Capítulo V: El Alto Perú y la Revolución de 1810 PDF
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Este documento analiza el Capítulo V de un libro sobre la Revolución de 1810 en el Alto Perú, enfocándose en el papel del ejército porteño y las consecuencias sociales y económicas de la misma. El texto menciona las tensiones entre las clases aristocráticas y los intereses mercantiles.
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# Capítulo V ## El Alto Perú y la Revolución que culminó en Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810 El ejército porteño tomó por asalto la Bastilla del privilegio del Alto Perú y trató de destruir su orden económico social en beneficio de los intereses mercantiles de aquella ciudad. Pero las clases ari...
# Capítulo V ## El Alto Perú y la Revolución que culminó en Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810 El ejército porteño tomó por asalto la Bastilla del privilegio del Alto Perú y trató de destruir su orden económico social en beneficio de los intereses mercantiles de aquella ciudad. Pero las clases aristocráticas de las "Provincias Altas" resistieron aun a costa de buscar refugio en las fuerzas que defendían el dominio de la corona de España, segregando esas provincias definitivamente de la influencia del Río de La Plata. ### 1 - El espíritu de las críticas de Victoriano de Villava al sistema social imperante in el Alto Perú, así como el recuerdo de la reciente sublevación de Túpac Amaru aún flotaban in el ambiente, cuando los estudiantes de casi todas las ciudades del nuevo Virreinato del Plata emprendían el largo viaje de varios meses que demandada llegar hasta la ciudad de Chuquisaca, atraídos por el renombre de su Universidad, la cual, desde el año 1789 había sido equiparada en privilegios a la de Salamanca, en la propia España. Esa atracción se dejaba sentir particularmente en Buenos Aires, capital del Virreinato, la cual, no obstante su condición de tal carecía de Universidad, de corte y de brillo. En ella primaban los intereses puramente mercantiles, a pesar de que el carácter de los problemas de gran envergadura que se venían presentando, en particular desde la creación del nuevo centro virreinal exigia imperiosamente conocimiento y maduración de ideas para la urgente resolución de los mismos. Por eso hacia Chuquisaca partieron, tomando la ruta del Alto Perú, los más distinguidos talentos porteños, desde Manuel José de Lavardén, hasta los principales líderes de los futuros acontecimientos de la emancipación en el Plata. "A través de Chuquisaca, como de una lente roja, veíase todo el Alto Perú -escribe R. Levene.- Veía la juventud cuadros impresionantes: la sublevación de José Gabriel Túpac Amaru y Tomás Catari, difundida por Puna, Chayanta, Oruro, Cochabamba, y dilatándose hacia el norte argentino; el espectáculo de todos los suplicios a que fueron sometidos los reos por el visitador Areche, juez de la causa (...); la continuación del movimiento, también sofocado en sangre, de Diego Cristóbal Túpac Amaru, y el final de todas estas jornadas, más cruel que el tormento sufrido por sus autores; la subsistencia del régimen anterior de extorsión del indio, que se mantuvo en el hecho, no obstante haberse suprimido el sistema de los repartimientos". En ese ambiente formaron su intelecto los tres principales exponentes del pensamiento de la Revolución de Mayo: los porteños Mariano Moreno y Juan José Castelli, y el tucumano Bernardo Monteagudo. Fue Mariano Moreno, genio y conductor de esa Revolución, quien había de recibir, quizás, la mayor influencia. "Antes de dejar el Perú- escribe su hermano Manuel haciendo la biografía de Mariano Moreno, la cual apareció en Londres, en 1812, después de la muerte de éste, acaecida en el mar, en viaje a Europa, a los 33 años- quiso visitar la fuente de sus riquezas y desgracias. Emprehendió la pequeña carrera de veinte leguas que dista Potosí de la ciudad de La Plata (Chuquisaca), y examinó todo lo que contiene aquella célebre posesión del imperio Español. Los males que produce la plata a la moralidad y felicidad del género humano están todos recopilados en los lugares de que se extrae este metal funesto; y los primeros pasos que el hombre da para buscar en las entrañas de la tierra están manchados con mil delitos e injusticias. Es un espectáculo desolante para los ojos de un filósofo ver llegar a esta villa partidas de tres o cuatro mil Indios que han sido arrancados por fuerza de sus hogares para el trabajo de las minas, en que perece más de la mitad de estos infelices conscriptos, y los que sobreviven quedan para siempre con salud débil, a causa de las enfermedades que produce el manejo de los metales, y la falta de respiración en las cuevas subterráneas" (...) "¿Qué puede esperarse de unos hombres que confinados en la mayor parte a los terrenos más estériles, no son contados para nada para los beneficios de la sociedad que componen, y que sólo son buscados para las atenciones más nocivas y duras? ¿Qué puede esperarse de una clase de individuos cuya instrucción no se fomenta, que aún son privados de la facultad de contratar y especular, que en una palabra se creen favorecidos cuando son sufridos vivir en el terreno? (...) Los negros esclavos son una propiedad de sus amos y ha costado dinero adquirirlos: solo los Indios son unos seres indiferentes que deben despreciar la muerte en provecho ajeno. A pesar de la célebre blandura de las Leyes del Reino, el miserable Indio se distingue aún de los esclavos por su mayor desnudez, por la peor calidad de sus alimentos, por sus malas habitaciones, por su opresión y, últimamente, por su envilecimiento" (...) "No solo sufren la vejación de ser destinados por fuerza a los trabajos de las minas: son igualmente violentados por turno al servicio de las Iglesias, de los subdelegados, de los Caciques y de los curas, en clase de pongas, o domésticos. Y como este trabhajo, aunque igualmente injusto, no hace peligrar su existencia como el de las minas, está admitido que sea sin salario alguno y solamente por la miserable comida que se les suministra" (...) El Dr. Moreno conservó toda su vida una viva impresión de la lamentable escena que había presentado, y tanto el conocimiento de lo que pasa en esos lugares, como la general noticia que adquirió durante su permanencia en el Perú, le hacían frecuentemente unirse con los piadosos sentimientos de un virtuoso Prelado de La Paz, que, tocado del espectáculo de estas desgracias e injusticias, solía decir en sus conversaciones, que pasaría gustoso el resto de su vida en los oscuros calabozos de los Moros, por no tener el triste desconsuelo de ver servir los Indios sin salario, y siempre sujetos sin recurso al capricho de los opresores de su libertad y usurpadores de sus bienes. ### 2 - Por fin, pocos años más tarde llegó el momento de poner en práctica ideas y propósitos. El amanecer de una nueva era comenzó a anunciarse en el continente con los sucesos ocurridos en el mismo como repercusión de la Revolución Francesa y las subsiguientes guerras napoleónicas, que alcanzaron profundas resonancias en la América Hispana. Esas resonancias fueron particularmente agudas en Buenos Aires, la capital del nuevo Virreinato del Rio de la Plata, como consecuencia inmediata de las invasiones inglesas que sufrió y, finalmente, rechazó esa ciudad en los años 1806 y 1807. El eco de estas luchas llegó al Alto Perú, dependiente ahora de Buenos Aires, y tuvo sus manifestaciones, primero en Chuquisaca, el 25 de Mayo de 1809, y luego en La Paz, el 16 de Julio del mismo año. "El movimiento de Chuquisaca -como escribe R. Levene- es simplemente una recia embestida que precipitaba el derrumbe de las instituciones coloniales, y estaba intimamente vinculado a los anteriores escándalos producidos en Buenos Aires". "Las invasiones inglesas a la capital del Virreinato-confirma Carlos Montenegro- conmovieron de arriba abajo el espiritu chuquisaqueño". El movimiento de La Paz fue diferente. "La conmoción del 25 de Mayo en Chuquisaca tuvo lógica repercusión en La Paz, aunque es indispensable establecer un profundo distingo en el carácter y trascendencia de ambos movimientos" , añade Levene. No obstante esa diferencia, el movimiento de La Paz, que se expresó en el establecimiento de una Junta llamada "Tuitiva", y en el hecho de haber buscado el apoyo de los indios, sólo se proponía alcanzar la emancipación de los criollos frente a los españoles, pero poco alterar los pilares sobre los que se asentaba la sociedad altoperuana. Es evidente que Manuel Victoria Lanza -gran figura de la emancipación del Alto Perú- y el cura Medina llegaron a proclamar doctrinas favorables a los indios y aún tomaron medidas consecuentes con ellas. Pero, el movimiento de La Paz, tal como lo entendía Murillo, su jefe, era únicamente separatista. "Una nueva constitución americana en lugar de la constitución española. Gobierno independiente y autónomo. Ese es el sentido ideológico de la revolución paceña". "Los criollos enriquecidos -dice por su parte otro escritor boliviano estudiando las consecuencias de la emancipación en la masa indígena- fueron quienes, principalmente, se apropiaron de esta bandera ideológica (se refiere a la emancipación del indio) no porque sintieran con sinceridad ni aspiraran verazmente a su realización, sino, simplemente, porque necesitaban de ella como un medio, como un factor de agitación y de unificación del criterio de las multitudes, ya que a ellos, en el fondo, lo único que les movía era el triunfo de sus intereses. En lo íntimo de sus convicciones, poca gracia les hacía la teoría de que todos los hombres debieran ser libres e iguales en derechos. Ellos ambicionaban la igualdad con los españoles, pero no admitían equipararse con indios, negros y mestizos". ### 3 - Mucha mayor repercusión lograría en el Alto Perú la revolución culminada en Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810, repercusión tan intensa como efímera. Mariano Moreno, ex estudiante y ex letrado de Chuquisaca, y la más grande figura política surgida en el movimiento de la independencia de la América española, aparecía como su genio conductor. Juan José Castelli, otro ex alumno de aquella Universidad altoperuana, como su tribuna. Y, apenas instalado el nuevo gobierno, despachó hacia las "provincias altas" un Ejército auxiliar destinado a sublevar los pueblos del Interior del Virreinato y atraerlos a la causa de Buenos Aires, que aspiraba a destruir el régimen colonial y acabar con el derecho indiano. Las medidas que tomaron fueron drásticas y revolucionarias, llevándolas adelante con la energía que correspondía a la magnitud de la causa. Y, después de afrontar en su camino, sin miramientos ni vacilaciones, los obstáculos reaccionarios que se le presentaron, el Ejército auxiliar llegó a su último destino: el Alto Perú. Al frente del Ejército auxiliar de Buenos Aires, venía el Vocal Representante de la Junta de Mayo, Juan José Castelli, el tribuno del Cabildo revolucionario, y distinguidos Jefes militares. Y, ya en las "provincias altas", ese Ejército obtuvo la resonante victoria de Suipacha. "El solo influjo de Suipacha -escribe el historiador paraguayo Julio César Chaves en su notable libro sobre Castelli -todo el régimen "españolista" se derrumbó en pedazos y quedó liberado el Alto Perú. Sucesivamente reconocieron a la Junta y le juraron obediencia Potosi, Charcas, La Paz y Oruro". En su camino por las viejas rutas incaicas, los mayores agasajos que hasta entonces habían presenciado aquellas provincias, acompañaron al Vocal Representante de la Junta de Buenos Aires. "La división vencedora en Suipacha avanzaba hacia la Villa Imperial-prosigue Chaves- recibiendo ovaciones de todo género en los pueblos y aldeas de su tránsito, cuyos sencillos habitantes salían a su encuentro llenos de alborozo y los miraban como a sus libertadores, ofreciéndoles cuanto tenían". Así entró en Potosi, "victorioso y omnipotente -agrega Chaves- bajo arcos de triunfo, acompañado por todas las corporaciones, aclamado por el pueblo mientras se dirigía a su alojamiento en la casa de los gobernadores". Lo mismo habría de ocurrir en Chuquisaca, donde el antiguo y desconocido estudiante de la Universidad, fue "recibido con toda la pompa (...) Las autoridades y corporaciones de la ciudad rivalizaban en la adopción de medidas que dieran solemnidad a su entrada, prodigándole honores que nadie recibiera antes de ella. El 27 de Diciembre, al anochecer, hizo su entrada bajo palio a la ciudad (...) La gente deliraba de entusiasmo aclamando sin cesar a Buenos Aires y a su Representante. El suelo se halla cubierto por una alfombra de flores. Las calles cruzadas por arcadas, festones de molle y arcos triunfales. En las puertas, en las ventanas y en los balcones de los principales solares colocaron sus dueños colchas de seda y tapices de damasco. En los campanarios y espadaña flamean gallardetes, oriflamas y pendones. El zahumerio del estoraque perfuma el ambiente impregnándolo de su grato aroma. Atruenan las salvas de artillería, las bandas de música, el redoble incesante de los tambores, el sonar de las trompetas, el repicar de campanas, el disparar de camareta. Los cohetes voladores, estallan en luces entre las primeras sombras de la noche. Castelli marcha a pie, en medio de un centenar de damas de viso que le formaban "coro celeste" (...) Por las calles principales, a la luz de las antorchas y de los luceros, bajo una lluvia de flores y misturas arrojadas por el pueblo, llega la columna al Ayuntamiento y allí comienzan las clásicas arengas." Pero no todo debía quedar en festejos y oratoria para el Vocal Representante de la Junta de Buenos Aires, quien iba al Alto Perú con propósitos netamente revolucionarios. Y su primera y principal preocupación fue dirigirse a los pueblos y movilizar a los indios para tratar de destruir con la intervención de estos, la estructura feudal que tenía aherrojada a la sociedad altoperuana. En un manifiesto declarando la guerra al Virrey del Perú, lanzado ya desde Oruro, expresaba: "Yo (...) no reconozco en el Virrey ni en sus secuaces, representación alguna para negociar sobre la suerte de estos pueblos. Su destino no depende sino de su libre consentimiento, y por esto me veo obligado a conjurar a estas provincias para que, en uso de sus naturales derechos, expongan su voluntad y decidan libremente el partido que toman en esto, que tanto interesa a todo americano". Y, desde la misma ciudad de Chuquisaca, el Vocal Representante de la Junta de Buenos Aires dirigió un manifiesto a los indios en el que decía: "Yo me intereso en vuestra felicidad no sólo por carácter, sino también por sistema, por nacimiento y por reflexión (...) ¿No es verdad que siempre habéis sido mirados como Esclavos, y tratados con el mayor ultraje, sin más derecho que la fuerza, ni más crimen que habitar en vuestra propia Patria? (...) La Junta de la capital os mirará como a hermanos y os considerará como a iguales". "Levantar al indio y ganarlo para la causa de la independencia era uno de los ideales de Mayo -expresa Julio César Chaves.- Hasta ese momento criollos e indios se habían sublevado y combatido por separado (...) Atraer al indio, conquistar su simpatía para unirlo al criollo en la lucha revolucionaria fue el objetivo cardinal de la Primera Junta. Esta, en sus instrucciones reservadas al Representante le ordenó:"Conquistar la voluntad de los indios". Castelli trataba a los indígenas con atención deferente. En las poblaciones de tránsito los arengaba para explicarles los fines del "nuevo sistema"; lanzó también varias proclamas traducidas al quichua y al aymará. En todas partes daba audiencia a los indios; los levantaba del suelo donde se postraban para saludarlo y los abrazaba y agasajaba, diciéndoles "que todo aquello se había acabado y que todos éramos iguales". "En la misma ciudad -prosigue el mismo escritor que fuera anteriormente centro poderoso y activo de la organización colonial, instaló la sede de su representación revolucionaria, e inició, sin tardanza, la tarea de destruir el viejo régimen e imponer uno nuevo" (...) "Fue vastisima la política que el Representante propugnó en materia indigena, la que comprendía la supresión de los abusos que sufrían los naturales, exención de cargas y tributos, distribución de tierras, establecimiento de escuelas y gobiernos locales por libre consentimiento". Luego el Vocal Representante prosiguió su camino y entró en La Paz, y, para escándalo de quienes, en defensa de sus intereses amenazados, ya comenzaban a sindicarlo como enemigo de la religión, lo hizo durante las festividades de Semana Santa. En tanto que su nuevo secretario, Bernardo Monteagudo, quien había de enhebrar maravillosamente con su acción la trayectoria total del movimiento de la emancipación sudamericana, desde el levantamiento de 1809 en Chuquisaca, hasta Lima, con San Martín y Bolívar, se dirigía llamando, a sus compañeros de causa, en sus discursos, "ciudadanos". Y, en seguida, el 25 de Mayo de 1811, con motivo del primer aniversario de la instalación de la Junta de Mayo, Castelli, que había formado parte de ella y había sido uno de sus principales gestores, presidió un acto trascendental que las historias al uso, tanto en la Argentina como en Bolivia, jamás mencionan ni parecen conocer. El acto se realizó en las mismas ruinas de Tiahuanacu, a donde el Vocal Representante de la Junta de Buenos Aires se había trasladado especialmente, acompañado de todo su séquito. "El redoble de los tambores -escribe J. C. Chaves- anuncia la iniciación del acto. El Vocal Representante se dispone a hacer uso de la palabra (...) De pie sobre la piedra megalítica de la escalinata de Kalassasaya, encuadrado en la Puerta del Sol. Un año antes, le había tocado en suerte proclamar a orillas del Plata, la caducidad de España, y un gobierno del pueblo y para el pueblo; hoy le corresponde anunciar a orillas del lago Titicaca, la liberación del indio y la independencia de América (...) Dispara la artillería una salva en homenaje a los Incas (...) El general Balcarce arenga a las tropas. El secretario Bernardo Monteagudo da lectura a un decreto del Vocal Representante: "Los esfuerzos del gobierno superior se han dirigido a buscar la felicidad de todas las clases, entre las que se encuentran la de los naturales de ese Distrito, por tantos años mirados con abandono, oprimidos y defraudados en sus derechos y hasta excluidos de la misera condición de hombres". "Habiendo declarado el gobierno que los indios son iguales a los demás habitantes no hay razón para que no se supriman los abusos y se propenda a su educación y prosperidad. En consecuencia ordena: las autoridades deberán informar para cortar los abusos en perjuicio de los indios 'aunque sea a título de culto divino'; promover su beneficio, especialmente en repartimientos de tierras, establecimientos de escuelas en sus pueblos, exención de cargas e imposiciones (...) Todos los indios son acreedores a cualquier destino o empleo de que se consideren capaces, del mismo modo que todo nacional idóneo (...) Fijóse el perentorio plazo de tres meses para que queden suprimidos 'todos los abusos perjudiciales a los Naturales y fundados todos los establecimientos necesarios para su educación" . "En ningún aspecto resalta con tanta claridad-destaca Chaves- el plan trazado por la Primera Junta como en la acción de Castelli en el Alto Perú. Allí aparece desembozada, a la luz del día, la revolución, y, encabezándola de cuerpo entero, un auténtico revolucionario porteño, con todas sus virtudes y defectos" ### 3 - Estos aspectos trascendentales de la Revolución de Mayo, tratando de destruir el régimen colonial basado en la servidumbre y esclavizamiento del indio, explican la animadversión de las clases dirigentes del Alto Perú, que siguió a la primera acogida favorable a los ejércitos de Buenos Aires, y su posterior retraimiento y aún inclinación hacia la causa realista, causa en la que, fuera de su sometimiento a los "chapetones", nada tenían que temer respecto a sus intereses. Ahí está la razón de la derrota posterior de aquellos ejércitos. Todo eso, hasta ahora, ha sido presentado falsamente por la casi totalidad de los historiadores. "Castelli fue recibido en Potosi con grandes manifestaciones de entusiasmo -escribe Alcides Arguedas en su historia de Bolivia, donde ni una palabra dice de la política de aquel respecto al indio ni del acto de Tiahuanacu- pero su fanatismo político le hizo cometer acciones de inútil crueldad" (...) "El ambiente de Potosí (...) con los excesos de Castelli se había tornado hostil a las tropas auxiliares". Y lo acusa de crueldad, asimismo, por haber fusilado, después de la batalla de Suipacha, al gobernador Francisco de Paula Sanz el defensor de la esclavitud de los indios- y a los generales del ejército realista -lo cual es bien sabido que dispuso cumpliendo órdenes de Mariano Moreno, refrendadas por la Junta de Buenos Aires- y de haber entrado en La Paz "durante los días consagrados a las ceremonias de la Semana Santa". Esta leyenda de los "excesos" de Castelli, de la que se han hecho eco otros historiadores bolivianos, tiene una larga tradición también en la bibliografía argentina. Aluden a ella autoridades como Juan Bautista Alberdi-que nunca pudo comprender a la Revolución de Mayo como revolución social- y el general José Maria Paz. Dice Alberdi: "Los primeros ejércitos que fueron a las provincias del Alto Perú, a echar a las autoridades españolas fueron bien recibidos y tuvieron éxito completo. Pero pronto exasperaron a las poblaciones por sus violencias, y los pueblos se volvieron más enemigos de los patriotas que de los españoles mismos" . Todo eso, sin duda, tiene su origen en lo expresado en sus Memorias por el general José Maria Paz, quien, siendo teniente, integró el segundo Ejército auxiliar de Buenos Aires, encabezado por Manuel Belgrano, el cual llegó al Alto Perú pocos años después de la retirada de Balcarce y Juan José Castelli. Escribe el general Paz: "Forzoso es decir que la aristocracia del Perú nos era desafecta, desde que Castelli, con poquísimo discernimiento, la ofendió, provocando los furores de la democracia. Creo hasta ahora que esta ha sido una de las causas que ha hecho del Perú el último baluarte de la dominación española, y el taller de esos ejércitos, que volaron a todas partes para conservarla y extenderla". Y prosigue: "Potosí es el pueblo que menos simpatía tuvo por la revolución. Su grandeza y riqueza provenía del laboreo de las minas que están en su inmediación, en el célebre Cerro que lo domina; el progreso de sus trabajos se fundaba en la Mita y otros abusos intolerables, que un sistema más liberal debía necesariamente destruir, eran, pues, sus intereses, en cierto modo, que hacian inclinar la opinión (...) en favor de la causa real, o lo que es lo mismo, La conservación de la antigua opresión". Ahí están explicados los "excesos" de Castelli, que han pesado siglo y medio sobre él, y que nosotros nos complacemos en desvanecer con emoción reivindicatoria para esta magnifica figura revolucionaria, quien unió su prédica democrática a la lucha antirreligiosa, provocando la reacción de otro poder de la carcomida sociedad colonial: la Iglesia, la cual inició su campaña también contra los ejércitos de Buenos Aires, calificándolos de ateos. "Nos clasificó de impios e incrédulos -agrega Paz refiriéndose al jefe realista Goyeneche- desnaturalizando así la guerra, y haciéndola semi-religiosa". Más tarde, ya no fue posible borrar esa primera impresión y, aunque las nuevas autoridades de Buenos Aires- desnaturalizada ya la Revolución con el entronizamiento de Bernardino Rivadavia- fueron amenguando sus aspiraciones primitivas hasta olvidarlas por completo, al punto de que el ejército de Belgrano se presentó en el Alto Perú provisto de escapularios, que ese ingenuo general había ordenado que llevaran sus soldados, de que nada se decía ya de la liberación del indio y de que las fuerzas de Buenos Aires marchaban, según Alcides Arguedas, "con el propósito de borrar con su conducta las huellas de odio y resentimiento dejado por el primer ejército argentino de Castelli" , jamás pudo hacerla y hubo de retirarse del Alto Perú derrotado, como éste. Las causas las expresa, claramente, el escritor boliviano Luis Peñaloza; "La abierta oposición de las clases dirigentes del Alto Perú a las concepciones politicas y sociales del gobierno de Buenos Aires hacia crisis en las cuestiones agraria e indigena (...). La clase rica del Alto Perú combatió por la causa española. La explicación de tal conducta se halla en el carácter de clase terrateniente, beneficiaria del trabajo servil del indio. Poco tenía que ganar esta clase acomodada con la libertad de comercio y sí mucho que perder con la emancipación del indio" Y prosigue: "Los conflictos con el primer ejército auxiliar argentino pusieron en evidencia la política de las clases dirigentes altoperuanas con relación al indio: Su resistencia a emanciparlo de la servidumbre, que entro en conflicto con la concepción política de Castelli, al extremo de preferir la derrota antes de convertir al indio en soldado y ciudadano". ### 5 - A lo largo del breve periodo de su vinculación, durante la época de las guerras de la Independencia, el Alto Perú y Buenos Aires tuvieron algunos aspectos de acción y reacción mutua. La famosa Asamblea del año XIII, reunida en Buenos Aires con varios representantes de las "provincias de arriba", como también se les decia a las de La Paz, Cochabamba, Potosí y Chuquisaca, declaró extinguidas la esclavitud, la mita y el yanaconazgo, declaración que nunca les alcanzó por estar ya prácticamente segregadas del resto de las Provincias Unidas del Río de La Plata, las cuales entonces aspiraban a organizarse como una entidad política y no lo lograron nunca, ya que solo, décadas más tarde, algunas de ellas llegaron a constituir la actual República Argentina. Por su parte, el Alto Perú y su pasado indigena influyó en las concepciones políticas de dichas Provincias Unidas. Esa influencia se manifestó, a través de los representantes de aquella región y los del Interior, en el Congreso general de Tucumán, el año 1816. "Los Incas, especialmente, escribió el general Bartolomé Mitre- constituían la mitología de la revolución". En 1816, en medio del polvo del combate y el delirio sagrado de la lucha a muerte entre dos razas, no es de extrañar que el ideal fuese la continuación o la renovación del antiguo imperio del Cuzco, y que los ciudadanos entonasen con tanto entusiasmo como convicción en las plazas, en las asambleas legislativas-Asamblea de 1813- y en los campos de batalla, esta estrofa del himno argentino, que resonaba como un grito de guerra nacional por toda América: "Se conmueven del Inca las tumbas, y en sus huesos revive el ardor. Lo que ve renovando a sus hijos, de la patria el antiguo esplendor". "Pero la monarquía incásica-continúa- era todavia algo más ideal, era un modelo convencional, y según el consenso universal, el único modelo humano digno de admirarse y de imitarse, como lo es hoy racionalmente la democracia americana, cuyos principios racionales solo empezaban a iluminar algunas cabezas. Los Incas, de Marmontel, había generalizado en el mundo que el imperio del Cuzco era la realización del sueño de la edad de oro, el asilo de la inocencia primitiva, el tipo ideal de la civilización humana, y los conquistadores europeos eran los bárbaros que la habían ahogado en sangre, y este era el libro del vulgo de los lectores. La Historia Filosófica de Raynal, haciendo la exposición aparentemente científica de sus leyes, sus costumbres y su organización politica, deducia de ellas reglas fundamentales para el gobierno eterno de las sociedades, y este era el libro de los sabios de la época"." Y explica, sobre esta base, que no era extraño que Manuel Belgrano y José de San Martín concretaran entonces sus ideas monárquicas en el restablecimento del Imperio de los Incas, idea que fue combatida, en esa época, por el altoperuano Pazos Kanki. Pero, la derrota del tercer Ejército auxiliar, enviado desde Buenos Aires, esta vez al mando del general José Rondeau, cerró para siempre, poco después, el camino del Alto Perú para cualquier vinculación directa que, desde la creación del Virreinato del Rio de la Plata, en 1776, había durado apenas algo más de cuarenta años. Pero cuarenta años que sumaban mayores acontecimientos para el Alto Perú que los dos siglos precedentes. Sin embargo, aún después de haberse apartado esas provincias de Buenos Aires y de la zona del Rio de la Plata, no pudieron impedir que persistiera en ellas, por algún tiempo, el virus que había inoculado en sus pueblos la Revolución de Mayo. Ese virus fue la llamada "guerra de las Republiquetas", definida por el historiador Mitre como "una de las más extraordinarias por su genialidad, la más trágica por sus sanguinarias represalias y la más heroica por sus sangrientos sacrificios, oscuros y deliberados…" "Lo más notable de este movimiento multiforme y anónimo -prosigue Mitre- es que, sin conocer centro ni caudillo, parece obedecer a un plan preconcebido cuando en realidad solo lo impulsa la pasión y el instinto. Cada valle, cada montaña, cada desfiladero, cada aldea es una republiqueta, un centro local de insurrección, que tiene su jefe independiente, su bandera y sus Termópilas vecinales, y cuyos esfuerzos aislados, convergen, sin embargo, hacia un resultado general, que se produce sin el acuerdo previo de las partes. Y lo que hace más singular este movimiento y lo caracteriza, es que las multitudes insurreccionadas pertenecen, en su casi totalidad, a la raza indigena o mestiza, y que esta masa inconsistente, armada solamente de palos y de piedras, cuyo concurso nunca pesó en las batallas, reemplaza con eficacia la acción de los ejércitos regulares ausentes, concurriendo a su triunfo con sus derrotas, más que con sus victorias". "La Guerra de las Republiquetas", que el general argentino J. M. Paz considera análoga a las "montoneras" argentinas", produjo jefes de verdadera envergadura, como el famoso Padilla, calificado de "castellista", y su esposa, la no menos célebre Juana Azurduy, Lanza, el cura Muñecas, el indio Lira, Camargo, indio también, etc. Ella fue la expresión más destacada del esfuerzo del pueblo del Alto Perú de romper su agobiante estructura feudal, siguiendo el impulso que le había imprimido la Revolución de Buenos Aires, el año 1810. Pero, finalmente, fue sofocada. Y esa estructura quedó intacta. Desde entonces, para preservarla de nuevos peligros, los terratenientes, mineros y clero rico del Alto Perú, buscando prevenir cualquier otra influencia que pudiera llegarles, trataron de aislarse entre las empinadas cumbres de los Andes. Las "provincias altas" del Río de la Plata dejaron definitivamente de serlo, dando un nuevo cambio de frente hacia su antigua vinculación con el Bajo Perú, rompiendo todo contacto con el resto de las provincias argentinas, especialmente con Buenos Aires, vinculación que tantos trastornos les había traído.