Deberes Morales del Hombre: Deberes para con Dios

Urbanidad

• Compendio del Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Antonio Carreño, arreglado para el uso de las escuelas de ambos sexos.

Deberes Morales del Hombre

De los deberes para con Dios

• Al contemplar la creación, se concibe la sabiduría y grandeza de Dios, así como el amor, la bondad y la misericordia que se le deben.
• Dios creó y gobierna el mundo, vela por la felicidad en la tierra y ofrece la salvación eterna.
• Se es deudor del amor, gratitud, adoración y obediencia a Dios, rindiendo homenaje y elevando ruegos fervientes en todas las situaciones de la vida.
• Aunque las alabanzas no añaden nada a los atributos de Dios, Él las recibe como homenaje y muestra de amor.
• La oración expresa reconocimiento del poder supremo de Dios y mueve Su misericordia, aplacando la justicia divina.
• Es natural dirigirse a Dios con la confianza de un hijo, buscando alivio, perdón y mostrando amor y fe.
• Al acostarse y levantarse, se debe elevar el alma a Dios, alabándolo y agradeciéndole Sus beneficios, pidiendo por los seres queridos y por la felicidad del género humano.
• Se debe examinar la conciencia y proponerse evitar las faltas cometidas cada día.
• Manifestar reconocimiento a Dios al levantarse de la mesa corresponde a un corazón agradecido.
• Los deberes sociales y las normas de la moral se fusionan en los deberes hacia Dios.
• El hombre religioso es modelo de virtud, mostrando amor, obediencia, fidelidad y servicio a su patria.
• La ley humana que encamina al bien tiene su origen en los Mandamientos de Dios, promoviendo orden, justicia, caridad y felicidad.
• La obediencia a Dios implica guardar Sus leyes y las de la Santa Iglesia, buscando bienestar terrenal y felicidad celestial.
• El corazón humano busca expresar afectos a través de demostraciones externas.
• Es importante manifestar amor, gratitud y adoración a Dios con actos públicos que inspiren a otros.
• El templo debe visitarse con frecuencia, mostrando devoción y recogimiento.
• Los sacerdotes tienen la misión de mantener el culto divino y guiar hacia la felicidad eterna.
• El respeto a los sacerdotes es un deber que muestra respeto a Dios y una buena educación.

Deberes para con nuestros padres

• Los padres son los seres más privilegiados y venerables, autores de los días e impulsores de la educación
• Los auxilios, suavizar sus penas, y sacrificios a su bienestar jamás podrán recompensar lo que se les debe
• Los cuidados tutelares de un padre y de una madre son un orden elevado, cordiales, desinteresados y constantes, emanación de la Providencia
• Al momento de nacer, los padres saludan con ósculo de bendición, prodigan caricias, protegen la debilidad e inocencia e inician una serie de contemplaciones, condescendencias y sacrificios que lo vence todo, hasta la muerte.
• Los primeros años privan a los padres de tranquilidad y goces sociales, supliendo con sus afectuosos y constantes cuidados la impotencia de los hijos, defendiéndoles de los peligros y supliendo las dolencias, inquietudes, alarmas y lágrimas
• Apenas descubren destello de razón son los padres quienes se apresuran a dar principio a la educación moral e intelectual e imprimen las primeras ideas para conocimientos ulteriores
• El primer cuidado es hacernos conocer a Dios.
• Ennoblecen al hacernos saber que somos criaturas de ese ser imponderable y santificando el espíritu.
• Proporcionan conocimientos útiles de todo género, haciendo el ensayo de la vida, y preparándonos a concurrir al total desarrollo de nuestras facultades
• En el laudable y generoso empeño de enriquecer el corazón de virtudes, y el entendimiento de ideas útiles, no omiten esfuerzo alguno por proporcionar la enseñanza
• Siempre hacen los castos indispensables para presentarnos en los establecimientos de educación, proveernos de libros y pagar a los maestros sometiéndose a toda especie de privaciones, para impedir que se interrumpa el curso de nuestros estudios
• Terminada la educación mantienen su sombra protectora y benéfica cubre toda la vida y sus cuidados no se acaban sino con la muerte.
• No se desprenden en la edad madura de la dulce tarea de hacernos bien.
• Son primeros y sinceros amigos, naturales consultores, leales confidentes
• Ofrecen los frutos de experiencia sin reservando nada por lo que no podemos recelar de que sus consejos puedan tener otro fin que nuestro bien y felicidad personal.
• En la escuela de la vida transmiten todo lo que han recibido todo lo destinan siempre a la obra predilecta de nuestra felicidad.
• El porvenir de sus queridos hijos es el estímulo que les da fuerza en la ancianidad.
• La extensión de los deberes para con ellos debe medirse con la noble y segura escala de la gratitud.
• Debemos pues gozarnos en el cumplimiento de los débiles que nos han impuesto para con nuestros padres las leyes divinas y la misma naturaleza.Amarlos, honrarlos, respetarlos y obedecerlos
• Debe sernos altamente satisfactorio testificarles nuestro amor con las demostraciones más córchales y expresivas.
• No le escaseemos nada en sus necesidades, ni creamos nunca que hemos empleado demasiado sufrimiento en las incomodidades que nos ocasionen sus cansados años.
• El amor debe conducirnos a cubrirlos siempre de honra, contribuyendo a su estimación social, y ocultando cuidadosamente de los extraños las faltas a que como seres humanos pueden estar sujetos, porque, LA GLORIA DEL HIJO ES EL HONOR DEL PADRE
• El respeto debe ser profundo e inalterable
• Respecto a la obediencia debe hacerles nuestras observaciones de una manera dulce y respetuosa, siempre que una dura necesidad nos obligue a separarnos de sus preceptos.
• Es torpe creernos capaces de juzgar la conducta de nuestros padres en los primeros años
• Hallase comprendido en estos deberes el respetó a nuestros mayores, especialmente a aquellos a quienes la venerable senectud acerca ya al término de la vida
• También están aquí comprendidas nuestras obligaciones para con nuestros maestros, a quienes debemos amor, obediencia y respeto, como delegados que son de nuestros padres
• ¡Cuan venturosos días espera el hijo amoroso y obediente!
• En la suprema hora en que ha de dar cuenta al Creador de todas sus acciones, los títulos de un buen hijo aplacarán la justicia divina y le alcanzarán misericordia!

Deberes para con la Patria

• La patria es la extensión de territorio gobernada por las leyes del lugar de nacimiento, donde se forma una sociedad con intereses y sentimientos nacionales.
• El nombre de PATRIA contiene grandeza y sublimidad, y el suelo natal está acompañado de recuerdos y estímulos a la virtud, al heroísmo y a la gloria.
• Los signos y monumentos de la vida social representan antepasados, esfuerzos, infancia, celebridades, sacrificios y proezas.
• Los templos traen el recuerdo de los primeros ruegos dirigidos al Creador, contemplados con emoción.
• Los encargados del poder público protegen contra ataques a la libertad e independencia, y velan por la vida, propiedades y derechos.
• Las familias, parientes, amigos y personas que nos vieron nacer forman una comunidad de afectos en la patria, donde está vinculado el porvenir.
• A la patria se le debe todo.
• En tiempos de paz, se guarda fielmente sus leyes, obedeciendo a los magistrados y contribuyendo al sostenimiento de la sociedad.
• En conflictos, los deberes se aumentan, y todos los recursos, incluyendo la vida misma, pertenecen a la patria en sus angustias.
• La defensa de la sociedad lleva a la inmortalidad y a la gratitud de las generaciones futuras.
• El sacrificio por la patria es recomendable ante Dios, prefiriendo la salvación de la patria a la propia existencia.

Deberes para con nuestros semejantes

• El amor a Dios implica amar a los demás hombres, criaturas suyas, descendientes de unos mismos padres y redimidos todos en una misma cruz;
• Fácil es comprender todo lo que los demás hombres tienen derecho a esperar de nosotros, al sólo considerar cuan necesarios nos son ellos a cada paso para poder sobrellevar las miserias dé la vida, contrarrestar los embates de la desgracia, ilustrar nuestro entendimiento y alcanzar, en fin, la felicidad, que es sentimiento innato del corazón humano.
• Pero el hombre generoso, el hombre que obedece a las sagradas inspiraciones de la religión y de la doctrina evangélica, siente en su corazón más nobles y elevados estímulos para amar a sus semejantes, para extenderles una mano amiga en sus conflictos, y aun para hacer sacrificaos a su bienestar y a la mejora de su condición social. De aquí las grandes virtudes cívicas, de aquí el heroísmo, de aquí el martirio de esos santos varones, que en su misión apostólica han despreciado la vida, por sacar a los hombres de las tinieblas de la ignorancia y de la idolatría.
• La ignorancia corrompe con su hálito impuro los dulces lazos de la amistad y la fraternidad, y la beneficencia, que lleva el consuelo y la esperanza al seno mismo de la desgracia;
• he aquí los dos grandes deberes que tenemos para con nuestros semejantes, de los cuales emanan todas las demás prescripciones de la religión y la moral que tienen por objeto asegurar el orden, la paz y la concordia que deben reinar entre los hombres.
• Es digno de contemplarse cómo la soberana bondad de Dios ha querido manifestar en todas sus obras, ha encaminado estos deberes a nuestro propio bien. Debemos amar a nuestros semejantes, respetarlos honrarlos, tolerar y ocultar sus miserias y debilidades
• debemos ayudarlos a ilustrar su entendimiento y a formar su corazón para la virtud
• debemos socorrerlos en sus necesidades, perdonar sus ofensas y, en suma, proceder para con ellos de la misma manera que deseamos que ellos procedan para con nosotros
• Les actos de benevolencia derraman siempre en el alma un copioso raudal de tranquilidad y de dulzura, y nos preparan al mismo tiempo los innumerables goces con que nos brinda la benevolencia de los demás.
• Por el contrario, el hombre malévolo, el irrespetuoso, el que publica las ajenas flaquezas, el que cede fácilmente a los arranques de la ira, no sólo está en cada paso a los furores de la venganza, sino que vive devorado por los remordimientos, arrastra una existencia miserable, y lleva siempre en su interior todas las inquietudes y zozobras de una conciencia impura.
• ¿Y cómo podríamos expresar dignamente las sublimes sensaciones de la beneficencia
• Cuando tenemos la dicha de hacer bien a nuestros semejantes, cuando respetamos los fueros de la desgracia, cuando enjugamos las lágrimas del desvalido, cuando satisfacemos el hambre o templamos la sed o cubrimos la desnudez del infeliz que llega a nuestras puertas, cuando llevamos el consuelo al oscuro lecho del mendigo, cuando arrancamos una víctima del infortunio, nuestro corazón experimenta siempre un placer tan grande, tan intenso, tan indefinible, que no alcanzarían a explicarlos.
• Lo mismo ha de decirse del deber, soberanamente moral y cristiano, de perdonar a nuestros enemigos y de retribuirles sus ofensas con actos sinceros en que resplandezca espíritu de amor magnánimo, de que tan alto ejemplo nos dejó el Salvador del mundo.
• el alma tras haber triunfado de los ímpetus del rencor y del odio, y queda entregada a la dulce calma que restablece en ella el imperio de la caridad evangélica.
• "La primera palestra de la virtud es el hogar paterno".
• El que en el seno de la vida doméstica ama y protege a sus hermanos y demás parientes y ve en ellos las personas que después de sus padres son más dignas de sus respetos y atenciones, no puede menos que encontrar allanado y fácil el camino de las virtudes sociales.
• si tan sublimes son estos deberes cuando los ejercemos sin menoscabo de nuestra hacienda, de nuestra tranquilidad y sin comprometer nuestra existencia, ¿a cuánta altura no se elevará el corazón del hombre que por el bien de sus semejantes arriesga su fortuna, sus comodidades y su vida misma.
• Busquemos, pues, en la caridad cristiana la fuente de todas las virtudes sociales
• pensemos siempre que no es posible amar a Dios sin amar también al hombre, que es su criatura predilecta, y que la perfección de este amor está en la beneficencia y en el perdón a nuestros enemigos; y veamos en la práctica de estos deberes, no sólo el cumplimiento de un mandato divino sino el más poderoso medio de conservar el orden de las sociedades, y de alcanzar la tranquilidad y la dicha que nos es dado gozar en este mundo.

De los deberes para con nosotros mismos

• Es una consecuencia necesaria que nos encontremos constituidas en el deber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestras pasiones, para amar y adorar a Dios aspirando a más altos destinos que los que ofrece la vida.
• La importancia de estos deberes está implícitamente reconocida en el simple reconocimiento de los de más deberes, los cuales nos sería imposible cumplir, si la luz del entendimiento no nos guiase en todas nuestras operaciones, si no cuidásemos de nuestra salud, y si no trabajásemos constantemente en precavernos de la ira, de la venganza, de la envidia, de la ingratitud, y todos los demás movimientos irregulares a que desgraciadamente está sujeto.
• Para poseer la grandeza de Dios es necesario admirar todas los portentos y maravillas que se ocultan a la ignorancia., y adquirir aquellas nociones generales que son la base de todos los conocimientos y la antorcha que nos ilumina en el sendero de la perfección moral.
• La mayor parte de las desgracias que afligen a la humanidad, tienen su origen en la ignorancia y pocas veces llega un hombre al extremo de la perversidad, sin que en sus primeros pasos haya sido guiado por ideas erróneas, por principios falsos o por el desconocimiento absoluto de sus deberes religiosos y sociales.
• La ignorancia corrompe con su hálito impuro todas las fuentes de la virtud, todos los sentimientos del corazón, y convierte muchas veces en daño del individuo y de la sociedad las más bellas disposiciones naturales
• La ilustración aprovecha todas las buenas dotes con que hemos nacido, y nos encamina al bien y a la felicidad, mostrándonos el crimen en toda su enormidad y la virtud en todo su esplendor.
• En cuanto al deber de la propia conservación, la naturaleza misma nos indica hasta qué punto es importante cumplirlo, pues el dolor, que martiriza nuestra carne y enerva nuestras fuerzas, nos sale siempre al frente al menor de nuestros excesos y extravíos, La salud y la robustez del cuerpo son absolutamente indispensables para entregarnos, en calma y con provecho a todas las operaciones mentales
• A pesar de todas las contradicciones que experimentamos en este mundo, la religión nos manda creer que la vida es un bien; y mal podríamos calificarla de otro modo, cuando además de ser el primero de los dones del Cielo, a ella está siempre unido un sentimiento innato de felicidad, que nos hace ver en la muerte la más grande de todas las desgracias.
• Debemos apartarnos de todo aquello que pueda poner en riesgo nuestra existencia, y conservarla así por gratitud hacia el Creador, de quien la hemos recibido, como para ser útiles a nuestros padres, a nuestra familia y a todos nuestros semejantes.
• Los desgraciados que atentan contra su vida sólo con el fin de abandonarla, son excepciones monstruosas, hijas de la ignorancia y de la más espantosa depravación de las costumbres
• debemos emplear, nuestra existencia entera en la noble tarea de dulcificar nuestro carácter, y de fundar en nuestro corazón el suave imperio de la continencia, de la mansedumbre, de la paciencia, de la tolerancia y de la generosa beneficencia.
• La posesión de los principios religiosos y sociales, y el reconocimiento y la práctica de los deberes que de ellos se desprenden, serán siempre la ancha base de todas la virtudes y de las buenas costumbres.
• En las injusticias del que la persona instruida conozca a Dios, conozca así mismo y a todos los demás hombres.
• El que cuide de su salud vivirá para sí mismo y su comunidad; el que refrena sus pasiones complace a Dios labrando su propia tranquilidad y dicha y contribuyendo a la dicha y la tranquilidad de todos.

Urbanidad

Principios generales

• La urbanidad se refiere a las reglas para comunicar dignidad, cortesía y elegancia a acciones y palabras, y para mostrar benevolencia, atención y respeto a los demás.
• La urbanidad es una manifestación de los deberes morales, destinada a conservar el orden, la armonía y los lazos sociales a través de interacciones agradables.
• Las reglas de la urbanidad enseñan a ser ordenados en los deberes sociales, a evitar causar mortificación o disgusto, a tolerar debilidades, a ser atentos, afables y a sacrificar gustos personales en aras de los demás.
• También promueven la limpieza y compostura personal, fomentando la autoestima y mereciendo la de los demás.
• El estudio de la urbanidad y el contacto con personas cultas conducen a adquirir buenos modales, que son la decencia, moderación y delicadeza en acciones y palabras, revelando suavidad de costumbres y cultura.
• La etiqueta es una parte esencial de la urbanidad, refiriéndose al ceremonial de usos y costumbres en reuniones formales y actos solemnes.
• La etiqueta también abarca el conjunto de cumplidos y ceremonias en las interacciones cotidianas, manteniendo un grado de circunspección incluso en la confianza, sin restringir la expresión del alma ni la familiaridad sin control.
• El respeto es la base de las relaciones sociales.
• Las reglas de la etiqueta deben observarse en la familia, con extraños de confianza, personas con poca confianza y aquellos con quienes no se tiene ninguna.
• La exageración de la etiqueta es tan inapropiada como la confianza excesiva.
• Hay que usar con cada persona la suma de confianza a que racionalmente nos consideremos autorizados.
• Las leyes de la urbanidad rigen en todos los tiempos y países civilizados los cuales también pueden estar sujetas a la índole, a las inclinaciones de cada pueblo.
• La importancia de someterse estrictamente a los usos etiqueta de culturas diferentes que visitamos.
• El imperio de la moda Influye también en los usos y ceremonias pertenecientes a la etiqueta
• Cuando se desconoce la manera de proceder en casos dados, seguir el ejemplo de persona más cultas
• El hábito de respetar las convenciones sociales también contribuye a formar en nosotros el tacto social.
• Las atenciones y miramientos se deben expresar de manera distinta independientemente
• El respeto por ejemplo de dar a las personas segun su edad, su goce rango , etc
• Hay ciertas personas, por las cuales nuestras atenciones deben ser más exquisitas que para con el resto de la sociedad, como por los hombres virtuosos que han caído en desgracia
• La civilidad presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de este modo agradable y comunicativa.
• La civilidad presta igualmente sus encantos a la sabiduría.
• La urbanidad necesita a cada paso del ejercicio de una gran virtud, que es la paciencia.
• La mujer encierra en su ser todo lo que hay de más bello, esencialmente dispuesta a la virtud, por su conformación física y moral
• En la mujer resaltan todos sus actos, así como también las manchas y defectos se resaltan mucho mas.
• Las mujeres jóvenes deben dejar que el alma se nutra únicamente con conocimientos que sirven a ésta de precioso ornamento;
• La mujer sólo deberá fijarse en aquellas imitaciones de acciones y palabras en su imitación de buena educación
• Lo más básico para llegar a ser buenos es conocer los preceptos de la moral y del la urbanidad, y así mismo acomodar nuestra conducta de acuerdo con ellos,
• La benevolencia, la generosidad y nuestra dignidad, nos prohíben mortificar jamás a nadie.
• Consideremos por último que todos los hombres tienen defectos y que se deben apreciar también sus cuidades

Del aseo

Del aseo en nuestra persona

• El aseo es una gran base de estimación social y contribuye poderosamente a la conservación de la salud
• El aseo en nuestra persona debe hacer un gran papel en nuestras diarias ocupaciones
• Así como no debemos nunca entregarnos al sueño sin alabar a Dios y darle gracias por todos sus beneficios, lo que podría llamarse asear el alma, tratando de despojarla por medio de la oración
• Al acto de levantarnos, luego que hayamos llenado el deber de alabar a Dios asearemos también nuestro cuerpo.
• No nos limitaremos a lavarnos la cara al acto de levantarnos: repitamos esta operación por lo menos una vez en el día
• Acostumbrémonos a usar los baños llamados de aseo
• Es necesario peinarnos todas las veces que notemos un desorden
• Al acto de levantarnos, debemos hacer gárgaras, lavarnos la boca, limpiar escrupulosamente nuestra dentadura interior y exteriormente.
• Después que nos levantemos de la mesa, y siempre que hayamos comido algo, limpiemos igualmente nuestra dentadura
• Lavémonos con frecuencia durante el día.
• Las uñas deben ser recortadas cada vez que su crecimiento llegue al punto de oponerse al aseo
• Algunas personas suelen contraer el hábito de recortarse las uñas con los dientes. Esta es una grave falta contra el aseo
• Es contrario al aseo y a la buena educación, el humedecerse los dedos en la boca para facilitar la vuelta de las hojas de un libro, la separación de varios papeles, o la distribución d loa naipes en juego.
• Es también una falta contra el aseo el llevar la mano a la boca al estornudar, toser, etc.
• No acostumbremos a llevar la mano a la cabeza, ni introducirla por debajo de la ropa con ningún objeto
• También son actos asquerosos e inciviles el eructar, el limpiarse los labios con las manos después de haber escupido la gente instruida no toma estos actos
• Si se necesita eructar o escupir debe hacerlo de una forma muy cautelosa y delicada
• Las reglas de la urbanidad son más severas con la mujer
• No emplear en otros usos el pañuelo que destinemos para sonarnos, llevando siempre con nosotros otro aparte
• No hay que usar mas de una cara del pañuelo destinado a sonarnos.
• Evite observar el pañuelo tras usarse.
• Asqueroso escupir en el pañuelo.
• No emplee los dedos para limpiarse los ojos, oídos, dientes o narices.
• Hábitos como asear el pañuelo tres o cuatro veces al día, los ángulos de los labios.
• Al llegar a una casa, enjuagarse cualquier sudor antes de tocar a la puerta.

Del aseo en nuestros vestidos

• Nuestros vestidos estar siempre aseados
• Cuidemos además de no llevarlos rotos ni ajados y modifique continuamente la ropa interior
• Cuidemos de que nuestro calzado esté siempre limpio
• Cuidemos de que no aparezca sobre nuestros hombros la caspa que de ella suele desprenderse no limpiemos el cabello.
• Jamás limpiemos el escarba dientes en nuestros vestidos

De ella se en nuestra habitación

• Poner un especial cuidado en que la casa que habitamos, sus muebles permanezcan siempre en buen estado
• Este cuidado no debe dirigirse tan sólo a los departamentos que habitualmente usamos

Del aseo para con los demás

• La benevolencia, el decoro, la dignidad personal y nuestra propia conciencia, nos obligan a guardar severamente las leyes del aseo en todos aquellos actos que en alguna manera están o pueden estar en relación con los demás
• • No nos acerquemos tanto a la persona como para que perciba nuestro aliento

Del modo de conducirnos dentro de la casa

Del método considerado como parte de la buena educación

• El método es indispensable poner orden a todas las operaciones en la casa
• El hombre inmetódico vive extraño a sus propias cosas
• La falta de método nos conduce a cada momento a aumentar el desorden que nos rodea
• Asimismo vivimos expuestos a sufrir negativas y sonrojos, pues las personas que conocen nuestra informalidad evitarán confiarnos ninguna cosa que estimen
• La variedad en nuestras horas de comer, en las de acostarnos y levantarnos molesta
• Es necesario establecer siempre cierto orden en la colocación de los muebles, de los libros y de cuantos objetos nos rodean
• La escrupulosa exactitud a que nos acostumbra el método en nuestra casa, nos hará cuidar de lo ajeno como de lo nuestro
• La vida es muy corta, y así solo en la economía del tiempo podemos encontrar los medios de cubrir las actividades cotidianas
• Llevaremos siempre datos de a que le debemos dinero y de quien debemos mantenernos al tanto de cumplir estos datos.
• Esta regulado esto para alterar los costos de la vida.
• Estas regias son acaso más importantes para la mujer que para el hombre
• La mujer inmetódica, ofrecerá su espírito de desordenará todo el interior de su casa, al desperdicio de tiempo seguirá el desperdicio del dinero, al mayor gasto los mayores empeños, y a los empeños la ruina de la hacienda.

Del acto de acostarnos y de nuestros deberes durante la noche.

• Antes de entregarnos al sueño, veamos si podemos hacerlo sin que nos echen de menos los que en una enfermedad
• Al retirarnos a nuestro aposento, debemos despedirnos afectuosamente de las personas de nuestra familia

Del acto de levantamientos

• Guardémonos de entregamos nunca al rudo y estéril placer de dormir con exceso y permanezamos solo lo necario
• Mientras el hombre vive esa vida material de los primeros años, su sueño no debe ser tasado
• Cuando alpertamos la primer oración debe dirigirse a Dios.
• • Es signo de mal carácter y de muy mala educación el levantarse de mal humor

Del vestido que debemos usar dentro de la casa.

• No está, pues, permitido a un hombre el permanecer en su casa sin corbata
• Las visitas recibidas en la sala deben encontrarnos decentemente vestidos.
• Al llegar el fin de día en el estado se debe usar la ropa interior.

Del modo de conducirnos con nuestra familia.

• Nuestras palabras y acciones tendrán siempre por regla complacer a personas que nos rodean
• Jamás será lícito usar con ellos de una familiaridad tal, que profane los sagrados deberes que la naturaleza y la moral nos imponen.

Del modo de conducirnos con nuestros criados

• a las consideraciones que nos deben nuestros criados por nuestra posición

Del modo de conducirnos con nuestros vecinos

• se deben considerarse, bajo muchos respectos sociales, como si formasen una-misma lamilla, y guardarse recíprocamente todos los miramientos que están fundados en la benevolencia .
• Los niños bien educados jamás salen a la calle a formar Juegos y retozos

DEL MODO DE CONDUCIRNOS EN DIFERENTES LUGARES FUERA DE NUESTRA CASA

Del modo de conducirnos en la calle

• Conduzcámonos en la calle con gran circunspección y decoro.
• No fijemos detenidamente la vista en las personas que encontremos, ni en las que se hallen en sus ventanas
• No está admitido el detener a una persona en la calle, sino en el caso de una grave urgencia y por muy breves instantes.

DEL MODO DE CONDUCIRNOS EN EL TEMPLO

• El templo es la casa de Dios uno solo no debe interrumpirse en sus actividades.

Diferentes aplicaciones de la urbanidad.

De los deberes respectivos.

• Las personas entre quienes existen relaciones sociales, ya sean accidentales o permanentes, se deben respectivamente ciertas consideraciones, también especiales.

De la correspondencia epistolar.

• Lo que es conveniente es que en la carta uno mantenga la dignidad en todos los casos, y en cuanto a lo que no sea necesario como que sea en cada momento dado