desde 2005, los desafíos se concentran en la corrupción, la crisis climática y la dificultad para garantizar servicios sociales equitativos. 9. LA CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN El crecimiento económico generalizado durante los primeros años del siglo XXI se vio interrumpido bruscamente por la crisis del 2007, con origen financiero y localizada en Estados Unidos, que se expandió rápidamente a nivel mundial. El origen y la causa se encuentran en la abundancia de liquidez internacional acumulada por el propio crecimiento económico, pero también por las estrategias de ahorro llevadas a cabo por los países desarrollados. Los países asiáticos, especialmente china, fueron capaces de prever la situación y llevar a cabo el ahorro nacional para que no se desmantelaran los servicios públicos. Estas economías se permitieron realizar grandes inversiones en otros países. Los países desarrollados pasarían a ser los acreedores más importantes de la globalización. Antes de la crisis, en Estados Unidos empezaron a notarse desequilibrios económicos y sociales, con el aumento del desempleo y el desplazamiento de las inversiones hasta el sector inmobiliario. Hay, además, una falta de intervención por parte de las autoridades sobre las nuevas actividades inversoras. Aparecen las hipotecas subprime, vendiendo créditos inmobiliarios sin una evaluación sobre el posible riesgo. A partir de 2006 habría un aumento de la morosidad en el pago de las hipotecas; el pánico provocó una crisis que no pudo ser solucionada hasta que los gobiernos recapitalizaron los bancos con fondos públicos. La banca paralizaría el consumo y la inversión. Hubo una rápida extensión de la crisis, pues bancos internacionales tenían inversiones en los activos de algunas bancas norteamericanas. En 2008 quebró el banco Lehman Brothers, haciéndose global. Distintos bancos europeos tuvieron que ser rescatados por sus gobiernos, paralizándose también la actividad económica. Para hacer frente a la crisis, se implantarían políticas de ajuste presupuestario, provocando deterioros sociales. 10. ESPAÑA: DE LA INTEGRACIÓN EN EUROPA A LA CRISIS DE 2007 A partir de 1985, España experimentó un período de fuerte crecimiento económico que se extendió hasta 1990, marcado por su incorporación plena a la Comunidad Económica Europea (CEE) el 1 de enero de 1986, la firma del Acta Única Europea, la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo en 1989 y el Tratado de la Unión Europea en 1992. Durante esta expansión (1985-1990), el PIB creció a una tasa media del 4,2 %. Este dinamismo se reflejó en el aumento del consumo, tanto público como privado, impulsado por la mejora del empleo, los salarios, y la rentabilidad empresarial. Al mismo tiempo, se redujo el paro y el déficit público, aunque el déficit comercial creció. También se moderó la inflación, que pasó de dos dígitos al 4,5 % en 1988, ayudada por la caída del precio del petróleo. A partir de 1990, la economía española entró en recesión, afectada por la desaceleración internacional. La inversión y el consumo privado cayeron, mientras que el gasto público alcanzó niveles del 47 % del PIB en 1993. Aunque las devaluaciones de la peseta mejoraron la balanza por cuenta corriente, el desempleo y la inflación persistieron como problemas graves. Las crecientes presiones salariales, el aumento de la población activa (por la incorporación de la mujer al mercado laboral) y el impacto de la huelga general de 1988 complicaron la situación económica. Desde 1995-1996, España inició un proceso de recuperación gracias al cumplimiento de los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht, necesarios para formar parte del euro en 1999. Se redujeron el déficit público, la inflación y los tipos de interés, lo que permitió estabilizar la economía. La integración en la Unión Económica y Monetaria favoreció una mayor apertura internacional, estabilidad macroeconómica y tipos de cambio favorables. Entre 1996 y 2007, bajo los gobiernos de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, España vivió un largo período de crecimiento económico sostenido, con una tasa media anual del 3,7 % en el PIB real. Este crecimiento, acompañado de una convergencia con la Unión Europea, permitió un incremento del PIB per cápita, a pesar del significativo aumento demográfico. Durante más de diez años, la economía española experimentó una bonanza económica, aunque con fragilidades estructurales que desembocarían en la crisis de 2008. Varios factores explican este período de expansión. En primer lugar, las ayudas europeas, que representaron más del 1 % del PIB, especialmente en los primeros años. En segundo lugar, la burbuja inmobiliaria, con un sector residencial sobredimensionado que impulsó artificialmente el PIB. En tercer lugar, el consumo privado creció debido al aumento de la renta disponible y el crecimiento demográfico, con un cambio hacia productos de alta tecnología. Sin embargo, la productividad se comportó peor que la media de la Unión Europea, con un incremento anual del PIB por activo de apenas 0,4 %. Por último, se produjo un extraordinario aumento del empleo, aunque basado en trabajos de bajos salarios y productividad, relacionados en gran parte con la llegada masiva de inmigrantes.