Educación Emocional: Orientación y Tutoría (PDF)

Summary

Este documento explora la educación emocional, la orientación y la tutoría, destacando la importancia del desarrollo socio-personal y las habilidades sociales. Se basa en el trabajo de Daniel Goleman y otros autores, y se centra en cómo las escuelas pueden promover la competencia social y la salud mental de los estudiantes.

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BLOQUE IV – ORIENTACIÓN Y TUTORIA EDUCACIÓN EMOCIONAL La aparición en 1995 en los Estados Unidos de la obra de Daniel Goleman La inteligencia emocional, cuya primera edición en España data de octubre de 1996, que se constituyó en un best seller mundial, en la que dicho autor exponía algunas cosas ta...

BLOQUE IV – ORIENTACIÓN Y TUTORIA EDUCACIÓN EMOCIONAL La aparición en 1995 en los Estados Unidos de la obra de Daniel Goleman La inteligencia emocional, cuya primera edición en España data de octubre de 1996, que se constituyó en un best seller mundial, en la que dicho autor exponía algunas cosas tan curiosas como poner al revés los conceptos clásicos de éxito, capacidad y talento, en la que la supremacía del cociente intelectual –tantas veces utilizado en orientación escolar, y aún usado en la actualidad- como baremo para clasificar a las personas en más o menos inteligentes había quedado ya obsoleta, donde el más listo podía ser el más tonto y el más tonto acabar siendo el más listo dependiendo del grado de desarrollo de su inteligencia emocional, de su capacidad de poner de acuerdo su cabeza y su corazón, de saber reconocer sus emociones, valorarlas y gobernarlas, y darles el papel adecuado en cada situación de la vida, hizo que nos interesáramos sobremanera por el contenido de sus propuestas. Posteriormente hemos podido llegar a comprobar cómo algunas de ellas estaban íntimamente relacionadas no sólo con nuestras creencias pedagógicas, sino también con las acciones y modelos para desarrollar un Plan de Acción Tutorial. Se trataba de desarrollar un modelo un modelo adecuado de Acción Tutorial que sirviera para el desarrollo socio- personal del alumnado, siendo necesario abordar algunos aspectos de la inteligencia emocional íntimamente relacionados con los factores de desarrollo de las personas en general, y del alumnado en particular (Cooper, 1997; Gallego y otros, 1999; Shapiro, 1998 y Wisinger, 1998). Peter Salovey y John Mayer (1990) utilizaron el término “inteligencia emocional” para englobar capacidades como la comprensión de las emociones y la compasión. Goleman describe la inteligencia emocional como una forma de interactuar con el mundo que tiene en cuenta los sentimientos y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental..., que configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, indispensables para una buena y creativa adaptación social. Desde nuestro modo de ver, el altruismo tiene que ver son la solidaridad, valor que se ha de ser trabajado desde los entornos escolares, por lo que decidimos incluirlo en nuestro modelo de Plan de Acción Tutorial. Se trata de conocerse a sí mismo y ser consciente de las propias emociones. Los cinco elementos básicos de la inteligencia emocional son autoconciencia, autocontrol, automotivación, empatía y habilidades sociales. Peter Salovey y John Mayer de la Universidad de New Hampshire a principios de los años noventa acuñaron el gráfico nombre de inteligencia emocional para englobar los conceptos de inteligencia intrapersonal e interpersonal, destacando algunas cualidades como la comprensión de las propias emociones y su manejo, la automotivación, la capacidad de saber ponerse en el lugar de las otras personas, la capacidad de controlar las relaciones sociales de forma que se mejore la calidad de vida. Estas cinco habilidades o competencias también son recogidas por Goleman sobre las que cimentara su obra, de la siguiente manera: - El conocimiento de las propias emociones. El conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el momento mismo que aparece constituye la piedra angular de la inteligencia emocional... - La capacidad de controlar las emociones. La conciencia de uno mismo es una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento... - La capacidad de motivarse a uno mismo. El control de la vida emocional y su subordinación a un objetivo resulta esencial para espolear y mantener la atención, la motivación y la creatividad. El autocontrol emocional – la capacidad de demorar la gratificación y sofocar la impulsividad- constituye un imponderable que subyace de todo logro... - El reconocimiento de las emociones ajenas. La empatía, otra capacidad que se asienta en la conciencia emocional de uno mismo constituye la “habilidad popular” fundamental... - El control de las relaciones. El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas...” Gallego y otros (1999) toman las cinco competencias expuestas por Goleman, realizando el siguiente enfoque y reformulación sobre ellas: - La autoconciencia o el conocimiento y reconocimiento de las propias emociones. Sólo quien sabe por qué se siente como se siente, puede manejar sus emociones, moderarlas y ordenarlas de manera consciente. - El autocontrol o la capacidad de controlar las emociones y adecuarlas al momento y a las circunstancias. No podemos desconectarnos o evitar algunas emociones, pero sí podemos conducir nuestras respuestas emocionales y manejarlas de forma inteligente. - La automotivación o la capacidad de motivarse a uno mismo para perseguir unos objetivos y logros. Los buenos resultados en nuestra vida dependen de cualidades como la perseverancia, la confianza y la capacidad de sobreponerse a los malos momentos y derrotas. - La empatía o la capacidad de reconocer las emociones ajenas, entender lo que otras personas sienten, así como comprender pensamientos y sentimientos que no se hayan expresado - Las habilidades sociales o la capacidad de controlar relaciones sociales manteniendo nuestra habilidad para crear y manejar relaciones, reconocer conflictos y solucionarlos, encontrar el tono adecuado en cada momento y percibir los estados de ánimo de los demás. Parece evidente –como apuntan los mencionados autores- que no todas las personas poseen estas competencias y, desde luego, los que las poseen, no las tienen tampoco en el mismo grado. Ahora bien, estas lagunas emocionales pueden remediarse e incluso mejorarse con esfuerzo y la adquisición de unos hábitos y reacciones emocionales adecuados. El desarrollo de esos aspectos, algunos de ellos valores evidentes, son fundamentales para el desarrollo socio-personal de la persona y del alumnado. El compromiso educativo se basa en potenciar los recursos y habilidades del alumnado, facilitando y guiando su desarrollo emocional para su inserción en los diferentes escenarios en los que se desenvuelve su vida. Esta tarea se debe entender en un sentido amplio, es decir, en potenciar las habilidades, actitudes y destrezas intelectuales y emocionales En numerosas ocasiones en educación se encuentran con las siguientes situaciones: - Afrontamiento inefectivo de los problemas - Patrones actitudinales y conductuales poco apropiados - Dificultades para mantener relaciones inter e intrapersonales - Existencia de etiquetados y de estigmatización - Búsqueda de gratificaciones inmediatas y dificultades para demorarlas y esperar Para emprender acciones educativas que nos permitan ayudar en el desarrollo de esta inteligencia emocional podemos tener en cuenta algunas premisas. En el caso de la autoconciencia es importante: reconocer qué tipo de emociones sentimos y por qué, comprender la vinculación existente entre pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, saber de qué modo nuestros sentimientos influyen sobre la toma de decisiones que hacemos, expresar adecuadamente nuestras emociones, valoración adecuada de la propia persona, las posibilidades y limitaciones, necesidad de confiar en las propias capacidades, valores personales y sociales, así como en los objetivos que se proponen. Las emociones que una persona puede experimentar, y por tanto percibir, a lo largo de su vida son infinitas. Hay que tener en cuenta: la propia reflexión sobre sus sentimientos y emociones y los resultados de estas, las reacciones emocionales positivas o negativas que personas significativas manifiestan hacia su actitud. Con respecto al autocontrol o dominio de las propias emociones y sentimientos, este implica la posesión de una serie de habilidades que permiten a la persona hacerse cargo de las situaciones, reaccionar ante los acontecimientos y decidir entre varias alternativas posibles. En este sentido, conviene conocer que cuatro tipos fundamentales de emociones que se deben aprender a controlar si lo que se pretende es enfrentarse a las diversas situaciones que se plantean a lo largo de nuestra existencia, nos referimos al enfado o irritación, la ansiedad o preocupación, el estrés y a la tristeza o depresión ordinaria. En el medio escolar el autocontrol se manifiesta en saber superar los bloqueos emocionales que ciertas situaciones pueden ocasionar. Tal es el caso, por ejemplo, de la ansiedad que produce la llegada de la época de exámenes para los alumnos, o la tensión para el profesorado de tener que comunicar a la familia los problemas. El autocontrol puede ser enseñado y aprendido, por lo que debido a la importancia que presenta para el desarrollo del alumnado, debe convertirse en un objetivo pedagógico en el sentido de que implica asumir responsabilidad, determinar secuencias de acciones y generar. Algunas de las técnicas para la mejora del autocontrol las encontramos en la resolución de problemas, la reestructuración cognitiva y en el entrenamiento asertivo. El término “motivación” hace referencia a toda una serie de motivos, móviles o alicientes que hacen que una persona se esfuerce por conseguir sus objetivos. Términos como fuerza de voluntad, perseverancia, espíritu combativo y amor propio tienen que ver con él. Para Goleman “en la medida en que estemos motivados por el entusiasmo y el gusto en lo que hacemos –o incluso por un grado óptimo de ansiedad- los convertiremos en excelentes estímulos para el logro”. Parece ser que en la motivación intervienen factores internos y externos y, a su vez, puede ser regulada por el ambiente o auto-regulada por la propia persona. Se trata de uno de los procesos psicológicos más investigado a lo largo de la historia por la Psicología. En la motivación intervienen algunos factores fundamentales: - El motivo que nos mueve a actuar - Las atribuciones que damos a nuestros éxitos o fracasos - La capacidad para asumir las consecuencias de las acciones y de los resultados conseguidos - El grado de iniciativa y optimismo para afrontar los hechos y superar los contratiempos No podemos dejar de citar en estos momentos que la educación, antes y ahora, parece más interesada en cultivar cerebros que la voluntad del alumnado. Del mismo modo, cualquier profesional de la enseñanza estará de acuerdo en que la falta motivación es un problema con el que se encuentra muchas veces en su trabajo. 2 Es necesario desarrollar los aspectos intelectuales, contenidos, pero al mismo tiempo no debemos olvidarnos de otros muchos aspectos que son tanto o más útiles para la vida; nos estamos refiriendo al hecho de aprender a luchar ante la adversidad, a ser persistentes en el esfuerzo, a luchar por conseguir las metas personales y esforzarse por conseguir la obra bien hecha. Existen numerosos aspectos, tales como la exploración, el descubrimiento, los retos óptimos, las metas autodeterminadas y la retroalimentación interna o externa alientan la motivación y favorecen el aprendizaje. La confianza y la seguridad que tenga el alumnado en sí mismo y en su capacidad, así como sus propias expectativas van a influir en su rendimiento, tanto de forma positiva como negativa. Hay que ayudar a desmontar ciertos sentimientos de inferioridad con metas asequibles, ofrecer una retroalimentación adecuada ante el trabajo realizado, así como ayudándoles a reconstruir determinados procesos de su pensamiento negativo. Sin olvidar que otros aspectos para promover esperanzas positivas, señalar las posibles dificultades de la tarea o acción, pero sin dar la solución, con lo que implícitamente se estará comunicando que la persona es capaz de conseguir el éxito por ella misma. Howard Gardner, psicólogo que desarrolló la teoría de las inteligencias múltiples, considera que una forma más saludable de enseñar es considerar el estado de flujo y los estados de ánimo positivos que lo caracterizan, principalmente porque la motivación surge desde dentro de la persona y no por amenazas o las promesas de recompensas. Que el alumnado consiga el estado de flujo significa que está comprometido con la tarea adecuada a sus capacidades y expectativas. Cuando el alumnado se siente desbordado por las tareas o aburrido es cuando surgen los problemas emocionales, conductuales y de aprendizaje. Titchener fue el psicólogo que acuño el término empatía, quien sostenía que aparece en los primeros estadios de desarrollo de la persona como una especie de imitación de las emociones ajenas. Existe una relación directamente proporcional entre el grado de toma de conciencia de nuestras propias emociones o sentimientos y la habilidad para detectar las de los demás. Esta capacidad que permite a las personas saber lo que sienten los demás tiene su origen en la más tierna infancia. Al mismo tiempo, se puede afirmar que la empatía puede ser producto del aprendizaje. El investigador Stern llegó a la conclusión de que se es consciente de las emociones de otras personas cuando las propias emociones son captadas, aceptadas y correspondidas (aprendizaje vicario u observacional toma de conciencia del daño o beneficio que puede tener una acción). Esto puede influir en las relaciones interpersonales futuras. Las manifestaciones de un estado emocional determinado se extienden por todo nuestro cuerpo (tono de voz, expresión facial, tensión muscular, posturas corporales...). La capacidad de reconocer estas formas de comunicación no verbal exige el conocimiento de competencias emocionales como la autoconciencia y el autocontrol. Sin éstas, difícilmente podremos llegara sintonizar con el estado de ánimo de otras personas. La cuestión es entonces, si es posible enseñar esto en la escuela desde la más tierna infancia, e incluso si la respuesta no fuera positiva, si existen al menos unos pasos intermedios para alcanzar dicha finalidad. Estimamos que el modelo de Acción Tutorial puede contribuir a dicha finalidad, aunque sea de manera humilde. Por otra parte, hay que considerar la escucha como uno de los factores fundamentales de la empatía. La habilidad de saber escuchar bien, es decir, de escuchar con comprensión o empáticamente, es una de las habilidades más preciadas y también más difíciles de conseguir. Este tipo de escucha al que nos referimos implica estar emocional y mentalmente abiertos a nuestro interlocutor. La cuestión clave quizá sea cómo aprender a escuchar activamente y cómo demostrarlo a las personas que nos rodean. Somos conscientes de la existencia de una serie de estrategias que ayudan a adquirir y desarrollar esta importantísima habilidad, ahora bien, nuestra propuesta radica en trabajar de manera sistemática el valor del diálogo con los alumnos a través de una serie de actividades programadas desde la Acción Tutorial. El análisis anterior nos debe haber servido para considerar a la empatía como la base de todas las interacciones sociales. La capacidad de asumir el punto de vista de otra persona y la sensibilidad hacia los sentimientos de los demás son manifestaciones empáticas que aparecen en la infancia y cuyo desarrollo posterior depende, en gran medida, de la educación. Para nosotros esto es básico, y es por lo que venimos a considerar la importancia de una acción educativa encaminada a tal finalidad. En estos casos será imprescindible que el profesorado tenga capacidad de debe creer en las posibilidades del alumnado. Las habilidades sociales desempeñan una función determinante en la acción educativa. Paula Pérez (1998) señala algunas de ellas: asertividad, habilidades interpersonales e inteligencia. Las habilidades sociales están sujetas a normas sociales y morales propias del contexto sociocultural en el que tienen lugar. 3 Por ejemplo, la capacidad de expresar sentimientos es un requisito en las relaciones interpersonales, pero de igual importancia es saber cuándo y cómo expresarlos. La importancia de entrenar al alumnado representa una posibilidad más que tiene la escuela para desarrollar los ámbitos socio-personales de los mismos. Algunas de las actividades llevadas a cabo mediante el modelo de Plan de Acción Tutorial que proponemos estaban relacionadas con esta expresión de sentimientos. En definitiva, la competencia social está relacionada con la capacidad de mantener interacciones sociales, con el desenvolvimiento social sin dificultades y con el control de las reglas del juego social. En el contexto escolar se producen numerosas interacciones entre alumnado y profesorado. Esto conlleva la necesidad de establecer una convivencia saludable y eficaz para poder disfrutar de las relaciones con las demás personas y poder aprender en un clima positivo de comunicación. Algunos de los problemas existentes en la escuela que se paliarían con la enseñanza–aprendizaje de las habilidades sociales son: sometimiento al grupo de iguales, agresividad, hostilidad de los alumnos, inseguridad, dificultades para hablar y responder, intolerancia a las críticas, problemas de aprendizaje por la baja autoestima, incapacidad de expresar sentimientos o emociones, soledad, depresión, desmotivación hacia los estudios. De acuerdo con ello, creemos que es preciso actuar y, para nosotros, todo lo anterior tiene que ver con la educación en valores que es preciso favorecer desde la escuela en general, y desde la Acción Tutorial en particular. Es por ello que consideramos que el modelo de Plan de Acción Tutorial propuesto pudiera ser eficaz para ello. Parece necesario, por tanto, un cambio de planteamiento en este sentido, ya que desde los centros escolares se puede, y se debe, promover la competencia social de los alumnos y, como consecuencia, desarrollar la salud mental y prevenir los problemas emocionales y sociales futuros. Estos aspectos preventivos bien pudieran ser llevados a cabo desde los primeros momentos de la escolaridad a través de actividades encaminadas a desarrollar en el alumnado el diálogo, la convivencia, la tolerancia, la responsabilidad. Las habilidades sociales se han considerado como parte del currículum oculto. ¿POR QUÉ ES NECESARIO TRABAJAR LA EDUCACIÓN EMOCIONAL Y LOS VALORES? Si por algo se caracteriza en estos momentos la sociedad en la que vivimos es, precisamente, por el desarrollo tecnológico que se está produciendo; un cambio que, sin embargo, no está sirviendo para compensar las grandes desigualdades sociales existentes en todo el planeta. La escuela es un reflejo de la sociedad. Por ello, muchos de los acontecimientos sociales que se producen en el ámbito local, nacional o internacional se pueden ver en las correspondientes instituciones educativas. Por otro lado, observamos episodios de violencia en la sociedad. Daniel Goleman señala que en el colegio pueden enseñarse conductas que eviten la violencia. La educación emocional puede ayudar a resolver los conflictos de forma pacífica. Recomendaba la inclusión de programas destinados al desarrollo de las habilidades emocionales, habilidades cognitivas y habilidades conductuales en el currículum. No obstante, el desarrollo efectivo de las habilidades que conducen al desarrollo de la inteligencia emocional requieren de un tiempo y un espacio propios, y una dedicación a las mismas de forma consciente y planificada por parte del profesorado. Sabemos, por otra parte, que en la escuela se sigue poniendo el énfasis en los aspectos cognitivos del aprendizaje, descuidando los contenidos socio afectivos. Por dichos motivos, así como por la importancia que tienen trabajar los citados aspectos en los contextos escolares para que el desarrollo integral de los alumnos sea una realidad, proponemos también la función tutorial como una vía apta para ello. La educación en valores ha sido uno de los temas que siempre ha estado presente en toda reflexión pedagógica, que hoy cobra aún mayor actualidad, si cabe, como consecuencia de la realidad social en que vivimos. Sirvan a modo de ejemplo, para corroborar las anteriores afirmaciones, las palabras de Victoria Camps (1990) cuando expresa que “vivimos en un mundo plural, sin ideologías sólidas y potentes, en sociedades abiertas y secularizadas, instalados en el liberalismo económico y político. El consumo es nuestra forma de vida. Desconfiamos de los grandes ideales porque estamos asistiendo a la extinción y fracaso de las utopías más recientes. En opinión de Aranguren (1990) el “conformismo social” tan característico de nuestra sociedad, que preocupa especialmente en la juventud actual, no es otra consecuencia que la “desmoralización”, la cual consiste en la pérdida de sentido de la vida ante la falta de alternativas. Es lo que defiende González Lucini (1992, p.9) cuando afirma que ha de tratarse de “un proyecto, finalmente, inspirado y cimentado en la solidaridad; la solidaridad entendida como el suelo o el apoyo mutuo sobre el que se levantan todos los sentimientos y todos los valores; la solidaridad entendida como “ese espacio de felicidad colectiva” que todos buscamos; como el único rumbo que puede darle sentido a nuestro presente y orientarnos, con esperanza y con ilusión, hacia el futuro”. Un proyecto que, como dice Fernando Savater, tenga como meta final la “humanización”. 4 No cabe duda de que, en la escuela, además de contenidos conceptuales, se deben enseñar y aprender también determinadas estrategias o habilidades que permitan al alumnado la resolución de problemas, seleccionar una información pertinente en una determinada situación, utilizar los conocimientos de que disponen para afrontar situaciones nuevas o inesperadas y, también a saber trabajar en equipo, a aprender a dialogar, a mostrar solidario con los demás. Tradicionalmente, la educación se ha basado en la transmisión de contenidos académicos centrados en conceptos, teorías y leyes, mientras que otra serie de contenidos, importantes para el desarrollo afectivo o social, ha sido enseñado y aprendido de forma inconsciente, formando parte del currículum oculto o latente de la escuela. La educación social y moral de los alumnos, en la medida en que contiene una educación para las actitudes y los valores, que ha de permitir opciones responsables de los niños y adolescentes dentro del pluralismo característico de la sociedad moderna, respetando al propio tiempo los valores y creencias de otras personas y otros grupos sociales. La filosofía de los valores trata de ellos en cuanto tales, así como de los llamados juicios de valor. La esencia propia de los valores es su valer, el ser valioso. El valor no debe depender de apreciaciones subjetivas individuales ya que se trata de unos valores objetivos que se encuentran fuera del tiempo y del espacio. Desde esta óptica nos referimos a aspectos tales como la paz, el amor, la justicia, la generosidad, el diálogo, la honradez, etcétera. Siempre se ha hablado de una jerarquía de valores; ello quiere decir que unos pueden ser más estimables que otros, aunque todos gocen de importancia, todo va a depender del punto de vista con que se mire y, sobre todo, de quien lo haga. Debido a la aludida jerarquización, los valores pueden ser clasificados en: vitales, materiales, intelectuales, morales, estéticos y religiosos. Aunque son innumerables las definiciones dadas sobre el término “valores”, nos centraremos en aquellas que están hechas desde la óptica educativa, en concreto desde la Psicopedagogía. González Lucini (1992, pp.11-12) recoge las siguientes: - Proyectos ideales de comportarse y de existir que se adecuan a las coordenadas histórico-sociales y que a la vez las trascienden. - Opciones entre diversas maneras de actuar que son manifestación de la jerarquía en la concepción el mundo que un sujeto o colectivo tiene”. - Creencias que llevan al sujeto a actuar de una manera determinada; son creencias que prescriben el comportamiento humano. - Características de la acción humana, en cuanto que esta última presupone la elección de determinadas opciones entre un conjunto de dilemas que configuran la existencia humana”. - Aquello que hace a las cosas dignas de ser apreciadas, deseadas y buscadas. - Algo adquirido hasta el punto de convertirse en hábito; algo querido por la voluntad y que acaba siendo, objeto de deseo. - Elementos estructurales del conocimiento humano. - Lo que suele mover la conducta y el comportamiento de las personas; orientar la vida y marcar la personalidad - Proyectos ideales de comportamiento - Horizontes de felicidad La educación en los valores se fundamenta en el descubrimiento, compartido y progresivo, de unos ideales que justifiquen la existencia y por lo que merezca la pena vivir. La educación en valores debe estar presente a lo largo de todo el proceso de autoafirmación de la identidad, debe entroncar transversalmente con la totalidad del desarrollo curricular y entrar en relación dinámica con todas las áreas del aprendizaje. La educación en los valores debe abrir al alumnado un amplio y variado espectro de alternativas de felicidad y existencia, ha de favorecer, a través de la reflexión y de la crítica, razonada y objetiva, la interpretación y el libre discernimiento de las alternativas de felicidad y de existencia que el alumnado reciba dentro y fuera del ámbito escolar. La educación en valores implica también la opción y el compromiso de la Comunidad Educativa hacia aquella alternativa de valores que se considere más positiva; por supuesto, siempre en el marco de la libertad de opción que ha de presidir la acción educadora. El sistema de valores debe estar consensuado de forma reflexiva por toda la Comunidad Educativa y que formará parte esencial de la identidad del Centro. 5 La educación en los valores requiere un aprendizaje basado en el conocimiento y la reflexión, debe ser contemplada y desarrollada desde la perspectiva de los contenidos curriculares, y través de la dinámica característica del aprendizaje significativo. La educación en los valores debe ser programada, junto con los demás contenidos, en secuencias de aprendizaje, ha de ser activa y para la acción, y requiere un proceso de evaluación orientativo. La educación en valores se justifica por la necesidad que tenemos las personas de comprometernos con determinados principios éticos que nos sirvan para evaluar nuestras propias acciones y las de los demás. Éstos, están presentes en nuestra vida cotidiana, les manifestamos casi de manera constante mediante nuestras conductas y las opiniones que expresamos verbalmente o por escrito, y suelen dar lugar a las normas sociales. Educar en valores es educar moralmente ya que son éstos los que enseñan a la persona a comportarse humanamente, a establecer una jerarquía sobre la valía de las cosas, a convencerse de lo que importa y de lo que no importa. Aunque la educación moral debe promover, según Carrera (1995): - La autonomía personal frente a la presión colectiva. - La razón dialógica en oposición al individualismo que olvida los derechos de los demás”. - La crítica, como instrumento de análisis de la realidad que nos rodea y para cambiar todo lo que sea injusto. - La alteridad, que nos permite salir de nosotros mismos para establecer unas relaciones óptimas. - El conocimiento de los derechos humanos y su respeto. - La implicación y el compromiso. Una vez asimilados, los valores adquiridos se convierten en guías y pautas de nuestra conducta; ahora bien, en su ausencia las personas quedamos a merced de criterios y pautas ajenas. Los valores, si son auténticos, serán asumidos libre y voluntariamente lo que nos permitirá definir con claridad los objetivos que den un pleno sentido a nuestra vida, ayudándonos a aceptarnos y a estimarnos tal y como somos, lo cual nos va a facilitar una relación madura y equilibrada con las personas y las cosas. Es aquí donde encontramos la importancia y la necesidad de llevar a cabo una educación en valores en los contextos escolares sin olvidar el papel que pueden desempeñar, al mismo tiempo, tanto la familia como otras instituciones. El origen de los valores que consideramos aceptables es producto de la civilización (Camps, 1993)–no sólo occidental, conviene repetirlo-, producto de más de veinticinco siglos de pensamiento. La democracia griega y el origen de la filosofía, la tradición judeocristiana, la Ilustración, el pensamiento crítico de Marx y Nietzsche, todo ello ha ido dejando un poso de valores, principios, ideales que se resumen en los llamados derechos fundamentales”. Para la mencionada autora, la fundamentación de los derechos humanos es la declaración universal de estos derechos realizada en 1948. Bernabé Tierno (2000) recopila y propone toda una serie de valores que necesitamos recuperar en la sociedad actual: autenticidad, alegría de vivir, confianza, libertad, colaboración, amistad, compañerismo, hospitalidad, solidaridad, reflexión, generosidad, respeto, filantropía, diálogo, amabilidad, tenacidad, disciplina, dignidad, sinceridad, responsabilidad, creatividad, coherencia, justicia, honradez, fidelidad, civismo o buenas maneras y la familia. Los valores no solo son necesarios para el desarrollo integral de la persona sino para que la sociedad en su conjunto avance. Los valores se materializan en lo que se llama en el currículum temas transversales. Algunas estrategias para llevar a cabo esta educación son: juegos de simulación, debates, representaciones, mesas redondas, comentario sobre determinados escritos y películas, análisis, debate y discusión de hechos acaecidos en el propio centro son, entre otras muchas, algunas de las alternativas apropiadas que proponemos, y que a menudo contrastan con las estrategias didácticas que se siguen para otros contenidos dentro del proceso de enseñanza aprendizaje. Dichas estrategias tienen una amplia posibilidad de puesta en práctica a través de un marco inigualable, la Acción Tutorial, a través de las diferentes y variadas actividades que el profesorado puede poner en práctica en su labor tutorial. 6