Historia de España - Edad Media - CED - Secuencia 2 PDF
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Summary
Este documento analiza la historia de la Península Ibérica durante la época visigoda. Explora las discusiones académicas sobre la hispanidad y cómo los visigodos influyeron en la región. Examina también aspectos de la política, la religión, y los conflictos entre los visigodos y otras culturas.
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VIII Secuencia 2: Hispania de los Visigodos 1) La Hispania visigoda y el debate sobre la hispanidad No es nada evidente el estatuto de los bárbaros en general, y de los Visigodos en particular, dentro de la historia de la Península ibérica. Suscitó y sigue suscitando debates e...
VIII Secuencia 2: Hispania de los Visigodos 1) La Hispania visigoda y el debate sobre la hispanidad No es nada evidente el estatuto de los bárbaros en general, y de los Visigodos en particular, dentro de la historia de la Península ibérica. Suscitó y sigue suscitando debates entre los historiadores acerca de la “identidad española”. Cuando llegaron unos 200 000 bárbaros en la Península, a lo largo de los siglos IV- V, el territorio contaba unos 6 millones de almas. En Los Españoles en su historia, libro publicado en 1947, Ramón Menéndez Pidal afirmó que el hombre español tiene unas características ya descritas en las crónicas romanas y que se conservan independientemente de los acontecimientos. Un año más tarde, Américo Castro publicó España en su historia, libro en que defiende la idea de que “la hispanidad” nace de la confrontación de las castas de los cristianos con judíos y musulmanes en unas circonstancias que no comparte el territorio español con ningún otro reino. Inventa el concepto de la “morada vital” (potencial de un pueblo) y de la “vividura” (conciencia del propio potencial). Desarrolla más aún su tesis en La realidad histórica de España, pubblicado en 1954, en el cual incluye un polémico capítulo titulado «los visigodos no eran españoles”. Claudio Sánchez Albornoz le contesta en 1956 con España, un enigma histórico. Le reprocha el haber utilizado fuentes mayormente literarias. Para Sánchez Albornoz, lo español ya estaba en germen en los pueblos ibéricos primitivos y se afirmó con Hispania, sin que los aportes del Judaísmo y del Islam fueran relevantes. En 1971, Pedro Laín Entralgo publicó A qué llamamos España, apoyando la lectura de Américo Castro. E 1973, Sánchez Albornoz contesta con El drama de la formación de España. En la actualidad, notamos que los historiadores tienden a incluir los Visigodos en los libros de historia de la Península ibérica. Joseph Pérez, en su libro Histoire de l’Espagne más reciente (1996), siguió haciendo la misma pregunta. Si se asimila el pueblo español con su lengua, no puede existir antes del nacimiento de las lenguas románicas, es decir en el siglo X. Si consideramos el nacimiento de una civilización, empieza más bien con los Godos, que fueron los primeros en ofrecer a Hispania (tal era el nombre de la Península cuando el Imperio Romano) una verdadera unidad política o , por lo menos, en pretender realizarla. Consideremos que nos interesa conocer lo que pasó en el suelo ibérico, y que las sucesivas poblaciones y civilizaciones añadieron su piedra al edificio: la Edad Media, entre 409 y 1492, puede leerse como tiempo necesario para la gestación del sentimiento de una identidad fuerte en torno a Castilla, que, llegado a madurez, abrió incluso las puertas a la exportación de la «hispanidad» a otro continente. 2) Hacia el ideal unitario de Isidoro de Sevilla: “un rey, un pueblo, una ley” “Refugiados políticos” que se asientan en Hispania y defienden el territorio A finales del siglo IV, los pueblos godos obtuvieron del emperador de Roma Teodosio la autorización de entrar en el Imperio para protegerse de la agresividad de los Hunos (pueblo nómada de la actual Hungría). Roma consideraba primero a los Godos como bárbaros (= los que no hablaban latín) a pesar de que ya eran muy romanizados, y más aún después de cruzar toda Gaula. Sin embargo, las dificultades políticas de Roma, reforzadas por la epidemia de Peste en Europa en el siglo IV, llevaron a Teodosio a pactar con los Visigodos para que se encargaran de defender las fronteras de Hispania contra invasiones exteriores. Lo hacen contra otros pueblos víctimas: los Alanos (que venían del sur del Cáucaso y bajaron hasta el norte de África) y los Suevos (otro pueblo germánico) que ocuparon la actual Galicia después de que se desplazaran hasta el sur los Alanos. Vencieron también pueblos agresivos como los Vándalos (pueblo de Escandinavia) que pasó de Galicia a África, sitiando Hipona IX (430) y asesinando a san Agustín [354-430], cuyos libros de teología fueron muy leídos en la Edad Media. Se enfrentaron hasta su muerte al más conocido de los Hunos: Atila [434-453]. Independencia y unidad del poder La superioridad militar de los Visigodos les confirió una forma de autonomía política frente al poder romano ya desde 409. Al controlar a los Ostrogodos de Italia, llegaron los Visigodos hasta Roma, siendo responsables del saco de la ciudad emblemática del Imperio en 410. Aunque la caída del Imperio romano de Occidente no fuera definitiva ni efectiva antes de 476, los Visigodos dejaron medio siglo antes de recibir órdenes del Imperio, eligiendo a su propio soberano. En 415, Ataúlfo [410-415] se instaló en Barcelona y en 506, el rey Alarico [484-507] promulgó una compilación de leyes inspiradas en la Pax romana, pero para uso particular de los visigodos, como lo traduce el título de Lex romana wisigothorum [ley romana de los visigodos]. Con Leovigildo [573-586] empezó una Edad de oro para el reino visigodo peninsular, cuya corte se trasladó desde Barcelona hasta Toledo. Su hijo Recaredo [586-601] subió al trono después de él y confirmó cierta estabilidad del poder. Unión del poder religioso con el poder político Los visigodos formaron parte de la Cristiandad a partir de 340 y se convirtieron todos al catolicismo con Recaredo [586-601]. Después de su conversión personal, Recaredo convocó un concilio en Toledo en 589, en el cual afirmó también la conversión de todo el pueblo visigodo al catolicismo. Aseguró así la paz, gracias al apoyo de la Iglesia romana, y también por la sacralización del poder real: el rey asumió en adelante el papel de vicario de Dios en la tierra. El ideal de fusión de los poderes temporales y espirituales se encarna en dos figuras del siglo VII : el rey Sisebuto [612-621] y el arzobispo san Isidoro de Sevilla [560-636]. La amistad entre el monarca y el teólogo desembocó en un sueño de unidad trinitaria: “un rey, un pueblo, una ley” [ley aquí significa “religión”, como en muchos textos medievales en que aparece] que ofreció un ideal de rey culto amigo de los sabios. 2) La caída de los Godos Las tensiones religiosas Entre la conversión de los visigodos al cristianismo y el Concilio de Toledo de 589, convivían en el territorio peninsular los hispano-romanos católicos y los visigodos arrianos. Los visigodos reunían pueblos cristianos, pero no católicos. Adoptaron el arrianismo, considerado por la Iglesia católica románica como una herejía. La diferencia radica en el hecho de que los discípulos de Arrius [Alexandría, 256-336] no comparten con los católicos la percepción del dogma de la Trinidad. Los arrianos consideran que Dios, Jesús y el Espíritu Santo no comparten una misma sustancia mientras que los católicos creen en tres personas de una misma sustancia. La relación estrecha entre poder y religión apartó de hecho a muchos católicos de los puestos importantes, lo que creó tensiones. La conversión impuesta por Recaredo para solucionar el problema no fue del agrado de todos. Además, la sociedad peninsular también consta de una comunidad judía que no se asoció con la conversión masiva. Su presencia en la comunidad, cuando Sisebuto e Isidoro sueñan con una sola religión para su pueblo, fue considerada como una anomalía que solucionar, lo que acarreó persecuciones. Las amenazas de las márgenes El ideal unitario de los reyes visigodos no tuvo que enfrentarse solamente con enemigos exteriores, sino que el mismo suelo peninsular albergaba zonas de resistencia contra la autoridad de Barcelona y luego de Toledo. Los visigodos lucharon, de manera regular, contra bizantinos instalados desde tiempos anteriores a la colonización romana en el sur de Hispania. Pudieron agregar los territorios del Sur sólo a finales del siglo VI. Pasó lo mismo con grupos de ostrogodos instalados en el este de la Península, con acceso a los puertos que les unían a los ostrogodos de Italia: su ambición es reunir los dos reinos, ostrogodo y visigodo, bajo la autoridad de los ostrogodos. Lucharon también los visigodos contra los bárbaros del Norte: vascos, cántabros y bagaudes. Tantos frentes bélicos obligaron a los monarcas a dedicar tiempo, energía y dinero al ejército, impidiendo desarrollar otros aspectos de la sociedad. X La inestabilidad política Por si fueran pocos los problemas, se sumó la inestablidad política causada por el sistema político heredado de las tribus germánicas. Los reyes no accedían al trono por vía hereditaria sino por elección: se trataba de una monarquía electiva. No tenía nada que ver con la democracia, ya que sólo los miembros de la alta nobleza votaban. La ventaja era la posibilidad, para los jefes de las distintas tribus, de elegir a uno de ellos porque había demostrado una habilidad particular para el mando, en general en el campo de batalla. El inconveniente era que no había limitación temporal del ejercicio del poder. Una vez elegido, el rey lo era hasta la muerte. Las consecuencias negativas fueron varias: para no renunciar de manera duradera a la posibilidad de acceder al poder, una familia nobiliaria tendía a votar a un anciano, o a un hombre corruptible. Cuando accedía al trono el jefe de una familia adversa, la tentación era matarlo... y no faltaban ocasiones para muertes violentas en el campo de batalla. Otro problema era el nepotismo exacerbado: un hombre, al acceder al poder, sabía que no iba a durar mucho e intentaba favorecer a los miembros de su familia con bienes duraderos, espoliando a otros. Si añadimos la presencia, en el suelo ibérico, de una nobleza hispano-romana, muchas veces mantenida fuera de los círculos del poder, vemos que estaban reunidos muchos factores que favorecieron un clima de guerra civil más o menos declarada. En 710, dos hombres pretendieron subir en el trono: Rodrigo por vía electiva y Witiza por vía hereditaria.